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Cigarettes and chocolate por AoFushicho

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Notas del capitulo:

No sé como puedo ser tan torpe u.uU No tanto por la historia, ya que era solo una, y la tenía guardada en el ordenador, sino por vuestros reviews, me da tanta pena que haya pasado esto... Prometo que no volverá a pasar 

 Si no me hubiese encontrado tan mal, probablemente habría saltado del susto, aunque eso no evitó que diese un pequeño brinco por la sorpresa. Acercarse tan sigilosamente a una persona enferma y hablar de repente, poniendo tu cara demasiado cerca, no es bueno. Cuando se apartó lo suficiente para dejarme ver el entorno, vi que me encontraba en el sofá, dándome cuenta de que al menor movimiento, acabaría en el suelo, lo que me provocó más náuseas, si es que eso era posible.

 El salón era una habitación bastante amplia, con pocos muebles, turnando colores claros y oscuros, creando un efecto monocromático. Volví a apoyar la cabeza en el sillón, tapándome los ojos con uno de mis brazos. Hacía mucho que no me encontraba tan mal, al mínimo movimiento todo me daba vueltas. La escuché merodear por la sala, cogiendo esto y aquello. En una de sus idas y venidas, noté que se acercó al sillón donde estaba tumbada, dejando algo en el suelo, en el sitio justo debajo de mi cabeza si me asomara.

-Te dejo aquí un barreño por si vomita -Su voz volvía a ser fría, impersonal. Asentí débilmente para hacerle comprender que la había escuchado. 

-Tengo que... Llamar a mis padres -Dije con la poca fuerza que tenía

-Ya les avisé -Al escucharla decir eso me levanté rápidamente, lo que hizo que mis náuseas empeoraran, haciéndome vomitar sobre el barreño que había colocado. Ella me miró indifirente desde una esquina del salón - El instituto, al saber que tenía intenciones de traerte a mi casa, llamó a tu padre para avisarle, y él estuvo de acuerdo debido a que tanto él como tu madre estaban trabajando y no podían cuidarte.

 Estaba tan confusa que simplemente me volví a recostar, ahora gracias a la confusión también tenía un horrible dolor de cabeza. 

-Ah, y la razón por la que sé tu nombre es que presto atención a cuando pasan lista en clase, no es un gran misterio -Se encogió de hombros con indiferencia. 

 Estuvimos un buen rato en silencio, y finalmente me volví a dormir.

 Cuando me desperté, ya estaba mucho mejor. Lo noté casi al instante. Me incorporé, para darme cuenta de que ya no estaba en el sofá, si no en una cama. Miré a mi alrededor, encontrándome con un cuarto bastante sobrio, sin decoración aparente, ya que no veía muy bien debido a que la persiana estaba bajada. Me levanté de la cama, casi totalmente repuesta, y caminé sigilosamente hasta llegar a la ventana para subir la persiana. Al subirla, el sol me deslumbró, haciéndome notar de que la mañana ya estaba bastante avanzada. Con la luz entrando por la ventana, pude ver mejor la habitación. Era una habitación bastante amplia, con muebles blancos, efectivamente sin decoración. Debía ser la habitación de invitados o algo así, despues de todo, si fuese la habitación de alguien, no sería tan impersonal. 

 Me quedé en el centro de la habitación, sin saber qué hacer. Sabía que debía salir, pero me daba cosa, entre miedo y vergüenza, encontrarme a alguien. Es incómodo estar en casa de personas desconocidas. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no llevaba mi ropa, si no un pijama que me quedaba un poco grande, lo que me acabó de convencer de que salir era imposibl, me quedaría aquí hasta los restos, así muriese de inanición... Cinco minutos después estaba dando vueltas por la habitación cual tigre enjaulado, muerta del aburrimiento. Desde luego, me maravillo a mí misma. Reuní el poco valor que tenía, hice de tripas corazón y me decidí a abrir la puerta de una vez por todas... Casi chocándome con un hombre aparentemente joven que llevaba un plato lleno de comida que si no hubiese sido por su destreza, habría acabado en el suelo. Me quiero morir.

-L-lo siento muchísimo - Me disculpé completamente roja de vergüenza, casi haciendo reverencias.

 Él sonrió y negó con la cabeza

-No te preocupes, lo importante es que no te has hecho daño -Cuando le vi bien, me quedé embobada. Tenía el pelo castaño liso, a la altura de la barbilla, enmarcándole la cara, que parecía la de un ángel. Ojos castaño claro me miraban con calidez. Su cara en conjunto parecía la de un ángel y su aura desprendía cariño. Era como estar rodeada de cosas agradables. Incluso te daban ganas de llorar de felicidad.

-E- Eh... Y-yo estoy bien ¿Y usted? -Y ahí va mi brillante habilidad de conversación

-Sí, no te preocupes -Me volvió a sonreí- Ahora que ya estás despierta ¿Qué tal si vamos a desayunar con los otros dos?

 No encontré la fuerza para negarme. Llegamos al saló, y ahí sentados en la mesa están ella y otro hombre, de aspecto más... Maduro, pero sin dejar de parecer joven. Este hombre tenía el pelo negro azabache, corto. Sus ojos negros tambié, a juego con su pelo, y su cara era afilada, dándole un aspecto pícaro, pero no por ello menos atractivo. Estaba leyendo el periódic, algo extraño en estos tiempos de tecnologí, pero al notar que nos acercábamos levantó la mirada, mirando primero al hombre que me guiaba, dándole una sonrisa cariñosa que éste correspondió, y después mirándome a mí, dedicándome una sonrisa cálida.

-Al parecer, ya has despertado. Nuestra hija nos comentó que ayer no te encontrabas bien. ¿Te encuentras mejor?

-Ah... Sí, muchas gracias -Me volví a sonrojar, como no - También muchas gracias por dejar que me quede.

 Ambos me miraron cálidamente, y con un “No tienes porque agradecer” me sentaron en la mesa, poniendo un plato lleno de comida, que era claramente excesiva para ser el desayuno, delante de mí.


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