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Martyrs por Etsuko Kagayaku

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Notas del capitulo:

Bueno este fic hace mucho no lo actualizaba, y ahora tengo muchas ideas nuevas para meter a este fanfic, espero sigan emocionadas con esta historia.

Sebastian miraba con una sonrisa a Ciel, quien se encontraba embobado viendo el camino hacia su nuevo hogar. El niño miraba los árboles, los peatones, los pájaros que pasaban cerca de la ventanilla del auto. Con una sonrisa saludaba a otros niños que veía jugando en los parques y estos le respondían el saludo. Realmente el niño estaba experimentando todo por primera vez, tanto tiempo en la oscuridad y sin absolutamente nadie lo habían vuelto practicamente un muerto en vida. Ahora tenía una nueva y su tío Sebastian haría hasta lo imposible para darle lo mejor de lo mejor. A pesar de que se había privado varios años de su vida, de disfrutar lo que es la niñes, todos estaban seguros de que lograría acoplarse a la edad mental que debería tener con su actual edad.

Sebastian aún sonreía y decidió hacer una parada antes de llegar a su hogar. Hizo que su chofer parara en uno de los parques. Tomó a Ciel de uno de sus brazos y lo bajó lentamente, ayudándolo a caminar lo llevó hacia un puesto de helados.

—Elige el que quieras.—Le dijo con dulzura señalando todos los helados que mostraban en el puesto.

Ciel lo miró y con una sonrisa señalo un helado de chocolate con avellanas y Sebastian sin dudarlo se lo compró.

Nuevamente en el auto, Ciel iba tomando su helado, mas que maravillado por el perfecto sabor que le sentía. Dejó de comer cuando el auto se detuvo nuevamente y miró con asombro la imponente mansión que estaba delante suyo. Esta vez bajo sin ayuda dejando a Sebastian perplejo. Quien veía como Ciel caminaba de lo mas bien, viendo con impresión el lugar en el que viviría de ahora en adelante. El pequeño no dudo en subir las escaleras y tocar las pequeñas plantas que estaban en un macetero a su izquierda.

—Bueno Ciel, es hora de que conozcas tu nuevo hogar, espero te guste mi pequeño.—

Sebastian abrió la puerta y entró junto con Ciel. Quien aún comiendo su helado comenzó a caminar viendo con curiosidad todo lo que imponía su nueva casa.

El pequeño se escondió de pronto detrás de Sebastian cuando vio venir hacia ellos a una mujer, de cabello largo y medianamente lila, con unas grandes curvas y de tez morena.

—¿Ese es el niño?—Preguntó con voz irritada la mujer.

Sebastian la miró con desaprobación.

Se llama Ciel, y vivirá con nosotros de ahora en adelante. Espero que lo trates bien, porque puedo asegurarte que donde hagas algo que no debes, te dejaré en la ruina.—

La mujer chasqueó enojada.

No creo que tus padres aprueben esto Sebastian,—

—Es mi sobrino pese a quien le pese Hanna, y lo amo mas de lo que podría amar a alguien en este mundo. Así que al que no le guste se puede ir alejando de mi.—

Hanna mas que enfadada volvió a su habitación. Desde que conoció a Sebastian no quería hacer mas que agradarle, se notaba que el hombre era difícil de sobrellevar, pero realmente quería que él sintiera algo por ella, en cambio solo la trataba con indiferencia y eso la llenaba de coraje, además había traído a ese niño que buscó por tantos años, y tenía encima el descaro de proclamar su amor hacia él, cuando a ella no era capaz de saludarla ni con un beso en los labios estando ya casados. Lamentaba el arreglo que habían hecho sus padres para casarla solo por intereses económicos, sabía que si quería conservar su estilo de vida, debería estar amarrada de por vida a alguien que hasta parecía le molestaba el simple hecho de que respirara.

En cuanto a Sebastian, se encargó de mostrarle toda la mansión a su sobrino, pero tenía una gran sorpresa preparada para el pequeño. Lo llevó hacia una puerta que desencajaba del estilo de la mansión. La puerta estaba pintada de hermosos colores con unos vidrios enmarcados en colores rojizos y violaceos.

Sonriendo la abrió dejando pasar al pequeño.

A Ciel casi se le desencaja la mandibula por la impresión. La habitación constaba de una hermosa y pequeña cama con guardas de dibujos animados, estaba llena de juguetes por todas partes, incluso tenía su propio tobogan en medio de tal, había unos rieles colgando en el techo por donde pasaba un pequeño tren de juguete, pequeños globos aerostaticos estaban en el techo donde ocultaban las luces de la habitación. La cara del pequeño al ver todo aquello no tenía precio. Sebastian lo miraba sonriente y con una mano lo invitó a que entrara a jugar.

Riendo, el peliazul comenzó a correr por toda la habitación, agarrando peluches, figuras de acción, se tiraba por el tobogan mientras reía. De pronto tomó la mano de su tío y lo convenció tan solo con su rostro angelical de jugar con él. Sebastian no lo dudó y riendo junto a Ciel comenzó a jugar sin parar. Disfrutando lo que restaba del día para ellos dos únicamente.

...

Pasaban los días y Ciel iba mejorando en muchísimos aspectos, Sebastian se encargaba del pequeño mejor de lo que haría un padre incluso, comenzó a llevarlo con un fonoudiologo para que pudiera comenzar a hablar nuevamente. Tambien lo llevaba a realizarse los estudios para ver como iba el crecimiento de sus huesos junto con su recuperación. Sin contar que había empezado a llevarlo al psicologo, ya que el pequeño aunque no hablaba, hacía cosas como dibujar lo que recordaba del lugar horripilante donde había vivido los últimos años.

Se encontraba llegando a la sesión con el psicólogo ya que este lo había citado para hablarle un poco de como venía Ciel recuperándose mentalmente de todo lo sufrido. Una vez en el consultorio el Psicologo le pidió a Ciel que jugara tranquilamente con los juguetes que se encontraban allí mientras él hablaba con su tío.

—¿Como se encuentra Ciel?—Preguntó algo nervioso Sebastian.

El psicólogo lo miró y suspiró pesadamente.

Mire señor Michaelis, esta es recién la tercera sesión que he tenido con el pequeño, todavia no se desprende del todo, de hecho hay momentos en los que pareciera que se va a algun lugar de su mente y se queda petrificado, pensando y mirando fijo algún lugar. Lo que sí los dibujos que ha hecho para mi son muy perturbadores, se nota que sufrió demasiado dentro de ese lugar. Constantemente dibuja a un hombre siempre con el lapiz rojo. Si quiere puedo mostrarselos.—

El psicólogo procedió a mostrarle cada uno de los dibujos que su pequeño hacía, debía aceptar que asustarían a cualquiera esos dibujos, incluso le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo al verlos.

—Lo que yo le aconsejaría por ahora es mantenerlo ocupado no solamente con juguetes y demás, sino por ejemplo que se le empiece a enseñar a tocar algún instrumento o algún otro tipo de arte donde él pueda estar centrado sin necesidad de recordar el pasado todo el tiempo. Pasar mas tiempo con él, jugar con tarjetas didácticas, y hablarle constantemente. Si logramos que empiece a hablar, podremos ver mas adelante la opción de ubicarlo en algún colegio para que comience a tener una educación propia para su edad, aún asi deba ser un colegio especial.—

Sebastian suspiró y miró a su pequeño para luego mirar al psicólogo.

—Lo haré. haré todo lo que este a mi alcanze para que se recupere de la mejor forma.—

...

Sebastian se encontraba en su estudio, pensando en como ayudar a su pequeño. Trataba de recordar los momentos que habían pasado antes de toda la tragedia, entonces un recuerdo muy hermoso vino a su mente, y supo inmediatamente que es lo que debía hacer.

Llamó a Ciel y este vino corriendo hacia él, con uno de sus peluches favoritos, un conejo negro con ojos rojos. Sebastian le sonrió y lo cargó entre brazos logrando que el menor riera divertido. Lentamente caminaba por los pasillos mientras hablaba con el pequeño.

Sabes Ciel, me acorde de una actividad que haciamos ambos cuando...bueno antes de todo lo que sucedió, y creo que te gustaría retomarla conmigo.—

Ciel lo miraba con curiosidad, sin saber a donde quería llegar el mayor.

Cuando llegaron a un gran salón en donde se encontraba la biblioteca, Ciel quedó deslumbrado al ver un piano negro, logrando traer recuerdos a su cabeza. De inmediato fue hacia este y se sentó, tocó algunas teclas y sonrió al escuchar el sonido que emitían.

Sebastian sonrió.

—Creo que lograste recordar. Siempre supe que serías bueno tocando el piano, aunque tu padre se enojaba porque le quitaba tiempo contigo, con tan solo cuatro años tocabas piezas muy difíciles que yo mismo te enseñe, apuesto que te gustaría volver a tocar como antes—

Ciel asintió con ganas y Sebastian se sentó a su lado, comenzando a explicarle lentamente un poco de teoría y solfeo, pasando luego de un rato a la práctica, mostrándole primero canciones infantiles, partituras mas que fáciles para que el pequeño retomara.

En tan solo un mes el niño había aprendido un monton, tocaba partituras con una dificultad media, dejando asombrado a la mayoría de los que lo veían. Sebastian no hacía mas que sentirse orgulloso por su pequeño.

...

Había estado todo el día consolando a su pequeño,se había levantado una gran tormenta con chaparrones que asustaban al pequeño, este no hacía mas que llorar y quedarse escondido en los rincones mientras tapaba sus oídos. Sebastian no estaba muy seguro de como proceder. Así que tomó al pequeño y lo llevó a su habitación, sabía que esa noche no podría dormir solo. Pudo vislumbrar a Hanna mirándolo desde las escaleras con una cara de pocos amigos al verlo con el pequeño entre brazos yendo hacia su habitación.

—¡Que piensas que haces!—Le gritó la morena.

Ciel dormirá con nosotros esta noche, lo siento mucho por ti sino te gusta, no pienso dejarlo solo, está demasiado asustado.—

—Es suficiente con que ni siquiera me tocas estando acostados uno al lado del otro¿ y ahora me echas de la habitación?—

—Hay 12 habitaciones mas en la mansión, buscate la que mas te guste y mudate ahí si quieres, yo tampoco tengo la necesidad de seguir durmiendo a tu lado.—

Que los adultos estuvieran discutiendo y encima de una forma histérica, solo ponía a Ciel de peor humor. Sebastian al percatarse de esto se apresuró en ir a su habitación dejando discutiendo sola a Hanna.

Una vez en la habitación acostó al niño en su cama y el se acostó a su lado.

Sabes pequeño, no debes temer, solo son chaparrones, no pueden hacerte daño, además nadie te hará algo malo mientras estes conmigo, siempre te cuidare, siempre estaré para tí.—

Ciel lo miró y suspiró para luego acostarse contra el pecho de Sebastian.

El mayor mas que enternecido comenzó a acariciar sus cabellos y se durmió junto al niño.

El sol los despertó al pasar por la ventana con las cortinas puestas a los lados,Sebastian bostezó fuertemente, había dormido de lo mejor. Se asustó al ver hacia la derecha y no encontrar al menor. Salió apresurado de la habitación gritando su nombre mas este no aparecía. De pronto escuchó gritos y llanto en la cocina. Cuando entró vio como Hanna tenía tomado el brazo del menor entre sus manos mientras a los gritos le reclamaba que había dañado su vestido con el café que había volcado sobre él. Ciel no hacía mas que retorserse asustado y llorando tratando de zafarse del agarre de la peliplata.

—¡Qué demonios crees que estás haciendo Hanna!—Gritó Sebastian enojado.

—¡Esta pequeña basura daño mi vestido, me volcó el café encima!—

¡Por Dios solo es un niño no lo hizo a proposito!—

Sebastian trató de tomar entre sus brazos a Ciel pero este seguía retorciéndose asustado.

—¡Mira lo que lograste, está asustado idiota!—

—¡No es mi culpa que esa porquería este de esa forma yo no tengo por qué soportar a un niño en mi casa!—

Sebastian se tiró contra Hanna y la agarró del mentón fuertemente.

—Donde vuelvas a llamarlo de esa forma de nuevo puedo asegurarte que de aquí no saldrás ilesa.—

De pronto Ciel emitió un fuerte grito, logrando que las lamparas del techo explotaran dejando a oscuras a todos.

Sebastian y Hanna miraron impresionados lo que había pasado, Sebastian trató de tomar a Ciel y tranquilizarlo, pero este salió corriendo fuera de la cocina.

Ambos seguían sorprendidos sin saber muy bien que acotar ante lo que había sucedido.

Sebastian miró a Hanna seriamente.

Te daré una sola oportunidad, tan solo una, para que empieces a comportarte como debes con Ciel, si llegas a causar algun daño al pequeño o vuelves a tratarlo malo, podrás ir haciendo tus valijas, que poco y nada me importará dejarte en la calle.—

Sebastian salió de la cocina, dejando a la morena enfadada.

Buscó nuevamente a Ciel por todas partes, mas el pequeño no aparecía, tenía miedo de que el niño hubiera escapado pero no fue así, pudo escucharlo llorando por lo bajo en el closet de su habitación. Lentamente fue hacia él y lo abrió, viendo una escena que le conmovió el corazón, el pequeño estaba arrodillado y con los ojos llorosos e hinchados por todo el escándalo que había tenido que soportar.

Lo tomó y lo cargó sobre su pecho.

—Mi pequeño, cuanto lamento lo que sucedio, te prometo que Hanna va a mejorar, nunca mas volverá a tratarte de esa forma.—

Ciel lo miró, ahora mas calmado. Se quedó mirándolo fijamente e hizo algo que dejó a Sebastian helado. Le encajó un pequeño beso en los labios. Dejando al mayor sin saber que hacer.

Sebastian luego de unos segundos separó al menor lentamente y lo miró de forma extraña.

Ciel, esto que hiciste no está bien, soy tu tío y tu eres un niño, no puedes besarme en los labios.—Trató de explicarle de la forma mas tranquila posible.

Ciel lo miró y frunció el ceño mientras negaba con la cabeza y trató de volver a besarlo solo que esta vez Sebastian lo impidió.

—Ciel, es en serio, no puedes hacer esto, no es bueno y no esta bien visto.—

El menor mas que enojado ante la reacción del mayor se bajó de sus piernas y se fue a acostar dejando al moreno aún helado por lo que había pasado.

Sebastian trató de acercarse a su pequeño mas este lo ignoraba mientras se tapaba con las mantas de su cama.

El pelinegro suspiró y solo besó su frente dejándolo solo en la habitación.

Ciel una vez solo no pudo evitar llorar, las lagrimas caían por su mejilla sin parar. El solo quería demostrarle todo su amor a Sebastian, se preguntaba el por qué este no lo dejaba...

 

 

Notas finales:

Espero haya sido de su gusto hasta luego mis lectoras :3


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