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Y ante todo, ¿por qué él? por Miraku

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Notas del capitulo:

CANCIÓN: Because the Night –Cascada.
(Cascada es de mis grupos de música electrónica favoritos y me encanta esta canción y, y, y, y Because the night belongs to lovers! Los quiero)

¡Hola, roqueros! (Es mi nuevo saludo y se aguantan, por más chafa que esté) ¡Hoy toca capítulo de Spencer y Charlie así que ámenme! Está a tiempo y editado, por lo que cosas especiales y demás weas sólo en “El Mundo de Miraku” allá abajo. Disfruten y...

Sin más, a leer:

Spencer andaba distraído mientras checaba unos papeles. Estaba algo apurado y nervioso: Charlie lo invitó a salir esa noche. No sabría cómo tomar esa escapada pero le emocionaba poder romper la rutina que ya tenía establecida desde hace tiempo. Los videos ya estaban en edición, tenía tratos que mantener, los conciertos especiales de Hinata se acercaban y también el cumpleaños del DJ de ahora cabellos azul oscuro estaba a la vuelta de la esquina.

Aquello último le llamó la atención. Comprendía que su a su mejor amigo le gusta estar constantemente cambiando la tonalidad de su cabello; pero ahora lo hizo muy rápido. Sólo duró un mes con el negro azulado y degradado rojo que le aplicaron para los videos. El detalle especial fue que Hinata estaba ansioso y desesperado por ir a la estética y arreglar su linda cabellera. Le sorprendía que siempre estuviera sedosa a pesar de todo tipo de tratamiento y químico que ha puesto; y también que haya escogido un azul oscuro. Era muy... simple, sinceramente, porque acostumbra a darle toques especiales a su cambio de look y ahora sólo lo cambió de color. Conociendo a su mejor amigo, Spencer atinaba a que iba a dejar ese estilo degradado por un tiempo, le sentaba de maravilla –aunque cualquier cosa lo hace atractivo para Spencer–, porque podría dar publicidad a los videos; pero no, Hinata ahora quiso su cabello azul oscuro sin nada especial. Muy sospechoso...

El manager de ojos aguamarina sacudió su cabeza, no era tiempo de pensar en aquello. Capaz y terminaba sacando una absurda conclusión como en anteriores ocasiones. De hecho, Spencer llegó a considerar que Hinata se sentía atraído física y emocionalmente por Fernando, el manager de Lila. Después del extraño accidente donde el baterista de CaNniBaL molió a golpes al hombre la noche del bar previo a las grabaciones, Hinata, cada que veía a Fernando, le preguntaba angustiado por su estado. El manager de la cantante de indie-pop es atractivo y bien parecido, además de que su carisma y astucia es envidiable. Pero Spencer quería quedarse con la venda en los ojos. No podría soportar que Hinata ya se viera interesado en alguien con un sentimiento como el afecto o, incluso y peor aún, el amor... Eso mataría al delgado manager. Si él ya lo intentó y terminó en la zona del amigo sin poder dar una explicación, le terminaría asesinando caer en cuenta que el DJ ya encontró el amor.

Sería tan injusto, tan cruel..., y tan reconfortante... Spencer deseaba lo mejor para Hinata, después de todo.

Era una espantosa mentira aquello que dicen: “Si esa persona es feliz, yo también lo seré”; somos egoístas y queremos ser notados por quien queremos; que mínimo se moleste en vernos y darnos un momento. Uno, sólo uno... Y Spencer ha estado por mucho tiempo con Hinata. El DJ se acercó a él cuando eran jóvenes, y desde entonces supieron que serían buenos amigos a pesar de sus diferencias.

Lo conoció cuando iban en secundaria, tendrían cerca de doce o trece años por esos ayeres. Spencer aún recuerda que Hinata era muy flojo para las matemáticas y le costaba poner atención a la clase. Hubo un día en que dejaron un proyecto de esa materia que tanto detesta el DJ y el profesor hizo los equipos de tres: Hinata, esa chica llamada Patricia, y él. Fue la primera vez que Spencer no se mostró molesto por tener que trabajar en conjunto, cosa que era raro. Casi nadie sabía de la existencia del delgado chico y Hinata lo sacó a relucir. A partir de esa ocasión, ambos chicos se volvieron inseparables. Una gota de agua y otra de mercurio, tenían ciertas características similares pero a la vez eran totalmente unos opuestos.

Hinata quería que su amigo lo siguiera a todo tipo de travesuras; y desde jóvenes Hinata era el de las ideas que siempre provocaban que ambos fueran regañados. Eran buenos tiempos que Spencer siempre recuerda con una sonrisa. Recordaba cuando Hinata quería escaparse de detención pero nunca había oportunidad porque los terminaban cachando en la movida. O cuando Hinata, Patricia y él salieron corriendo al darse cuenta que el cristal del carro rojo que sin querer rompieron pertenecía al prefecto de disciplina de la preparatoria a la que iban. Siempre ha sido así, hacían recuerdos inolvidables, siempre recordándole a Spencer que sólo ese eso: una amistad de ya un tiempo transcurrido.

Cuando Hinata le contó que tuvo sexo por primera vez y las veces consecuentes... Cuando el propio Spencer decidió acostarse con otro hombre para olvidar a su mejor amigo; pero resultó que, en aquella ocasión, el chico de ojos aguamarina fue utilizado por ese tipo para divertirse y dejarlo botado.

Eso era un recuerdo demasiado amargo de tragar. Spencer sabe que ha hecho más tonterías que logros para llamar la atención de Hinata. Era inútil: son sólo amigos y ya. No podía rebasar esa línea imaginaria, no había cómo sin que Hinata se viera amenazado. Y lo que menos deseaba Spencer era perder alguien tan amado como lo es su amigo que cambia constantemente el color de su cabello.

~*~

Cuando acabó con sus pendientes, suspiró. Ha estado muy distraído el día de hoy: tenía una cita con Charlie y sólo tenía en su cabeza a Hinata. Eso era cruel, debía al menos idear de qué podría hablar con el bajista sin que se volviera aquello algo incómodo o provoque pena ajena a quien los llegase a ver. Eso era una tarea dura pero no imposible. Solamente tenía que tener más consideración con respecto al bajista. Charlie hacía un gran esfuerzo por hablar con él. Y Spencer lo agradecía.

Ya todo estaba listo por ese día. Hinata estaba en una sala de pruebas viendo y probando unas cosas para los videos de los sencillos. También, últimamente su mejor amigo trae sus lentes de armazón en vez de los de contacto con más frecuencia. Para Spencer de ambas maneras se veía bien Hinata pero no lograba comprender la razón de esos detalles. Se arreglaba con más empeño, pero menos extravagancia, y se veía más relajado. Bueno, eso tiene que poseer su explicación posterior.

Sonó la puerta tocar. El chico flaco y de lindos ojos volteó y sonrió levemente al ver al bajista esperar por él. Iba muy enserio con lo de su salida exprés. Sin tener ganas de darle rodeos a lo que sea que su mejor amigo y amor no correspondido esté haciendo, se levantó y siguió fuera al hombre de pocas y nulas palabras. Era especial. Había que darle su trato merecido y olvidarse por completo sobre Hinata y lo que sea que ande ejecutando.

Era un momento completamente especial y único. Charlie le invitó a salir, debería ser una salida que traiga más cosas buenas que malas, en cualquiera de los casos. Pero sólo se lograría aquello sin ambos ponían un mínimo ápice de esfuerzo para que así fuera. Si no, no tendría caso.

Salieron de las exageradamente gigantes oficinas de Ony Music Re:cords, y el bajista ya tenía su motocicleta lista para partir. Le pasó el casco de la otra vez a Spencer y con ese gesto, le había indicado que se lo pusiera. Mientras tanto, el bajista se disponía a hacerse esa coleta baja que tan bien le sentaba para poder igualmente ponerse su casco. Ya cuando estaban con la seguridad predispuesta, Charlie se subió al vehículo y sintió las temblorosas y delgadas –demasiado delgadas, a decir verdad– manos de Spencer rodear su ancha y apetecible cintura. Pateó y la moto arrancó expulsando un potente rugido que, sin querer, sacó un susto en el manager de ojos aguamarina. Aún no podía acostumbrarse a subir a ese transporte y mucho menos a la velocidad, el movimiento, la brisa y toda la adrenalina que define a un motociclista. Era hora de partir.

Unos varios minutos después de pura emoción y sentimientos salvajes, Charlie detuvo la motocicleta y se quitó el casco: habían llegado.

Spencer hizo lo mismo y se sorprendió, nunca había visto restaurante más... raro, si se le puede describir de esa manera, en su vida. Era una cabaña, pero una cabaña en su totalidad, paredes de madera robusta y bien lijada con tallados llamativos que Spencer no lograba entender su significado; el techo era de paja, claro que sostenido por vigas y columnas de la misma madera de forma horizontal que distribuyera el peso de tal manera que no se veía que en cualquier momento se pudiera caer. Y la chimenea de la parte trasera le recordó a las películas de Navidad, cuando alguien cocinaba en la noche algo reconfortante para el peligroso frío. Sonrió por el detalle.

—¿Y este lugar? —No pudo evitar preguntar Spencer mientras se acercaban, a la par, al establecimiento.

—Es una taberna. —Respondió sin más el bajista.

Entraron y Spencer si sintió bien recibido. Las tabernas (con “b” porque con “v” nos referimos a un establecimiento de comida griega) han ido evolucionando mucho con el paso del tiempo. Comenzaron en Grecia pero fueron llamadas “Tabernae” como tal en la época de los romanos; más sigue con su misma estructura: un lugar para beber licor y puede que ingerir alimentos regionales de su zona o algún especial más ligeros o en menores cantidades. Toda la gente se veía entretenida y tomaban o comían con seguridad, debe ser bueno. Las paredes eran tapizadas de pieles de distintos animales ganaderos y varias decoraciones de alguna tribu india o algo de ese estilo. Spencer no sabría ubicarla con seguridad. Las mesas eran de madera cortada, tratada y tallada por la mano del buen carpintero tradicional. Y la barra dejaba a la vista los licores que tenían a su disposición.

Para ser taberna, era un poco más grande; pero ya se dijo, estos establecimientos han ido evolucionando mucho con el tiempo.

Se fueron a sentar a una zona un poco más alejada de la otra clientela, siendo dirigidos por una chica muy delgada y de larguísimos cabellos oscuros. Charlie fue el primero en tomar asiento y Spencer, aún encantado por el lugar, le secundó cuando volvió en razón. El lugar le pareció muy lindo y definía, en cierta manera, a la personalidad de Charlie. Tenía un aire indígena que era imposible ignorar. En donde se ubicaron era para sentarse como indio, en el suelo, siendo amortiguados por suaves almohadones y un rico aroma a sándalo y mirra.

Charlie pidió whiskey en las rocas y Spencer una cerveza. El pequeño menú tenía nombres raros sobre las bebidas y el primero que sí reconoció fue el de la cerveza de cierta buena marca que cualquiera compra. Era mejor empezar así a pedir algo que ni sepa que es y termine noqueado y perdido en quién sabe dónde por culpa de una bebidita de colores bonitos.

—¿Vienes seguido aquí? —Decidió preguntar algo cohibido el chico delgado de cabellos castaños.

—De hecho, sí, el dueño es amigo mío —respondió con simpleza el bajista mientras reposaba su barbilla sobre el puño de su grande y dura mano.

Spencer tragó duro. Hoy Charlie se veía especialmente atractivo... ¿o era sólo su imaginación? Pero verlo más calmado, en el sentido de que es sencillo hablar con él dentro de las posibilidades, con ropa más holgada y el cabello suelto le daba ese aire varonil y tan sensual que cualquiera que lo viera no lo perdería de vista. No es como si Spencer no se hubiera dado cuenta de las indiscretas miras que varias chicas le dirigían al bajista; por suerte éste sólo tenía ojos para el manager de cuerpo delgado y nada más.

Sus bebidas llegaron y Charlie le instó a Spencer para que pidiera algo que se le antojase. Spencer pidió una botana de papas fritas con chili y queso –¡mucho queso!– gratinado encima. Se veía muy bueno en la imagen y era buena oportunidad de probarlo. Charlie se aseguró de que se haya encargado la orden más grande y esperó a que la mesera se fuera para poder estar a solas con Spencer. El chico le sonrió apenado pero sumamente agradecido. No es la cita cliché en el restaurante de lujo bajo la luz de la luna, pero era muy divertida la idea.

—¿Ya habías planeado esto o decidiste que mejor sea tu instinto el que decida? —Preguntó Spencer divertido haciendo referencia a la vez que salieron por primera vez como tal a una salida sin compromisos laborales.

Charlie sonrió ladinamente y eso provocó el estridente brillo en los ojos de Spencer. ¡Hizo algo más que su simple gesto de indiferencia! ¡Qué felicidad para Spencer!

—Ya lo tenía planeado —respondió con calma el bajista—. No quería tampoco llevarte a un lugar simplón y que fácilmente puedas olvidar.

—¡Y vaya que difícilmente lo olvidaré! Es muy... pintoresco el lugar.

Su comida por fin llegó y la barriga de Spencer rugió en protesta de querer metabolizar algo a la de ya. El chico se sonrojó y vio que Charlie sonrió un poco más para, después, pasarle un plato trinche y un tenedor para que pudiera comenzar a degustar de aquellas papas. Así lo hizo y, después de soplarle para quitar un poco lo caliente, probó y quedó fascinado, ¡estaban muy buenas! Y agradeció mentalmente que Charlie haya pedido una orden muy grande.

Ya después de haber nivelado la hambruna, Spencer miró a su ‘cita’.

—¿No vas a comer? —Preguntó algo preocupado—. ¡Me harás sentir un gordo si me como yo todo esto!

—No creo que te pueda calificar de gordo, ni con esfuerzo. Y está bien.

Charlie tomó el tenedor de la mano de Spencer y comió de las papas. El manager sonrió sonrosado, había sido un beso indirecto y Charlie por fin comió. Así continuaron, pero ya Charlie con su propio cubierto, hasta que no dejaron resto alguno, mientras hablaban de uno que otro tema de interés posible en ambos: resultando que tenían varias cosas en común; y de que ya iban por su tercera bebida de la noche.

—Charlie..., no quiero incomodarte, ni mucho menos, pero —comenzó Spencer de pronto—, ¿significa algo para ti esta taberna? Tiene, cómo decirlo, muchos adornos indígenas... Ni creas que se me ha olvidado eso que confesaste en la entrevista con Jim Follow...

—Justamente ese es el detalle que no olvidas sobre mí, y es cierto. De alguna manera, me hace recordar que no soy un citadino cualquiera de zona urbana. Nací en una tribu Toba.

—¿Te molesta hablar sobre aquello? Porque podemos dejarlo en el olvido, si quieres...

—Contigo no hay problema, pero el problema es que casi no recuerdo mucho de mi niñez en aquella aldea. Mi madre murió al darme a luz y mi padre fue asesinado cuando atacaron nuestra aldea. Me quedé bajo el cuidado de mi abuela paterna pero siempre tuve la impresión de que no era muy bien recibido por mi gente; fue tiempo después que me confesaron que soy mestizo: mi padre era Toba de sangre pura y mi madre era española. Pero la razón por la cual casi no recuerdo mucho sobre mi vida fue porque sufrí un accidente cayéndome de un acantilado y quien me recogió fue un viajante que estaba de pasada por allí. Ya no quería relacionarme más con mis raíces y ese hombre decidió hacerse cargo de mí, me dio un nuevo nombre y educación; de hecho, él fue quien me enseñó a tocar el bajo. Y si me acuerdo sobre mi pasado fue porque ese hombre mismo me contó que quiso devolverme a mi aldea y ellos pidieron que, si tenía la disposición, me quedara a su cargo y sólo me hablara superficialmente de mis raíces, por eso no les tengo apego pero tampoco desprecio. Como mi “padre” amaba viajar, conocí nuevas culturas y religiones y me apasioné por la cosmología y la meditación, más es por eso que me fui haciendo tan callado y reservado. Siempre lo fui.

—¿Y no extrañas a tu gente, a pesar de todo?

—A veces, pero más a mi origen que esa gente en específico; es lo de menos: “El pasado es historia y el futuro es un misterio”, ¿cierto?

Spencer sonrió enternecido: —Cierto... Creo que ahora quieres que yo te cuente sobre mí, ¿es lo justo, verdad?

Charlie subió los hombros pero el gesto de su cara reflejaba un bello brillo en sus incandescentes ojos de oro. Por supuesto que quería oír sobre Spencer, cualquier cosa para ir conociéndolo mejor valía; no sería suficiente  con lo que tuvo que investigar sobre él para poder acercársele y bien le caería algo saliente de los delgados y sonrosados labios del chico de bellos ojos aguamarina.

¡Hacía mucho que no le contaba a alguien sobre sus raíces!, Henri era el último en tener el honor de haberlo sabido, fue su novio después de todo y el tiempo en que su relación duró fue muy agradable. Pero ahora, su presente es Spencer y quiere, y desea, el bajista que se deje ver más allá que como un simple chico delgado y siendo la sombra de quien, se supone y dice él, es su mejor amigo. Era lo justo..., era lo mejor.

—Pues, qué quieres saber...

—¿Cómo fue que te diste cuenta de que estás enamorado de Hinata?

Si Spencer sacaba a relucir un tema difícil de digerir contra Charlie, éste haría lo mismo. Más el manager no se molestó, crispó, asustó, preocupó ni nada que se le parezca. Ya lo veía venir, era obvio que si quieres conocer a alguien, querrás conocer los vestigios de amores antiguos por más dolorosos o crueles que hayan sido, es necesario informarse para no cometer la misma equivocación. El que no conoce de la Historia está sentenciado a repetir los mismos errores, ¿no?

—Éramos jóvenes, aún recuerdo la tontería que hice para tratar de olvidarme de Hinata. Desde secundaria me di cuenta de que me atraían los hombres y que en específico me gustaba Hinata. Era mi primer amigo, después de todo, y llegaba a pensar que nadie podría tomarme enserio por lo que fui desarrollando sentimientos muy profundos por mi mejor amigo hasta enamorarme de él: por sus defectos y virtudes, por cada cosa y actitud que conforma a Hinata. Pero él ya estaba en otras andanzas, él sólo se fijaba en hombres mayores y altos, siempre se vio atraído por ese estándar. Hasta que hubo una fiesta, cuando teníamos dieciséis años, y estaba harto de hacer cualquier intento vano para que Hinata nunca entendiera que estoy enamorado de él desde hace tantos años; y en esa ocasión perdí mi virginidad por despecho y vergüenza. El tipo era como los que a Hinata le gustan y llegué a pensar que debían tener algo característico para que mi amigo los deseara tanto; el sexo no fue malo pero el maldito, a la mañana siguiente, me dijo que yo... no era tan lindo y que no valía la pena que intentara pensar en él y me dejó solo en una casa que ni conocía. Desde ese día, me prometí no volver a caer tan bajo y desesperarme por Hinata. No lo cumplí, logré que él accediera a que tuviéramos sexo por conveniencia, eso no duró por mucho y tan pronto alcancé mi nube, me caí. Hinata dijo que eso no era lo mejor porque soy su mejor amigo y siempre me verá así. Terminé en la estúpida zona del amigo y no hay manera de salir.

Charlie se quedó pensando. Spencer ha sido utilizado, y de la peor manera, cuando quiso entregarse por primera vez al acto carnal. Pero más le impresionaba la razón por la cual lo hizo. Puede que eso ya quedó atrás, pero rememorarlo desenmascaró una fase muy especial de Spencer: aquella faceta débil, indefensa y anhelante de querencias y cariño. No siempre debe pensar en trabajo o en Hinata, o en Hinata y el trabajo, debía Spencer reconocer que debe quererse más a sí mismo y no dejarse caer destruido. Charlie se dio cuenta de aquello, Spencer necesita alguien que le diga lo hermoso e inteligente que es. De vez en cuando recibir elogios y cariños de alguien más, que no sea tu madre o abuela, ayuda mucho a la autoestima.

Después de aquella declaración, el bajista vio que era conveniente irse de aquella taberna. Ya era entrada la noche y luego sí se subía en mal tono el ambiente y lo que menos quiere es asustar a Spencer con las malas muertes de las tabernas. Pidió la cuenta y pagó él mismo el monto deuda. El manager resopló, ¡nunca le dejaba pagar ese bajista!

Salieron y Spencer estiró las piernas, fue algo incómodo haber estado tanto tiempo sentado de aquella manera pero, debía admitirlo, fue la mejor primera cita que ha tenido en su vida. Nunca la olvidaría, nunca podría olvidarse de aquella taberna con grandes toques decorativos y unas deliciosas papas con chili y muchísimo queso gratinado encima. ¿Dónde se había escondido toda su vida Charlie? Compartían muchos gustos similares, el hombre era caballeroso a su manera, le hace sentir nervioso y emocionado a la vez, le hacía sentir cosas que jamás llegó a imaginar en experimentar.

Comenzaron a caminar con dirección y sentido hacia la motocicleta del bajista. Hacía aire aquella despejada noche y el manager lo resintió. ¡Era muy friolento, no podemos culparle eso! Pero Charlie no lo desaprovechó y se quitó su chamarra de cuero y se la puso en los hombros al chico de bellos ojos aguamarina. Cuando Spencer se sonrojó hasta las orejas y parecía dignamente una fresa de temporada, Charlie soltó un suspiró divertido. Era muy adorable.

Llegaron al terreno donde los vehículos descansaban. Spencer paró en seco. El bajista volteó a verlo con duda, ¿había sucedido algo, necesitaba algo, olvidó algo? Charlie se acercó y, cuando se disponía a preguntar la razón de la abrupta parada, percibió que Spencer susurró algo. No lo entendió, pero qué más daba...

Ahora le besaba los labios.

Spencer más sonrojado y abochornado que valiente y certero, tomó de la playera al hombre de bellos ojos dorados y lo jaló a su altura –aunque tuvo, igualmente, que pararse de puntitas– para plantarle el anhelado y muy necesitado beso que ya ameritaba aparición. Con cariño y mucha torpeza, el manager acariciaba con sus labios los ajenos de Charlie, eran tibios y con ligero sabor a alcohol. De cerca, su olor a incienso embriagó al chico de ojos aguamarina y posó sus brazos alrededor del cuello de su compañero, queriendo intensificar el beso.

Charlie abrazó por la espalda baja a Spencer y siguieron besándose. Con más pasión y hambruna que antes; pero, todo, con un sabor tan difícil de explicar que los volvía locos. La chamarra se le cayó de los hombros a Spencer, pero eso no importó nada. Ya no tenía frío al estar besando a ese hombre de frío carácter...

«Tonto, creo que me gustas...» Fue lo que Spencer susurró momentos antes...

~*~

Hay momentos en donde uno se pregunta qué es lo que cometió erróneamente para merecer los peores castigos. Donde quiere uno entender la razón de por qué tomamos decisiones incorrectas creyendo que son la verdad absoluta y que después nos arrepentimos. No existen las máquinas del tiempo, no existe el tiempo siquiera: fue invento del hombre y su probable máquina lo será mucho después. No podemos retroceder instancias y remediar los errores y logros; no sería lo correcto. No hay nada más bello que aprender de lo que más duele. Pero siempre existen límites y errores injustificados. Había momentos en donde se sufre tanto que es doloroso intentar absorber una lección de ello.

Henri ya lo comprendió muy bien. Sabía que ya no tenía remedio alguno sus problemas, no había salida factible. Nadie podría salvarlo más que su propia voluntad, y no hay nadie que lo detenga más que su propio miedo. Nada más. Era imposible culpar un ajeno, todo recae en su decisión. Ya los segundos y terceros son tema aparte.

—Henri, ¿te sientes bien, lindo? —Preguntó McGiffen tratando de ver el rostro de ángel de su novio secreto.

—¡Sí, sí! Lo siento..., es sólo que andaba divagando —respondió tan contundente como pudo—, de verdad lo lamento, ¿decías?

McGiffen abrazó con más cariño a Henri. Nunca dijo nada, era claro que Henri estaba perdido en sus ensoñaciones. Aunque quisiera negarlo, no le gusta ver ese gesto e incertidumbre en Henri. Aunque McGiffen pensara que lo mejor sería no darle importancia a la debilidad de su novio secreto, no puede mentirse por mucho tiempo: no le gustaba verlo de esa manera. Aquellos ojos azules que con el sol le aparecen destellos ámbar, igualmente cuando llora, estaban perdidos en un punto muerto de la enorme oficina. Pero estaban opacos y casi muertos. Había un sentimiento mucho más allá de la fragilidad o impotencia.

Henri correspondió necesitado de ese afecto. Estaba tan asustado, tan solo entre tanta gente. Estaba tan desesperado porque sabe que nada ni nadie lo puede salvar. Ha estado cayendo muy duro, siente que se queda cada vez más sin aire y con ganas de desertar. Ya no podía más. Estaba por volverse completamente loco. No lo puede seguir ocultando. No puede seguir sin cariño y no puede evitar querer tanto a McGiffen; y por ello sentirse mal por todo lo que está ocurriendo tomando en cuenta que también es infiel a su pareja.

—McGiffen..., yo... —Henri sentía un nudo ahogarle las palabras y veía borroso el rostro de su amante.

El hombre le besó la nariz y lo volvió a acomodar entre sus brazos y pecho. Y ahí, Henri lloró en sumo silencio. Sólo sus temblorosos escalofríos le indicaban a McGiffen que no debía seguir ignorando que Henri le necesita más que simple sexo y encuentros candentes, lo necesita como amigo, como compañero: como un apoyo que no lo defraudará.

Shhh, di mi nombre —pidió con cariño el hombre mientras acariciaba las perfectas y lisas hebras oscuras de Henri en un intento de relajarlo.

—Robert..., ¡oh, Robert!..., no me dejes solo —susurró con desesperación y aliento el vocalista.

—No lo haré, te amo. —Confesó Robert mientras instaba a Henri para que ambos azules chocaran y se fusionaran como sólo uno.

Henri sintió más lágrimas caer por su rostro. No podía ser cierto: ¡alguien le dijo ‘Te amo’ después de tanto tiempo! El vocalista sintió perder el peso de su alma y un tornado de sentimientos lo atacó. A pesar de su felicidad por ser querido por alguien como McGiffen, sabía que no debía dejarlo a la ligera. Ya era muy difícil confiarse ciegamente si lo único que has tenido han sido decepciones amorosas en toda tu vida. Henri ha tenido ese problema rompiéndole el alma desde hace ya mucho tiempo.

—Yo..., Robert, yo...

—Calma, no necesito una respuesta. Si te dije que te amo, es porque es verdad y es para que sepas que no te dejaré solo, nunca. No quiero ver ese rostro tuyo triste, no debes llorar por ninguna razón.

Henri sonrió encantado por aquellas palabras. Y pensar que todo esto comenzó como un coqueteo simple sin intenciones más allá del sexo. Ahora le tenía mucho aprecio al hombre que le acariciaba la curvatura de su espalda baja y le veía con tanto amor. Aquel hombre bastante alto, fornido y de bellos ojos azules le quería dar unas alas para volar, y muy alto. Pero, ¿no lo dejaría caer? Esperaba que no fuera así. Con desenfreno y necesidad, Henri besó los labios de su amante secreto.

A pesar de que le confesara y profesara amor, Henri sabía que Robert no revelaría a la prensa su relación.

~*~

Henri salió de Ony Music Re:cords con pesadez y cansancio. Había sido un día pesado. Y lo sabía.

Pero su día aún no terminaba. Alexis estaba en el valet parking hablando con el chico encargado del servicio. Parecía estar negociando, Henri sospechó. ¿Qué estaba tramando aquel guapo hombre? Debía de haber una razón por la cual ande hablando con esas gesticulaciones su manager: se movía tan ágil y sutilmente que era obvio que quería sacarle algo a ese muchacho. ¿Qué era? Ni idea.

Cuando ambos se estrecharon las manos, Henri supo que podía ir a pedir su vehículo sin problema alguno. Bajo un extraño silencio, el vocalista llegó donde estaba su manager y el chico. Justo cuando iba a pedir su coche, el empleado ya se había ido por el lado donde se recogen los transportes. Llegó con el auto de Alexis y bajó para darle camino al hombre e irse; lo que lo sacó y de onda y asustó fue que se abrió la puerta del copiloto. Miró al empleado pero éste le evadía la mirada y vio a Alexis. El hombre, con gesto sumamente serio y frío, le sostuvo la vista con sus gélidos ojos grises y brazos cruzados. No espera ni quiere un “No” por respuesta de Henri.

Cerró los ojos y con dignidad se subió al carro sin decir una palabra alguna. El empleado fue sobornado por Alexis, ese fue el trato que vio que estaban haciendo: le chantajeó para hacerse cargo de su vehículo e irse con Alexis sin levantar sospechas y sin que McGiffen lo supiera debido a los registros de entradas y salidas de los autos. Tenía sentido y, conociendo a su manager, era lo más seguro de creer.

Dentro del auto Henri se dispuso a mirar las calles para evitar lo más posible a Alexis. No puede evitarlo, sentía pavor por lo que sea que ahora tenga que decirle y hacerle –porque, obvio, no hay opciones– por lo que sea que ahora haya hecho mal en contra del “contrato”. Deseaba que, por lo menos, no le vaya a doler tanto y no le deje moretones o marcas visibles.

Llegaron al lujoso pent-house del increíble Alexis. El lugar era frío y difícil de digerir para Henri. Cuando entró, sintió y escuchó cómo Alexis cerraba la puerta de atrás con fuerza e ímpetu. Estaba muy enojado pero no sabía la razón. ¿Cuándo se descuidó y provocó la ira de su manager? No recordaba escena donde haya provocado la ira de quien se le acercaba por detrás. Sus sordos y contundentes pasos eran el eco de la mente de Henri. Debía pensar rápido, debía encontrar la razón por la cual Alexis se encontraba tan molesto. No podía ser simplemente porque sí; nunca es así: el sexo de ellos dos tiene un propósito por en medio. No puede evitarlo, Alexis le asustaba tanto... Y más cuando lo abraza de esa manera por su espalda. Pasó esos fuertes y grandes brazos por la cintura del vocalista y subió sus manos hasta su pecho, y ahí tomó entre sus dedos los rosados pezones y los jaló.

Henri soltó un jadeo de sorpresa, ¿por qué?, ¿por qué ocurría esto? Alexis levantó la playera de Henri y le obligó a quitársela. Pronto comenzó a besarle el cuello con hambruna y necesidad de dejar su saliva, su aliento y sus marcas en el inmaculado cuerpo de su mejor negocio. Alexis se sentía impotente. Henri era suyo, suyo y de nadie más. No piensa compartirlo, ya no más. No puede dejar que tan bello ángel sea consumido por la putrefacción de algún pobre diablo más. Él era el único con derecho de manchar y matar poco a poco a Henri; era el único que podía ultrajar aquel blanquecino cuerpo, el único y nadie más. Era injusto prestar lo que es suyo. Nadie debería, ni siquiera, ver o saber quién es Henri más que él. ¡Sólo Alexis puede tener y saborear a Henri! Era suyo, suyo, suyo...

Le jaló del brazo izquierdo y se lo llevó a su habitación sin decir palabra alguna. Si decía algo, era capaz de soltar toda la verdad: la razón de su enojo. Y eso Alexis no lo podía permitir. Estaba enfermo, pero no tanto para darle razones a Henri de odiarlo más de lo que ya lo debe de hacer. Un rechazo más por parte de su negocio y Alexis enloquecería hasta de verdad hacer de su oscuro secreto una realidad: tener a Henri únicamente para él.

Lo desvistió con rapidez y lo empujó a su enorme cama. Era un cuarto espacioso el lugar de descanso de Alexis era bastante grande. Lo que ahora nos importa era la gigantesca cama donde acostó a Henri. El vocalista, completamente desnudo y asustado, se acomodó y miró por donde Alexis se fue: la puerta que conecta con el armario. Sabía que podía escapar pero eso sería peor, de nada le sirve salvarse una vez si la próxima sería mucho peor y más cruel. Su ropa fue despojada y no la encontraba, probablemente Alexis se la llevó consigo. Y cuando el hombre apareció comprendió porqué se había desaparecido unos instantes.

Alexis le tomó las manos con fuerzas y puso las esposas con un ajuste algo apretado. Eso dolería cuando intentase escapar vanamente de ellas. El manager jaló a Henri y aseguró las esposas contra el recargo de la cama. Alexis ya tenía dónde ponerlas de tal manera que fuera imposible escapar para Henri y lo dejara completamente indefenso. Para ello, se aseguró de haberlo esposado y puesto boca abajo. El cuerpo de su ángel temblaba y su cabello caía esparcido rebeldemente por aquella blanca y perfecta espalda. Alexis pasó un dedo  por la curvatura y sintió la reacción de Henri. A pesar de todo, era un pervertido y sádico porque disfrutaba ser dominado de esa manera. El manager se sentó a jorcadas sobre la espalda de su negocio. Se acercó con mala intención y con un pedazo de seda color vino tapó los ojos de Henri. El chico quedó ciego y eso ponía a flor de piel sus sensaciones, estaba totalmente sensible y delicado. Cualquier caricia lo estremecería en placer. Y Alexis aprovechó aquello. Se levantó y admiró su obra maestra, su pieza de arte y perversión.

Comenzó a morder la espalda del vocalista mientras con sus manos jugaba como se le venía en gana con el precioso culo que se le ponía enfrente. Pronto soltó una fuerte nalgada en el glúteo derecho y apretó encajando levemente sus uñas.

—¡Ah, Alexis! —Gimió y quejó el vocalista.

Su cuerpo reaccionaba a cada acto que le proporcionaba Alexis. No podía verlo, sea como sea, no podía verlo y por eso se preocupaba más de la situación. Porque esa no fue la única nalgada. Lo volvió a repetir, le golpeaba con fuerza y la palma completamente extendida. Ardía y dolía más y más con cada palmada que le daba.

—¡Gime, quéjate, grita, pero sólo debes mencionar mi nombre! —Pidió un lujurioso Alexis mientras apretaba ese trasero que tanto antojaba.

—Alexis..., Alexis..., basta, por favor, ¡ahhh!

Su manager comenzó a mordisquear y lamer donde golpeó como gustaba. Su boca se deleitaba con esa tierna y enrojecida carne que estaba a su disposición. Mientras mordía y le besaba, el manager pasó un cojín debajo de Henri, en la zona del abdomen, para que sus caderas se levantaran y su pene erecto estuviera al aire. Le obligó a flexionarse, y estando en ‘cuatro patas’ las separó más para que su ano estuviera expuesto y palpitante. Alexis se arrimó suavemente y volvió a darle de nalgadas a Henri. El caliente aliento de ambos se combina con la efervescencia de su acto. Henri gemía y pronunciaba con candidez el nombre del hombre que lo tenía dominado. Podía sentir los besos y lamidas de Alexis por su nuca, cuello, orejas; pellizcos en sus pezones y las nalgadas con fuerza y demanda.

Pronto, dejó aquellos botones irritados para poseer la cadera de Henri. Se acercó y comenzó a lamer la entrada del chico con hambre y dejaba acumular saliva en su boca para escupir directamente en su entrada. Le chupaba, lamía y mordía a placer total.

—¡Ahhh, ahhh, Alexis! Ahhh, no... lamas... ahhh ahí mmm —gimió completamente sonrojado Henri. Sus sonidos salían sonoros y cantarines mientras su propia baba caía por la comisura de sus labios.

A su ‘beso negro’, Alexis, le incluyó sus dedos: metió dos de una sola estocada.

—Mier-mierda... Alexis..., Alexis... ahhh, mierda.

—Pídemelo, pídeme cómo quieres que te lo haga: si muy duro o brutal. Ya lo sabes, Henri, estoy para servirte.

Comenzó a mover los dedos de forma que parecían embestidas salvajes. Viendo que el movimiento se veía interrumpido de vez en cuando, Alexis venía preparado y con un lubricante mojó la zona baja de Henri; quien gimió por el frío contacto. Alexis procuró llenar con el aceite el ano de su negocio y mover con más libertad sus dedos. Sus enrojecidos glúteos ardían y sólo podía soltar maldiciones y gemidos que encendían más y más a su manager.

—Entonces, ¿cómo lo prefieres, mi adorado pececito dorado? —Preguntó con sorna el Manager mientras chocaba su palpitante y sura erección contra el ano de su contrario.

Aquella gruesa y larga extensión se movía de arriba hacia abajo y su punta jugaba con su entrada. Podía sentir sus muñecas irritadas, sus piernas temblorosas y su culo ardiendo; no necesitaba ver el gesto de Alexis: debía de estar sonriendo con mal augurio y de sus ojos debían destilar una pasión indescifrable. Un lujuria más allá de lo simple carnal. Su cuerpo entero se quemaba por las ganas de acabar con aquello.

—Rómpeme, Alexis. —Respondió en un hilo de voz el vocalista.

Alexis sonrió y sin esperar más, porque él mismo ya tampoco aguantaba, lo penetró. Con fuerza metió hasta el fondo su longitud –que de corta no tiene nada– y empezó a moverse a gusto propio. El sonido que ambientaba eran las esposas tintinear entre sí, sus pieles chocando y los gritos de placer de Henri. Su cuerpo se movía al compás del desenfrenado vaivén. Rápido y brutal, sentía cómo la verga de Alexis se metía hasta el fondo y golpeaba en donde más placer podía experimentar. No se quería detener, todas las sensaciones las podía revivir a pesar de no ver nada: sus muñecas le ardían y más el trasero. Todo resbaloso por la exuberante cantidad de lubricante que le echaron, lo cogían con todo el desenfreno necesario.

Alexis comenzó a masturbarlo mientras su ritmo bajo tantito en fuerza y velocidad. Le subía y bajaba de tal manera que sus gemidos incrementaron y suplicaba por más contacto. Hasta que se vino, una vez eyaculado, Alexis llevó su mano llena de semen a la boca de Henri para obligarle a que lamiera y tragara su propia esencia. Así lo hizo el chico, lamía y chupaba como si de una felación se tratara aquellos largos dedos.

Y volvieron a embestirlo brutalmente.

—¡Ah, ah, Alexis, ahhh! ¡Más, más rá-rápido!

Su manager empujó a pesar de creer que ya no era posible para más. Pero con aquellos gemidos y erótica imagen, no lo creía tanto. Henri esposado a la cama, con los ojos tapados, gimiendo fuertemente su nombre, y abriéndole el culo para que lo penetrara a gusto propio. Embistió y sacó y metió más y más su pene hasta el fondo obligando a Henri gemir complacido a pesar de su incómoda posición. Le golpeaba en su ‘punto G’ con un puntualidad y velocidad que no podía evitar gritar por más y más. Sentía ya garganta desgarrada.

Pronto, Alexis se vino dentro de Henri. Una vasta cantidad de semen llenó por completo el ano de Henri. Quien mojó su venda por el llanto del esfuerzo y su saliva se mezclaba con su sudor. Pero eso no acaba allí: Alexis apenas iba calentando...

~*~

El manager veía por la ventana el manto nocturno que se cernía sobre la ciudad. Era ya bastante entrada la noche, cerca de las cuatro de la madrugada.  Con un té humeando en taza y un suspiro, fue que lo reflexionó. Desde aquel sillón con ángulo hacia el lado izquierdo es que contemplaba el panorama. Volteó de reojo y allí estaba él: Henri. Completamente dormido y respirando tranquilamente.

Su piel, siendo tan blanca, estaba llena de marcas rojizas, producto de su abuso. Las muñecas debían de arderle: peleando o no por escapar, las esposas irritaron aquella zona. Y a pesar de todo, seguía viéndose tan majestuoso y bello. Un rostro sublime, con pestañas largas y labios apetecibles, cuello largo y cuerpo delgado. Era el mayor pecado de Alexis. No podía evitarlo, no sabía cómo.

«Mi adorado Henri, ¿será que tú también comienzas a enamorarte de McGiffen? Ese bastardo confesó que te ama, pero no lo creo. No creo que merezca amar a tan bella obra de arte. Mi amor dórico, fuerte y sensual al mismo tiempo, nadie te merece ver, anhelar, apreciar, desear, tocar, besar ni nada parecido. Delirio de mi llana locura y néctar de mi poderosa droga, mi adorado pececito dorado, nadie puede tenerte...» Pensó Alexis.

Dejó su taza y se acercó para aprovechar que su ángel dormido se encontraba. Se sentó al filo de la cama y acarició con sutileza aquel rostro, como con miedo de que pueda romperlo más de lo que ya se encuentra realmente tanto física como mentalmente. Era tan hermoso como la primera vez que lo vio, no ha perdido ese encanto inocente que lo caracteriza. Y, sin embargo, seguía manchándolo y contaminándolo en su oscuro mundo. Mundo donde su única obsesión es Henri.

CONTINUARÁ
#$%#$%#$%#$%#$%#$%#$%#$%
Perdón por las faltas de Ortografía.

Notas finales:

#CharlieIndígena

#Friendzone

#AlexisEsSexy

#HenriViolado

(Usen el de su preferencia, por fis; Ya quité el de Vinx porque ya lo usaron, ahora deben usar unos de esos cuatro, preferentemente el de la Friendzone para que yo no ande jodiendo tanto)

“El Mundo de Miraku” es Patrocinado por el cambio que voy ahorrando del camión que tomo para volver de la escuela a mi casa y refugio Fujoshi:

MIRAKU: Ya saben que Charlie, el siempre buen amigo Charlie, nos acompaña en estas transmisiones porque es al que mejor confianza le tengo después de mi almohada de emoji que tengo desde hace unos años. ¡Hola, roqueros! (sí, repetí el párrafo porque es más fácil y queda muy bien).

CHARLIE: ¿Dónde dice en mi contrato que debo aguantarte a ti y a tus quejas?

MIRAKU: En las letras chiquitas, cállate.

CHARLIE: ... Más tarde lo leeré. Como sea, empieza con esto.

MIRAKU: Qué grosero. Como sea, ¿qué les pareció? Ahora hubo capítulo con el tierno Spencer y Charlie y limoncito con Henri y Alexis, es la cajita completa, un capítulo con todo lo necesario. Excepto que le falta Vinx y Hinata a esto. Por cierto, ¿les gustó los pequeños datos históricos y culturales que puse? Amo el tema de los establecimientos de alimentos y bebidas y la razón de los ‘Amores Dóricos’ es preciosa (cualquier duda háganmela y se las respondo sin problemas). Oigan ¿les gusta el nombre de McGiffen? Creo que está bien, suena muy pro: Robert McGiffen, dueño de Ony Music Re:cords. Charlie, diles por qué.

CHARLIE: Porque eres una enferma. Me quiero ir de aquí.

MIRAKU: Ay, Ni porque tuviste aparición y beso con el manager de Hinata me puedes agradecer, qué frío eres. Bueno, dos curiosidades:

  • Al igual que a Vinx, pensaba ponerle un nombre artístico a Hinata y que tenga uno verdadero y haya una historia detrás de ello; pero ya me basta y sobra con Vinx y no se me ocurría nombre alguno para Hinata porque éste le queda muy bien en todos los sentidos.
  • Cuando comencé a escribir esta historia, ¡se me olvidaban fácilmente los nombres de los personajes! Siempre olvidaba el nombre uno u otro y se me hacía muy difícil ubicarlos, fue porque no estaba segura de si esta historia valdría o no la pena.

MIRAKU: Eso es todo (es difícil escoger curiosidades que no den spoilers importantes sobre la historia), espero con ansias sus reviews. Recuerden que la opinión de los lectores, para los escritores, son alimento del alma. Los quiero mucho y Charlie también los quiere pero le cuesta admitirlo, porque sólo tiene espacio en su corazón para Spencer y éste ya le dio su besote.

CHARLIE: ... Suficiente, me largo de aquí.

Los Quere Musho, Miraku, SAYO~


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