CAPITULO 4: ¿Cómo vivir sin él?
I
Su cuerpo frío y su pacífico semblante era un perpetuo ciclo de la cruel realidad que se repetía sin falta en su mente. "No es posible, no, simplemente no..." se autoconvencía negándose a perder eternamente a Draco.
Aún su corazón pedía a gritos que fuera una retorcida broma de su subconsciente pese a que había visto como su amado Draco, con su perfecta hermosura era sellada para siempre en su tumba blanca; fue tan surreal estar ahí parado como una pesadilla de la cual no podía despertar. Theo le lanzó una fiera mirada sin decirle palabra alguna, culpándolo en silencio por su deceso y tanto Ron como Hermione estaban ahí de modo de apoyo moral, sollozando la perdida, pero nadie más. Los padres de Draco ni acto de presencia se dignaron a hacer y eso solo podía calarle lento y profundo ante esa canallada que le planteaban a su único hijo que dejó de habitar en este mundo.
No admitiría que se fue, pues aceptar su muerte es como condenarse a sí mismo al instante; quería creer que de un momento a otro Draco saldría de su escondite con su pícara sonrisa iluminado su rostro, se acomodaría cabello rebelde con una mano y se acomodaría elegantemente sobre su regazo pidiéndole perdón por asustarlo, asegurándole que todo estaba bien. Incluso había días en los que juraba escuchar su voz siseante llamándole e incluso podía oler su deliciosa fragancia entre almizcle y suave lavanda aun impregnada en cada rincón de la casa.
Las lágrimas marchaban constantemente sus mejillas cuando despertaba y con su mirada buscaba el otro lado de la cama.
-¿Draco?- llamaba tentando con su mano rígida el lado predilecto de su amado sin desarreglar, pero no había respuesta; estaba tan gélido como si hubiera días que no dormía ahí y darse cuenta de ello le oprimía su corazón vacío.
Se negaba a afrontar aquello con uñas y dientes. Su ausencia no era natural, era inconcebible a esas alturas haciéndole imposible continuar existiendo; Draco era el aire que respiraba, la luz de un nuevo día y los colores en su vida ¿Cómo podía seguir sin él que era su mundo entero? ¿Porque la vida lo volvió a poner en su camino para arrancarlo de la manera más vil?
Su amor terminó tan rápido como comenzó y su marchito corazón sangraba su pérdida. Ya no había un Draco Malfoy a quien amar, no su dulce y encantadora sonrisa ni su calidez rodeando su cuerpo con ese cariño que le profesaba, ni una voz que contestará sus llamados... Todo era vacío, dolor y pesar. La nada y una reminiscencia de todo lo perdido.
Sus amigos estaban con él cada que el trabajo se los permitía, pero de tan perdido que se encontraba, le daba igual. ¿Cómo podía latir su corazón sin Draco? Era como si hubiese olvidado cualquier función vital y sólo pudiera sufrir.
No paso mucho después de la muerte de Draco para que Narcisa le siguiera. No le sorprendió en absoluto. Tenía la certeza que siguiendo como se encontraba, el mismo buscaría la forma de reencontrarse con él tarde o temprano.
*¨¨¨´€Ï3´¨¨*
No sabía cuantos días había pasado en cama, la última vez que probó bocado o que le supo a algo el clima. Ron intentaba darle ánimos, Hermione le sonreía con pesar alegando comprender su tristeza. Apenas y podía oírlos hablar pues en su campo visual solo estaba la pálida pared en la que tantas veces se recargó para observar a Draco mientras se arreglaba antes de salir a la calle.
-¿Draco dónde estás?- preguntó al silencio en trémula voz. Las lágrimas anegan sus ojos impedían ver lo que tenía delante. Si esa era la vida no la quería, pero plantearse salir de escena después de que tantas vidas se perdieron por culpa suya era algo prohibido o una clase de freno que tenia ante esa tentativa idea.
Las cortinas al instante se abrieron haciéndole parpadear vigorosamente por el exceso de luz. Se removió en la cama apretando contra si el chal favorito de su amado el cual en contadas ocasiones podía asegurar que aun guardaba entre cada punto tejido su carismática presencia y calor ¿o acaso solo eran imaginaciones suyas de su propio calor? No estaba seguro.
-¡Maldición Harry! ¡No puedes dejarte morir así!- se trataba de Hermione que se aproximó prácticamente rogándole enjuagándose las lágrimas con el dorso de su mano.
Se le quedó viendo ladeando su cabeza apenas comprendiendo de que iba su exasperación. ¿Por qué no lo dejaba llorar a gusto su perdida en la soledad de su hogar?
-Han pasado seis meses Harry, por Merlín bendito- "¿ya tanto tiempo?" se preguntó viendo cómo se movían con rapidez los labios de Hermione pero ya no la escuchaba. Decían que el tiempo cura las heridas pero no se sentía mejorar si no todo lo contrario. Cada día era más palpable su desolación y la idea de no ver a Draco nunca más no se estaba haciendo más real -¡Apenas comes, no te levantas de la cama a menos que te amenace a punta de varita!-
-Calma cariño- pidió Ron con ecuanimidad instando a una muy enorme Hermione que se sentara –oye camarada, comprendemos por lo que atraviesas y también nos duele la perdida de Malfoy… realmente es una lástima no haber convivido más con él…- Harry desvió la mirada sin saber cómo sentirse con ello, si complacido con su empatía o molesto por insinuar que comprendía a su corazón desgarrado –pero aunque no llegué a conocerlo tan bien como tú, sé que estaría furioso si te viera así de débil saliendo por la puerta fácil, echado por tierra su amor por ti-
Después de tanto tiempo esbozó algo parecido a una sonrisa al pensar en Draco, incitándolo con malevolencia "creí que eras Gryffindor, leoncito". Casi podía escuchar su voz y su garganta se cerró empañando nuevamente su visión.
-Tienes razón...- asintió incorporándose en la cama.
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Tras tomar un corto baño cual autómata, se sentó a la mesa con sus amigos que ya tenían la comida lista. Un plato de caliente sopa de poro estaba esperando en su lugar y solo pudo sentir como se encogía su estómago. No tenía apetencia y dudaba tenerla pronto. Pretender que estaba bien cuando no era así, era algo que tampoco podía hacer y suspiró. Mientras Ron procuraba hacerle platica con un forzado buen humor, Hermione acomodaba un poco las cosas regadas en el suelo de semanas anteriores y él se sumergía lentamente en cavilaciones.
Aunque Hermione y Ron tenían total razón en lo que decían como era su costumbre, no encontraba motivo alguno para sobrevivir más que la total decepción que sentirían sus padres, Sirius, Remus y el propio Draco si iba a su encuentro. Sin embargo del otro lado de la línea divisoria entre la vida y la muerte lucía tan tentador tanta gente querida esperándole que no tenía de que sostenerse para dar ese brinco.
"Probablemente me llamarías patético" pensó ahogando su sollozo volviendo a dejar la cuchara en el mantel de lino.
Como si algo algún poder divino lo hubiese invocado, de entre las cosas que había en el buró que su amiga acababa de arreglar con un florete de su varita, cayó al suelo parte de las fotos que tantas veces trató de recordarse acomodar en un álbum y que por una y otra cosa no lo hizo.
Una de sus manos palpitantes se movió instintivamente queriendo tocar las imágenes en movimiento de su viaje de luna de miel donde varios Dracos sonrientes y distraídos de su destino, exhibiendo su humanidad y vivacidad que ya no volvería a presenciar. Su respiración se detuvo y se alejó cuanto pudo como si aquellos recuerdos de momentos felices le quemaran su marchito ser.
Necesitaba salir de ahí.
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Poco le importó él té que derramó en su alfombra en su precipitada huida, mucho menos le importó las ahora lejanas quejas y suplicas de sus queridos amigos de no irse.
El vaho denso que exhalaba por su boca se entremezclaba con las bajas temperaturas del ambiente y el frio que traspasaba sus desgastados vaqueros junto con su delgado suéter laceraba su piel reiterándole que hiciera lo que hiciera, fuera donde fuera estaba vivo tan lejos de él.
El camino nevado de principios de enero hacía que el paisaje luciera sus mejores galas con un grueso manto de suave nieve blanca que estaba seguro a Draco le gustaría presenciar.
-Pero ya no podrá hacerlo...- suspiró acongojado sosteniéndose apenas de una valla de troncos de madera vieja recuperando el aliento de su maratónica carrera. ¿Porque no pudo ser más hábil y llevar a Draco al medimago? ¿Porque fue tan torpe que se quedó estático viéndole partir?
Sin darse cuenta sus pies lo habían conducido a ese lugar no lejos de casa donde Draco descansaba y estático como estaba ante ese peculiar lugar no pudo más que desmoronarse.
-Perdóname Draco... perdóname…- sollozó imposibilitado ante ese raudal que salía de su ronco pecho. Tal vez pudo haberle salvado o tal vez no, eso nunca la sabría ahora pues el hubiera no existe.
Alguna vez pensó que llorando cuanto pudiera terminaría con las lágrimas que podía derramar junto con el sentimiento que le oprimía las entrañas, pero no parecían tener fin, seguían fluyendo por sus mejillas hasta caer en la nieve.
No fue consciente de cuánto tiempo tardó ahí, mucho menos tenía noción de la hora que era, pero a esas alturas del partido ¿Qué importaba? Si con ello podía estar un poco más cerca de Draco bien valía la pena.
-Hola Harry estas cubierto de nieve- saludó una joven mujer que estaba acuclillada a su lado sosteniendo un paraguas de tela con aspecto curioso -¿no tienes frío?- parpadeó un par de veces para cerciorarse que a quien veía no era producto de su imaginación.
-Luna...- dijo apenas con un hilo de voz notando apenas que sus extremidades estaban entumecidas por la forzada posición y el cruel clima.
-Venía a darte las condolencias pues aunque no estuve el día del sepelio, si vine a despedirme en la noche. Le traje gardenias, ya sabes, sus favoritas- sonrió señalando la vasija con fragantes flores que no notó hasta ese momento -¿Es injusto no crees?-
-¿Qué?- cuestionó de manera un poco más brusca de lo que pensó, pero la rubia no se lo tomó a mal, solo con un gentil gesto le ayudó a incorporarse y le quitó el exceso de nieve.
-Que siendo una de las mejores personas que puedes llegar a conocer y que merecía toda la felicidad del mundo tras mucho sufrimiento, uno esperaría que tuviese un final distinto- Harry sintiendo nuevamente el nudo en su garganta asintió -¿sabes? el ultimo día que vi a Draco en vida, noté algo peculiar en él- añadió con gesto solemne pensando muy detenidamente lo que estaba diciendo -no tenía ningún blibber encima... Eso es raro-
-¿A qué te refieres? ¿Un blibber?- no tenía cabeza para pensar en la criaturas mágicas e inexistentes de su amiga Luna, pero no sabía cómo cortar su inspiración que poco le importaba, sin lastimarla.
-Sí. No son como los blibbers maravillosos, son de una especie diferente e incluso muchas personas han asegurado su existencia en revistas con pruebas fehacientes; veras, generalmente las personas tienen en su cabeza un par máximo una docena porque es natural en nosotros y son 100% inofensivos, se sienten atraídos por la magia circundante sin embargo, generalmente su ausencia se debe a que la persona está muerta o tiene un hechizo oscuro, incluso Rolf me dijo una vez…-
-¿A qué te refieres?- la detuvo al instante tratando de procesarlo que escuchaba -¿Crees que a Draco le lanzaron un maleficio oscuro?- la chica se le quedó mirando con sus ojos saltones fijos en el como si supiera más de lo que pudiera imaginar.
-No lo sé. Podría ser- dijo no queriendo afirmar ni negar nada pero parecía muy segura con su deducción.
-Pero es inútil ya saberlo Luna... El ya no está en este mundo y nada podrá regresarlo- dijo echando por tierra cualquier esperanza de misterio más allá de lo que sabía, esa innata curiosidad que lo consumía; no quería terminar más roto de lo que ya estaba, pero su amiga con calma tomó sus manos y se acercó un poco más con una solemne sonrisa en su rostro.
-¿Que dirías si te dijera que es posible?-