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G|L|O|R|Y por MarLe514

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XIV

Mansión Kim (Joonmyun)

—Buenos días, joven amo. —Saludó cortésmente el mayordomo Jung abriendo las puertas electrónicas, para el amo de la casa que se hacía presente.

Suho había salido a trotar como cada día en la mañana antes de la escuela, por el bosque, tenía los auriculares al máximo volumen, y la capucha puesta. Pero, simplemente pasó de largo, sin siquiera voltear la vista.

El mayordomo sonrió cerrando las rejas luego de que el adolecente cruzara, sin emitir una palabra.

Rodeó el amplio jardín hasta la entrada principal, y sólo ahí se quitó la polera sudorosa dejando su torso marcado a la vista y arrancó los audífonos silenciando la música al instante, camino con paciencia hasta la cocina, había perdido ligeramente el aliento y su tersa piel pálida estaba humedecida por el sudor, al igual que su negra cabellera.

En la inmensidad de la mansión el sonido del cristal partirse en mil pedazos en el suelo rompió toda su paz, haciendo que girara la cabeza en dirección a la entrada de la cocina.

Una nueva empleada miraba con sorpresa el desastre a sus pies. Realmente le había asustado ver al chico ahí antes de las ocho de la mañana, la hora en la que solía aparecer.

Suho clavó sus oscuros ojos en la chica que sin demora se encogió sobre sus pies levantando los trozos y pidiendo disculpas.

—N-no sabía que estaría a-aquí tan pronto... me iré ahora mismo...—jadeó atemorizada, no llevaba ni un mes trabajando, y nunca se había cruzado con el amo de la casa. Según había oído de los demás, Joonmyun-ssi era un joven despiadado.

El chico no se movió de su lugar, lo que impacientó a la muchacha, haciendo más torpes sus intentos por levantar los vidrios.

—Vete. —le dijo de pronto, haciendo que ella soltara de repente un quejido.

—¿Di-disculpe?

—Vete ahora. —repitió la orden con mirada impasible.

Ella tragó saliva negando con firmeza. —Por favor, permítame, recoger este desastre...

—¿No he sido claro? —preguntó con su usual mirada distante.

En el patio, los demás empleados miraron con asombro tras los ventanales de la cocina la insólita escena.

¡Wow, que chico más frío! —siseó el jardinero mirando con pena a la chica de rodillas.

—Va a hacer que ella llore, vaya, que chico más cruel. —cuchicheo la más joven empleada.

—Por favor, no llevo trabajando aquí mucho tiempo, y... tengo hermanos a los que mantengo con el dinero que gano como empleada, por favor...—sollozó ella, sin levantar la mirada.

Suho, no movió un músculo, ni siquiera parpadeó, no quería perderse un segundo de ese momento. Y ante las desesperadas lágrimas de su nueva empleada, ni siquiera sintió un ápice de remordimiento. Simplemente nada.

Ya había sido suficiente de todo ese escándalo, la regla única y absoluta de: Nadie debe cruzarse en mí camino cuando esté en casa, había sido quebrantada. Abrió la boca para repetir lo que había anunciado a sólo unos segundos, pero alguien más se adelantó.

—Oh, esto ha sido culpa mía, no volverá a ocurrir. —Las amables y firmes palabras del mayordomo Jung, atrajeron su atención.

Suho entrecerró los ojos luciendo cansado. —Ella ha hecho pedazos la vasija de mi madre, sabes que debes echarla, ¿no? —suspiró.

Jung asintió. —Por supuesto. Yo me encargaré. —aseguró. —Si no se apresura podría llegar tarde a la escuela.

—No quiero a nadie cerca hasta el lunes, encarte. —Suho cogió el vaso con agua que se había servido y cruzó a la sala sin mirar atrás.

La muchacha miró a Suho y luego al mayordomo una y otra vez esperando que no fuese verdad.

—Ven conmigo, muchacha. —Le pidió, el anciano no dejó de sonreír cálidamente, como si fuera inmune a aquella situación tensa.

—É-él... no lo dijo en serio... ¿verdad...?

«La razón por la que no permito que ellos estén a mi alrededor, no es porque no pueda relacionarme con las personas...»

Subió las escaleras dejando la tediosa tarea al anciano.

«Es porque simplemente no quiero hacerlo.»

No le gustaba estar rodeado de personas cuando se movía por la mansión así que solo debían estar cuando él iba a la escuela. ¿Qué tan difícil era comprenderlo?

Bebió de un sólo sorbo el contenido de su vaso y se dirigió a su habitación, desvistiéndose en el proceso, primero la camiseta empapada y por último los pantalones, llegó a su cuarto de baño y se metió completamente desnudo probando el agua fría sobre su piel ardiente.

Era lo mismo cada día, en su inquebrantable rutina. Era del tipo de personas que le gustaba tener todo controlado.

Permaneció quieto bajo el chorro de agua por unos minutos mientras enjuagaba su rostro, simplemente disfrutando del agua helada atravesar su piel, recordándole lo que se sentía estar vivo. En todos sus años de vida se había sentido dentro de un caparazón, sin sentir nada en absoluto, una insensibilidad casi crónica. No sentía aprecio por nadie, o culpa, o preocupaciones, o ansiedad, o algo.

Era natural para él ser de esa forma, después de todo, desde pequeño había padecido de aquello, los doctores lo identificaban como un Eneagrama de personalidad, y que lo suyo se derivaba más por el desinterés absoluto por las cosas. Por supuesto, al no tener sentimientos o pensamientos de culpa o preocupación turbando su mente, aprender cosas era demasiado sencillo, como estudiar nuevos idiomas o tocar instrumentos, incluso aprender a pilotear un helicóptero o un coche de fórmula uno, era súper fácil. Pero nada de eso le estimulaba, simplemente no le hacía sentir nada.

Por un tiempo se había sometido a algunos tratamientos psicológicos, sugeridos por su padre, como la terapia del sueño o la hipnosis, pero habían terminado siendo una pérdida de tiempo.

Sin embargo, ese año había descubierto que las prácticas de fútbol le hacían sentir algo.

Dolor.

Los huesos, los músculos, las arterias, todo. Sentía dolor y cansancio. Y por primera vez en muchos años, ir a la escuela era divertido.

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Kyemyung High School |3 — B|

Suho permanecía quieto en su carpeta, las dos primeras horas eran casi un desperdicio de su tiempo, Literatura III, con el profesor Bum, esa vez tenían dos obras; La letra escarlata y Hamlet, que por supuesto ya había leído con anterioridad, y por el simple hecho que ocupaban espacio en su biblioteca. De alguna manera debía escoger entre la promiscuidad de una prostituta del siglo XVII, y el homicida sociópata que enloqueció por una alucinación, definitivamente iba por el último.

El maestro Bum proyecto las imágenes de ambas obras en la pared blanca explicando el contexto de ambas, sus regordetas mejillas se agitaban con pasión cuando hablaba a rienda suelta, como si recordara esos momentos en su propia vida.

Suho entrecerró los ojos intentando comprender su fascinación, casi celoso de ese estimulo, pero no podía ser tan optimista, era solo un leve cosquilleo no una sensación en sí. Toda la hora se la paso enfrascado en sus propios pensamientos, con la barbilla apoyada en la palma abierta. 

—Pueden hacer el trabajo en parejas, o de forma independiente, para la siguiente clase quiero el archivo en mi escritorio. Tengan una buena semana. —dijo tomando su maletín y marchándose.

En ese instante todos se movieron de sus asientos empezando a conversar animosamente buscando un compañero.

Un par de chicas hablaban en el otro extremo del salón en murmullos.

—Míralo, es tan guapo. —deliró la más bajita. —Es definitivamente de otra liga... nada comparado con los sapos que abundan este lugar.

—Deberías ir y pedirle que haga pareja contigo. —Le animo la pelirroja codeándole de forma juguetona.

La otra se sonrojo con fuerza. —¡I-imposible! —Alegó mirando en dirección del rostro inalterable del atractivo Kim Suho. —Es... un poco intimidante...—admitió. —Como si le desagradáramos, no quiero que termine odiándome por meterme en su camino...

La otra suspiró. —En serio, los chaebols son aterradores. Aunque Jongin es bastante amable, también me siento intimidada por su belleza...—murmuró con un puchero, recordando al guapo de la clase A. Pero un segundo después agrando los ojos recordando algo. —¡Kyaa! Minya, lo había olvidado por completo. Ayer oí a mi madre hablar con su amiga, y mencionaron algo acerca de los Kim. —dijo con una sonrisa al ver la expresión ansiosa de su amiga. —¿Sabías que Suho no tiene madre? Bueno, oí que murió luego de darle a luz, es por eso que su padre lo aisló en esa mansión.

—¡¿Dices que vive sólo en esa casona?! —Se atragantó con los ojos saltones.

Ella le cubrió la boca chitándole. —¡¿Acaso quieres que también lo sepa el papa?! —jadeó.

Minya negó aun estupefacta. —Hu-hu.

—Bueno, no sé mucho de eso, pero es lo que mi madre dijo. Suho y su padre en serio no tiene una buena relación. Ya sabes, lo culpa por la muerte de su esposa... y creo que él también padece una enfermedad...

—¿Enfermedad? —Una voz a sus espaldas hizo que la sangre se le congelara antes de llegar a la yugular.

Ambas ladearon la cabeza a la derecha de forma mecánica, cuando el imposible rostro pálido de Suho les hizo frente. Sus penetrantes ojos fríos se clavaron en ellas, ninguna habló.

—Termínalo. —dijo con tono ausente, mirándolas desde arriba. —Maté a mi madre, y mi padre me abandonó. —Le recordó. —¿De qué más habló tu madre acerca de mi familia? Cuéntame, que aún no me entero. —su semblante calmo alteró más los nervios de ambas chicas.

La clase entera se detuvo ante la conversación en completo silencio. El príncipe de hielo Suho al parecer podía lucir completamente aterrador cuando se cabreaba.

Pero en realidad no era así, Kim Suho no estaba fingiendo un semblante sereno, en verdad lo tenía, porque aquello no le había perturbado ni siquiera un poco. Sólo sentía un poco de interés en saber lo que opinaban los demás de su familia. Como percibían su situación aquellos que eran normales.

—N-no, yo... no pre-pretendía...

Suho frunció el ceño. —¿Eh? Habla con claridad. —exigió, pues el balbuceo no era una respuesta. 

—¡Perdón! No debí hablar de cosas que no sé...—susurró con los ojos llorosos ella.

Suho vio sus lágrimas empapar sus mejillas rojas, y suspiró. «No tiene sentido.» Desvió la mirada desinteresado, y dio media vuelta, al segundo que el timbre sonaba, indicando el primer receso.

El ambiente se soltó cuando Suho salió del salón, y el mar de habladuría se levantó a su espalda.

El pálido caminó con ambas manos en los bolsillos, no tenía idea de la rapidez con la que corrían los chismes, pero había sido un grato recordatorio de que los buitres estaban a la espera del herido para devorar su carne.

No era mentira lo que había dicho esa chica, su madre murió media hora después de darle a luz, y su padre le había dejado en esa enorme casa cuando acababa de cumplir los once. No sabía si lo había hecho porque lo odiaba, o porque sentía que había sido el culpable de la muerte de su madre, o por causa de su condición. En realidad nunca se lo había preguntado seriamente.

Intento meditarlo. Tal vez, realmente lo odiaba.

El pensamiento de que su padre lo despreciara, no provocó ni un poco de tristeza, suspiró. Valía la pena intentarlo. Ahora sólo quería que la hora de entrenamiento llegara, ansiaba el dolor y el entumecimiento que el entrenamiento espartano del coach le dejaba luego de una práctica. No lo había notado antes, pero le gustaba competir con los chicos del equipo, representaban un desafío y siempre estaba listo para uno.

—Suho-ssi, ¿podemos hablar un segundo? —Una suave voz femenina le hizo detenerse. Ladeó el rostro mirándola sobre el hombro.

Ella lucía un encantador rojo adornando sus mejillas mientras acariciaba su sedoso cabello castaño nerviosamente.

«Ah, ¿eso de nuevo?» Pensó, acompañándola, caminaba dos pasos más atrás estudiándola desde su posición. El ruedo de su fada era alto y sus piernas eran esbeltas y pálidas. Si bien no sentía amor o algo parecido, si sentía atracción sexual.

Cuando ella se detuvo, Suho alzó la vista a sus ojos, esperando las palabras que ya le habían dicho con anterioridad, diferentes rostros.

—Me gustas... ¿Salir contigo...? —Ella miró sus pies completamente roja. —¿Te... importaría empezar como amigos?

El pálido resopló, su expresión no varió entre aburrimiento y cansancio. «Me gustas. Me gustas. ¿Cómo pueden decirlas tan fácilmente? ¿Cómo está segura de eso? Ni siquiera sabe algo acerca de mí.»

—No me gustas, —respondió—sin embargo, aún podemos tener sexo. —dijo sin quitar sus fríos ojos de su rostro perplejo.

Ella retrocedió dos pasos con ambas manos sobre el pecho, luciendo completamente abarrotada de emociones contradictorias. —¡¿Qué?! —chilló sonrojada y furiosa. —¡¿Estás bromeando?! ¡¿Cómo puedes decir algo así sabiendo lo que siento?!

«Aah, ¿no funcionó?» Joonmyun desvió la mirada, bueno, no le sorprendía esa respuesta. Era la primera vez que lo intentaba, pues usualmente sólo las rechazaba.

—Bien, si es todo lo que querías decir...

Pero ella caminó de forma apresurada hasta el chico, y sin darle chance a mirarla, ella le encajó una bofetada. —Tú... ¿acaso no tienes sentimientos humanos?

Joonmyun permaneció con el rostro volteado a un costado cuando ella se marchó, el ardor se extendió hasta su mandíbula.

«¿Qué pasa con esa reacción? Sólo estoy rechazando los pedidos que me parecen excesivos, pero siempre actúan como si fuera un desalmado.» Movió la boca sintiendo el entumecimiento.

Esa chica sí que golpeaba fuerte.

Intento no pensar en eso y continuó caminando, sus pies le llevaron por el interior del campus, los arboles eran tan altos que el aire se sentía fresco y cargado en sus pulmones. En medio de su caminata unos extraños sonidos atrajeron parcialmente su atención, ladeó el rostro hacia la derecha, donde se oía más fuerte, y encontró un grupo de chicos rodeando a otro.

«Una pelea.» Al instante sus ojos reconocieron a uno de ellos. Se detuvo en su lugar observando con curiosidad.

—Maldito, hijo de puta. —masculló el más fornido encestando su puño en el estómago del chino, quien cayó sobre sus rodillas sin fuerzas. —Así aprenderás a no desafiarme. Soy la máxima autoridad aquí... Más vale que vayas recordándolo, chino de mierda.

Su pelo castaño estaba embarrado de tierra, sudor y sangre. El bivirí blanco estaba mugroso y sus pantalones eran un desastre enlodado.

El abusador levantó su puño para volver a encestarlo, pero uno de sus compañero le advirtió de la presencia de Suho a unos metros, con un sutil codazo en las costillas.

—¿Qué demonios haces ahí? Lárgate. —gritó el líder con fastidio mirando a Suho.

El pálido en cambio no se turbo, y menos se fue, sino dio un paso al frente.

—¡¿Qué haces?! ¡Te dije que te fueras!

—¡¿Quieres ser golpeado también?! —secundó su pandilla.

Suho frunció el ceño, dando otro paso de forma desafiante. ¿Quería ser golpeado? La idea le dio risa. Sin embrago, aunque su lógica frívola le advirtió que diera media vuelta y regresara sus pasos, no lo hizo. Tal vez sí estaba ansioso por recibir un buen golpe.

Pero, nada explicó su nuevo comportamiento. ¿Qué le importaba el chico silencioso y problemático del equipo de futbol?

—¿Tú vas a intentarlo? —Preguntó curioso, al segundo chico que le amenazo con darle una golpiza. Su tono frio y escabroso hizo dudar al chico que dirigió una mirada a su líder en busca de ayuda.

—Aah, mierda, ahora te recuerdo, eres uno de los ricos, ¡¿eh?! —Masculló con desenfado. —Larguémonos, no quiero problemas con las familias grandes. —murmuró no sin antes escupir en dirección de Lay, que se había mantenido a tientas erguido, sobre sus rodillas.

Suho los vio desaparecer, con una sensación de insatisfacción, tal vez... había esperado una pelea. Desvió sus oscuros ojos al chico magullado y después de ofrecerle una corta mirada dio media vuelta con intenciones de marcharse, pero en ese instante Lay se desplomó, cayendo como peso muerto sobre la hierba. El sonido sordo de su cuerpo contra el suelo le hizo detenerse y mirar sobre su hombro.

Menuda situación.

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Kyemyung High School |ENFERMERIA|

Suho arrastró a Lay todo el camino desde el campus hasta la enfermería, su cuerpo era más pesado de lo que había previsto, al parecer toda su complexión estaba diseñada con sólo músculos y huesos.

Las piernas de Lay colgaban arrastrando las puntas de sus zapatillas contra el suelo, mientras Suho sostenía sus brazos alrededor de su cuello, sabía que su ropa mugrienta había ensuciado su uniforme e incluso podía oler el aroma metálico de su sangre adherirse a su piel. Abrió la puerta de una patada y ni siquiera se fijó en el encargado, fue directo a una camilla y lo dejó sobre esta sin mucho cuidado.

Vaya, jamás había, ni por asomo, hecho un acto heroico o valeroso por alguien, pero de alguna manera no podía dejarlo morir en ese lugar. ¿Tal vez... su ética moral se lo impedía?

Se sacudió la tierra de su ropa y le observó desde su posición con una mirada irritada y la camisa enrojecida por la sangre seca, en ese momento miró los alrededores, la imagen del lugar desierto hizo que una venita saltase en su frente.

Menuda situación x2.

Se pasó la mano por el pelo, evidentemente frustrado de ese escenario sacado de una mala película. Sus piernas dudaron de si irse en ese instante y hacer como si ese chico no existiera, como lo haría normalmente, pero al oírle gimotear, se detuvo ipso facto. Vio de reojo al chico arrugar su expresión en un agudo dolor, y luego volvió a desmayarse.

«¿Cómo permitiste ser golpeado hasta este punto?» Pensó mirándole con irritación. Algo como la compasión no era algo de lo que hiciera galante uso, pero justo ahora sintió algo muy parecido como un cosquilleo de piedad. El pelinegro sujetó esa leve sensación y la estiró tanto como pudo. Regreso sus pasos mirándole más de cerca, en ese momento notó que su mascarilla blanca se teñía de rojo que al parecer escurría de su nariz.

«Su rostro...» Estiró la mano, y engancho su índice en las tiras de la mascarilla con intención de quitársela. Ahora que lo recordaba nadie en el equipo había visto su rostro, pero antes de desprendérselo por completo, un fuerte agarre se enroscó en su muñeca frenándolo.

Suho desvió la mirada a los incandescentes ojos castaños del chino, que se clavaron como flechas.

—¿Qué... haces? —jadeó en mandarín, su voz salió como un susurro agonizante.

El pálido agrandó los ojos impresionado, pero antes de que pudiera hacer algo, el ruido de la puerta les advirtió de una nueva presencia.

—¡Oh por Dios! —dijo exaltada la enfermera al verlos. —¡¿Otra vez tú?! —se quejó la morena yendo por los instrumentos de curación. —¿No puedes cuidar de ti apropiadamente?

Lay aflojó el agarre en la muñeca del pálido hasta soltarla.

«Lo de hace un rato... ¿qué fue esa sensación?» Suho se apartó, cuando Yuri se sentó sobre la camilla empezando a limpiar sus heridas, le echó un último vistazo antes de darse vuelta y marcharse.

Yuri limpió todas las heridas reclamándole su estado, y cuando hubo terminado se giró dirigiéndose al otro. —Gracias por traerlo hasta aquí, debió ser un pro... blema. —Miro a los alrededores notando que ya se había ido. —Bueno, de todas formas... ¿Quién era él? —preguntó.

Lay cerró un ojo, denotando el dolor que le provocaba el esfuerzo de hablar. —Chi...quillo. —Murmuró recordando su último encuentro en la biblioteca.

Yuri le miró insólita y luego soltó una risa. —Por supuesto...

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Kyemyung High School

Chen tenía los pantalones enrollados hasta las rodillas, era una extraña primavera, y la humedad hacia que su cabello ondulado se esponjara dándole un aspecto gracioso.

—Odio este estúpido clima...— murmuró, mientras Chanyeol tocaba su abultada cabellera maravillado con esa esponjosidad misma de una oveja lanuda. El bajito puso mala cara cuando espantó las enormes manos de Chanyeol de su cabeza. —Si no dejas mi cabeza te morderé. —graznó mostrándole sus caninos.

—Lo siento, es bastante suave. —susurró mirando sus manos con añoranza.

Ambos caminaban a su segunda clase, Química II. Era la clase más aburrida después de Cálculo avanzado. Era una de las pocas que compartían, y no estaban solos, también estaba Luhan, y Suho, del equipo.

Chen pasó junto al pelirrojo en dirección al final, que era su sitio usual, pero él chino se adelantó poniéndole el pie, y si no hubiera sido por los reflejos inhumanos de Chanyeol, Chen habría terminado cayendo sobre el Sulfato de potasio.

—Ugh, mierda...—el castaño se aferró como un gato al brazo del alto, y cuando escuchó la estridente risa de Luhan, sintió la sangre acumulársele en la venita que le saltaba de la frente. —Voy a patear tan fuerte tu cara de mierda que tu madre no podrá recocerte cuando acabe contigo. —Chen lanzó su puño a Luhan, pero Chanyeol le detuvo arrastrándolo al final del salón.

—Ya basta, no pelees. —Dijo con su voz profunda, tirando de su camisa. —Somos amigos, ¿vale?

Chen le mostró el dedo medio a Luhan, y lo paso por su cuello como si lo rebanase. —Sí, sí, solo quiero moler a ese amigo mío...

Luhan en su lugar le lanzo un beso volado, completamente satisfecho de su provocación.

—¿Por qué amas fastidiar a las personas? —Preguntó de brazos cruzados Jaejoong, no es como si fuera una novedad ver a su amigo irritar a otras personas. De hecho, si es que no fuera porque ellos eran primos políticos no serán tan unidos, pues Luhan era... vamos, algo fastidioso.

El pelirrojo se encogió de hombros.—Cuando vas caminando, ¿cuál va primero? ¿La pierna derecha o la izquierda? —preguntó mordisqueando su lápiz.

—No lo sé, solo lo hago. —respondió dubitativo. ¿Qué tenía que ver eso con su conversación actual?

—Exacto. —le miro con obviedad. —No sé cómo simplemente irritar a los demás es natural para mí. —contesto con suficiencia mientras ingresaba el maestro Kim.

Jaejoong le miro acusador.—Pero sabes que después de esto no obtendrás nada útil. ¿Verdad? Y probablemente te ganes muchos enemigos.

Luhan puso los ojos en blanco.—Aquí es cuando no sé si es pierna la derecha o la izquierda, solo quiero darte una patada.

—Ya, guarden silencio... —dijo el bigotudo maestro poniendo una película en el proyector e iniciando su clase.

Jaejoong miró boquiabierto a su amigo, y cuando notó al profesor dándole la espalda se acercó al chino murmurando cerca de su oído.—¿Sabes, Luhan? A veces pienso que debes ser el villano en la historia de alguien. —cuchicheo viendo a sus espaldas como Chen planeaba un homicidio.

—¿Es un chiste? —Sonrió aletargado. —Soy el villano en Mi historia.

Chen partió en dos el lápiz que tenía en las manos. —Seguro que Kyuhyun no me cobra mucho por golpear a este imbécil. —pensó en voz alta con la mirada clavada en la nuca de cierto idiota. Después de todo la idea no parecía muy descabellada pues su tío hacia cualquier cosa por dinero, incluso golpear a un menor de edad.

Chanyeol por su lado rodeaba con ambos brazos al microscopio que estaba empotrado a la mesa, como si lo usara de cojín. —No puedes. Él es nuestro corredor ofensivo. —le recordó.

Chen levantó una ceja con una nueva y renovada sonrisa perversa en los labios. —¿Estás diciendo que si no fuera nuestro corredor, estaría bien hacerlo?

Chanyeol lo medito. —No puedes, y punto...—murmuró casado de tanta reflexión.

Chen chascó los dedos. —Entonces si "causalmente" se rompe ambas piernas, ¿estaría bien para ti? —Preguntó.

El alto no le prestó atención, tenía la mejilla apoyada encima del mirador mientras dormitaba, había estado ejercitándose toda la noche hasta que su mamá regreso de su turno nocturno en el hospital.

Chen se apoyó en su espalda también intentando dormir, pues la asquerosa película de cromosomas que había puesto el viejo Kim era como una nana para dormir. —¿En serio no te preocupa que ese demente este en nuestro equipo? —farfullo con los ojos cerrados.

Chanyeol solo movió sus hombros. —No esta demente. —repuso con voz profunda y adormilada.

El castaño se recompuso mirándole con gravedad. —¡¿Dices que no?! ¡Le puso a su perro como un psicópata! —jadeo exaltado como si fuese un crimen. —¿Hannibal? ¿Quién mierda llama así a un pug? —levanto ambos brazos al cielo con dramatismo.

—Es suficiente, Kim Jongdae, ve a dirección. —Acusó el profesor pausando la fea película.

Chen casi se atraganto con su saliva. —Oh, vamos, ¿¡usted también cree que es muy normal que se llame así el estúpido perro!?

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Yunho había conseguido que una vieja amiga confeccione el diseño para las camisetas, y estaba realmente feliz de que las cosas estuvieran yendo tan bien. Aunque ya casi no tenía tiempo de tener sexo o flojear porque se la pasaba todo el día preparando estrategias, condiciones y dietas para sus chicos, se podía decir que estaba bastante bien.

Cuando revisó el papeleo, en una rápida lectura notó una nueva hoja de permiso que no había visto antes. Se reclinó en la silla giratoria colocando las gafas sobre el puente de su nariz, y mientras más leía su expresión relajada fue endureciéndose hasta convertir su rostro en una pierda.

En ese momento Kyungsoo atravesó la puerta con una caja repleta de viejos equipos que le había mandado traer de la despensa.

—¡Ay, mierda! —bramo, dando un manotazo que hizo temblar el escritorio.

Kyungsoo lanzo la caja por los aires al asustarse. Yunho levanto la vista del papel por fin notando al pequeño manager que probablemente estaba catatónico. Suspiró y se puso de pie tomando su chaqueta, y colocándose correctamente las sandalias.

—Estoy de salida, encárgate de los chicos. —Dijo atropelladamente el adulto con el cigarrillo entre los dientes. —Puedes coordinar con el delegado, y usar la rutina de hoy. —agrego colocándose a tirones la chaqueta con los papeles arrugados en el bolsillo.

—¿Ah? ¡Eh, espere...!

—Te lo encargo. — y sin más salió corriendo por la puerta, dejando perplejo a Kyungsoo.

—Yo... no puedo hacerlo...—susurró a la nada.

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Kyungsoo jamás se había sentido tan intimidado en toda su vida hasta ese preciso instante, él frente a trece enormes chicos llenos de ira y testosterona, que clavaban sus fieras miradas sobre su menudo y escuálido cuerpo.

Ninguno hablaba, estaban esperando saber qué demonios sería del entrenamiento de esa tarde. Y por qué mágicamente el entrenador había desaparecido unas horas antes del mismo.

Se suponía que eran fechas preliminares, eran días sumamente importantes en lo que debían perfeccionar muchas cosas, tenían graves problemas para comunicarse, y joder, ¿qué significaba todo esto?

Jaejoong se aclaró la garganta, y avanzo hasta estar a su altura, le observo con amabilidad y se acercó a su oído. —¿Está bien si yo hablo por ti? —preguntó con tono condescendiente.

El pelinegro desvió la mirada aterrorizada del grupo de chicos, hasta el amable rostro de Jaejoong a solo unos centímetros, y sin poder evitarlo asintió sintiéndose agradecido.

El delegado carraspeó. —El coach tuvo que salir de improviso, pero la práctica de hoy no se ha cancelado, así que vayan a los vestidores y alístense. —Dijo en tono confiado, dando una rápida mirada a los presentes. —Eh... ¿alguien sabe algo de Zhang? —preguntó.

Suho desvió la mirada. —Enfermería. —dijo.

El castaño le miró sorprendido un segundo, pero luego asintió. —Vale, ya se perdió mucho tiempo, andando.

El silencio sepulcral se detuvo dando paso a los comentarios usuales, y chistes. Rápidamente la tensión se dispersó y se movieron a las duchas.

Kyungsoo miró sus pies avergonzado. —Lo lamento... lo arruiné.

Jaejoong sonrió dando palmadas a su hombro. —Ya, ya, descuida, son un poco intensos, pero te acostumbraras. Son así ahora porque luces como un chiguagua temblando. —sonrió. —Cuando puedas mirarlos a los ojos, seguro te aceptaran enseguida. —Le consoló.

Kyungsoo asintió y el castaño se despidió con una pequeña sonrisa corriendo a las duchas con los demás.

Cuando entró escuchó la plática que se sostenía en el interior. —¿Lo viste? Creí que lloraría en cualquier momento. —dijo con una sonrisa Luhan.

—Sí, se ve un poco inofensivo. —respondió Hyunsuk quitándose la camiseta.

Chen se alineó junto al castaño cerca de su casillero. —¿Por qué siempre tengo que ser yo el que te busca? —graznó en tono melancólico.

—¿Eh? —Minseok se giró a mirarlo aún con el torso desnudo. —¿Pr-problemas amorosos? —tartamudeó.

—Ah, no, estoy hablando con mis llaves. —Dijo Chen, aun revisando en su casillero. Maldición, seguramente hoy se quedaría fuera, hasta que algún comercial hiciera levantar el pesado culo de su padre del sofá.

Minseok ocultó una sonrisa aliviada tras la puertilla de su casillero. ¿Estaba bien alegrarse por algo tan insignificante?

—No sé cómo es que aún no renuncia. —murmuró. —Si yo supiera que soy detestado simplemente me daría por vencido.

—No es detestado. —Corrigió Hyunsuk, con el gesto torcido.

—De todas formas, no puedo imaginar lo que se siente ser odiado por tantas personas.

—¿En serio? —Chen cerró de un manotazo el casillero de Luhan.—Oh, vamos, no seas tan modesto, Luhan. —alego con una sonrisa socarrona.

Jaejoong contuvo una risita, al igual que Hyunsuk, y ambos terminaron recibiendo un codazo por parte de un amargado Luhan.

Inesperadamente la práctica fue bastante llevadera, las rutinas eran claras y motivadoras.

Chanyeol y Baekhyun tenían un entrenamiento especial, aquella conexión de esa última vez, debían replicarla, pero había sido un poco más difícil de lo esperado, pues antes no había sido planificado, simplemente había sucedido, casi como un acto reflejo.

Por supuesto el alto estaba más que feliz de entrenar con Baekhyun, sentía que era la mejor manera de conocerse. Y después de todo, su relación no había mejorado ni siquiera un poco, y mucho menos luego de esa noche en Happy Bolozz cuando hizo enojar a Baekhyun.

Envió una mirada al bajito que realizaba sus estiramientos, no sabía muy bien como iniciar una buena charla. Pero sabía que debía disculparse por haberse entrometido esa vez, su madre le había aconsejado que si deseaba hacerse amigo de él, debía empezar pisando terreno firme.

Pero, ¿cómo debía hacerlo?

El bajito sintió su penetrante mirada taladrearle la nuca. Puso los ojos en blanco. —Si me miras así terminaras haciéndole un hoyo a mi nuca. —rechinó los dientes, cruzándose de brazos. —Dime que es lo que pasa.

Chanyeol abrió un poco los ojos, algo sorprendido, al parecer debía adelantar los planes. —Ah, Baekhyun lamento haberte fastidiado esa noche. —Dijo rápidamente.

Baekhyun quedó con la boca abierta sin saber que decir, bueno, eso había sido bastante, muy directo. —Eh... ah, bueno... su-supongo que está bien...—carraspeó. «¡¿Por qué me estoy poniendo nervioso ahora?!»—Como sea, volvamos a la práctica.

 

—El rostro de Baekhyun esta rojo. —y antes de que el bajito pudiera contratacar con alguna frase ingeniosa las enormes y frías manos de Chanyeol le tomaron el rostro. —Oh, esta calientito. —comentó a unos centrómeros de su boca.

El rostro de Baekhyun se encendió hasta los grados Fahrenheit, y sin pensarlo, levanto con firmeza la rodilla encestándosela al alto. —I-idiota...

Por su lado Kyungsoo tomaba los tiempos y calificaba con ojo clínico el desempeño individual de cada uno. No por gusto había leído y estudiado a fondo el deporte hacia solo unas semanas atrás. Cuando había decidido que pertenecería a ese equipo lo decía seriamente.

Estaba en su lugar en la banca, observando a los chicos correr y lanzarse el balón. Era tan sorprendente, la intensidad de sus cuerpos y la fiereza que mostraban en la cancha. El pelinegro desvió su siempre curiosa mirada hasta cierto chico. La razón por la que había trabajado tan duro para lograr pertenecer a ese club.

El nudo volvió a formarse en su pecho, cuando sus enormes ojos negros estudiaron de forma deseosa sus movimientos, la forma rítmica y grácil en la que se movía, como si flotara sobre el césped. Suspiró embobado, apoyando su mejilla sobre la palma abierta.

Luhan hacia un pase cuando divisó al nuevo manager flojear, siguió rápidamente la línea de su mirada y descubrió la razón de su distracción. Una ancha sonrisa se extendió en sus labios cuando cambio el rumbo de su lanzamiento al mismo tiempo que gritaba. —¡Piensa rápido, manager-nim!

Todo el mundo se calló hicso facto cuando Kyungsoo voló de la banca y se fue de espaldas, aterrizando sobre el césped.

—¿Acaso eres un idiota? —Chilló Hyunsuk corriendo hasta el bajito.

—¡Mierda, te juro que no sabía que no podría atraparlo! —Dijo con los ojos bien abiertos. Joder, en serio que no había querido darle en la cara. ¡¿Cómo iba a imaginar que la pararía con el rostro?!

—Ah, está sangrando. —La voz seca de Sehun en su espalda hizo a Luhan pegar un salto, su cara perdió todo el color dejándolo pálido. —Tokki hyung, te excediste.

El pelirrojo ni siquiera se movió de su lugar, podía escuchar el tono reprochador en su voz vibrar en sus oídos, y joder, eso no significaban buenas noticias para él.

Ya todos estaban alrededor del pequeño Kyungsoo contemplándolo.

—¿Te duele en algún lugar? —Chanyeol se puso a su altura viendo su nariz escurrir sangre. Su tono mordaz esta vez se oyó mucho más bajo y preocupado.

—Háganse a un lado. —Chen empujo a los demás hasta llegar al frente. —Me vi todas las temporadas de Grey's Anatomy. —comentó como todo un profesional. —Ahora necesito un desfibrilador y unas mentitas.

Kyungsoo podía oírlos a todos, aun le daba vueltas la cabeza, seguía tendido en el pasto con los brazos extendidos a los lados y la nariz chorreando. Pero no quería abrir los ojos, estaba sumamente avergonzado, quería ser devorado por un Yeti gigante. Simplemente fingió estar inconsciente, eso era mejor que afrontar la desdicha y burla pública.

Kai suspiró caminando directamente hacia él, los muchachos se hicieron a un lado, dejándole pasar, y bajo la atenta mirada de todos, el moreno levantó a Kyungsoo en sus brazos repentinamente. —Lo llevaré a la enfermería. —dijo empezando a caminar en dirección al instituto.

Inmediatamente después los chicos giraron sus miradas asesinas hasta Luhan que dio un brinco cuando los encaro. —Eh... chicos... vamos, ya dije que fue un accidente...

Chen sonrió feliz. —Será un grato accidente cuando mi puño llegue a tu cara de princesa.

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Kyungsoo cerró los puños, intentando de esa forma contener los rápidos latidos de su corazón, el sudor estaba acumulándose mientras apretaba los parpados y la boca. El pecho de Jongin era amplio y cálido, podía sentir su firmeza, aun sobre la ropa.

 

«Ya basta, no... pienses en esas cosas extrañas.»Kyungsoo intento dejar su mente en blanco, se removió ocultando su cara enrojecida en el cuello del moreno, y fue mucho peor pues su aroma hipnotizaste y esa sutil esencia se impregnó en sus fosas nasales, enviando una alerta a todas sus células. Kyungsoo se tensó, mordiendo su labio inferior y juntando sus rodillas casi instintivamente. «Cálmate... si él me descubre... Creerá que soy un bicho raro.»

De pronto Jongin se detuvo, el olor clínico del desinfectante hizo que su olfato ardiera, y enterró su nariz en el hueco de su cuello y hombro, negándose a desprenderse. Aunque había sido una reacción involuntaria, aún no había tenido suficiente de ese acogedor aroma.

—¿Qué le sucedió? —La voz lejana de la enfermera hizo un eco en sus oídos.

—Lo golpeó un balón. —simplificó, su voz se oía aún más perfecta cuando le dejó sobre la camilla suavemente, había parecido como si le susurraba al oído.

Yuri puso los ojos en blanco yendo hasta el despacho a traer más alcohol y vendas. —Ustedes los del club de futbol, sí que adoran ser golpeados, ¿eh? —dijo sarcástica, recordando al chico que había sido arrastrado esa mañana.

Kai miró de reojo a Yuri en la otra habitación cuando se inclinó sobre Kyungsoo, su rostro sereno le hacía lucir aún más atractivo. Levantó la mano y con un dedo acarició desde el mentón hasta las clavículas, la textura resbaladiza de su piel hizo que su dedo se deslizara con facilidad y erotismo.

Kyungsoo se tensó soltando un quejido.

Jongin quito su mano, inclinándose para susurrarle. —Si no despiertas ahora, ella podría ver tus cicatrices, ahora abre los ojos. —su aliento le rosó los labios entreabiertos, y el sabor le hizo agua la boca. Pero al instante después de comprender sus palabras, sus ojos se abrieron como platos.

Kai soltó una risita, metiendo las manos a los bolsillos. —Oh, parece que ya despertó. —comentó dándose media vuelta. —Regresaré a la práctica, cuida de él.

—Sí, sí, gracias por traerlo.

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Yunho había conducido todo el maldito camino hasta el maldito Gangnam-gu, esos papeles no eran nada más que el requerimiento de provocación del comité de la escuela, pues sin él ningún estudiante podría salir de las instalaciones, y menos representando a un club. Por supuesto antes de hacer algo descabellado, como falsificar un documento, había llamado al experto en estafas, Kim Heechul.

¿Cómo había resultado todo?

Actualmente Heechul, su amigo de preparatoria, y amante ocasional se estaba metiendo en la cama del Rector de la Kyemyung High School una de las escuelas más prestigiosas del país. ¡Menuda coincidencia!

Ahora no tendrían que pasar por un extenuante papeleo, simplemente caían en las habilidades de Heechul por complacer a ese estirado en la cama para que firmase un documento que probablemente no leería debido a la habilidosa lengua de su amigo. Estaba seguro de ello.

Y bueno era por eso que conducía furiosamente por las pulidas calles de Gangnam. Su navegador dijo el robótico de vuelta a la derecha y habrá llegado destino. Y así había sido, Yunho observó desde su volvo el enorme edificio que se levanta frente a él, con una ceja arqueada.

Era demasiada ostentosidad.

Apagó su cigarrillo en el estéreo y bajo, al momento que telefoneaba a su amigo.

—Hey, ¿ya estas aquí? —la voz suave y cantarina de Heechul hizo que Yunho tensara la mandíbula.

—Espero que este plan funcione, imbécil. —murmuró subiendo por el ascensor. Como había esperado este le llevo al último piso. Cuando las puertas se abrieron un lujoso pent-house le esperó, con su amigo en bata sonriéndole desde la entrada.

Yunho empujó el papel contra su bonito rostro, apartándole del camino para entrar.

—Claro, adelante. —Dijo sarcástico cerrando tras de sí.

—¿Dónde esta ahora? —Preguntó en tono ausente.

El alto se encogió de hombros. —Salió, estaba de mal humor. —puchereo de forma infantil.

Yunho encarnó una ceja. — ¿Qué hiciste? —preguntó.

—Amo esconder su ropa, y hacer que el la busque por todos lados. —Se dejó caer en el sofá con una sonrisa.

El moreno no espero una invitación camino hasta le minibar y se sirvió algo de wiski. —¿Por qué?

Heechul se mordió el labio inferior. —Así puedo verlo desnudo más tiempo. —Confesó.

El moreno le miró desde su lugar con rostro inexpresivo. —Ya recordé porque me eres tan desagradable. —Se encogió de hombros.—De todas formas, ¿estás seguro de que ese idiota va a firmarlo? —pregunto tomando su trago de una.

Heechul sonrió mono. —Lo hará. Ni siquiera sabrá que lo golpeo. —guiño un ojo.

Yunho sabía a lo que se refería, pues desde la preparatoria hasta hoy, nadie era mejor que Heechul para hacer mamadas, y bueno en el sexo era bastante bueno.

Hecho un vistazo al lugar. —¿Cómo terminaste de esta forma? —pregunto con una sonrisa divertida caminando hasta la habitación. Una enorme cama matrimonial y un yacusi del otro lado.

Heechul sonrió con más viveza. —Nah, es una larga historia. —se jactó.

—Pues voy a estar ansioso de oírla.

En ese momento la puerta se abrió con el usual sonido de la clave siendo desbloqueada.

Yunho lanzo su mirada a la entrada de la habitación y Heechul tuvo que ahogar un grito. —Oh mierda, ¡¿ya está aquí?! —susurró.

Yunho miro a todos lados completamente exaltado. —Será una puta mierda si me obligas a esconderme en el armario.

—Joder, muévete. —Le empujó en dirección a este.

—En serio, si tienen sexo en la habitación, voy a asesinarte. —mascullo cuando el delgado le cerró la puerta apoyando todo su peso en ella.

Siwon asomó la cabeza de repente. —Ahí estas. Deberías responder cuando te llamo. —Compre algo para la cena, si estás hambriento baja a comer algo. —dijo en tono formal.

Yunho se apretó contra la ropa completamente incómodo. No hacía algo como eso desde... bueno desde esa última vez cuando se follo a la mujer del tipo que le alquilaba el departamento. Oh, vamos, la situación estaba complicada y no tenía a donde ir.

Heechul le miró con picardía mientras caminaba en dirección al "jodidamente caliente estirado", como le había apodado cariñosamente, y antes de que este se negase, desató el nudo de su bata dejándola caer al suelo, y exhibiendo su majestuosa figura.

Siwon no pudo hacer demasiado, y su voluntad cedió como un poco de polietileno siendo quebrado.

Cuando los sonidos sexuales se hicieron presentes, Yunho apretó la mandíbula. «Pequeño hijo de perra.»—Lo que hago por esos mocosos...

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Kyemyung High School |Oficina del CEO|

—¿Ni siquiera vas a ir a verla? —la voz exaltada y desesperada de Jongin resonó como un gemido en el enorme despacho.

El hombre frente a él no dejo de teclear en su ordenador, como si las palabras que escribiera fuera lo más importante del mundo.

El menor apretó los dientes con los ojos inyectados en furia y frustración. —¿Escuchaste lo que te dije? Ella será trasladada a casa, y tu...—camino hasta el escritorio y en un arranque de ira lanzo los papeles acumulados de un manotazo. —¡Ni siquiera prestas atención!

Ji Hoon apartó su inescrupulosa mirada del ordenador y le envió una mirada cargada a su hijo que era un mismo reflejo suyo. —¿Tu rabieta terminó? —Preguntó con calma impostada.

A Jongin le temblaron las manos de pura ira. —¿Cómo puedes dormir por las noches? —susurró con la voz quebrada. —Tu esposa... delira, e intenta...—hablar de aquello reveló un punto débil para el adolecente, pero se forzó a decirlo. —intenta suicidarse, pero a ti, eso ya no te importa.

El silencio reinó en el despacho, probablemente la secretaria había escuchado todo, pero que más daba. La tensión se podía cortar con un cuchillo, y entre tanto la lluvia aplacando el ventanal replicaba el latido desenfrenado de su corazón. La exaltación y la furia por poco dominaban el cuerpo del moreno.

De pronto, Jinhoon, suspiró quitándose las gafas de lectura y dejándolas sin cuidado sobre el escritorio. —Bien, ¿has venido hasta aquí sólo por eso? —preguntó sin ganas. —Si ya has terminado, vete, tengo mucho trabajo.

Kai tragó el nudo en su garganta, no se permitió sentirse decepcionado. Se dio media vuelta, tomo su chaqueta del sillón y caminó hasta la puerta, pero antes de tocar la perilla se detuvo.

—Si fuera tú, no me sentiría tan cómodamente detrás de ese escritorio. —Masculló como fiera amenaza, antes de marcharse dando un portazo.

Su respiración no se había regulado, y sus puños seguían apretados, mierda, no podía permitirse ser débil ahora. Camino a grandes zancadas por los pasillos vacíos, escuchando el eco de sus propias pisadas.

Era bastante tarde las clases habían finalizado, y el aguacero había empezado a caer estrepitosamente, adelantando el final de la práctica.

La entrada estaba solitaria y humedecida por la lluvia, entre la fila de casilleros Jongin observó a alguien más aguardando, alejó la mirada de forma brusca, caminado directamente a su estante tomando una sombrilla.

Maldijo internamente, en serio era el maldito peor momento. Sacó la sombrilla de su casillero rápidamente sin darle chance de hablar demasiado.

—Jongin... —le llamó.

—Desaparece. —masculló topándole el hombro al cruzar hacia la puerta.

—Jongin, por favor. —pidió deteniéndole del brazo.

El moreno tenso la mandíbula.—Este no es un buen momento, piérdete, Baekhyun. —masculló como todo su autocontrol le permitió.

—Sé que hoy es ese día. —comentó con cautela. —¿Cómo está ella?

Kai sintió la venita de su frente saltar. —No... pretendas que si quiera te importa. —Negó mirándole con un desgaste emocional que por fin se revelaba en su perfecto rostro sonriente.

Baekhyun sintió un tirón en el pecho al verle tan descompuesto.—¡Me importa! —alego con exaltación y veracidad, pero en ese instante el aire se escapó de sus labios.

El moreno se giró de improviso aplastando su antebrazo sobre su cuello, callándole al instante. —En serio...—las palabras se oyeron como un gruñido animal, intento respirar para controlar su repentina ira, pero no funcionó. —Te lo dije, ¿no es así? —preguntó. —Tú y yo no somos más amigos, así que deja de presionar, o realmente voy a joderte hasta que no quede nada de ti. —Masculló con la cara roja de la furia.

Baekhyun respiraba forzosamente, aferrando sus uñas al brazo de Kai que le presionaba con más fuerza el cuello. —Sólo... estaba preocupado... —siseó con lágrimas en los ojos y la cara hinchada.

Sus ojos se hicieron más pequeños y su frente se llenó de arrugas. —Pues guárdate esa preocupación de mierda para quien la necesite.

—Sé... que todo esto te afecta tanto como... a mí...—susurró con los ojos llenos de lágrimas y la cara morada. —Tu y yo somos iguales...—jadeó.

Jongin le observó con repugnancia, liberándolo.

Baekhyun cayó de rodillas respirando grandes bocanadas de aire.

—¿Somos iguales? —repitió casi sin creérselo. —No me hagas reír... Si tú y yo fuéramos lo mismo... —soltó una risa sardónica. —Entonces tu madre ¡¿no debería estar postrada en una cama también?! Pero en vez de eso, va caminando tranquilamente mientras gasta el dinero que saca de mi familia, para mantener a un bastardo. —su voz empezó a llenarse de rencor. —Si somos iguales, ¡¿entonces por qué ella está agonizando mientras esa perra es feliz?!

Baekhyun no levantó la mirada.

Kai se frotó la cara con fuerza, para luego encestar su puño en la pared. —Por los viejos tiempos, amigo, desaparece de mi vista. — dijo haciendo un énfasis sarcástico en aquella palabra, antes de tomar sus cosas y marcharse.

El castaño no se movió de ese lugar, el suelo rápidamente se humedeció formando un charquito con sus lágrimas. Sus dedos hicieron un puño mientras hipaba.—Realmente lo intento... yo no quiero ser un estorbo para ti...—sollozó. —Pero... ¿qué hago con todo esto que siento por ti?

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Complejo de Departamentos (Yixing)

Cuando oyó el sonido del viejo ascensor en su piso, corrió hasta la sala y apago el televisor, cayendo estrepitosamente sobre el sofá.

Los golpes en la puerta no cesaron, más bien se intensificaron.

Lay se mantuvo quieto, aguardó sentado en el sillón abrazando sus rodillas contra su pecho en completo silencio cuando los golpes en la puerta continuaron, contuvo el aliento, sin responder, pretendiendo que no se encontraba en casa.

Se sentía estresado y ansioso, la punzante sensación usual que sentía antes de pasar por una situación complicada. La casera probablemente venía a echarlo, con ayuda de sus dos hijos fortachones, de seguro por los problemas que esos maleantes que últimamente le asechaban, habían provocado en el complejo. No había esperado que le siguieran hasta ahí. Sumado a eso, sus padres habían decidido visitarlo, tal y como le había prometido en su postal.

Mordisqueo la uña de su pulgar con los ojos cerrados, esperando que todo desapareciera, pero cuando los abrió seguía todo exactamente como estaba.

Sacudió la cabeza cuando notó lo victimizado de su actitud. «Debes hacerte más fuerte.» Se dijo así mismo, animándose. Esa frase que se repetía en los momentos más difíciles, no recordaba quien se la había dicho, pero jamás olvidaría la fortaleza que le daba.

—Aguanta sólo un poco más... —Dijo en mandarín, consolándose.

En ese momento la puerta se abrió de un portazo azotándose contra la pared.

Lastimosamente, no tenía la suerte de su lado, y aquel que acababa de entrar a la fuerza a su departamento no era la casera intentando echarle.

El castaño levantó la mirada inyectada en pánico furioso. —Mal...dición...

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Suho iba de camino a casa, el entrenamiento se había postergado por la lluvia. Y aunque no le gustara que su chofer fuera por él a la escuela, pues le agradaba más conducir el mismo, ahora hacía mal tiempo, y prefería que lo hiciera el anciano que había trabajado toda su vida para su familia.

Apoyó la cabeza contra el respaldar mirando distraídamente por la ventanilla, el aguacero había dejado desierta las calles de la hermosa Seúl, su mirada desinteresada detallaba el gris oscuro había teñido los vivos colores de los altos rascacielos, mientras su mano tamborileaba al ritmo cándido de la sinfonía clásica del estéreo.

En algún momento su mirada impávida identificó entre el óleo de manchas pintorescas una silueta meramente conocida. Se levantó de inmediato sobre su asiento dirigiendo a voluntad su atención al muchacho tendido a mitad de las amplias escaleras de la gran biblioteca, completamente empapado y malherido.

El impulso fue más presuroso que su propia conciencia cuando presionó el botón que le comunicaba con su chofer.

—Detén el auto. —ordenó. Y un segundo después un frenazo hizo chirriar las llantas contraerse en el suelo.

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Era un día frío, las nubes grises habían cubierto el cielo completamente, y el sonido de la lluvia golpeteaba insistentemente en la ventanilla del coche. Sólo el motor y el chapoteo de las llantas contra el asfalto mojado retumbaban en sus oídos.

Había sido un instante de lucidez, pero Yixing entreabrió los ojos y su visión ensangrentada le dio la vaga y nebulosa imagen del sendero que se mostraba a través de la ventanilla, los arboles pasaban a gran velocidad, y la sensación de hormigueo se extendió desde la punta de sus dedos hasta la espalda. Su ropa estaba mojada y se congelaba a cada segundo.

«¿Dónde... estoy?»

Intento recomponerse pero su cuerpo estaba entumecido, sólo en ese momento notó a alguien a su lado, más exactamente bajo su peso. Tenía la mejilla aplastada contra el pecho caliente de ese tipo, increíblemente podía sentir su calor corporal abrazarle la piel expuesta de su rostro, soltó un suspiro helado que salió en forma de vaho cuando intento pronunciar palabra.

De pronto el sujeto a su lado le puso la mano sobre la cabeza aplastándole el pelo en una tosca y algo torpe caricia. —No hables. —Le dijo en tono frío, que misteriosamente le tranquilizó.

Lay no recordaba haber oído una voz similar a esa, eso significaba que era un completo extraño, y pese a aquello, se dejó domar por esa mano en su cabello que lentamente se deslizó por su nuca hasta terminar en su espalda baja.

«Tan... cómodo.» Pensó fugazmente, intentando elevar la mirada para descubrir su rostro, pero su visión fue empañándose hasta quedar en un negro absoluto. El brazo de la otra persona le rodeó cuando le sintió temblar.

Lay suspiró acurrucándose inconscientemente contra él, intentando absorber todo el calor que fuera posible de su masa corporal. Bajo sus dedos, su cuerpo se sentía musculoso y firme, pero incluso de esa forma creyó que seguía siendo muy cómodo.

—Llama al doctor de la familia cuando lleguemos.

«Su voz... si... la he escuchado antes...» Lay no tenía la fuerza para mantener los parpados abiertos, pero se mantuvo consiente. La mano que tenía sobre la espalda estaba tibia y el calor de ella se extendía hacia todo su cuerpo dejándole una sensación de agradable escozor.

—Y manda a preparar un baño caliente... —movió su palma sobre su frente levantando su cerquillo para comprobarlo, el toque le hizo estremecerse. No lo había notado, pero estaba ardiendo. —Tiene fiebre. —La voz rasposa pero amable se escuchó lejana, como si estuviera en el otro lado de un túnel, pero en su momento de basta lucidez un fugaz recuerdo le trajo a la mente un tarde, donde una voz igual de amable y difusa como esa le habló.

Era él, tal vez hacia un año atrás, cuando llegó desde China a Corea por primera vez. Estaba tirado en un callejón cerca del gran bullebar fast. Por un malentendido había sido perseguido por una banda de la localidad y había terminado envuelto en una pelea. Había sido golpeado, pero logró huir y se refugió en los barrios adinerados, donde se echó a descansar junto a una pared.

Al igual que ese día, también llovía.

Se encontraba tendido con la espalda contra la pared de ladrillo, tenía el uniforme empapado y el cuerpo magullado. Sus ojos se cerraban intermitentemente, quedándose dormido por lo exhausto de momentos.

—¿Qué haces aquí?

En un momento de conciencia oyó una voz desde arriba. El sonido de la lluvia contra el paraguas le taladraba el oído, pero por lo menos ya no se mojaba.

—Lar...gate. —jadeó sin fuerzas. ¿Por qué ese país era de esa forma tan violenta?

Él ni siquiera había hecho algo malo y de todas formas había terminado siendo golpeado por esa pandilla. Se sentía asustado, enfadado, frustrado. Era un extranjero en un país nuevo que le aterraba.

El desconocido no pareció entender el mensaje pues no se movió un centímetro.

Al verlo ahí, indiferente a su pedido una extraña furia surgió en su interior. Yixing apretó los dientes mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. —Todos... ustedes... sólo lastiman y lastiman. —se quejó con su coreano básico.

En el salpicadero de la lluvia, logró escuchar como el otro suspiraba. —Si sólo estas lamentándote de tu mala suerte no lograras cambiar nada. —movió un poco el paraguas cubriéndole por completo de la lluvia. —Si quieres protegerte a ti mismo, hazte más fuerte, sólo de esa manera podrás cambiar las cosas. —Murmuró de forma ausente.

Yixing no tuvo nada que responderle, aquello le había parecido tan irresponsable, tan atrevido. ¡¿Qué demonios sabía esa persona?! Lo había dicho con tanta obviedad que le había hecho sentirse avergonzado de no saberlo. Le había demostrado lo débil que era y eso le avergonzaba. ¿Quién era esa persona?

—Ese no es tu asunto...—siseó desviando la mirada. Su sonrojo había superado el pálido frio de sus mejillas mojadas.

Él soltó una risa suave.—Tú... no deberías ser tan orgulloso. —Y sin decirle nada más, dejó su sombrilla sobre su cabeza cubriéndole de la feroz lluvia y se marchó metiendo las manos en los bolsillos de su blazer, y así como apareció también se esfumó.

Yixing volvió a sumirse en el estridente salpicadero de la lluvia mirando atentamente el charco de agua que se había formado a sus pies.

«Más... fuerte. Debo ser más... fuerte.»

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Mansión Kim (Joonmyun)

Suho siguió al médico hasta la salida, por el amplio salón. En el silencio solo los chasquidos de sus suelas resonaban en la quietud.

El adulto observo con pesar la soledad del lugar, y un segundo después la dirigió al muchacho frente a él. —Recuerde no exponerle a estrés, y que beba la medicina eso ayudara a cicatrizar sus heridas. —dijo con tono clínico.

Suho se enderezó inconscientemente. —Me encargaré de todo. —Aseguro en tono maduro entregándole su maletín. Y no mentía, siempre había tenido arraigado el sentimiento de protección, era algo que no podía evitar. Protegía con firmeza lo suyo.

El viejo sonrió dejando una mano amable sobre su hombro. —Has crecido bien, Joonmyun, tu padre estaría orgulloso. —comentó con su tono rasposo por la edad y una mirada bondadosa.

El pálido desvió la mirada de forma indiferente. —Adiós. —dijo. Y cuando el hombre desapareció por el pórtico volvió sus pasos hasta la habitación.

La mansión era amplia y ventilada, el silencio era un requisito para sostener su paz. Cuando estuvo frente a la puerta de la habitación, fue sigiloso al entrar. Al echar una mirada frívola al interior notó como la luz bañaba el piso de madera dejándolo resplandeciente, mucho más que en días anteriores. Bueno, no era una mentira aquello de: Después de la tormenta viene la calma.

Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, suspiró, con la cadera apoyada contra el marco de la puerta. Se acercó a la cama observando desde su lugar al chico que dormía cómodamente en la cama. El vapor se había acumulado sobre el chico manteniéndolo hidratado.

Suho se detuvo a un metro de la cama observándole con ojos distantes, como si lo viera a través de un cristal. Realmente no sabía por qué razón le había ayudado, había sido un impulso irracional. No era un conocido, y menos un amigo, sólo estaban en el mismo equipo, y tal vez se habían estado encontrando más a menudo, pero nada más. Ladeó el rostro a la izquierda observándolo desde otro Angulo, pensando que de esa forma obtendría una respuesta a su conducta insensata.

Realmente, ¿qué ocurría con él?

Inesperadamente su sentimiento de protección había hecho galante presencia cuando le había visto tirado y malherido en ese inhóspito lugar. La vista de ese problemático cangpe siendo ignorado por las personas que caminaban junto a él, la indiferencia que mostraban.

Era la primera vez que había sentido empatía. Que había sentido algo.

La sensación le daba una embriagante de excitación. Su vida monótona, y gris, tenía por fin algo de estímulo. Se acarició el mentón. No podía dejar que ese estimulo enfermara, se infectara y luego muriera.

Se acercó unos pasos más a la cama, viendo el rostro adormilado del chico, luego del baño, su mayordomo había llevado a la tintorería sus ropas, incluyendo su mascarilla.

Para él, era la primera vez que veía su rostro sin esa estorbosa prenda. Analizó las facciones de su cara con cuidado, recordándolas todas, pues probablemente el chico intentara cubrirla cuando despertase.

En un instante se vio preguntándose por qué lo hacía. Y nuevamente esa sensación de interés le hizo emocionarse un poco. ¿Por qué este delincuente le hacía sentir aquello, de todas las personas?

Yixing se removió.

Suho no perdió la vista del movimiento, llevó una mano a su flequillo castaño y lo apartó de su frente. Sus pestañas eran delgadas pero largas, casi tocaban sus pómulos, y su nariz simétrica daba paso a sus labios gruesos de durazno. Era definitivamente una belleza exótica de Catay.

Cuando sus fríos dedos tocaron de casualidad su frente noto lo caliente de ésta, ladeo el rostro algo consternado, toco su frente, la temperatura era mucho menor a la del auto, pero no disminuía.

Bajo las sabanas dejando expuesto su pecho y retiró el termómetro de su brazo. Sí, en efecto la temperatura había bajado. Pero en el momento en que volvía a acomodar las sabanas notó una cicatriz en su torso, justo en el costado de las costillas. Frunció el ceño y apartó toda la sabana mirando su cuerpo desnudo. Lay tenía una excelente complexión, su piel suave se adhería a sus músculos formados y hombros anchos.

La expresión distante y frívola del pálido no cambio cuando, deslizó la mirada hacia abajo, admirando la infinidad de moretones y cicatrices que indicaban la cantidad de peleas callejeras en las que había estado involucrado.

De nuevo.

Una sensación atacó sus nervios.

¿Qué era? ¿Molestia? ¿Repulsión? ¿Ira?

Apretó la mandíbula desviando la mirada. Había sido demasiado para un solo día, volvió a cubrirlo y salió inmediatamente de la habitación.

 


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