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Cigarettes and chocolate por AoFushicho

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El viernes llegó por fin. A pesar de que sólo llevábamos dos días de clase, y ni siquiera habíamos dado clase en serio, ya parecía que llevásemos un año. A pesar de ser viernes, cuando me levanté, más que alegría sentí como si hubiese muerto. Me preparé con lentitud, las ganas que tenía de llegar al instituto disminuían con cada día de clase que pasaba, y eso que el primer día mi motivación estaba al nivel del mar. Una vez preparada, salí de casa, caminando con lentitud hacia la parada. Sentía que todo el cuerpo me pesaba y la cabeza me palpitaba. Asumí que estos síntomas eran por levantarme temprano, así que pensé que a lo largo del día se me iría pasando. Llegué al semáforo que está justo en frente de la parada del autobús en el momento en el que se puso en rojo, también, en ese mismo momento mi autobús hizo acto de presencia, recogiendo a los pasajeros que sí habían llegado a tiempo a la parada, dejándome a mí en tierra, al otro lado de la carretera. Ya solo quedaba despedirme con un pañuelo y lágrimas en los ojos. Supongo que muchas personas habrían cruzado a la carrera, pero es que la carretera que me separaba de mi medio de transporte era una de esas calles anchas por las que pasan doscientos coches en un segundo a mil por hora, y no me apetece morir por llegar a tiempo a clase.

Cuando llego a la parada, veo que para el próximo autobús faltan 12 minutos, que luego por A o por B se transformaran en 15, yo lo sé, así que me siento en el banco, y mientras escucho música, me pongo a leer, mirando de vez en cuando si por algún extraño milagro mi autobús aparece antes. Desgraciadamente, no es así, es más, justo como predije, en vez de en 12, llegó en 15 minutos. Tengo la sensación de que hoy no va a ser un buen día.

Llegué a mi clase unos diez minutos tarde, pero la profesora se dejó la puerta abierta, además cuando me asomé estaba de espaldas, así que pude pasar sin llamar la atención. El que se sienta al lado de la puerta me comentó que ni siquiera había pasado lista, por lo tanto es como si nada hubiese pasado. 

Vuelvo a la rutina de siempre, esperar a que pasen las clases lentamente para poder irme a mi casa cuanto antes, sin embargo hoy tengo más ganas que de costumbre, y es que la cabeza me está matando, el cuerpo cada vez me pesa más, y el estómago me duele. Ninguno de los profesores se da cuenta, ni siquiera mi tutora. Supongo que debería decir algo pero... Me da cosa, tengo la sensación de que no me van a creer. Prefiero esperar a que las clases terminen.

Empieza la tercera hora, justo después del primer recreo. A mitad de la clase, me entran unas ganas terribles de vomitar, lo que me hace entrar en pánico. No le quiero pedir permiso a la profesora para ir al baño, pero si no lo hago acabaré vomitando delante de toda la clase. De repente, mi compañera levanta la mano y le dan permiso para hablar.

 

-Deryn no parece encontrarse muy bien ¿Puedo acompañarla al baño?- Ella habla con su expresión seria y con voz impersonal.

 

La miro sorprendida, pero ella me ignora, y en cuanto nos dan el permiso, me agarra del brazo para prácticamente arrastrarme hasta el baño. Antes de que pueda darme cuenta, ya estoy abrazando la taza del wáter como si me fuese la vida en ello mientras vacío en ella todo el contenido de mi pobre estómago. Pensaba que ella se iría en cuanto yo empezase con la faena, pero se queda detrás mío, agarrando mis collares y mi pelo para que no se ensucien. Cuando termino, me encuentro casi peor que antes. Lo peor es que la tutora me mandará a casa, pero no puedo llamar a nadie a que venga a recogerme porque todos están trabajando, además, mis padres no tienen coche, así que tendría que andar sí o sí, y no creo tener fuerzas para llegar a mi casa andando. Ni siquiera creo poder andar desde la parada del autobús hasta mi casa. 

Me quedo sentada sobre la taza con el dolor de cabeza aumentado por la incógnita de no saber qué hacer. Ella me mira durante unos segundos para irse después, dejándome sola en mi miseria. Es curiosa la mente humana ¿Cierto? En cuanto ha habido una crisis  mayor, ha relevado las preguntas que quería hacerle a mi compañera a un rinconcito para ocuparse de lo primordial. 

Por mucho que le doy vueltas, no encuentro otra solución que irme andando hasta mi casa, así que dejo de pensarlo, porque de tanto darle vueltas me han empezado a dar náuseas de nuevo, aunque no creo que ya me quede nada para echar. 

Justo cuando me decido a ponerme en pie para avisar de que me voy a casa, ella vuelve a entrar en el baño, me coge de la mano más suavemente que antes y me hace apoyarme en ella.

-Si te sientes mal, avísame- Me dice casi con amabilidad

Ella dirige, así que la sigo. Empezamos a bajar las escaleras con ella casi soportando todo mi peso, haciendo que lamente estar mala, porque no podría disfrutar de esto al cien por cien, aunque por otro lado, si no hubiese estado mala, ella no habría hecho todo esto. Llegamos a la planta baja, lo que me hace preguntarme a donde demonios me lleva. Salimos del instituto, ella saca unas llaves y al pulsar un botón, un bonito coche negro nos saluda. No sé mucho de coches, pero al ver lo elegante y lo bien cuidado que estaba, me di cuenta de que era caro. Antes de que pudiese replicar, ella me obliga a sentarme en el asiento del copiloto. Se sube en el asiento del piloto, y arranca.

Debería haber dicho miles de cosas, pero me encontraba tan mal, tan desconcertada, tan cansada que antes de dormirme solo alcancé a preguntar lo más estúpido que pude.

-¿Cómo sabías mi nombre?

 

Desperté en una habitación que no reconocía.

-¿Dónde estoy?- Pregunté, más para mí misma que otra cosa. Me encontraba peor que cuando me había dormido. Ni siquiera sentía las fuerzas necesarias para levantarme. Entonces ella entró en mi campo de visión.

-Estas en mi casa-Contestó con cara seria, pero voz juguetona


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