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Ave Versus Cristus por Xora

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Notas del capitulo:

*cae como misiles, levantando polvo por todos lados*

Mi internet ha estado fallando así que espero que este capitulo no aparezca con errores gramaticales, jehe. Pero ahora está revisado y editado al menos en lo más visible. A leer.

Recordaba, sólo eso le había quedado; recordar en silencio, pensar para sí mismo sin involucrar a nadie más en lo profundo de su mente. Matt, a su lado en el patio, tampoco debía convertirse en participe de sus ideas y pensamientos. Nadie, nunca, comprendería lo que se deslizaba por sus neuronas igual a un carrucel que da vueltas y no se detiene a pesar del mundo alrededor suyo. Mello era consciente de eso y más, tal como ningún niño de los que jugaban pelota delante de él ni quienes garabateaban jeroglificos en hojas blancas a un extremo o quienes simplemente miraban al cielo recostados sobre el pasto, conocería la distorsión en su mentalidad, las fisuras aún superficiales dentro de su cerebro como tampoco Mello sentía interés por saber nada de los demás. Pero entonces aparecía la imagen de Near, el albino que conoció de casualidad mientras caminaba por los corredores en busca de un escondite que le permitiera llegar al final del juego que habían iniciado los huerfanos aquel caluroso día. Para Mello ese niño le pareció tan frágil, sólo lo había visto una vez desde su llegada e inevitablemente se preguntó qué hacía el ángel ahí solo sin necesitar de la compañía para jugar con esos pequeños trozos de madera con origen desconocido. En ese instante no pudo retener el impulso de acercarse a él y hablarle, descubrir que no era un ángel, sólo un niño solitario como el resto de ellos. 
 
Mello se sintió repentinamente irritado, culpando al recuerdo bufó con hastío y se levantó del suelo sacudiendose la tierra del pantalón, Matt lo miró con el cigarrillo sin encender en la boca, apagado -para desgracia del pelirrojo- a causa del sermón que le había escupido el chico rubio sobre las consecuencias para quien fuma y yace cerca del fumador, algo que Matt ya sabía -se los habían dicho en el salón de clases- y que odiaba le repitiera cada vez.
 
—¿Ya te aburriste? Por eso te dije que aceptaras la propuesta de jugar con los chicos.— Con seriedad excesiva Matt no quiso dejar pasar la oportunidad de quejarse.
 
—No tenía ganas de correr tras una pelota— replicó Mello.
 
—Entonces, ¿qué quieres hacer?
 
—Volveré adentro, allá veré qué hacer.
 
—¿Al fin te decidiste en asaltar la despensa?—cuestionó Matt esta vez con burla, sabía que Mello no accedería jamas pero siempre era divertido molestarlo.
 
—No. Ya deja de intentar envolverme con tu mundo de crimenes, Matt. Todavía poseo honor.
 
—La simple idea es necia. Jamas he escuchado que un huerfano sea merecedor de un título de esa categoría.
 
—El rey Arturo fue huerfano.
 
—En una obra literaria— apuntó Matt causando el enojo de Mello. Aunque no quisiera admitirlo, su compañero lo había superado en esta conversación pues sus ánimos por refutar no se encontraban en sus mejores condiciones tampoco.
 
—Bueno, ya. ¿Vas a venir o tendré que abandonarte como a todo huerfano honorable?
 
—Me lastimas— dijo el pelirrojo divertido. —Sólo porque perdiste no tienes derecho a desquitarte con el primer idiota que ronde tu circulo.
 
—Me complace que reconozcas tu idiotez.
 
—Para servirte— escupió Matt con sarcasmo mientras se levantaba del suelo y acomodaba el cigarrillo entre sus labios con ayuda de sus dedos para enseguida seguirle los pasos al chico rubio, manteniendo un porte descuidado en contraste a la actitud agitada que tenía Mello al caminar. Quienes los veían andar juntos solían creer que el más peligroso de ambos era el segundo aspirante a sucesor de L debido a su mirada usualmente ardiendo en llamas sin saber lo equivocados que podrían estar. Mello ciertamente era pasional y muy impredecible en cuestión a reacciones pero era Matt el principal motivo por el que alguien ajeno debía actuar con absoluto sigilo, aunque no se tratara de una persona muy dinámica se debía tener cuidado con los individuos que no demostraban ni la mitad de lo que ocupaba sus pensamientos y era por eso que Mello se sentía a gusto con el pelirrojo, porque era tan perezoso que daba la impresión de conversar con un carnivoro disfrazado de hervivoro. Sonrió para sí mismo ante la comparación.
 
 
Entraron a la casa, encontrandose con la escena recurrente de la Sala Común, niños aquí y allá reunidos en grupos pequeños en una mesa distinta, sumergidos en sus actividades de forma ruidosa y tranquila acorde a sus personalidades. El cambio de paisaje obligó a Mello hacer una mueca de desagrado en su rostro, apresurando sus pasos a cruzar esa guerrilla interna para zurcar la tranquilidad de los pasillos pues ese desastre que se gestaba era una de las razones por las que no le gustaban los fines de semana, había tanto ruido que no lograba escuchar ni sus propios pensamientos. Imperturbadamente Matt acompañó su cambio de velocidad, seguro de que prefería encerrarse en su cuarto a jugar videojuegos que quedarse a ver qué niño o niña gritaba más. Así fue como llegaron sin problemas a los corredores y caminaron con más calma hasta que Mello se detuvo abruptamente mirando con recelo la figura blanca de Near sentado a los afueras del salón de pintura frente a un rompecabezas medio armado en el suelo. Matt se quedó quieto interrogando la repentina inmovilidad de su amigo hasta que también se percató de la figura del niño británico. Cerró los ojos y deseó que su cigarrillo estuviera encendido para aliviar la frustración que comenzaba a brotar en su pecho pues sin importar lo que Mello dijera -o la manera como lo dijera- sabía que extrañaba la amistad del albino, extrañaba no sentirse acorralado o furioso cada vez que lo miraba. Mello, quien buscaba alejarlo de su realidad para siempre, contradictoriamente necesitaba a Near a su lado.
 
—¿Por qué no invitas a Near?
 
—¿Ah?—. Mello miró a Matt con las facciones del rostro descompuestas en una expresión de absoluto desconcierto, no logrando procesar el sentido de las palabras dichas.
 
—Le vendrá bien despegar su mirada de esos rompecabezas, ¿no lo crees? Sé que lo pensaste también.
 
—Te equivocas, yo no pensaba en eso.
 
—¿Entonces en qué?
 
La mirada de Matt era severa e inflexible así que Mello no concretó la idea de mantenerse firme, retrocedió sin haberlo planeado cuando un escalofrío sin precedentes se deslizó por su columna vertebral de manera tortuosa. Estaba atrapado y detestaba sentirse así, odiaba cuando Matt ponía esa cara, aún con los googles puestos, los ojos de su amigo daban miedo.
 
—Yo sólo pensaba que era inusual no verlo en la Sala Común y que era de esperarse ya que la situación es caótica ahora mismo allá adentro.
 
—¿Y?— Matt enfatizó la letra que pronunció con desmedida potencia y Mello deseó por un momento olvidarse de sus principios y tomar le riesgo de golpear Matt, hundir su horripilante cabeza pelirroja en su grueso cuello. —No estaría mal que pasara un tiempo con nosotros, a mi no me molesta la idea.
 
—Pero eso sería...—; no terminó la frase, mirando con cierta timidez la figura blanca de Near encorbado de espaldas al muro del corredor. Y Mello no sabía qué hacer. Nunca le había gustado cómo habían terminado su convivencia, sólo cortaron lazos sin brindarse explicación alguna, lejos de sus presentes como dos extraños, reconocidos por nada más que los encuentros de rivalidad tan arraigados que solían profesar. Si se acercara de pronto, ¿Near lo aceptaría? ¿Podrían volver a ser como fueron en un principio? Mello realmente quería saber si era posible, si podrían ignorar lo que crearon a base de orgullo y dignidad ciega. —Sería... —; pero en el momento que la figura de Linda llenó su campo de visión y que la visualizó acercandose al albino con una sonrisa de oreja a oreja, compartiendo un tiempo que ellos nunca tendrían, el rubio despertó de su ilusión para darse cuenta que odiaba a Near, que jamas aceptaría en su circulo a alguien tan frívolo y manipulador como él. Lo odiaba, en verdad lo hacía y eso se lo repitió mentalmente tantas veces como fue capaz para que su psiquis no volviera a aplicarle la misma sucia jugarreta, aquella donde el recuerdo de dos rivales siendo amigos se quemaba con el ímpetu de un incendio forestal. Mello odiaba a Near y eso se lo recordó a Matt también. —Eso sería asqueroso. Near y yo jamas podremos ser amigos. Entiendo que ese fenómeno blanco te provoque lastima, Matt. A cualquiera se lo daría pero, por fortuna, a mi no.
 
—¿Qué?—. Matt miró reprovatoriamente a su amigo quien hizo caso omiso a sus flameantes ojos para comportarse de una manera que al pelirrojo no le agradó.
 
—Siempre he pensado que Near es alguien triste. Vive su vida en soledad como si esperara que alguien se apiade de él para hacer lo mismo que hace Linda, acompañarle en su condena. No puedo imaginar cómo sería estar en el lugar de Near. En serio, es penoso.
 
La sonrisa de Mello era viciosa y sombría, el tipo de sonrisa que adornaría la boca de una persona despiadada y mezquina, gesto que -por más semejante que se tratara de moldear a ese rostro- no encajaba con la mirada torturada del rubio, ojos temblorosos que Matt observó sin agregar nada. Sabía lo que esta situación significaba y no le cautivaba en nada. Mello y él mismo también lo experimentaban día a día, el significado de ser inservibles y vivir de los demás sin poder hacer nada para evitarlo.
 
—Sé que estás sufriendo, Mello.— El aludido bajó la cabeza, ocultando lo mejor que podía sus emociones. —¿Es tan difícil devolver todo a la normalidad?—. Mello no quiso responder y Matt apartó el cigarrillo de sus labios. —Escucha, me irrita lo que está sucediendo. No te cansas de decir que odias a Near pero, en el fondo, sientes más que eso, ¿cierto? ¿A qué le tienes miedo? ¿A admitir por una vez en tu vida que te equivocaste? ¿A que al acercarte a Near de nuevo las cosas se derrumben en su totalidad? Saber que él en realidad te odia, ¿es eso?
 
—Te estás volviendo un poeta— espetó Mello sintiendose molesto. —No tenía idea.
 
—No voy a estar aquí mucho tiempo— dijo Matt ignorando deliberadamente el sarcasmo de su amigo, provocando con sus palabras un nuevo hueco en el pecho de Mello. —Por lo menos me gustaría ver que han terminado de actuar como un par de imbéciles y se dignen a hablar de forma decente.
 
—Pues lamento mucho que para ti actuemos como payasos de circo— replicó Mello casi escupiendo las palabras. —Pero ten por seguro que eso no sucederá, Near y yo seguiremos siendo rivales, si eso te complace bien por ti y si no pierde esperanzas. No pienso meter las manos al fuego por un sujeto tan antipático como él.
 
Mello avanzó esta vez sin importarle que el pelirrojo lo siguiera o no, dispuesto alejarse de la zona que Near y Linda ocupaban. No quería estar ahí, no presenciando esa escena que clavaba en su pecho miles de puas pues odiaba darse cuenta que continuaba envidiando a Linda, cada vez que les veía juntos no paraba de pensar en lo mucho que le gustaría borrar esa figura femenina del recuadro, reemplazarla por la imagen solitaria de Near encimando dados y creando torres de cartas. Ya se había dado cuenta de esos sentimientos que alteraban su organismo entero, lo que le afligía al mirarlo. Estaba enamorado de Near. ¿Qué resultado se esperaba de esa maraña de sentimientos sino significaba eso? Mello no podía simplemente acercarse a Near y pretender que todas las palabras ofensivas que le había dicho no tenían importancia, se odiaba a si mismo cada vez que menospreciaba a Near pero no podía detenerse cuando lo tenía frente a él. Mello consideraba que Near merecía algo más, a alguien menos acomplejado por pensamientos personales, le pesaba admitir que quien más merecía acercarse al albino era Linda porque él jamas se rebajaría a decirle lo mucho que significaba, lo valioso que en realidad era para Mello. Y se retiró con las manos dentro de los bolsillos obligandose a mantener la mirada en el suelo, evitar mirar a Near quien terminó por girar los ojos en su dirección con curiosidad pues una lagrima traicionera había rodado por la mejilla del rubio, sorprendiendo a Near quien tuvo el impulso pero fue incapaz de preguntar, el recuerdo de su encuentro en la Sala Común la semana pasada le impidieron siquiera moverse de su lugar. Si Mello nunca tuvo la intención de ser su amigo entonces no tenía derecho de molestarlo.
 
—¿Qué sucede?— preguntó Linda en cuanto se percató de la escasa atención que estaba recibiendo de Near cuya mirada se devolvió al rompecabezas para ajustar el último par de piezas que le hacían falta, ambos sin percatarse de la mirada melancolica que les dedicaba cierto pelirrojo antes de seguir el camino de Mello con un objetivo distinto al establecido.
 
—No es nada— respondió Near derramando furiosamente el rompecabezas armado en el suelo bajo sus siluetas.
 
 
Una vez seguro en la intimidad de su recamara, Mello deslizó la espalda contra la puerta hasta que su cuerpo se postró en el suelo, rendido dejó colgar la cabeza del cuello antes de flexionar las piernas para enseguida abrazarlas con sus brazos y recargar su frente contra sus rodillas. Estaba agotado, cansado de pensar sin cesar para encontrar las mismas respuestas entre sus razonamientos pues aunque quisiera culpar a Near de sus desgracias sabía muy bien que ese chico jamas tendría la culpa, él había elegido alejarse a como diera lugar de su lado, repelerlo como polos opuestos que eran. Existía una pequeña tranquilidad siguiendo la misma travesía, así nada entre Near y Mello terminaría de verdad pues el flote de su rivalidad autoimpuesta le daba la libertad de acercarse a él, quizás no tanto como quisiera internamente, pero con razones lo suficiente válidas para invadir su espacio personal. 
 
—Mello.— La voz de Matt atravesó la puerta sobresaltando al aludido en el proceso quien levantó la mirada de golpe y se removió, dispuesto a abrir la puerta cuando el pelirrojo volvió a hablar. —No necesitas abrir, sólo quiero que me escuches.— Y ante tal petición, Mello volvió a quedarse quieto y confundido. —No eres una persona honesta, de echo, creo que tienes una personalidad impertinente pero me agradas. Por supuesto que lo haces, eres mi odioso mejor amigo y como mi odioso mejor amigo quiero que te dejes de estupideces, te conviene. ¿Has escuchado los rumores de ese chico que se suicidó en el ático del orfanato? Según dicen, fue traicionado por su mejor amigo y el dolor que sufrió fue tanto que decidió terminar con todo para siempre.
 
—¿Tratas de decirme ahora que te duele mi situación tanto como para suicidarte y darme una lección con eso?— cuestionó Mello con el acento inyectado de sorna.
 
—Pierde ilusiones, no soy tan idiota— replicó Matt del otro lado de la puerta seguido de un bufido, Mello sonrió pues aquel vago siempre lograba hacerlo sentirse bien. 
 
—Además, sabes bien que hay muchisimas versiones. Algunos profesores creen que el suicidio del ático fue obra de una chica y no un chico.
 
—Si, pero indagar en las diferentes versiones no es la razón por la que estoy aquí como un mendígo recargado en tu puerta. Reflexionemos un momento y pensemos un poco en el suicidio, uno de los motivos más simples por los que alguien es empujado a suicidarse es la depresión. Supongamos que el chico era un depresivo de mierda, ¿qué tan insignificante pudo ser la falla de su mejor amigo para que tomara una decisión así de extremista?—. Mello se detuvo a pensarlo con cuidado para darse cuenta que jamas había puesto atención al caso que Matt venía a exponerle, no sabía si quería hacerlo sentir mal pero en ese momento se estaba sintiendo terrible por el individuo en cuestión; si hubiese sido él, suicidarse sería su última alternativa pero después de todo mantenía en consideración esa opción. —Nada— dijo el pelirrojo, causando un fuerte impacto en el cerebro del rubio con su respuesta. —En realidad no importa porque nada puede compararse al dolor, las causas quizás pudieron ser absurdas pero quien se suicida lo comprende mejor que nadie.
 
—¿Y?— interrogó Mello impaciente pues el tema impuesto lo estaba inquietando.
 
—Sé que he metido la pata más veces que tú, Mello.— La presencia de una sonrisa se formó en los labios del pelirrojo, tan pequeña y poco intencional que haría dudar a quien la viera sobre su motivo. —Sin embargo, me estás superando con esto.— Matt se puso de pie y se estiró destilando pereza con cada movimiento. —Lo siento, sólo quería decirte eso. Ahora estoy más tranquilo.
 
—¿Qué demonios fue eso?— Mello sintió a su compostura estallar en furia. —Consíguete un nuevo pasatiempo, tus charlas sin sentido me ponen nervioso. ¿O es que quieres morir y por eso no puedes dejar el tema por zancado? 
 
Por un instante Mello entró en pánico con la simple idea ya que, aunque mostrara tener poco interés en todo lo que las personas a su alrededor hacían, realmente le importaba, especialmente con aquellos a quienes estimaba y Matt era uno de ellos.
 
—Nada de eso, estoy enamorado de la vida, Mello. Quería molestarte un poco, eso es todo.
 
—¡Maldito... !— articuló casi mordiendose la lengua y arrastrando las palabras. —¡Largate de aquí antes de que decida salir y estrangularte!
 
—Si, si. Ya me voy— se despidió al fin el pelirrojo metiendo sus manos en los bolsillos para empezar a caminar rumbo a su propia habitación. Mello probablemente no lo notaría pero siempre existió una meta por la que Matt se detuvo a hablar del tema del otro lado de su puerta, lo había dejado claro al final de la incoherente conversación pero -como siempre- Mello lo había ignorado por completo. —Estúpido— susurró Matt mientras era abrazado por el brillo que iluminaba el pasillo por donde caminaba e ignorando las alegres risas de otros niños que se perdían a la distancia.
 


 
Aquellas risas eran molestas, los gritos y llantos cubiertos por los lienzos de luz que caían sobre sus hombros hacían que su trabajo de cavar la tierra se complicara más de lo que realmente era. Esos ruidos revueltos, fusionados como sustancias volubles, se enterraban a sus oídos como piedras, incrustandose en sus tímpanos e impidiendo el paso de otros sonidos más placenteros, tranquilizadores. Habiendo terminado el hueco entre las masas de tierra negra a los pies de aquel decadente árbol, se dispuso a depositar lo que en un principio fue su intención enterrar y lo sacó de sus bolsillos estirando sus sangrantes alas para comenzar a desplumarlas y gozar de la alfombra de plumas que comenzó a caer contra el suelo. Los ojos usualmente negros que se apreciaban en la oscuridad, destellaron en una tonalidad castaña, casi carmesí, al estar expuesto a los rayos del astro sol. 

B no era un niño con fuertes inquietudes a la convivencia pues estar en contacto con la naturaleza de esta forma le inspiraba cierta empatía que lo hacía gozar de estar solo, lejos de la concurrencia. Admirar cómo los seres vivientes morían era una fascinación incombatible, estaba hipnotizado por la visión escarlata de la sangre de aquel muerto animalillo empapando sus rojas manos y se quedó observandolas acariciando cada uno de sus dedos sin sospechar que alguien más estaba ahí con él y que también lo observaba pero con una resolución muy distinta a la de B hacia sus sucios digitos. A lo veía con espanto, asco y enojo, B era raro para A así como A era extraño para B. Pero para B no importaba que A no lo aceptara o quisiera como uno de sus amigos, a B le bastaba saber que A tendría una vida igual de efímera a la que tuvo el ave sin plumas en sus manos, porque A era ingenuo y estúpido como la langosta que había pisado justo cuando llegó a los pies del árbol para enterrar al gorrion. B le dedicó al otro niño una sonrisa cuando se percató de su presencia, gesto que A no le devolvió y se mantuvo indiferente.
 
"¿Qué estás mirando?" pregunto el huerfano de cabellera castaña con latente curiosidad pues el niño de grandes ojos intoxicados parecía muy entretenido con sus palmas. No podía ver lo que llevaba en las manos porque el pequeño de cabellos negros no se había girado en su totalidad. Tampoco era la primera vez que tenían estos extraños encuentros pues A evitaba a ese pálido niño de rasgos tan caoticos, de alguna manera percibía peligro al estar cerca de él.
 
"Números y letras" respondió confundiendo a Alex. "Tienes números muy pequeños sobre tu cabeza." La sonrisa que adorna las delicadas facciones de B oprimen el estomago del castaño, alarmandolo. "Vas a morir mucho antes que cualquiera de nosotros"
 
"¿Qué... ?" Fue una terrible sorpresa, información imposible de procesar para alguien que comienza a vivir e ignora suficientes cosas honorificando su tiempo presente y en cuya mente yacen presentes traumas que tratan de ser eliminados de su subconsciente. B siguió sonriendo y no dejó de sonreír aún después de que la silueta del pequeño A desapareció de su escarlata rango de visión, observando ahí donde su infante cuerpo se había petrificado para él. Nunca llegó a una conclusión del por qué había dejado que sus labios revelaran por primera vez su secreto, B jamas pudo descifrar los impulsos que le llevaron atreverse hablar; quizás fue la efusividad momentanea provocada por sus recientes experimentos, tal vez A lucía más susceptible ese día después de haber ensayado una nueva melodia trágica en la sala de música; era posible que hubiese necesitado de alguien para cargar con su realidad. 

Al crecer, B se convenció de que aquello fue un lapso de debilidad que podría tener cualquiera durante su niñez pero desde entonces la relación entre ellos fue versandose a peor, al grado de que nunca más volvieron a dirigirse la palabra, por ello B comenzó a mofarse de su intimidad nula, clasificando al antisocial Alexander como un amigo cercano, comentarios que torturaron sin piedad al oficialmente nombrado primer candidato a sucesor de L. Beyond no lo odió entonces, ni sintió alguna clase de sentimiento hacia él, pero A lo despreció en su silencio e indiferencia, se ahogó en su obsesión por exorsizar el recuerdo de aquel niño señalandole la fecha de su muerte hasta que no pudo más y eligió convertirse en el antagonista que entregaba su vida por sus torcidos ideales pues deseaba destruír todo lo que no era y -todos esperaban- fuera de él. Destruír al futuro L con su muerte era la mejor victoria que A había podido saborear en el incesante mecer de su par de piernas esqueleticas suspendidas en el espacio-tiempo. Sólo muerto disfrutaría ser vencedor de un destino al que no estuvo dispuesto a ceder ni siquiera en sus pesadillas. Sólo muerto podía burlarse de aquel que optara por acoger el codiciado titulo por el que miles de niños en aquel orfanato seguramente morirían.

Notas finales:

Así es, esta última escena pertenece a la primera generación de sucesores en Wammy's House. Pienso ahondar en cada uno de los personajes relacionados a L o Watari así que más adelante recrearé mi versión de A.

Hasta la próxima.

CieloCaido, espero que este regalito sea de tu agrado.


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