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Cosmic Love por Lady_yuu

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Notas del capitulo:

Este capítulo es introductorio y breve, a decir verdad es más ciencia ficción y fantasía que otra cosa, pero quería soltar un poco o mucho el sufrimiento de Camus y como o que sucedía con los demás caballeros. Sobre todo con Milo que probablemente muchas son fans.
Advertencias:
Angustia x 100

Capítulo 3

Alcyone y la Rueda Zodiacal

 

Cruzó el umbral de aquella sala bajo Star Hill, la cual fue construida desde el Hipermito. Desde que los dioses habitaban la Tierra, cuando las leyendas se escribían, cuando el Universo seguía siendo el guía y padre de toda la vida, cuando las estrellas aceptaron ser las guardianas de la humanidad.

Cada uno tomó su posición sobre la rueda zodiacal dibujada con finas líneas de oro sobre el suelo. Su brillo incrementó cuando Mu puso el primer pie dentro. La luz intensa hizo resonar las armaduras. Uno a uno tomó lugar de forma ceremoniosa y fúnebre. Aioria no apartó la vista de Camus una vez que se acomodó sobre el aguador. Afrodita sonrió de forma cómplice. Hubo silencio y suspiros. Death Mask miraba curioso la figura del cangrejo sobre los puntos que representaban las estrellas de la constelación. Su brillo era tan intenso que podía confundirlas con las mismas constelaciones. En cada palpitar de las armaduras, un cosquilleó entre su piel y la carne los hizo estremecer. Saga fue el único en preguntar pero nadie le dijo nada.  

De las figuras sobre el suelo comenzaron a salir pequeños cables similares a gusanos que conectaron las armaduras. De esta forma se inyectaban en las venas de sus portadores. Cada uno soportó el dolor, era una especie de magia vudú que los lastimaba hasta las entrañas. Camus fue el único que no se quejó, la experiencia previa lo hizo fuerte. Incluso Afrodita cerró los ojos y apretó los dientes mientras un delgado hilo rojo salía por su nariz.

- Es la conexión cósmica- escucharon a Shion -sólo que ahora es de manera consiente. Pasará en unos minutos.

- ¿Con que objetivo? - preguntó de nuevo Saga

- Información. Cierren los ojos y respiren profundo. Lo sentirán.

Sin muchas ganas, Saga cerró sus ojos, los demás lo imitaron con la esperanza de sentirse mejor. Camus observó con fijeza el centro de la rueda donde símbolos desconocidos comenzaron a girar en contra de las manecillas del reloj. Quiso adivinar qué significado tenían. Eran símbolos entre celtas, alquímicos, sumerios y hebreos. Por su mente llegó la pablara “Conocimiento” Los símbolos comenzaron a tener sentido y pronunciación. Sus labios y su voz sonaron involuntariamente, dejó escapar sonidos melodiosos y acústicos.

El dolor cesó.

- Gracias, Camus- dijo Shion con los ojos llenos de lágrimas- no me gusta verlos sufrir.

El pelirrojo no entendió que hizo para que le agradecieran de aquella manera. Sus compañeros lo miraban extrañados, sólo Aioria y Afrodita mantuvieron una sonrisa.

La luz no dejo de brillar mientras los símbolos giraban. El centro se partió a la mitad y de él salió una luz blanca, intensa y cegadora. Todo se cubrió de un lienzo claro donde ningún otro color cabía, ni siquiera el dorado de las armaduras. La mente de Camus se quedó en el mismo estado. La temperatura subió estrepitosamente generando un ambiente de 40°. Las armaduras comenzaron a ser asadores. Curiosamente no le afecto el calor ya que su cuerpo emitía una temperatura baja natural lo que le permitía siempre tratar con el hielo, las ventiscas, los diamantes.

Lo último que escucharon antes que la luz los cegara y disparará un rayo al techo dejándolos inconscientes a causa de la energía liberada, fue la de la voz de Shion. Dijo algo en lengua desconocida que les erizó la piel antes de caer. Fue una maldición, un embrujo, quizá el secreto de la vida eterna.

Camus odió más ese ritual. Malditas estrellas, malditas luces, malditas eras Eclípticas.

Quedaron sin sentido sobre la rueda zodiacal por tres días. Simulando cadáveres, adoptando la forma y posición de sus astros. Los puntos que representaban las estrellas de sus constelaciones, pulsaban sobre sus cuerpos inertes. Aioria y Camus fueron los únicos que quedaron de pie, inconscientes, maniquíes, muertos vivientes. A ratos alguno de los jóvenes convulsionaba al sentir la sinergia de las estrellas en su alma. Shion miró el techo. Un carrusel estelar se formó y giraba sobre el espacio. Antes que soltara en llanto, cerró la puerta después de salir. Como si quisiera esconder un monstruo peligroso, quiso ocultar la escena del crimen y sus pecados.

No quiso contemplar la visión astral. Mientras subía las escalaras a su despacho en Star Hill pensaba en que no valía la pena presenciar el espectáculo. Para otros era un evento majestuoso, como la lluvia de estrellas, las auroras boreales, el paso de un cometa… Para Shion sólo era morbo, un acto aterrador y que sólo un sadista disfrutaría. Porque le dolía verlos de la misma forma que ver  como colisiona un planeta lleno de vida, la explosión de una estrella gigante, el hoyo negro absorbiendo las respiraciones de cada uno… y aunque ellos dominasen cada evento cósmico, seguían siendo humanos, sus niños, los guardianes de la Tierra.

No quería escuchar los gritos de Saga a mitad de la madrugada, como Milo recibía su mismo ataque una y otra vez, mucho menos ver llorar a Mu porque no soporta ver como matan a la gente de Hamal, la estrella más brillante de Aries. A su vez la Noche Galáctica los recibiría. Se encontrarían desnudos, cubiertos por las estrellas de sus constelaciones y la luz de la estrella más brillante. Atacados por sus propias técnicas como desafío y humildad.

Además, ver a Camus y Aioria lucir como zombies era tétrico y desalentador. En cualquier momento Camus abriría los ojos, empezaría a gritar desesperadamente porque su mente no comprendería lo que vio durante el trance. Aioria despertaría a causa de esa emoción porque las estrellas de Acuario se conectarían a las de Leo y en Regulus todos estarían llamando a Aioria para quede despierte.

Y como fue establecido desde las épocas míticas, Leo conduciría a Acuario al exilió zodiacal. En una habitación o celda más apartada, mucho más sumergida bajo tierra, en el bajo mundo que se pensaría va al Hades.

 Luego los restantes signos, despertarían confundidos, heridos, buscarían respuestas y quizá tendrían resaca. Confiaba en Doko, él tenía que regresarlos.

////

Milo despertó boca abajo en el salón. Sus manos seguían sobre las pinzas del escorpión y sus piernas tenían el veneno del aguijón. Sintió la sangre seca en su rostro. La vista nublada y un  mareo intenso similar a la cruda del alcohol. Con dificultad se incorporó. Una vez de pie, observó algunos de sus compañeros aún en el suelo. Semejantes cadáveres, carne del matadero. Sólo Mu, Shaka y Doko estaban de pie. No hubo rastro de Aioria ni Camus. Ambos sitios en la rueda zodiacal estaban vacíos.

No pudo hablar a causa de la resequedad en su garganta y la sangre seca en sus labios. A su lado izquierdo, Aioros era el único que estaba acostado boca arriba. Sus labios semi abiertos, las alas extendidas cual vuelo de un ángel. A pesar de su inconciencia sus ojos no fueron cerrados, miraban el techo, observando un punto en la nada. Si no fuera por el vaivén de su pecho creería estaba muerto. Caminó con dificultad hasta el umbral por donde entraron.

Shaka posó una mano en su hombro. Mu sonrió y Doko dio indicaciones de esperar a los demás.

- ¿Dónde está Camus? - preguntó en un susurró- ¿qué pasó?

-No lo sé- respondió Doko débilmente- debieron despertar antes e irse.

A juzgar por sus semblantes, comprendió que ellos al igual que él debieron sufrir sus propios ataques.  Mu tenía ojeras y Shaka tosía constantemente.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado? - Milo se pasó la mano derecha tras el cuello, sintió una contusión.

- Al parecer, tres días- Doko estaba tranquilo, explicaba con calma y parecía saber más que los demás. A pesar que Shion explicó la mayoría de lo que sucedería, estaban incrédulos por los hechos- camina con cuidado, Milo, tienes heridas por todo el cuerpo.

Lo sabía de sobra, sintió los efectos de su propio ataque. Pensó en Camus y de sólo pensar que estaba con el insoportable de Aioria, se le revolvió el estómago. Doko debía saber dónde estaban, no lo diría, parecía un secreto de estado.

Después de media hora, Afrodita abrió los ojos y tambaleando llegó hasta donde ellos. “Me pesa la armadura y los ojos arden” dijo por lo bajo. Los siguientes en despertar fueron Death Mask  y Shura quienes arrastraban los pies y el segundo ayudo al primero a no tropezar antes de llegar a la entrada. Aldebarán trastabilló al dar dos pasos antes de encontrar la mano de Mu. Saga abrió los ojos, fue el único que quedaba con voz clara y pidió que trajeran a su hermano. Su cuerpo temblaba. Todos observaron incrédulos.  Como nadie lo escuchó cayó de rodillas sin dejar de llorar. Doko se acercó, Milo no pudo escuchar que fue lo que dijo. Enseguida Saga se levantó y se frotó las manos. “No lo entenderías” fue lo único que escuchó decir al geminiano. Finalmente, Aioros con paso torpe y pausado llegó a los otros. Las alas de la armadura se arrastraban así como sus brazos.

- ¿Dónde está mi hermano? - preguntó, su voz fue rasposa y lenta. También fue ignorado como Saga.

- Vámonos- se limitó a decir Doko.

- ¡No! - Milo sacó fuerzas aún con el dolor en las articulaciones-  No puede sólo decir vámonos… ¿Dónde está Camus y Aioria?

- A mí no me corresponde explicar lo que sucedió. - respondió el viejo maestro de mala manera― Porque ni siquiera yo entiendo. Shion tiene las respuestas…

-¡No quiero respuestas!, quiero saber dónde está mi amigo- Milo comenzó a ser impertinente de la misma forma cuando se alcoholizaba; Camus y Shura tenían que tranquilizarlo.

-Me dosificas el tonó muchachito, si no quieres que te reviente la boca - fue la cruda respuesta de Doko.

Aioros se interpuso entre el maestro y el escorpio. La tensión estaba demasiado alta. Doko se dio la vuelta y fue el primero en marcharse.

- No hagas escenas, no ahora, Milo. De verdad- Aioros colocó sus manos sobre los hombros del rubio y lo miró- también quiero saber dónde está mi hermano. Ten calma.

- ¿Calma? ¡Tú no viste a Camus antes de entrar aquí! Estaba aterrado. ¡Un terror indescriptible que nadie ha vivido porque nadie ha estado en sus zapatos!

- Te recuerdo que yo y Aioria sabemos de esto - interrumpió Afrodita- Así que relájate. Deberías estar preocupado por ti. Tienes heridas.

- ¡No te metas! - exclamó furioso.

Afrodita no estaba de humor para discutir, sentía su sangre pesada a pesar de haber sanado tras los ataques de sus propias rosas.

- Pues vete al infierno, imbécil-  fue su respuesta y se marchó.

- ¡Tú no entiendes! Ni tú ni Aioria, ni nadie. Esto para él fue un homicidio. ¡Nosotros lo matamos!

- No seas idiota. Nadie ha matado a nadie- interrumpió Shaka-  Camus está bien, él único que está mal eres tú.

- Que importa. A comparación de lo que debe sufrir Camus esto no es nada. El vivirá esto una y otra vez.

Shura, Death Mask no quisieron escuchar y se adelantaron con el Patriarca a paso lento y cuidadoso. Susurrando algo sobre la necedad del escorpión y el destino de Camus. Saga no quiso escuchar el drama, necesitaba con urgencia ver a su hermano menor y se fue. Aioros fue el único que se quedó con él hasta el final para tranquilizarlo. Después de todo él tampoco sabía dónde estaba su hermano.  Caminaron desganados atrás de Mu y Aldebarán.

////

Recuperó el conocimiento en medio de un quirófano. Supo que era un quirófano por las luces cegadoras en el techo, la mesa de metal frío en la que estaba acostado y olía a alcohol. No pudo mover su cuerpo, las extremidades estaban atadas con grilletes. Se miró desnudo. Su piel pálida tenía residuos de escarcha y su cabello rojo estaba húmedo. Tenía la sensación del dolor después de la anestesia. Su piel ardía, pudo percibir que sus huesos fueron congelados y la carne molida a golpes. No quiso saber los detalles. A su alrededor no había más que luz, y más luz. No distinguió paredes, puertas. Estaba en medio de una sala extraña donde sobraban los muebles. Intento hablar pero fue como si tuviera una parálisis del sueño, sólo su mente funcionaba.

No existían sonidos que le indicaran que no estaba solo. La luz se filtraba por sus poros y derretía la escarcha. Su mente generó miles de preguntas que al mismo tiempo se respondió así mismo, como si en su interior se guardaran los secretos.

En aquel cuarto no pasaba el tiempo ni el clima, era un espacio suspendido en Alcyone. Estaba dentro de la estrella central de la galaxia como aseguró Shion y de acuerdo a sus advertencias, él había sido sometido a diversas operaciones. Aunque se sentía bastante en paz a pesar de no saber que sucedió durante su letargo. Intentó moverse pero fue imposible, su cuerpo no respondía. Se mantuvo en ese estado durante quien sabe cuánto tiempo hasta que deseó que se abrieran los grilletes y paso. Los grilletes se abrieron al acto y Camus finalmente se incorporó. El entornó era agobiante, no había salida ni entrada o alguna ventana, sólo la mesa y la gran lámpara. Así que decidió probar con la misma técnica que le ayudó a liberarse de los grilletes, imaginó una puerta y un pasillo que lo condujera con los causantes de su situación. Al parecer ese espacio funcionaba con la creación mental, pues una puerta se abrió ante él con el pasillo que deba a otra puerta mayor cubierta de símbolos que ya no le eran ajenos.

Caminó por el pasillo metálico sin cubrir su desnudes. El pudor y la virtud no existían. Atravesó la puerta como lo haría un rey que se asoma al balcón a saludar a sus súbditos. Al cruzar, encontró una mesa de cristal con hologramas sobre la misma. Alrededor personajes luminosos, pequeños, grandes, de diferentes características inimaginables dirigían sus manos a los hologramas. Ninguno pareció notar la presencia de Camus.

Caminó alrededor de la mesa hasta encontrar un sitio vacío, tomó asiento y colocó sus manos sobre la mesa. En ese momento una esfera holográfica salió de la mesa para quedar sobre las pantallas imaginarias. Los seres detuvieron su trabajo. La esfera lanzó un par de rayos que atravesaron los ojos de Camus. La información traspasaba su cerebro, su cuerpo mientras convulsionaba. Los seres observaban atentos y cuidadosos. Luego de unos minutos, Camus entró en trance y caminó fuera de la habitación hasta una ventana que daba al espacio.

La única protección era una pequeña barda plateada de la cual se sostenía. Camus la hizo desaparecer, su trance lo obligó a salir, a fundirse con el vacío. Sus cabellos rojos crecieron de forma violenta formando una espiral o serpiente. Su corazón llamó a la armadura de Acuario pero nunca llegó, en su lugar  llegaron tres hombres enormes, con armaduras de hielo y piel azulada detuvieron su caída. Sus armaduras eran similares a la de Camus pero todos llevaban la vasija del aguador en la espalda.

“Aquiariis…” pensó Camus y les sonrió.

“No debería estar aquí, señor. ¿Por qué le han dejado llegar aquí” Dijo uno de los hombres. Sus voces caían en su cabeza, la comunicación telepática se activó en su pequeño ser. “No nos dimos cuenta de su presencia hasta que abrió una ventana al espacio” respondió un pequeño ser con una túnica gris. “Aprendió rápido el funcionamiento de esta dimensión”

Camus cerró los ojos sintió una paz profunda que nunca había sentido y suspiro. El soldado lo llevó en sus brazos a otra habitación. “No juzgue al consejo, ustedes tampoco notaron su huida” dijo al voz de una mujer bajo una túnica azul.

Abrió los ojos cuando entraron a una habitación azulada. Parecía estar bajo el mar o bajo una tormenta de nieve. Una cama blanca y la habitación vacía fueron lo único que lo recibió.

“Aquí descansara, señor, mientras pasan los efectos la “Decodificación” Cuando se encuentre mejor, el Rey de Aquarii vendrá a verle” La voz de aquel soldado retumbó en su corazón, acarició su mejilla fría y sonrió. “Me duele…” pensó Camus y enseguida tres fieras gigantes, de melenas grandes y dientes afilados entraron. Hicieron una reverencia y pidieron sanar al “Señor”. Por alguna razón Camus no les temió, eran imponentes, grandes y feroces, como Aioria. En sus ojos verdes lo vio. Extendió sus manos, quería tocarlos. Uno de ellos se acercó con los ojos cerrados. Acarició sus melenas leoninas y aspiró el suave aroma del sol en su pelaje. “Aioria… ¿está aquí?” preguntó con los ojos cerrados. La temperatura de la habitación bajo, pero nadie se inmutó. “No,  Nuestro Avatar no está aquí, él continua en la Tierra, cuidando de su cuerpo físico, Señor” dijo uno de ellos. “Que mal” Camus entristeció y aquel acto fue una mala señal. Enseguida los enormes leones comenzaron a emanar una cálida luz verde de sus garras que cubrió a Camus. “Su dolor se detendrá…” Así fue, dejo de dolerle el cuerpo, la mente, los ojos y el corazón. Su cuerpo se sintió liviano y cayó en un sueño profundo. Un sueño dentro de otro sueño y otro. Por cada sueño subía un nivel dimensional. En el último ya no era él.

Era un precioso copo de nieve. Su estado de conciencia más puro, más noble. Su alma nacida de la constelación de Acuario para representarla en la Tierra por mandato divino de la creación. Athena tenía razón, ella sólo tomó las constelaciones prestadas para defender el mundo. Sin embargo, Camus pertenecía a otro espacio, a otro tiempo, aun lugar alejado e inimaginable como todos sus compañeros. Encontrarse siendo un perfecto copo de nieve luminoso que atravesaba paredes, puertas, conciencias y seres, le dio la capacidad de comprender a que estaba jugando el destino.

Convertirse en algo tan puro y pequeño le causaba dolor a su cuerpo físico, porque no sentía los cambios energéticos, las transmutaciones de su energía, los estados alterados de conciencia. Mientras experimentaba la más sublime de los estados de vida, al mismo tiempo su cuerpo se sometía a torturas interminables. Su alma cambiaba de forma y se unía con el Gran Espíritu.

El Gran Espiritu, El Gran Arquitecto, la Fuente creadora le dijo lo que tenía que hacer, le ordenó lo que había que transmitir mientras ese pequeño copo de nieve que se convirtió pasaba a ser sólo una mota de polvo brillante que se difuminaba con algo más grande. Su alma regresó al origen, al Todo y era por eso que el cuerpo de Camus no resistiría por mucho tiempo. A no ser por la sanación natural de Leo.

///

Aioria tomaba la mano de Camus, dándole paz con su cosmo. El cuerpo de Camus bajo de temperatura y sus ojos abiertos mostraban el universo, eran una ventana aterradora del vacío profundo y oscuro. Lo abrazó para subir su temperatura. Lo besó en los labios, acarició su cuerpo para profundizar su cosmo y calentarlo.

- No mueras, Camus, por favor. No me lo perdonaré jamás- las lágrimas de Aioria se evaporaban al caer.

Su calor era fuerte que mantenía la respiración de Camus, sin él, el Acuario ya estaría muerto. Lleva así desde hace tres días, intentando mantenerlo con vida, estable y cuidando su cuerpo que a ratos convulsionaba de él salían pequeñas bolas de nieve, suaves y caprichosas. “No mueras Camus” repetía Aioria siempre que lo veía vomitar agua fría o sus ojos derramaban pequeños diamantes. ¿Cómo puede producir Camus tanto frío y tanto dolor al mismo tiempo? Se preguntaba. Sin embargo, su fuerza, su calor y el coraje del León no le permitiría fallar esta misión. Cuidaría a Camus pese a que la mayoría del mundo lo quisiera ver muerto, porque era su polaridad.

Eres el contrario.

Durante los siguientes días, mantuvo estable a Camus, como su enfermera personal, la calefacción, un cardiograma y por su puesto el oxígeno, porque hubo momentos que el corazón de Camus se detenía o se congelaba, no lo sabía. Aioria tenía que abrazarlo y pasar su propio aliento por su boca para recuperarlo. Después el cuerpo inerte de Camus respondía escupiendo hielo y un líquido verdoso.

Algunas noches se deprimía por el estado de su amigo y la indiferencia de los demás hacía él, podía sentir sus cosmos angustiados por Aioria pero hacia Camus no había nada que sentir, desear o asimilar.

Se sentía prisionero, acusado y compasivo cada que su hermano dejaba la comida fuera de la puerta. Y es que tenía que permanecer entero y bien alimentado. Igual que un perro guardián y fie con su dueño moribundo.

“No mueras Camus” se repetía en medio del silencio, la oscuridad y los atardeceres. Pensaba en como otros caballeros pudieron resistir ante esta misión. Imaginó al anterior caballero de Piscis convaleciente sobre la misma cama y el caballero de virgo de la generación de hace 25,000 años, luchando para que su compañero no muriera. Pensó en que harían Afrodita y Shaka en esa situación y lo pensaba más para entretenerse y no frustrarse. Ambos cruzaban palabras corteses pero no entablaban amistad, justo como él y Camus. Además Shaka siendo un signo de tierra y Afrodita de agua, le iba a destrozar todas sus ilusiones y sueños que, Afrodita guardaba para sí, para ser feliz. Probablemente con la mentalidad centrada de Shaka y su determinación saldrían mejor parados que ellos, porque además Afrodita era encantador, lo reconocía.

Echaba miradas esporádicas a Camus que continuaba con los ojos abiertos y respiraba despacio. Él descansaba en una silla mientras intentaba descifrar que cosas tan terribles podía vivir como para que él tuviera que vigilarlo.

“No mueras Camus”

Notas finales:

Agradezco a quienes han pasado a leer esta historia, aunque no hayan comentado nada porque no es un Milo x Camus o quizá porque me caga Camus pero hice un mejor trabajo. Vamos bien con la despedida.


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