El arte de perder.
Shion miraba a la lejanía esperando que Nezumi volviera, el dolor agudo en su pecho no se calmaba.
¿Cuánto tiempo había pasado desde su partida?
El mundo había dejado de girar a su alrededor. Nada tenía sentido.
Había perdido tantas cosas desde que le conoció y aun así no se lamentaba de aquellos sentimientos que habían surgido dentro de él.
Científicamente hablando… tal vez se sentía atraído por Nezumi debido a que este tenía altos niveles de dopamina pero… no, aquello iba más allá de la bioquímica.
Iba más allá de lo que podía entender.
Al conocerlo había perdido muchas cosas, su vivienda, su estatus social e incluso la ciudad que le daría un futuro prometedor, No. 6.
Pero nada de ello había sido un cataclismo.
Cuando le vio por primera vez había perdido su “fidelidad” a las leyes estrictas de la utopía y se había dejado guiar por sus emociones.
Pero nada de eso había sido un caos.
Incluso cuando Nezumi le abandono al día siguiente de que lo encontró y por ello perdió sus privilegios como ciudadano de élite…
Nada de ello fue una calamidad.
Sus comodidades se fueron, su vida se hizo algo más precaria y todo fue cuesta abajo… pero incluso así, nada de ello fue una ruina.
Incluso cuando fue forzado a abandonar su ciudad por ser acusado injustamente de asesinato, aun cuando dejó atrás a su madre Karan y se alejó de aquella comodidad que había conseguido después de perder todo…
No fue una desgracia.
Perdió su mentalidad estable y calmada debido al montón de sensaciones y sentimientos que Nezumi le hizo experimentar… pero no fue una adversidad.
Perdió su inocencia, sus primeros besos, su forma de ver el mundo pero no culpo de nada al escurridizo ratón.
— Pero… perderte a ti es algo que simplemente no puedo dominar… todo fue un completo desastre.
Y tras aquellas palabras pronunciadas en el silencio de aquella habitación oscura, un sollozo desquebrajado resonó con fuerza.
La habilidad de poder manejar SU perdida… era tal vez, la única cosa que ese genio de cabellos blancos jamás podría aprender.
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Nezumi había aprendido a manipular el arte de perder desde que nació, era un NADA en la utopía de No.6, no tenía padres ni familia, ni siquiera un ID que lo registrará como un ser humano…
Todo era un caos.
Había escapado de la prisión y había buscado asilo en algún lugar aun con el pleno conocimiento de que ningún ciudadano de la clase alta le ayudaría por completo. Había perdido las esperanzas.
Cada cosa a su alrededor se convertía en una ruina.
Cuando fue ayudado por ese chico de su misma edad que parecía un idiota con honores, pero que le dio un refugio y le alivio sus heridas…
Aquello que era un desastre empezó a tomar otra forma.
Le dejo a la mañana siguiente esperando poder sobrevivir al día a día, pero jamás olvido esa sonrisa amable que no había visto en ninguna otra persona.
“Volveré”
Y la calamidad se empezó a transformar en paz.
Y como una promesa que se juró a si mismo… volvió por aquella sonrisa única que le había enternecido su frio corazón semejante a un tempano de hielo.
Cálido.
Nezumi había perdido su inocencia, su ternura, su tranquilidad, su humanidad, su felicidad…
Pero no importaba, se había hecho un experto en perder, que aquello no era una adversidad.
Perdió sus primeros besos, sus primeras veces, sus primeras caricias… frente a extraños que buscaban amor
Pero nada de ello le trajo consigo desesperación.
Pero al conocerle, sintió esa necesidad, ese vacío que había cargado con los años y ese deseo de amar, que el arte de perder no le educo a manejarlo.
Así que por su bien o mejor dicho, cobardía… al final decidió abandonarlo.
“Aprende a aceptar las cosas como vienen, pierde algo todos los días y todo dejará de ser doloroso”
Su lema, su mantra, su forma de vida.
Aun cuando lo perdió…
Esa sonrisa amigable, esa cercanía suave, esa mirada penetrante, esas caricias afectivas, esas palabras amorosas, esa silueta alentadora…
Se había acostumbrado tanto a perder que no importaba, poco a poco aprendería que con el tiempo… perder no conllevaría a ningún desastre.
— Pero entonces… ¿Por qué no puedo dejar de llorar?—y se mentía de nuevo a sí mismo.
Él, un experto en la disciplina del olvido… no podía evitar recordar aquello que por única vez en su vida había conseguido por sus propias manos.
Esta vez sería difícil acostumbrarse a aquello que extravió por su propio deseo.
Fin.