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Mi nueva aventura por Ayumi Kuran

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Quiero dar las gracias a todos aquellos que aún continuen siguiendo mi historia nwn y a los que se toman su tiempo para dejarme comentarios. Una vez más aquí les traigo la continuación y la verdad es que estoy sorprendida porque nunca antes había actualizado tan rigurosamente un fanfic. En fin, dejando eso de lado os dejo disfrutar la lectura.

Larry se mantenía en completo silencio, viendo como la familia real caminaba con calma algunos metros hasta llegar a unas dunas donde había algunas personas con ropas extrañas pero que le sonaban mucho. Haciendo algo de memoria recordó que esas eran las típicas de los sirvientes egipcios, algo que confirmo cuando se hincaron de rodillas en cuanto llegaron, mostrándoles sus respetos.


- Majestades, como ordenaron su transporte les espera.


Ninguno de ellos dijo nada, solo se subieron en los camellos que se les eran ofrecidos en completa calma, mostrando su elegancia nata al hacerlo. Por su lado Larry no sabía qué hacer, solo había tres camellos por lo que suponía que él debía ir a pie. Interiormente rezaba porque el camino no fuera demasiado largo o desfallecería en el camino.


- Larry.- Sus ojos se dirigieron a la persona que lo llamó, encontrándose con las lagunas negras de Ahk.- Ven, sube conmigo.


El nombrado abrió grande sus ojos, viéndolo como palmeaba el asiento frente a él, haciéndose un hueco para que entrara.


- No, gracias. Prefiero ir a pie.


Los jadeos sorprendidos no se hicieron esperar, todos siendo de parte de los sirvientes que había cerca, mismos a los que el azabache se había decidido a ignorar.


- ¿Cómo puedes rechazar su propuesta?- Shepseheret tenía los labios fruncidos, en una mueca molesta.- Deberías ser más agradecido.


- Y le agradezco que me lo haya ofrecido pero no es necesario.


- ¿Estás seguro?- Una vez más dirigió su mirada a su ex amante, quien se veía dolido por su rechazo.


- Completamente.


- En ese caso deja que al menos la pequeña suba, será más fácil para ti de esa forma.


Esas palabras solo consiguieron tensarlo brevemente, siendo pasado desapercibido por casi todos, solo uno de los sirvientes que estaba interesado por su actitud fue el que se dio cuenta, no obstante se abstuvo de mencionar nada.


- No es necesario, puedo llevarla perfectamente.- La apretó contra su pecho, de forma protectora.


- Está bien.- Ahkmenrah solo pudo suspirar de forma derrotada, Teddy le había aconsejado antes de marchar que le diera su espacio, que no lo presionará. Pero era tan difícil soportar su rechazo…dolía tanto.- Sin embargo mi propuesta sigue en pie, en cualquier momento podéis subir.


De respuesta solo obtuvo un cabezazo en señal de que le había escuchado, aunque parecía por su expresión que  no pensaba aceptarla.


- Marchemos.


Tras la orden del faraón, todos se pusieron en camino. Los sirvientes estaban divididos en dos grupos, en el primero iban haciendo la función de caballería, después iba la familia real y finalmente iban el resto, donde se encontraba Larry, quien como podía cargaba las maletas y a su pequeña. Nadie se había ofrecido a ayudarlo, no después de que Shepseheret hubiera dejado en claro de que si era capaz de rechazar la amabilidad de su hijo era porque era completamente independiente, y él se negaba a caer en sus provocaciones, menos iba a pedirles ayuda aunque eso le costará la misma vida.


Por fortuna, la luna se mostraba contemplativa, guiándoles con sus suaves rayos mientras el frío de la noche golpeaba sus mejillas. Estaba internamente agradecido de que no hubiera salido el sol pues si ya le costaba avanzar sin que ese estuviera presente sería mil veces peor si ese estuviera. Había ocasiones en las que sentía que el aliento le faltaba pero solo le hacía falta una mirada a su pequeña que dormía en calma para recordar por qué pasaba por todo eso, dándole una fuerte voluntad para continuar con su decisión.


Ahkmenrah por su parte veía impotente a Larry, sabía que le costaba el camino, después de todo debían de recorrer varios kilómetros, sin detenerse, irían más rápido si este se dejará cargar, después de todo sus sirvientes estaban acostumbrados a las duras condiciones del desierto, incluso podían correr entre las dunas con gran facilidad, y ellos en los camellos harían el viaje mucho más rápido no obstante no podían hacerlo si su amado se negaba, no podían dejarlo atrás.


- Esto es una molestia.- Rumió la emperatriz, viendo con el ceño fruncido al prospecto a pareja de su hijo.- Ya podríamos haber llegado si no fuera por cierta molestia.


- Madre.- Ahk la reprendió con su tono, lo menos que deseaba es que hiciera sentir mal a Larry.


- En unos minutos iremos más rápido.- Anuncio el faraón, haciendo que su hijo lo viera con sorpresa.


- Pero padre…


- No podemos seguir retrasando nuestra llegada, pronto el lugar pasará a ser peligroso.- Su mirada lo vio con dureza.- El bienestar de nuestro pueblo…


-… es lo primordial.- Completo con frustración, sabía que llevaba razón.


Sus ojos se dirigieron al azabache quien continuaba caminando sin prestarles atención, iba a ser imposible que con toda su carga pudiera completar con su objetivo, tampoco estaba dispuesto a recibir ayuda…


- Padre, adelantaos.- Su voz sonó sin duda.


- ¿Qué?- Ambos progenitores giraron su mirada para ver a su hijo.- No vamos a dejarte aquí.


- Estaré bien, pronto iré hacía allí.- Giró a verlos.- Por favor.


Finalmente aceptaron, después de todo si hacían todo eso era por él, por su bien. Ya habían visto a su hijo sufrir por ese hombre que se empeñaba en rechazarlo y ellos estaban dispuestos a destruirlo si era necesario con tal de que dejaran de lastimarlo, pero por el momento le darían esa última oportunidad.


- ¡Nos vamos!


Con eso el ritmo aumento drásticamente, dejando a Larry con los ojos bien abiertos pues sabía que no iba a ser capaz de alcanzar ese ritmo por nada del mundo, viéndolos perderse entre la arena con el corazón acelerado a causa del miedo. Se había quedado solo con su pequeña, ¡¿qué haría?!


- No estás solo.- Su mirada giro a ver al príncipe, quien con cuidado se bajo para acercarse a él, estando frente a frente.- Yo no te abandonaría nunca.


- Ya lo hiciste.- Comentó mordaz.


Sabía que no era el momento para empezar con reproches pero seguía dolido, enfadado y sentía como si lo hubiera usado, siendo solo un juguete. Estaba dispuesto a recordárselo a los dos de forma constante, en una forma de que jamás volviera a cometer esos mismos errores una vez más.


- Eso es algo de lo que me arrepentiré toda mi vida.- Sus puños se contrajeron antes de acercarse a él, acariciando con su mano su mejilla.- Pero estoy dispuesto a arreglar mis errores.


- No es el momento para esto.- Retrocedió unos pasos, negándose a mirarlo.


- Larry por favor.- Su voz sonaba desesperada.- Déjame hablar, acercarme a ti. Poder arreglar todo esto.


- No hay nada que arreglar.- Se giró a verlo, con decisión, una prácticamente mortal.- El pasado, pasado es, no hay forma de cambiarlo y te enseña tus errores para no repetirlos. Mi mayor error, eres tú, Ahk.


El silencio se hizo entre ambos, la tensión era palpable al igual que el dolor del mayor, quien no sabía cómo reaccionar, como mostrarle su verdad.


- Te entiendo, es culpa mía todo lo que está pasando y estoy dispuesto a arreglarlo.


- ¡¿No lo entiendes?!- Larry estaba enfadado, estresado y sobretodo, preocupado.- ¡No puedes arreglar nada! Hace tres años decidiste separarnos, cada uno fue por su camino y formo su propia vida. No trates de que nada haya pasado entre ambos.


- ¡Sé que es difícil!- Sin poder evitarlo, grito, desesperado.- Pero quiero volver en el tiempo, tener la oportunidad de volver a tenerte como años atrás, como si no hubiera cometido el error de dejarte.


- ¿Consideras el haberme dejado como un error?- Vio como el otro asentía, una sonrisa amarga posándose en los labios del Daley.- Pues haberlo pensado antes de haberlo hecho. Yo no voy a volver a enamorarme de ti, no voy a dejar que me toques, haré hasta lo imposible porque no te me acerques si quiera. En cuanto la semana pasé, jamás volverás a saber de mí al igual que yo no sabré nada de ti.


La discusión podría haber continuado pero el príncipe se negó, sabía que Larry tenía mucho rencor en su contra al igual que era consciente de que trataba de alejarlo de sí de forma constante, podía percibir que tenía miedo de algo…pero no se atrevía a preguntarle, no por ahora.


- Sube conmigo, es más rápido de esta manera.- Le dio la espalda, tratando de mantener al margen sus sentimientos.


- Prefiero ir andando.


- Deja de caminar. La noche es peligrosa, es cuestión de tiempo que las criaturas más peligrosas salgan.- se giro para verlo de reojo.- No querrás salir herido, menos tu hija, ¿no?


Ante ello los reclamos que estaban a punto de salir de sus labios se detuvieron, apretando su puño que estaba en una de las maletas, odiaba que llevará razón. Sin decir nada se acerco para colocar las maletas en los costados del animal pero antes de hacerlo, ya estaba esa acción realizada por el padre de su hija, quien se aseguro de que estuviera todo en su lugar bien sujeto antes de ayudarlo a subir. Por unos instantes Larry temió tener que darle a su niña no obstante Dios estaba de su parte, permitiéndole lograr sentarse en el animal sin haber tenido que soltarla, notando como el otro se sentaba tras él para coger con fuerza las riendas del animal, uno de sus brazos rodeando su cadera para pegarlo a su pecho.


- ¿Qué haces?- Su voz salió algo aguda, sorprendido por la acción.


- Solo me aseguro de que no os caigáis en el proceso.


Ahk cerró unos instantes sus ojos, aspirando el olor natural del azabache, sintiendo su calidez. Hacía mucho que deseaba ese simple contacto, permitiendo que una agradable calidez se posará en su pecho.


Abriendo sus ojos le dio una pequeña patada al animal, como si fuera un caballo para que comenzará a andar, yendo cada vez más rápido en sus movimientos. Notó como Larry se pegaba a él, podía estar casi seguro de que lo que menos le gustaba era ir a mucha velocidad, quizás era por eso que siempre se negó a subir sobre Rexi. La verdad, no lo sabía y en esos momentos era lo que menos le importaba.


El camino se les hizo muy cortó, al menos al miembro de la realeza que marcaba el ritmo del animal, a pesar de que le había hecho aminorar un poco la marcha no había tenido bastante, no cuando sintió al otro corresponder su contacto. Quizás era eso lo que necesitaban, tener algo de paz y momentos a solas para que los viejos sentimientos comenzaran a relucir poco a poco una vez más.


- Larry.- Susurro bajito, apreciando como sus pestañas se abrían para dejarle contemplar esos pozos azules que tanto adoraba.


- ¿Qué ocurre?- Estaba adormilado, el cansancio de todo el día sumado al estrés lo habían mantenido en vela pero ese calor...el calor del cuerpo contrario lo mecía, durmiéndole poco a poco.


- Ya hemos llegado.- Una de sus manos subió un poco, casi tocando la mejilla contraria, como pidiendo un mudo permiso. Larry iba a apelar a la mañana siguiente que todo fue por el cansancio, no obstante en esos momentos cerró sus ojos, dando una muda invitación a que le tocará.


- Príncipe.


El encanto fue cortada al oír las voces de los sirvientes, haciendo que en menos de un segundo el Daley se hubiera bajado, cogiendo las maletas entre sus manos, acomodando al infante en sus hombros. Por su parte, la persona antes llamada, maldecía su mala suerte.


- Llevad a la montura a descansar.- Ordeno con firmeza, viéndolos obedecer.- Yo mismo te llevaré a tus aposentos.


- No es necesario, alteza.- Con cuidado le interrumpió una de las sirvientas, quien le hizo una reverencia de forma respetuosa.- Su madre nos ha pedido que seamos nosotros quien le llevemos a su habitación.


- He dicho que yo lo haré.


- Pero…- La duda se instalo en su voz, antes de retomar la palabra.- Sus padres han ordenado que en cuanto llegará se reuniera con ellos en el salón.


El caño del receptor se frunció, no podía ser verdad, ¿por qué sus padres se empeñaban en hacerle estar lejos de Larry? ¡Ellos habían hecho que lo apoyarían en todo! Aunque si lo veía con la mente en frío, debían tener algo muy importante que decirle para retrasar ese momento a solas.


- está bien.- Se dio por vencido, suspirando.- Espero que te guste tu habitación.- Por un momento se vio tentado a acariciar esa mejilla como estuvo a punto de hacer minutos atrás pero finalmente se dio la vuelta, yendo al encuentro de sus padres.


En cuanto Ahk había desaparecido de su vista la chica se relajo, soltando un pequeño suspiro para ver a Larry de forma analítica, de arriba abajo.


- Bien, vamos.- Empezó a caminar sin intenciones de ayudarlo, algo que el otro veía a la perfección.


Sin mediar palabra comenzó a caminar, apreciando el lujo con el que se encontraba el lugar, eso hacía que casi le diera un escalofrío de desagrado. Para él las fortunas que había en el lugar, los tesoros, solo eran un mal presagio, no le gustaba ese tipo de vida lujosa que solo corrompía a la gente con el poder. No obstante no podía negar que la vista completa del sitio era una maravilla, era tan hermoso que te cortaba la respiración por completo.


- Está es tu habitación.- Parpadeando, vio como la chica entraba por una puerta, indicándole que entrará.


Una mueca se posó en sus labios sin poder evitarlo, no había muebles más que una “cama”, que no era más que un trozo de madera en el que había una especie de funda llena de suciedad que estaba rellenada en paja.


- ¿Mi…habitación?- Murmuro confundido.


- Por supuesto.- Bufo la chica, viéndole como si estuviera tonto.- Aquí será donde ambos dormiréis.- Señaló a su hija.- A partir de hoy perteneces a los sirvientes de palacio. Ambos debéis despertar dos horas antes del amanecer para comenzar a preparar el desayuno, recoger y limpiar el lugar junto al resto. Nosotros desayunamos cuando la familia real termina, supongo que no tengo que decir que debes mostrar completo respeto hacia ellos, claro que según lo visto, poco les tienes.- Le reprochó, apretando su manera de forma furiosa.- Te recomiendo no romper las normas del lugar, eso te puede llevar a un consecuente castigo.


La información era demasiada para él, mareándolo. No obstante no pudo evitar apretar sus dientes, viéndola marcharse.


- ¡Espera!- Por suerte le hizo caso, deteniéndose para verlo con el ceño fruncido.


- ¿Qué?- Pregunto de mala manera.


- Mi hija no puede trabajar, ¡es solo una niña!- Eso era lo que más alterado lo tenía.


- ¿Y?- Arqueo una ceja, cruzándose de brazos.- Aquí todos trabajan.


- P…Pero… ¡solo es un bebe!


- ¿Cuántos años tiene?


- Dos y medio.


- Entonces la cosa cambia.- Eso le hizo destensase un poco, no demasiado. Pero la tensión, sus latidos alterados no cambiaban.


- ¿Cambia?- Dijo en un hilo de voz.


- Sí. Los niños empiezan a trabajar a partir de los ocho años. Al ser tan pequeña debe estar pegada a ti, debes hacerte responsable de ella, si comete un error serás tú quien lo pague e incluso puede ser ella quien reciba los castigos si le toca un guardia sin compasión. Te recomiendo que te des prisa en hacer tus labores diarias, también que no dejes que haga lo que le de la gana o te arrepentirás.


- ¿Quién…dio la orden de tenernos aquí?


- La emperatriz.


En cuanto dijo esas palabras salió, dejándolo solos. Sin poder evitarlo, dejo que su hija se acomodará en las maletas, una vez que las había abierto pues ahí estaría mejor que en la cama. Sin poder contenerse, mordió con fuerza sus labios, golpeando con su puño la pared. La muy maldita los estaba tratando como escoria, era una manera de mostrarle que eran inferiores, rebajándolos a la nada. Pero no se dejaba vencer, no iba a permitir que ella lo derrotara, si realmente pensaba que se iba a dejar vencer, estaba equivocada.


 


A la mañana siguiente, sintió como todo el cuerpo dolía. No había podido dormir, había sido la peor experiencia de su vida. A partir de ahora iba a tener que conseguir un lugar decente para que su pequeña descansara de manera adecuada, después de todo la maleta no iba a ser su lugar de descanso en esa semana, se negaba a ello.


- ¡Oye, vosotros! Es hora de comenzar a trabajar.- junto a los gritos unos fuertes golpes en la puerta no se hicieron de esperar, frunciendo su ceño.


- Ya vamos.


- Api…hace calor.


Su mirada se dirigió ante la infante, quien se quitaba su pijama, sudando un poco. Fue en ese momento que recordó que estaban en el desierto y que la mayoría de su ropa era de invierno…oh, mierda. Tragando saliva, prácticamente se lanzo a la maleta, buscando la ropa de verano que había traído. Rogaba porque la gente de aquí no fuera de mente cerrada porque si no iban a formar un escándalo cuando vieran la falda que le llegaba a las rodillas y la camisa de tirantes que vestía su angelito. Él por el contrario decidió ponerse unos shorts junto a unas deportivas y una camisa de manga corta. No obstante había un problema, uno muy sencillo…el pelo de su hija.


¡¿Cómo iba a disimulárselo?! ¡Estaba convencido de que en cuanto la vieran iban a empezar a sospechar! Después de todo no había que tener dos dedos de frente para ver que las fechas coinciden, que la pequeña es una copia del otro, la única diferencia son sus ojos que eran clavados a los suyos. No podía dejar que nadie la viera, al menos no así.


- ¡Ey, el nuevo que salga de una maldita vez!


- ¡En seguida salgo, solo…termino de vestir a mi hija!


No supo cómo pudo hablar con normalidad, desde luego no fue fácil. Sus manos temblaban, caminando de un lado a otro mientras casi se arrancaba el pelo, estaba desesperado.


- Api...¿puedo ucharlo?


Su mirada se dirigió a su niña, estaba a punto de echarse a llorar ante la idea de que supieran la verdad cuando vio lo que su ángel llevaba, parando de golpe su ataque de ansiedad.


- ¿De dónde sacaste esto?- Con las manos temblorosas cogió lo que le enseñaba.


- Me lo legalo la tia.- Una sonrisa se posó en sus dulces labios.- ¿Puedo ucharlo?


- Sí…-Susurro bajito, sintiendo que esa era la solución.- Pero deberás de tenerlo todo el día puesto, no podrás quitártelo ante nadie excepto cuando estemos tú y yo solos, tampoco podrás decírselo a nadie de esto, ¿vale?- Le explico con una sonrisa, guiñando un ojo.- Será nuestro secreto.


-¡Chi!- La pequeña sonrió, estaba emocionada al tener un secreto con su papi.


- Bien.


Con la calma en el fondo de su ser, se agacho para estar frente a ella. Con cuidado recogió el pelo de su niña, haciéndole un moño que dejaba todo su pelo recogido. con delicadeza cogió la peluca que le daba, poniéndosela en el pelo, sujetándolo con ganchillos, asegurándose de que nadie se diera cuenta de que era una peluca. Satisfecho ante el resultado, dio una sonrisa. Jamás agradeció tanto que a su hija le gustará tanto Lazy Town, menos que el día anterior Érica le hubiera regalado el conjunto de Stephanie. Sin darse cuenta le acababa de salvar.


- Cielo, papi tiene ahora que trabajar. ¿estarías cerca de mí, portándote bien?


- Pelo, ¿no juamos?- Su ceñito se frunció, decepcionada.


- Claro que sí pero será después, cuando acabe, ¿vale?


La pequeña no estaba segura pero finalmente asintió, abrazándose a su papi. Larry se sintió aliviado, empezando a caminar para salir de la habitación, recibiendo malas miradas de los demás que llevaban ya un rato trabajando, pero también hubo algunas curiosas a causa de sus ropas y el color de su hija.


- ¡¿Cómo habéis podido tardar tanto?! ¡A partir de ahora tú trabajas aquí, no puedes salir cuando te de la gana!- Le grito la misma mujer de ayer.- ¡¿Y se puede saber de dónde habéis sacado esas ropas tan desvergonzadas?! Y qué hay de su color de pelo.


- Siento haber tardado tanto.- Cortó un poco, tratando de ser respetuoso y no liarla.- Le aseguro que no volverá a pasar. En cuanto nuestras ropas son las típicas de dónde venimos. Por último el color de pelo de mi niña no es un problema, ¿no?


La chica estaba por hablar cuando una campana se hizo presente, alterando a todos que rápidamente comenzaron a colocar la comida en una especie de bandejas, pasándoselas a Larry y a su hija.


- Llevadlas al salón, no derraméis nada, menos comáis. Es para la familia real y su invitado.- Ante esas palabras Larry estuvo a punto de hablar pero la otra le cortó.- Es lo menos que podéis hacer al haberos levantado tarde.


- Sofí, ven. Vamos a llevar esto para que después podamos comer nosotros.


La pequeña aún asustada, asintió, acercándose a su papá mientras procuraba no derramar nada, siguiéndole, quien a su vez seguía las indicaciones que le dieron. Por un momento, Larry deseo no haber aceptado ese maldito trato, se arrepentía con todo su ser. Pero las cosas no fueron diferentes cuando llegaron al enorme comedor, toda la familia real estaba reunida junto a…Lancelot. El Daley sabía desde un principio que no era a él a quien se refería con invitado, pero no esperó ver al caballero tan pegado a su ex, ambos con una enorme sonrisa mientras hablaban. Pero eso a él no le importaba, la presión en su pecho no era por qué aún lo amará.


- Disculpen, traemos su desayuno.- Habló suavemente, llamando su atención.


- Servidnos.


Sin mirar a Ahkmenrah comenzó a ponerle a cada uno su desayuno, cogiendo la bandeja que le daba su pequeña para servirle a Lancelot, cogiendo su mano cuando la pequeña fue en su busca, ambos retrocediendo. Fue solo cuando acabó que se dio cuenta de que todas las miradas estaban puestas en ambos.


- ¿La bella damita es tu hija?- En ese momento deseo golpear a Lancelot al oír su pregunta, aunque no sabía por qué.


- Sí.- Fue todo lo que dijo.


Las miradas se desviaron todas a la pequeña, quien solo ladeo su cabecita de forma inocente sin comprender lo que pasaba. Interiormente Larry rezaba porque nadie se diera cuenta de que la niña llevaba una peluca rosa, mucho más, que nadie se diera cuenta de su parentesco con Ahkmenrah.

Notas finales:

Espero que os haya gustado el capítulo, hace un tiempo pensé en cómo podría continuarlo y vienod One Piece, en la asaga gyojin me acorde de que cuando era pequeña me regalaron una peluca rosa de Stephanie de lazy town y me dije...¿por qué no? Y sin poder evitarlo acabo siendo la solución de Larry XD. ¿Qué pasará ahora' ¿Se darán cuenta o vivirán en la ignorancia?


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