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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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CAPÍTULO XIX: Preocupación


Despertó con un dolor de cabeza titánico. Contempló una tenue luz atravesar las gruesas cortinas de su apartamento. Era fin de semana por fin. Y vaya que había despedido el viernes de una manera espectacular. Se había conseguido un Alfa junto a su amigo Beta esa noche, aún seguían ahí y Mayuzumi con cautela salió de su cama para beber algo.


Llegó al refri y sacó un jugo de naranja. Tenía demasiada sed.


Ese maldito de Kotaro tenía una resistencia de maratonista. Y él también se acabó yendo con una Omega… amiga del Alfa y del Beta que Mayuzumi tenía en su cuarto. La cosa había estado muy bizarra y algo borrosa. Pero recordaba perfectamente lo que había sucedido. No se arrepentía, al contrario, él sabía que acabaría así porque lo necesitaba. Y vaya que le había servido para desahogarse.


Había sido demasiado delicioso, demasiado duro justo como le gustaba, sin llegar a ser agresivo. Suspiró en cuanto se liberó de esa terrible sed. Ese día no quería hacer nada, sólo comer algo y luego ejercitarse para bajar lo que había comido. Después haría algo del trabajo… o tal vez el domingo que tuviera más energía. No era muy bueno con la resaca, por eso casi no tomaba cuando salía.


Tomó un baño, cepilló sus dientes y dejó que sus visitas siguieran durmiendo.


Así pasó el fin de semana para Mayuzumi, quien no pudo evitar sentirse algo abochornado cuando se encontró con Kotaro en la oficina el lunes por la mañana, con un café para él. Lo cual le pareció extraño.


—¿Y esto? —cuestionó.


—Pensé que seguirías ebrio o con resaca, porque vaya que parecías barril sin fondo —respondió el Alfa sin pelos en la lengua—. ¿Cómo estuvo? Personalmente no me gusta compartir Omegas, ¿cómo fue eso?


Mayuzumi escuchó verdadera curiosidad en lugar de reproche o de asco, así que decidió responderle— Dejé que los dos me la metieran, me gusta ser el pasivo —y zanjado el asunto.


Kotaro abrió sus ojos— ¿No uno de ellos era Omega?


—No, el más alto era el Alfa y el otro era un Beta, ambos de rango II, así que no hay problema.


—Díselo a los anticuados —bromeó—, no sabía que tirabas para ese lado tan naturalmente.


Ese comentario sí logró molestarlo un poco— ¿Qué quieres decir?


—Pues tienes la cara, pero no sabía que fuera por completo —respondió sin intención hiriente, así que el Beta respiró profundo para no molestarse más por ese comentario.


—Entiendo, gracias por el café —dio media vuelta, camino a su escritorio.


—¡Podemos salir este viernes igual! —le gritó Kotaro siempre resplandeciente mientras tomaba camino hacia el escritorio que compartía con los demás estudiantes.


Mayuzumi simplemente asintió en silencio y de espaldas. La magia de la juventud era obvia en el Alfa.


Una vez en su escritorio pudo pensar mejor en lo extraño que era tener a ese Alfa de compañero de bebidas. Era demasiado cómico por no decir lamentable. En unas semanas Kotaro le contaría todas sus conquistas y aventuras. Y en unas semanas esperaba igualmente haber superado su enamoramiento por él. Evidentemente lo que tenía de guapo lo tenía de inmaduro.


***


Murasakibara ya no aguantaba un minuto más con el nuevo empleado, sólo quería pisarlo y usarlo de relleno para algo.


No es que fuera ineficiente, es sólo que no le salía todo como a Tatsuya e incluso el sabor era insípido. Le faltaba algo a pesar de seguir las recetas como se pedían, a pesar de que se veían exactamente igual, NO lo eran.


Se encontraba exasperado, y quien tuvo que aguantarlo fue su novia, pues lo notaba más molesto cada día. Lo sorprendía mirando a otras partes, desconcentrado y sin ánimo de charlas con ella. Lo cual comenzaba a calar en ella y su relación. Entendía que él no era meloso, pero su cambio era demasiado notorio.


Cuando la decisión se tomó, costó menos esfuerzo llevarlo a cabo. Se sentía correcto y sano terminar con esa relación que ella tampoco tenía ánimo de salvar.


Murasakibara lo resintió un poco más, pero su vida siguió con el mismo significado que ya conocía. Así que le tomó unos días regresar del trabajo sin nada que hacer ni con quién hacerlo. Esa había sido su vida antes de tener a su pareja. No podía ser tan complicado regresar a lo habitual.


El martes por la mañana, de camino al trabajo, se encontró con una cabellera pelirroja que conocía a la perfección, porque era la misma cabellera llamativa que solía recoger a Tatsuya del trabajo. No podía estar demasiado lejos.

Así que a unos metros de él, lo encontró. Acompañado de lo que parecía un Alfa mujeriego. Lo tomaba de la cintura e incluso se besaron repetidas veces.


El pelimorado salió de su papel de espectador y de la nada, empujado por los celos y la indignación, caminó rápidamente hacia esos dos. Ni siquiera lo vieron venir, ni el mismo Murasakibara.


—¡¿Me quieres explicar qué es esto?! —exclamó con furia en su voz y en sus ojos.


Tatsuya se hizo pequeño, mostrando su cuello en sumisión— A-Alfa.


—¡¿Por qué dejas que te marque con su olor?! ¿Cómo puedes permitir que alguien que no soy yo lo haga? Omega, me has traicionado —escupió aquellas palabras con dolor. Su Alfa se sentía de esa manera y no podía detenerse. Podía oler al otro Alfa en todo el cuerpo de Tatsuya.


Antes de que alguien más pudiera reaccionar, se llevó corriendo al Omega. En cuanto llegaron a un callejón, el Alfa lo aprisionó entre la pared y él— Por favor, Alfa —suplicó el azabache.


—¿Por qué ahora actúas así, Omega? ¿No deseabas que te cogiera? ¿No fuiste tú quien se preparó para recibirme? —gruñía en lugar de hablar. Tatsuya se dio cuenta de aquel olor picante de inmediato.


Era lo mismo por lo que él había pasado, su tratamiento había sido demasiado rápido. ¿Por qué en el Alfa habían demorado más los efectos? Y lo más importante ¿cómo podía parar a un Alfa?


Uno que no quería escuchar.


—Alfa, tranquilo —pasó saliva—. Soy tuyo, sólo tuyo. Tu deber es protegerme, ¿cierto? —lo acarició con cautela, desprendiendo su aroma para tranquilizar al otro—. Podemos ir a tu casa, ahí saciaré tu hambre.


Con eso el Alfa pareció calmarse, contento de que su Omega quisiera complacerlo. Y mientras más se calmaba, más comenzaba a quemar su cuerpo. Ardía demasiado.


Pero no tomó mucho tiempo para que una ambulancia llegara donde ellos. Pues Tetsuya había observado todo y gracias a Kagami, que los había seguido, pudo llamar a los médicos para tratar a ese Alfa salido de la nada y dispuesto a lastimar a uno de sus alumnos.


Lo inyectaron y se lo llevaron. Kai llegó al lado de Tatsuya, quien suspiró de alivio.


—Ven, te llevaré a tu casa —le propuso su novio, pero él negó con la cabeza.


—Debo acompañarlo, fui quien lo causó, además de que lo conozco y es importante para mí. Será rápido, lo prometo —besó en los labios a Kai y se subió a la ambulancia, lo cual desconcertó un poco a los que iban adentro, ¿por qué un Omega querría ir con su atacante?


***


En cuanto la ambulancia se fue, Kagami se acercó a Tetsuya. Intentando apartarse un poco de la multitud.


—¿Estás bien, Kuroko? —le preguntó con preocupación, tomando su rostro sin pensarlo mucho. Ya que había visto terror en los ojos del maestro cuando vio cómo un Alfa se llevaba a un alumno en sus narices— No te preocupes, esos dos se conocen y seguramente a ese gigante le entraron los celos.


—¿Qué? —cuestionó sin entender mucho.


—Era el exjefe de Tatsuya —Kuroko hizo una cara de conectar los puntos que a Kagami le pareció adorable—. Hace poco a Tatsuya se le alteraron las hormonas por las pastillas y se le lanzó a su jefe, y ahora fue al revés. Creo que hay gato encerrado.


Finalmente el Omega comprendió mucho mejor la situación, atando cabos y con la ayuda de Taiga— Pero qué situación más desastrosa —fue lo único que atinó a comentar, algo apenado por la situación que estaban pasando esos dos—. Me alegro que se haya solucionado, no sé qué hubiera hecho sin tu ayuda, Kagami —acarició sutilmente su brazo, lo cual generó una reacción de susto en ambos y de inmediato Kuroko se alejó—. Lo siento, pero en serio, gracias por tu ayuda. Eres un buen Alfa que cuida a sus seres queridos —sonrió con ternura, casi con anhelo hacia Taiga.


El pobrecito casi tenía el color de su cabello en toda su cara del entusiasmo, tanto, que le fue imposible mantener la boca cerrada o siquiera pensar en lo que iba a decir. Le salió automáticamente— ¡Por favor sal conmigo! —le gritó a Kuroko, Kagami pudo procesar mejor lo que había dicho y bajó el tono de voz, viendo a los lados para asegurarse que nadie lo hubiera escuchado—. Quiero decir, en menos de dos semanas cumpliré la mayoría de edad y… ya que no soy estudiante en la misma escuela…


Pero antes de que pudiera seguir hablando, fue interrumpido por Kuroko—Somos de diferentes rangos, Kagami, la edad y dónde estudies no importa, excepto eso —respondió sin tapujos el Omega.


El Alfa sintió un dolor muy real atravesar todo su ser. Pues era cierto, no lo había pensado antes quizás por el exceso de confianza— Pero… todo lo que ha pasado es verdad, lo he sentido —aseguró tocando su pecho.


Kuroko sintió que se desgarraba algo dentro de él, no podía verlo a la cara sin tener ganas de llorar. Sólo quería abrazarlo y restregarse contra el Alfa para que le diera cariños. Era un lujo que no podían permitirse— Yo no he sentido eso, se te ha olvidado que eres un Brown sugar, eres un Alfa de rango III; yo soy un Omega de rango I. Eso no se puede cambiar.


Kagami lo tomó de las manos— ¿Me estás diciendo que cada vez que sentía cómo mi corazón se aceleraba al ritmo que el tuyo… era mentira? —miró con ojos de súplica al Omega.


Kuroko cerró sus ojos, debía hacer lo correcto. Si algo le pasaba a Kagami, jamás se lo perdonaría— Así…


—Mi Alfa me grita que esté a tu lado, me dice que tú eres… —pasó saliva antes de decirlo— tú eres mi destinado. No puedo imaginar compartir mi vida con alguien más que no seas tú. Por eso no me digas que el rango es lo que te impide quererme, Kuroko —sus ojos comenzaban a volverse cristalinos, hablar le dolía y su pecho pesaba más que nunca.


Así no era como había planeado hacer las cosas, él incluso había imaginado que Kuroko se lanzaría hacia él de felicidad cuando le dijera sus sentimientos. Y todo esto jamás lo había previsto; algo totalmente opuesto. La realidad chocó frente a él de una manera abrupta como un tropiezo directo al suelo.


El Omega no resistió más, sabía lo que pasaría si se quedaba más tiempo ahí. Así que siguió su instinto, se soltó de Kagami y corrió en dirección hacia la escuela. No era algo que su Omega quisiera enfrentar en ese momento, porque sabía que caería de bruces y las consecuencias tendrían todo el peso en él.


El pelirrojo observó cómo su amor huía de él sin mirar atrás. Se sentía perdido y sin saber qué hacer. De reojo pudo observar cómo algunas personas habían observado la situación y eso le chocó profundamente; pudo observar miradas de alivio y otras de asco; muy pocas de tristeza.


Ese era su mundo, tal y como le había explicado Kuroko. Sólo importaba tu color de piel; tu rango.


***


Mientras tanto, una semana había pasado desde aquella petición de Aomine por ser pareja del rubio. Y claro que Kise le había dado su respuesta al día siguiente con gran alegría e ilusión: un rotundo sí. Así que esa primer semana había sido de ensueño. Seguían teniendo mucho cuidado para que nadie los viera. Los besos subían de intensidad al igual que las caricias. Se sentía muy bien dejarse ir.


Sólo que, nuevamente, el movimiento de igualdad cada vez con más fuerza, atentaba en convertirse en algo agresivo por la respuesta que el gobierno estaba teniendo. Encarcelaban a quienes pudieran y el día anterior había tenido de resultado un muerto. Generando una ola de demandas y enojo.


Esto ocasionó que Kise se preocupara por su novio, en cualquier momento podían tomarla en contra de todos los de rango inferior, y Aominecchi formaba parte de ese grupo. Sabía cómo eran sus padres, se dejarían llevar por los rumores y despedirían a los de piel más oscura para evitar problemas. Estaba sumamente nervioso.


A eso de las seis de la tarde, cuando las nubes tomaban un color púrpura, fue a donde el Alfa. En el almacén de jardinería. Llegó, cerró la puerta y lo abrazó fuertemente, dándole un beso en el cuello— Aominecchi —susurró en su oreja.


Una sonrisa pícara fue lo que obtuvo— Kise —saludó de vuelta mientras se volteaba para poder besar al rubio. Metió su traviesa lengua en esa cavidad que gimió por él. Podía notar nervioso a su pareja, así que coló sus manos en su camisa—, ¿qué estás pensando? —mordió su oreja.


—Ahm, no me muerdas —pidió bajito—. Es sólo que…


—¿Qué? —apretó esa cintura hasta volver a oír ese gemido tan delicioso. Mordió el labio del rubio mientras lo pegaba a su cadera— ¿Qué te está preocupando? —soltó al Omega para que pudiera hablar.


Kise lo observó un momento antes de responder— ¿Viste lo que pasó ayer en la marcha?


De inmediato Aomine cambió su semblante— ¿Qué tiene que ver?


El rubio se acercó nuevamente al más alto— No puedo evitar preocuparme por ti, Aominecchi —confesó—. Ya todo afuera está cambiando y… se volverá peor —apretó los labios—. ¿Qué puedo hacer para que no te pase nada?


Aomine lo comprendió y abrazó al Omega— Sólo sigue como ahorita, te aseguro que aunque las cosas estén más tensas, yo estaré bien porque no planeo dejarte en manos de otro —le sonrió—. Soy muy posesivo y sé perfectamente que tú eres mío —besó a su novio—. Si me permites, quiero dejarlo más claro.


El rubio no comprendió del todo sus palabras, hasta que el Moreno le insinuó bajar su pantalón. Lo hizo sonrojarse, pero lo permitió. Dejó que el Alfa lo volteara, dejándolo de frente y apoyado en la mesa de madera donde estaban las herramientas.


Estaba a la expectativa de lo que haría su Alfa, quien de igual modo le bajó su ropa interior lentamente. Admirando y soltando un gruñido al poder tener ese trasero tan dispuesto, el Alfa se puso de rodillas. No pudo evitar jugar un poco con esos glúteos tan redondos, que rebotaban y tomaban formas diferentes mientras apretaba con gula.


—¿Qué me harás? —jadeó el rubio, volteando la cabeza para poder observar a su novio, quien tenía la mirada embriagada en deseo— ¡Ahh! —gimió cuando lo apretó más fuerte de las nalgas.


—Es sorpresa, tranquilo —respondió aspirando el aroma de ese trasero que comenzaba a mojarse más y más, lo cual era una excelente respuesta y eso lo animó. Tragó grueso al momento de tomar una nalga en cada mano y separarlas. Pudo sentir cómo su Omega se tensaba y relajaba, lo cual le permitió observar esa entrada haciendo lo mismo. Se veía tan tierna, tan jugosa y apetitosa—. No vayas a hacer mucho ruido —advirtió mientras daba besos a cada glúteo y después pasó su lengua desde los testículos de su novio hasta la cadera, lamiendo de paso su ano.


Kise tuvo que dejarse caer en la mesa y taparse la boca. En esa posición era aún más fácil adentrarse en él— Aominecchi —gimió de éxtasis.


El moreno no respondió, prendido por esas reacciones, volvió a pasar su lengua, pero se detuvo en su entrada y empezó a escupir ahí y con sus dedos jugaba en la circunferencia. Era demasiado bueno para ambos. Aomine llevaba un buen tiempo fantaseando con esa entrada, y por fin la tenía ahí; rosadita y apretando en cada lamida.


Al final, metió un poco de su lengua en el ano de su Omega. Disfrutando de cómo se retorcía y buscaba callar sus gemidos. Le estaba consintiendo en la zona más erógena de un Omega. Kise sentía vergüenza, pero se desvanecía mientras sentía adentrarse aquella lengua y darle besos y lamidas.


—Kise, qué rico estás —le comentó excitado Aomine mientras retomaba su tarea de besar y adentrarse en su entrada.


El rubio no podía responderle, sólo cuando estaba rozando el éxtasis— M-Me vengo, Aominecchi —jadeó con la lengua de fuera, buscando aire.


A los pocos segundos, pudo sentir el orgasmo como ningún otro. Nada se comparaba con ese, se sentía como el primero y el auténtico. Dejó caer su cuerpo sobre la mesa, pronto el moreno fue a su lado para que se sentara en su regazo. Al ver hacia abajo, Kise pudo contemplar cómo los pantalones del Alfa estaban mojados.


—Parece que yo tampoco me pude controlar —comentó algo avergonzado y divertido Aomine.


Kise comenzó a reír y abrazó más fuerte a su pareja— Se sintió muy bien, creí que gritaría.


El Alfa se extasió con ese comentario. Los dos lo habían disfrutado muchísimo.


No podía esperar para hacerlo completamente suyo. Quería marcarlo, hacerle gritar tan fuerte como quisiera.


Lástima que otra cena se acercaba, y no una de presentación pues se suponía que Kise ya tenía quien le estaba cortejando. Y lo había conseguido. En esa semana había hecho una buena amistad con un Beta guapísimo, lo cual no le daba gracia al moreno. Pero el Beta, quien era un libre manifestante de la igualdad, había accedido a ir a cenar con la familia del rubio para que sus padres dejaran de hacer preguntas.


Sólo por eso le caía bien ese Beta, él estaba a favor del amor y ya.


La cena sería al día siguiente y no sabía cómo saldrían las cosas.

Notas finales:

Espero les haya gustado el capítulo de hoy.

Los quiero. Pasen bonito día.


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