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Ni tan casados por jotaceh

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Día 3: Desesperado

No puedo dejar de pensar en Cristóbal, estoy obsesionado y es que creo que es el hombre de mi vida, ese que me va a sacar de este letargo de vaginas y me va a enseñar la hermosura del pene.

Estaba pensando en eso mientras atendía a una paciente.

-Oh por Dios, doctor... Doctor... Tiene una erección... - me dijo la mujer.

¡Mierda! Tanto recordar el cuerpo musculoso de mi amado, terminó pasándome la cuenta y mi cuerpo reaccionó.

-Sabía que era candente, pero nunca para tanto... ¿Quiere que vayamos a algún café al salir? - me coqueteó la vieja, y es que en realidad era una anciana, si la estaba revisando por la menopausia.

Les juro que fue horrible, me quería seducir una abuela, cuando lo único que quiero es que me coja un varón.

Llegó a ser tanta la frustración, que comencé a beber alcohol por despecho.

-¿Estás bien hermano?... - me preguntó Claudio.

-Claro que no... ¿Te cuento un secreto?... Me gusta el pico... - le confesé borracho.

Por un momento me sentí aliviado, por fin le había comentado a alguien sobre mi orientación sexual, tan solo que al rato escuché las risas de mi mejor amigo.

-¿Qué eres maricón? Estás muy ebrio... Si eres el rey de las vaginas, te encantan las mujeres... - se mofó de mi confesión, en una mezcla de burla y alabanza a mi masculinidad.

¿Por qué tuve que ser tan buen actor? Si no hubiera fingido tan bien durante todos estos años, ahora la gente me creería que soy gay.

-Tú no me comprendes.... - le reproché antes de marcharme.

Me fui caminando a mi casa, no lo hice muy bien y es que me movía para todos lados, como si estuviera sobre un barco.

-Alto ahí... Dame todas tus cosas hijo de puta... - un hombre me dijo a mi espalda.

-Ay por fin... Sí, por fin... Tómalo, es todo tuyo... - me bajé los pantalones y me ofrecí a mi salvavidas, a aquel varón que me iba a ser el gay que siempre quise.

-¿Qué haces joto?... Te estoy asaltando tarado... - me volteó el maleante para amenazarme con una pistola.

-Ay si papi, me gusta el juego violento... Métete el arma por el culo... - me acerqué aún más a él para acariciar sensualmente su paquete.

El rostro del ladrón se desfiguró cuando acariciaba su pene desde el pantalón. Estaba feliz, en mi borrachera creía que aquel hombre me iba a penetrar.

-Tú estás loco... Muy loco... - se asustó tanto que terminó huyendo de mí.

-¡No corras imbécil! ¿No ves que ando con los pantalones abajo?..... ¡No te vayas! Te prometo que me dilato rápido, he practicado durante diez años con un dildo.... ¡No me dejes así, hijo de puta! - corrí como pude detrás de mi presa, sin importarme que estaba a culo pelado, mostrando todos mis pudores.

Les juro que no vuelvo a beber alcohol nunca más en mi vida, y es que perseguí al delincuente hasta una concurrida avenida de la ciudad. Allí unos policías vieron nuestra persecución y nos detuvieron a ambos.

-Por favor, lléveme preso... No quiero estar cerca de este maricón... - se entregó a la justicia el hombre, todo con  tal de no follarme. Me sentí la hermana fea.

-Está bien señor, lo llevaremos preso... Pero debe tener en cuenta que adentro de la cárcel está lleno de fletos y mucho más desesperados que este que anda con el culo al aire... - respondió uno de los oficiales, porque parecía que andaban buscando al ladrón hace algún tiempo.

Y ahí me quedé yo, solito en la noche fría y amenazante, con las nalgas congeladas y el pito triste. ¿Será que nunca ningún hombre se fijará en mí? Ay chiquillos, si ni siquiera ebrio pude lograr que un  macho me follara.

 


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