Taemin salió de bañarse, secando su cuerpo rápidamente antes de meterse dentro de su pantalón. Tomó una vez más la toalla para secarse el cabello, frotando vigorosamente sobre su cabeza. Por un momento creyó que su cabello oscuro había tapado por completo sus ojos, cuando entendió que lo que había sucedido realmente era que la luz se había ido. Dejó la toalla sobre el mostrado, tomando su camisa de donde sabía que la había dejado.
No le importaba mucho terminar de vestirse en la oscuridad, había pasado años enteros dentro de ella, pero ahora no se encontraba solo. Salió de aquel cuarto, cruzando su habitación hasta salir de ella. No le temía a la oscuridad, pero ese no era el caso de Minho.
-¿Minho?
Llamó, alzando su mano para poder tocar los muebles que le indicaban hacía donde se estaba dirigiendo. Deslizó sus dedos por el sofá más largo que tenían, deteniéndose a mitad de la pequeña sala de estar. Sabía exactamente dónde se encontraba parado, si daba un paso más a hacia la izquierda, chocaría con la mesita de café que adornaba el centro de la estancia.
-¿Minho? Amor ¿dónde estás?- Cuestionó en voz alta, tragando duro. Era extraño, sabía que Minho estaba en la cocina cuando él entró a bañarse. Pero ahora no podía sentirlo en el apartamento.
Caminó un poco más, hasta llegar al pequeño pasillo que le dirigía a la puerta, pero en vez de adentrarse hacia allí, caminó al lado contrario, hasta tocar la pecera. Se sostuvo de ella, guiándose hasta poder dirigirse al comedor. Estuvo a un paso de entrar a la cocina, cuando un par de manos se enredaron en su cintura.
-¡Maldición!- Dio un brinco, asustado por el repentino agarre. Se giró, colocando sus manos sobre aquel ancho pecho. -¡Min…!
Su queja fue ahogada por un par de labios que atacaron a los suyos, mordiendo y jalando con desespero. Taemin gimió, disfrutando de la manera en que Minho externaba la ansiedad que sentía al estar rodeado por tal oscuridad. Abrió la boca, permitiendo que Minho deslizara su lengua dentro de ella, consolándole de tal modo.
Se devoraron la boca, con los ojos cerrados, fingiendo por tan sólo unos momentos que la oscuridad era opcional. No se separaron, hasta que Minho se sintió mucho más relajado. Taemin apoyó su cabeza en el hombro del ángel, acariciándole distraídamente.
-¿Dónde estabas? No pude sentirte en el departamento, y empecé a preocuparme.- No quiso reclamar, pero un Minho asustado y perdido no era algo con lo que Taemin deseara tratar.
-Salí a revisar los fusibles…- Minho jadeó con algo de aprensión.
-No escuché la puerta.- Taemin deslizó sus uñas sobre el brazo del alto, provocándole que se concentrara en su tacto, en vez de la falta de visión.
-…No eres el único que puede aparecer y desaparecer a su disposición…
Taemin no pudo verlo exactamente, pero sabía que Minho sonrió algo avergonzado. Sus ojos de demonio le permitían destacar las cosas importantes entre la oscuridad, y realmente agradecía poder ver la esencia de Minho frente a él.
-¿Y? ¿Algo que podamos hacer?- Deslizó ambos de sus brazos alrededor del torso del ángel, abrazándolo cariñosamente.
-No…- Minho suspiró. –No se trata del edificio…- Chasqueó la lengua, notándose una vez más nervioso.
Taemin se alzó un poco, juntando su boca de nuevo con el mayor. Minho podía ser tan estoico ante muchas situaciones, y actuar como un niño pequeño en otras. Eso hacía que Taemin adorara las distintas facetas que Minho era capaz de mostrar. Deslizó su lengua sobre los labios ajenos, apenas tentando la curiosidad del ángel antes de permitirle tomar el control.
Minho gruñó, apretando el agarre que tenía sobre la cintura del demonio. Persiguió la lengua de Taemin, hasta encontrarse avorazadamente dentro de la cavidad bucal contraria siendo implacable. Le tomó sólo unos cuantos segundos redirigir su ataque, mordisqueando con vehemencia el labio inferior de Taemin. Chupaba y mordía, gimiendo cada vez que Taemin tiraba de su cabello. Dejó escapar el labio inferior, para continuar con el superior.
Era quizás algo rudo en su forma de besar, pero Minho se distraía de ese ilógico miedo que tenía con los besos. Y eso hacía que Taemin estuviera apuntado como primera opción para curar el miedo de Minho. Ambos lo disfrutaban, en distintos niveles, pero lo que importaba era que compartían ese apasionado momento en donde uno buscaba consuelo en quien amaba, y el otro lo ofrecía por el simple hecho de hacerle bien a su ser amado.
Compartieron unos cuantos besos, abrazados, hasta que la luz volvió con un audible plop de todos los aparatos electrónicos. Minho lucía algo aturdido, logrando que Taemin riera un poco enternecido. Esta vez se levantó sobre la punta de sus pies, para besar al ángel en la frente, indicándole que había logrado pasar el evento con éxito.