Día 104: ¿Y ahora qué?
Me quedé varios días en cama llorando como si a un bebé le hubieran quitado el biberón.
-Querido, entiendo tu dolor y todo... Pero esta es una cama de hospital - me dijo la enfermera a la semana.
No podía dejar a Clarisa sola, así que me fui a pasar las penas con ella. Aunque claro, la gente de allá no es para nada empática y que supuestamente habían atropellado a una viejita y que necesitaban la cama. ¿Quién la manda a no ver a ambos lados antes de cruzar la calle? Le pasa por despistada.
-Tienes que recuperarte por nuestro hijo - fue lo que me dijo mi amiga.
-Sé que debemos seguir adelante por él, pero es que me duele mucho el corazón. Creo que nunca me había enamorado así - y comencé a llorar de nuevo.
-Ay ya para, ¿qué pensabas? ¿Que todo el mundo tiene que quererte? Él no te corresponde y punto, no es nada raro. Ahora levanta las nalgas y anda a cuidar a Gabriel, que no confío en nada en esa tal señora Mauri - me retó la muy desgraciada.
Así es que tuve que hacerle caso e ir la casa para estar con nuestro hijo. Y menos mal que me regañó, porque cuando llegué a mi habitación me encontré con Bárbara, quien tenía al bebé en sus brazos.
-Eres lo más bello que me ha pasado en la vida - le decía a mi hijo mientras le había cosquillas en la panza.
-¡Suéltalo, loca! - le grité espantado ante la imagen.
-No, detente, no es lo que parece - se defendió la rubia sin pasarme la criatura.
Corrió por toda la habitación, apretando al pequeño, sin ganas de entregárselo a su padre.
-Te prometo que no le quiero hacer daño, solo lo quiero cuidar. Él ha cambiado mi vida, gracias a él ahora soy una mejor persona - me sonrió y fue lo más raro de la vida, como si un dinosaurio hiciera publicidad de pasta dental.
-¿Por qué lo tienes tú? ¿Qué pasó con la señora Mauri? - quería saber y es que la dejé a cargo de todo.
-¿La vieja loca? La última vez que la vi estaba follando con el moreno musculoso. Creo que ha estado con todos tus trabajadores, porque ni siquiera ha dejado que atiendan. Se volvió loca, está todo el día borracha - ay no, no tuve que confiar en alguien que me ha traicionado tantas veces.
-¿Y qué hacía con Gabriel mientras tomaba? - pregunté aunque no quería saber la respuesta.
-Se olvidó por completo de él, yo lo encontré sucio y llorando, por eso comencé a cuidarlo. Es el bebé más hermoso que he visto - en realidad estaba enamorada del niño.
Dejé que siguiera con mi hijo, y es que debía arreglar unos asuntos con Mauricio.
-¡Mauri! ¡Sal de ahí, hijo de puta! ¡Me la vas a pagar! - lo llamé con tranquilidad mientras gritaba y golpeaba puertas.
Lo terminé encontrando en la pieza de uno de los gigolós, desnudos y rodeado de todos ellos.
-¿Qué crees que estás haciendo? - le pregunté muy enfadado.
-¿No habías dicho que se había ido del país? Se suponía que ahora eres tú el dueño del burdel, ¿qué sucede aquí? - uno de los hombres la encaró, y es que les había mentido.
-¿Yo dije eso? Ay no cariño, tuviste que haber escuchado mal - se justificaba la muy mentirosa.
Claro, la vieja al ver que podía hacer todo lo que quisiera en mi ausencia, inventó ser la nueva dueña para aprovecharse de los pobres hombres que aquí trabajan.
-No, por favor Nicolás, no me eches, te juro que voy a cambiar - se lamentaba la vieja cuando la corría de la casa.
-Ni siquiera cuidaste a Gabriel - le recriminé y es que era lo que más me dolía.
-¿Y quién es ese? - la señora Mauri se había metido mucha droga porque ni siquiera recordaba al bebé.
-¡No quiero volver a verte nunca más! - le grité mientras le cerraba la puerta en la cara.
-No tengo donde ir, si no estoy acá me voy a quedar en la calle. Ten un poco de piedad por favor - me suplicaba casi llorando.
Al escuchar su voz y ver su rostro me dio tanta pena, que terminé perdonándola y es que debe ser muy difícil llegar a vieja sola.
-Está bien, pero me vas a pagar todo lo que perdí durante esta semana sin atender el burdel. Ya no vas a trabajar más de scort, sino que de sirvienta - claro, no iba a dejar esto sin un castigo.
-Lo que tú quieras... ¡Muchas gracias! - me abrazó agradecida.
En mi interior sabía que me arrepentiría en algún momento, pero traté de acallar mi instinto por hacer una buena obra.
Luego de atender el asunto de mi nueva nana, tuve que encarar a Bárbara, quien se había convertido en la niñera de Gabriel sin que me hubiera dado cuenta.
-No quiero sorpresas, dime ¿qué buscas con todo esto? - fue lo primero que le dije a la rubia cuando entré al cuarto y la encontré cambiándole los pañales a mi hijo.
-Nada, te juro que esta vez son solo buenas intenciones - parecía decir la verdad, aunque... Por dios, que se trata de la loca ésa.
-Tú no trabajas en el burdel, tampoco eres una familiar para que vivas con nosotros, ¿qué haces aquí? - debatía.
-Bueno, ahora que Clarisa está enferma, necesitará a alguien que se haga cargo de su hijo, porque aunque tú lo intentes, no estás mentalmente estable en estos momentos como para cuidarlo. Por eso, quizás... Yo podría ayudarles a cambio que me dejen vivir aquí - fue la oferta de la pirómana.
La quedé mirando y es que, me costaba mucho confiar en ella.
-No te creo, esto debe ser un plan para estar cerca de Manuel y... - tan solo que no me dejó continuar porque me interrumpió.
-Él se fue, ya no vive aquí. Cuando supo que te enamoraste de Fabricio, decidió tomar todas sus cosas y se marchó. Nadie sabe dónde está ahora - reveló y me dejó anonadado.
¿Se había marchado de nuevo? ¿Tanto le afectó mi rechazo? Ahora sí que me sentía solo y es que ni siquiera me había quedado con Manuel.
-¿Entonces? ¿Aceptas el trato? Te juro que voy a cuidar a Gabriel con mi vida y es que nunca me había sentido tan plena en mi vida. Éste niño ha alumbrado mi vida - insistía la loca.
-Está bien, veremos cómo lo hacemos - no podía concentrarme y es que había quedado perplejo con la noticia de Manuel.
¿Y ahora qué? ¿Qué debo hacer?