Minho sonreía dulcemente mientras enredaba su mano en el cabello de Taemin. Adoraba ese color cuervo que caía tan agraciadamente, enmarcando de manera particular el rostro de su novio. Observar a Taemin dormir, era algo que Minho no podía evitar hacer. Le gustaba mucho, verle de esa manera tan tranquila y mansa, aun cuando Taemin era todo lo contrario. Además de que el chico detestaba esa conducta en Minho. Era casi cómico, que el demonio reprobaba el único acto retorcido que Minho siempre se daba el privilegio de hacer. Probablemente se debía a que la víctima siempre era Taemin, y no le gustaba que las posiciones se invirtieran.
Por eso mismo, Minho nunca le daba el gusto...A veces se dejaba atrapar, dejando su vista fija en el menor cuando le notaba despertar, otras veces sólo alejaba un poco la mirada o se hacía el dormido en lo que Taemin terminaba de despertar. Simplemente quedaba claro que Minho jamás dejaría de observarle.
Ahora que Minho estaba teniendo días libres, aprovechaba cada oportunidad que tenía para permanecer encaramado sobre Taemin. Observándole. Justo como lo hacía ahora.
Taemin se había quedado dormido una hora atrás, cómodamente sobre el pecho de Minho. El ángel realmente se avergonzaba de pensar en ello como un privilegio, pero no escondía la enorme sonrisa que había aparecido en su rostro ante la tranquilidad que su amante tenía al dormir a su lado. Además, estaba cien por ciento seguro que Taemin se encontraba soñando con algo realmente agradable. Lo sabía con certeza porque Taemin pasaba de su apariencia humana a su apariencia natural. Y si bien era algo que hacía cuando se enojaba, o tenía pesadillas, la paz en su rostro y la enorme mueca alegre que lucía sólo demostraba lo contrario. A Minho le quedaba claro que Taemin se mostraba como era cuando tenía emociones demasiado fuertes. Lo que fuera que estuviese soñando, le estaba provocando una felicidad enorme, como para que su cuerpo lo escondiera.
Y Minho disfrutaba del poder observar la belleza natural de Taemin. A pesar de ser hijo del rey, Taemin no era un príncipe. Minho, sin embargo, creía fervientemente que Taemin lucía como uno, el más bello de todos. Le encantaba ver los cuernos enroscados del chico, siguiendo con sus dedos las 3 vueltas que daban logrando formar espirales perfectas. Por otro lado, también admiraba las finas manos que tenía. Despierto, Taemin normalmente adornaba sus dedos con garras de oro, pero dormido, Minho era capaz de ver sus dedos largos y gráciles. Si bien, sus uñas afiladas podían fungir de garras, Taemin siempre buscaba un look más aterrador.
La sonrisa en su rostro se ensanchó al pensar que Taemin lucía todo, menos aterrador. Era como ver a un niño en Halloween, queriendo disfrazarse de monstruo para dar miedo, y logrando sólo dar ternura. Contuvo una vaga risilla en su garganta, mientras enredaba sus dedos con los de aquella mano, juntándolas en un fuerte agarre. Disfrutaba tanto de sus días libres, que sólo podía ponerse ansioso por ya tener su período vacacional con tal de estar mucho más tiempo con Taemin.
La mano enredada con la suya, volvió a lucir humana, haciendo que Minho riera ante lo pequeña que esta lucía bajo la suya. Sintió el amor que tenía por el demonio burbujear dentro de él, hasta hacerle sentir que moriría de tan sólo amarlo. Quería estrujarlo tanto como pudiese contra su pecho, y besarle hasta el cansancio.
Hasta que notó al par de ojos color oscuro que le observaban de regreso, tornándose de un color chocolate dorado rápidamente. Había sido descubierto una vez más. Minho quiso decir algo ante el gesto fruncido que Taemin hizo, pero se quedó callado cuando notó que Taemin dejaba atrás esa mueca para mostrarle una enorme y sincera sonrisa.
-Estaba soñando contigo.- La voz ronca y medio adormilada de Taemin viajó como hondas de placer y felicidad a través de Minho.
-¿Quisieras contarme tu sueño?- Sonrió, agachando su rostro para regalarle un beso en la frente.
-Sí...
Minho se regocijó ante aquella respuesta. Definitivamente deseaba que sus días de vacaciones llegasen más rápido.