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Plan B por MimiChibiDiethel

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—Mira bastardo patatas. —llamó Romano desde el otro lado de la línea. —Traje a España para que te muestre su jodido lado cursi.

—Esto…, ¿puedo acercarme? —preguntó lleno de incomodidad. Estaba sólo a tres calles de Italia del Sur y podía divisarlo con claridad, aunque portara lentes negros y gorra; es más, parecía querer llamar mucho la atención.

—Da un solo paso maldita patata y me iré a casa.

— ¡Vete por favor! —gritó al teléfono causando un gritito en Romano.

—Vamos, vamos. Puede que mi Roma no lo demuestre, pero él está metido en el proyecto. —comentó España llegando detrás de él, poniendo la mano sobre su hombro. Alemania le dio una mala mirada. —Está preocupado por su hermano menor.

— ¡Y una mierda, gilipollas!

 —Quítale el altavoz o me matara. —suspiró España mirando detrás de una pared a su pareja que parecía irradiar furia.

—No está en altavoz. —dijo Alemania colgando.

Romano les mandó una mirada fulminante a ambos, sacándoles el dedo de en medio antes de ponerse en marcha en camino contrario. Bien, había hecho su buena acción del año; de lo demás se podía encargar el país de la pasión… aunque quizás con un poco de ayuda.

— ¡West!

—Alemania~

Oh. Alemania sin duda deseaba patear el trasero de Romano.

¿Cómo sabrá que la amas? ¿Cómo verá tú amor?

El Bad Friends Trio delante de él, abrazándose por los hombros. Su hermano le miraba con entusiasmo, seguro ni sabía que pintaba en todo ello y los únicos consientes eran España y Francia; este último mirándolo con una sonrisa de autosuficiencia. Adiós a su secreto mejor guardado. Ya golpearía a Italia cuando lo viera por andar divulgando con su hermano.

—Bien, West, me enteré de que te gusta alguien. ¿Quién es? —preguntó Prusia soltándose del abrazo grupal. Su cara era de emoción pura. — ¿La conozco?

—¿Es un “ella” al menos? —cortó Francia sobándose la barbilla.

—Vamos chicos, es lo menos importante. —sonrió tontamente España. —Lo importante aquí es que Roma me lo ha pedido.

—El delicioso Romano seguro te está pagando bien por esto. ¿No es así? —Francia alzó ambas cejas mandándole una mirada sugestiva a España. Alemania no prestó tanta atención deseada al ser abordado con preguntas de su hermano.

— ¡Eso no importa! —interrumpió España quitándole a Prusia de encima. Estaba demasiado feliz. Quizás Francia tenía razón, Romano le estaba pagando demasiado bien por hacerlo sufrir. —Tenemos que ayudarle a Alemania a-

—Lo que sea que te esté pagando el hermano de Italia puedo duplicártelo. —dijo serio. Francia se hecho a reír a un lado. — ¿Cuánto deseas para que me dejes ir?

—No digas cosas desagradables. —cortó Prusia compungiendo su cara. —West, no.

—Aunque me dejaras estar arriba no aceptaría. —fue la respuesta de España. Era serio respecto al pago. Sería mejor negociar, podían llegar a un acuerdo.

—Quizás… ¿podría convencer a Bélgica o a Holanda para compensarte?

— ¡Qué, no! —chilló enojado. — ¡Ni en un millón de años con Holanda!

Francia y Prusia estallaron en carcajadas, Alemania no llegó a comprender el por qué. Así que sólo saco aire de sus pulmones soportando todo el día que le tenían planeado.

—Está bien West. Dime cuando estés listo. Tú asombroso hermano por el momento te dará sus mejores tácticas de ligue.

—Creo deberíamos dejarle eso a Francia. —comentó España. Prusia se sonrojo levemente avergonzado.

— ¡Yo sé tratar muy bien a las mujeres!

—Por eso diez de cada diez no te devuelven las llamadas. —protestó Francia, cruzado de brazos. —Aunque…

—Tenemos todo un plan trazado. —dijo el español avanzando por la calle. —Yo soy quién mejor entiende a los italianos.

— ¿Es italiana? —preguntó Prusia con estrellas en los ojos. —No mejores que nuestras mujeres, pero son bellísimas también. Sería mejor si fuéramos con Ita.

— ¡No! —objetaron los tres al mismo tiempo. Alemania apartó la mirada, sin saber muy bien que decir.

 —De acuerdo, no. —el albino hizo un puchero muy propio de él.

—Tenemos una idea básica para que te ayude a conseguir una cita y que hacer en ella. —comenzó Francia. Los cuatro dieron una vuelta en una cueva llena de luces, si mal no recordaba ese era el camino a Central Park.

—Más vale que funcione porque no quiero que Estados Unidos nos vea merodeando por su casa. —declaró España subiendo el cierre de su sudadera. Francia se colocó unos lentes obscuros poniendo a pensar a Alemania el por qué si su ropa chillona lo delataba sin compasión. Y su hermano como en aquella infiltración en la WW2, traía un casco que le cubría su cabello albino.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó resignado. —Si América nos ve no se nos quitara de encima por varios meses. Tengo mucho trabajo para eso.

—Necesitamos referencias. —dijo Francia sonriente. —Y que mejor que una pareja igual de virgen para eso.

— ¡Deja de decir obscenidades! —cortó Alemania, enojado. — ¡Me voy a mi casa!

—Espera. —de pronto España puso el brazo delante de los otros tres, deteniéndolos. Francia aprovecho al pasar una mano en su cintura. —Encontré a nuestros conejillos de indias.

Alemania miró delante de él, había muchas personas caminando tranquilamente por el parque. Otras jugando con sus perros o hijos. Familias tranquilas disfrutando un picnic privado. Dentro de todo eso algo le llamo la atención; una pareja que él conocía demasiado bien.

— ¿Acaso no son…?

Amerique…

—Y el gilipollas de Inglaterra. —concluyó Prusia con sonrisa sorna.

— ¿Qué están haciendo...? Oh. —Alemania se sintió incomodo, viéndolos tomados de la mano mientras Inglaterra le gritaba cosas incomprensibles a América, para después quedarse callado con una sonrisa en el rostro.

—Esos dos…—una venita creció en la frente de Prusia, llena de celos. —Presumiendo su relación así nada más.

— ¡Me llena de celos! —chilló Francia mordiendo su usual pañuelo blanco para hacer drama. —Inglaterra debería estar hundiéndose de amor por mí, al igual que América.

—Lovi ni siquiera me permite tomar su mano. —suspiró España con aura depresiva. —Mucho menos besarlo en público. Ni uno chiquito en la mejilla.

—Sólo les tienen envidia a esos dos. —reprochó Alemania con mala cara. —No quiero seguir sus juegos.

Al parecer el BFT recapacito con ello, saliendo de su globo de negación y maldiciones para la pareja de enfrente. América e Inglaterra parecían bastante contentos, tomados de las manos, compartiendo un algodón de azúcar.

—West, no logras comprender la profundidad de esto. —dijo su hermano golpeando suavemente su brazo con el propio codo. —Tienes que mirarlos para entender cómo funciona una relación.

— ¿Por qué debería basarme en ellos? No son italianos. —contestó confundido. — Los italianos son muy complicados. Hace varios días leí un libro y…

— ¿Por qué buscas el amor en los libros? —preguntó Francia ocultando una risa.

—Así nunca sabrá que la amas. —siguió España.

— ¡Yo no-- !

—Eso no es asombroso West, incluso yo lo sé. —suspiró Prusia, indignado. —No te he criado de esta forma para eso.

—Seguro que Alemania no quiere escuchar eso de su hermano mayor que no puede sostenerle una conversación a una chica. —dijo Francia riendo. España lo siguió.

— ¡Puedo hacerlo! —reprochó enojado Prusia, sus mejillas se sonrojaron a causa de la vergüenza.

Alemania suspiró, quitando su atención del BFT y mirando de nuevo a Inglaterra y América. Ambos los miraban fijamente, espantados de verlos ahí. Definitivamente el BFT no servía para hacer espionaje.

—Oigan, hemos sido descubiertos. —comentó.

Inglaterra venía a toda prisa, soltando la primera patada contra Francia que no tardó más de un segundo en corresponderle el golpe, tironeando de su cabello.

— ¿Qué demonios haces aquí? ¡Froggy estúpido! —gritó, mordiéndole el brazo. América se encogió de hombros, saludando a los otros países.

— ¿Qué están haciendo aquí? Asegúrense de comprar muchos recuerdos para llenar sus cuartos de mi hermoso país. —sonrió chasqueando el dedo.

—Ni de coña. —contestó España.

—Pegué toda la bandera teutona en cada bandera de Estados Unidos que encontré. —dijo también Prusia.

— ¡Son muy crueles! —chilló ofendido.

—Ustedes dos… ¿están saliendo de verdad? —preguntó Alemania, un poco embarazoso. América se sonrojo casi al mismo tono que Inglaterra, quién detuvo su pelea con Francia.

—Supongo que no tiene sentido ocultarlo ya. —América se talló la nariz con un dedo, desviando la mirada. Inglaterra en ese momento, para su suerte, una llamada entró en su celular así que se apartó un poco para contestar sin que Francia interrumpiera.

—El plan se ha arruinado. —murmuró Prusia, haciendo un mohín.

—Si es todo me voy por ahora…

—Y a todo esto, ¿qué hacen aquí? —América le dio una mirada rápida a Inglaterra que parecía un poco molesto mientras hablaba.

—Alemania quiere consejos para conquistar a una chica. —dijo Francia.

— ¡No, no es cierto!

— ¿Eh, es Italia? —curioseó el estadounidense.

Francis decidió intervenir. —Pensábamos espiarlos. Creímos que una pareja virgen podría ayudar a otro virgen.

Estados Unidos se sonrojo dándole una mirada avergonzada a Inglaterra del otro lado.

—No necesito nada de esto, sólo quiero irme ya.

Prusia sentó a su hermano en una banca cercana para que escuchara a su amigo.

— ¿Cómo sabrá que le amas? ¿Cómo verá tu amor? —cuestionó España frunciendo la boca. Alzó un dedo lleno de falsa sabiduría, Alemania llevó una mano a su cara, intentando ignorarlo lo mejor que podía. —Por abrazar a Roma a un baile lo invite. Incluso le compuse una canción.

—Tienes que darle muchos detalles. De esa manera él sabrá que eres su amor. —cortó América, subiéndose los lentes.

Las personas enamoradas eran muy empalagosas y bastante molestas.

—Recuerdo que una vez Inglaterra se vistió con un traje azul sólo para resaltar más mis ojos. —confesó con una adoración que sorprendió a Alemania.

—Eso no es nada, Roma no hace mucho nos organizó un picnic en Suecia. —recordó, afirmando con la cabeza.

Prusia y Francia miraron a ambos con ojos vacíos, celosos de ellos.

—Inglaterra puede parecer muy anticuado, pero me manda muchas cartas de amor. Siempre estoy en su mente.          

— ¿Qué? Eso no es nada. —presumió España. —En mi cumpleaños, Roma me regalo doce rosas rojas. Si eso no es amor no sé que lo sea.

—Su cuento es muy bonito. —murmuró Francia, mirando a Inglaterra aún en el teléfono. —Ambos sabemos que está mintiendo.

— ¿El regalo del crío malcriado no fue un golpe en el estómago? —preguntó Prusia al oído de Francia. Él afirmo con la cabeza.

Y tú sabrás…

—Ya he tenido suficiente, me voy a mi casa. —dijo Alemania levantándose de la banca. España y América lo tomaron cada uno por un hombro.

—Tienes que decirle claramente. —comenzó España.

—O nunca lo entenderá.

Que es tu amor.

—Ni siquiera creo que me guste tanto. —se excusó, apartando sus manos. —Puede que sólo me haya confundido con Italia. Es sólo que Romano se tomó las cosas muy enserio.

— ¿QUÉ? —cuatro gritos sacaron a Inglaterra de su llamada telefónica. Alemania supo desde ese instante que su vida comenzaría a ser un verdadero caos.

— ¿Es Ita? —preguntó España.

¿No era obvio desde el principio? —pensó Francia con una mueca.

— ¡Haberlo dicho antes! —concluyó el BFT, emocionados. América atrás de ellos festejaba lo genial que era por haberle atinado desde el principio.

Y así sabrá que la amas.

La llamada de Romano no tardó en sonar, Alemania miró su teléfono con recelo, queriendo no contestar. Sin embargo, lo hizo sólo para que el italiano no terminara llamando a todos los teléfonos de su casa, estresándolo mucho más.

— ¡Maldita patata, contesta rápido! —gritó del otro lado, molesto. — ¿Y bien? ¿El bastardo español logró algo o no?

—Al parecer…—alargó su voz, no queriendo decirlo realmente. —Tengo una cita con Italia la semana que viene. De nuevo.


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