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Chilanguitos. por Linlim

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Los despertó el llanto de un niño, se  escuchaba a una mujer regañándolo,  luego se escucho una cachetada, los gritos del niño se incrementaron, al despabilarse  escucharon con mas claridad que la mujer regañaba por algo al infante. Pedro se  levantó  y vio por la ventana.
 
 -De seguro es Tere regañando a su hijo- 
 
-Si, va jalando a su hijo hacía las escaleras,  lleva la ropa creo que hasta sin lavar-
 
-Cada vez que sube a lavar es lo mismo, cuando me la encuentro en las mañanas en los lavaderos, el niño juega, ella se enoja y se desquita con el, no entiendo porque las madres no aman a sus hijos, si ellas decidieron tenerlos-
 
Era obvio que Pablo escupió esas palabras proyectando su propio dolor generado por su progenitora, Pedro no quiso ser insidioso, pero la realidad es que a el su madre si lo amaba, pese a su mal comportamiento, no solía golpearlo. Tan buena fue, que estaba seguro que si ella viviera, los aceptaría a ambos e incluso le ayudaría a cuidar del menor. 
 
-¿Cómo te sientes?-
 
-Como si me hubieran violado- Dijo con un tono cortante y molesto.
 
-Déjame revisarte-
 
-¿Para que?-
 
-Déjame curarte-
 
-¿Para que si mis heridas no pueden curarse? A menos que volviera a nacer las cicatrices nunca van a desaparecer –
 
 Era obvio que no se refería a su cuerpo. Sus ojos se habían tornado verdosos y de un extraño brillo, a Pedro eso le asustaba, no por temor al menor, sino que ante el evento ocurrido, el rubio perdiera su inocencia y su capacidad de perdonar y se viera corrompido por el odio y el rencor. La capacidad de perdonar no implica aceptar ser herido nuevamente, significa soltar el dolor que nos causa daño, pues cuando no se hace esto, el odio pesa mas al que odia que al odiado, el sentimiento se convierta en una losa que nos acompaña y agobia la vida;  cada acto realizado es fiel reflejo de este, cercena las entrañas y agota la vida misma, llevándolo a la podredumbre personal, alcanzando como una ola a los que nos rodean.
 
-Deja al menos  ponerte pomada para que no te arda-.
 
 Aun cuando se habían bañado en el baño público  y lo vio desnudo,  el encuentro no fue tan intimo  y la vez que hicieron el amor, lo hicieron en penumbras, aun había cierta reticencia por parte del menor a que lo viera desprovisto de ropa  ante la luz del día.  Se quitó la cobija con la que se tapaba, no se había vestido no le veía sentido. Pedro al  verlo,  su mirada se ensombreció. Recorrió su cuerpo lacerado y lleno de hematomas, se levantó por una pomada, que yacía olvidada en su vieja mochila y se acuclilló frente a el.
 
-Esta pomada la usaba cuando me peleaba, me quitaba un poco lo adolorido y me hacía desinflar mis chin…fregadazos.-
 
-Desinflamar…-
 
-Eh-
 
-Nada…-
 
Puso un poco de pomada en sus dedos y desde el cuello empezó a untar pequeñas cantidades mientras que hacía círculos con las yemas, pasó por lo brazos que tenía ya extendidos, fue bajando por el pecho y por su vientre, cuando terminó de untar le quedó viendo, su cara del menor estaba carmín,  tomó una cantidad generosa y unto una parte en cada pierna y después empezó a masajearlas con suavidad, Pablo cerró los ojos y agradeció mentalmente , la forma en que lo  tocaba, con suavidad, con paciencia, con respeto, ni siquiera su  madre tuvo delicadeza alguna cuando en numerosas ocasiones se enfermó, la forma en que lo curaba con  tanta parsimonia le hacía sentirse de alguna manera amado, son esas pequeñas pinceladas que fortalecen una relación.
 
La pena recorrió su rostro   cuando le acarició entre los muslos, en ese momento abrió  los ojos asustado.
 
-Voltéate- Agradeció internamente  que haya acabado para que no lo viera, se sentía tan  avergonzado. Sin embargo venía la mayor incomodidad.
 
Empezó a frotarle la espalda y la parte posterior de los brazos, bajo por su cintura, se salto a la parte superior de las piernas, cuando termino, hubo silencio incomodo, no sabía que había pasado, pero después de unos momentos, supuso que ya había terminado o al menos se había terminado la pomada.
 
-No te voltees-
 
-¿Porque?, ¿Qué pasa?-
 
-Te ves lastimado, así que tendré que untarte un poco de pomada adentro-
 
-No es necesario-
 
-Te va a doler, recuerda a vez pasada, si te unto esto sanaras mas rápido-
 
-Bueno ya me has visto, que mas da –se recostó sobre su pecho y aspiró la mayor cantidad de aire posible, automáticamente lo retuvo, al saber lo que seguiría a continuación.
 
-¿Qué pasa? ¿Por que no empiezas?-
 
-Para que llegue hasta “allá” deberás inclinarte un poco, ¿me entiendes?- Dijo Pedro con preocupación, los pensamientos eran ambivalentes, no quería incomodarlo, pero realmente quería que se sintiera un poco mejor, al menos físicamente.
 
Nuevamente aspiró todo el aire posible, se hincó y dejó caer su cabeza en la almohada, los  dedos de el Chilango lentamente empezaron a recorrer su raya desde arriba hasta abajo, bajo por sus testículos,  untó un poco y subió los dedos deteniéndose en su entrada, los retiro y aplicó mas pomada en sus dedos, porque nuevamente los acercó y con sumo cuidado empezó a untar alrededor de esta, ardía un poco, pero los compuestos del ungüento le dejaban una sensación de frescura, un dedo ligeramente resbaló y sin querer, el menor  soltó un gemido.
 
-Perdón no quise lastimarte-rápidamente retiró su dedo, el pensaba que lo había herido, pero realmente le había arrancado un recuerdo de la fatídica noche anterior, la posición le remembro la villanía del sujeto.
 
-Haré café, el pan debe estar duro, pero  el Boss me dio tu dinero puedo ir a comprar mas pan  y leche para que desayunes-
 
-Ese pan esta bien y no se me antoja la leche- No quería pensar que el dinero por el que lo vendieron y sirviera para alimentarlo, aunque le quedaba la duda que es lo que había hecho Pedro el día anterior y porque el Boss le había dado dinero.
 
-Está bien, pero al rato si comerás eh!!! Bonito-
 
Se paró y escuchó  como ponía el pocillo para calentar agua, se escuchaba el chocar de las tazas, la bolsa de papel desarrugarse.
 
-Listo a desayunar-
 
Se acercó al menor que estaba acostado boca abajo y le pasó una camiseta, lo giró y con cuidado le puso un viejo pero limpio  pantalón deportivo, encima una desgastada  sudadera que era de Pedro y solía usar el menor, le gustaba verle porque le quedaba grande pero lo hacia parecer mas a una pareja,  lo cargó para sentarlo en su recién adquirida silla de madera de pino que los poblanos suelen vender. Brincó por el ligero dolor que sintió en su trasero.
 
-Lo siento, no quise ser brusco-
 
-No te preocupes, ya me duele menos, la pomada funcionó- Era mentira.
 
-¿De verdad?, que bueno, te dije que iba a servir.-
 
El día transcurrió, encerrados en ese pequeño cuarto, el menor durmió la mayor parte del día, evitando pensar y Pedro a su lado veló  su sueño, ese día no trabajo, su única preocupación y ocupación fue el menor. 
 
Al caer la noche, le dio un poco de cereal de una pequeña caja, con leche y plátano,  en un plato de florecitas que le había regalado al menor y que tanto le gustaba, el plato era blanco con  pequeñas rosas rojas que lo bordeaban, se lo dio por esa razón, sabía que le gustaban las flores. Son esos pequeños detalles los que enamoran, sobre todo cuando dan a relucir que son basados en lo que nos gusta, porque permite evidenciar que somos escuchados, entendidos, que nos hacen sentir importantes.
 
-¿Quieres salir?-  
 
-No, tengo sueño-
 
Nuevamente el menor se recostó, y Pedro lo hizo  al lado suyo, esta vez si le permitió abrazarlo.
 
-¿Pedro me quieres?  –
 
-Claro que si Bonito, un chingo-
-Pero con todo lo que paso…yo siento que ya no es lo mismo…debes sentir asco de mi…ya no vas a querer…ya sabes…tocarme …porque yo…yo…- La voz de Pablito se quebró y las lagrimas nuevamente anegaron sus ojos.
 
-Bonito, yo se que soy feo, estoy prieto , soy pobre  y pa´acabarla de fregar soy bien burro…no tengo nada que ofrecerte… pos yo soy el que no te merece…-
 
-No Pedrito, no digas eso, yo te quiero mucho, mucho…te lo juro, créeme por favor…- Sollozaba el menor. 
 
-Yo te creo Pablito- Pedro empezó a acariciar el cabello rubio, un poco enmarañado-.Yo pos no se decir palabras como en las telenovelas ni como gente finolis…pero tu me gustas ¿sabes por que?-
 
-No, ¿por que? –
 
-No solo porque tengas tus pelos de elote.- El comentario sacó una risa tímida en el menor. – O porque seas güerito y con ojos de gringo, ni porque tu piel sea suavecita y tu naricita sea tan chiquita y bonita, o porque me gustan tus besos de trompita o porque  tu cuerpo sea tan tibiecito cuando dormimos juntos, bueno también me gusta, pero lo que mas me gusta es que eres bueno, no te enojas con los demás por como te tratan, no hablas mal de las personas, eres bueno, siempre respetas, no dices groserías aunque la gente sea mala-.
 
El menor se acurruco en ese amplio y fuerte pecho y fue acunado en los correosos y delgados brazos del Chilango.
 
-…y no me importa lo que pasó porque no fue tu culpa, tu eres muy bueno y eso nadie te lo va a quitar, eso es lo que mas me gusta de ti … Tu me ves diferente, tu preferiste perdonar lo que te hice y gracias a eso estamos juntos, tu me haces querer ser  no malo o drogo como antes, haces que quiera trabajar y ser pos… decente, tu eres un regalo que de seguro Diosito me envió, ¿como no iba a quererte? yo voy a estar contigo todo el tiempo que tu quieras- El menor sonrió, mientras sorbía un poquito sus mocos, limpiándose con la manga de la sudadera.
 
Pedro  le acarició el rubio cabello hasta que se quedó dormido, la respiración acompasada le generó cierta tranquilidad. Era la primera vez desde que llegaron a vivir ahí que Pablo no se bañó. Al Chilango no le importaba si no volvían a hacer el amor, porque para eso tenía su ´mano amiga´, mientras el menor estuviera con el, eso le haría feliz.  Suspiró  y no pudo quitarse de la mente que tenía que planear una forma más efectiva de protegerle. El domingo lo sorprendió con los ojos abiertos, pero el cansancio lo acunó  durmiendo sin soltar al menor, como si esta fuera su misión.
 
Notas finales: Es un capitulo corto, porque el capitulo completo es muy largo y tuve que dividirlo.
 

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