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Ni tan casados por jotaceh

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Día 59: Bebé

 

Cuando uno piensa en el embarazo, cree que es un proceso muy largo, más que mal son nueve meses de espera. Sin embargo, el tiempo pasa volando. Tal vez lo digo porque no soy yo quien tuvo a un bebé adentro. En fin, lo que sucede es en estos últimos meses todo ha pasado tan rápido que no me he dado ni cuenta.

 

Se deberán estar preguntando sobre la relación entre mi amiga y mi tío. Pues, aunque no lo crean siguen juntos, y demasiado. Lo que comenzó como un juego, comenzó a tomar fuerza de a poco. Obviamente es un secreto para todos, los únicos que lo sabemos somos nosotros tres, y es que a nadie le conviene que se sepa nuestra verdad.

 

Si ellos revelaran que están juntos, significaría supuestamente que ella me es infiel y que quizás el hijo que debería estar esperando no es mío, perdería la herencia y quedaría tan destruido que no me quedaría de otra más que revelar que Florencio es homosexual. Ok, sí… los chantajeé ¿y qué tiene? Ellos son los descarados que me han dejado fuera de su romance y no voy a permitir que me dejen sin dinero. ¿Qué hago después con Clarisa y nuestro hijo?

 

-Nunca haría algo que te dañara… Eso deberías saberlo…-me explicó Gaby cuando los chantajeé. Y tiene razón, tan solo que no me puedo fiar de su pareja, ese viejo verde es bastante malo como para arruinarme la vida.

 

Por eso, es que ambos han tenido que fingir no estar juntos románticamente, porque se supone que la gorda le hace los tratamientos de pepino (que es verdad), pero para todos los demás de la familia, se trata de algo meramente medicinal, sin sentimientos compartidos.

 

-Me alegra mucho que tu mujer esté ayudando a mi papá. Él se ve muy feliz desde que volvió a recibir el tratamiento de pepino… Voy a estar agradecido por siempre. –me dijo Manuel el otro día, emocionado al ver lo “humanitaria” que es Gaby.

 

Claro, y es que si supiera la verdad estaría espantado. Aunque para qué nos vamos a engañar, probablemente nunca podría entender que su padre es homosexual y que le gusta tener relaciones sexuales con una mujer ambigua, que le excita meterle un pepino en el ano a otro hombre.

 

Como mi amiga estaba ocupada dale que te pego con un anciano, no tenía mucho tiempo para estar conmigo, así es que decidí preocuparme más por Clarisa y su embarazo.

 

Iba al prostíbulo usualmente de mañana, y es que de noche está lleno de hombres buscando los servicios de las mujeres. Ahí encontraba a la mujer sola en su recamara, como estaba preñada no podía trabajar y la escondían en la piecita para que no estorbara.

 

-¿Y qué es lo que quieres hacer cuando vivamos juntos? ¿Quieres vivir en la ciudad?- me gustaba hablar de nuestros planes futuros con ella y es que de ese modo lograba alegrarla.

 

Su vida actual, y desde siempre en realidad, es terrible. Sus ojos siempre emiten tristeza y desolación, como si ya no esperara nada bueno de la vida y siguiera en ella solo porque es demasiado temerosa como para suicidarse.

 

-Me gustaría ir a la ciudad… conocer los centros comerciales y esas torres bien grandes… ¿podemos ir al cine también? Nunca he visto una pantalla tan grande y me gusta que me cuenten historias…- decía emocionada siempre que le preguntaba por sus sueños.

 

Me hacía feliz verla sonreír, y supongo que eso es real, he sido bueno con ella, aunque de vez en cuando me cuestiono porque la he utilizado como un salvavidas, como un reemplazo de Gaby.

 

-¿Por qué no buscas tu propia vida sin depender de otros? Primero fueron tus planes con Leticia, luego fui yo… y ahora quieres hacer lo mismo con Clarisa…-fue lo que me dijo Gabriela un día.

 

Estábamos conversando en la habitación, cuando de a poco la tensión aumentó entre nosotros y terminamos discutiendo. Nunca había sucedido antes, recuerdo muy bien esa noche porque siento que desde aquel día nos separamos un poco más. Ya los últimos días del embarazado de Clarisa casi ni nos hablábamos, solo esperábamos que naciera el niño para cobrar la herencia e irnos de allí.

 

-Con Flo nos iremos a la costa… queremos comprar una cabaña y vivir al lado del mar. Una vida tranquila en la que nadie nos juzgue…- me dijo quién era mi amiga justo esa noche de discusión.

 

-¿Entonces nos vamos a separar?- pregunté bajando la voz.

 

-Creo que sí… ambos debemos hacer nuestras propias vidas, sin depender del otro…- eso me dolió, porque olvidó todo lo que hemos pasado juntos. Supongo que por eso me alejé y es que no puedo perdonarla.

 

No es que sea egoísta… O tal vez sí, pero… fue demasiado brusca para decirme que nos separaríamos. ¿Tan poco le importo?

 

Antes que Clarisa, las otras parejas de mis primos parieron a sus hijos. Dos de ellas tuvieron niños y mis parientes felices cobraron su herencia. Para lástima de Manuel, en realidad su hijo resultó ser niña y por esa razón, abandonó a su suerte a Eulalia.

 

-No te preocupes, si yo lo único que quería era tener un hijo para que después no me de cáncer… Ahora me voy a sacar el útero y listo… Mis papás hacían eso con las perritas, y creo que es lo mejor… ¿para qué quiero más hijos? Me es suficiente con una camada…- aunque no lo crean, me dio pena cuando se fue Eulalia de la mansión, tan solo que ella no parecía para nada triste. Bueno, ya saben, ella es muy rara.

 

-¿Y qué vas a hacer ahora?- le pregunté después a Manuel, para saber sobre sus intereses con la herencia.

 

-Tengo cinco mujeres a las que follo todos los días, una de ella tendrá que quedar embarazada de un hombre…- me dijo el muy tarado.

 

Por mi mente pasó la idea de aconsejarle lo que yo había hecho, pero después me arrepentí porque podría delatarme, así es que dejé tan solo que siguiera en su maratón sexual. Total, parece que lo estaba pasando bien.

 

Pasaron algunas semanas desde la partida de Eulalia, cuando Clarisa entró en trabajo de parto. Por suerte fue justo en la mañana y yo estaba con ella. No me importó nada lo que otros dijeran, acompañé a la mujer hasta el hospital para estar a su lado cuando pariera.

 

-Tienes que fingir que tienes contracciones… Clarisa va a parir y necesitamos que parezca que el hijo es tuyo…- llamé a Gabriela para activar el plan que habíamos ideado.

 

A las horas, ya todo había pasado y tal como lo habían dicho, resultó ser un varón. Tuvimos que pagarle a una enfermera para que le entregara el bebé a Gaby y dijera que el de la prostituta había muerto en el parto. Luego hablamos con el oficial del registro civil para inscribir al bebé como nuestro.

 

-¿Cuál será el nombre del niño?- me preguntó el administrativo.

 

En ese momento me quedé pensando, porque, aunque sabía que sería padre, no había decidido el nombre del pequeño.

 

-¿Señor?- me volvió a preguntar el hombre y es que me había quedado en blanco.

 

-Ah, sí… disculpe… Se llamará como la madre: Gabriel…- dije sin pensarlo mucho.

 

Es un buen nombre ¿no? Además, aunque ella quiera dejar atrás nuestra amistad, no puedo negar que ha sido muy importante en mi vida y me encanta la idea de tener un pequeño lazo con ella, aunque sea solo de papel.

 

Así, nos convertimos en padres. Ahora hemos logrado nuestro propósito. Solo queda cobrar la herencia y luego de eso, vendrá la hora del adiós, cuando me vuelva a separar de una compañera de vida.


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