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Chilanguitos. por Linlim

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Notas del capitulo:

Dedicado a Tsumugui que su comentario me animo a apurarme a escribir.

 
 
-Pedrito…me gusta…así…mas…mas fuerte…
 
-¿Asi?…
 
-Empuja un poco…no…
 
-Me estoy entumiendo…
 
-No te muevas…así quédate…siento mas…
 
-Bonito…pero me duele ya la pierna por estar empujando…me voy a caer….
 
-Es que así me gusta…
 
-Subete…por favor…
 
-No…así como estamos…sino se me va a pasar…
 
-Déjame que me acueste…
 
-No te salgas Pedrito …quiero sentirte adentro…
 
-Solo…así…no te separes…pégate…te cargo…así
 
 
-Es que …
 
-¿Te gusta estar conmigo?
 
-Si…mucho Pedrito…mucho…
 
-Confía en mi…muévete como te guste.
 
La plática era un susurro, un gemido lánguido y entrecortado.
 
Ahí estaba el rubio, estremeciéndose , con pasión , tan lleno de Pedro, el deseo apoderado de su cuerpo, de su pequeño cuerpo, sonrojado, por la pena, por la lujuria, pero no de manera perversa, sino esa que llena cuando se esta enamorado.
 
El movimiento fue leve, pero firme, lento pero constante, acompasando el deseo de los dos. Satisfaciendo ambos cuerpos.
 
Pablo, movía en círculos su pelvis buscando el punto dulce, explorando la nueva posición, sintiéndose  libre de hacer, teniendo el dominio. Sus manos sobre el fuerte pecho de Pedro, que le veía embelesado, ese remanso en su mirada, tierna, cariñosa, amante.
 
Se sintió fuerte, poderoso de su propio placer, estando a horcajadas salió lentamente de Pedro y lentamente regreso a el, una, dos tres veces, perdió la cuenta. Cada que entraba y empujaba un poco, sentía el placer sensual en una pequeña zona, que sentía necesitaba estimular, comenzó a perder el control, la ansia de placer se apoderó de el, las piernas dobladas a los costados de Pedro, siendo acariciadas suavemente.
 
Pedro lo acariciaba con las yemas de sus dedos de ida y de regreso con las los dedos doblados las uñas ásperas contrastaban con la suavidad de la piel del rubio. Que todos los días se encargaba de humectar con las cremitas que el Chilango solía comprarle al menor, porque sabía tenía una piel delicada y le gustaba ver como en las noches el menos se embardunaba con ellas. 
 
 
 Sentado sobre Pedro,  comenzó a impulsar para caer en el, sus piernas servían de resorte para impulsarse así mismo empalándose hasta el fondo, la fuerza y la frecuencia se incremento,  los gemidos se acrecentaron en intensidad y frecuencia, casi al unisonó la mano de Pedro estimulaba su blanco pene, húmedo, lloroso, duro. Cada vez más fuerte, cada vez mas descontrolado.
 
El calor inundaba su cuerpo, las ganas de estrujar con su ano el miembro erguido, que le ofrecía, que le complacía, sintió que llegaba a la culminación del placer, apretaba con una necesidad  apremiante.
 
-Bonito no me aprietes…no voy a aguantar…
 
-Pedrito…agh…
 
-Mmm
 
-Me gusta…así mas…
 
-¿Ya casi?...yo si…ayyyg.
 
-¡SIIIII…TE AM…!-La frase no pudo ser terminada porque el placer lo lleno todo pero también lo vació todo mientras Pedro lo inundo todo.
 
Su respiración agitada, el cuerpo sudoroso, la piel rojiza,  la boca abierta jalando aire por el cansancio, la cabeza echada para atrás disfrutando la prolongación del orgasmo. Mientras Pedro se retorcía, apretando los labios para evitar gritar, aunque el grito emitido por Pablo lo hubiera ocultado. De hecho cualquier ruido podía ser ocultado tras ese grito.
 
Pablo se recostó sobre el pecho de Pedro, mientras la calma llegaba a el. Ambas respiraciones agitadas.  El miembro de Pedro salía por efecto de la gravedad. Se dieron besos suaves, se dieron besos largos, se dieron besos cortos, caricias tibias, caricias amorosas, palabras tiernas, dulces, llenas de amor. Ese era su mayor tesoro que podían compartir, aunque ya compartían vidas. Pablo le llenaba de besos la cara. El era su amigo, su amante, su guía, su protector, su todo. 
 
-Te amo Pedro- Pero El cansancio de haberlo hecho por segunda ocasión lo había agotado, se quedó dormido y ya no lo escuchó.
 
Esa mañana la somnolencia era mayor en el Chilango por las emociones acumuladas. La ambivalencia de la vida. La muerte de la Chula y su significado,  trayendo dolor de una nueva perdida  de Doña Trini, la perdida del amor de pareja del  Juguis, mientras el se inundaba al encontrar lo perdido, ese pequeño,  Pablo, ahora tan suyo y con temor de perderlo. No quería pensar e enfrentar pasar por ese trance, a el no le pasaría.
 
Tras  andar vagabundeando mientras recibía ordenes del Boss, le había pedido entregara un paquete a un taquero, aprovechó a llevar tacos calientitos de cabeza con harto chile, sus dos cocas para ir a ver a su Rubio, pues al salir en la mañana lo sintió afiebrado, pero este dijo que era solo producto del día anterior. En su inmensa ignorancia Pedro creyó, pero no dejo de preocuparse, sin saber que ya hacía dos días el menor se sentía mal.
 
-Pablito,  mira te traje taquitos, están bien sabrosos.
 
El menor yacía acostado, su cara roja, delataba su estado, un ligero temblor se apodero de su cuerpo.
 
-Ves sigues mal.
 
-No Pedrito, estoy cansado, solo eso.
 
-No estas bien.
 
-¿Solo deja me baño y comemos..si?
 
-Pero te ves mal, no te bañes…vamos a un doctor.
 
-No es necesario.
 
-Si lo es…- Pablo se tambaleó un poco al pararse, pero prontamente fue sujetado por el Chilango.
 
-Acompáñame a bañarme- Entraron al pequeño baño, ya mas gris , el tono verdoso se había perdido a fuerza de lavarlo con cloro. La regadera había sido sustituida por una lata más brillante y nueva. El Güero se dejo hacer, fue tallado con jabones en forma de flor que lo dejaban oliendo a rosas mientras su cabello era lavado con un frasquito con olor a fresas. Eran producto de la duda, pero prefería no pensar. La suavidad en el tacto de Pedro al tallarlo, con cariño, pero también con preocupación al ver una especie de salpullido en el menor.
 
-Te duele- Acarició una zona con delicadeza. 
 
-No solo…me pica un poco…me siento algo cansado, solo debo dormir u poco…y ya.
 
El baño bajó su temperatura. Aunque elevó la de Pedro, pero por consideración a Pablo tuvo que aguantarse, en especial a lavar sus partes nobles que a esas alturas ya no eran tan nobles, pues habían iniciado nuevamente una vida sexual hacía apenas dos días.
 
Comieron sobre le viejo colchón. Los tacos envueltos en una bolsa de plástico oscuro, guardaban el calor, devoró rápidamente el Chilango, Pablo degusto lentamente. Disfruto mayormente la coca que estaba escarchada aun por estar refrigerada, el calor interno del cuerpo disminuyó. Calor que no era por el placer sensual desgraciadamente.
 
-En la noche vamos a ir a ver a Doña Trini , me enteré que ya le dieron el cuerpo de la Chula ¿esta bien?
 
-Pero te ves mal…
 
-Estaré bien, solo cómprame una pastilla para el dolor y estaré bien.
 
-Bueno.
 
Y como todo sujeto de estrato económico bajo, trato de curarse con un paracetamol. Y con eso mejoró…solo un poquito.
 
Esa noche, las actividades eran mínimas, el Boss estaba mas ocupado y no le dejaba a cargo nada importante mientras el no estuviera, por ser de menor categoría. Las actividades mas fuertes de venta, distribución a mayoristas , compras, cobros, embargos y venganzas le corresponderían solo hasta que subiera de nivel. 
 
Así que junto con el rubio, se dirigieron a Casa de Doña Trini. Inundada de gente. Porque en algunas  colonias,  en algunos barrios, en algunas vecindades, así como en la alegría de las fiestas la gente se une, el dolor también las hermana, porque a veces el dolor no disminuye con la cantidad de gente, pero la compañía, cobija, ampara, sostiene ante la inmensidad del dolor.
 
Entraron y la vieron sentada al frente del Ataúd. La cara desfigurada por el dolor, el llanto, la mirada perdida, avejentada, cansada. La única razón de no acompañar a la Chula en su camino, era la existencia de sus otros dos hijos. 
 
El altar estaba puesto recargado en un ropero que hacía la división entre la sala y una recamara. Corrido  para dar mas espacio a la sala, amontonando las pertenecías y recuerdos de la chiquilla al fondo. Una foto  de la Chula, de sus quince años, con la mirada triste como anticipando el trance,  se encontraba engalanando el altar, las rosas blancas contrastaban con las de color rosa, el crucifijo y la imagen de la virgen acompañan la foto. 
 
Abrazaron a doña Trini, que agradeció la presencia, salieron a ocupar lugares fuera de la pequeña casa, acompañando a velar el cuerpo. Con el transcurrir de las horas, la gente que solía trabajar, fueron saliendo del lugar. La gente más cercana se quedó. Pablo insistía en quedarse, pero Pedro, sentía como el cuerpo del menor se recargaba sobre el con pesadez. Antes de salir había tomado otra pastilla, pero sentía en su corazón que algo estaba mal.
 
Estaban a punto de irse, después de pasar horas sentados y entumidos, ante la intemperie de la fría madrugada, bajo una lona que publicitaba a  un político y que los cubría del sereno de la noche. Los temblores constantes del cuerpo del Güero y su cara roja lo hacían ver mal, sin contar las ronchas y los ojos rojos.
 
Cuando lo vieron llegar. 
 
Entro, arrastrando los pies, su ropa negra no era tan significativa de luto, como lo era la expresión de su rostro. Las marcadas ojeras, la palidez de su rostro, la sombra en su expresión. Arrastró los pasos, la lejanía del lugar parecía interminable, aunque no fueron más de 2 metros entre la puerta y el ataúd.
 
Las flama de las velas era mecida por el viento suave, el hilo de humo plasmaba formas extraña, ahí, hincada como hacia años rezó a su esposo con la esperanza de la vida eterna , ahora esa esperanza rota rezaba por el alma de su hija. De las manos escurría cada una de las esferas del rosario de madera, cada oración de 10 en 10 sin que disminuyera dolor, cuando alzó la cara,  frente a la caja vio a un joven de cabello rizado, con lágrima surcando sus mejillas sin saberlo lo supo, era la causa de la condena de su hija. Era la causa del  arrebato del suspiro de la vida de su pequeña niña , era la causa de su nuevamente alma adolorida, como no sentir inquietar su sangre el recorrer su cuerpo concentrándose en las manos. 
 
Una mano que fue fuertemente azotada en la mejilla del joven que solo pudo agachar la cabeza, mas que avergonzado bajó la mirada, esperando, recibiendo, golpe tras golpe, como penitencia, no había sido el perpetrador, pero ser la causa era mas que suficiente , no se le permitió que la mano tocara la caja de  lo que quedaba del cuerpo que alguna vez amo, no tuvo oportunidad de ver el rostro mortuorio tras el vidrio , no pudo decir adiós . Pedro lo tomo por los hombros para sacarlo, mientras doña Trini gritaba  improperios,  ya sabía que estuvo  embarazada, no le conocía novio y la presencia de el, el silencio ante sus reclamos se lo confirmó, su prima Mary la sostenía mientras los que estaban dentro le miraban mal.  Juguis lloró en silencio. Lo calló todo, lo aceptó todo, aguantó todo. Por culpa, por amor, por arrepentimiento. Si por casualidad no la hubiera conocido en el burdel  de la Almendra cuando llegó a hacer tarea con la hija de la Yola, ellos no habrían tenido esa corta historia de amor y  eso no hubiera pasado. Un momento, una casualidad cambió la vida de tantos. Sin darnos cuenta, los detalles tan simples pueden darle reveces a la vida.
 
Pedro abrazó al Juguis sacándolo del lugar. El chico era un  zombi. Caminaron hasta su hogar, dejándolo llorar. Cuando estuvo mas tranquilo habló.
 
- Debo irme… vámonos.
 
-No tenemos medios suficientes  para irnos o  a donde llegar, además quien en este momento corre riesgo eres tu, ya no hay tiempo de tener un plan, Pablito está enfermo…no se a donde podríamos ir.
 
-Podrías irte con el si quieres Pedrito…
 
-Ni lo digas…si me voy es por ti, para que el Boss no te haga nada…no te voy a dejar y ni una palabra mas- Concluyó Pedro y el Güero vio la decisión en su mirada, además que su cuerpo débil y adolorido, no le permitía debatir.
 
-Pedro dale  el poco dinero  que tenemos.
 
- Pero Pablito... no lo tomes a mal Juguis pero el está enfermo, podríamos necesitarlo.
 
-No es necesario.
 
- No es mucho pero al menos hará que salgas de la ciudad.- Pablo le entregó el dinero ahorrado, que con mucho esfuerzo acumulaban. No importaba si podía ayudar en algo a su amigo, que también lo protegió a su manera, la gente agradecida, no olvida nunca el más mínimo favor.
 
Le dio un abrazo envolvente al rubio que a gusto de Pedro duró demasiado.
 
-Tienes bien suavecitas las nalgas Güerito- Dijo mientras bajaba las manos a la altura del trasero.
 
-¡No mames Pinche  Juguis no estés chingando!- El Chilango le dio un manazo para alejar las manos de su rubio.
 
-¡Ay no seas celosa mama, también para ti tengo dame un beso!.
 
Dijo mientras paraba la boca de manera exagerada, revirando los labios y fingiendo que lo besaría, mientras jalaba su cabeza y le buscaba la cara, aunque el beso termino cayendo en su mejilla.
 
-Pinche Juguis me echaste babas- Decía mientras se limpiaba la mejilla de manera exagerada. 
 
-Te voy a echar…de menos- Dijo en doble sentido.
 
-¿Vas a irte con tus papás?- La tristeza tomo el rostro del Juguis.
 
-No Güero , no puedo ir y llevarle problemas, me voy a el otro lado-
 
-Pero si ya te fuiste del otro lado- Decía haciendo movimiento amanerados el chilango tratando de disminuir la tensión del momento. 
 
-No pendejo, me voy a ir a la frontera, pero hacía abajo, tal vez a Guatemala. De raid o a ver como pero llego-
 
-Esa bien , cuando puedas llama al Chilango, le dio un papelito-Es su numero.
 
-No tendré teléfono para que el Boss no me rastree.
 
-Nos vamos a ver pronto Juguis, ya veras que si- Dijo Pedro.
 
-Espero que no. Rió el juguis pero sus ojos no lo hicieron, Pedro no le dio importancia al comentario pero Pablo si. Todo el tiempo que bromeó su mirada triste jamás sonrió. 
 
-Buen viaje Juguis.
 
-Gracias Güerito, cuídalo-. Dijo señalando a Pedro.
 
-Bueno tengo que irme- Pedro y el se dieron un saludo de despedida como los dos hombres que eran, como aprendió el Juguis  ya que la masculinidad es directamente proporcional a l volumen del sonido de las manos al chocar  y se dieron un abrazo. A lo bajo le dijo, para que no escuchara el Güero.
 
-Debes llevártelo, peligrará cuando me vaya.
 
El Juguis en su momento fue el sustituto, si el huía le habían amenazado con su hermano o Bryan y al ver anteriormente el interés del Boss por el rubio, temía que ahora lo fuera el menor.
 
 Y se dio la media vuelta yéndose.
 

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