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Medios Tonos (Omegaverse) por kurerublume

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CAPÍTULO VII: El postre 

 

 

Tatsuya estaba imparable supervisando los postres, cuyo aroma ya estaba inundando la cocina y probablemente otras partes de la casa. Estaba especialmente orgulloso por el postre secundario que él había elaborado, el cual tenía un merengue italiano bastante temperamental ¡y lo había logrado sin problemas frente a Murasakibara! 

 

A su parecer, merecía un aplauso. Aunque obvio ya sabía que solo obtendría un «Bien hecho» por parte de su apuesto jefe. En el tiempo que llevaba con él, solo se lo había dicho cinco veces, así que cuando usaba esas dos palabras, era motivo de regocijo.

 

Sakurai lo observaba de reojo, contento de que su compañero estuviera tan orgulloso y a la espera de una felicitación.  

 

Así que cuando el pelimorado se acercó para comprobar la consistencia y el sabor con uno de los postres ya decorados, se quedaron ambos en silencio, esperando su reacción.  

 

—Bien hecho —respondió como se esperaba, dándole al Omega una leve palmadita en su hombro. Eso ya era demasiado reconocimiento para Tatsuya, quien, inconsciente, empezó a soltar un poco de su aroma. Era la primera vez que lo liberaba así, porque como solía ser frecuente, su lado Omega a veces parecía dormido y ajeno a él, así que raras veces sus niveles hormonales estaban latentes. Pero fue un grave error al percatarse de ello, pues se puso aún más nervioso e inquieto.  

 

—Tatsuya, relájate —le pidió Sakurai al tiempo que lo abrazaba y usaba su voz Omega para tranquilizarlo—. Tranquilo —susurró. Pero el azabache parecía aún más apenado y de repente su aroma fue fácilmente percibido por Murasakibara. 

 

—¿Qué tiene Muro-chin? —cuestionó con una voz curiosa.

 

—Creo que tiene una... 

 

—¡Estoy bien! —interrumpió Tatsuya con las mejillas sonrojadas. 

 

Aun así, eso no convenció del todo a su jefe, quien, con algo de pereza, se acercó a él y tomó en brazos al Omega— Calma, Muro-chin —dijo al tiempo que liberaba su olor de una manera muy tenue. Sabía que eso podía ayudar a los Omegas a calmarse—. Estás bien —frotó apenas su espalda y Tatsuya sintió que quería rozarse contra el más alto.  

 

Pero esa voz varonil que pocas veces usaba, de verdad lo estaba calmando eficazmente. 

 

—Perdón, jefe —levantó su rostro, todavía sonrojado y mostrando ese lindo lunar debajo de su ojo derecho. Dando una vista adorable... a la vez que erótica. 

 

Murasakibara solo afirmó mudamente y regresaron a su trabajo. 

 

—¿Qué fue eso, Tatsuya? —preguntó preocupado el castaño. 

 

—No lo sé —aseguró—, nunca antes me había pasado. Qué vergüenza —exclamó con el ceño fruncido, totalmente molesto con ese lado Omega tan inoportuno y tan hijo de perra. Tendría que comentarle lo sucedido a Taiga y a su madre. Sí, por eso no le agradaba ser un Omega. Era demasiado manipulable.  

 

O al menos eso quería pensar, pero por dentro, una parte minúscula de él, seguía contentísimo por tal elogio de su jefe.  

 

Ese postre le había salido perfecto. Tuvo la suerte de que los clientes lo aceptaron cuando les hizo la recomendación porque... era uno de los postres favoritos de Murasakibara y deseaba hacerlo como una muestra más de ser ideal para él. Cual idiota enamorado. 

 

Agradecía a los dioses por haberlo hecho perfecto. Ese postre consistía en una base de galleta suave, una capa de fresas finamente picadas junto con unos ingredientes secretos, el merengue adornado con una manga pastelera, al cual se le dio color con el soplete en las orillas y, al final, un adorno de rosas comestibles en el centro. Era una porción individual y era bastante popular en la pastelería.  

 

Todos esos postres los colocó en su plataforma favorita. Era algo muy novedoso, pues apilaban platos y tazas a manera de soporte para exhibir sus postres. Parecía que en cualquier momento se caería, pero estaba firmemente pegado y se veía muy original y con clase.  

 

—Buena elección —declararon al mismo tiempo Sakurai y Atsushi. Uno más fascinado que el otro por la armonía en los colores.  

 

Se sonrojó sin remedio— Gracias. 

 

Apenas esperaron unos minutos más para que llegara Hiri a decirles que los postres podían servirse. Así que entraron Aomine y una Omega algo más joven para llevarse con sumo cuidado todas las delicias que habían preparado. Un resultado justo y exquisito por el precio pedido.  

 

No podían sentirse más orgullosos.  

 

*** 

 

Y volviendo a Aomine... 

 

Estaba que echaba fuego por la boca, no como parte de un espectáculo, sino porque estaba realmente cabreado y hastiado de tantos blanquitos hablando de estupideces que, para él, eran insignificantes e intrascendentes.  

 

Pero tenía que ocultar ese bello rostro esculpido en su mal genio porque Hiri se ponía como cabra cuando lo veía así.  

 

 Dejó los postres en medio de la mesa y cuando estaba por retirarse, observó cómo Ryota le hacía una seña sospechosa. ¿Pero esa seña era para él? Ni puta idea. 

 

Decidió ignorarlo e irse al patio trasero para refrescarse un poco. Ya había anochecido y la brisa era tan relajante que se olvidó de su molestia.  

 

—Sirviente —escuchó y con un suspiro de resignación, volteó. ¿Quién carajos se atrevía a interrumpirlo?—, yo... —ah, genial, era ese Omega otra vez. No lo había visto en meses ni tratado en años y ahí estaban, hablando más de la cuenta en un solo día. 

 

—¿Qué necesita? —preguntó con su paciencia acabándose nuevamente. 

 

—Tome —y le extendió un postre envuelto discretamente en una servilleta de tela—, gracias por lo de hace rato. Fue muy amable —Aomine se quedó bien mudo por unos segundos, ¿estaba hablando con el mismo Omega de hace unas horas? 

 

—Gracias, joven —respondió tomando el postre tan bellamente adornado—. No fue molestia —y ahí estaban de nuevo... babeando por el otro sin darse cuenta.  

 

No podían evitarlo, de verdad que no. Pero ese maldito contraste de piel, de ojos, de todo, era cautivador, aunque estúpido si lo pensaban bien.  

 

Lástima que tampoco lo pensaran mucho. 

 

Kise Ryota solo sabía que se sentía inmensamente feliz por haber sido recíproco y agradecerle al Alfa desgraciado, ese que curiosamente se había vuelto algo manso de repente. Y Aomine se dio cuenta que ese era el segundo Omega que le daba comida. ¿Acaso se veía tan hambriento? 

 

Tampoco había que desperdiciar, ¿cierto? Era un caprichito y ya, uno que se podía comer y esos jamás se rechazan.  

 

Así que, sin muchos modales que digamos, se devoró el postre como si fuera del tamaño de un limón— Supongo que sí le gustó —dijo con burla el Omega. 

 

Aomine se sonrojó, y lo hizo aún más cuando se dio cuenta que no podía responderle como debía porque tenía la boca llena— Hey —dijo, pero algunas moronas de la base de la galleta saltaron como pescaditos y eso lo apenó aún más, cubriéndose rápidamente la boca. 

 

Entonces ocurrió lo inevitable: el rubio empezó a reírse, intentando ser disimulado, pero no podía. Ese Alfa tan lleno de testosterona, todo músculos y medio tosco, estaba ahí viéndose pues... torpe, muy torpe y tierno.  

 

—Lo siento, lo siento —se excusó dando media vuelta para que el Alfa no viera cómo se esforzaba por no carcajearse, no quería que se ofendiera y molestara. 

 

Pero la cabecita de Aomine estaba en otro lado, bien lejos, intentando guardar esa sonrisa que había visto en el Omega. No le parecía malo, ya había visto Omegas que le habían atraído, más que nada de su mismo rango, pero luego la atracción ignoraba esa clasificación. Era natural.  

 

No iba a ceder. Decidió simplemente dar media vuelta también para terminar de masticar y limpiarse las moronas que habían caído en su ropa. 

 

Jamás en su vida se había sentido así de torpe. Estaba acostumbrado a que los Omegas lo vieran como un buen espécimen, no como alguien tan descuidado.  

 

Eso tenía que recompensarlo con una linda conquista, en su cama, en la calle... cualquier lugar estaba bien. Ese jodido orgullo Alfa se lo demandaba y tampoco era como si quisiera detenerlo. 

 

*** 

 

Y para rematar, Kosuke parecía agente federal protegiendo a un testigo. 

 

Nada más no podía sacarle el ojo de encima a Sakurai cada vez que su linda figura pasaba por el umbral de la puerta. En especial cuando Ryota se excusó y se retiró de la mesa. 

 

Pu-ta ma-dre. 

 

Estaba a dos de marcar un perímetro alrededor de ese Omega, se sentía muy protector con él y no tenía que ser genio para darse cuenta de lo que pretendía. Desde que lo había visto con ese Alfa de rango inferior, su autocontrol se había ido muy lejos.  

 

Si quería comprobar su teoría tenía que ser rápido. Esa misma noche se conseguiría a alguien con quien coger y saber cómo reaccionaba su cuerpo. Tal vez su celo esa temporada venía más fuerte que de costumbre, pero aún faltaban tres meses. Era raro, pero bueno, había que ir descartando opciones.  

 

Esperó hasta el final de la velada para retirarse. Agradeciendo por todo a sus anfitriones y besando tiernamente la mano de Ryota. Prometiéndole una recompensa por tantas atenciones.  

 

Siendo sincero, le costaba bastante conservar la compostura. Él sabía que era algo mandón, gritón y se entusiasmaba muy fácil. Cualidades que eran poco atractivas para los Omegas. Al menos eso pensaba él.  

 

NI lento ni perezoso subió a su auto para dirigirse a ese bar que solía frecuentar y donde casi siempre conseguía con quién pasar la noche. Tampoco era como que fuera todos los días, iba una vez a la semana, dos si estaba muy... urgido.

  

Era un lugar perfecto, con mesas de madera y sillones de cuero café de lado izquierdo; de lado derecho estaba la barra de madera y sillas altas, luciendo sus mejores botellas con luces alrededor de todo el lugar y el piso con un mosaico blanco. Luciendo una iluminación cálida que incitaba a conocer gente y beber tranquilamente. 

 

Por eso cuando ingresó, sonrió al saber que ahí estaba alguien con quien siempre podía contar para acostarse: Mayuzumi. Ese asistente de su jefe de apariencia pálida, casi triste, pero muy dispuesto a trabajar. Ni supo cómo había empezado su clase de amorío. Ni estaba seguro que pudiera llamársele así, solo cogían cuando podían y querían. A veces, aunque estaban en el mismo bar, se acababan yendo con otro o simplemente se retiraba cada quien a su casa. 

 

Mayuzumi era un Beta de rango I. Así que era más sencillo poder follar sin la necesidad de monopolizarse o de sentirse traicionados.  

 

Se acercó sonriente hacia él, sentándose en la barra junto a él. 

 

—Creí que hoy no vendrías —habló primero el Beta. 

 

—No me había decidido. 

 

—Pensé que tenías tu cena esa, ¿qué tal estuvo? —volteó su cuerpo hacia el Alfa. 

 

Pidió con una seña que le tomaran la orden— Muy bien, ya sabes que siempre dan lo mejor en ese tipo de eventos. Aunque había muchos Alfas para mi gusto —cuando el barman se acercó, pidió su siempre fiel whisky en las rocas—. ¿Pasó algo interesante en mi ausencia? 

 

—No realmente, Akashi estaba algo tenso, creo. 

 

—¡¿También te has dado cuenta que está raro?! —exclamó, nuevamente, a todo pulmón. Callándose nerviosamente para retomar su postura apacible, casi imperturbable— Es decir, creí que era el único que lo había notado.  

 

El Beta volteó de nueva cuenta, sonriendo apenas— Sabes que no tienes que controlarte conmigo, Kosuke —susurró con sensualidad. Al Alfa le encantaba cuando le llamaba por su nombre. Con más confianza rozó su mano con la del otro. Mayuzumi dio otro trago a su bebida— ¿Realmente tomarás ese whisky? —lo vio de reojo una vez que su vaso se le entregó. 

 

Así que Wakamatsu de un sorbo se terminó su bebida, tomando de la muñeca al peligris para irse a donde ya veces pasadas terminaban. Ese hotel siempre tan limpio, con sábanas blancas y cobertores color crema. Con ventanales, dando oportunidad de estar en el balcón para fumar después de sus encuentros o simplemente para despejar su mente.  

 

Era curioso, Chihiro siempre le pedía que no se midiera y que no se controlara con él, pero no lo decía únicamente en el sentido de que podía ser tan expresivo como quisiera, sino también se refería en la cama. Parecía que al Beta le gustaba de sobremanera la potencia sexual de un Alfa. 

 

—¡Ah, me encanta! —jadeó Mayuzumi una vez entraron al cuarto y el rubio empezó a succionar su cuello. Sabía que eso le encantaba— Kosuke —gimió al sentir cómo era apresado por ese alto y apuesto Alfa. 

 

—Eres tan hermoso, Chihiro —afirmó al tiempo que acariciaba su rostro y el peligris besaba esa mano. Sabían que eso era todo lo delicado que sería el resto de la noche. 

 

El miembro de Wakamatsu estaba despierto y empezaba a humedecer sus bóxers.  

 

No podía esperar a estar dentro de ese bello Beta.  

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por seguir esta historia y también a los bellos reviews.

¿Esperaban a Kosuke y a Chihiro? jaja tampoco yo, pero ya sabrán por qué decidí juntarlos así :), no será por mucho, obvio jaja.

Nos seguimos leyendo.

¡BESOS!


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