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Ni tan casados por jotaceh

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Día 45: Insaciable

 

No encontré ninguna razón para contarle a Lorenzo que Claudio me había coqueteado, ¿para qué? Si al final ¿para qué lo haría? ¿Para sacarle celos? Porque eso de tener comunicación en la pareja es todo una mentira, si él ni contó que se iba a juntar con su ex.

-Supongo que no te molestó verme con Jonathan... - me dijo al día siguiente, cuando tuvimos una cita en el parque.

Tomaba helado y caminaba a su lado, era un bonito día teñido por ese recuerdo.

-No, claro que no... ¿Quién soy yo para pensar mal? - intenté ser un santo.

-No seas tontito, no te coloques celoso, si lo dejé para esta contigo... - sonreía como un ángel.

Y claro, lo dejó por mí, y por eso me pregunto, ¿para qué mierda se juntan? Si ya se acabó el amor, se pudrió la flor y todo eso, ¿cuál es el motivo?

Seguimos la cita normal, intenté no demostrar mi rabia y creo que sirvió, porque el tema no volvió a surgir.

Al finalizar la jornada, cuando la luz del sol se estaba escondiendo, el muchacho me tomó de la mano y caminamos un buen rato así, como una pareja feliz.

Nunca había estado tan feliz, el tenerle a mi lado y demostrando que le intereso, fue lo mejor que me ha pasado. Estaba como en las nubes, extasiado. No necesité de sexo para tener un orgasmo.

Supongo que llegué muy feliz a mi casa, porque Gabriela se percató de inmediato.

-Ay no, ¿ya le entregaste el cuchucho? - me preguntó alterada.

-¿Qué mierda es eso? - no le entendí.

-Que si te taladreó el ano... - fue muy directa.

- Pero que poco evolucionada, no necesito de eso para ser feliz... Solo caminamos tomados de las manos, cuando amas a alguien, nada más necesitas... - hablé desde el fondo de mi corazón.

La gordita sintió asco parece, porque hizo caras de querer vomitar. No le hice más caso y subí hasta mi cuarto. Para mi desgracia al pasar frente a la pieza de la embarazada escuché su conversación con Claudio.

-¿Qué crees que será? - le preguntó el hombre.

-Quiero que sea sorpresa, por eso no le he pedido al doctor que me lo diga... - Leticia parecía feliz.

-Para el próximo control iré contigo, no te voy a dejar nunca más sola... - se hacía el galán aquel tarado.

Me dolió mucho el estómago, como si las mariposas que me había tragado gracias al amor de Lorenzo, se hubieran convertido en babosas que caminaban por mi barriga.

Me encerré en mi pieza e intenté descansar, era mi noche libre del bar. Quise rememorar los buenos momentos con mi "novio", para así sacarme el mal de boca dejado por la parejita de al lado.

-Pensé que todavía no llegabas... - y cuando todo parecía tranquilo llega el baboso mayor a mi habitación.

-¿Qué haces aquí? - estaba sorprendido nuevamente con su presencia en mi cuarto.

-Solo te quería ver... ¿No somos amigos? - ese desgraciado no puede ser más repugnante.

-Claro que no lo somos... Ahora vete que no me gusta hablar contigo... - me levanté para sacarlo de la pieza.

Quise abrir la puerta para mostrarle que se debía ir, cuando aquel tarado me tomó por los hombros y me detuvo. Me miró a los ojos con codicia y con mucha fuerza me lanzó a la cama, cerró la puerta con llave y así, quedamos a oscuras, los dos solos.

-Estás loco, Leticia puede verte ¿y qué va a pensar? - probé levantarme de nuevo.

-Salió con la gorda... tenía antojo de frutillas con crema, pollo asado, chocolate, bebida de cola, pan y chorizo... La gorda tenía el antojo, Leti solo quería un caramelo... - comentó mientras volvía a lanzarme a la cama.

Gaby!... ¡Leti!... - grité para comprobar si todo era cierto.

-Grita, no te van a escuchar... Así que aprovechemos que podemos hacer ruido... - se llevó la mano a su pantalón, para bajárselo de a poco y mostrar su bóxer holgado.

-Pero si no eres gay... ¿Qué mierda haces? - yo le daba asco, ¿de qué se trata todo esto?

El hombre no dijo nada, solo decidió dejar su pantalón en el suelo, y luego comenzó a librarse de la polera, dejando a la vista su pecho peludo y aquel abdomen liso que aunque no tuviera músculos marcados, si estaba trabajado.

Se quedó frente a mí, en ropa interior, sonriendo como un pequeño niño antes de robar un caramelo.

En ese momento recordé los años en que soñé con que todo eso se volviera realidad, en los que hubiera dado cualquier cosa con tal que Claudio se fijara en mí. Y ahora, que le tenía deseándome, mirando mi cuerpo con lujuria, no podía nada más que tiritar, estaba aterrado. No por él, sino por mí, por mi debilidad que me terminaría doblegando y cayendo en los brazos de un monstruo, de un hombre distinto a quien amo.

-Tú eres mío... Y nadie me quita mis cosas... - susurró con su voz grave, antes de lanzarse sobre la cama.

Su calor llegó a mi cuerpo, su piel se pegó a la mía y su falo se restregó en mis piernas.

-Me gustan las perras difíciles... - sonrió antes de abrirme las piernas con brusquedad.

Sus labios cayeron en mi cuello y lo lamieron, todo mi ser se contrajo ante su tacto. Y sin preverlo, comencé a llorar. Las lágrimas corrieron por mi rostro sin previo aviso, tan solo me percaté de su presencia cuando la primera cayó por mi mentón. Claudio no se dio cuenta de ello y sólo se dedicó a seguir con su juego.

Mi camisa le fue fácil quitar, pero al querer despojarme de mis pantalones vio que no deseaba cooperar, que estaba bajo él, inerte y llorando.

-¿Te das cuenta que esto me excita más? - Claudio no se iba a detener y sin inmutarse, rompió mi pantalón, para luego rasgar mi ropa interior. Así me dejó desnudo, tiritando bajo su cuerpo ardiente.

Con fuerza, levantó mis piernas, de un solo movimiento se sacó el bóxer y acto seguido, su glande buscaba introducirse en mis entrañas. No tenía experiencia con hombres, era obvio, pensaba que todo era tan sencillo como introducirlo.

-¿Por qué estás tan cerrado?... Ábrete un poco... - se quejaba al tener su erección aún fuera.

No pronuncié nada, lo único que quería era desaparecer. ¿Por qué no me defendía? ¿Por qué no le golpeaba? Estaba abusando, estaba actuando sin tomar en cuenta mi consentimiento. ¿Qué me sucedía? La respuesta fue aún más dolorosa. Levanté la mirada para encontrarme con  un macho extasiado, su piel sudada se abría paso entre mis carnes y todo eso, todo Claudio... Me gustaba. Estaba triste por mi estupidez, porque luego de todo lo sucedido, seguía enamorado de él.

Finalmente su falo ingresó en mí y poco a poco, con mucha fuerza, comenzó a embestir. El dolor era profundo, pero el sentirle en mi cuerpo calmaba todo dolor. Al hombre no le interesaba nada más que saciarse, su carne caliente entraba y salía con vehemencia, mientras sus manos me apretaban, me consumían con su fuerza. Metió sus dedos a mi boca y yo se los lamí complacido. Aquello le dio más energías para seguir con su frenesí.

-¡Ya llegué! - gritó Leticia.

Estábamos ambos desnudos, sudados y follando. Claudio se sorprendió, pero no dejó de embestir, siguió hasta culminar con un gemido tímido, su esencia me inundó, me mojó por completo y sin esperar nada, se levantó de la cama para vestirse y marchar, debía ir a calmar a su amada.

-Ni una palabra de esto a nadie... ¿Entendiste putito? - amenazó antes de salir de mi cuarto.

Me quedé desnudo en la cama, jadeando por el ajetreo y aún cuando sentía un fuerte dolor en el pecho, sonreí por haber conocido por primer vez los placeres de Claudio.

 


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