Minho miró el reloj de pared, observando lo tarde que se hacía. El sol coloreaba de naranja la pared, la cena estaba a punto de estar lista, y los malcriados bebés dormían después de su paseo de las seis de la tarde.
Taemin le había llamado alrededor de las tres de la tarde, avisándole que se atrasaría un poco, y que probablemente llegaría hasta la hora de la cena. A veces pasaba, era algo que tenía sin cuidado a Minho. Lo que realmente le preocupaba, era que Taemin siempre que volvía tarde a casa, regresaba con algo entre las manos. Sweetheart era el mayor ejemplo, aunque había sido algo bastante bueno, pero en realidad Taemin era como un reloj. Después de las cinco de la tarde, dejaba por completo de preguntarse si algo tenía sentido o no, y simplemente lo hacía. Claramente era parte de su naturaleza demoniaca, y nocturna.
Minho despertó de sus pensamientos cuando sintió la presencia de Taemin antes de escucharle abrir la puerta. El demonio tarareaba alegremente una cancioncilla, sonando como si su boca estuviera ocupada. No tardo mucho en que Taemin recorriera el pasillo y entrara a la sala principal. Por su puesto que su boca estaba ocupada. Entre sus manos había una enorme caja de donas, y sí, se estaba comiendo una.
Tragó el trozo que tenía entre dientes, sabiéndose descubierto y observado por Minho.
-Ya llegué…Traje donas.- Comentó inocentemente, mostrándole la caja al ángel.
Minho sólo pudo suspirar.
-Entiendo que sientas curiosidad por la nueva panadería que pusieron frente a la universidad.- Inició su comentario, observando el pequeño panda dibujado en la caja de las donas, el símbolo de la panadería, que incluso le daba nombre a las donas. -Incluso entiendo que si la panadería está ahí, y les está yendo tan bien fue por su estrategia de alimentar universitarios desesperados, y al parecer un par de profesores también.- Fijó su mirada en Taemin, acusándole. -Lo que no puedo comprender es por qué tienes que comprarles veinte donas cada día.
Taemin estiró las comisuras de su boca, mostrando los dientes en una sonrisa para nada arrepentida.
-¿Es que saben buenas?- Se excusó, recibiendo un gesto con la ceja alzada de Minho. -Si, yo no voy a cenar.- Y tras decir eso se zampó una dona en la boca antes de salir corriendo a encerrarse en su habitación con la caja de las dichosas Pandonuts.
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