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Chilanguitos. por Linlim

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Notas del capitulo:  
Dije que había epilogo, este no era, pero se me ocurrió esta tarde, el epilogo ya esta escrito, pero esto sería como el antecedente del epilogo escrito…anyway. ..
 
Dedicado a Victoria una lectorcita que escribió por primera vez.
 
 
Un niño de aproximadamente 10 años se estiró en la pequeña cama individual, se quitó un poquito las lagañas, pero solo un poquito porque una quedó una  colgando de sus pestañas. Era morenito de cabello rizado. El Chino le decían todos.
 
-Ya te levantaste…tan temprano, que hora es
 
-Son las 7 de la mañana.
 
-Aun es temprano.
 
-Si quería bañarme con calma.
 
-Te ves bien …blanquito.
 
-Si , creo tarde mucho…Doña Mati me dio azúcar, me dijo que con eso podía exfoliarme.
 
-Expo…que
 
-Exfoliarme…Quitarme la mugrita acumulada, mira mi cara.
 
Un lindo rostro blanco, con mejillas sonrosadas, terso como el pétalo de una flor, ojos grises y brillantes, labios pequeños y de color rosa. Nariz respingona, cabello rubio  y lacio, poco arriba del hombro, delgado, con vientre plano, pero lo que mas destacaba en el, mas que esa piel nívea, era esa amplia sonrisa, de esas que cuando ves a alguien y te dedica la mirada no puedes mas que contagiarte y sonríes también, sin sentido sin  causa, irradiaba felicidad.
 
-Te ves bien bonito y hueles bien.
 
-¿De verdad?
 
La cama al otro lado del niño, hizo un movimiento mostrando a otro chico de aproximadamente quince años, un niño de nariz afilada pero no tanto como su lengua y sus garras.
 
-Madrugaste…¿por tu Chilango?
 
-No se llama Chilango, se llama Pedro, así solo le dicen sus amigos- Comento el Chino. Pues era bien sabida la existencia de el Chilango por la constante mención, siempre descrito mas como un superhumano que como adefesio. Hay mentes que no olvidan, persisten los recuerdos  a través del tiempo coloreándolos con detalles que al acumularse, resplandecen.
 
-Si, por el, de seguro ya me esta esperando.
 
-Hasta crees, de seguro ya se olvido de ti.
 
-No le creas Pablito, estoy seguro que no.
 
-Crees que después de tanto tiempo sin verte se acuerda de ti, si nunca te visitó en estos años va a estar esperando por ti, de seguro ya se encontró a otro puto a quien coger o…a una vieja.
 
La Garza, como le decían porque era muy picudo, dijo esas palabras con saña, con desprecio, con ganas de lastimar, porque era de esas personas que hasta lo que no se comen les hace daño, es ese tipo de personas que cuando no se es feliz desean que nadie lo sea y por ello roban rescoldos de felicidad de otros, como si esto disminuyera su desgracia, su ruina.
 
Las palabras ensombrecieron un poco la cara de Pablo, apretó  en su mano el peine que estaba usando para desenredarse el cabello. Respiro profundo y trato de confiar, en antaño, en su amor, en todo lo vivido, porque cuando se ama, se cree ciegamente, se espera tontamente, se añora lo vivido sin importar lo acontecido.
 
-El va a venir, quiere mucho a Pablito y siempre cumple lo que promete.
 
-Tu ni lo conoces, no hables pinche Borrego- jaló del cabello del menor que respondió con un manotazo.
 
-El va a venir, estoy seguro-Sonrió, su corazón dio un vuelco, en confiaba en Pedro, su Pedro, pese a que habían pasado dos años y un mes desde la última vez que se vieron. No prometió regresar  por el, lo sabía.
 
-Vamos a desayunar antes de que te vayas.
 
-No, ya me debe estar esperando.
 
-Pero yo nunca te voy a volver a ver…desayuna conmigo por última vez… ¿si?
 
Tendría toda una vida con Pedro, estaba seguro, quería confiar.
 
-Esta bien, pero ya te dije que voy a venir a verte, voy a trabajar de voluntario aquí, ya veras que vendré seguido.
 
-Ridículos…nadie te va a extrañar aquí y nadie te espera allá afuera- escupió la lengua viperina y se dio la media vuelta para no ser cómplice de el afecto que los demás se tenían y que el sentía carecer, pero que solo era producto de su propio comportamiento. Sin embargo estaba tan necesitado de afecto, el era también parte de una sociedad donde  los rescoldos eran olvidados en ese lugar, porque en algunos casos  cuando a los padres les estorban sus hijos y vierten todas sus frustraciones en ellos, van a parar donde pueden darles un rinconcito de algo, de un poquito que es mejor que nada. El después de todo era un producto de esas familias, de esa sociedad.
 
-A ti también vendré a verte, te traeré chocolates que se te gustan tanto- Acarició la cabeza de la Garza, que hizo un ademan de fastidio, pero que en el fondo de su corazón le agradó la idea de que a alguien le importara. Se tapo hasta la cabeza, pues pese a su mal comportamiento, el era el único que lo buscaba y se esforzaba en ser amable con el, por gusto y no por educación o lastima.
 
-Vamos Chino  a desayunar- Acarició el cabello del menor y enredo un dedo en un rizo, le recordaba al Juguis.
 
Desayunaron con un poco de premura, Pablo no podía evitar que una mano invisible estrujará su corazón de vez en vez mientras comía sus lentejas. Entregó su plato, se despidió de doña Mati la cocinera que daba clases de repostería a los niños de ese hogar, para que cuando fueran lanzados a la realidad fría y hostil que es el mundo,  tuvieran un oficio para enfrentar la vida. Ese día no iba doña Rosita, la que daba clases de corte y confección y de cuya clase era el alumno estrella, pero igual volvería otros día. También se despidió de…todo personal existente en esa institución con la firme promesa de regresar.
 
Fue al baño, se cepillo los dientes , se lavo la cara y las manos que seco movimiento innecesario porque  rápidamente se humedecieron de nuevo por los nervios, por felicidad, por desesperación  por el yo que se que. Se vio al espejo y sonrió, su rostro era una fotografía a la esperanza, a la ilusión, mezclándolas y haciéndolas una sola.
 
Tomo una pequeña maleta, con sus pocas pertenencias y se dirigió a la entrada. Ahí estaba Robert. Tenía un pequeño muffin con una vela.
 
-Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, a los niños tan bonitos, te las canto yo a ti.
 
Pablo sonrió por el detalle, ese día cumplía 18 años y por lineamientos del albergue,  ese día egresaría de la institución.
 
Sopló la pequeña vela y mordió el muffin embarrándose un poquito de turrón en la nariz. Roberto sonrió y le dio un fuerte abrazo.
 
-Feliz cumpleaños Pablito, espero sea un gran día.
 
-Es un maravillosos día- Sonrió mientras terminaba de comer su pastelillo.
 
-¿Estas listo?
 
-Desde hace dos años y  un mes.
 
Sonrió hacía la ocurrencia del menor.
 
-Si quieres puedes quedarte mientras en mi casa, no tienes que irte así, ya cuando te asientes en el trabajo o cuando encuentres un lugar donde vivir puedes irte.
 
-Pedro ya me debe estar esperando.
 
-Debes considerar que tal vez el no venga…no quiero se ave de mal agüero…pero es posible, yo no quiero que te sientas mal por ello, sabes que cuentas con mi apoyo.
 
-El vendrá, estoy seguro-Su seguridad era digna de asombro.
 
Robert o lo vio y sonrió.
 
-Esta bien, por las dudas puedes llamarme si acaso…
 
-No será necesario, te lo aseguro.
 
-…Puedes llamarme por si vas a venir de voluntario, debemos hacer el registro y ver en que áreas te asignaremos, los días y los horarios…¿Esta bien?- Le dio una tarjeta con sus datos personales para poder contactarlo.
 
-Si claro, dentro de unas semana, porque por el momento…-Se sonrojó pensando en que primero quería pasar un tiempo con Pedro, platicando, cocinando lo que había aprendido, platicando de lo que había vivido en ese lugar y de lo que había vivido Pedro en esos años sin verse, quería saberlo todo de el  y …bueno haciendo el amor, estaba seguro que Pedro también lo desearía después de tanto tiempo…su Pedro, un suspiro escapo de su boca, añorando el pasado , evocando el futuro, prometedor detrás de esos barrotes.
 
-¿El prometió venir por ti?
 
-El prometió cuidar de mi…el cumple lo que promete- Sonrió de sus propias palabras.
 
-Está bien, te creo.
 
-Bueno debo irme.
 
Caminaron a la entrada, Roberto le pasó el brazo por los hombros del Güero. Tenía un poco de temor, tal vez Pedro no iría a traerlo, desde la vez que lo llevó al albergue solo se presentó una vez después de 4 meses, fue a dejar el dinero del costo de los boletos, pidiéndole que se lo mandara a Edwin, le había preguntado si quería ver al menor, por lo menos tras los barrotes, ya que al no ser familiares no podría acceder a visitarlo, sabía que le daría gusto,  pero el Chilango se había negado, argumentando que así era mejor, se miraba sumamente delgado y maltrecho por el andar en las calles, era muy visible, incluso le había dicho que se quedara con el dinero, que seguro Edwin lo preferiría, pero el aludido dijo que el había prometido pagar y lo que decía lo cumplía.  Una vez entregado el dinero, salió corriendo, nunca mas lo volvió a ver, tenía miedo que el menor saliera lastimado.
 
 
Se acercó al enorme Zaguán blanco, su corazón palpitó, desde adentro volteó a ambos lados de la calle, no lo vio, sus ojos escudriñaban desde el  oriente hasta  el poniente y nada…su corazón podría colapsar sino dejaba de tamborilear con tanta fuerza. Tenía que estar, debía estar, no lo podía abandonar.
 
 
Notas finales:  

Si veo un review publico el epílogo final el lunes, sino…igual publicaré jeje. Saludos. 
 

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