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Me dedique a perderte por Haku1008

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Notas del capitulo:

Se me pasó decirles pero el nombre de Kuro en el fic es Kurogane Tatsuya, como su esposo Fye tiene su mismo apellido.

 

Capítulo 2

 

Observó la mesa vacía, únicamente él comía en el comedor de la casa y aunque éste no era muy grande se sentía realmente muy solo. Su mirada se posó en el lugar que debería estar ocupando Kurogane, hacía varias semanas que el moreno no llegaba a cenar.

 

Dio pequeños bocados antes de decirse así mismo que no tenía apetito. El silencio de la casa le parecía ensordecedor, ya debería de haberse acostumbrado pero, realmente no creía posible que alguien pudiera llegar a acostumbrarse a la soledad.

 

Recogió la mesa y lavó los trastos, luego fue a la sala en donde encendió el televisor, pero no pasó demasiado tiempo antes de hartarse y terminar apagándolo. Un libro, pensó dirigiéndose a su biblioteca personal, pero ninguno de sus libros llamó su atención, tal vez uno nuevo, se dijo así mismo, de aquella manera lograría distraerse. Con ese último pensamiento en mente salió de la casa, era bastante tarde pero si se apresuraba conseguiría encontrar alguna librería abierta. 

 

¿Y si Kurogane llegaba y no lo encontraba? Tal vez preocuparía al moreno, pensó deteniendo sus pasos.

 

—Pero si él nunca llega temprano.

 

Era verdad, la hora de llegada de Kurogane era entre la 1 y 2 de la madrugada, siempre tarde, creía que Fye no lo notaba pero en realidad sí lo hacía, siempre lo hacía.

 

—No importa dónde pases las horas, siempre y cuando regreses a mí.

 

Quizá fuese un pensamiento demasiado ingenuo, demasiado tonto, pero no importaba, al menos no para él, todo aquello era sólo temporal, su matrimonio atravesaba una crisis pero era algo natural, todo se resolvería, eso quería pensar.

 

La ignorancia es igual a felicidad” decían algunos mientras que, otros objetaban y declaraban que era imposible que la ignorancia pudiese llegar a ser felicidad, pero él lo sabía, la ignorancia era una felicidad artificial, pero felicidad a fin de cuentas, y él era, de alguna manera, un ignorante, y estaba bien con serlo, porque no quería conocer la respuesta a las preguntas que a diario le atormentaban.

 

¿Qué hace el moreno luego del trabajo? ¿A dónde va? ¿Por qué Kurogane continuaba mintiéndole con excusas absurdas?  ¿A dejado de amarle? ¿Cuál es la razón de su cambio para con él? ¿Volverá a ser el mismo? ¿Es culpa suya acaso?

 

Mira su reflejo en el espejo retrovisor del auto, su aspecto le desagrada, hay unas muy visibles ojeras enmarcando sus ojos, además de que éstos se encontraban hinchados, de aquella manera no lograría reconquistarlo nunca, se dice así mismo sintiéndose molesto, porque de algún modo la culpa de lo que ocurría siempre recaía en él, muy a pesar de que sabía que las ojeras eran causa de las noches de desvelo esperando por que el moreno regresase de cualquiera que fuese el lugar en el que pasaba sus horas luego del trabajo, y que los ojos hinchados eran por el llanto que le daba luego de que Kurogane llegaba sigiloso, agotado y con olor a culpabilidad en la piel, mientras que él finge estar dormido, llorando silenciosamente para no llegar a molestarlo mientras duerme a su lado. 

 

Condujo durante una hora buscando en los alrededores alguna librería pero no encontró ninguna abierta, así que para no hacer el viaje en vano decidió ir a Sweet fantasy, el lugar donde vendían los postres más deliciosos de la ciudad, compraría muchos postres para llevar y luego los comería todos en casa hasta hartarse, sonaba algo divertido. Recordó que Kurogane solía llevarle un postre de Sweet fantasy  todos los días luego del trabajo, al menos eso durante sus primeros años de casados.

 

El moreno nunca ha sido muy romántico, pero siempre fue detallista con él, luego, aquellos pequeños y valiosos detalles se volvieron cada vez más distantes hasta que finalmente no quedo rastro alguno de ellos.

 

Estacionó y bajó del auto, estaba por entrar al Sweet fantasy cuando le vio salir. Se trataba del asistente del moreno, su sonrisa alegre y jovial le recordaron a él mismo en un tiempo atrás, Noa llevaba en sus manos una pequeña cajita con el logo de la tienda, merengues, supuso. Platicaba amenamente con su acompañante, Fye quiso acercarse y saludar pero se detuvo al verlos besarse de una manera sinceramente envidiable ¿Hacia cuánto que a él no le besaban con tantas ganas, con tanto deseo? Vio la forma en que el acompañante de Noa pasó sus manos por la cadera y la espalda de éste ¡por todo lo eterno! las ganas los estaban derritiendo a ambos, era algo tan evidente, tan palpable. El rubio tiene que confesar que sufrió un escalofrío cuando el cuello de Noa fue abordado por aquella boca hambrienta y, por unos segundos se imaginó en el lugar del chico, realmente deseó desde lo más profundo ser él quien estuviera derritiéndose de placer entre aquellas fuertes manos, y no Noa.

 

—Aquí no— Escuchó decir a Noa con la voz convertida en un indecoroso gemido.

 

—Vámonos entonces— respondió el otro con voz ronca, era imposible disimular su deseo.

 

Ambos subieron entonces a un auto y se marcharon para hacer aquello que, únicamente el pudor les impidió realizar ahí mismo, y que no era difícil de imaginar…

 

Una lágrima rodó por la mejilla de Fye para morir contra el pavimento, tuvo que cubrir su boca con una mano para no emitir un lastimero sollozo.

 

Odiaría aquel día por siempre, y lo recordaría como el día en el que se había sentido más miserable que nunca.

 

Ese, el día en el que había dejado de ser un ignorante, el día en el que había deseado y envidiado lo que era suyo… lo recordaría siempre como el día en el que vio a su esposo besándose con otro, el día en que descubrió a Kurogane engañándole con Noa, su asistente.

 

—¿Por qué?.... ¿Por qué, Kurogane?

 

No regresó a casa, pasó la noche encerrado en su auto, llorando dolorosamente. Puede que tuviera una idea de lo que en realidad pasaba, obviamente no se creía las juntas de improviso a las 10 de la noche y que se extendían hasta altas horas de la madrugada, sabía que Kurogane se había aburrido de su cuerpo, incluso quizá de su presencia, pero creyó que dándole su espacio todo mejoraría, supuso también que el moreno se “descargaba” sobre otra piel, en otros brazos, pero había pensado que contrataba sexo-servidores o algo por el estilo, nunca creyó ni imaginó siquiera la presencia de un amante… un amante que tenía cerca en el trabajo, ese mismo trabajo que le alejó de él y que le llevó a la boca de otra persona…

 

 

—Hasta lo llevas a los lugares a los que me llevabas a mí— sonrió con amarga ironía, ¿acaso al amante del moreno no le era suficiente con tenerlo a él que encima construía sus recuerdos sobre los suyos?

 

Nunca en su vida Fye se había sentido tan roto como en aquel en el que viera a su esposo deseando el cuerpo de otro…

 

¿Y ahora… qué seguía?.........

 

 

....... ¿Qué seguía ahora que ha descubierto la triste verdad?

 

 

¿Qué se supone que deba hacer ahora?

 

 

 

El amanecer le sorprendió despierto, los ojos le dolían al igual que la cabeza. No tenía lugar a dónde ir más que a casa, así que fue ahí a donde se dirigió. Apenas se adentró Kurogane le observó de manera sorprendida ¿acaso ni siquiera notó que el rubio no había pasado la noche en casa?

 

—Te ves deplorable— dijo con una evidente mueca de desagrado.

 

El rubio desvió la mirada, deseando ocultarse para que el moreno no tuviera que verlo así “tan deplorable”.

 

—Como sea— Murmuró ajustando su corbata —Me voy al trabajo— anunció forzadamente y le pasó de largo.

 

—Kurogane— Llamó. El moreno se detuvo —……… ¿Llegaras a cenar?

 

—... Tal vez no— dijo y se marchó.

 

—………..— Sus ojos volvieron a humedecerse ¿Qué estaba haciendo?

 

De camino a su habitación se topó con su reflejo, realmente estaba deplorable, recordó a Noa; era joven, radiante, guapo; y se odió así mismo por permitirse lucir de aquella manera, odio las ojeras, los ojos hinchados y hasta se sintió más viejo; a pesar de saber que no lo era; por eso Kurogane ya no lo deseaba, por eso ya no le tocaba, por eso lo engañaba… Sintió tanta desesperación que su mano terminó por golpear el espejo del tocador rompiéndolo en el acto y cortándose la mano —¿¡Por qué!?

 

***

 

 

Los siguientes tres días no salió de la cama, no había probado bocado alguno tampoco y la mayor parte del tiempo la había pasado dormido.

 

—Fye… mierda… ¡Fye!

 

El grito de Kurogane le despertó alarmado, estaba muy cerca del rubio y éste se sintió desorientado.

 

—¿Qué pasa?— preguntó confundido.

 

—Eso pasa— dijo Kurogane, molesto al tiempo que señalaba hacia el tocador, luego con bruscos ademanes comenzó a hacerse el nudo de la corbata —dijiste que mandarías a remplazar el espejo y no lo has hecho.

 

—…….— Observó el mueble sin espejo alguno, el otro había quedado roto y manchado de sangre por lo que lo había quitado y tirado por completo —Lo siento.

 

—¿Lo sientes? No tienes ninguna otra ocupación más que el cuidado de la casa y ni siquiera puedes hacerlo bien.

 

—En seguida llamare para que lo reparen.

 

—No, olvídalo, lo hare yo mismo— dijo molesto y salió rumbo al trabajo… al trabajo… con “él”.

 

Volvió a cerrar los ojos, ignorando el ardor en la palma de su mano derecha, apenas si se había vendado para detener la hemorragia aquella vez luego de que golpeara el vidrio y luego de ello ni siquiera la había tratado…

 

—Kurogane— susurró a la nada antes de caer en el sopor del sueño —Yo aún te amo…


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