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El Último Pétalo por lust4life

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Notas del capitulo:

Todos los personajes le pertenecen únicamente a J.K. Rowling

Gracias por leer!! n.n 

El estómago de Draco se contrajo de nervios al ver el lúgubre castillo al que Cepheus lo había llevado. Con cuidado se bajó del caballo que se removía intranquilo, y sintió una punzada de angustia cuando notó el maletín de su padre tirado en el suelo.

 

Estaba seguro de que al interior de aquel lugar estaba Lucius. Y no le quedaba más remedio que adentrarse a buscarlo.

 

Al interior del castillo un reloj y un candelabro se encontraban en una, a esas alturas, nada nueva discusión en uno de los tantos pasillos del segundo piso.

 

—No podías quedarte quieto en tu lugar, claro. Tenías que hacer que entrara en el comedor, hacer que comiera de la cena del amo...—decía el reloj enfadado caminando de un lado a otro mientras Ron lo miraba de reojo.

 

—Sólo sentí lástima por él —respondió orgulloso.

 

—Lástima deberías sentir por tí mismo, ¡imprudente, indisciplinado, si sigues así terminarás como cera para...!

 

—¿Papá? —gritó Draco recorriendo los pasillos del palacio y agarrando fuertemente su varita en caso de alguna emergencia. La tentación de retirarse en ese mismo segundo de aquel sitio se intensificaba cada vez más. Pero no podía abandonar a su padre. Jamás se perdonaría algo así.

 

Ron abrió los ojos— ¿Has visto eso, Neville? ¡Es un hombre jóven!

 

—¡Ya sé que es un hombre jóven!

 

—¿No lo entiendes? ¡Es a quién hemos esperado todos estos años! Es el que romperá el hechizo —le decía con una enorme sonrisa y salía corriendo detrás del chico rubio.

 

—Espera un momento... —le susurró-gritó Neville persiguiéndolo.

 

—¡Papá! ¿Estás aquí? —Draco no dejaba de buscar hasta en el último rincón algúna señal que le llevara a su padre. El lugar era tan grande que sin duda le tomaría mucho tiempo encontrar algo útil. Sólo esperaba que él estuviera bien.

 

El crujido de una puerta abrirse hizo que volteara a mirar en alerta. Se armó de valor y entró en ella, viendo que no había nada más que una escalera que conducía a un piso superior. Cruzó el umbral y subió, conjurando un lumus.

 

Llegó a una mazmorra con una serie de celdas distribuidas alrededor.

 

  —¿Hay alguien aquí?

 

—¿Draco? —Un gran peso de encima aflojó a Draco al escuchar la voz de su padre con vida. Sin embargo, no pudo sentirse completamente tranquilo, ¿qué hacía su padre encerrado en un lugar como ese?

 

—¡PAPÁ! —gritó corriendo hacia él. Lucius se asomó por entre los barrotes. Su rostro se encontraba demasiado pálido y tenía un aspecto enfermizo.

 

—¿Cómo me encontraste? —preguntó entretosiendo.

 

—Por Merlín. Estás muy frío —jadeó Draco colocando una de sus manos sobre su mejilla.

 

—Escúchame bien, Draco. Tienes que marcharte ahora mismo, déjame aquí y vuelve a casa. Allá estarás seguro...

 

—¿Qué? ¡No me iré si no es contigo! Debe haber una forma de sacarte de aquí.

 

—¡Draco, es una órden!

 

—¡He dicho que no me iré sin tí! —Apuntó su varita a la puerta de la celda— Apártate, ahora mismo nos vamos de aquí.

 

El hechizo estaba en la punta de su lengua cuando una enorme mano lo arrojó al extremo opuesto de la habitación. Draco gritó aterrado. No lograba ver bien a su atacante, que permanecía oculto bajo la oscuridad del otro lado de la torre. La única luz era la que se filtraba a través de una pequeña ventana en la pared.

 

—¿Quién eres?

 

—Yo soy el dueño del castillo —gruñó una voz— ¿Crees qué puedes liberar a MI prisionero?

 

—Es mi padre, y está muy enfermo. ¡Podría morir si no me lo llevo a casa! Te lo ruego, haré lo que sea —le dijo desesperado.

 

—¡Nada puedes hacer para ayudarlo!

 

—¡No es posible que lo tengas aquí encerrado para siempre!

 

—¡¿Entonces por qué entró en mi castillo cómo un intruso?!

 

—¡Por favor! Tiene que haber algún modo de...—Una idea llegó a la mente de Draco. Era algo descabellada, pero, cualquier cosa haría para sacar de aquella prisión a su padre. Prefería morir de hambre y frío encerrado en aquella mazmorra que morir de pena por la pérdida de la única familia que tenía— Si me lo permites, y-yo tomaré su lugar...

 

—¡¿Qué?! —gritó Lucius.

 

—¿Tú...estarías dispuesto a quedarte por salvar la vida de tu padre? —preguntó un poco contrariada la bestia.

 

—¡DRACO NO!

 

—¿Si me quedo, lo liberarás? —Los ojos de Draco estaban fijos en el suelo, no quería que el desconocido viera cómo empezaban a inundarse en lágrimas.

 

—Sí; pero deberás permanecer el resto de tu vida aquí.

 

Draco alzó su mentón decidido y pensó que si iba a quedarse hasta el día de su muerte en ese castillo, lo menos que podía saber en una última instancia era la identidad de su captor.

 

—Sal a la luz.

 

El desconocido pareció algo indeciso, pero luego de unos minutos en la penumbra lentamente avanzó hasta que la luz de luna iluminó su figura.

 

Se arrepintió profundamente de su petición y retrocedió asustado. Nunca ni en sus peores pesadillas había visto una cosa así.

 

Era alto, muy alto, su postura estaba encorvada y su piel era cubierta por un pelaje oscuro. Tenía un brillante cabello negro que le llegaba casi hasta los hombros, sobre el cual se alzaban un par de cuernos. Una boca con dientes largos y colmillos puntiagudos. Pero lo que más llamó la atención de Draco eran sus brillantes ojos verdes. Era como un hombre a la mitad de su metamorfósis animal.

 

Cubrió su boca para retener un sollozo, y tragó el nudo que se formó dentro de su garganta.

 

—Tienes mi palabra.

 

—Hecho.

 

Draco apretó sus puños mordiéndose los labios. Debía ser fuerte por su padre. Esa...cosa caminó hasta la celda del hombre mayor y lo arrojó bruscamente al suelo.

 

Inmediatamente envolvió entre sus brazos a Draco— ¡Por favor, no hagas esto hijo! ¡Me quedaré aquí, ya soy viejo y he vivido lo suficiente! ¡Tú tienes una vida por delante!

 

La bestia lo arrastró de la túnica y se lo llevó de ahí.

 

—¡Espera! ¡Espera! —gritó Draco extendiéndo su brazo.

 

A la salida del castillo, Lucius gritaba suplicando a la bestia que pérdonase la vida de su hijo y lo dejara en libertad. No concebía la idea de que su querido Draco se quedara junto a ese monstruo. Pero por más que gritó y pataleó al demonio, ninguna de sus súplicas fueron escuchadas.

 

—¡Ya no es tu responsabilidad! —le gritó el monstruo antes de arrojarlo dentro de un carruaje que lo llevaría de regreso a la aldea.


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