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Hijos de la sangre por Shiochang

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Hijos de la Sangre
El muchacho de la Trenza.

Heero no era un tipo vanidoso, al menos nunca creyó serlo, pero quería verse perfecto para la llegada de su prometido al Castillo y se había mirado más veces en el espejo en una hora que en toda su vida. Una vez más se acomodó el cinturón y la capa mientras se cercioraba que nada estuviera fuera de lugar.
Wufei lo miraba divertido, acababa de regresar a la habitación del príncipe luego de cumplir sus órdenes.
- ¿Quién diría que nuestro frío príncipe Heero Yuy se iba a poner nervioso el día de su boda? - lo bromeó divertido - y tú que dijiste...
- Cállate, Wufei, o dejaré viudo a Zech - lo amenazó - mejor ve a ver si ya tienen lista la ceremonia.
- ¿Para qué? Ya me dijeron que tan pronto tu muchacho llegue y este listo, se iniciará la ceremonia.
- Entonces, ve y dile a Traize que se apure.
- No sé a que viene tanto apuro, si hace unos días dijiste que no te casarías jamás...
- Eso es otro asunto - lo interrumpió - haz lo que te dije y no fastidies ¿quieres?
- Eres exasperante - insistió y desapareció.
Una joven entró en la habitación y dejó sobre la mesita de noche unos pulcros guantes blancos.
- Me dijo el anciano Mayor que los usara para la ceremonia - le explicó.
- Bien - los tomó - sólo espero que a él le guste mi aspecto.
- Usted siempre se ve muy guapo, Su Alteza - le dijo ella un tanto sonrojada y se retiró.
Heero se puso los guantes y miró la habitación, era lo bastante grande para una sola persona, pero pronto estaría con su esposo, así que al otro día ordenaría que le prepararan una de las alcobas matrimoniales, por ahora no había tiempo.

Quatre observaba atentamente la profunda marca en el cuello del trenzado, no le cabía ni la más mínima duda, era de los dientes de Heero y así se lo hizo saber. Dúo dejó salir bruscamente el aire de sus pulmones al oírlo, su dueño era ni más ni menos que el príncipe regente de los Benice, Heero Yuy, la persona que había ido a buscar.
- Dúo es tu nombre ¿verdad? - el trenzado asintió - entonces, me presento, Soy Quatre Raberba Winner, Duque de Maronia y primo del Príncipe Yuy por línea materna - sonrió divertido - él es el general Zech Marquise, primo del príncipe Yuy por línea paterna y esposo de Wufei Chang...
- Marquise - lo corrigió el joven mayor divertido - yo le gané y por eso lleva mi apellido.
- Y por eso mi hermana te odia - dijo el aludido apareciendo a su lado abrazándolo - Soy Wufei Chang...
- Oye - le reclamó Zech.
- Lo siento, Wufei Marquise, Duque de Konitsa y primo del Príncipe Yuy por línea materna - besó a su esposo en la mejilla - no te enojes, es que no me acostumbro.
- MMM - dijo molesto - llevamos más de una año y no te acostumbras.
- ¿Cómo fue que te lo ganaste?
- Verá, Wufei tiene una hermana mayor sobre protectora - le dijo Zech - yo le pedí a ella que me permitiera cortejarlo, pero se negó.
- Así es Nataku, ella quería que me casara con una de las hermanas de Quatre y Berduki - miró a Traize que contenía el aire al oír el nombre de su difunto esposo - le dijo que no, somos demasiado cercanos y debemos incorporar a nuevos clanes a nuestro linaje, así que se desquitó con él.
- Yo me enojé con ella y le dije que con o sin su consentimiento su hermano sería mío, así que me desafió, pelearíamos Wufei y yo, sí él ganaba, yo tendría que dejarlo en paz, pero si yo ganaba, yo pediría su mano o lo que quisiera.
- Yo no te dejé ganar, no quería casarme todavía.
- Me di cuenta, por eso te mordí, así estarías obligado a casarte conmigo dentro de la semana - se sonrió - aún recuerdo la cara que puso tu hermana cuando gané y en ves de besarte, te mordí.
- ¡Traición! - dijo Traize imitando a la chica - ¡Eso no fue lo que pactamos! Gritaba alegando hacia mi esposo, recuerdo que él movió la cabeza y le dijo: "Lo siento, ya lo mordió, se tienen que casar".
- Nataku jamás ha perdonado eso - dijo Wufei - pero he sido feliz con Zech, no lo cambiaría por nadie.
- Bueno - sonrió él - pero ¿a qué regresaste?
- Cierto - sonrió también - el novio está impaciente, quiere que la ceremonia se realice antes de media noche.
- Pero aún estamos lejos - dijo Dúo.
- ¿Cómo cree que vamos y venimos del Castillo Yuy? - le dijo Wufei - usaremos magia, como ya no es ajeno a nosotros, será más fácil.
- No entiendo.
- Esa mordedura le da ciertos derechos ¿sabía? - le dijo Zech - ahora pertenece al Clan Benice y notará ciertos cambios en unos días.
- Pero ¿Me querrá así?
- Está igual que Heero - dijo Wufei - "Quiero que todo esté perfecto para él, incluido yo" - lo volvió a imitar - para mí se veía muy bien ¡Ay, Zech!
- Ya te dije que no me gusta que mire par el lado - le mostró los dientes - soy celoso hasta de tu sombra.
- Ya me di cuenta y no vuelvas a morderme.
- Vamos, entonces, antes que Heero siga los rastros de tu magia y nos venga a buscar aquí - dijo Traize - supongo que se preocupó hasta del más mínimo detalle ¿o me equivoco?
- Hasta del traje de su novio - asintió Wufei - y la ceremonia ya estaba lista, incluso creo que hasta el banquete.

Heero decidió que mejor iba al salón de ceremonias a esperar a su novio antes que se desesperara, sabía que no se retractaría, que sus primos y su cuñado se lo traerían, pero el tiempo parecía haberse detenido mientras esperaba por Dúo.
- Príncipe Heero - le dijo el Anciano Mayor - Su Excelencia Traize informa que su prometido estará listo en poco tiempo, que lo espere un poco más.
Heero asintió en silencio consiguiendo finalmente volver a ponerse la máscara de frialdad que solía presentar a todo el mundo, sabía que cuando al fin estuviera a solas con su esposo se la volvería a quitar, pero de momento aparentaría calma.
Se acomodó disimuladamente los guantes antes de acercarse a uno de los sirvientes humanos y ordenarle que le llevara un ramo especial de flores blancas a su novio, era algo que planeaba entregarle personalmente, pero ese sería el mejor mensaje que podía enviarle para que estuviera tranquilo y llegara pronto. Se colocó junto al Anciano Mayor tomado aire lentamente para relajarse.
- Es muy guapo su chico - dijo uno de sus ayudantes - tiene suerte.
Heero se negó a voltearse a mirarlo, si lo hacía se comería a su novio a besos y no habría ceremonia y quería casarse primero.
Dúo se paró junto a Heero temeroso, ni una mirada le había dedicado, tenía miedo que no fueran sus ojos los que lo habían hechizado aquella noche, de estarse equivocando de persona ¿Y si no era él a quien amaba? No quería ni imaginarse después encontrar a su verdadero amor y estar casado.
- No tengas miedo de mí - escuchó un suave murmullo y vio la mano enguantada tomándolo por el codo - seremos felices, ya lo verás.
Sonrió calmándose un poco y escuchó atentamente las palabras del Anciano.
- ¿Juráis solemnemente seros fieles hasta el final de sus días?
- Sí, juro - dijeron los dos al mismo tiempo.
- ¿Juráis solemnemente amaros siempre en la salud y la enfermedad, en la alegría y la adversidad, en la riqueza y en la pobreza hasta el fin de vuestros días?
- Si, juro.
- Heero Yuy, príncipe regente de Benice y señor de las tormentas ¿Tomáis por esposo al joven Dúo Yuy a quien habéis marcado como parte de vuestra gente?
- Lo tomo - se volvió hacia él y sintió que sus ojos nuevamente lo hechizaban y que nada más había a su alrededor.
- Dúo Yuy ¿tomáis por esposo a Heero Yuy, a quien le habéis permitido probar tu sangre?
- Lo tomo - dijo casi por inercia atrapado por la mirada de su ahora esposo, todo a su alrededor había desaparecido a excepción de ellos.
- Pueden besarse - dijo el anciano divertido al ver que no dejaban de verse a los ojos y no hacían nada - Príncipe.
Heero al fin reaccionó y acercó a Dúo a su cuerpo besando con ansiedad sus labios rojos que se abrieron a su beso como pétalos de flor al sol.
- ¡Que vivan los novios! - y un aplauso los trajo de regreso a la tierra.
Dúo apoyó la cabeza sonrojado en el hombro de su esposo mientras se abrazaba a él, había hecho lo correcto, ahora, pasara lo que pasara, nadie podría separarlos, estarían juntos siempre.
- Vamos al comedor - le dijo al oído tomándolo de la mano para caminar juntos mientras todos les abrían el paso - espero que no te moleste que no te haya consultado nada, pero verás que me preocupé por todo.
- No me molesta - le sonrió apoyándose en su hombro - todo lo que hayas decidido, para mí está bien.
- Un novio sumiso - sonrió Zech mirando a la pareja real - cuando yo me casé con Wufei le puso un pero a todo - miró a su esposo que lo miraba sonrojado y furioso - creo que yo no me esmeré lo suficiente por complacerlo.
- Tonterías - replicó este cambiando de expresión - yo quería que todo estuviera perfecto para ti, no para mí.
- Este par se ama y se odia - dijo Heero pasando le brazo por encima de los hombros de su esposo - veremos si todavía están juntos cuando se cumplan los 10 años de su matrimonio
- ¿Diez años?
- Cuando Zech se casó con Wufei, éste aún no tenía la mayoría de edad y estaba bajo la tutela de su hermana, así que ella les puso esta condición para dar su consentimiento, claro que si tuvieran un hijo, esta automáticamente quedaría nula.
- Los dos son hombres, no pueden tener hijos.
- Eso es para los humanos - dijo Traize guiándolos hacia su mesa - la familia real y todos aquellos emparentados por sangre y por matrimonio a ellos pueden tener familia por medio de la magia mediante un ritual bastante sencillo la noche de la Luna Azul.
Dúo lo miró extrañado mientras se sentaba junto a Heero que se mantenía serio a su lado pero que miraba a Wufei que se había sonrojado notoriamente.
- Nataku nunca estaría de acuerdo, como Zech y yo estamos emparentados por sangre con Heero, aunque por distintas ramas, me corresponde a mí hacerme cargo de darle vida nuestro hijo.
- Sigo sin entender.
- Simple, en el ritual uno de los dos debe hacerse embarazar, en este caso Zech queda exento de hacerlo ya que su padre y el mío eran hermanos.
- Pero su apellido es Marquise ¿no?
- Si, pero porque mi madre lo mordió de casualidad y tuvo que renunciar al apellido Yuy.
- Vaya.
- Y Quatre y Wufei son primos de línea materna, ya que sus madres eran hermanas de la mía - miró al rubio menor - pero creo que Quatre va a llegar sólo a esa noche.
- No molestes - le dijo avergonzado - simplemente no he encontrado a la persona correcta.
- ¿Y cuando es la Luna Azul?
- Dentro de unas semanas - dijo Traize - es una vez cada cinco años y no siempre resulta el ritual - dijo y salió del salón.
- ¿No siempre resulta? - dijo siguiendo con la mirada al castaño.
- Ellos lo intentaron la vez anterior, en aquel entonces mi padre estaba vivo, así que no había problemas, pero algo falló, creo que el culpable fue mi hermano porque anduvo desaparecido varios días después de eso.
- Berduki amaba demasiado a Traize, sabes que es arriesgado tener un hijo de esa manera - le dijo Quatre - tal vez lo hizo de manera intencional.
- Y le prometió que la siguiente vez lo harían de nuevo - dijo Zech.
- Pero ahora está muerto y no le ha quedado nada de él - dijo Wufei moviendo la cabeza - pero no deberíamos hablar de esto ahora, ni siquiera debimos mencionarlo.
- Tienes razón - le dijo Heero e hizo una seña a uno de los sirvientes - mejor olvidemos aquello y brindemos por nuestra felicidad - tomó una copa y la acercó a los labios de su esposo para que bebiera de ella - te entrego mi sangre para que la cuides y ames como si fuera tuya.
Dúo tragó asombrado y notó que lo que al principio pensó era vino, era sangre y que Heero tenía una pequeña herida en la muñeca y que ya no tenía puestos los guantes blancos, pero ¿en qué momento se los quitó? Miró a todos a su alrededor en silencio y sintió que un extraño calor se adueñaba de sus entrañas.
Heero lo miró en silencio esperando una respuesta a su propuesta, sin embargo, lo vio palidecer y cerrar los ojos y se asustó, se le había olvidado que su amado antes era humano y que aquello lo afectaría sobremanera. Lo atrajo hacia su pecho y lo besó delicadamente en los labios.
- Perdona amor, me olvidé que eras humano - lo acomodó en su pecho acariciando con ternura su cabello - vamos a descansar, después de dormir un poco estarás mejor.
- Acepto... tu propuesta... yo... - dijo entrecortadamente y se desmayó.
- Debiste dejar que se acostumbrara primero uno de nosotros - lo regañó Quatre - antes de darle a probar tu sangre.
- Olvidé que era humano - con cuidado lo levantó y lo cargó en sus brazos - es mejor que me lo lleve, nos veremos mañana - se despidió y cargó a su esposo hacia su habitación echando su trenza sobre su propio hombro - mi pobre amorcito - dijo al dejarlo sobre la cama - eres tan delicado - lo besó en los labios y comenzó a desvestirlo con cuidado y luego lo cubrió con las frazadas. Se sentó unos segundos a su lado antes de acostarse también - te amo, mi trenzado hermoso - le dijo besándolo en la frente mientras lo abrazaba a su pecho para estar más cómodo.

Trowa se detuvo mirando el cielo, era su don el ver el presente por medio de las estrellas, así podía conocer los acontecimientos y tomar buenas decisiones, y lo que le contaban éstas eran buenas noticias acerca de su primo, al fin había encontrado a su amor y había contraído matrimonio con él, pero se había desmayado antes de consumarlo. Bueno, sólo a Dúo le podía pasar algo así, se dijo divertido mientras se alejaba más del reino de Meridian, no podía quedarse allí más tiempo, especialmente porque el tío de Dúo estaba decidido a acusarlos de traición sin pruebas y porque quería quedarse con Heavyarms para destruir a los Benice y hacerse invencible. Iba a meterse en un problema si alguien descubría su estancia el los territorios de Maronia, sabía que su dueño estaba en el castillo Yuy con su primo, así que no se enteraría de su presencia hasta su regreso, pero era un riesgo, pues no podía ocultar para siempre su magia.
Pero el pueblo era un lugar tranquilo, situado al norte de la capital estaba bastante protegido de los ataques de los Meridian y lo bastante cerca de su capital para mandar refuerzos en caso de ser necesario. La gente que habitaba la comarca tenía adoración por el joven Duque, los humanos decían que bien podía ser un demonio, pero que era mejor que muchos gobernantes que se decían humanos, un joven maravilloso al decir de todos, era una lástima que no tuviera pareja ya que, al ser el menor de la familia, siempre había sido protegido por su gente y tenía muy pocas ocasiones de conocer gente nueva.
Caminó por el lago en silencio, había visto el presente del muchacho y sabía que tenía planes para casarse con una chica a la que quería mucho pero a la que no amaba para complacer a sus hermanas y así tener un heredero para su gente, pero no estaba muy convencido al respecto.
- ¿Quién eres? - le dijo una voz femenina a su lado y se sobresaltó, iba tan ensimismado que no la notó - ¿Qué haces aquí?
- Soy Trowa - le sonrió sin dar su apellido - sólo paseaba, espero no andar en algún lugar prohibido, no soy de aquí ¿sabe?
- Me di cuenta - le sonrió ella también - estás en el jardín de los Winner.
- Oh, lo siento, debo irme entonces.
- No, puedes quedarte.
- Pero si alguien de la familia me ve...
- Ya te vio - le sonrió ella - soy Jazmín Raberba Winner.
- Perdón, yo... - trató de alejarse de ella, se estaba metiendo en un lío, era una enemiga con la que hablaba.
- No te disculpes, eres extranjero - trató de calmarlo, lo había seguido un buen rato mientras este miraba las estrella y se le había ocurrido que sería una buena pareja para su hermano, se notaba que era un joven educado y serio - nos gusta tener visitantes ¿Te gustaría conocer al resto de la familia?
Trowa miró a la joven y asintió sin saber por qué, aquella mujer algo tendría que ver con su futuro y tal vez consiguiera conocer al esposo de su primo para convencerlo que lo ayudara a recuperar las espadas del poder que el tío de Dúo tenía en su poder.
El castillo de los Winner era más hermoso por dentro que por fuera, y eso era mucho, pero debía tener que lo habitaban casi puras mujeres y se sonrió, tal vez por eso era que estaba un tanto retirado, para protegerlas, de seguro si el rey de Meridian llegara hasta allí no las respetaría y luego que sus hombres se saciaran de ellas, las mataría y se las comería.
Un leve cuchicheo le llegó al oído y se fijó en que muchas chicas lo miraban fijamente antes de acercarse a él y decir:
- Creo, Jazmín, que tienes razón, será un buen candidato para Quatre - dijo una de ellas y las miró asombrado ¿de qué hablaban?
- Bueno, él debe de estar por regresar del castillo Yuy, en especial sí lo que cuentan es cierto - dijo otra mirando mejor al joven que trataba de ocultar su sonrojo - eres un chico muy guapo, estoy segura que le gustarás a Quatre y al fin tendrá un novio para la noche de la Luna Azul.
- ¿La noche de la Luna Azul? - repitió preocupado ¿Acaso ellas lo habían elegido como novio para su hermano? Pero eso no podía ser, ya era un riesgo que Dúo se hubiese casado con un enemigo como para que él lo hiciera también, si los descubrían los matarían aunque dijeran que era sólo para ayudarlos y ayudar a su gente.
- Si, como eres extranjero aquí no lo sabes, pero esa noche la magia de los Benice es más poderosa y las parejas de varones pueden traer a este mundo herederos con la sangre de ambos padres y que sea una combinación de ambos - le sonrió la hermana que parecía ser la mayor - Yo soy Ilena Raberba Winner y cómo ya habrás notado, desde ahora eres el novio oficial de Quatre Raberba Winner, Duque de Maronia y primo por línea materna del rey Heero Yuy.
- ¿No era príncipe regente?
- Se casó con un chico que dicen es muy guapo, así que ahora es rey, cosa que será ratificada cuando llegue la gran noche y ambos tengan un hijo.
- Entiendo.
- Ven, te mostraremos tu habitación, descansa mientras puedas, cuando tú y nuestro Quatre se casen no podrás hacerlo - le sonrieron todas y sonrojado se retiró, no estaba en sus planes casarse, pero parecía ser una buena idea, sería más fácil acercarse al rey de esas tierras y convencerlo de derrocar al rey de
Meridian a favor de Dúo y así liberar a ambos pueblos de su maldición que no los hacía ser normales como los humanos.

A la noche siguiente llegó Quatre al castillo, había visitado a la chica que pretendía convertir en su esposa, una chica del clan Oz que conocía hace muchos años, era la prima de Traize, pero no había sido capaz de proponerle matrimonio, había sentido que ella estaba enamorada del otro hermano de Heero y no era momento de proponerle algo así cuando apenas llevaba unas semanas de muerto. Entro en el castillo y se sentó a descansar antes de llamar a sus hermanas para contarles lo que planeaba, sin embargo, se llevó una sorpresa la ver que ingresaban arrastrando a un joven tan alto como la mayor de ellas. …l vestía extrañamente de un color crema y con una capa verde esmeralda, el cabello castaño le caía sobre la mitad de la cara cubriendo sus ojos del mismo color de la capa y notó un ligero sonrojo en sus mejillas.
- Que bueno que al fin regresas, Quatre - le dijo Ilena sonriendo - queremos presentarte a tu novio.
- ¿Novio? - repitió aturdido.
- Si, eso dije - jaló a Trowa hacia el rubio - anda, dale un beso a tu novio y sellen el compromiso.
- Estás loca, yo no... - pero fue interrumpido por el beso en los labios que le propinó el chico más alto - ¿Quién eres? - dijo apartándolo molesto.
- Soy Trowa, tu novio a partir de ahora y tu esposo en un futuro no muy lejano - le replicó con seriedad.
- No pienso casarme contigo - dijo poniéndose de pie saliendo del salón furioso ¿cómo se les ocurría buscarle un novio? Era bien capaz de arreglárselas solo, no necesitaba que sus hermanas interfirieran en sus decisiones, ya no era un niño.
- Espera - le dijo Trowa atajándolo por un brazo - no puedes negarte.
- Claro que puedo, entre nosotros no hay nada que nos ate - le dijo burlón apartándose de él.
- Pues ahora sí - dijo molesto inclinándose hacia él sobre su cuello y mordiéndolo con ganas en el cuello - ahora tendrás que casarte conmigo - le dijo saboreando su sangre.
- Maldito - le dijo y le pegó un fuerte golpe antes de irse corriendo.
Trowa sonrió divertido, era cierto lo que le había dicho Diana, ese niño lo iba a hacer sufrir, pero de todas maneras sería suyo antes que llegara esa famosa noche y juntos tendrían un hijo.
- Vaya, así que sabías de esa tradición - sonrieron las hermanas de Quatre - vamos a tener que comenzar a preparar la boda, le guste o no se van a casar a más tardar dentro de una semana si no quiere morir llagado.
- ¿Esa es la muerte para quienes no cumplen esta tradición? - dijo preocupado por el pequeño rubio, no era su intención sentenciarlo.
- Es nuestra maldición, si alguien nos muerde, debemos casarnos y consumar el matrimonio antes de una semana o atenernos a las consecuencias, a no ser que de común acuerdo retiren la marca del cuello.
- Yo no pretendía hacer eso, sólo quiero casarme con él.
- No te preocupes tanto, no se seguirá negando mucho tiempo más, tu saliva comenzará a hacer efecto muy pronto en él y te buscará para que lo ames por entero, no tiene forma de escapar de ello.
- Pero...
- No te preocupes tanto, pronto se calmará y vendrá a ti.
- Bueno, pero ¿no creen que haga alguna locura?
- ¿Quatre? - sonrieron ellas - jamás lo hará, debe protegernos hasta que todas estemos casadas.

Dúo abrió los ojos y miró el cuarto a su alrededor y luego a quien le hacía de almohada, su esposo descansaba tranquilamente soñando quien sabe qué cosas. Trató de sentarse en la cama para mirar a su alrededor pero un abrazo posesivo lo retuvo contra el pecho de su dueño. Entonces notó algo más, ambos estaban completamente desnudos sobre la cama cubiertos apenas por la ropa de cama.
- ¿Adónde crees que vas? - le dijo Heero en apenas un murmullo somnoliento.
- Quería ver la habitación.
- Pues si te sientes con ánimos de hacer eso, podríamos hacer otras cosas - dijo pasando su mano por la espalda de Dúo provocando un estremecimiento en el cuerpo del trenzado - ¿qué te parece?
- Bueno - dijo acercando sus labios a los de su esposo.
Heero se posesionó de los labios abiertos de su amado con ansiedad, había pasado mucho tiempo deseando probarlos de verdad, aunque sospechaba su suavidad y dulzura. Soltó los cabellos de Dúo de la trenza y comenzó a masajearle la nuca mientras el beso se hacía más y más profundo, sus cuerpos se comenzaban a calentar y su sangre se despertaba.
Dúo sintió que algo duro se presionaba contra su vientre y se sonrojó al darse cuenta que era. Su mano vagó por los contornos de su esposo acariciando y dejando un sendero de fuego que a Heero le quemaba la piel hasta llegar hacia el sexo endurecido de su esposo y comenzó a frotarlo suavemente de arriba abajo, sin detenerse pese a que Heero hacia ruiditos de placer a cada movimiento.
- Dúo - gimió bajito tratando de controlar aquellas sensaciones que invadían su cuerpo - me gusta - dijo casi sin aliento.
Dúo había soñado con tenerlo así tantas veces en todo ese tiempo que casi sin pensarlo comenzó a vagar por su piel con los labios, dejando un sendero húmedo de besos por donde quiera que pasara, en especial por sus tetillas que se levantaron al sólo sentir su aliento sobre ellas. Luego de torturarlas un poco bajó hacia dónde sus manos trajaban tomando suavemente el miembro entre sus labios, recorriéndolo suavemente con la lengua en toda su extensión arrastrando la piel con los dientes antes de introducirlo con voracidad en su boca.
- ¡Dúo! - gritó arqueando su espalda.
Dúo siguió su cometido, le gustaba, sentía como palpitaba y le venían fuertes espasmos que anunciaban que lo haría acabar, pero no le importaba, quería sentirlo terminar, así que apretó los dedos y su boca en torno a él y comenzó a frotarlo con más énfasis hasta que lo sintió liberar su semilla y lo dejó relajarse.
- Sabes delicioso - le dijo limpiándose los labios con la lengua con un gesto tan sensual que volvió a despertar el miembro de Heero - tienes mucho aguante ¿verdad?
- Me toca s mí - le dijo este divertido y lo hizo sentarse en la cabecera de la cama y comenzó a acariciarlo del mismo modo en que lo hiciera Dúo con él, pero él fue más allá, mientras lo acariciaba, comenzó a prepararlo suavemente para la penetración, de una manera tan deliciosa que en trenzado ni cuenta se dio de lo que pasaba hasta que se encontró sentado sobre las piernas de Heero con este dentro de él esperando a que se acostumbrara a tenerlo.
- Heero - gimió aferrándose a sus hombros y tratando de no hundir los dientes en su carne, sabía que si lo hacía se haría adicto a él y cada vez que se amaran lo mordería - me duele.
- Dejémoslo - dijo tratando de salir de él.
- ¡No! - chilló y volvió a hundirlo dentro de él, ahora más profundo y menos doloroso - quiero sentirte entero - dijo acariciando su pecho y tomado sus manos para que volviera a tomar su miembro para que olvidara el dolor con placer - así, me gusta.
Heero comenzó a moverse lentamente mientras le masajeaba el pene y ambos comenzaron a sentir oleada tras oleada de placer, le vaivén los volvía locos y los hacía perder el sentido, tanto así que Heero no pudo evitar gritar al terminar y Dúo lo imitó un segundo después derramando su semilla en la mano de su amado.
- Eso estuvo mejor ¿verdad? - dijo el trenzado medio dormido.
- Estaría mejor si tuvieras más aguante - se burló Heero pero el trenzado no le respondió, se había dormido - ni modo, cuando despiertes de nuevo volveremos a hacerlo - lo acomodó contra su pecho mientras se recostaba y también se durmió.

Continuará...

Bien, no me quiso salir un lemon mejor, pero espero que les guste. No soy muy dada a apurar este tipo de cosas, pienso que las cosas deben darse y ya.
En fin...
En cuanto a Quatre, se supone que es el hermanito menor así que comprenderán que sus hermanas lo quieran feliz por sobre todo, tal vez le guste Trowa, pero está molesto porque se lo están imponiendo, no por él. Pero a Trowa si le ha gustado así que allí habrá un lemon o lima, no sé, no soy muy buena en esto.
Espero que les haya gustado.
Shio Chang.

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