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Espresso por kenni love

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Notas del capitulo:

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Muchas gracias a todas las personas que leen y comentan en esta historia. Gracias por darle una oportunidad y por seguirla. Espero en el futuro pueda terminarla y que ustedes puedan seguir disfrutándola.


Un agradecimiento especial a mi editor JORGEAKUANDOMNGUEZ por tenerme paciencia y ayudarme a mejorar; sé que puede ser un dolor en el culo y demasiado tercx, así que agradézcanle a él por este capítulo. 

Sirius está recargado en una de las paredes del estacionamiento. Está a unos cuantos metros de su motocicleta y tiene un cigarrillo colgando de la boca. En su mano está su celular, checa  Facebook y luego abre Instagram. Pasan varios minutos hasta que suspira y guarda el celular en el bolsillo de su pantalón. Se acaba el cigarrillo y exhala el último humo antes de apagar la colilla tirándola al piso y pisándola. Mira alrededor, deteniendo su mirada en la entrada por la cual, seguramente, Remus saldría en cuanto terminara su trabajo.

El silencio penetra sigiloso por los rincones del aparcamiento mientras Sirius sigue escéptico ante la positiva de Remus. Recuerda la expresión del chico y el rechazo inmediato. No tengo tiempo. Tengo que llegar temprano. Mi mamá se va a preocupar. Fueron más balbuceos que palabras con sentido. Sirius no insistió mucho, sólo le dijo que era en agradecimiento al día anterior. Y Remus término cayendo sin mucho esfuerzo.

Sirius sonríe y mira al techo. Una emoción cálida y nerviosa crece dentro de su pecho. No es la primera vez que va con alguien al cine, no es la primera vez que ha invitado a alguien de su interés al cine. Pero sí es la primera vez que va con Remus, es la primera vez que van a estar en un cuarto obscuro, uno junto al otro, deseosos de hacer muchas cosas e incapaces de concentrarse en la película. Pero Sirius sabe que Remus no hará nada fuera de lo “normal”. Y Sirius tampoco quiere incomodarlo; no quiere que Remus piense que es como los otros “chico problema”. Sin poder contenerse, Sirius suspira desde el fondo de su corazón, con la cabeza llena de Remus, y el estómago revuelto por los nervios.

-¿Y ese suspiro a qué se debe? – Una grave y suave voz le llega de sorpresa por detrás. Sirius se voltea, incapaz de ocultar su emoción, y se encuentra con la amable expresión de Remus.

-A que tardaste siglos para salir. ¿Por qué no saliste por ahí? – Pregunta indicando con la cabeza la entrada que estuvo monitoreando desde que salió del trabajo. Remus se encoje de hombros, no muy interesado en el tema.

- Me gusta más la otra. – Tontean un poco. Bromean hasta que llegan a la moto de Sirius. Remus la mira no muy convencido de subirse, aunque al final lo hace bajo la amenaza de Sirius que si volvía a mirar feo a su bebé lo tiraría a medio camino.

Llegan al cine después de media hora. Es un edificio grande, muy luminoso, lleno de posters de películas de diferentes géneros. Sirius entra al estacionamiento y deja su moto cerca de la entrada. Al bajar, Remus le comenta que es la primera que va a un cine tan grande, que las pocas veces que ha ido han sido a uno pequeñito, dentro de una plaza no muy grande. Sirius no sabe por qué, pero se siente feliz al escuchar eso. Es un dato nuevo sobre Remus y su vida. Y con cada dato que Remus le da, Sirius se siente más íntimo de él, seguro de que Remus va confiando poco a poco en esa extraña relación sin forma que hay entre ellos.

Entran al lugar, Sirius siempre atento a las reacciones de Remus. Ve como sus ojos se entrecierran un poco para luego abrirse y levantar las cejas, sorprendido de lo que ve. Sirius no puede evitarlo y una sonrisa enorme aparece en su rostro. Su pecho se infla, sin saber por qué se siente orgulloso. Caminan hasta la cartelera y se ponen de acuerdo para elegir una película. Escogen una de acción y Sirius se va directo a comprar los boletos, dejando a Remus cerca de la dulcería y con una expresión exasperada en el rostro debido a los altos precios de los alimentos.

 Sirius se forma en la fila, junta sus manos y juega con sus dedos. Mira indiscretamente a dónde está Remus, le sonríe y coquetean con las miradas hasta que el turno de Sirius llega y se ve obligado a  terminar aquel pequeño jugueteo. Sirius se impaciente por la lentitud de la chica que lo está atendiendo y mira por encima del hombro hacia Remus para encontrarse con la sorpresa de que no está solo. Hay dos chicos junto a él. Tienen sonrisas estúpidas en el rostro y una mala corazonada punza dentro de Sirius. Remus ha agachado la cabeza y metido las manos en los bolsillos de su pantalón. Evita ver directamente a los dos imbéciles que lo empujan con ligereza y se ríen después de haber hablado. En un tono tosco y grosero, Sirius le ordena a la chica que se apure, incapaz de esconder la rabia que se va creando dentro de él. Le arrebata los boletos a la empleada y le paga sin pedir el cambio de vuelta, girando con brusquedad y llegando en dos zancadas al lugar. Remus lo ve llegar. Sus labios se han formado en una fina línea y sus ojos dejan más que claro el pánico que se ha apoderado de él. Los imbéciles le dan la espalda a Sirius, ajenos a la bestia que los observa.

-¿Se están divirtiendo? – los chicos dirigen su mirada hacia la vacía voz de Sirius. Uno de ellos, el que se ve más estúpido, se hace para atrás al encontrarse con los aplastantes y asesinos ojos grises. El otro ancha más la sonrisa socarrona que hay en su rostro de mierda. Se acerca un poco a Sirius, sin atreverse a invadir su espacio personal, y con una voz de tarado dice en tono de burla:

-¿Y tú quién eres? ¿El novio de Lupin?

-¿Y qué si lo soy? – Sin dejar de ver al idiota que tiene enfrente, Sirius se percata del leve rubor que aparece en el rostro de Remus. Sus cejas se curvean, su rostro se descompone en miles de reacciones nuevas, se llena de timidez, de pena y, muy leve, algo que sólo se puede percibir en lo más profundo de su mirada, de una dicha indescriptible.  Sin embargo, Sirius también puede sentir su preocupación y ansiedad, y casi escuchar lo que grita su mente. Lo que menos quiere Remus es causar un alboroto y empeorar la situación. Es por eso que Sirius contiene su furia, el enojo y la rabia que lo queman por dentro; contiene esas voces que lo incitan a descargar toda esa irá que lo carcome lentamente, que lo obligan a desear el sufrimiento de esa escoria humana.

Hay un silencio entre ambos chicos. Se desafían con la mirada, se olfatean como perros, atentos a ver quién da la primera mordida.

-Me alegro que por fin la señorita Lupin tenga a alguien que lo mantenga. Ya le hacía falta.

- Lárgate. – Su voz es suave. No la alza, ni siquiera altera el tono. Sin embargo, hay algo en ella, algo obscuro, algo que causa un escalofrío de terror en el cuerpo de los chicos, incluyendo a Remus. Se oye un chasquido por parte del primer muchacho, el cual da media vuelta, se acerca a Remus y le dice antes de irse:

-Nos vemos luego, marica. –  Remus baja la mirada, haciendo que el corazón de Sirius se estruje por primera vez en su vida. No puede creer lo que sus ojos han visto. El deseo inmenso de detener a esos dos es tan fuerte en Sirius que da un paso hacia ellos. Su cuerpo arde en ganas de que sientan lo mismo que siente Remus, que sufran por dentro, que se sientan vacíos, míseros, incapaces de seguir viviendo en sus vidas podridas y fúnebres. Está a nada de interponerse en su camino, de hacer una estupidez. Pero no lo hace. No lo hace porque Remus llena su mente y lo vuelve racional, lo vuelve un poco más humano.  Sirius es incrédulo ante la idea de que alguien trate de esa manera, que humille y sobaje a una persona tan hermosa como Remus, tan pura…

 Ambos chicos se retiran, riéndose entre ellos. Sirius los observa alejarse, hirviendo por dentro, apretando los puños, la mandíbula y todo el cuerpo. Su mirada se posa en Remus unos segundos después. Luce avergonzado y compungido, incapaz de decir algo en su defensa.

Sirius se acerca a Remus, lento, cauteloso, sintiéndose culpable de lo que acaba de pasar. Anhela con todo su ser tomar a Remus entre sus brazos, hacerlo sentir protegido, a salvo, que a su lado nunca más iba a ser tratado de esa manera. Pero Remus tiene esa tristeza pintada en la mirada, esa pesadez que emana de su alma. A Sirius le duele verlo así, le lastima el corazón, lo hace sentir inútil por primera vez en dieciséis años, incapaz de ayudar a alguien importante para él, inservible en poder disuadir el dolor que lo embargaba. Frustrado consigo mismo, Sirius busca la mirada de Remus, el cual hace todo lo posible por esconderla. Hay un ligero juego, ambos se buscan y se evitan, se necesitan y se dan su espacio. Sirius quiere preguntar muchas cosas, quiere saber todo lo que Remus piensa, todo lo que siente, mas no quiere forzarlo a nada; quiere que Remus le tenga la confianza suficiente para que no haya secretos entre ambos, para que lentamente su relación se forje cada vez más fuerte.


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