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Hijos de la sangre por Shiochang

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Hijos de la sangre.
Capítulo 1: la reunión de los clanes.

El reino se encontraba realmente convulsionado, había corrido por todas las ciudades el rumor que sus príncipes estaban muertos, que habían perdido sus espadas del poder y que no había nadie que pudiera recuperarlas. También se murmuraba que el menor de los tres hermanos había sido encontrado en el fondo del acantilado horas después de la batalla a un costado del lago victoria pero no se sabía si estaba vivo o muerto.
Ya era el séptimo día desde que ocurriera la terrible batalla y al fin tenían un comunicado desde el castillo principal, era cierto que dos de los príncipes estaban muertos y que sus cuerpos no habían sido recuperados, pero el menor de ellos estaba vivo y tenían la posibilidad de vengarse y recuperar lo que habían perdido. También se citaba a todos los jefes de los clanes y tribus del reino y se llamaba a los hombres a unirse al ejército, mientras sus líderes se reunían en el salón principal del castillo para planear la manera de recuperar la espada del poder junto con sus hijas antes que hubiera una nueva luna llena.
Al día siguiente todos los que ostentaban algún poder dentro del reino o tenían dinero estaban reunidos en su príncipe regente el que se veía muy cambiado, sus ojos siempre alegres no mostraban ninguna emoción, habían perdido aquél brillo inocente que antes tenían, y sólo reflejaban frialdad, ni siquiera se veía dolor en ellos. Su voz era como un afilado cuchillo que cortaba el silencio, también era tan fría que parecía congelar a la persona que estaban dirigidas sus palabras.
A los antiguos lugartenientes de sus hermanos no les pareció nada bien el cambio que había sufrido joven príncipe, aunque era de entender dado que se sentía culpable de la muerte de sus hermanos mayores y por haber dejado que lo que creía una ilusión lo distrajera de su verdadero objetivo y no cumpliera con su misión, tal como lo había prometido antes de salir de su castillo, porque veía en el al antiguo rey quiera quien había provocado que aquellas rencillas tan antigua resucitara.
Zech, que siempre había sido el brazo derecho de los tres hermanos, tenía una leve sospecha, tal vez no tan leve, que alguien los había traicionado desde adentro, porque sino como sabían los puntos exactos por donde iban atacar los tres príncipes, no podía ser casualidad que justo los tres atacarán los puntos menos vulnerables del enemigo y que éstos hicieran magia sobre ellos sin tener al menos una idea de que era lo que los afectaba. Por eso había iniciado una investigación secreta entre aquellos que conocían el plan principal, no quería pensar que alguien fuera traidor pero tal vez hubiera alguien que ambicionara el poder y creyera que la muerte de sus príncipes se lo daría. Por el momento no tenía a nadie, ninguno de los tres gobernadores que habían estado la reunión con los príncipes podía ser sospechoso, sin embargo varios de los soldados decían haber visto una mujer salir del campamento a escondidas poco después ellos terminaron de trazar su plan, pero ¿quien podía ser? Las hermanas dos de Quatre y Nataku estaban en el castillo principal la noche del ataque, así que la única que podía ser la culpable era su propia hermana, pero no tenía pruebas de ello.
Traize, pese a toda la dedicación que ahora le daba al príncipe regente, estaba muy pálido y ojeroso, más pálido que de costumbre y se notaba que había perdido bastante peso, la muerte de su amado lo había afectado visiblemente y el hecho de que su pequeño, como siempre le había gustado llamarlo, quisiera volver a la guerra le dolía casi tanto como la pérdida de Berduki, pero sabía que no podría evitarlo porque debía recuperar la espada. También había iniciado una investigación secreta por su parte, estaba casi seguro que lo que había visto Heero durante la batalla no una mera ilusión, sino que chico existente, aunque comprendía que era un enemigo si llegaba existir y que lo mejor era que su príncipe no lo supiera, ni sospechara lo que hacía.
Wufei estaba más que preocupado por la actitud que había tomado Zech luego de la batalla, casi no había hablado con él y había estado interrogando a todos los soldados que estaban de guardia a la salida del Valle y les había dicho quien no dijeran nada de lo que les había preguntado. Se le hacía extraño todo esto de ocultar le tanto secretos y cuando le preguntó si era lo que pasaba, el rubio lo esquivó olímpicamente y lo dejó más preocupado que antes, sabía que no era algo malo, pero sospechaba que no le decía toda la verdad.
- No quiero que desconfíes de mí, corazón - le dijo el rubio sonriendo - me conoces bien y sabes lo que hago, simplemente espero un poco más y te diré con certeza que es lo que estoy haciendo - le sonrió nuevamente y lo besó - sabes bien que te amo.
- Eso ya lo sé, pero es que ahora estas tan...
Zech no supo que responderle y se alejó en silencio ¿cómo decirle que sospechaba que su propia hermana era la culpable de la muerte de dos de sus regentes? Ni siquiera estaba seguro de que así fuera, pero existía esa fuerte sospecha, dado que ella siempre había ambicionado ser reina y por medio de los príncipes regentes no podía llegar a serlo, ya que ninguno de ellos le gustaban las mujeres. Y también está derecho de que estaba emparentada con los Darlean por matrimonio y ellos si que eran enemigos.

Heero estaba sentado en el trono en el que comúnmente se habría sentado su hermano mayor mientras miraba los hombres que venían a jurarle su lealtad a toda prueba, sin embargo, una idea daba vueltas sin descanso en su cabeza, no podía sacarse la imagen de aquel hermoso muchacho trenzado en el que se había visto reflejado y cuyos hermosos ojos no le habían dejado dormir tranquilo. Apretó los labios con ira y se dedicó a lo que tenía que hacer, no podía permitir que una brujería lo hiciera desistir de su empeño, no volvería caer en semejante trampa, su corazón debía estar cerrado para el enemigo, porque eso era ese muchacho, un enemigo puesto que quería su destrucción, quería destruir su corazón y su mente a como diera lugar.
Casi todos los hombres que llegaron al castillo del príncipe traían sus propias tropas para reforzar las diezmadas de su reino, tal vez no fueran el selecto ejército que antes habían conformado, sin embargo, ellos se entrenarían con la misma fuerza y seguridad que los anteriores y pondrían el corazón en defender su reino y a su gente.
También habían llegado muchos hombres que no pertenecían a ninguno de los clanes del reino, pero que también estaban dispuestos a luchar porque los del reino enemigo no se adentrarán en sus tierras, era bien sabido que ellos preferían comer carne humana, en este caso la de ellos cuando no estaban éstos a mano, y que preferían sobre todo a los más jóvenes, preferiblemente niños indefensos y mujeres encinta, para robarles la fortaleza y la energía espiritual para sus rituales malignos, también se decía que eran salvajes y lo lujuriosos, y que luego de disfrutar sus amantes, les robaban la energía, la sangre y devoraban sus carnes ¿como no temerles? Y los Yuy era su única esperanza de salvación.

El castillo de Maxwell se había puesto de fiesta, suponiendo la muerte del enemigo. Sin embargo, había un chico que se paseaba nervioso por una de las torres quedaba hacia el acantilado mirando continuamente hacia el fondo, no podía quitarse de la cabeza la imagen de aquel joven con el que cruzó los ojos por unos segundos antes que este fuera atacado, desarmado y lanzado al vacío. Estaba casi seguro que aquello que había visto en sus ojos era lo mismo que sentía, pero tenía un terrible miedo ¿y si él estaba muerto? Era cierto que era un ser poderoso, pero había caído de una enorme altura y ni siquiera había intentado volar para evitar la caída así que era una posibilidad, había intentado ir a rescatarlo, sin embargo, su tío no lo permitió y se quedó atrapado entre los soldados que celebraban la captura de tres espadas de poder, aunque todavía no las pudieran utilizar después de una semana. Era desesperante no saber que había pasado con la persona que tanto le gustaba, en todo ese tiempo no había podido salido a averiguar nada, pero había escuchado a los guardias decir que las tropas enemigas que se retiraban se movieron por el borde del acantilado y recogieron el cuerpo de un hombre joven, así que existía la posibilidad que siguiera con vida.
- ¿En qué piensas, pequeño Dúo? - Le dijo su primo Trowa - has estado muy callado últimamente, lo que viene ser muy raro de ti.
- ¿Sabes que, Trowa? Creo que estoy enamorado.
- ¡Vaya! - Exclamó sorprendido - ¿y se puede saber quien es la afortunada?
- Es que no es una chica - dijo moviendo la cabeza - ni siquiera sé su nombre, fue una aparición tan repentina que no atiné a nada, simplemente sentir sus hermosos ojos en los míos y sentí que el mundo dejaba de existir a mí alrededor, el corazón me latía con tal fuerza que pensé que me iba a estallar, era tan lindo que lo único que pude pensar en ese momento fue en qué sabor tendrían sus labios y su piel.
- Quién hubiera dicho que nuestro príncipe heredero era tan romántico - se burló a medias - ¿cuando se supone que viste semejante aparición?
Dúo se sonrojó hasta las orejas y no le respondió, se acercó a la pared que daba hacia el acantilado y miró hacia abajo una vez más, no sabía que responderle y tampoco se atrevía decirle que posiblemente se tratara de uno de los príncipes del reino enemigo, parecía una locura incluso sus propios ojos, pero sabía bien que al corazón no se le manda.
Trowa lo miró en silencio por unos minutos, era extraño que Dúo no le contara sus secretos, normalmente habría gritado a los cuatro vientos que estaba enamorado hasta la médula, pero ahora lo callaba como si fuera algo malo; en su reino no estaban prohibidas las relaciones entre personas del mismo sexo, así que no podía ser por eso. Se acercó a él y siguió su mirada hacia el fondo del acantilado y una idea dio en su cerebro. Abrió la boca asombrado y preocupado, no podía ser que su primo estuviera soñando despierto con una persona que cayó por esa zona.
- ¡Dúo! - Exclamó preocupado - no puede ser que te hayas enamorado la noche de la batalla aquella.
Dúo no lo miró, pero tampoco negó la acusación que le hacía.
- Entonces es cierto, tus ojos se cruzaron con los del enemigo y perdiste el corazón ¿verdad? Y lo peor no es eso - agregó - lo peor es que aquella persona fue lanzada por el acantilado luego de la batalla, y la única persona que cayó por ahí fue uno de los príncipes Yuy, y tú esperas verlo salir de allí.
- Por favor, no se lo vayas a decir a mi tío, de seguro me encerraría para siempre en las mazmorras del castillo y jamás podría volver a verlo en el caso de que esté vivo.
- Estoy seguro que lo está, nuestros informes dicen que ha llamado a una reunión en su reino y que está reforzando sus tropas para volver al ataque con el fin de recuperar las espadas y vengar a sus hermanos. También hemos sabido que sospechan de un traidor dentro de sus filas, pero de seguro no tienen ni la más remota idea de quien pudo ser.
- Le gustaría volver a verlo, reflejarme en sus ojos azules, probar el néctar de sus labios y perderme entre sus brazos poderosos mientras me ama.
- Está loco de remate, de seguro si el averiguar qué tú eres un enemigo te mata antes que besarte, mucho menos puedes imaginarte que te ame, después de todo sus dos hermanos están muertos por causa nuestra y dudo mucho que perdone aquello.
- Pero si yo me acercara a él sin que supiera quién soy, tal vez pudiera conquistarlo, ganarme su corazón y así se terminaría la guerra.
- Si el rey se enterara de tus planes, puedes declararte hombre muerto, sabes bien que él odia a muerte a todo lo que tenga que ver con el reino de Benice y en especial con sus príncipes regentes, creo que en caso que consiguieras la paz con ellos de seguro te deshereda para continuar con la guerra. Sólo nos queda esperar que el enemigo lo mate.
Dúo volvió a mirar hacia el acantilado en silencio, su primo tenía razón, además ¿quien le aseguraba que pudiera conquistar el corazón de un príncipe Yuy después de lo que había pasado hace una semana? Tal vez lo mejor era dejar de soñar con él y dedicarse a cumplir sus obligaciones como príncipe heredero.
- Aunque sería bueno intentaras conquistarlo con la apariencia de un simple humano, ganaríamos tiempo y podríamos hacer algún tipo de alianza para destronar a tu tío - puso la mano en el hombro del trenzado - según sé, ellos duermen de día, en cambio nosotros tenemos apariencia humana y nos podemos movilizar con mayor facilidad, lo único que necesitas es un conjuro que te permita ser humano también de noche.
- ¿Crees que sea posible llegar hasta él?
- Si lo logras, debes tener cuidado con su persona, dicen que son lujuriosos y salvajes en el sexo, especialmente en las noches sin luna dado que su manera de robar energía de otros seres, puesto que a ellos no les gusta la carne humana.
- Me encantaría llegar a ser su juguete favorito - se sonrió sonrojándose hasta la raíz del cabello mientras se abrazaba a sí mismo - pasaría interminables noches entre sus brazos.
- Y terminarías sin poder sentarte por mucho tiempo.
- Para lo que me importa, si acostados se hace mejor.

En una noche oscura fuera del Castillo, lo que era lógico teniendo en cuenta que no había luna y que los árboles tapaban la poca luz que llegaba desde las almenas del Castillo y de las estrellas. Le daba un poco de miedo pasearse por aquí con esa forma de humano, bien sabía que los suyos los atacaban y se los comían, así que era un serio peligro para su integridad física, pero debía llegar hasta el valle que formaba el límite de ambos reinos si quería volver a ver a su amor. Escuchó ruidos y apuro el paso, sospechaba que lo perseguían y de seguro era uno de los suyos por que lo sentía volar y los enemigos si se hubiesen infiltrado bosque no harían ruido para no ser descubiertos. Al poco rato sintió que se frenaban en su afán de cazarlo y se estrelló contra alguien.
- No deberías pasearte de noche y menos por este bosque - le dijo una voz masculina y levantó la mirada - la gente del clan de Meridian podría atraparte y no podrías contar lo que viste dentro de su castillo.
- Yo... yo trato de escapar de ellos - dijo temeroso - pero tú eres como ellos.
- ¿Yo, igual a ellos? - rió divertido - se nota que eres humano. Soy Traize Krusrenada de Yuy - se presentó soltándolo.
Dúo sintió que caía en un pozo, ¡Su amado tenía esposo!
- ¿Es... esposo del rey Yuy? - dijo preocupado
- Nosotros no tenemos rey, tenemos un príncipe regente hasta que él contraiga matrimonio - lo miró bien - ¿Quién eres?
- Dúo Shinigami - dijo - los demonios del castillo Maxwell atraparon a mi gente para celebrar un triunfo o algo así.
- Desgraciados, ya verán cuando Heero vengue a sus hermanos si van a tener ánimos de celebrar.
- Perdone, pero dijo que su príncipe no está casado ¿verdad?
- Yo era esposo de su hermano mayor, así que ahora soy su guardián, aunque dudo mucho que necesite que alguien lo cuide.
- Su excelencia, Su Alteza nos ordena regresar al castillo Yuy - le dijo un guardia con reverencia - parece que comienza a reconcentrar las tropas.
- Gracias, Nicols, di que ordeno levantar el campamento de inmediato - se volvió hacia el trenzado - ¿quieres venir con nosotros? Nuestro clan no come carne humana, así que estarás a salvo mientras estés bajo mi protección.
- Gracias - asintió con la esperanza que por medio de él pudiera llegar hasta Heero e intentar conquistarlo.
Ya en el campamento Traize se dedicó a vigilar cada detalle del muchacho, calzaba perfectamente en la descripción que le había dado Heero de aquella aparición que lo hizo fallar en su misión, cabello largo y castaño trenzado en la espalda, su misma estatura prácticamente y los ojos color violeta ¿sería él? Pero era un humano que había escapado de los monstruos esos, quizás ni sospechaban que era la aparición de Heero o ya lo habrían usado a su favor.
- ¿Pasa algo malo, Excelencia?
- No, Nicols, sólo pensaba en si a Heero le gustaría este humano.
- Bueno, él es algo especial, nadie conoce bien sus gustos y tal vez podría ofenderse si se lo lleva de regalo.
- Es una posibilidad - asintió - pero también es posible que cambie su estado de ánimo y tenga más energías para dedicarse a lo suyo.
- Pero es humano.
- Eso es solucionable - miró al chico que se apartaba de los soldados - pero creo que es mejor que Heero decida si quiere convertirlo en uno de los nuestros o esperar que la maldición esté rota.

Dúo sonreía mientras, protegido por los guardias de Traize, viajaban hasta el castillo Yuy. Estaba contento, al fin conocería al joven que le había robado el corazón en una sola mirada. Suspiraba pensando en las largas noches que pasaría entre sus brazos, por los dulces, se imaginaba, besos que recibiría, las caricias apasionadas y salvajes.
- Creo, pequeño, que por ahora no te voy a presentar a Heero - le dijo Traize deteniéndose a su lado.
- ¿Por qué no? - dijo desilusionado.
- Mi cuñado tiene muchas obligaciones ahora que debe regir solo, por mucho que cuente con la ayuda de sus primos. He estado pensando que lo mejor sería casarlo con alguien que aligere su carga y comparta sus obligaciones, aunque creo que aquello le acarrearía problemas mayores.
- ¿Por qué cree eso?
- Si se casa, será rey y eso tiene muchas más obligaciones; hay algunas que no puede delegar al convertirse en rey, los tratados comerciales los puede firmar sólo él.
- ¿Tratados comerciales?
- Sí, nosotros, pese a ser hombres de la noche, solemos tratar con los humanos y hemos ganado muchas riquezas.
- Pero podría encontrar a alguien que lo asesore o que lo ayude a relajarse ¿no?
- En estos momentos sería sólo una distracción si es que lo acepta, ha andado con un genio de esos que apenas se soportan.
- Me gustaría llegar a conocerlo...
- Ya veremos si se puede hacer, pero ya le tengo pensado un esposo que le dé su energía; tú eres humano y si te roba energía.
- Yo se la daría con gusto - murmuró.
- Aunque así fuera, tu energía no sería suficiente para él y sólo conseguirías morir - le dijo mirándolo asombrado y agregó - me parece que tú conoces a Heero.
- La noche de la batalla en el castillo de Maxwell lo vi - le dijo ruborizado - ya le dije que estaba prisionero allí.
- ¿Cómo fue que le viste si él no consiguió pasar de los muros del acantilado?
- Es que... - desvió la mirada intentando encontrar una idea convincente que lo sacara del apuro - intentaba escapar usando la batalla como pantalla, pero lo vi a él y volví a caer prisionero.
- Entiendo - dijo pensativo. Entonces, pensó para sí, era posible que aquello no fuera planeado y que Heero liberara las amarras de su corazón - hablaré con Zech a ver si conseguimos que lo conozcas.
- ¡Gracias! - sonrió feliz, al fin tendría una oportunidad de conocer al dueño de su corazón.
Traize se alejó del trenzado para ponerse a la cabeza de su tropa, iba pensativo ¿No sería que el enemigo había soltado a ese niño para que los espiara o que ablandara al último de los Yuy?
- ¡Excelencia Traize! - gritó un soldado y este prestó atención al frente - el general Zech viene a nuestro encuentro - le informó.
- Bien, vamos a su encuentro.
Zech se detuvo al ver a su primo y le sonrió a medias. No le había gustado que regresara tan cerca del campo de batalla en que murió su esposo, tenía miedo que desatara otra cruenta batalla, pero al parecer se había preocupado de más.
- ¿Te envió Heero?
- No, estaba preocupado por ti ¿A qué viniste hasta aquí con tan poca gente?
- Estaba investigando un dato que me dio Heero cuando recién despertó.
- Y por tu cara, creo que descubriste algo ¿verdad?
- Hablaremos en el castillo - lo cortó - aún estamos muy cerca de territorio enemigo.
- Como quieras - se encogió de hombros y reanudaron la marcha.

Heero miraba extrañado a su primo más cercano, Quatre no era de los tipos que se andaban por las ramas, siempre era directo aunque muy diplomático para decir las cosas.
- Muy bien, suéltalo.
- Es por Traize - dijo al fin - todos sabemos que amó mucho a tu hermano, pero han corrido rumores que él fue quien entregó los datos al enemigo para convertirse en rey.
- Eso es imposible, él no podía entrar en Hondonada Perdida ya que no está emparentado por sangre con nosotros - lo negó.
- Y también murmuran que quiere casarse contigo.
- Yo ya perdí el corazón - dijo con frialdad - jamás me casaré, esperaré que llegue la luna azul para ser rey. Además, creo que Traize pensaba en buscarme un esposo que me ayude en mis responsabilidades.
- Habló conmigo al respecto - suspiró Quatre - no tengo nada en tu contra, pero no puedo aceptar, eres casi como un hermano para mí.
- Creo que es a ti a quien debe buscarle pareja - lo miró con calma - creo que nunca te has enamorado y a tu edad...
- ¡No soy tan viejo, tú eres mayor que yo!
- Pero yo sí he estado enamorado - lo rebatió.
- Eso no me lo habías contado ¿Quién es el afortunado dueño de tu corazón?
- Se lo dije a Traize y ni siquiera sé si fue una ilusión su belleza en el campo de batalla.
- ¡Vaya! - murmuró - eso es terrible.
- Me gustaría saber si él es verdadero.
- ¿Dónde lo viste? ¿Cómo era? Yo podría ayudarte a encontrarlo ¿te gustaría?
- Es un chico hermoso, de grandes y expresivos ojos violeta, una larga trenza castaña, es casi de mi misma estatura y tiene una boca... - movió la cabeza - pero dudo que lo encuentres, lo vi mientras peleábamos en el Castillo Maxwell.
- Puede ser un enemigo, entonces.
- Eso me temo - movió la cabeza - o que fuera sólo una ilusión del enemigo para despistarme.
- Podemos averiguarlo, pero no puede ser ahora, tenemos que empiece la luna creciente - le sonrió tratando de tranquilizarlo al ver que le lanzaba una mirada fría de esas que te matan - pero creo que él de verdad existe, y si es así, no tardará mucho en estar a tu lado, de eso me encargo.

Continuará...

Bueno, pensaba alargarlo un poquito más, pero creo que lo voy a dejar para los otros capítulos, la historia no la voy a hacer más larga, tengo que seguir con Historias aunque Wufei me está dando problemas con su "justicia" (Oye, sólo te pido que me hagas justicia, no te centres en Yuy y Maxwell ¿Ok?:)) Espero avanzar un poco más en ambas y darles un retoque.

Shio Chang.

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