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Forbidden heart por hannastony

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Duraron sólo un par de días en aquella isla virgen en los cuales se dedicaron a disfrutar de las maravillas tropicales que esta les ofrecía. Nadar, recoger frutos y pasarla bien eran cosas que estuvieron haciendo en su estancia.

Cuando fue el momento de zarpar, los tripulantes se despidieron con una gran sonrisa de paz de aquel paraíso, prometiendo regresar algún día.

El navío zarpó hacia un nuevo destino del cual todos estaban consientes a excepción del caballero rubio, por lo que una vez que ya se encontraban alejándose de aquella isla desierta fue que se dirigió al capitán de la tripulación, que se encontraba cerca de la proa, con sus pulgares metidos en su cinturón, apreciando la maravillosa vista que lentamente iban dejando atrás.

— ¿Planean ir a atracar a algún otro lado? —preguntó Steve sin rodeos, sintiéndose incómodo con la idea. Sí, ya había aceptado los propósitos de aquellos piratas; sí, ya no se encontraba enojado con ninguno de ellos y sí, ya no pensaba arrestarlos ni ponerse en su contra, sin embargo, algo era cierto y ello era que a pesar de todo, el ojiazul no estaba de acuerdo con los métodos que empleaban.

Tony le sonrió galantemente, sabiendo a la perfección lo que el rubio pensaba al respecto y el porqué de la pregunta.

—Tranquilo caballero, no tiene por qué asustarse —respondió relajado para voltear su vista nuevamente al mar—. No, por ahora no robaremos. Si nuestras vacaciones apenas están comenzando…

— ¿Eh? —expresó Steve confundido buscando una explicación a ello—. ¿Qué no se suponía que las vacaciones eran estas?

—Sí y no. Se podría decir que el viaje a esta isla es solo el comienzo —dijo el castaño encogiéndose de hombros para luego fijar su vista nuevamente en los ojos azules que lo miraban un tanto sorprendido—. Dime Steve, ¿a cuántos lugares has viajado?

—A dos. Solo a Brooklyn y la Capital. Pero supongo que ahora son más contando esta isla, la isla Tahití y Barlovento, aunque Barlovento no lo pude conocer realmente…. —respondió Steve pensativo, recordando cómo solo se había quedado en el bote cuando llegaron a aquel lugar de comercio e intercambios.

—Supongamos que Barlovento sí cuenta. En total solo has conocido 5 lugares. ¿Tienes tan sólo una pequeña idea de todos los lugares que existen en el mundo? ¡Ni siquiera yo podría contarlos! El planeta es demasiado grande como para solo morir conociendo tan poquito. Estatuas, monumentos, culturas, religiones, la tierra está llena de una diversidad infinita. ¿No te da un poquito de curiosidad el saber cómo es el mundo en otros lados? ¿Cómo son las personas? ¿Sus creencias? ¿Los avances científicos? ¿La literatura, o la música? —preguntó Tony con una inesperada emoción que no le cabía en el pecho.

Él ya conocía y mucho, su basto y amplio conocimiento cada día lo reforzaba con nuevos descubrimientos. Era como si recolectara y le sacara provecho a todas las nuevas cosas que se mostraban frente a sus viajes.  Él quería eso para Steve, quería mostrarle un nuevo mundo que él ya conocía, quería enseñarle como su estilo de vida no solo se limitaba a la Capital, que podía ir mucho más allá de lo que se podía imaginar.

Lo que Tony no sabía es que aquella pasión por descubrir y aprender cosas nuevas siempre estuvo instalada en el rubio, pero que aquel sueño de poder viajar y conocer había sido desde un inicio reprimida por su posición social y sus responsabilidades como caballero de la nobleza, eso sin contar el compromiso que debía de adquirir con Lady Sharon, el cual sólo reprimía aún más su ilusión de viajar a nuevos mundos.

Steve al escuchar todas y cada una de las palabras del pirata sintió lentamente aquel sueño que desde pequeño había atesorado iluminaba una vez más en su pecho.

— ¡Sí! La verdad es que sí. Desde pequeño me he imaginado el día en el que pueda viajar y descubrir toda la variedad que hay en el planeta —respondió sinceramente mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

Tony ensanchó aún más su sonrisa al ver aquella mirada brillando. En serio le encantaban los gestos sinceros y felices de Steve. Daría lo que fuera por aquella rosada sonrisa y aquellos ojitos resplandecientes.

—Pues no se diga más, hoy estas de suerte.

—No me puedo dar siquiera una idea de cuantos lugares tú ya has visitado Tony, seguramente desde muy pequeño ya viajabas a muchos lados.

—Te equivocas —respondió con seriedad el capitán, al tiempo que su sonrisa se desvanecía hasta ser una un tanto melancólica. 

Steve lo miró curioso, con la pregunta plasmada en sus cejas fruncidas.

—Te contaré una pequeña historia… —continuó el pirata comenzando a rememorar y relatar años atrás.

FLASHBACK:

Anthony Edward Stark, o como a la mayoría le gustaba llamarlo, el pequeño Stark, nació en un dichoso día cálido en el castillo en el que la familia Stark habitaba, más precisamente en la habitación de su madre junto a un montón de sirvientes, enfermeras y doctores.

María Stark al parir a su primer y único hijo y tomarlo entre sus brazos fue que pudo olvidar todos y cada uno de los dolores físicos que el parto le había dado, sonriendo con genuino amor al ver a su bebé. A su lado se encontraba Howard Stark, su marido, el cual también sucumbió a los llantos de felicidad al igual que María mientras veían a aquel castañito que no paraba de llorar siendo aquel el día más glorioso para la familia Stark.

El pequeño Stark era un niño verdaderamente único, desde que tenía solo un año de edad había demostrado tener una elevada capacidad intelectual que a la del resto de niños nobles, al desarrollar sus capacidades psicomotrices mucho antes que los demás.

Cuando fue creciendo aquel vestigio de lo que sería el primogénito de los Stark se convertía cada vez en más realidad. Tony era un niño juguetón, risueño, travieso, inteligente, pero sobre todo, aventurero.

Desde muy corta edad le gustaba esconderse por los pasadizos y escondites secretos con los cuales el gran aposento de los Stark contaba, mientras Jarvis su fiel mayordomo o su madre trataban de encontrarlo. Le gustaba investigar, conocer, crear… siempre fue un niño muy adelantado para su edad, pero a pesar de ello seguía siendo un niño, un niño que  a veces no podía comprender situaciones en las cuales se necesitaba mayor madurez mental.

Él, con 5 añitos de edad sólo quería una sola cosa en su vida y ello era la atención y cariño de su padre. Howard lo amaba, lo amaba demasiado, pero lamentablemente por su trabajo se daba muy poco tiempo para pasarlo con su hijo. No solo eso, sino que a Lord Stark nadie le había enseñado cómo ser padre, cómo transmitir todo el cariño que le tenía a su hijo, por lo que siempre que lo veía se limitaba a exigirle de más, justificando lo duro que era con Tony diciendo que él era un Stark, y que debía de ser el mejor de los mejores, siempre.

Tony lo intentaba, de verdad que intentaba ser el orgullo más grande para su papá, que lo mirara y le dijera “muy bien hecho, hijo mío”, pero lamentablemente nunca pudo escuchar aquellas palabras de su padre.

Un día en específico Tony estaba regocijado en alegría y entusiasmo porque había podido lograr resolver unos problemas de un libro de matemáticas que encontró en la biblioteca a tan corta edad. Saltando de la alegría fue a presumir su logro a los otros niños nobles, hijos de familias poderosas con los cuales sus padres lo juntaban.

Grande fue su decepción al ver como cuando acabando de explicar sus problemas matemáticos los demás niños comenzaron a burlarse de él, diciendo que era un fenómeno, un raro sin amigos, un loco y que por lo mismo su papa nunca lo querría. Aquello era dar en un punto muy sensible y frágil del pequeño castaño, por lo que con grandes lágrimas brotando de sus ojos chocolate salió corriendo de aquel patio donde todos se encontraban jugando, abrazando con fuerza su libro mientras corría sin consciencia a su habitación.

Al llegar a su cuarto se tiró a su cama a llorar desconsoladamente pensando que probablemente aquellos niños tenían razón y que por ser diferente tendría el rechazo de los demás.

No pasó mucho tiempo para que María llegase deprisa a la habitación de su hijo, partiéndosele el corazón al ver a la luz de sus ojos llorar con tanta tristeza.

— ¿Qué pasó, mi vida? —preguntó en un tono dulce la hermosa María, mientras se acercaba lentamente hasta la cama  donde se encontraba tumbado boca abajo su hijo.

Tony le explicó entren llantos e hipos la situación soltando finalmente su libro para abrazarse al cuerpo de su madre. María escuchaba apacible el relato, correspondiendo el abrazo y acariciándole muy suavemente los cabellos a su príncipe dándole consuelo en el acto.

—T-tal vez ellos tienen razón… es porque soy diferente ¿cierto? —dijo el niño levantando la mirada hacia los ojos de su madre.

—Escúchame muy bien Anthony Edward Stark. Recuérdalo —dijo María con convicción acunando ambas rosadas mejillas entre las palmas de sus manos—.  Jamás dejes que nadie te haga sentir menos, ni a ti ni a nadie. Aquellos niños son más grandes que tú y por lo mismo se sienten más superiores, y tal vez por lo mismo es que hacen lo posible para sentirse con más fuerza sobre el débil. En el mundo te vas a encontrar con muchas situaciones parecidas a esta, las personas pueden llegar a ser muy crueles y los fuertes siempre tratan de pisotear a los que no pueden defenderse con tal de ejercer su “poder”. Pero tú, mi príncipe, debes de hacer un cambio en este mundo, debes de ser el fuerte por los débiles, jamás permitas una injusticia, jamás. Sí, eres diferente y eso es lo que te hace especial y por lo mismo yo sé que tú puedes hacer un cambio, demuéstrales a todos quien eres, de lo que estas hecho y siempre vela por aquellos que los necesiten.

Las palabras de María se le quedaron grabadas a Anthony Stark en el corazón. Por siempre y para siempre.

Seguido de aquello María sacó un collar con un zafiro en forma de círculo colgando de aquella singular cadena de oro. Se lo colgó al cuello del castaño y presionando su mano en la piedra preciosa continuó diciendo.

—Siempre lleva contigo este obsequio mío mi vida, y cada vez que te sientas solo, sin fuerzas para pelear contra el mundo entero, recuerda que una parte de mí siempre te acompañará hasta el fin del mundo si es necesario, yo estaré contigo dándote ánimos y poder para seguir adelante a pesar de todas las adversidades que se te puedan presentar —terminó de decir la dulce María viendo como los ojitos de su castaño se iluminaban para después sonreír y abrazarla muy fuerte.

Aquella fue la última vez que Anthony pudo estar con su madre de aquella forma.

Al día siguiente el matrimonio Stark junto con su fiel mayordomo Jarvis partieron hacia unas tierras lejanas para poder completar un negocio.

Jamás regresaron.

Y a Tony lo único que le quedo fue una completa y entera soledad al quedarse terriblemente sin absolutamente nadie que pudiera velar por el. Él era un niño, un simple niño de 5 años. Jamás supo siquiera como paso, pero de un momento a otro aquellas familias nobles que se relacionaban con los Stark se fueron adueñando de sus propiedades hasta el punto en el que el castillo de los Stark  ya no pertenecía a aquel renombrado apellido.

Los sirvientes de la familia Stark fueron despojados de sus empleos, los cuadros de tan poderosa familia de la realeza fueron reducidos a cenizas  y Tony fue desterrado de su propia casa, quedando prácticamente en la calle, sin ni un solo apoyo, sin nadie con quien contar.

Era como si familia Stark jamás hubiera existido, los de más alto estatus social de aquellos tiempos borraron por completo el apellido, sin dejar ni un rastro de la existencia de éstos siendo así el fin de los Stark.

Tony comenzó a vivir por los barrios más bajos, manteniendo su alimentación a base de sus pertenecías como lo era su ropa lujosa, juguetes caros y demás. Era lo único con lo que se había podido quedar, sus propias pertenencias, por lo que por algunos años pudo sacarles el máximo provecho para conseguir tan solo un poco de comida para sobrevivir.

Para su mayor desgracia sus pertenencias no eran eternas y hubo un punto en el cual ya no le quedaba nada, absolutamente nada, a excepción del zafiro de su madre, pero Tony sabía que jamás podría vender aquello tan más preciado.

Fue así como comenzó a robar por las inmundas calles. Una manzana, un trozo de pan, un durazno eran ejemplos de las pequeñitas cosas que hurtaba para poder sobrevivir un día más en aquél estilo de vida.

Había veces en las cuales Tony en completa soledad sentía que no podía más y caía de rodillas en el sucio piso de aquellas calles, llorando sin esperanza pensando en qué era lo que él había hecho mal para merecer todo eso. Y no es que para él fuese muy importante una vida llena de lujos, no es que quisiera seguir viviendo en su castillo, era solo el simple hecho de que se sentía solo, abandonado, probando lo dura, cruel y difícil que podía llegar a ser la vida, extrañando sin mesura a sus padres y Jarvis, pero por sobre todo, a su dulce madre.

Mirar aquel zafiro que siempre mantenía oculto era lo que le daba un poquito de fuerzas para no rendirse ante la vida, para salir adelante, para superarse, para ser valiente. 

Fue cuando tuvo 9 años, que por primera vez después de mucho tiempo se dejó de sentir solo. Conoció a un niño, que al igual que él era un mendigo deambulando por los sucios barrios.

Ese día había llegado una carreta llena de costales de pan para llevárselos a una familia noble de por ahí cerca. Aquel inocente niño había intentado robar una pequeña porción de pan, siendo rápidamente descubierto por el oficial que vigilaba la mercancía. Éste comenzó a golpear y patear al pequeño sin remordimientos siendo observado por toda la plebe que no se atrevía a dar un solo paso para defender al “ladrón”.

Tony vio la escena casi en cámara lenta, recordando todas y cada una de las palabras que le había enseñado su madre sintiendo una enorme furia al observar cómo aquella injusticia se presentaba frente a los ojos de todos y nadie estaba dispuesto a hacer nada.

No dejó que su enojo por la situación cegara su razón, sabía que no podría contra aquel oficial, pero si era lo suficientemente inteligente, podría salvar a aquel niño de morir a golpes.

Y así fue como rápidamente se le ocurrió crear una resortera improvisada con una larga liga que tenía, golpeando con piedras a la grupa de cada caballo, haciendo que éstos se asustasen e instintivamente salieran corriendo, llevándose consigo la carreta que contenía la mercancía. Al cochero también lo tomo esto por sorpresa, por lo que no pudo controlar ni un poco el correr de ambos animales. El oficial miró sin saber qué había ocurrido, o cómo aquella carreta que debía de vigilar se iba a toda velocidad por otros rumbos, por lo que con susto salió corriendo hacia la dirección de la carreta, perdiéndose junto a ella por una de las tantas calles.

Una vez que el espectáculo acabo, a nadie le importó aquel niño que se encontraba herido en el suelo, retorciéndose de dolor. El único que se acercó para tenderle una mano de apoyo fue precisamente Anthony, quien miro con nobleza a aquel niño de cabellos negros.

— ¿Te encuentras bien? — le preguntó preocupado el castaño viendo como el otro le devolvía una mirada sincera en agradecimiento, aceptando su mano y apoyándose en él para poder comenzar a levantarse—. Esos jodidos oficiales, se creen con el poder de hacer lo que quieran. Debes de tener cuidado con ellos, pueden llegar a ser de lo peor.

— ¿Por qué? —preguntó de la nada aquel niño—, ¿Por qué me ayudaste? Cualquiera hubiera ignorado el abuso.

—Porque no soporto ver como los que tienen poder abusan de los demás, como si fuesen inferiores a ellos. No puedo simplemente estar tranquilo viendo cómo se comete una injusticia frente a mis propios ojos.

—Wow sí que eres alguien diferente… —dijo aquel niño con genuina sorpresa para después regalarle una sonrisa.

—Anthony, Anthony Stark —dijo el castaño extendiéndole de nuevo una mano al contrario.

—Bruce, Bruce Banner —correspondió el de cabellos negros estrechando la mano con el otro. Creando así el inicio de una muy bonita y duradera amistad.

De esa forma Anthony ya no tuvo que pasar los próximos años solo, ahora él y Bruce eran un equipo. Compartían su pasión por la ciencia, por el conocimiento, por la justicia. A veces usaban sus propias hazañas e invenciones para poder robar comida y casi siempre por las noches se quedaban hasta tarde platicando de lo que podría ser, un mundo mejor.

Cuando tuvo 12 años, Tony conoció a aquel hombre que se convertiría en la figura paterna que siempre le falto. Obadiah Stane. Su primer encuentro fue en una cantina, Tony y Bruce habían parado ahí para tomar una sustancia que les ayudaría con uno de sus próximos experimentos. Fueron descubiertos, e iban a ser llevados frente a los oficiales para que los encerraran o en el peor de los casos, los ejecutaran, pero nada de eso ocurrió gracias a Obadiah.

En un principio, el viejo había sido el cual había propuesto que se los llevaran a los oficiales ya que él era parte de los dueños de aquel lugar. Pero después, al haber escuchado el nombre de ambos, inesperadamente cambió de opinión, diciéndoles a todos los demás que él se haría cargo de ellos.

A pesar de que Tony ya tenía más edad, consciencia y madurez, aceptó aquella mano que Obadiah le tendía para poder apoyarlo, ayudarlo, instruirlo y hacerlo salir adelante.

Con el pasar de los años Tony conoció a Thor, Loki y Clint, convirtiéndose en sus amigos al tener la oportunidad de poder ayudarlos y compartiendo entre ellos varias desgracias, adversidades, tristezas, pero sobre todo, el sentido por la justicia. Así, con todos sus amigos reunidos y comentando los mil y un atropellos y abusos que habían sufrido por el poder de los nobles y la realeza fue que a Tony se le ocurrió comenzar a hacer algo realmente al respecto, algo que tuviera real impacto en la sociedad, siendo así, el comienzo de los Vengadores.

Después de su primer atraco se volvieron verdaderamente populares en la boca de todos los pueblerinos, hablando de aquellos héroes misteriosos que habían dado un golpe fuerte en la jerarquía.

Natasha desde siempre fue mejor amiga de Clint, y al estar consciente de que él era parte de los Vengadores  no descansó ni un solo segundo en insistir con el capitán Anthony hasta poder llegar a ser finalmente parte de la tripulación a pesar de ser una mujer. Ella también quería ser parte de un cambio, ella también no se quedaría de brazos cruzados recordando todo lo que tuvo que sufrir para poder seguir de pie. No quería eso para las demás personas y mujeres, no más. Y no solo fue bien recibida por Tony, sino que también la ayudó a salir adelante.

De este modo, con todas las piezas puestas sobre el tablero, los Vengadores comenzaron a hacer lo que nunca ninguna otra tripulación pirata había hecho con anterioridad: un cambio.

FIN DE FLASHBACK

Steve al final del relato se encontraba estremecido, asombrado, pero sobre todo, conmovido. Nunca llegó a imaginar  la cantidad de cosas malas que Tony había tenido que vivir para llegar hasta donde se encontraba ahora. Ni siquiera se había puesto a pensar en ello; Tony siempre se mostraba tan positivo, valiente y heroico, que jamás pudo llegar a considerar todo el oscuro pasado que tuvo que haber superado. Él había salido adelante ante cada adversidad como toda una persona digna de su entera admiración. Si, ahora sentía por él aún más admiración de la que ya le tenía.

El caballero siempre desde pequeño tuvo una buena vida, llena de lujos, riquezas, fortunas y demás. A él nunca le importaron ese tipo de cosas, pero sí tenía en cuenta que era muy afortunado de tener qué comer todos los días, de tener una espaciosa cama dónde dormir y de tener a sus padres. Había veces en las que se sentía mal por aquellas personas que no podían vivir tan bien como el, pero al escuchar el relato de Tony fue que pudo comprender con más exactitud a aquellas personas y sentir empatía por ello.

Por dentro su corazón se estrujaba de siquiera ponerse a imaginar a un pequeño Tony rondando por las calles mendigando por un poco de comida, pero ya no era aquel niño huérfano hundido en soledad, ahora podía ver frente a sus ojos a un hombre fuerte, tenaz e impecable y eso lo hacía sentir más tranquilo al respecto.

Tony era increíble, verdaderamente increíble.

—No puedo creer que hayas tenido que pasar todo eso solo, ningún niño ni ninguna persona debería de pasar por ello —dijo Steve sin saber que más decir al respecto, notando como Tony inesperadamente le sonreía.

—Pues nunca estuve del todo solo —comentó Tony para después desabrocharse el lazo de su camisa para poder abrirla y dejar al descubierto parte de su pecho dejando ver precisamente a lo que se refería.

Ahí, colgando de su cuello, a la altura de su esternón se encontraba aquel collar característico de la anécdota con un enorme zafiro azul de forma redonda que portaba un brillo único que sólo se aumentaba con los rayos del sol.

Steve al ver aquella piedra preciosa combinando a la perfección con la piel morena del castaño fue que por puro impulso acercó una de sus manos hasta tocar aquella joya y parte de la piel del contrario causando en el capitán una fuerte corriente eléctrica al sentir aquellos fríos dedos rozándole muy ligeramente parte de su pecho.

El rubio para el momento en el que se dio cuenta de aquella acción tan inusual y sintiendo también un estremecimiento recórrele levantó la mirada hacia los ojos chocolate, que lo miraban un tanto expectante.

Steve no quitó su mano, ya que al poder conectar sus pupilas con el otro se quedó en un estado hipnotizado y turbado, sin saber qué hacer con exactitud con aquellos brincoteos que nuevamente hacia su corazón.

Se comenzó a sentir extraño. Muy muy extraño, una sensación verdaderamente sin igual, por lo que con algo de miedo y saliendo de su trance Steve carraspeó y retiró su toque de la piel ajena como si de repente le quemara.

—Ammm c-creo que será me-mejor que vaya a ver a Peter por si necesita ayuda con algo —dijo de la nada el ojiazul sintiéndose repentinamente nervioso, queriendo tratar de escapar de aquellas nuevas sensaciones que se formaban dentro de él. Una forma de escapar bastante boba, pero efectiva, ya que sin más se dio la vuelta y salió de ahí casi corriendo, esperando no haber parecido tan obvio al respecto.

Tony no dijo nada, sencillamente se limitó a mirar como el caballero se alejaba de su vista sintiéndose ligeramente atontado, sin saber con certeza qué pensar de aquello tan raro que había sucedido.

No muy lejos de ahí se encontraban Loki, Clint y Natasha, quienes observaron con claridad toda aquella escenita tan peculiar entre su capitán y el noble caballero.

— ¿Creen que pase algo entre ellos? —preguntó Clint a sus compañeros refiriéndose claramente a aquel dúo que los tres habían estado viendo con curiosidad y algo de diversión todo el espectáculo.

—Apuesto 10 monedas de plata a que el niño bonito caerá rendido a los pies del capitán —dijo Loki con suficiencia y seguridad mientras un gesto travieso se instalaba en él.

—Pues yo apuesto 10 monedas a que el capitán será el que quede completamente enamorado de Steve —dijo ahora Natasha con la misma seguridad que el pelinegro, volteándolo a ver de modo retador.

—Le entro —se incluyó Clint a aquella inesperada apuesta mirándolos a ambos—. Yo me voy porque lo dos inevitablemente se enamoraran el uno del otro.

—Hecho —contestaron al unísono Loki y Natasha para después entre los tres piratas estrechar la mano y completar así su nuevo compromiso con aquella apuesta.


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