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Chilanguitos. por Linlim

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Pedro llegó al dispensario, con un deseo apremiante de estar a lado del menor, de sentir que vivía, que existía para el,  la amenaza era muy clara, no quería preocuparlo, debían huir, pero no tenia recursos. Sabía lo que tenía que hacer sin saber como hacerlo. Toco la puerta lamentosa, tal vez sonaba así porque anticipaba el sufrir de los demás, toco con insistencia hasta que Edwin tras haber despertado a fuerza del ruido se levantó a abrirle.
 
El médico que ahí vivía, lo dejo pasar.
 
-No debiste venir a esta hora, es muy tarde hay alguien cuidándolo, no es conveniente.
 
Lo miró, derrotado, como cargando el mundo encima, metafóricamente pero realmente físicamente eso sentía. 
 
-¿Qué te pasó?
 
Sin insistirle mucho , le contó  todo, lo necesitaba, ero lo mas saludable  sacar toda la preocupación, con todas las palabras,  sin omisiones , sin temer preocupar o alertar, necesitaba vomitar todos los pensamientos que le generaban malestar mental,  tal cual contó la historia, con cada detalle acompañado de cada emoción, algunas veces hubo   miedo, tristeza, vergüenza, preocupación, dolor,  tal vez duró una hora o una eternidad, necesitaba purgar su mente.
 
Como cuando una uña te molesta en el dedo gordo del pie  y escarbas y sangra y duele, pero al arrancar esa uña enterrada descansas, un alivio doloroso pero placentero. El no descanso, pero al menos lo intentó.
 
 Le dolió cada palabra, cada recuerdo cimentado junto a Pablo en tan poco tiempo  a punto de derrumbarse, contarle la laceración del alma del menor, su impotencia de no poder cuidarlo, su necesidad de huir, la nada, la desesperanza albergada, la construcción de una historia juntos sin un probable final feliz.
 
-Tal vez pueda ayudarte…no lo se,  trataré. Ve con el y descansa…por hoy puedes quedarte- La pena ajena también le entristeció…tal vez.
 
Entró por un pasillo, ya no estaba en la primera habitación de auscultación, estaba en una mas al fondo. Una pequeña cama individual. El único paciente, resguardado por una jovencita, voluntaria, sentada en una silla de plástico con patas de metal, cabeceaba mientras tenía un libro en las manos, sobre su regazo.  Lo pudo ver que era algo sobre el  cuerpo, no entendía que estudiaba sobre el sistema nervios, el era ignorante. Ella, una aspirante a enfermera, técnica, pero por el momento bastaba, su vocación era tan grande como su alma caritativa, al igual que el médico, eras un servicio voluntario, no era necesario que estuviera esa noche ella ahí, pero aun así quiso hacerlo. Ayudar a alguien por el mero gusto de hacerlo la hacía sentir útil.
 
-Puedes irte, yo cuidaré de el-  Con sumo cuidado le tocó el hombro, pero aun así la sobresaltó, ella  escudriñó con extrañeza la cara desconocida.
 
-¿Quien eres?
 
-Me dicen el Chilango…bueno soy Pedro.
 
-Ah ya se quien eres- Antes de dormir, haciendole plática el Güero contó a quien quiso escuchar de el, de su historia y en esta ocasión dentro de su corta historia, pese a sus pesares, pese a su pasado, había algo bueno que contar.
 
¿Ha descrito a alguien a quien ama estimado lector?, suelen hacerse con descripciones exageradas  a los ojos de los demás, pero para el amante, el amado es indescriptible por la profundidad de sus sentimientos, absorto en su belleza existente o inexistente,  le faltan palabras a su vocabulario para enlistar las cualidades del amado. 
 
Pablo describió a un hombre, no en el sentido del género, sino en la extensión  de su significado, un hombre a carta cabal, un hombre hecho y derecho, cumplidor,  en proveer, en cuidar y proteger  y aunque no lo dijo,  hasta en lo sexual. Entre líneas denotaba lo total y completamente enamorado que estaba de Pedro, sin decirlo, lo dijo.
 
 Incluso logró que ella lo admirara y deseará tener un hombre así, en toda la extensión de la palabra, aunque al verlo de frente si le gustaría tener uno de este tipo,  pero de preferencia que no fuera…bueno  ya saben lo que se dice…que pudiera mejorar la raza.
 
-Se quien eres…pero yo puedo cuidarlo, puedes irte a tu casa y descansar, no es grave, solo se debe checar que no tenga mas temperatura.
 
-Yo quiero hacerlo…por favor- Tal vez sintió  el amor, la necesidad o la seguridad en sus palabras  y no quiso refutar.
 
Al salir ella, el se  recostó a su lado, lo abrazó, por la espalda, ya no tenía temperatura, pero se quejaba un poco al dormir, lo atrajo, fuerte hacía su pecho, la postura  del cuerpo de Pablo al estar acostado era en forma de S que Pedro tomo para quedar acoplado a el, quería sentir que era real, que estaban justos, aun, por el tiempo que fuese,  no quería imaginar  o no quería pensar. 
 
El menor ante la opresión en su cuerpo se despertó,  porque  el Chilango no midió la fuerza.
 
-No te oí llegar, pensé que no vendrías- Dijo algo adormitado. 
 
Lo siento no quise despertarte.
 
-Mejor saber que estas conmigo, así me siento mas seguro- 
 
¿ Seguro? No había nada seguro, pero  no quiso decirle nada. No quiso importunarlo, para el, el rubio era de cristal, delicado, frágil y a la vez tan transparente a sus ojos.
Pablo se dio la vuelta, colocado su oído en su pecho, amaba oír  el ritmo de su corazón, el sonido de su respiración mientras dormía,  infiriendo a partir de ello el estado emocional de ese día.
 
-¿Terminaste? ya no regresaras con el  Boss … ¿Verdad?- Sintió el ritmo errático de la respiración, el corazón golpeando con fuerza con un sonoro golpeteo en su pecho. Y sin hablar habló, no siempre la boca es la que cuenta una historia, el silencio mismo contó todo lo que sentía. Verlo en penumbras, el cuerpo cansado, el abrazo necesitado. Lo supo todo.
 
La incertidumbre, el alma zozobrante. El miedo.
 
-No ya no trabajaré para el Boss, ahora duérmete.
 
Pedro le dio un beso en la frente, uno en el parpado, otro en la mejilla, se prometió que solo le daría uno mas, en la comisura del labio, el siguiente resbalo a los labios de lleno, fue simple, no intentaría mas, sino fuera por que el rubio abrió la boca exigiendo mas en ese beso,  estaba bien solo seria uno corto… luego solo uno mas pero fue mas largo, las manos viajaron solas, navegaron por su níveo, suave y cálido cuerpo, lloró, las cosas no estaban bien, la empatía generada por el lazo fuerte entre ellos, hizo que Pablo confirmará en la mirada del Chilango, en la penumbra cual lector de braille.
 
-El Juguis ¿verdad?
 
-Si.
 
 Pablo emitió un sollozo ahogado por un beso, la necesidad apremiante, la posibilidad de una venganza, recordó las palabras del Boss cuando amenazó con ir a la policía a denunciarlo le dijo lo que haría en venganza a parte de dañarlo a el.
 
“…sería ir con tu amiguito el prieto ese del Chilango…algo podría pasarle, ya sabes…en este barrio tan peligroso nunca falta las peleas por drogas, alguien podría madrearlo o…algo peor”  
Siempre lo tuvo  agarrado por los güevos.
 
Pedro lloraba recordando las palabras que le dijo el Boss cuando hizo un trato con el.
 
“Cuidadito y te andes con chingaderas, porque yo no ando con madres cabrón eh, a la primer pendejada que me hagas te parto toda tu puta madre y te mando a la verga   y al Güerito ese pendejo,  lo meto de puta con la Almendra  y me va a valer verga si le saco o no dinero porque lo haré nomas por chingarte”
 
Pedro sabía cosas que Pablo no, Pablo sabía cosas que Pedro no. 
 
Y en el sufrimiento, inmersos en la tristeza, decidieron amarse.
 
Fue sumamente doloroso, pero dolorosamente necesario. La falta de lubricación, el dolor corporal por la enfermedad, el cansancio, pero el cuerpo juvenil lo soporto, era solo la necesidad afectiva de sentir que se pertenecían, creer  que se fundían en uno solo.
 
Uno entregando otro recibiendo, porque el que  se entrega  no es el que recibe la virilidad del otro, el que se entrega es el que ofrece, Pedro se ofreció, entregó su miembro como ofrenda , el rubio la recibió, con el rostro de lado, con las piernas tibias, con sus piernas suaves, con las piernas abiertas y Pedro se entregó por  completo, le entrego su semen, le entrego su ser, le entregó una vez mas su ser, su todo mas allá de su cuerpo y Pablo lo recibió, tembloroso, adolorido, sangrante, pero aun así gustoso, lo amaba y era la forma mas intima de demostrárselo mutuamente.
 
No sabian si ahora en venganza el Boss los atacaría, tal vez seria el sustituto de Juguis si se llegaba a enterar de la verdad. ¿Pero a donde podría ir?
 
El joven medico escucho riendo a lo bajo los gemidos, uno de placer el otro de dolor, pero ambos de amor. Marcó un número en  su celular y esperó pacientemente después de la penúltima sonido alguien contestó.
 
-No me cuelgues…te tengo a alguien…espera … te dará gusto recibirlo.
 
 
 
 
 
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El amanecer llegó,  los amantes la vieron llegar, con muy poco dormir, con el alma derrotada, con los ánimos caídos, con la fe perdida .
 
-Buenos días jóvenes-
 
Pedro rápidamente tapó con la cobija el cuerpo desnudo de Pablo, por un momento perdieron la noción de donde estaban y la fuerza de la costumbre de dormir desnudos después de hacer el amor en su hogar, habían olvidado vestirse.
 
Edwin sonrió y le dio la espalda.
 
-Las señoras del grupo de voluntariado de la iglesia trajeron tortas y atole por si quieren desayunar.
 
-Gracias…ahora vamos- Pablo se aferró a la cobija sintiéndose un poco apenado imaginando lo que el médico había imaginado de ellos.
 
Salieron a desayunar de muy buena gana, con exceso por parte del Chilango y con prudencia por parte del Güero. En silencio, tal vez por la incomodidad de que era un desconocido o porque tal vez lo escuchó. Hasta que Edwin rompió el silencio.
 
-Pedro me ha contado un poco los problemas que han tenido con ese Boss, han sido muy valientes, pero no pueden vivir así ¿porque no lo denuncian?-Pablo se coloreó de rojo por la vergüenza al pensar que ya sabía todo lo que les habían hecho el Boss. Todo era demasiado.
 
-¿Cuánto tiempo tiene aquí doctor?
 
-Bueno como seis meses, vine como voluntario cuando el otro médico se fue.
 
-¿Usted es de aquí?
 
-No, yo no soy de aquí soy de…
 
-Entonces usted no entiende, no sabe ni mierda como se ´mueven aquí las cosas…no tiene ni una puta idea de lo que es vivir con el miedo, ¿ usté cree que soy tan pendejo que no se me ocurrió ir a la policía?
 
-Pedrito no…es que el no sabe, no le hables así- Lo tomó de la mano para tratar de calmarlo.
 
-Usté cree que no lo hubiéramos hecho ya, pero el cabrón está bien parado, la policía no le hace nada, hasta lo ayuda y le cubre sus chingaderas, denunciarlo es ponerte la soga al cuello…yo..yo…
 
-Ya Pedro, el no lo dice por molestarte.
 
-Lo siento, es verdad, yo no se nada, quise darles opciones.
 
Pablo abrazaba con fuerza a el Chilango, que se sentía enojado con todos, el enojo  era una emoción que embarga al ser en su totalidad, que no busca quien se la hizo sino quien se la pague, por desgracia a veces se le cobra a la persona menos indicada.
 
-Lo siento…discúlpeme, me peí y usté doctorcito no tiene la culpa.
 
-Es entendible…miren sino tienen forma de arreglar las cosas o ir con alguien… tengo una propuesta, hay alguien que puede ayudarlos si quieren…hay un lugar que reciben a jóvenes en riesgo de…bueno de muchos tipos…pero  tendrían que viajar.
 
-¿De verdad podría ayudarnos? Los ojos de Pablo se iluminaron.
 
-Si claro, si ustedes me permiten podría regalarles los boletos…si no les ofende.
 
-No es necesario que no los pague, puedo trabajar mucho esta semana y…pues no se ya veré como consigo la lana.
 
-Pero por lo que me has contado Pedro, deberían irse hoy mismo para evitar que…bueno ya sabes.
 
-No queremos molestarlo….-
 
-Pedrito si el nos ayuda…
 
-No Bonito, no debemos ser así…lo juntaré ¿ ya no confías en mí?
 
-Si confío en ti pero deberíamos aceptar, ya luego trabajaríamos los dos y le pagaríamos…yo se que lo harás, pero debemos irnos, no quiero que te pase nada.
 
Los ojos grises opacos de Pablo lo dijeron todo. La foto en su celular le hizo reaccionar, no debía hablar su orgullo, sino su amor al rubio.
 
-Esta bien, ¿Qué debemos hacer?
 
-Solo junten sus cosas. Yo iré a comprar los boletos a la hora que termine la consulta, nos veremos en la Central del Norte, no nos iremos juntos, para que no sospechen, lo veré allá a las 8 de la noche. 
 
-Esta bien, muchas gracias, le pagaré todo, confíe en mi, de veras lo haré.
 
-Te creo Pedro, no se preocupen.
 
-Muchas gracias por todo…de verdad, por cuidarme enfermo …y lo del Chiquilín…y la comida …y dejarnos estar esta noche…y…-Iba numerando con los dedos.
 
-No hay porque agradecer. Pero dense prisa vayan a donde viven para que junten sus cosas y …hagan lo que tengan que hacer, mas tarde nos veremos, no anden mucho por la calle, pero tampoco se queden a donde viven para que no los vayan a buscar.
 
-Si eso haremos gracias- el Güero se lanzó a los brazos de Edwin en agradecimiento, a el Chilango le pareció excesivo, pero no dijo nada, después de todo los estaba ayudando. Como buen hombre le agradeció con un fuerte apretón de manos.
 
 
Pasó el brazo por los hombros de su Bonito y salieron, se miraron a los ojos. Un dejo de esperanza brilló en la mirada del Güero.
 
Una señora llegó con un niño a consulta  al dispensario.
 
-Permítame un momento señora, necesito hacer una llamada.
 
Salió por el pasillo a la parte trasera de la casa, había un pequeño patio, se recargó sobre un lavadero para hablar con tranquilidad.
 
Remarcó el número de celular que anteriormente había llamado.
 
-Hola buenos días…¿Cómo estas?
 
La voz del otro lado del celular  contestó de mal humor.
 
-¡Que humor eh!, lastima que estoy tan lejos, podría darte un masaje para relajarte…no te enojes , cálmate…llame…no cuelgues… solo para decirte que ya todo está arreglado… si de lo que te dije…si sale hoy en la noche…espera a que lleguen mañana en la mañana, te llamare en la noche cuando salgan para darte indicaciones…cuidado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Notas finales:

Mejorar la raza: Buscarse a alguien mas guapo que uno para que los hijos salgan mas bonitos que uno.


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