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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 19!

Capítulo XIX

La hija de una artista.

 

¿Por qué se sentía tan mal? Abrió lentamente los ojos sintiendo como la poca claridad le fundía el cerebro.

¿Estaba en su habitación? Sí, esa era su recámara.  Se movió perezosamente  bajo las cobijas sin la más mínima intención de levantarse en esa vida o en la siguiente.

Giró el cuerpo hacia la derecha y… ¿Quién estaba durmiendo a su lado? Enfocó bien la vista y distinguió una cabellera azabache. ¿Pero qué…? Levantó la cobija de a poco para ver a la chica dormida ahí, mientras su respiración empezaba a agitarse.

Cristina tenía la blusa abierta y traía únicamente una panteleta blanca… su cerebro empezó a recibir flashes de la noche anterior. ¡¿Qué había hecho?!

-No…- susurró sintiendo como la garganta se le cerraba. ¡¿Hizo el amor con su hermana?! Negando enérgicamente con la cabeza quiso salir corriendo de ahí. Sus pies se enredaron en la ropa de cama mientras ella pataleaba desesperadamente.

-¿Ale…?- Se quedó de piedra viendo los ojos abiertos de Cristi, quien en ese momento se incorporó sobre el colchón.- Auuch.- La chica se  sobó la sien, apretando ligeramente los ojos.- Buenos días.- Dijo al fin Cris, con expresión de dolor. La vio cerrándose la blusa, algo apenada y pensativa.  Entonces su hermana la miró con los ojos muy abiertos, como si hubiera recordado algo.- ¡Oh, por Dios!- La chica hizo a un lado toda la cobija y se examinó el cuerpo.

-Cris… yo… yo no…- balbuceaba. La azabache empezó a reír y volvió a sujetarse las sienes.

-No debí beber tanto. Pero… fue divertido.- La chica se acercó a ella y le estampó un beso en los labios.- ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

-¿Qué… que pasó anoche?- La azabache la observó un momento.

-¿No lo recuerdas?- Negó lentamente. Cris apretó la mandíbula.

-Tú… ¿hicimos algo… sexual?- ¡Di que no! ¡Dilo!

-¿No recuerdas absolutamente nada?

-Recuerdo algunas cosas… pero no sé si son reales.

-No…- Cris se sonrojó.- no tuvimos relaciones sexuales. Iba a pasar pero… quisiste quitarte el pantaloncillo, te caíste de la cama y nos ganó la risa.- La chica rio.- No debimos beber tanto.

-Creo que no.- Suspiró algo aliviada… pero…recordó algo… Cris y ella se besaron, se tocaron… y… ¡Le confesó su amor! Totalmente agitada salió de la cama. ¡Ella también estaba semidesnuda! Buscó rápido algo que ponerse, ¡tenía que salir de ahí!

-¿Qué pasa?- La azabache también se había levantado. La observó un momento. Su corazón latía fuerte mientras contemplada a esa hermosa y sexy chica en ropa interior. Dio un par de pasos hacia atrás para aumentar la distancia entre ellas.

-Lo siento.- Dijo caminando hacia la puerta. Cris la jaló del brazo.

-¿Qué te está pasando?

-Cristina yo no… estaba ebria… no…- Se le fue el aire y las fuerzas.  Se inclinó y se sostuvo colocando sus manos sobre sus rodillas, intentando respirar.

-Mi amor ¿Qué te pasa?-  Resopló al escuchar eso, quejándose como un animal herido.

-Me… me dijiste “mi amor”.- Cris la tomó del rostro y la hizo mirarla.

-Estás asustándome.

-¡Ah!- Sacó fuerzas de sabe donde y se irguió, dando vueltas por la habitación, apretándose la cabeza.- De verdad lo arruiné.- dijo más para ella. ¡Era tan estúpida!

-¡Explícame que está pasando!- Exigió Cristina ya impaciente.

- Pasa que soy la peor persona del mundo.- Se tapó el rostro con las manos intentando controlar las ganas de vomitar.- Pasa que soy una puta inconsciente incapaz de mantener la boca y los pantalones cerrados.

-No, Alejandra. No empieces nuevamente. ¡No permitiré que arruines esto!

-¡Ya está arruinado, Cristina! ¡Desde hace mucho que está arruinado!

-¡¿Por qué?! ¿Por amarme? Anoche se te cayó el teatrito. ¡Dijiste que me amas! ¿vas a retractarte ahora que no estás ebria? ¡¿Lo harás?! ¡Contesta!

-¡No!- El dolor de cabeza aumentaba.- ¡Jamás debí decirte eso! ¡No debí besarte, ni tocarte!- Se le quebró la voz.

-¡Pero lo hiciste! ¡¿Qué quieres ahora?! ¡¿Olvidarlo?! ¡¿Fingir que no estuvimos a punto de hacer el amor?! ¡Porque lo hicimos! ¡Con cada beso, con cada caricia, me hiciste el amor!

-¡Cállate! ¡No digas eso, no lo digas!- Cerró con fuerza los ojos, jalándose el cabello mientras iba recordando lo que había ocurrido. Cristina tenía razón, físicamente no lo habían consumado pero lo que habían hecho sobre esa cama era amor puro.

-¡Di ahora eso que te niegas a confesarme! ¡Dilo! ¡Acaba con esto de una vez si eso es lo que quieres!- La azabache la jaloneaba, totalmente molesta.

-¡No puedo!- Bramó enfurecida apartándose de Cris. Y realmente no podía. No después de lo ocurrido.

-¡Solo eres una maldita cobarde!

-¡Si lo soy!- Sujetó fuerte los antebrazos de Cristina.- ¡Soy una maldita! ¡Deberías odiarme porque yo me odio! Me odio, Cris… - Empezó a sollozar.- me odio.- La chica la abrazó protectoramente, llorando también. Ocultó la cara en el cuello de la azabache.

-Me lastimas… no sabes cuánto me lastimas.- Escuchó cerca de su oído.- Ya no sé que hacer… creí... creí que al fin estaríamos juntas, pero no. Cuando al fin te siento cerca, te alejas. Colocas un muro entre nosotras… ya no puedo más, Alejandra. Ya no puedo.- Sintió un beso en la cabeza, antes de que su hermana la dejara ahí parada, marchándose de la habitación sin mirarla de nuevo.

**** ****

Se sentía totalmente destruida. Su corazón estaba hecho escombros. Ya no podía ni llorar. Su cuerpo estaba entumido y su mente adormecida.  Solamente se limitaba a respirar, mirando el techo, sentada en su sofá. No sabía que hora era ni le importaba averiguarlo. 

-Señorita… señorita.- Alguien le tocó el hombro. Era Bernardo.- ¿Se encuentra bien?- Asintió.- Su familia la espera para cenar.

-No tengo hambre. Me quedaré aquí un rato más.- El mayordomo la observó un momento, para después hacer una ligera inclinación de cabeza y marcharse.

Se puso de pie y busco algunos documentos que necesitaba. Por fin había tomado una decisión. Escribió unas cartas y las metió en sobres, dejándolos sobre el buró.

 

****** ********

******CRIS*****

Apartó el cabelló de su rostro con rabia. Ya no quería llorar más. Ella era Cristina San Román, la vizcondesa del condado más poderoso, no podía pasarse la vida llorando por una cobarde. Alejandra ya no era aquella loca que había conocido meses atrás, ahora era solo alguien incapaz de enfrentar la verdad, cualquiera que esa fuera.

-Te detesto.- Dijo arrugando una fotografía juntas.- Ojalá nunca te hubiera conocido.- Dijo mordiéndose el labio, conteniendo las lágrimas. ¡No! ¡No mas llanto!

Se había encerrado en su habitación  todo el día. No quería encontrarse con la castaña, sentía que era capaz de romperle la cabezota. 

Se tocó ligeramente los labios, recordando todo lo que había ocurrido en la recámara de la chica. Sí, estaba ebria, pero no tanto como para no saber lo que pasaba. Esas horas con Alejandra habían sido perfectas. Sus besos, su voz sexy confesándole su amor… ¿por qué siempre tenía que arruinarlo todo? ¡Estúpida y sensual castaña!

 

******  ******

******ALE*******

-¿Estás ocupado?- Preguntó de pie junto a la puerta del despacho de su papá. Guillermo levantó la vista de lo que leía y le sonrió.

-Para nada. Adelante.- Caminó hasta una de las sillas frente al escritorio.- Solo leía el nuevo proyecto de Cristina.

-¿Cuál de todos?- Dijo sintiendo una punzada al escuchar ese nombre.

-Quiere clases de equitación para niños de escasos recursos.- Recordó la promesa que la azabache le había hecho a la pequeña del desfile.

-Eso suena genial.

-Sí.- El conde dejó a un lado su ipad.-¿Necesitas algo?

-No realmente. Lo tengo todo aquí.

-Entonces, ¿por qué luces tan mal? Creo que no probaste bocado hoy.- Odiaba cuando su papá la miraba de esa forma, como escaneándola.

-Estoy bien.

-Si no me dicen que les pasa, no puedo ayudarles.- Alzo una ceja al notar que su papá hablaba en plural.- Sé que siguen los problemas con Cristina, lo que no sé es el motivo.

-No es nada, solo… creo que somos muy diferentes.

-¿No era ese el motivo de que se llevaran tan bien?

-Lo resolveremos.- Dijo para salir del tema.

-Eso espero. Ustedes se han vuelto la imagen de esta familia, si las personas se enteraran que andan como perros y gatos…- Guillermo se puso de pie y empezó a buscar algo entre sus libros.- Sé que Cristina puede ser una persona difícil, pero te adora. Y sé que tú a ella. Solo recuerda que somos una familia y la familia siempre es primero.

-No olvidaré eso.- Ya no lo haría.- ¿Aún tienes trabajo?

-Siempre.- Dijo el conde sonriendo.- ¿Me ayudarás?

-No, el todopoderoso eres tú.- Se puso de pie y abrazó a su padre.- Te amo, papá.

-Me dijiste papá….- Guillermo la estrechó fuerte.- Yo también te amo, hija. ¿Segura que estás bien?- Asintió.- Mañana me iré muy temprano. Ya empieza el trabajo en las colinas, ¿me acompañas el fin de semana?

-Claro.- Dijo sabiendo que no cumpliría su palabra.

-Bien.- El conde le besó la frente y regresó a la suyo.- Y cena algo.

-Lo que ordene, majestad.- Bromeó y salió rápido de ahí. Le dolía saber que no volvería a ver a su padre.

Eran las 11 pm cuando entró a su habitación. Sacó sus maletas y guardó ropa, libros y objetos personales. Guardó su vieja guitarra en su funda y pensó en llevarse la eléctrica pues le fascinaba. Dio un último vistazo a su alrededor por si olvidaba algo importante.

Salió a hurtadillas de la casa, con sumo cuidado de que nadie la viera. Se metió a la cochera y guardó sus cosas en el maletero del auto. Dio otra vuelta con más cosas y listo. Ahora solo tenía que esperar a que amaneciera.

Cuando regresaba a su habitación, no pudo evitar quedarse de pie frente a la puerta de Cristina. No sabía nada de ella, pero lo último que le había dicho seguía muy presente en su memoria. Solo había lastimado a la chica que amaba y ya no quería seguir haciéndolo. Aunque sabía que le rompería de nuevo el corazón a Cris, pero era lo mejor. Era lo único bueno que faltaba hacer por ella, lo que debió hacer desde antes. Si hubiera sido valiente meses atrás, hubiera podido  evitar el desastre que había causado. Sujetó la perilla pensando en si era prudente despedirse.

-Te amo.- Susurró por última vez.

**** ******

No supo a que hora cayó dormida, no supo nada de nada hasta que el ruido de su despertador la hizo dar un brinco. Se duchó rápido y bajó. En el comedor estaba su familia, incluyendo a Cristina. La chica la ignoró todo el desayuno, a pesar de estar a pocos centímetros de distancia. La miraba de reojo, admirando cada detalle del rostro de la azabache. Podía sentir el calor del cuerpo de Cris y deseaba con toda su alma poder tocar su piel.

Intentaba grabar eso en su memoria. Observó detenidamente a su tía, a sus hermanos, a Sofia… ya no volvería a compartir la mesa con ellos. No los volvería a ver nunca. Pero era lo correcto, tal vez un día su padre lo entendería. Logró comer un poco y fingió prepararse para la universidad. Bajó los escalones de la entrada principal mientras sus hermanitos y Cris se subían a la camioneta que los llevaría a la escuela.

Su Cristi estaba a punto se subir… esa era la última vez que la vería. Era tan linda, tan perfecta. Deseaba que fuera feliz, así lo que estaba a punto de hacer valdría la pena.

-¡Oye Cristi!- no pudo evitar llamar su atención. La chica volteó a verla, con esa expresión dura, pero al menos la miró a los ojos.- Cuídate.

Cris no mostró reacción alguna. Simplemente entró a la camioneta y cerró la puerta. Suspiró y permaneció de pie viéndola alejarse.

 

******* *******

********CRIS*******

Nunca había sido tan odiosa y lo sabía. Tenía ganas de patear a todos, de gritarles a todos. Se miró en el espejo intentando controlarse.

-Respira, solo respira.- Se dijo inhalando profundamente, sosteniéndose en la orilla del lavamanos. Nunca antes se había sentido tan perdida, tan fuera de sí, tan débil. No había logrado dar el cien por ciento en la universidad, ni en la reunión que había tenido con el equipo de construcción del centro comunitario, hacía solo unos minutos. Estaba desconectada del mundo. Su mente viajaba una y otra vez a esa habitación, a esos labios…

El intercomunicador empezó a sonar. Era Amelia informándole que su padre la esperaría en el estacionamiento subterráneo, así que dejó todo como estaba y salió únicamente con su bolso.

Efectivamente su papá y la escolta ya la esperaban. Subió al lugar del copiloto, pues su padre había decidido conducir uno de sus automóviles y con pesadez respondía lo que el hombre le preguntaba. Estaba tan cansada, física y emocionalmente que apenas se dio cuenta que llovía fuerte y que tal vez pasaría otra noche con tormenta.

Ya casi era hora de la cena así que solo subió a su habitación a dejar sus cosas y darse un baño. El agua la ayudó bastante para sentirse mejor.

Mentalizada a tener que sentarse junto a su amor frustrado, entró al comedor. Ahí estaba toda su familia, menos Alejandra. Se sentó en su lugar y se sirvió jugo mientras esperaba que su prima llegara para poder empezar a comer.  Escuchó unos pasos acercándose y se acomodó mejor en su silla, pensando que en cualquier momento la chica de mirada verde entraría por la amplia puerta. Pero no. El que entró fue Bernardo.

-Señor…- el mayordomo parecía agitado.- la señorita Alejandra no está.

-¿Avisó que no llegaría?- Quiso saber su papá.

-No… Señor…

-¿Qué pasa?

-Solo encontré esto.- Vio que el  mayordomo sostenía dos sobres.- Uno es para la vizcondesa.- Dijo el anciano mirándola.

 Brincó de su silla y se apresuró a abrir el sobre. Extendió la hoja frente a ella. “No existen palabras adecuadas para despedirse de alguien a quien amas. Ojalá pudiera decirte todo lo que siento y todo lo que soy, pero creo que te he lastimado suficiente y ya no quiero hacerlo más. Por eso pondré mucha distancia entre nosotras, porque es lo correcto. Quiero que seas feliz y que sigas siendo la increíble mujer que eres. Espero que un día me perdones por todo lo que te hice. Te anexo un poder para disponer de todos mis bienes. Úsalos para ayudar.”.

-No…-  Abrió desmesuradamente los ojos y corrió como loca hasta el tercer piso. No, no, ¡no! Empujó la puerta del cuarto de Alejandra y entró. Se quedó de pie un segundo examinando todo a su alrededor. Entró al vestidor pero sí había ropa, mucha… A Ale no le importaba la ropa… Entonces pensó en otra cosa. Regresó a la habitación y buscó su vieja guitarra. No estaba.  Y hacía falta la guitarra eléctrica que ella le había comprado. Su corazón empezó a dolerle y sus ojos se humedecieron. En el librero no había ningún libro… ¡faltaban sus guitarras favoritas y sus libros!… Dio unos pasos atrás, negando con la cabeza mientras el llanto brotaba por sus ojos. Chocó contra algo…un cuerpo.

-Cristina, ¿qué…?- Su papá también examinaba la habitación de su prima, estaba pálido.-Se fue…- dijo con la voz apagada. ¡No! ¡Esa maldita castaña no podía dejarla!

Ahora corrió para salir del palacio. Alcanzar a Alejandra era el único pensamiento en su mente. Bajó las escaleras y se dirigió a la salida. Le pareció que su madre la llamaba a su espalda pero no se detuvo. Abrió la puerta y corrió bajo la tormenta. El agua de la lluvia golpeó fuerte su cuerpo y se mezcló con sus lágrimas. Sus latidos le dolían, el nudo en su garganta apenas la dejaba respirar. Corrió como nunca antes lo había hecho mientras el cielo era atravesado por rayos y los truenos retumbaban.

-¡Alejandra!- Gritó con todas las fuerzas que le quedaban. Escuchaba voces detrás de ella pero no se detuvo. Atravesó la reja de la entrada y siguió corriendo.- ¡Alejandra, no me dejes! !No me dejes!- No podía respirar. Se detuvo sintiendo como todas las fuerzas se le iban. Cayó de rodillas, totalmente mojada y temblando.- ¡Alejandra!- Gritó una vez más, desesperada. Pero Alejandra ya no estaba.

******* *********

******ALE*********

Cuando ya había rebasado la frontera de Castilnovo, dejó su auto en un estacionamiento público y rentó uno nuevo. No podía tomar un avión ya que su familia era la dueña de una aerolínea y sospechaba que si su padre pedía un favor, no le costaría nada saber si había tomado un vuelo. Había decidido pasar a visitar a Lalo, su mejor amigo, recoger unas cosas en su antigua ciudad y luego salir del país. La mañana de su partida había sacado  efectivo de la cuenta que le asignó su papá y no pensaba volver a usar sus tarjetas por nada del mundo. Por fin llegaría a su destino y estaba totalmente agotada por haber conducido tres días. Apenas había hecho unas breves paradas en un par de hoteles de paso para dormir un poco.

Seguramente su papá movería cielo, mar y tierra para hacerla volver, tenía que ser más astuta que él y aunque sabía que era un riesgo ir a su ciudad natal, tenía que hacerlo. Mientras tomaba la avenida principal, rumbo a casa de Lalo, pensó en Cristina, ¿Cómo estaría? ¿Querría buscarla o estaba suficientemente dolida como para preferir que se haya marchado? Sacudió enérgicamente la cabeza. Si quería continuar con su vida, tendría que aprender a no pensar en Cristi.

Bajó del auto y se estiró para desentumirse. La casa de su amigo estaba tal cual la recordaba. Abrió la pequeña reja y atravesó el cuidado jardín de Lalo.

Toc toc.

Toooooooooc.

-¡Voy, carajo!- Escuchó unos pasos y el ruido de los seguros. La puerta se abrió.

-¿Así recibes a tus amigos?

-¿Enferma? ¡Enferma, eres tú!- El chico la abrazó eufórico.- ¿Por qué no avisaste que vendrías?

-¿Desde cuando tengo que avisarte?

-¡Cierto!- Lalo se hizo a un lado para dejarla pasar. La casa como siempre demasiado ordenada, muy al estilo de la abuelita de su amigo.- ¿Quieres algo de tomar?-El chico abrió la nevera.- Tengo agua, jugo, cerveza y una lata de algo escrito en chino… ¿o es japonés?- Lalo pegó la lata a su cara intentando descifrar la escritura.

-Agua está bien.- Se tiró sobre el sofá y subió las piernas. Observó a Lalo. Seguía igualito. El cuerpo marcado, trigueño, alto y el pelo peinado hacia arriba de forma extraña.- ¿Dónde están los viejos?

-Fueron a desayunar a casa de doña Frida, cumple como mil años hoy. Ten.- El chico le entregó el agua mientras él abría una cerveza.- ¿Qué haces aquí?

-Vine a visitarte.

-¿Con esa cara de muerto?- Sonrió torcidamente. Su amigo se puso un cigarrillo en la boca y sacó un encendedor de su bolsillo. Se apresuró a estirarse hacia él y quitarle ambas cosas.

-Ya te dije que esto te matará.- Se guardó las cosas en su chaqueta.

-Solo vienes a mangonearme.- Pero Lalo no parecía enfadado.- Ya dime que ha pasado.

-Tengo que salir del país.

-¿Porqué? ¿Mataste a alguien?

-Peor… me enamoré de mi hermana.- Lalo la miró con la cara desencajada.

-¿De Sofi o de Cristina?

-Si serás estúpido.- Rio por la idiotez de Lalo.- Ella también me ama, pero sigue sin saber que somos hermanas. No fui capaz de confesarle la verdad.

-Vaya,  en serio la cagaste. ¿Qué necesitas?

-Saber si tu tío aun es productor musical…

-¿Ese tipo? ¡Claro! Sigue esperando que le pagues las botellas de tequila que le robaste.

-Robamos.

-Entonces, irás a Nueva York. Busca a Drew.- Un amigo de la infancia.

-Sí, lo haré. También necesito que regreses el auto que renté. Te diría que te quedaras con el mio pero seguramente la policía lo mandará a casa de mi papá en cuanto se den cuenta que es un auto abandonado. Así que te dejaré dinero para tu viaje de regreso.- Sacó dinero del bolsillo de su chaqueta y se lo entregó a su amigo.

-Wooow un viaje todo pagado… ya te extrañaba.

-Bien, ahora haz el favor de ponerte ropa y vámonos.- Lalo andaba únicamente con un short negro.

Su amigo se fue a poner algo decente mientas ella se terminaba su agua y pensaba en lo que tenía que hacer. Primero pasaría a la tumba de su mamá, luego a su departamento y por último, le pediría a Lalo que la llevara a la terminal. Su salida del  país sería rápida ya que estaban a solo dos horas de  la frontera.

Cuando su amigo salió con unos jeans y una camiseta sin mangas, subieron al auto y se encaminaron al viejo cementerio. Lalo conducía mientras ella observaba las calles. Por esos lugares hicieron incontables travesuras. Laura había sido muy cercana a Lalo, ya que su amigo había crecido con sus abuelitos, es por eso que cuando salían de vacaciones siempre se iban juntos, ya sea con Laura, con los abuelos o todos juntos.

Llegaron al cementerio y miró por los alrededores por si había alguien observándola. No vio a nadie. Caminaron hacia la entrada y solo se detuvo a comprar unas flores en el puesto de una anciana. Buscó entre las filas de tumbas hasta que dio con la de su madre.

-La hemos mantenido limpia.- Le comentó su amigo.- Y venimos cada semana a dejarle flores.

-Gracias.- Era verdad, había un pequeño ramo de rosas blancas sobre la tumba, que lucía impecablemente cuidada. Se arrodilló y dejó las flores que recién había comprado.- Lo siento mamá, lo arruiné todo. Ya me había reconciliado con él, ¿sabes? Siempre me cuidó, a tus espaldas claro. – Soltó una risa amarga.- Tengo hermanos. Sofi es la pequeña, es como una princesita, es muy tierna y solo dan ganas de hacerle mimos. Memo es mucho más valiente de lo que todos creen, será un gran hombre. Y Cristina… ella es perfecta. Por eso tengo que irme, no podemos estar juntas… Ojalá estuvieras aquí, necesito un jalón de orejas.- Se le escapó una lágrima.-Vendré a visitarte en cuanto pueda, lo prometo. - Dejó un beso sobre la lápida y se puso de pie.

-Los cuatro te estaremos esperando.- le dijo su amigo abrazándola por los hombros.

Hicieron unos minutos más ahí parados, hasta que se dirigieron al auto. Su departamento estaba cerca de ahí.

-No te estaciones aquí, ve por la otra calle.

-¿Porqué?

-Tu hazlo.- Estaba agachada en el asiento del copiloto. Cuando Lalo aparcó, espió por la ventanilla.

-¿Qué pasa?

-Están esperándome.

-¿Como sabes?

-Por la camioneta estacionada al frente.

-¿Y eso qué?

-Conozco al copiloto. Vamos, tengo una idea.

Bajaron y corrieron por la parte trasera del edificio. Con la espalda pegada a la pared, miró por el callejón donde estaba la escalera de emergencia. No había nadie.  Se pararon bajo la escalera y brincaron para alcanzarla. Era lo bueno de ser altos y atléticos.

-¿Cómo entrarás a tu depa?

-Entraré por el de Katty.- Trepó por la escalera.

-¿Katty?- A Lalo le brillaron los ojitos.- ¡Voy contigo!

-Ssshhhht, calla idiota.- Subió hasta el cuarto piso y golpeó una ventana con los nudillos. Nada. Insistió. Escuchó a alguien moverse dentro de la habitación.- ¿Katty estás ahí? Soy yo, Alejandra… Katty, ¿me escuchas?

-¿Ale?- Una chica guapa y mas o menos de su edad hizo a un lado la cortina y la miró sorprendida.- ¿Qué haces aquí?

-Escabullirme. Déjame entrar, por favor.

-Claro.- Katty quitó el seguro y abrió la ventana hacia arriba, dejando un cuadrado por donde Lalo y ella pudieron pasar.

-Hola, Katty.- Saludó el chico con una sonrisa coqueta y haciéndole ojitos a la aludida.

-¿Trajiste a este neandertal?- preguntó enfadada la chica, señalando a Lalo.- ¡La última vez que estuvo aquí casi incendia todo y luego quiso besarme!

-Te prometo que podrás golpearlo luego, ahora necesito que me ayudes.- Salieron de la habitación de la chica y caminaron hacia la puerta principal.

-¿En qué? ¿Estás bien? Un hombre vino a preguntar por ti anoche. Dijo que si te veía te dijera que te comunicaras con él o con tu tía, que era urgente.

-¿Te dijo su nombre?- Katty intentó recordar.

-Álvaro.- Pensó un poco.

- Necesito que camines por el pasillo y me digas si hay alguien extraño o si Álvaro está ahí.

-Alejandra, ¿Qué pasa? ¿Mataste a alguien?

-¿Por qué todos me preguntan si maté a alguien? ¿Tengo cara de homicida o qué?- Lalo y Katty la miraron analíticamente unos segundos.- Tarados. ¿Me haces ese favor?- volvió a pedir.

-Todo sea por los viejos tiempos.

-Y los que vienen.- le dijo Lalo a la chica viéndola con picardía.

-¡Estate quieto, cabrón!- Lo amenazó Katty. Abrió despacio la puerta y salió. Ellos se quedaron unos minutos ahí parados. No se escuchaba ningún ruido.

-¿Crees que le gusto?- Quiso saber su amigo.

-Creo que te odia mucho. Eres su Umbridge.- (Los potterhead entenderán).

-¡No mames, primero perro!

-Ssshhhhtt.

-No hay nadie.- Dijo Katty asomando la cabeza por la puerta.

-Bien.- Los tres caminaron de puntitas hasta la puerta 439. Sacó una llave del bolsillo de su pantalón y abrió. Entraron rápido.- Hogar, dulce hogar.- abrazó un cojín de la sala, como si se tratara de un viejo amigo.

Las paredes estaban adornadas con muchos cuadros de paisajes, de bailarines, fotografías de su madre y ella. Todo estaba tal y como lo dejó. Caminó por aquí y por allá, sonriendo.  Lalo y Katty se quedaron aplastados en la sala.

-Ale, ¿me puedes explicar que pasa?

-Eeehh, cuéntale, Lalo.

-Verás,- escuchó que decía su amigo.- Ale se cogió a su hermana.

-¡No me cogí a nadie, imbécil!- Se acercó y le dio un zape a Lalo.

-¿Qué?- Katty la veía con cara de susto.

-Digamos que me enamoré de quien no debía y ¡aaarrhhg! Es complicado. Solo tengo que irme y ya.

-¿Y ese Álvaro quien es?

-La mano derecha y mejor amigo de mi papá. Si me encuentra, me llevará de regreso y no quiero volver.

-No sabía que tenías papá.

-Y es un maldito conde.- Dijo Lalo, chismoso.

-¿En serio?- La chica parecía sorprendida.- ¿Tienes algún hermano que puedas presentarme?

-Si pero tiene 13 años.

-No importa.

-Yo soy como su hermano.- Recalcó Lalo.

-Contigo ni en un millón de años.

Metió algunas cosas en una bolsa de tela  mientras buscaba por todas partes su pasaporte y la visa que había olvidado llevar cuando se mudó. ¿Dónde estarían?

Entró a la habitación de su madre. Buscó en sus cajones, entre sus libros… ¡bajo la cama! Se tiró al piso y metió la mano. Sacó la caja de metal donde Laura metía cosas importantes. La abrió.  ¡Si! ¡Ahí estaba! En esa fotografía tenía pinta de vagabunda. También estaba el pasaporte de su mamá y unas joyas. Se sentó en la cama y examinó los aretes de oro y el anillo que a su madre le fascinaban.  Laura siempre tuvo buen gusto. También había un reloj y una pulsera con sus iniciales. Y había un sobre grande, un poco arrugado.

Miró en el interior y encontró una pequeña y vieja cámara de video. La recordaba, era la que usaba su mamá para grabar sus festivales escolares. Observó que tenía un cassete dentro. ¿Tendría algo grabado? Revisó por todas partes hasta que encontró unos cables para conectarla a la tv de su mamá.  Encendió el aparato y recorrió la cinta.

Ahí estaba ella como de 10 años, era pequeña, con el cabello castaño largo hasta media espalda. Estaban en una fiesta infantil, ¡la fiesta de cumpleaños de Lalo! Estaban todos cantando para partir el pastel. Después de soplar las velitas, Lalo había tomado un pedazo del postre y se lo había tirado a ella a la cara. ¡Maldito desgraciado! ¡Había olvidado eso! La grabación seguía por varios minutos más. Por momentos Laura le daba la cámara a otra persona para que la grabaran con su hija.  La fiesta terminó,  iba a apagar el video cuando su madre apareció en la pantalla. Pero ya no había niños corriendo. Estaba sola, en esa habitación, sentada en su cama. Miró hipnotizada a esa hermosa mujer.

-Hola, hija.- dijo Laura a la cámara. Sintió un giro en su estómago. Era como estar de nuevo frente a su mamá.- Hace un momento discutimos. Te castigué con dos semanas sin salir a jugar… De hecho ahora estás encerrada en tu habitación, seguramente ideando mil formas de escapar para irte por ahí con tu secta de niños locos. Siempre has sido muy traviesa. Me encanta que lo seas, pero tengo que ser dura a veces, ya sabes, educación.- Laura se encogió de hombros y  sonrió.- Yo también me encerré en mi habitación y recordé varias cosas y no se… se me antojó grabar esto. ¿Sabes? Cuando salí embarazada de ti, tuve miedo. Sinceramente no estabas en mis planes, al menos no en ese momento. Llevaba apenas año y medio como bailarina profesional y lo único que veía en mi futuro era el baile. Tu padre y yo acabábamos de separarnos y estaba sola. Es verdad que pude haberle llamado para decirle pero… no lo hice. Y así con 22 años estaba enfrentándome al reto más grande de mi vida: ser madre. Pero ¿sabes qué? No me arrepiento ni un segundo de haberte tenido. Eres la aventura más grande, mi tesoro. Eres lo que más me apasiona en el mundo, más que el baile, más que todo… Pasión…- Laura pensó un momento.- desde muy pequeña has demostrado pasión por la música, por la vida.- A su madre le brillaron los ojos.- No sabes lo orgullosa que me siento de ti, de que no salieras racional como tu padre.- Soltó una carcajada.- Lo tuyo y lo mio es sentir Alejandra, no pensar. Y tal vez muchos digan que eso está mal, que cometeremos errores, pero ¿y qué? La vida es un conjunto de errores y por eso es maravillosa. Nunca temas cometer errores. Lo correcto es lo que nos dice el corazón, lo que nos emociona, lo que amamos. Nunca vivas lo que los demás quieran de ti, vive lo que tú quieras. No olvides quien eres: mi hija. Tienes mi mismo espíritu, así que conquista el mundo, haz locuras, rómpete la cabeza y el corazón, grita, cae y levántate...- Laura se rascó la cabeza.-. Me siento algo tonta hablándole a una cámara. No sé si un día verás esto, seguramente olvidaré enseñártelo. Solo quiero decirte, hija mía, que te amo. Que siempre serás mi obra más grande y que hagas lo que hagas, estaré contigo.- Laura se acercó a la cámara para apagarla pero se detuvo. Volvió a sentarse.- Una cosa más… perdóname por apartarte de tu papá. Por no quedarme con él, pero ¿Qué esperabas? Soy una artista loca.- Ella sonrió con lágrimas en los ojos.- Y como último consejo: No sé qué te depare el amor pero… nunca dejes de luchar, se valiente.- Su madre envió un beso a la cámara y la grabación se cortó.

-Soy… soy Alejandra, su hija… -susurró para sí misma.- soy valiente como ella… valiente… gracias mamá.- Se limpió las lágrimas en sus mejillas y sacó el cassete rápido de la video-cámara. Lo echó a la bolsa de tela donde tenía lo demás y salió de la recámara. Lalo y Katty discutían en la sala.

-Por fin sales, este insecto me fastidia.

-Ya dejen de pelear.- dijo distraída.- Vámonos.- Salieron del departamento.

-Ale, ¿A dónde vas por ahí?- preguntó Lalo al verla dirigiéndose a las escaleras.

-Hacia abajo.- ¡Sentía tanta adrenalina!

-Pero si sales por la puerta principal, tal vez te vea Álvaro.

-Lo sé. Volveré.

-¡¿Qué?!- Gritaron sus dos amigos.

-¡Volveré por lo que amo!-  Se sentía feliz. Con más fuerza que nunca en varias semanas. Amaba a Cristina y estaba lista para gritárselo al mundo. Había sido tan tonta al dejarla.

Bajó hasta el primer piso y ahí parado en recepción, gritándole al celular, estaba Álvaro. Se acercó al hombre.

-¡Alejandra!- La abrazó fuerte.- Aquí estás…. Espera… Bueno, Angélica, ¿me escuchas? ¡Hola!… esta porquería…- Al parecer la comunicación fallaba.- La encontré y vamos para allá, ¿entiendes? ¿Angélica? ¡Mierda!

-¿Qué pasa?

-Tu padre te necesita. Vámonos.- Álvaro la jaló de la ropa y corrieron hasta la calle  mientras sus dos amigos iban tras ellos.

-Espera Álvaro, mis cosas están en el auto.

-No hay tiempo que perder…- El hombre abrió la puerta de la camioneta y  la empujó al interior.- Enviaré a alguien por el auto, dile a tu amigo que lo lleve a su casa y lo recogerán ahí.- le dijo Álvaro mientras se abrochaba el cinturón de seguridad y el chofer encendía el motor.

-Lleva el coche a tu casa, ahí irá alguien por él.-le pidió a Lalo.- Te llamo después, gracias por todo, chicos. Y ya no peleen… Katty, mi amigo no es tan malo.- Le sonrió a la chica que se cruzó de brazos.- ¡Nos veremos pronto!

La camioneta salió a toda velocidad.

-¡Maldito teléfono! Ale, préstame el tuyo.- Le pidió el hombre.

-No lo tengo, lo tiré para que no me rastrearan.

-Rayos…No entiendo… creo que Thó se ha quedado sin cobertura.- Dijo Álvaro escuchando la bocina de su celular.

-¿Otra vez?- Sintió una punzada en sus tripas.

-Si…Eso pasó cuando las atacaron, ¿verdad?- Asintió.

-Álvaro ¿que pasa?

-Te lo contaré en el avión.

-¿Qué avión?

-El que tomaremos de regreso a casa. ¿Crees que iremos en camioneta hasta ahí? Traje el avión de tu padre.

Diez minutos después, las llantas del vehículo chirriaban al frenar frente al avión. Ella y Álvaro bajaron a toda prisa mientras alguien gritaba que era hora de despegar. El interior era muy cómodo. Tenía lugares para unos 15 pasajeros, una cocina, dos baños y una habitación. ¿Qué estaba pasando?

El avión se enfiló en la pista de despegue y aceleró. Después de alcanzar la velocidad requerida se elevó. Fue cuando Álvaro se desabrochó el cinturón y se sentó en un lugar frente a ella para mirarla a la cara. Se veía muy serio.

-¿Qué…?- Algo no le gustaba en la expresión del hombre.

-Tu papá tuvo un accidente.

-¡¿Qué’?!- Intentó ponerse de pie pero el cinturón de seguridad la retuvo pegada al asiento.

-Cuando se dieron cuenta que no estabas, enseguida mandó una alerta para movilizar a toda nuestra gente en tu busca. Él mismo quería venir hasta aquí pues tenía el presentimiento que vendrías a visitar a Laura. Pero antes teníamos un asunto pendiente. Creo que sabes que las lluvias han causado daños y perjuicios a la gente que vive en las colinas…

-Si.- Escuchaba con atención mientras sentía como se formaba un hueco en su estómago.

-Ayer  fuimos a supervisar el traslado de las personas que aún no habían sido reubicadas, varias familias… Pero el terreno estaba inestable…. Hubo un derrumbe.- Cerró fuerte los ojos imaginando lo que seguía a continuación.

-¿Mi papá está…?

-Está vivo, pero muy grave. Necesitan operarlo pero hay un problema. Su tipo de sangre es el más difícil de encontrar. Hasta ahora no hemos conseguido las unidades necesarias para la operación.

-¿Qué sangre necesitan?

-AB negativo.

-¡Yo tengo ese tipo de sangre!

-Lo sé, por eso te hemos estado buscando con más urgencia, ¡Pero que rayos pensabas al irte!- Álvaro le jaló la oreja.

-¡Auch! ¿Cuántas unidades faltan por conseguir?

-Una. El hospital tenía dos y nosotros conseguimos una pero… tú eres la única esperanza que tenemos.

-¿Alguien de mi familia donó?

-Nadie. Los únicos que tienen ese tipo de sangre son Angélica y Memo. Pero el hospital no permite que Memo done por ser menor de edad y tu tía… bebió unas copas con sus amigas la noche anterior al accidente y aún no puede donar debido a eso.

-¿En cuanto tiempo estaremos ahí?- Miró por la ventana, empezaba a sentirse muy ansiosa.

-En 4 horas...- Según su reloj, eran las 10 am. Suspiró intentando mantener la calma. Su padre iba a estar bien, tenía que estarlo.

-¿Lograste decirles que ya vamos para ahí?

-Lo intenté. Espero que Angélica haya entendido y que evite…- Se detuvo.

-Que evite, ¿Qué?

-Hay… hay un posible donador. Un conocido de Tomás. Pero ese cerdo está condicionando la ayuda. A cambio pidió que Cristina firmara un contrato prenupcial con Alberto.

-¡¿Qué?!- Ahora si ni el cinturón evitó que se pusiera de pie.- ¡Hijo de puta! ¡Lo mataré! ¡LO MATARÉ! ¡¿Cómo se atreve a aprovecharse de la gravedad de mi papá?!  ¡Hijo de la chingada!

-Por eso yo mismo vine a buscarte… Alejandra, calma.

-¡No me calmes!-Caminó furiosa hasta la cabina haciendo a un lado a la azafata que parecía aterrada con los gritos.- ¡Hagan el favor de hacer que esta cosa vaya a toda su capacidad! ¡No me importa que se dañen los motores y quede inservible!- Les gritó a los pilotos, golpeando la puerta con fuerza.- ¡¿Entendieron?!

-¡Alejandra, ven aquí!- Álvaro la llevó arrastras hasta su asiento y le colocó el cinturón de seguridad. Ella pataleó y forcejeó.- Señorita, traiga unas cuerdas o lo que sea para atarla. ¡Apresúrese!

-¡No te atrevas!

-Alejandra, escúchame.

-¡Voy a matarlos! ¡Los partiré en dos y tiraré sus cadáveres a los buitres!

-Alejandra, ¡Alejandra!

-¡¿Qué?!

-Tienes que mantener la calma, tu papa te necesita serena. Eres tú la que debe tomar el control de la situación.- Inhaló profundamente intentando tranquilizarse.

-¿Crees que mi papá aguante?

-Guillermo es fuerte.

Ahora estaba ansiosa, nerviosa, impaciente, preocupada, enojada, ¡aahh! Si los médicos decían que ya no podían esperar, Cristina firmaría. Amaba tanto a su padre que firmaría sin pensarlo más. ¡No!

 Volvió a zafarse del cinturón y de las cintas con que tenían asegurado sus manos a los apoya brazos.

-¡Apresuren esta porquería!- gritó a los pilotos.

-¡Alejandra siéntate!

****** *****

 

En cuanto el tren de aterrizaje tocó tierra, brincó de su asiento y corrió a la puerta. En la pista ya la esperaba un auto negro. Subieron y el coche salió disparado hacia el hospital. Miraba su reloj y se estrujaba las manos. ¡Que hayan llegado a tiempo! ¡Que su papá estuviera vivo! ¡Que Cris no haya firmado!

El hospital se iba acercando, ya casi, ¡ya casi! Ni siquiera se había detenido el auto cuando abrió la puerta y saltó. La entrada estaba abarrotada de periodistas. Las cámaras  y las preguntas se dirigieron a ella.

-¡Tercer piso!- le gritó Álvaro aún bajando del coche.

-¡Con permiso, por favor!- Empujaba a todos para lograr entrar.

-Alejandra, ¿Cómo está el conde?- Los reporteros estaban frenéticos.

-¿Ya han activado el protocolo de sucesión?

-¡Con permiso, por favor!- Se estaba desesperando. Sintió a alguien sujetarla y hacerle paso entre la multitud. Era Milo, su leal escolta.

-Esto es una locura.- Le dijo el hombre una vez que lograron sortear a todos y entraron al hospital.- Apresúrese, la vizcondesa la necesita.

Atravesó la recepción ubicando rápidamente los elevadores. Se metió a uno y presionó el número tres, mientras Milo y varios guardias más resguardaban la entrada.

********  **********

*******CRIS********

Miraba esas hojas entre sus manos mientras sentía un enorme peso sobre los hombros. Podía salvar a su padre con solo una firma… una firma que la condenaría. Respiró hondo e intentó tranquilizarse. Amaba a su papá, le debía la vida, su educación, simplemente todo lo que era. Ahora era su turno de devolverle algo de lo mucho que había recibido.

-Cristina, no tienes por qué hacer esto. Buscaremos otro modo.- Susurró Sofía a su oído.

-Ya escuchaste al médico, no hay tiempo. Mi papá morirá si no lo operan ahora mismo.- Puso los papeles sobre una mesita de la sala de espera y tomó el bolígrafo que le extendía Tomás.

-Eres un desgraciado.- Le dijo Angie al hombre dirigiéndole una mirada asesina y apretando fuerte los puños. Pero a Tomás no le importaba, él ya disfrutaba su triunfo.

-Señorita, solo de la orden…- Escuchó que le susurró Fausto, a su tía. Beny y él no dejaban de mirar a Alberto y a Tomás como si fueran sacos de boxeo.

 Ella acercó su mano a la línea donde decía “firma”. Colocó la punta del bolígrafo en la hoja y suspiró. Ya solo importaba salvar a Guillermo, sabía que se metería en la boca del lobo al firmar pero estaba tan herida, tan cansada… Pensó en Alejandra. Detestaba a esa castaña cobarde que la había abandonado, dejando una mugrosa nota de despedida, un pedazo de papel y unas cuantas palabras estúpidas. El aire ya no entraba por sus pulmones. Sentía una opresión fuerte en su pecho. Firmó. Soltó el lapicero y se puso de pie.

-¡Excelente!- exclamó jubiloso Tomás, tomando los documentos y admirándolos.

-Estoy tan feliz, Cristina.- Alberto la abrazó. Ella tenía los brazos caídos a sus costados. Sentía un horrible zumbido en sus oídos. Su madre y Angie tenían el semblante preocupado.

-Avisaré a mi amigo para que suba y done la sangre.- Anunció Tomás, haciéndole una indicación a su asistente para que bajara por el donador.- Me encantaría que el palacio emitiera  el comunicado oficial del compromiso, mañana mismo.

-Esperaremos a que Guillermo despierte.- Sentenció su mamá.

-Nada de eso, querida. Será mañana.- Debatió el hombre.

Ella seguía de pie, con la mirada clavada al suelo, sintiendo el brazo de Alberto rodeándole los hombros. Escuchó unos pasos acercándose con rapidez, corriendo.

-Buenos días.- Dijo una voz firme.

Su cerebro se activó y su corazón dio un vuelco. Levantó los ojos y reconoció de inmediato esa mirada verde y furiosa frente a ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Besos cachondos  para tod@s mis sensuales lector@s.

 

!Travesura realizada!


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