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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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Notas del capitulo:

Volví a demorarme. Mi idea era terminar mis otros dos fics, ya casi lo logro, pero me di cuenta que dejé mucho tiempo sin actualizar este. Una enorme disculpa por eso, han seguido y comentado este fanfic. Por eso quería concentrarme por completo en él. Espero les guste este cap.

Agradezco a Paty, NekoT, Mel, Winteri y Hiyo.

CAPÍTULO XIII: Lo que faltaba

 

Se encontraba desconcertado. Casi decepcionado de sí mismo. Él… él estaba ansiando, y no por cualquier cosa, claro que no. Él ansiaba algo tan específico que lo tomaba desprevenido cada vez que parecía imposible no ceder.


Quería volver a ser tocado por su sirviente. Así eran las cosas.


Una semana había pasado desde que casi fue tomado en el jardín y contra la pared. Había sido aterrador, de no haber sido por una sirvienta que logró tranquilizarlos con una medicina, probablemente hubiera sido un final desastroso.


Pero ahora, cada vez que cerraba los ojos, solo podía verlo a él. A ese desgraciado de Nebuya.


Recordaba su aroma, sus músculos sometiéndolo junto a esa voz tan pecaminosa y dominante. Casi gimió de solo recordar sus palabras. De recordar su orden y cómo su cuerpo quiso complacerlo.


Suspiró resignado como la última vez, debía controlarse. Esa no era una situación en la que él coqueteaba un poco y obtenía lo que quería del Alfa. No, porque ese Alfa ni siquiera debía ponerlo así. Ninguno de los dos tuvo que fijarse en el otro.


Y siendo sincero, él fue el primero en estropearlo. Cerró los ojos, entre la vergüenza y el anhelo de ese recuerdo:


Tres años atrás él había comenzado sus celos. Pero el segundo de ellos fue el que lo desestabilizó por completo. El primero había sido poca cosa, por eso se confió.


Su cuerpo lo había traicionado asegurando que sus celos serían insignificantes. Qué equivocado estaba.


Cerca de las seis de la tarde de aquel día, algo lo azotó por completo. Su cama era incómoda y todo era insuficiente. Se había puesto de pie y caminó directo hacia el jardín. Jadeaba a cada paso.


Hasta que lo vio: ese sirviente novato.


Su cuerpo se condujo solito. Tomó de la muñeca a su sirviente y lo llevó al cuarto de herramientas. Ahí, sin pena alguna, hizo que se recostara para él colocarse encima.


—¿Señorito, está bien? —ah, su voz sonaba casi como la de un adulto— Ah, ¿joven? —se había comenzado a mover desesperado.


—¡Ah, sí! Embísteme, por favor —apretó la ropa y cerró los ojos en busca de placer.


—Joven, esto no…


—Muévete, Alfa —suplicó mirándolo a la cara. Mordiendo su labio inferior. Eso fue todo lo que necesitó para doblegar a aquel sirviente— ¡Ah, sí! Más, dame más —exigió— ¡Ahhh! —gritó al sentir un azote en su nalga izquierda.


—Mierda —escuchó exclamar al moreno, pero no le importó.


—Mmm —gimió cuando el Alfa tomó y apretó su trasero para hacer que se moviera más rápido. Lo sentía, ese falo pidiendo entrar.


Jamás había estado tan excitado.


O al menos eso pensaba cuando, violentamente, alguien lo derribó y azotó contra el suelo. No había sido aquel Alfa, sino una sirvienta.


—¡Largo de aquí! —ordenó al moreno— ¡Si sabes lo que te conviene, lárgate!


Ese sirviente no dudó en largarse de aquel lugar.

 

—¿Pero qué…?


—¡Por favor, discúlpelo! Es solo un joven Alfa, ¡perdónelo! —la sirvienta estaba de rodillas en el piso. Suplicando su perdón. Aunque… si de algo estaba molesto era de que le quitaran el mejor momento de su vida.


—Nadie comentará lo que pasó hoy aquí —sentenció para asegurarse de que nadie supiera de aquella debilidad. De aquel error que cometió con alguien de rango demasiado inferior.


Tendría que aparentar y olvidar. Y lo hizo excelente por años. Pero claro, ahora el idiota había sido Nebuya. Ahora por su culpa no podía olvidar. Solo recordar y fantasear con la continuación de ese momento que nunca podía culminar.


Lo odió por eso. Él nunca suplicaba. Él tomaba y demandaba. Le rogaban, no al revés.


Su cabeza comenzó a punzar. Un dolor incesante que lograba ponerlo de peor humor.


Peor cada vez que veía cómo ese alfa de rango inferior coqueteaba con las otras sirvientas cuando tenía que quitarse la camisa. Su abdomen lucía finamente tallado con el trabajo arduo de cada día. Su piel reverberaba todo lo que no debía desear.


Fue entonces que lo supo, con suma seguridad: no le importaba su estatus, tendría a ese Alfa nuevamente tras él. Solo tenía que hacerlo caer otra vez por más contacto, por más roces.


Después de todo, Nebuya estuvo meses buscando llamar su atención, celándolo. ¿Y ahora? Ni siquiera se dignaba a mirarlo a la cara desde ese día.


Ese sirviente suyo no se le escaparía tan fácil, tenía que darle un escarmiento. Nada tenía que ver con el hecho de que lo anhelaba. Para nada.


***


Kise estaba de lo más contento contemplando un ramo de flores. Era una especie de bienvenida por el trabajo de modelo que había aceptado tomar. En una buena compañía exclusiva para Omegas.


Kasamatsu al final lo había acompañado para asegurarse de todo. Logró convencer a sus padres con el fiel apoyo del Beta, justo porque prometió cuidarlo e ir a todas las sesiones. Kise también prometió no descuidar la escuela y tener un periodo de prueba de tres meses. Sus padres tendrían el veredicto final. Después de todo, seguía siendo menor de edad y era requisito tener la autorización de los padres. Si ellos decidían que no tenía ningún bien a su hijo, no le dejarían ser modelo.


Así que ese día era uno muy bueno, lleno de entusiasmo. Las clases se le hicieron algo lentas, pero su corazón no dejaba de latir y latir; su sonrisa no desaparecía por esa ilusión.


La primera sesión sería en una semana. Por lo tanto, su alimentación debía ser pulcra. Le pidió a sus sirvientes una dieta muy específica. Comenzó a hacer un poco más de ejercicio para afinar su cintura, glúteos. Se depiló. Cuidó religiosamente su cabello.


Su sirvienta le ayudaba con todo eso. Kise se lo agradecía muchísimo, pues no lo miraba como si hubiera elegido la prostitución o algo así. Ya que el otro moreno, Aomine, sí que le miraba mal. Eso le ponía de mal humor, ¿quién se creía que era para hacerle eso? Aun así, no había nada que reclamar, solo era algo que le molestaba, pero no tenía por qué pasar a mayores.


Así pasaron seis días, el Omega estaba contentísimo. Era la mañana de la sesión, temprano se había bañado y claro que Kasamatsu estaba en la sala esperándolo para irse juntos.


En cuanto a sus padres, ellos decidieron no involucrarse de más en eso, les causaba un poco de angustia y algo de pudor que su bello hijo fuera fotografiado y deseado tan públicamente. Pero eso también era una ventaja: Alfas bien acomodados que quisieran cortejarlo y conseguir un buen prospecto.


Kise sospechaba de sus razones ocultas, pero se iba a mantener bien calladito siempre y cuando pudiera cumplir ese sueño. Por lo que, cuando terminó de alistarse, se reunió con su amigo Beta.


Ambos tomaron rumbo al estudio fotográfico. El rubio no dejaba de bromear y tontear. Y así el trayecto se hizo ameno y sin preocupaciones.


Cuando estuvieron frente a esa gran puerta negra y el edificio de color blanco, el Omega sintió por fin que el estómago se le hacía pequeño. Pero no titubeó, eran nervios de los buenos, de los que después te hacían reír.


Entró al estudio con una gran sonrisa, todo lo contrario a la expresión de malestar de su amigo. Pues acechaba a todos con la mirada y se pegaba mucho al Omega.


Los recibió otro Omega con un poco de agua. Llegaron algunas Betas y pronto mandaron a Kise a cambiarse.


Transcurrieron alrededor de cincuenta minutos para que al fin Kasamatsu pudiera ver de nuevo a su amigo. Cuando lo vio no pudo evitar abrir los ojos y sonrojarse un poco. El Omega estaba de verdad precioso. Era ropa de otoño, así que, aunque algo abrigado, se le notaba tan majestuoso. El maquillaje realzaba sus bellísimos ojos ámbar, su cabello parecía danzar a cada paso.


—¿Qué te parece? —le preguntó Kise al estar frente a él— Por tu cara supongo que me veo espectacular —bromeó antes de dar media vuelta e ir frente a la gran cámara y al Omega fotógrafo.


Dio un paso, dispuesto a estar a un metro de su amigo, pero una vocecilla lo detuvo.


—Joven —le llamó una Beta de cabello rojizo y piel tostada. Probablemente de rango III—, le tengo que pedir que espere en los sillones de allá —señaló unos asientos con cojines de color rojo y blanco—. Es por política del estudio, si necesita algo ahí hay un mini refri con bebidas y hay comida sencilla por si gusta.


—Entiendo. Gracias —antes de caminar hacia los sillones, le dedicó una mirada a su amigo para que supiera que él iba a estar allá por si necesitaba algo, a lo que Kise sonrió.


Los siguiente minutos lo único que podía escuchar era la cámara y al Omega dando indicaciones. Estuvo sentado casi unos cuarenta minutos cuando por fin se escuchó un «ya terminamos, cariño».


—Dame media hora para cambiarme y despedirme —pidió el rubio. Kasamatsu volvió a sentarse y a esperar pacientemente—. Listo, gracias por esperarme —habló el Omega una vez estuvo todo listo.


—No hay cuidado —respondió con un bostezo.


—Estaba tan nervioso, pero creo que lo hice bien.


—Claro que sí, te veías asombroso —dijo sin mucha importancia.


—Ni yo me lo creía —abrazó a su amigo con mucho cariño—. En serio fue asombroso. Muchas gracias por acompañarme.


Kasamatsu sintió verdadera felicidad al ver al rubio tan satisfecho. Por eso lo empujó un poco para que le diera espacio.


—Sí, sí. Ahora cómprame algo por mi tiempo.

 ---

Cuando llegó a su casa, sus padres le preguntaron cómo le había ido, si el ambiente era sano y qué tipo de ropa había usado. Suspiraron al escuchar toda la historia: nada vulgar o alarmante había pasado.


Eran ya las cinco de la tarde, salió al pequeño jardín mientras bebía un poco de limonada.


Estaba muy tranquilo hasta que escuchó un sonido seco y constante. Así que caminó hasta encontrar el origen de ese ruido. Al llegar, la imagen frente a él no le pudo parecer más extraña, ¿en qué momento Aomine hacía eso de la casa?


—Creí que estaban enterrando a alguien —dijo a modo de saludo y broma.


—Pues enterraré semillas, joven —respondió sin mirarlo a la cara. Más enfadado que nunca—. Su madre quiere rosales o algo así.


—Ya veo —dio un sorbo. Y sin darle muchas vueltas al asunto, fue al lado de su sirviente y se arrodilló—. Yo pondré las semillas… Aomine —se mordió los labios al hablarle así. Estaba bien, ¿cierto? No podía estarle diciendo «sirviente» todo el tiempo. Recordaba que había escuchado a los padres de Kasamatsu llamar por su nombre a una sirvienta que solía ayudarles y que ella siempre sonreía y se llevaba bien con sus papás.


Tal vez… tal vez él también podía darse ese lujo. No quería que Aomine le mirara mal o le evitara. Y tal vez si le llamaba por su nombre lograría quitarle su enojo.


Tomó la bolsita con semillas y se sonrojó cuando pudo observar a la perfección que el moreno seguía con la mirada en la tierra pero su rostro estaba más rojito. Eso era… invaluable. ¡Él había hecho que ese Alfa se sonrojara con solo decir su nombre!


Su pecho retumbó fuerte y casi jadeó del susto.


—¿Está bien?


—Sí, perdón.


—¿De qué se disculpa? —su voz salió grave.


—De… de nada. Solo perdón si te preocupé.


—¿Por qué debería de preocuparme? Usted está más que seguro —eso que escuchaba tenía de fondo algo más.


—Tú ya no… ya no me hablas como antes. Con tanta confianza —opinó sin mirarlo a la cara. No es como que se conocieran de mucho, pero él había sentido que su trato era de bromearse y picarse. Pero ahora, esos últimos días, algo había cambiado—. ¿No crees?


—No debería haber confianza entre nosotros, joven Kise —cerró los ojos al escuchar eso.


—¿Por qué no? —cuestionó tanteando un poco al moreno.

Escuchó una exhalación de fastidio— Porque soy de rango IV, mi piel es sucia e inferior; soy Alfa, así que en cualquier momento podría atacarlo, podría aprovecharme de algún momento de debilidad. Soy lo peor que hay entre tanta basura.


Kise dejó a un lado el saquito de semillas y rozó su mano con la del otro, ambos arrodillados y sin mirarse— ¿Todo porque eres moreno y Alfa? No suena muy justo —declaró con voz suave—. Pienso que eres alguien en quien confiar. No sé por qué estoy tan seguro que jamás me harías daño. Pero me duele que pienses eso.


—Usted también lo piensa, y está bien —se alejó un poco del rubio—. Créame, que lo diga en voz alta tampoco significa que me sienta inferior. Solo digo lo que los demás dicen; actúo como quieren. Pero no necesito su compasión. Aquí el único dependiente es usted —declaró hastiado. Se puso de pie y vio al Omega desde arriba—. Seré catalogado como la peor basura, pero al menos no como el más débil… como otros —finalizó con odio puro; odio y tristeza.


Al principio Kise estaba desconcertado, pero no dejó que le afectara tanto— Tampoco significa que sea tan frágil —se atrevió a mirar al Alfa para después ponerse igualmente de pie y acercarse a él. Acaricio su brazo, desde el hombro hasta la muñeca, suave y dulce—. Tu piel es preciosa, Aomine Daiki. A mí me gusta —afirmó apenado.


Una sensación de paz y seguridad los invadió a ambos. El Alfa rozó sus dedos con los del Omega. Podía ver de nuevo ese contraste que tanto le había fascinado la primera vez.


Aspiró su fragancia y al mismo tiempo se encontró con los ojos miel más bonitos que había visto jamás— Gracias por llamarme por mi nombre.


***


Mayuzumi se mordió el labio antes de ver cómo entraba de nuevo ese Alfa a la oficina. Tan jovial y tan petulante. No entendía esa fijación que tenía por él. Se notaba inmaduro, egoísta y competitivo.


A pesar de ser de rango I, seguía siendo un Beta; uno hermoso y deseado. Pero nunca visto por ese tal Kotaro Hayama.


Perturbado por ese pensamiento, fue al baño. Lavó sus manos y arregló un poco su cabello. El espejo era enorme y recorría prácticamente desde la puerta hasta el final del baño. Se untó una crema para las manos, también en su cuello. Le encantaba ese olor.


Cerró sus ojos y respiro profundo. Estaba pensando en escribirle a Wakamatsu, llevaban casi una semana sin verse.


De repente la puerta se abrió, dando paso al joven Alfa. Mayuzumi apretó aún más sus ojos y se dirigió a la puerta.


—Oye, ¿qué hace un Omega como tú en el baño? —escuchó que preguntaron, pero no prestó atención. Además, el único Omega en la empresa estaba siempre al lado de Akashi e iba al baño de mujeres— ¡Oye, te estoy hablando, Omega! —jalaron de él y se vio enjaulado en los brazos del otro. Era un poco más chiquito que él, pero eso no le quitaba atractivo.


—¿Qué…? —se cohibió un poco cuando el Alfa le sonrió coqueto.


—¿Venías por diversión? —se quedó callado unos segundos hasta que la mano del otro tomó su cabello.


¿Por qué decía eso si era obvio que ya se habían visto? Si era obvio que le despreciaba por ser Beta.


—¡Suéltame, niño! —espetó— Tan niño que ni siquiera sabe que no es un Omega quien está frente a él, sino un Beta.


El joven se quedó callado y se aproximó al cuello de Mayuzumi— Demonios, pues qué aroma más tentador tienes —declaró en su ensimismamiento.


—¿No escuchaste? Apártate, no me interesa un niño tonto y Alfa además.


Eso sí que logró picarle al otro, quien puso una expresión incrédula— ¿Disculpa? ¿Me estás ofendiendo? Un Beta no tiene derecho a decirme eso. ¿Qué te has creído?


—Alguien a quien le asquean los tipos como tú. Maldito niño —lo empujó y salió del baño con cara de espanto.


Rezaba por que no le siguiera o le gritara frente a todos. Además, le había insultado; bonita manera de coquetear o de llamar su atención.


Definitivamente no sonaba tan mal hablarle a Wakamatsu para que lo mimara y le hiciera delirar de placer.


Pero para su mala suerte, este no le respondió sus llamadas a su oficina, tampoco lo vio en su escritorio. Así que desistió.


A la salida, dispuesto a comprar un café, se encontró con ese joven Alfa al lado de un Omega chiquito, muy lindo. El otro le vio y de inmediato frunció el ceño, volteando a otro lado.


«No puede ser, ahora me odia» pensó exhausto.


Se fue tranquilamente a su departamento. Algo cabizbajo y ansioso por lo que implicaría tratar con ese niño Alfa después de haberle dicho que no le interesaba alguien como él.

 

 

Notas finales:

Bueno, bueno. Espero les haya gustado el cap :)

A mí me encantó el roce de Aomine y Kise jaja 

Nos seguimos leyendo el próximo domingo. 

¡BESOS! <3


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