Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Poisoned por Ellie77

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Lauren Montgomery y a Joaquim Dos Santos.

Advertencias: AU ? Yaoi (Boy’s Love) ? Contenido heterosexual ? Lime ? Short!fic ? Lenguaje inapropiado ? OoC.

Pairing: Klance (Lance x Keith).

N/A: Capítulo final :’) ¡Disfrútenlo!

.

ǀ Poisoned ǀ

.

 

Dar con la residencia McClain no fue la parte más difícil del día, lo verdaderamente complicado fue mantener las agallas para no salir corriendo justo en ese punto. Keith debatió un largo rato si tocar o no la puerta; antes de dilucidar entre alguna de las opciones también se planteó el si debía iniciar una conversación banal con Lance o solo ir directo al grano. Nunca algo tan inverosímil le había parecido tan complicado.

Al final optó por hacer las cosas más a su propio estilo: de forma impulsiva. Dejó de darle vueltas, aparcó su motocicleta y, apenas estuvo frente a la puerta principal, presionó el timbre en tres ocasiones seguidas. Después de eso ya no había marcha atrás.

Escuchó pasos acercarse.

—Oh, ¿quién eres tú? —Le recibió un niño pequeño, piel canela como la de Lance y ojos del mismo color; debía tratarse de uno de sus sobrinos aunque fácilmente pasaría hasta por su hermano.

—Busco a Lance. ¿Se encuentra aquí?

—¿También eres amigo del tío Lance? —El infante parecía sorprendido. Keith, de quien la paciencia no era una de sus virtudes, tan solo deseaba que cerrara la boca y llamara al aludido —. Entonces pasa. El tío Lance se enoja cuando no dejamos pasar a Hunk, y justo ahora no es bueno hacerlo enojar. Ha estado muy gruñón.

Ingresó hacia lo que parecía ser la sala de estar. En las paredes había un sinfín de retratos colgados, uno que otro reconocimiento y algunos otros adornos que a sus ojos eran innecesarios y solo atiborraban todavía más la de por sí llena habitación; tampoco podría describir ese lugar como ordenado, los cojines del sofá estaban tirados por doquier y el chiquillo corría de un lado a otro seguido por una niña que parecía un par de años más chica que él.

No supo si sentarse o esperar de pie. Al final, por inercia, acabó haciendo lo segundo.

—¡Tío Lance, tío Lance, tío Lance!

Los gritos le retumbaron en los oídos. En ese momento admiró a Lance por soportar todo aquello; Keith se sabía incapaz de tanto. Los llamados se repitieron varias veces hasta que el tío de esos remolinos se decidió a salir de su cueva. La silueta de Lance se hizo presente justo al otro lado de la sala.

—¡Más les vale que sea algo de verdad importante o si no…! —Apenas sus ojos se cruzaron con los suyos, las palabras parecieron atorársele en la garganta —. ¿Keith?

Era bastante razonable que reaccionara de esa manera, no podía culparlo, de hecho ni él mismo acababa de comprender la razón por la que estaba ahí. Quería ver a Lance, hablar con él, cerciorarse de que estaba bien y que no hubiera cometido alguna locura, no obstante se veía incapaz de expresar esas inquietudes más allá de su mente.

Ninguno de los dos habló durante un instante que se le antojó eterno. Los niños, más despiertos de lo que hubiese imaginado, parecieron entender la atmósfera y se retiraron de la sala para poder darles privacidad. Ahora solo estaban ellos dos y la brecha que se había formado entre ambos, una que Keith no tenía idea de cómo erradicar. Se maldijo por no haber pensado en las palabras que le diría.

—¿En serio solo dices eso? ¿No vas a preguntar el motivo de mi visita?

—Más bien iba a preguntar cómo diste con mi casa.

—Hunk —respondió con simpleza.

—No sé ni por qué pregunté —suspiró con pesadez —. Resuelta esa duda… la verdad estoy demasiado en shock como para preguntar algo. Pero sí, tienes razón, ¿dime por qué estás aquí?

—Vine a… —¿Pedirte perdón, hablar de tus sentimientos y los míos, a suplicar una oportunidad? Ni él mismo lo tenía claro —. ¿Cómo estás?

—¿Es en serio? —parecía sorprendido pero no de una buena manera —. Estoy haciendo un informe. —Terminó encogiéndose de hombros —. La vida sigue, Keith, no iba a suicidarme por ti o algo que se le pareciera. No te sientas tan importante.

—No vengo a discutir, idiota.

—¿Vienes a insultarme?

—Ni siquiera tengo claro por qué vine.

—Entonces vete, todavía tengo un montón de cosas por hacer.

—¿Autocompadecerte y llorar? ¿Imaginar una vida con la princesa que le pertenece a otro hombre?

—¿Tú cómo…? —Las mejillas de Lance se tornaron rojas, más que por vergüenza debió ser de coraje —. Eso no te importa, ¡solo vete!

—¡Vine a hablar contigo y no hemos dicho nada!

—¡Para mí es suficiente!

—Lance, por favor, compórtate como una persona adulta.

—¿Cómo tú lo has hecho todo este tiempo? ¿Teniendo fantasías húmedas con tu mejor amigo y haciéndote el mártir solo porque no puedes confesarle tus sentimientos? —contraatacó.

—¡Ya lo hice! ¡Ya la dije todo a Shiro!

Tal vez Lance ya tenía en mente qué contestar, sin embargo, ante esa revelación, se quedó sin palabras. Su expresión se relajó tan solo un poco, aprovechando esa calma para también normalizar su respiración. Keith hizo lo mismo; todo estaba resultando demasiado desgastante.

—Le confesé a Shiro lo que siento por él —reiteró —… y me rechazó.

Quizá eso Lance se lo esperaba, de cualquier manera se acercó hasta donde el otro y de forma temerosa colocó una mano en su hombro, tratando de reconfortarlo; Keith debía reconocer que había extrañado su calidez.

—Yo lo…

—No quise escuchar sus disculpas, menos las tuyas.

—Si no buscas consuelo entonces no tengo ni puta idea de qué haces aquí.

—Tampoco lo tengo claro.

Keith esperaba que los niños se hubieran ido lo suficientemente lejos, la escena que tenía en mente llevar a cabo no era algo que ellos debían ver. 

Aprovechó la confusión de Lance y que mantuviera la guardia baja para tomarlo del cuello de la playera y acercarlo a sí. No le dio tiempo a que pensara en nada, tampoco que pudiera hacer algo para alejarlo. Tan solo acercó su cuerpo al de él y unió sus bocas en un gesto demasiado brusco como para tratarse de un beso. Para colmo de males nada romántico, todo al más puro estilo de Keith Kogane.

 

6.

Fall.

 

Luego de un beso lo suficientemente apasionado como para derretir el ártico, Keith se alejó, despacio, disfrutando incluso del último aliento.

—Hablemos de ti y de mí.

Lance abrió los ojos más de la cuenta.

—¿Nosotros? No sabía que existía un «nosotros». —Keith decidió ignorar aquello.

—Más que hablar de «nosotros», quiero hablar de ti —cerró los ojos a la vez que suspiraba. Ese tipo de charlas no eran lo suyo, de hecho ninguna clase de conversación en realidad. Esperaba ser claro y preciso —. Durante este tiempo todo se trató de mí, lo cual es bastante extraño. Nunca me interesó conocer lo que te sucedió para que terminaras en esto, y menospreciar lo que había detrás de ti fue una de las mayores estupideces que he cometido en mi vida. He cometido muchas, no siempre reconozco mis errores... Pero esta vez debo hacerlo. Necesito hacerlo.

Lance no contestó nada. Keith quiso creer que lo había tomado bastante de sorpresa o que estaba tan conmovido que se sabía incapaz de reaccionar. Rogaba que fuera la segunda opción.

El otro tan sólo hizo una mueca para segundos después tomar asiento en el manchado sofá de la sala. Lance era mucho mejor con las palabras, una persona socialmente más competente, aun así justo ahora parecía encontrarse perdido en sus propios pensamientos.

—Hunk te lo contó todo —parecía lamentarse de ello.

—Lo hizo. —No venía al caso mentir —. Le insistí para que lo hiciera, no es su culpa.

—Yo no quería contarte nada porque no quería que fuera así. No quería que tú, precisamente tú, sintieras lástima por mí.

Ambos, Keith y Lance, eran bastante orgullosos.

A final de cuentas muchos aspectos en su relación no habían cambiado. A pesar del sexo casual y esos guiños de cariño no fraternal, Lance seguía teniéndole manía, algo que parecía que no iba a cambiar ni aunque se le pagara o amenazara. Keith no podía culparlo, después de todo admitía que también odiaba cuando Lance le miraba con compasión mientras expresaba algo acerca de Shiro.

—No es lástima.

—¿Cómo lo llamas, entonces? ¿Caridad, tu buena acción del día? Estás siendo bueno conmigo sólo porque te enteraste de que alguien me dañó en el pasado. Y por más que nos acerquemos no quiero que lo nuestro, eso que tanto tratas de resaltar, se base en esa idiotez.

Tenía un buen punto, pero muy aparte de esa condescendencia también estaba el cariño que sentía por él incluso desde antes y los sentimientos que le provocaba de un tiempo a la fecha.

Keith sabía que, por más pequeño que fuese, había algo. Ese algo fue lo que en primera instancia hizo que aceptara el trato tan tonto del otro, eso mismo era lo que hacía que volviera después de una buena follada e indiscutiblemente por aquella fuerza desconocida sentía esa absurda rabia cuando veía a féminas rondar a su amigo.

No valía la pena hacerse el tonto, no a esas alturas: Lance le gustaba. No estaba perdidamente enamorado de él, era demasiado pronto para olvidar a Shiro, pero eso no significaba que no lo tuviera presente en su vida.

Y quería que siguiera siendo de esa manera.

—Me dio... pena lo que Hunk me contó —reconoció. Continuó antes de que el otro comenzará a parlotear —. Pero mi visita no tiene que ver con eso.

—Si no es lástima o ganas de follar, no entiendo tus razones.

—Tu eres el primero en ponerse por el suelo. Joder, Lance, estoy tratando de tener una conversación decente.

—Y yo trato de no salir más lastimado de lo que de por sí ya estoy.

Como nunca antes tenía tantas ganas de asestarle un buen golpe en esa estúpida cara de Don Juan que se cargaba. Lance había nacido con la habilidad de sacarlo de sus casillas pero en esa ocasión estaba excediendo los límites.

—Yo sólo quiero que me des la oportunidad de volver a tratar y está vez hacerlo bien —La voz de Keith adquirió cierta dulzura, incluso se desconoció a sí mismo —. Me gustas, Lance, y bastante. Y si yo también te gusto no entiendo por qué lo estamos haciendo más difícil de lo que de por sí ya es.

—El problema no es eso, el problema son las razones que te orillan a tomar esta decisión.

—Me pareces atractivo, me encanta cómo te mueves en la cama y si bien no eres el más brillante siempre logras salirte con la tuya.

—Keith, no es eso —soltó un suspiro bastante pesado —. Ya te lo dije, yo no quiero que estés conmigo por lástima y tampoco estaría contigo para que olvidaras a Shiro. Sería muy injusto. Y es cursi, lo sé, pero así soy.

—Nunca creí que un tipo como tú tuviera una autoestima tan baja. Yo no estoy proponiéndote esto por lo que crees.

Una de las teorías que Keith siempre tuvo fue que el odio irracional que Lance le profesó desde el principio se debía a las propias inseguridades del mismo. No quería verse tan pretencioso afirmando que le tenía envidia aunque sí podía asegurar que en muchas ocasiones era evidente que se sentía inferior.

Al parecer incluso antes de su amistad con beneficios, lo había observado demasiado.

—No se trata de eso.

—Da igual el motivo, pero si te hace sentir mejor piensa que el tipo que siempre fue indiferente a tus provocaciones hoy te está rogando que lo dejes entrar de nuevo a tu vida. Tú ganaste, Lance. ¡Ganaste, idiota!

Keith uedó en silencio, quizá apenas y podía procesar todas las emociones; después de todo siempre fue ese tipo de persona.

Lance se masajeó la cara, tratando de asimilar todo. Luego de largos segundos de incertidumbre lo único que de su boca salió fue:

—No deberíamos tener está conversación aquí, están mis sobrinos y alguien podría llegar en cualquier momento.

Keith se cruzó de brazos.

—Realmente eres un imbécil.

—Eres más imbécil tú.

—No empecemos otra vez. —Hizo un gesto con la mano —. Sólo regresa al departamento y ya no huyas. Vamos a resolver esto como personas civilizadas.

El otro le miro. Se levantó de su asiento para acercarse hasta donde el otro. No le besó, no le soltó un golpe o alguna maldición. Keith rogaba que hiciera algo, lo que fuera, pero algo.

—Yo no huí —afirmó —, yo quería estar aquí con mi familia. Ellos... me relajan. Son ruidosos, sí, pueden llegar a ser molestos y todo lo que quieras, pero de vez en cuando necesito estar aquí.

—¿Qué tratas de decirme? —temió lo peor.

—Voy a volver, tampoco iba a quedarme aquí para siempre. —Eso logró calmar a Keith, por suerte pudo disimular su alivio —. Y aprecio tu… esfuerzo para tratar de arreglar las cosas —desvió la mirada, dubitativo —. Voy a pensar en lo que me dijiste.

Keith asintió. Se daba por bien servido.

Como ya no había nada más qué decir, se despidió rápidamente de Lance para salir a por su motocicleta y arrancar como si la vida no le importara. En ese momento ni siquiera sabía cómo se sentía con exactitud, tan sólo tenía claro que quería libertad.

.

.

.

Extrañamente, justo una semana después de esa charla con Lance, decidió visitar a su padre sin una razón aparente de por medio.

—¿Keith? ¡Qué sorpresa! —mencionó de forma efusiva el hombre delante de él.

—También me alegro de verte, papá.

Nunca solía visitar a su padre. No lo odiaba, tampoco era como si se llevaran mal. Era algo tan extraño que no le encontraba una explicación coherente. Simplemente no le gustaba y ya. Su padre siempre lo justificaba con el hecho de que no le gustaba recordar el pasado —una vida difícil, carencias, una madre muerta— y que para su mala suerte él formaba parte de ello.

Su padre lo guio hacia la cocina. Keith se apoyó en la barra mientras su progenitor le arrimaba una taza y servía agua hirviendo dentro de esta.

—¿Sucede algo? A no ser trabajo no tengo idea de tus intenciones. ¿O es tu motocicleta, acaso?

Se preguntó si a Lance le harían ese tipo de preguntas. Se respondió que no. Lo más seguro era que cuando Lance iba de visita lo recibían con los brazos abiertos, comida y cero cuestionamientos.

Desde la última vez que lo vio, pensaba demasiado en él. La visita a su padre parecía ser efecto colateral de eso mismo.

—No, no es eso. Sólo... ¿cómo estás?

Al parecer no sabía otra manera de comenzar conversaciones.

—Esto es extraño.

—¿Tanto?

—Pero no es desagradable, al contrario. Siempre quise que vinieras tan sólo a preguntarme cómo estoy. Cosas tan banales como esa. Sé que no lo harás seguido, por eso trato de disfrutarlo.

—Eso me hace sonar como un mal hijo.

—Para nada.

Lo rectificaba: su padre era una grandiosa persona, tan grandiosa como para no guardarle alguna especie de rencor por su desapego.

Seguía con la idea de que de esa visita no iba a obtener algo a lo que su estricto criterio fuera relevante. No obstante, así como podía llegar a ser de simple en sus deliberaciones, justo ahora sentía que el único fin de sus acciones era sentirse bien consigo mismo. Comenzar a hacer lo correcto.

Al final no era una persona tan complicada.

«No te creas tanto, greñudo.»

Lance, Lance, el muy maldito de Lance. ¿Podría dejar de rondarle por la cabeza al menos un minuto?

Hunk le diría que ese era uno de los primeros síntomas del enamoramiento.

Todo eso era algo de lo que no le hablaría a su padre, no todavía. Así que decidió rellenar el silencio con charlas acerca del día a día; la universidad, las calificaciones, sus amigos —omitiendo los percances con Shiro y Pidge— e incluso los paseos en moto, hobbie que compartía con su padre y del cual, cada vez que podían, intercambiaban palabras.

Así, sin hacer nada en realidad, pasaron las horas. Keith ya iba por su tercera taza de café cuando su padre optó porque sería mejor opción compartir una cerveza. Obviamente no la rechazo. El ambiente era demasiado agradable y el alcohol tan sólo lo amenizaría aún más.

—¿Qué harás cuando termines tu carrera? —preguntó de pronto su padre —. ¿Ya tienes algo en mente?

—Solo sé que voy a trabajar en algo. Lo habitual. Lo demás que se dé en el camino quiero que me sorprenda.

—Más bien no quieres estresarte en ello, ¿o me equivoco?

—Quiero que mis problemas actuales se resuelvan primero. Después ya podré pensar con la cabeza fría.

—Déjame adivinar, ¿problemas amorosos?

Su sexualidad no era algo que anduviera pregonando a los cuatro vientos pero tampoco era como si la ocultara. Ya le había dejado muy en claro a su progenitor que prefería la anatomía masculina por sobre un par de pechos y el señor Kogane, aunque sorprendido, no tuvo demasiados problemas con ello. Aun así era bastante complicado hablar de esos asuntos con él.

Mientras vivían juntos, antes de mudarse para realizar sus estudios universitarios, jamás le habló de citas, parejas o amoríos, menos de lo que Shiro significaba para él; confiaba en que no se hubiera enterado todavía.

—Algo así —admitió a medias —. Tú mismo sabes cómo es.

—Yo no sé si contigo funcione distinto, pero muchas veces uno mismo puede ser el problema, también la persona involucrada, por supuesto. Pero a lo que me refiero es que nos encanta complicarnos la vida y hacernos todo más difícil.

Su padre era una persona con una mentalidad muy simple mas era muy sabio.

Luego de esa conversación su padre le contó por quién sabe cuanta vez en la vida la historia de cómo conoció a su madre y cómo esta parecía ser una actriz en potencia debido a lo dramática y huraña que era. A Keith le hubiese gustado tratarla un poco más para poder saber a su propio criterio si su padre mentía o decía la verdad. El señor Kogane siempre afirmaba que su mal carácter lo había heredado de ella.

—Ahora que lo pienso, Keith, nunca me has presentado a nadie.

—No ha habido alguien lo bastante importante como para hacerlo.

—Debo estar agradecido de que no fueras enamoradizo.

Nunca lo fue. Fuera de Shiro, los gustos hacia las demás personas le duraban un promedio de dos meses; tres meses ya era demasiado.

En un caso hipotético —se reprendió mentalmente por todavía considerarlo—, sabía que a Shiro lo hubiese presentado como su pareja con bombo y platino delante de su padre. Pero ahora, después de él, el primero en llegarle a la mente fue Lance. Lo consideró, sí, pero aún no llegaban a tanto.

«Creo que puedes enamorarte de él», algo así dijo Hunk. Ese era el segundo síntoma de enamoramiento que su amigo le señalaría.

—Ya es algo tarde —señaló su padre rato después, mirando hacia la ventana. Afuera el manto de la noche comenzaba a cobijar la ciudad—. El tiempo pasó volando.

—Prometo venir más seguido.

—No lo creeré hasta tu próxima visita.

Keith rio con ganas, la poca fe estaba justificada. Se despidió sin hacer alguna otra promesa de por medio, salió de la residencia y tomó su motocicleta. Antes de partir se preguntó si Lance tendría conversaciones similares con su padre. Mierda, un tercer síntoma.

Apenas salía de una obsesión para ahora sumirse en otro calvario. El amor, en términos simples y pocas palabras, apestaba.

.

.

.

Tal y como lo había prometido, Lance volvió al departamento algunos días después de que Keith visitara a su padre.

Apenas cruzó el umbral de la puerta la atmósfera se volvió más liviana. La sonrisa de Hunk, apagada durante la ausencia de su mejor amigo, volvió  a relucir; Shiro, por otra parte, apenas Hunk dejó de acaparar a Lance, se acercó hasta donde él para abrazarlo, compartir un par de frases y reprenderlo de manera cariñosa por haberse ido de forma tan repentina.

Al observar ese cuadro tan emotivo, Keith se dio cuenta de lo mucho que Lance les había hecho falta en el departamento.

Cuando Shiro se alejó de Lance para poder avisarle a Pidge de la noticia, fue el turno de Keith de acercarse. Nuevamente no pensó en sus palabras y estaba decidido a hacer lo primero que le viniera a la mente. No obstante, cuando estuvieron frente a frente, la mente le quedó en blanco.

—Lance… yo… —De seguro lucía como un estúpido, de eso no tenía ninguna duda.

—¿Me extrañaste? —Esa pregunta le tomó por sorpresa —. Digo, si fuiste a buscarme hasta mi casa fue por eso, ¿no?

—Pues… sí.

—Entonces no solo te quedes ahí parado. Haz algo.

Keith desobedeció la petición. No pudo hacer nada más que quedarse parado como un imbécil.

Escuchó a Hunk decirle a Shiro algo acerca de que les dieran espacio. El sonido de la puerta abrirse y cerrarse fue lo que lo sacó de ese pseudo trance en el que había caído. Cómo se detestaba en momentos así.

Al final, como en la mayoría de las ocasiones cuando se trataba de ellos, fue Lance quien dio el primer paso. Se acercó aún más y lo envolvió entre sus brazos. Keith pudo corresponder el gesto, devolviendo el abrazo con la misma intensidad.

—Yo sí te extrañaba —reconoció Lance —. Pero esto no quiere decir que ya me he decidido. Sigo con demasiadas dudas.

—Tampoco esperaba que esto fuera de la noche a la mañana. Yo estoy igual.

—¿Entonces a qué estamos jugando?

—No estamos jugando. Al contrario. Creo que por primera vez vamos a tomarnos las cosas en serio.

Se separaron sin quererlo realmente y Keith acompañó a Lance a su habitación para que pudiera dejar sus cosas. Aún y cuando estaban solos y con una cama de por medio no ocurrió nada de índole sexual, ni siquiera un beso o un roce de manos. A pesar de ya haber puesto las cartas sobre la mesa y de que ninguno le fuera indiferente al otro, las cosas no eran así de fáciles. Keith lo tenía más que claro.

Así como a él le gustaba Lance, sabía que de igual manera Lance gustaba de él; sin embargo, de esa misma forma él todavía no olvidaba Shiro y tampoco Lance a esa maestra que le había destrozado el corazón. Estaban en las mismas condiciones y lamerse las heridas mutuamente, a la larga, les traería más problemas que beneficios.

—No creo que deba ser de esta manera —mencionó Lance, rompiendo el silencio —. Eres algo para mí y no me gusta del todo el rumbo que estamos tomando.

—Tampoco te estoy obligando a nada. No estás en deuda conmigo.

—Yo no lo estoy haciendo porque tú me hayas ido a buscar, aunque debo admitir que eso me conmovió —dijo, sonriendo de manera suave a la par de sus palabras —. Tú me gustas. Y tus palabras me ilusionaron. Pero no deseo martirizarme por otro amor no correspondido.

Keith tampoco estaba dispuesto, suficiente había tenido con Shiro. Otro desgaste similar no iba a poder soportarlo.

—Creo que nadie lo haría.

—Pero según tus palabras no tiene que ser «no correspondido», ¿o te entendí mal?

—Entendiste bien. No necesariamente tenemos que pasarla mal —reconoció Keith —. Pero también debo ser honesto: aún no he olvidado a Shiro. Sé que lo nuestro no podrá ser pero lo que siento sigue ahí, y seguirá por un tiempo. Y pienso que contigo es igual. —Lance no dijo nada, eso le dio la razón —. Pero eso no quiere decir que debamos estancarnos en eso. Hay que avanzar. No voy a mentirte, yo no te amo, pero sí me gustas bastante y pienso que eso puede ser suficiente por el momento.

Escuchó a Lance reír. ¿Era en serio? ¿Todo su maravilloso discurso tan solo lograba arrancarle risas al otro? Vaya mierda de declaración.

—¿Te han dicho que eres demasiado práctico? —comentó Lance con un ligero tono de burla.

—Creo que las mismas veces que a ti te han llamado «romántico» —se defendió —. Ya, no pienso hacer esto más largo. Solo dime si aceptas o no. Poner toda esta mierda en orden ha sido complicado para mí.

—A lo que veo tú eres el de los tratos ahora.

—¿Puedes tomártelo en serio?

—De esta manera aligero el ambiente, Keith. Si te gusto debo gustarte con todo y mis defectos. Déjame ser.

Keith se pasó una mano por el cabello. ¿Por qué, entre todas las personas que había en el mundo, tenía que ser precisamente Lance el que le provocara ese sentimiento? Tal vez era una especie de karma o algo parecido. Sí, eso debía ser. Keith había sido un gruñón emo toda su vida y la vida ya le estaba pasando la factura.

—Bien, te dejo ser. Pero contesta.

—¿No me vas a dar tiempo?

—Ya tuviste mucho para pensarlo.

—En realidad no pensé en nada. La universidad y mi familia me consumieron.

Keith reprimió una rabieta de mera frustración.

—Bien, entonces te daré otra vez tu espacio. Pero es la última vez que lo hago. Te doy una maldita semana para tener una respuesta —sentenció —. Y es lo último. No agotes mi paciencia.

Su paciencia ya estaba más que agotada. Keith, todavía aturdido, salió de la habitación de Lance dando un portazo solo para hacerle saber cuan enojado estaba por su indecisión.

Lance rio de ello. La decisión ya estaba tomada, pero hacer enojar a Keith nunca estaba de más.

.

.

.

«Te veo en el mirador».

Ese fue el mensaje que recibió por parte de Lance una semana después de su última conversación seria.

Keith no perdió demasiado tiempo. Apenas terminó su clase, salió de la facultad para ir a por su motocicleta y emprender camino hacia el punto de reunión que el otro había impuesto. A decir verdad no le sorprendía que fuera el mirador, era un lugar significativo después de todo.

Apenas aparcó su motocicleta, divisó la silueta de Lance apoyada en el barandal. El sol estaba aun en lo alto pero aquello no parecía importarle. Al parecer el paisaje que brindaba el lugar lo había enamorado a tal punto que lo demás a su alrededor pasaba a segundo plano, incluso Keith; estaba tan absorto que todavía no se percataba de su presencia.

—Hey, Lance —decidió sacarlo de su trance. El aludido giró el rostro hacia él al instante —. Aquí estoy.

Se acercó a paso lento, queriendo disfrutar de esa sensación de incertidumbre disfrazada de emoción. O tal vez se estaba dando el valor para escuchar una respuesta que quizá sería negativa. Fuera cual fuera la razón, más temprano que tarde, terminó estando frente a Lance.

El otro no perdió tiempo. Sonrió. Le sonrió de la misma forma que Keith siempre había catalogado como estúpida, pero que justo en ese momento le reconfortaba.

—He decidido que te daré una oportunidad si te cortas ese pelo.

—¿Qué? —replicar fue su primera reacción.

—Lo que oyes. Ese peinado es por demás de anticuado. Córtate ese pelo.

Keith rodó los ojos. ¿En verdad había escogido ese momento para hacer una broma de tan mal gusto?

—No lo haré.

—Al menos lo intenté. —Lance rio, no a carcajadas pero se notaba el dejo de burla —. En realidad era para romper la tensión. Estoy muy nervioso.

No pudo culparlo del todo ya que se sentía igual. Estaba ansioso por la respuesta que el otro le daría. Porque quería que algo surgiera entre ambos, quería una oportunidad, quería poder hacer las cosas bien ahora. Pero si Lance decía que no todo eso se iría al caño y no tendrían más remedio que dejar atrás lo sucedido y seguir como si nada. Y después de todo lo ocurrido sería prácticamente imposible.

Pensó en insistir acerca del motivo que los había traído hasta allí mas prefirió no presionar. Tenía que comenzar a trabajar su paciencia y ese era el momento perfecto; una prueba de oro. Así que aguardó a que Lance se decidiera a hablar.

No habían pasado ni treinta segundos cuando él sintió como si hubiese transcurrido una hora. Una eternidad. Tenía que entrenar demasiado.

—¿Y bien? —Al final no lo logró. ¿Qué más podía hacer? Estaba en sus venas.

—Vamos a ver cómo se da todo. Pero…

—¿Pero? —insistió. Lo volvió a hacer.

—Yo tampoco puedo prometerte nada —reconoció Lance —. Esto de las relaciones tampoco son tanto lo mío. No puedo prometerte que mi interés en ti será duradero, pero eso no quiere decir que no vaya a poner todo de mi parte para que realmente funcione.

—Sabes, Lance, a mi punto de vista las relaciones sentimentales comienzan basándose en promesas que ninguno sabe si podrá cumplir o no. El punto de ellas es ver si podemos avanzar o si nos quedaremos estancados. Es como un juego de azar.

—Ahora hablas como un experto. ¿Has tenido muchas…?

—No —interrumpió —. Solo lo leí una vez y siempre me pareció acertado.

—Solo dime que no la leíste en Tumblr o Facebook. Eso me haría respetarte menos de lo que ya lo hago.

—Yo no uso redes sociales. Ese más bien eres tú.

Bien, eso sí que era muy acertado.

Keith se preguntó por qué había sentido tanto miedo. Ahora que lo meditaba, la respuesta positiva había sido un poco obvia. Pero cavilando sus pensamientos de manera adecuada se dio cuenta que no era la respuesta de Lance lo que temía en realidad, si no más bien lo que esta traería consigo.

Tomar la mano de Lance y comenzar a caminar juntos implicaría desprenderse de su individualidad y dejarlo entrar, de soltar a Shiro y lo que su sola presencia representaba en su vida, de abandonar su egoísmo y el «yo» en el que al parecer estaba tan acostumbrado a sumirse, de hacer las cosas bien esta vez porque otra chance ya no habría de nueva cuenta.

Se recargó en el barandal, observó el mismo paisaje que Lance miraba; tomó su mano con discreción y aceptó de manera tácita todas aquellas condiciones.

Quería ser feliz, quería dejar de sentirse envenenado, y Lance McClain era el antídoto que tanto tiempo había ansiado sin saberlo.

—Haremos un gran equipo.

FIN

Notas finales:

.


.


.


A ti, con todo mi afecto


A Kikico


 


Lamento la demora


 


¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).