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Educando al Duque (Cherik - AU) por AlatheaMorwellan

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Eaton Hall se abría imponente frente a su vista. En una ocasión, cuando era muy pequeño, había acompañado a su padre a entregar un encargo. Por supuesto que no había entrado, sólo se había quedado de pie junto a él, mientras el trabajador los recibía. La visión lo había aturdido, era tan magnífica que no había podido despegar su vista de la mansión. Se había preguntado que se sentiría vivir en un lugar tan imponente, con tantas comodidades. Pero el encantamiento había cesado al ver un joven de porte arrogante vociferar cuán grandioso era frente a otros niños, sólo por ser hijo del Duque. En ese momento decidió que prefería ser el humilde hijo de un granjero, que el presumido hijo de un Duque. Y ahora caía en la cuenta de que ese joven no era ni más ni menos que el Duque Erik.

Volviendo al presente continuó con la cabalgata hasta que divisó la entrada a la gran mansión. Un amplió jardín se cernía a su alrededor y anduvo a través de éste hasta que localizó las caballerizas a un lado del gran jardín. Cuando llegó, descendió de su caballo con cuidado y se acercó a un hombre que al parecer estaba al cuidado del lugar.

- Buenos días. Mi nombre es Charles Xavier, vengo por orden del duque. - Charles le sonrió al hombre, pero éste simplemente se limitó a mirarlo de arriba a bajo sin mucha simpatía.

- El duque ahora se folla jovencitos con cara de niña? - El hombre inquirió fastidiado.

Charles sintió como el tono de sus mejillas se elevaba, pero decidió mantener su porte erguido. No se dejaría amedrentar por un trabajador con mal genio.
- No estoy al tanto de los gustos del duque, y no es de mi incumbencia tampoco. Estoy aquí porque me ha pedido personalmente encargarme de uno de sus caballos. - 

- Lo sé, sólo te estaba probando niño. - El hombre le dio una afectuosa palmada en la espalda que casi le arranca los pulmones. - Mi nombre es Logan. -

- E-es un gusto conocerte, Logan. - Charles intentó tomar aire con dificultad. La fuerte palmada le había cortado la respiración. 

- No dirás lo mismo cuando me conozcas de mal humor! - Repuso el hombre en un tono burlón.

Charles decidió que lo trataría con cuidado, al parecer tenía una extraña tendencia a cambios de humor repentinos y no quería conocerlo en su peor versión.

- Bueno Logan, serías tan amable de indicarme donde está Azazel? - Preguntó con amabilidad.

- Claro, búscalo al final del pasillo. Ya lo has visto, sabes quien es. Tengo que viajar al pueblo así que cualquier duda le pides ayuda a alguno de los mozos que rondan por aquí. Suerte con ese endiablado caballo, niño. - Volvió a despedirse con una palmada corta-respiración y se alejó silbando a paso lento.

Mi dios, ese hombre me va a hacer escupir un pulmón. Pensó Charles preocupado. 

Caminó observando los hermosos ejemplares que tenía el duque. Todos eran caballos preciosos y pura sangre. Los admiró con fascinación hasta que un ruido lo hizo sobresaltar. Al final del pasillo notó que algo se movía detrás de una pila de heno. Juraría que oyó un quejido también, pero como no estaba seguro decidió acercarse con cuidado. ¿Tal vez fuese un perro?

- ¿Hola? ¿Hay alguien ahí...? - Al no recibir respuesta continuó en esa dirección hasta que llegó a la pila. Detrás de ella había una pequeña niña de no más de 5 años con el cabello alborotado y los ojos llorosos. 

- Pequeña, estás bien? - Charles se arrodilló a su lado, preocupado. La niña tenía un elegante vestido que la cubría hasta los tobillos pero sujetaba su rodilla con fuerza.

- Yo estaba jugando con mi hermano y vine a esconderme aquí pero me caí y mi rodilla duele. Y papi se enfadará porque las niñas no debemos jugar así... - Las lágrimas comenzaron a caer con más fuerza por las redondeadas mejillas de la pequeña y Charles sintió una inexplicable ternura.

- Tranquila, cariño. Tu papi entenderá, sólo fue un accidente. Quieres que te ayude a ponerte de pie? Así podremos buscarlo, y te curarán. - Charles le sonrió dulcemente.

- Sí... gracias. ¿Cómo te llamas? - Preguntó la pequeña mientras Charles la ayudaba a incorporarse.

- Mi nombre es Charles, y tú cariño? - Charles la tomó de la mano, mientras caminaban juntos fuera de la caballeriza.

- Wanda. Tengo 5. - Aclaró como si fuera de vital importancia su edad. Charles disimuló una risa. 

- Bueno señorita Wanda de 5 años, sería tan amable de informarme dónde está su padre? Trabaja por aquí? - Charles inquirió mirando alrededor. Tal vez era la hija de alguno de los mozos de cuadra.

- Mi padre está... justo ahí. - La niña señaló con su dedo y Charles notó como se ponía rígida bajo el agarre de su mano.

Cuando giró para ver se quedó helado. El duque se acercó a zancadas donde se encontraban ellos y la pequeña se escondió instintivamente detrás de Charles.

- Wanda Lehnsherr! Dónde te habías metido? Estamos buscándote hace una hora! - Erik exclamó indignado. Su semblante era severo, y Charles comprendió que la niña se escondiese. Daba la apariencia de ser aterrador.

- Milord... - Charles hizo una reverencia, aún sosteniendo la mano de la niña que al parecer no pensaba soltarlo. - Wanda estaba jugando y tuvo un pequeño accidente con su rodilla... -

- Wanda sabe perfectamente que no tiene que jugar sola fuera de la mansión. Es frágil y podría lastimarse. - Erik lo interrumpió furioso. 

Charles sintió un gran deseo de replicar ante las palabras de ese terco hombre, pero decidió callar. Al menos mientras la niña estuviese escuchando. Después de todo era su padre y debía respetar sus reglas.

- Cariño... - Charles soltó a la pequeña y se agachó para quedar a su altura. - Hazle caso a tu padre, él te está cuidando. Cuida bien esa rodilla, si? - Le sonrió con dulzura y la pequeña le devolvió una hermosa sonrisa.

- Sí... gracias, Charles. Espero verte de nuevo! - Le dió un rápido abrazo y se acercó a su padre dudosa.

- Entra a la mansión, pídele a Hank que revise tu rodilla y vuelve con tu institutriz. Aún debes aprender modales... - Erik le lanzó una mirada severa, la pequeña asintió conteniendo un puchero y comenzó a caminar directo a la casa.

El silencio reinó entre ambos hombres mientras observaban a la niña caminar lejos de ellos. Sin embargo las palabras del duque invadieron la calma.

- Le agradecería que la próxima vez no consienta a mi hija mientras recibe un regaño! - El duque clavó su gélida mirada en él y Charles se sintió estremecer. Aún así levantó la barbilla con firmeza.

-Su hija se lastimó y tiene sólo cinco años. Tal vez le serviría recordar que es tan sólo una niña y tratarla como tal, milord. - Charles lo miró desafiante, sin retroceder en cuanto Erik se acercó a él de manera intimidante.

- Sé perfectamente como tratar a mi hija. ¿Usted tiene hijos, Charles? - La pregunta lo atravesó como si de un puñal se tratase. Por supuesto que le hubiera encantado tenerlos, pero no había sido su suerte.

- No, milord. - Respondió con sequedad, aún sosteniendo la mirada del duque sin pestañar.

- Entonces hágame el favor de no opinar en asuntos que no conoce. - Las palabras de Erik estaban teñidas de censura, y su rostro parecía de granito. 

- Sí, milord. La próxima vez que vea a una pequeña niña llorando por haberse lastimado la dejaré ahí tirada sólo porque mi condición "sin hijos" no me da la licencia para interceder en ese asunto. - Charles le dedicó la más frías de sus miradas. Sabía que debía ser respetuoso frente al duque, pero el hombre era imposible.

Erik observó fijamente a ese irritante hombre frente suyo. Su ceño fruncido, sus ojos destellando enojo, sus labios rojos apretados... ¿rojos? Bien, eso no era importante. Sin embargo le hacía perder la paciencia que se atreviese a refutar sus acciones. Nadie jamás replicaba frente a él. Y mucho menos en cuestiones de paternidad, ni siquiera su difunta mujer lo había hecho. ¿Entonces por qué éste irreverente joven se atrevía? ¿Y por qué no estaría casado ni tendría hijos? Bien, otra pregunta poco importante.

- Le pago para que entrene a mi caballo, no para que me diga como hacer mi trabajo de padre. Así que puede empezar cuando quiera. - La ironía era palpable en el tono del duque y Charles se tuvo que morder la lengua para no mandarlo al demonio e irse. Necesitaba el dinero así que fingió la mejor sonrisa que pudo y tras una exagerada reverencia se retiró.

Erik lo observó irse mientras se preguntaba si realmente había sido una buena idea contratar a su antítesis para trabajar en Eaton Hall.


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