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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Evento de caridad
Después de entregar hasta el último trabajo individual y presentar la exposición en la que Edward había aportado la mayoría de la información valiosa, el joven vampiro se encontraba de compras con sus hermanos, ya que, aunque el chico le había notificado a Alice que iría con cualquiera de los sacos que tenía en su pequeño closet, ella le amenazo que seria sobre su cadáver que llevara aquello que él ya había usado, notificándole que todos estrenarían para el evento, siendo Rosalie la única que apoyara la moción.
—No entiendo el empeño de las mujeres a comprar ropa nueva cada vez que van a una fiesta… ¿Es que acaso piensan que la misma gente que fue a la última reunión, irá a la siguiente?... Joder, me obstina ir de compras. —Rosalie arrugó la cara ante las infantiles quejas de su esposo, sin dejar de caminar por la transitada acera, sosteniendo un pequeño paragua estilo japonés, intentando cubrirse del tenue sol, siendo Jasper quien llevara otro convencional en color negro, mientras que Alice, Emmett y Edward, cubrían sus cuerpos con capuchas, gorras, guantes y ropa manga larga, intentando mantener un bajo perfil, aunque era bastante extraño que alguien llevara tanta ropa con semejante clima.
—No es eso, Emmett… —Acotó la hermosa rubia, haciendo girar su paraguas de flores blancas sobre un fondo rosa pálido—. Es solo que usar un vestido dos veces es como pretender ponerse la misma ropa interior dos días seguidos—. Tanto Alice como Rosalie se vieron las caras, arrugando el semblante ante la sola idea de andar con la misma ropa interior por dos días seguidos.
“¿Y eso que tiene de malo?” Pensó el corpulento vampiro detrás de las dos féminas de la familia, quienes precedían el paseo de aquel día. “Yo he usado los mismos calzones por tres días seguidos y a mí no me molestan” Edward no pudo evitar soltar una risotada, dejando de hurgar en las aplicaciones de su teléfono celular, completamente absorto a su entorno, pero los pensamientos de su hermano lograron sacarlo de su ensimismamiento, robándole una carcajada.
Ambas mujeres voltearon a verle, siendo Edward quien le susurraba a su hermano lo más bajo posible, que no era buena idea decir lo que pensaba en voz alta, ya que si Rosalie se enteraba de aquello, la tendría cambiándole los calzones a diarios como un policía.
Emmett asintió sonriendo de medio lado, agradeciéndole a su hermano que no dijera nada y que al contrario de arrojarlo por la borda, le ayudara a que Rosalie no se le saliera el demonio interior y le hiciera calzón chino delante de todos ante aquel impropio pensamiento.
—Mi amigo el policía me ha pasado las fotos del último cuerpo desmembrado. —Todos se detuvieron para rodear a Jasper, el cual comenzó a mostrarles cada una de las fotos, las cuales habían sido enviadas en perfecto orden, demostrándoles a todos que aquel oficial sabía perfectamente lo que decían las seis siglas—. ¡No puede ser!… —Exclamó Jasper.
—Primero mi nombre y ahora mi apellido. —Notificó Edward, acomodándose la gorra que traía, la cual se encontraba debajo de la capucha de su suéter azul eléctrico—. Si el policía dio con nuestro apellido ya deben saber lo del nombre—. Argumentó el apuesto vampiro, pretendiendo retomar su andar, siendo Jasper quien hablara.
—Garrett me está escribiendo y dice que solo él ha dado con el nombre y el apellido. —Miró a Edward—. Él sabe que te quieren culpar, pero ya le dije que tú eres inocente, hermano. —El aludido agradeció el gesto—. Le comenté lo de Victoria, así que está intentando encaminar todo el caso de otro modo, intentaremos que las autoridades se enteren que es una mujer la que está ejecutando todo.
—Gracias Jasper… en verdad te agradezco lo que estás haciendo por mí.
—Por todos. —Acotó Alice—. Esto nos compete a todos ya que lo que le suceda a uno nos afecta a todos… ¿cierto? —preguntó ella mirando tanto a su esposo como a Rosalie, la cual asintió al igual que Jasper, mirándose el uno al otro.
—Claro Alice, querida. —Rosalie rodeó los hombros de su menuda hermana con su brazo derecho, retomando su andar, mientras Jasper observó a Emmett y luego a Edward, bajando la mirada al saber exactamente el por qué su esposa había dicho aquello, incitándoles a que le dijeran la verdad a Emmett, ya que era el único de todos los integrantes de la familia que no sabía absolutamente nada sobre lo que ocurría entre los hermanos Hale.
—¡Oye!... ¿por casualidad ese Garrett no es el nómada que conocimos hace años, el amigo de Carlisle? —preguntó Emmett, escuchando la respuesta de Jasper.
—Ese mismo… es un veterano de la guerra, así que decidió convertirse en policía, creo que se aburrió de vagar por el mundo. —A lo que Emmett acotó, comenzando a seguir a las muchachas, incitando a sus hermanos a caminar.
—Más bien creo que se la pensó muy bien. —Tanto Jasper como Edward se miraron—. Si esta en criminalística es más que obvio que se alimenta de los muertos que consigue, hermano. —Jasper asintió a su acotación, alzando irónicamente una de sus cejas.
—Es probable. —Acotó sin dejar de sostener su sombrilla, leyendo el reporte que Garrett le había enviado—. Él dice que la vampiresa es astuta, no deja rastros, cabellos, huellas, nada… hay que buscar el modo de inculparla. —Los cinco siguieron su paseo por las prestigiosas tiendas de la ciudad, mientras cada uno elucubró sobre aquel asunto, siendo Alice quien se detuviera ante la repentina premonición que le había embargado, quedándose completamente inmóvil—. ¿Alice? —Le llamo su esposo acercándose a ella, apretando con fuerza una de sus manos, consiguiendo que Rosalie se apartara de ellos con una amplia sonrisa, al darse cuenta de cómo su hermano favorito pretendía seguir con aquel morboso juego de intentar darle celos al otro con sus cónyuges.
Edward también se había quedado en shock, al ser el único de los cuatro que pudiese ver claramente la visión que había tenido su hermana con respecto a lo que ocurriría esta noche, siendo Emmett quien exigiera sin ningún tipo de vergüenza ante el cotilleo.
—Habla hermano… ¿Qué está viendo la enana en su señal wi-fi? —Edward dejó de mirar al suelo, contemplando a su entrometido hermano, sin saber que decir, ya que la visión tenía que ver con Christian, sintiendo como su menuda hermana le tomó del brazo, llevándoselo consigo al interior de una de las tiendas masculinas, notificándole a los demás que siguieran ya que había tenido la visión de un traje perfecto para su hermano en aquella tienda—. Maldita enana, desgraciada… ¿tanto suspenso por un puto traje?... estas más loca que Mía. —Rosalie preguntó intrigada quien era aquella mujer, consiguiendo que su esposo le contara lo que había ocurrido ayer en el salón de bellezas de Elena, mientras los tres siguieron caminando por la transitada acera, dejando a Edward y a la Alice a solas en aquel lugar.
—Llámalo. —Exigió la vampiresa.
—¿Para qué?... —¿Qué quieres que le diga?... ¡Oye, Christian!... ¿disculpa la molestia pero podrías invitar a cierta persona al evento tan solo porque a mi desquiciada hermana se le presentó una premonición?... No Alice… no puedo hacer eso. —Pero la menuda chica le arrebató el celular, marcando el discado directo.
—No tonto… tú solo lo saludas y le dices que quieres que te complazca llevando a la primera persona que entre en su departamento. —El teléfono comenzó a repicar, mientras Edward miró a su loca hermana, sin poder creer lo que le estaba exigiendo—. Has estado mintiendo muy bien últimamente, Edward… una mentira blanca no le hará mal a nadie. —Justo en aquel momento se dejó escuchar la voz de Christian del otro lado de la línea, sin que el avergonzado vampiro supiera que decir, tomando el android entre sus manos, contemplando la pantalla sin saber aún como comenzar aquella repentina conversación.
 
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Como todas las mañanas, Christian había decidido ir a trotar y luego a ejercitarse en su sala de descanso, llamando a la oficina para notificarles que no iría a trabajar y que cualquier cosa que surgiera en su ausencia le llamaran a la brevedad posible, sin dar más detalles sobre su deseo de permanecer en casa.
Tomó una ducha fría y después de un ligero pero sustancioso desayuno decidió seguir con la partitura, ya que aún no había logrado terminarla y Edward estaría de vuelta muy pronto en su pent-house, deseando tocarla para él.
—Sigo sin dar con las notas que van aquí. —Se dijo así mismo borrando y tratando de usar otra, pero no cuadraba con la melodía que estaba intentando ejecutar—. Me rindo por hoy… —golpeó las teclas, consiguiendo un estruendoso sonido de las cuerdas del piano, incorporándose del taburete en busca de un trago que lo ayudara a relajarse.
Sirvió un poco de coñac en un pequeño vaso, después de introducir dos cubos de hielo, revolviendo la bebida con uno de sus dedos, encaminándose al sofá de dos plazas, desparramándose sobre él, después de lamer seductoramente su dedo índice, escuchando repicar el celular, sacándolo del bolsillo de su pantalón de algodón, mirando la pantalla con una socarrona sonrisa.
—¡Vaya!... ¿no son ni las doce del mediodía y mi sumiso ya me está llamando? —Christian supo que aquello cabrearía al muchacho, esperando una de sus odiosas respuestas.
—Mmm… Hola… —Fue lo único que dijo el muchacho, sorprendiendo como siempre a Christian—. Solo te llamaba para saber si aún no sabías con quien ir al evento. —El magnate bebió de su trago, arrugando la cara ante su persistente pregunta.
—¿Por qué tanta insistencia con eso, Edward? —A lo que el chico respondió en voz baja y calmada.
—Porque mi familia ira a la exposición de arte, Christian. —Aquello sorprendió al magnate—. Rosalie y Emmett compraron entradas y Alice será una de las anfitrionas del evento, así que prácticamente mi acompañante sería mi otro hermano, Jasper… y quería saber si tú ya tenías planes. —El pensativo multimillonario se incorporó de su puesto, encaminándose hacia una de las ventanas, mirando la ciudad.
—Pues, no… —Suspiró. —La verdad es que aún no se con quién ir. —Argumentó sin dejar de mirar a la distancia.
—¿Y si yo te pidiera que fueses con la primera persona que entre hoy al pent-house? —Aquello sorprendió aún más a Christian, apartándose de la ventana.
—¿Te volviste loco, Edward? —El chico rió, dejando que Christian escuchara claramente sus risas—. ¿Y que si entra Taylor o que se yo, la señor Jones? —El vampiro rió aún más—. No sé a qué juegas pero sin duda no quiero ir con ninguno de mis sirvientes y mucho menos con Mía. —Edward le prometió que no sería así, ya que él sabía que la ama de llaves ya estaba en el pent-house y Taylor de seguro se hallaba alineando el Audi R8 Spider color gris para esta noche—. Bueno, sí… no te equivocas… pero… —Justo en aquel momento el ascensor comenzó a subir, asombrando a Christian, mientras Edward acotaba.
—Prométemelo Christian. —Insistió el seguro vampiro, a pesar de que aquello podría hacer que el magnate sospechara aún más de su extraña forma de ser—. Prométeme que iras con la persona que irá hoy a visitarte. —Christian se lo pensó por unos segundos, exigiéndole a continuación.
—¿Y qué obtengo yo a cambio?... —Volteó su cuerpo, dándole la espalda al ascensor, a la expectativa de quien podría ser, esperando la respuesta del joven universitario.
—La satisfacción de hacer lo correcto.
—No es suficiente, Edward… ¿Qué obtengo de ti a cambio? —A lo que Edward respondió en voz baja.
—Una sesión de bondage… ¿Qué dices? —aquello sorprendió gratamente a Christian, erizándosele todo el vello del cuello, escuchando como la puerta mecánica del ascensor se abrió, dejándose escuchar la masculina voz que le saludaba.
—Hola… hermano... —Christian volteó bastante asombrado de ver a Elliot en su pent-house, arrastrando una maleta—. Fui a la empresa y me sorprendió que no fueras a trabajar hoy… ¿te encuentras bien? —El aun perplejo hombre de negocios, asintió casi por inercia, manteniendo el celular en su oreja, aunque nadie hablaba del otro lado de la línea.
—Aammm… sí, estoy bien… —Elliot dejó la maleta a un lado, arrojando su chaqueta marrón sobre uno de los sofás individuales, acercándose a su hermano, el cual al fin le notificó a Edward—. ¡Hecho!... hablamos en la noche. —El joven del otro lado de la línea le afirmó que así sería, agradeciendo enormemente el que lo complaciera, culminando la llamada—. Sí que me ha sorprendido tu regreso, Elliot. —Ambos hermanos se abrazaron, palmeando vigorosamente sus espaldas.
—Esa era la idea, Christian… sorprenderte. —Se apartaron el uno del otro sin dejar de aferrarse de los brazos—. ¿Espero no haber interrumpido una llamada importante con alguna nueva víctima? —El sonriente multimillonario negó con la cabeza, haciéndose el desentendido.
—Para nada… —Miró la maleta—. Veo que acabas de llegar. —El apuesto hombre de cabellos almendrados y barba desaliñada asintió, tomando asiento en el sofá grande, observando el vaso de coñac que bebía su hermano.
—En efecto… llegué hace exactamente una hora… fui a tu oficina y al saber que no habías ido a trabajar, decidí venir a ver que te pasaba. —A lo que Christian acotó sentándose a su lado.
—Pude estar acompañado. —Justo en aquel momento la señora Jones comenzó a bajar las escaleras con un montón de ropa para lavar, saludando al muchacho, quien correspondió el saludo, mirando con una socarrona sonrisa a su hermano, acotando en voz baja, después de que la mujer se perdiera de vista.
—Menuda compañía tienes, Christian… follarse a la mucama no cuenta como follada, eso es solo un desahogo. —El sonriente magnate no pudo evitar reír a carcajadas, llamando a su hermano desalmado y promiscuo—. No hermano… soy realista, después de fornicar con la de la casa, no quise saber más de ella, por eso me dio igual que mi madre la echara. —Christian no podía creer lo desgraciado que era Elliot cuando se trataba de mujeres, acotando a continuación.
—Eres un Casanova, Elliot… por eso mi madre no le dio mucha importancia a tu ruptura con la señorita Kavanagh. —Al ver el cambio de semblante de su hermano, Christian supo que había dado en la tecla del porque el chico había vuelto a ser el mismo rompecorazones de antes, sabiendo de antemano que su aventurero hermano se había enamorado realmente de Katherine.
—Mmm… sí… mi madre… tan linda. —Acotó algo sobreactuado, consiguiendo de parte de Christian una inquisidora mirada.
—¿Ocurre algo? —Elliot negó con la cabeza.
—Nada hermano… —Intentó sonreírle, aunque se le dificultaba—. ¿Una pregunta?... ¿Puedo quedarme aquí esta noche? —Christian pretendió beber nuevamente de su vaso de coñac, ahogándose con el trago ante la sorpresa.
—¿Aquí?... —Elliot, asintió—. Aammm… pues… —pensó rápidamente en Edward y un repentino vuelco en el estómago lo hizo sentir mareado, ya que aunque en cualquier otro momento le hubiese encantado alojar a su hermano en su casa, ese no sería precisamente la feliz ocasión para ello—. ¿Qué paso con tu departamento de soltero? —preguntó el magnate, tratando de zafar.
—Se lo devolví a nuestra madre.
—¿Por qué? —pregunto Christian completamente pasmado, observando cómo su hermano se encogió de hombros.
—No quiero nada de Grace. —Aquello sorprendió enormemente a Christian, ya que aunque Elliot y la mujer en cuestión siempre discutían por sus tórridos romances, el muchacho jamás había dicho algo como eso en contra de su madre.
—Espera un momento… ¿Qué está ocurriendo aquí? —preguntó Christian.
—Nada… —pretendió salirse por la tangente—. No me cambies la conversación y dime si me puedo quedar o no esta noche en tu departamento. —Justo en aquel momento el celular de Christian timbró, notificándole la llegada de un nuevo mensaje instantáneo, abriéndolo apremiante.
[Dile que sí… al final de la noche no se quedará en el pent-house… confía en mí y en la pitonisa de segunda de mi hermana, la cual asegura que será así… si falla en sus premoniciones la mataremos entre los dos y nos desharemos del cuerpo]
Aquello consiguió que una socarrona sonrisa aflorara en los labios de Christian, sin poder entender aun como era cierto que tanto Edward como Alice tuviesen dones auténticos, ya que aunque intentaran hacerlos pasar como falsos, le atinaban a la perfección, haciéndolo completamente creíble, respondiendo rápidamente, mientras Elliot contemplaba la deslumbrante sonrisa de su hermano.
[No sé cómo lo hacen pero me han dejado pasmado… espero que la pitonisa no se equivoque sobre mi hermano y su empeño de quedarse, ya que muero por mostrarte como se hace un perfecto bondage]
Envió el mensaje, levantando la mirada, observando cómo su hermano le contemplaba con una ceja en alzas y una sonrisa de desgraciado.
—¿A quién te tiras ahora, Christian? —El aludido soltó una risotada.
—A nadie… hablo con mi terapeuta. —Elliot preguntó que desde cuando Flynn era tan divertido como para hacerlo sonreír—. No es Flynn, cambié de terapeuta. —Aquello asombró al muchacho.
—Y te decidiste por una mujer loquera… ¿no?... así se hace hermano… la terapeuta te da tu sesión y tú le pagas con visa y mastercard. —Se apretó las dos bolas, comparándolas con las tarjeta de créditos más reconocidas a nivel mundial, consiguiendo que Christian riera.
—Pues no… no es una mujer, es un joven universitario. —se incorporó del sofá, incitando a su hermano a levantarse—. Te cuento en el almuerzo. —Rodeó los hombros de su hermano con su brazo izquierdo—. Y sí, hermano… puedes quedarte… y no aceptaré un “no” por respuesta a la invitación que te pienso hacer para esta noche. —Ambos se encaminaron al comedor, en donde la señora Jones ya estaba colocando la mesa, mientras Christian le contaba a Elliot sobre Edward, omitiendo por supuesto el detalle de la sumisión y todo lo demás, ya que aquello sonaría bastante impropio para el muchacho, rogando porque Alice no fallara en su predicción de lo que ocurriría al final del día.
 
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Eran aproximadamente las nueve de la noche en la hermosa ciudad de Seattle, Alice ya había hecho acto de presencia en el prestigioso museo de la ciudad, en donde se llevaría a cabo la exhibición fotográfica pro-fondos a favor de los niños sordomudos, haciéndose amiguísima de José, ya que si algo adoraba la atolondrada vampiresa, era a las personas pertenecientes a la comunidad LGBT, aunque la chica no fuese parte de ella.
—No sabes cuánto te agradezco que accedieras a ayudarme, Alice… eres tan buena en esto que te contrataré de por vida. —El amanerado joven abrazó a la muchacha, agradeciendo su total ayuda y predisposición para la ocasión.
—Cuando quieras cuenta conmigo, José. —Los dos saltaron como niñas de secundaria ante la noticia de una fiesta estudiantil, siendo Kate, la mejor amiga de Ana y José, quien les interrumpiera.
—¡Vaya!... por eso no me llamaste… ¿no es así?... —José observó completamente asombrado a su amiga, al encontrarla en aquel deplorable estado de embriaguez, vistiendo el traje que había comprado para la ocasión, ofreciéndose como una de las anfitrionas del evento—. Ya me tenías un remplazo. —El chico negó con la cabeza.
—No Kate, no es así… es solo que… —La molesta joven de cabellos rubios y desgreñados le empujó, notificándole que no tenía nada que explicar, pretendiendo marcharse, pero la chica terminó cayendo precipitadamente al suelo ante la borrachera—. Kate, querida… ¡no estás bien!… porque mejor no te vas a casa… —Exigió José, levantándola del suelo con la ayuda de Alice, la cual alegó a continuación.
—Nadie te está suplantando, querida… —La desaliñada chica comenzó a llorar, intentando caminar con aquellos enormes tacones altos, pero su estado de embriaguez se lo dificultaba—. ¡Ven!... Vamos adentro y te ayudo a ponerte más hermosa de lo que eres… —La menuda vampira le sonrió dulcemente, consiguiendo de la señorita Kavanagh una amable sonrisa.
—¿Te parezco linda? —Alice asintió—. Mi ex no lo cree así. —Comenzó a gimotear, dejándose llevar al interior del museo por Alice, mientras José le hizo una seña, notificándole con aquello que pronto comenzaría todo, percatándose de cómo el salón central del prestigioso museo comenzó a llenarse de gente, caminando hacia aquel lugar para recibirles—. Él me dejó… terminamos… y no hizo nada, simplemente se alejó. —Lloró y lloró amargamente, permitiéndole a Alice que la encaminara hacia uno de los baños privados, ayudándole a sentirse mejor consigo misma, mientras que el joven fotógrafo le daba la bienvenida a los recién llegados, sonriendo gratamente al ver el arribo de Edward y compañía.
—Hola, Edward. —El elegante vampiro de traje Armani le saludó, sonriéndole con total agrado después de entregar su respetiva entrada al portero—. Es un gusto que estés aquí.
—El gusto es mío, José. —Estrechó su mano—. Te presentó a mi familia. —Señaló a sus acompañantes, consiguiendo que Rosalie le ofreciera la mano al joven fotógrafo, sonriéndole con total hipocresía, mientras Emmett entregaba su respectiva entrada, haciéndole un gesto con la cabeza a modo de saludo, siendo Jasper quien contemplara todo el lugar, ignorando la presencia del muchacho—. ¿Jasper? —El aludido volteó a ver a su hermano, quien señaló a José, pretendiendo presentárselo.
—¡Oh!... Sí… que tal… —Fue su odiosa respuesta, introduciéndose en el amplio salón, tomando despreocupadamente uno de los folletos que ofrecían las anfitrionas, contemplando la exhibición con desgano. “Ganado, ganado, ganado y más ganado” Pensó al ver a los invitados, haciendo alusión a que los humanos eran solo eso, el ganado con el que ellos se alimentaban o deberían alimentarse, y no con aquellos simples y desabridos animales—. ¿En dónde está mi esposa? —preguntó, volteando a ver a José, quien le respondió que estaba ayudando a su amiga a recomponerse de un mal día, consiguiendo que el odioso vampiro arrugara la cara.
—¿Su repelencia es solo conmigo o es odioso con todo el mundo? —preguntó José, a lo que Edward pretendió responder, siendo Rosalie quien acotara, interrumpiendo a su hermano.
—No, querido… Jasper es así, no es nada en tu contra. —La deslumbrante vampiresa, arregló su abrigo de Ming blanco, el cual contrastaba con el hermoso vestido rojo sangre que llevaba, el cual dejaba al descubierto una de sus largas y perfectas piernas, mostrando a cada paso que daba unos costosos zapatos de tacón del mismo color del vestido con incrustaciones de diamantes y rubíes—. Si fuera solo contigo, ya estarías muerto. —Palmeó el hombro de perplejo muchacho, el cual se quedó inmóvil, observando como la regía mujer bajó las escaleras con una seductora sonrisa de medio lado.
—No le hagas caso… —Le notificó Edward, intentando calmar al muchacho—. Ellos dos son hermanos, mellizos. —Acotó—. Les gusta hacer ese tipo de bromas pesadas. —José sonrió, mirando a Jasper y luego a Rosalie, la cual se prendió del brazo de su mellizo, señalando uno de los cuadros, exigiéndole que la escoltara para verlo de cerca.
—Ya veo. —Fue lo único que dijo el aun sorprendido fotógrafo—. ¡Por cierto!… debo agradecerte enormemente el que me hayas enviado a tu hermana. —Señaló toda la decoración de luces en el lugar—. Esto ha sido obra de ella. —Emmett contempló todo el salón, recibiendo de parte de una de las anfitrionas, tanto la bienvenida como un folleto sobre todo el arte que se expondría esa noche, notificándole que había champagne y caviar en el bufet del lado izquierdo de majestuoso museo.
—Me alegra que mi hermana te haya sido de gran ayuda. —Ambos se sonrieron.
—Sí, en efecto esto es obra de Alice. —Notificó Emmett. —Bueno… iré a ver lo que hay en el bufet. —El corpulento vampiro de traje negro le sonrió a su hermano Edward, quien ya se había dado cuenta de la broma que había pretendido hacer, ya que por supuesto ninguno de los Cullen disfrutaría de aquel banquete.
—Tu exhibición esta al cruzar por este pasillo, Edward… tu hermana cuando lo vio casi le da un infarto de la dicha, me dijo que jamás pensó que tú fueses parte de mis obras— Si algo sabia Edward, era que aquello era tan falso como un billete de tres dólares, ya que Alice sabía de sobra que así sería—. Nos vemos luego, déjame recibir a los demás invitados. —El apuesto vampiro le asintió, dejando que el chico se marchara, justo cuando un gran número de flashes cayeron sobre el recién llegado, percatándose del arribo de Christian al museo de Seattle, en donde varios fotógrafos y reporteros se abalanzaron sobre él, en busca de alguna noticia amarillista que destruyera el buen nombre de la familia más rica de Seattle.
—¿Señor Grey?... ¿Señor?... ¡permítanos un par de preguntas por favor!... —Tanto Taylor como dos guardaespaldas más se interpusieron entre los reporteros y el magnate, el cual comenzó a hablar en secreto con su hermano Elliot, aquel que vestía uno de los costosos trajes de Christian, ya que el muchacho, solo había arribado al pent-house con una maleta llena de ropa casual.
—Solo un par, reportero. —respondió Christian en un tono odioso, posando su mano sobre el hombro de Taylor para que su mano derecha y perro guardián, les dejara acercarse a él.
—Tenemos entendido que Grey Enterprises Holding inc. ha hecho un contrato millonario con varias empresas menores para dejar a miles de familias de bajos recursos sin un techo donde vivir. —Su acotación sorprendió enormemente a Christian, ya que aquello era completamente falso—. ¿Qué tiene que decirle a las miles de familias escandinavas que serán echadas de las adyacencias de Ballard? —Justo en aquel momento Christian se percató de la presencia de Edward frente a ellos, a unos cuatro metros de distancia aproximadamente, contemplándole fijamente a los ojos, con ambas manos en el interior de sus bolsillos.
—No sé de dónde ha sacado usted esa información, caballero. —El molesto multimillonario intentó con todas sus fuerzas de mantenerse calmo y no hacer una escena en aquel lugar y mucho menos delante de Edward—. Pero mi único propósito en la vida es ayudar a las personas de bajos recursos, es darles una mejor calidad de vida y mis intenciones con este nuevo proyecto en Ballard, es precisamente eso… —Se aclaró la garganta, reacomodándose la corbata, mientras Elliot ya se había hecho de una de las tantas copas de champagne que ambientaban el lugar, dándoles la bienvenida a cada uno de los invitados con su espumante y agradable sabor a frutas fermentadas— … mejorar uno de los tantos barrios que rodean a Seattle, haciéndolo parte de nuestra ya amada y cosmopolita ciudad.
Comenzó a bajar las escaleras, siendo escoltado tanto por sus guardaespaldas como por los reporteros, mientras que Elliot intentó apartarse un poco de ellos, ya que lo que menos deseaba era ser parte de aquel circo mediático, en donde siempre se terminaban ganando de parte del aventurero hombre, unos cuantos puñetazos.
—Así como Grey Enterprise transformó la abandonada refinería de gas y carbón que se encuentra al norte de Downtown en el ya reconocido mundialmente “Gas Works Park”, así mismo pretendo hacer de Ballard uno de los nuevos centros turísticos de la ciudad. —Todos los reporteros se encontraron atentos a Christian, mientras que el magnate lo estaba de Edward, siendo el insistente reportero quien rompiera nuevamente la conexión visual entre ambos hombres.
—Pero se dice que ustedes pretenden cambiar el deplorable estado del barrio, construyendo rascacielos, y enormes centros comerciales, dejando a los miles de noruegos erradicados en aquel lugar, sin casas. —Christian puso los ojos en blanco, ante las impertinencias de aquel hombre, pretendiendo dejarlo en ridículo delante de todos, ya que la mayoría de los invitados ya se habían dado cuenta de lo que pasaba cerca de la puerta.
—No pretendo dejar a nadie sin vivienda… —Christian introdujo ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón, imitando el gesto recio y arrogante de Edward—. Al contrario, pretendo mejorar su calidad de vida; hacer mejoras en las viviendas a un módico precio y quienes ya poseen casa propia solo deben dar su consentimiento para remodelar la que ya tiene.
—¿Sin pagar ni un centavo? —preguntó una de la reporteras, consiguiendo la afirmación de Christian.
—Sin pagar ni un centavo, señorita. —El seductor hombre de negocios se acercó a la morena, notificándole en un todo de voz cautivador y completamente deslumbrante—. No todo en esta vida es el dinero, hermosa… —La joven tragó grueso tanto por la cercanía del seductor hombre, como por su intensa y penetrante mirada—. Hay placeres que van más allá de engrosar una cuenta bancaria… —Miró de arriba hacia abajo su desabrido e insulso traje de oficina— …pero de seguro usted no tiene ni la más remota idea sobre eso… ¿cierto? —La joven comenzó a sudar y a ruborizarse tanto que término apartándose de él, suspirando para controlar sus nervios—. No más preguntas, caballeros.
Aquello fue la palabra clave para que los guardaespaldas de Christian apartaran a los reporteros del seductor hombre de traje gris oscuro, el cual pertenecía a uno de los tantos diseños exclusivos de la reconocida casa de moda Dolce & Gabanna, haciéndolo ver verdaderamente elegante y sobresaliente.
—Siempre lo he dicho, hermano… —Notificó Elliot, acercándose nuevamente a Christian, al ver como dejaba aquel enjambre de reporteros atrás—. Por más que intentes ser bueno con las personas, estas jamás te lo agradecerán y verán el lado malo de tus buenos actos. —Palmeó el hombro de Christian, quien siguió caminando hacia donde se encontraba Edward, sonriéndole a su hermano.
—Bueno, Elliot… se hace lo que se puede. —Fue su sencilla y sincera respuesta, acomodándose el traje, siendo Edward quien acotara a continuación.
—Nunca te arrepientas de dar todo por los demás aunque no lo valoren… —Christian le sonrió, mirando a su hermano y luego al apuesto y elegante vampiro— …Mañana tú lo olvidarás y volverás a darlo todo… sin embargo esas personas a las que ayudaste te recordarán cada vez que otros le fallen. —Christian asintió más que complacido ante sus certeras y gratas palabras, siendo Elliot quien hablara.
—Y este caballero que ven aquí, señoras y señores es el loquero de mi hermano, Edward Cullen. —El impertinente joven extendió su mano hacia el sonriente inmortal, quien la estrechó con firmeza, soltándola rápidamente tomar la de Christian, saludándole con un fuerte apretón de manos.
—Un placer… tú debes ser Elliot. —El apuesto joven de cabellos engominados y rasurada barba le asintió, bebiendo de su copa de champagne, vaciándola por completo.
—El mismo que viste y calza. —Abandonó la copa ya vacía en una de las tantas charolas que iban y venían por doquier, tomando una nueva—. Dime algo Edward… —bebió nuevamente de su copa, mientras Christian y el vampiro se sonreían, al ver lo desinhibido e igualado que era su hermano, llamándole de una vez por su nombre sin esperar a que el joven psicólogo se lo permitiera— …¿te paga bien mi hermano?... mira que llevarle las manías a Christian no es nada fácil. —El impertérrito hombre miró retadoramente a su hermano, el cual soltó una risotada—. Tranquilo hermano, solo bromeo… sabes lo que es eso… ¿cierto?... se llama “sentido del humor” —Edward no pudo evitar soltar una risotada.
—Te lo dije, Edward… tan impertinente como tu hermano Emmett. —Acotó Christian.
—Por eso me ganaba tus palizas, ¿no es así, Christ? —El aludido asintió—. Cada vez que le soltaba una de mis impertinencias delante de nuestros padres, terminábamos a las trompadas. —Christian puso los ojos en blanco.
—Esos fueron tiempos pasados… hemos madurado. —Christian tomó dos copas de champagne, de las que una hermosa rubia le ofrecía, agradeciendo su amabilidad—. Bueno… yo he madurado. —Miró a su hermano, poniendo los ojos en blanco—. Tú jamás lo harás. —Extendió una de las copas hacia Edward, el cual se negó a tomarla, mirando a su alrededor en busca de sus hermanos, sintiendo como el multimillonario se le acercó, susurrándole al oído con total descaro—. Te recuerdo que son más de las nueve de la noche, Edward… así que toma la maldita copa y bébetela.
El serio e incómodo vampiro no pudo evitar darle una rápida mirada a Elliot, el cual volteó a otro lado, haciéndose el desentendido, imaginando que Christian estaba una vez más con sus bravuconadas con el loquero, así como lo hacía con Flynn, demostrándole al vampiro que el muchacho solo suponía aquello sin haber escuchado claramente las exigencias de su hermano.
—Bien. —Fue lo único que dijo Edward, tomando la copa de champagne, humedeciendo sus labios con la espumante bebida.
—¿En dónde están tus hermanos? —preguntó Christian como si nada hubiese pasado.
—Están por allí. —Volvió a recorrer todo el museo con la mirada, encontrándose a Emmett en el bufet, hablando con una mujer mayor, la cual reía a carcajadas, imaginando que le estaba saliendo con una de las de él, girando rápidamente el rostro al percibir los pensamientos de Alice, acercándose a ellos con una joven rubia que se tambaleaba al caminar, sosteniendo sus zapatos de tacón con las manos, trastabillando completamente descalza.
—No puede ser. —Acotó Christian mirando lo que Edward contemplaba, sin poder creer que la señorita Kavanagh estuviese en aquel lugar y en situaciones tan precarias como en las que se encontraba—. ¿Qué hace ella aquí? —preguntó, consiguiendo que la curiosa mirada de su hermano se posara a su izquierda, justo cuando Kate ya se había percatado de su presencia, atestándole un bofetón al asombrado muchacho—. ¡Por todos los cielos! —Exclamó Christian cubriéndose el rostro con la mano ante la vergüenza que lo embargaba.
—Tú… —Espetó de malas la ebria muchacha—. Eres tú el causante de mis penas, infeliz. —Comenzó a sollozar, mientras el aun sorprendido joven la contemplaba con una de sus manos en la mejilla abofeteada—. Te odio Elliot Grey… jamás debí haberme involucrado contigo y con tu familia de ricachones que solo saben comprar su propia felicidad a costa de la de los demás. —El chico negó con la cabeza, mirando a su hermano y luego a la enajenada chica, siendo José el primero en acercarse a la reunión, exigiéndole a su amiga que se controlara—. A la mierda “el qué dirán” —Miró a Christian—. Todo esto es culpa tuya.
—¿Pero de qué demonios estás hablando, Kate? —preguntó Elliot mirando a Christian, quien se encontraba tan sorprendido como su hermano ante las acusaciones de la embriagada muchacha, siendo Alice la única que sonriera de todos los presentes, consiguiendo de parte de Edward un apretón de brazos, apartándola de la nefasta reunión, reprochándole entre dientes.
—¿Qué diablos te estás tramando, Alice? —La sonriente vampira negó con la cabeza, alegando que no estaba tramando nada y que ella ya había visto todo esto en sus premoniciones y que solo quería ayudar a ambos amantes a reencontrarse—. Tú y tu empeño de hacerte la celestina, solo va a atraerme problemas.
—Cálmate, Edward. —Exigió Alice, tratando de soltarse del fuerte apretón de su hermano—. Todo va a salir bien, ya lo verás. —Se apartó del serio vampiro, el cual buscó por todos lados a su hermano Jasper, haciéndole un ademán con la cabeza para que se acercara e intentara calmar las aguas en aquel torbellino de sentimientos encontrados, sintiendo el fuerte apretón de Christian, volteando a verle.
—¿Esto es obra tuya? —Edward negó con la cabeza.
—No, no sé qué pretende Alice con todo esto pero te juro que… —Se quedó callado al ver el arribo de sus dos hermanos, siendo Jasper quien contemplara a Christian de arriba hacia abajo, enfocando sus ojos en el fuerte apretón de brazos que ejercía sobre Edward, volteando el rostro a otro lado. “Dios míos, todo esto se ha vuelto un caos” Pensó el temeroso vampiro, intentando zafarse del aferro de Christian, quien le soltó a Kate de mala gana, acercándose a ambos ex amantes.
—Explícate cómo es eso de que soy yo el culpable de la ruptura de ustedes dos. —La llorosa chica comenzó a rebuscar en su bolso, sacando un pequeño papel, entregándoselo a Christian.
—Ese cheque me lo dio tu madre para que me alejara de Elliot. —Aquello no solo sorprendió a los hermanos Grey, todos los Cullen estaban a la expectativa, siendo Emmett quien hablara por lo bajo.
—Esto se va a poner bueno. —Se cruzó de brazos mirando la escena, mientras José intentaba que los invitados no se percataran del bochornoso momento, amenizando la velada, apartándolos de aquel lugar, incitando a los invitados a ver los cuadros del otro lado de la galería, mientras Christian examinaba el cheque, percatándose de cómo en efecto aquel pagaré al portador pertenecía a la cuenta de su madre, autentificando la firma.
—¿Qué mi madre hizo qué? —preguntó Eliot completamente asombrado.
—Quiso alejarme de ti tan solo porque la ruptura entre Christian y Anastasia tenía a tu hermano emocionalmente destruido, y al saber que tú eras un mujeriego empedernido solo era cuestión de tiempo para que la distancia facilitara todo para ella. —Elliot le arrebató el cheque a Christian, corroborando la firma de su madre—. Así que me pagó para que me alejara de ti. —La chica comenzó a llorar—. Y lo hice simplemente porque no quería tener de suegra a una mujer tan manipuladora como ella. —Señaló el cheque—. Allí esta, jamás cobré ese dinero… no lo quiero… solo quería que tu volvieras a mi vida, Elliot. —El chico arrojó al suelo el cheque, abrazando con todas sus fuerzas a la llorosa muchacha, devorando sus labios en un beso que le demostró que a pesar de haber fornicado con media Italia no la había podido olvidar tampoco.
Alice fue la única en aplaudir aquel beso, mientras que Christian aún no podía entender cómo Grace había hecho eso, imaginando que su desmedido amor maternal por él, sobrepasaba los límites de lo moralmente aceptable, tomando el cheque que su hermano había arrojado al suelo, guardándoselo en el bolsillo de su saco y así tener pruebas para confrontar a su madre.
—Mmm… ¡vaya!... No somos los únicos con conflictos familiares… ¿no es así, hermano? —Alegó Jasper, acomodándose el cabello a un lado, contemplando a Christian, el cual ya se había percatado tanto de su presencia como de sus palabras—. El señor Grey, supongo. —Comentó mirando de arriba hacia abajo al elegante hombre, estrechándole la mano.
—Y tú debes ser Jasper. —El aludido asintió—. Un placer. —estrechó de igual modo su mano, percatándose con total asombro de cómo el serio hombre también padecía de aquella particular temperatura corporal.
—No sé si decir lo mismo o no. —Edward abrió desmesuradamente los ojos, siendo Alice quien se acercara a Jasper, abrazándole con dulzura por un costado.
—No le hagas caso a mi esposo, Christian. —El magnate no dijo nada, esperando la acotación de Alice, sin dejar de contemplar a Jasper inquisidoramente, mientras Elliot y Kate seguían comiéndose el uno al otro a besos—. Él simplemente es el Taylor de nuestra familia. —Aquello consiguió una sonrisa burlona de parte de Edward, mientras que Jasper fulminó a su esposa con la mirada, ya que el odioso vampiro sabía que el tal Taylor era el lamebotas de Christian—. Jasper siempre está cuidándonos a todos, por algo se hizo abogado, siempre está protegiéndonos… ¿no es así, Jas? —El aludido le sonrió con desgano a su esposo, intentando tragarse una puteada masiva de su parte.
—Sí, así es… —Le dio un beso en los labios a Alice, quien había estado rehusándose a alguna muestra de afecto para con el vampiro, aprovechándose de la buena actuación de su esposa delante del magnate—. Vamos a ver la muestra fotográfica, querida… —Se alejó de los presentes, exigiéndoles tanto a Elliot como a Kate al pasarles por un costado—. Busquen un hotel, por todos los cielos. —Ambos ex novios se apartaron el uno del otro, disculpándose con todos los presentes, siendo Elliot quien le notificara a su hermano.
—Me iré con Kate a su departamento, Christian… tenemos mucho de qué hablar. —El serio empresario asintió, palmeando el hombro de su hermano, notificándole que entendía perfectamente bien su deseo de irse con la muchacha—. No confrontes a Grace solo, por favor… hablaremos con ella juntos… ¿está bien? —Christian le prometió que así seria, despidiéndose de su hermano, quien tomó a la embriagada muchacha entre sus brazos, pidiéndole a Taylor que lo llevara hasta el departamento de la señorita Kavanagh, siendo Christian quien asintiera ante la interrogativa mirada que le dio el guardaespaldas, retirándose con los dos enamorados, mientras Emmett les notificó que iría a buscar a Rosalie, dejando a ambos hombres a solas.
—Lamento todo este pequeño inconveniente, Edward. —Se disculpó Christian, frotándose el tabique nasal, intentando controlar su creciente vergüenza y mal humor.
—No te disculpes, Christian… no existen familias perfectas, todos tenemos conflictos y pues esto era algo que tarde o temprano se sabría. —El desencajado magnate asintió con desgano—. Ven… voy a mostrarte algo que espero que logre cambiar tu mal humor. —Le aferró del brazo llevándolo hacia el ala oeste del museo, en donde un gran número de invitados y coleccionistas de arte contemplaba los cuadros, admirando el trabajo del joven fotógrafo.
—Espero que no quieras mostrarme arte abstracto, es algo que en verdad no me agrada, me hace sentir perdido, como si no pudiese entender qué demonios quiso plasmar el autor de la obra… es verdaderamente desconcertante—. Edward sonrió, señalando hacia uno de los costados para que se encaminara por una de las tantas paredes que asemejaban una especie de laberinto, en donde las obras se mostraban por facetas sentimentales o eso quiso recrear José en la exhibición de arte.
—Por aquí. —Exigió el vampiro guiándolo hacia donde quería que Christian se encaminara, dejando que el serio y aun incomodo hombre entrara primero a la exhibición que llevaba por nombre “sentimientos”, quedándose inmóvil al ver tres cuadros en primer plano del agraciado rostro de Edward, quien sintió verdadera vergüenza al verse a sí mismo, mostrando sus sentimientos en público.
—¡Oh, por todos los cielos!... —Christian no pudo ni siquiera pestañear. Ante él había un trío de cuadros de Edward mostrando tres facetas sentimentales distintas. En una estaba molesto, realmente enfadado, en la siguiente una enorme tristeza embargaba su hermoso y melancólico rostro y en la última una resplandeciente sonrisa iluminaba todo a su alrededor, siendo precisamente aquella la que llamara la atención del magnate—. Sabes sonreír… eso sí que no me lo esperaba. —Edward acortó la distancia entre ellos, ya que el chico se había quedado rezagado a sus espaldas, mientras el magnate admiraba los tres cuadros.
—No exageres. —Acotó—. Me has visto reír antes. —A lo que Christian acotó, acercándose un poco más al cuadro en cuestión.
—No como aquí. —El ensimismado multimillonario no pudo dejar de observar aquel encantador rostro sonriente, argumentando a continuación—. Te ves realmente… —Se lo pensó por unos segundos, concluyendo su apreciación— …Feliz. —Edward bajó la mirada—. ¿Puedo saber qué te hizo sonreír de ese modo? —A lo que el avergonzado vampiro respondió sin deseo alguno de ocultar la verdad sobre aquella sonrisa capturada en cámara.
—Fuiste tú, Christian. —Aquello sorprendió al magnate, volteando el rostro para verle—. De hecho… —Sonrió bajando nuevamente la cara—. Sonreía al darme cuenta de las similitudes que habían entre nuestras familias. —Christian le exigió que se explicara—. Justo en ese momento leía el informe que Jasper me había conseguido de ti. —Ambos se contemplaron—. Y así como tú le exigiste a Taylor que averiguara sobre mí, yo hice lo mismo con Jasper. —El serio magnate no pudo dejar de verle a la cara—. Es irónico… ¿no crees?... somos tan parecidos que creo que por eso chocamos tanto.
—Así parece. —Acotó Christian—. Y creo que eso es justamente lo que…
—¿Christian? —El magnate pretendió expresar que aquellas similitudes y arrogancias entre ambos, era la cereza que adornaba aquella extraña e hipotética relación de amo y esclavo, haciéndola cada vez más atrayente, pero la voz de la recién llegada lo sacó de contexto, volteando el rostro para ver de quien se trataba—. ¡Vaya!... No pensé encontrarte aquí. —Tanto Edward como Christian quedaron inmóviles, al ver la presencia de Anastasia en el museo, aunque el vampiro había tenido las sospechas sobre su posible participación en el evento al ser amiga de José.
—Ana… —El asombrado magnate se apartó de Edward, al darse cuenta de cómo la chica y sobre todo su acompañante, les observaban—. Qué inesperada sorpresa. —La elegante mujer de vestido plateado asintió, acercándose a su ex pareja sin pretensión alguna de soltar la mano de su prometido.
—Bueno… José es el artista de las obras, así que es más que obvio que estaría yo aquí. —Christian volteó a ver a Edward, el cual simplemente se encogió de hombros, haciéndose el desentendido, sin dejar de sentirse un poco culpable al respecto.
—Hola Grey… ¿no presentas a tu “amigo”? —La forma en la que Jack había dicho aquello, se escuchó tan irónico que no solo ambos hombres le observaron con desdén, Anastasia le atestó un manotazo, exigiéndole entre dientes que no fuese tan impertinente, escuchando la respuesta de Christian.
—Edward no es mi “amigo”… Jack. —Usó aquel mismo tono irónico que el odioso hombre había usado con él, acotando a continuación—. Es mi nuevo terapeuta. —A lo que Ana preguntó, completamente asombrada.
—¿Y el doctor Flynn? —Christian comenzó a contarle a Anastasia lo que había pasado con su antiguo psiquiatra, mientras que Jack no le quitó los ojos de encima Edward, pensando en cómo ambos se habían estado mirando y al mismo tiempo contemplando las tres fotos del “supuesto psicólogo” sin intención alguna de querer comerse aquella mentira, sonriendo burlonamente a cada tanto ante la simple idea de imaginarse que Christian era Gay y había estado fingiendo ser heterosexual por tanto tiempo, siendo Edward quien no soportara más sus impertinentes pensamientos, disculpándose con los recién llegados.
—Mmm… con permiso, voy al baño. —Christian volteó a verle, sin deseo alguno de que el muchacho lo abandonara a su suerte delante de su ex y de su odioso prometido, escuchando la acotación de Edward detrás de él, en un leve susurro—. Tranquilo, no dejaré que ese imbécil pretenda ridiculizarte. —Palmeó el hombro de Christian, retirándose no sin antes darle una desdeñosa mirada a aquel hombre, comenzando a buscar a la única persona que podría ayudar a su paciente y amigo, a sentirse bien consigo mismo delante de su ex y de aquel pelafustán—. ¿Dónde está Rosalie? —preguntó el apuesto y elegante vampiro, mirando a Jasper y luego a Alice.
—No sé… creo que fue a ver con Emmett los cuadros del otro lado del museo. —Acotó Jasper—. ¿Sabes?... —Soltó de repente, acercándose a su hermano—. Los sentimientos del magnate hacia ti son bastante fuertes. —Tanto Alice como Edward, se miraron a las caras, siendo la menuda vampira quien le exigiera que no se metiera en donde no lo llamaban—. Pero Alice, querida… simplemente estoy comentándole a mi hermano que el señor Grey parece necesitarle. —Se posó frente a Edward, notificándole sin el más mínimo deseos de callar lo que sabía o mejor dicho, de lo que se había percatado con la ayuda de su don—. Eres su equilibrio, su cable a tierra, pareces ser más que su terapeuta… ¿O me equivoco? —A lo que Edward respondió de lo más tranquilo, intentando no darle más tela que cortar a su hermano, de la que Christian ya le había dado.
—Soy más que su terapeuta, Jasper… tú lo has dicho… soy su amigo, su apoyo… así como una vez lo fui contigo, con Rosalie y con toda mi familia. —Jasper puso los ojos en blanco apartándose de su mojigato hermano—. Así como lo seré cuando Emmett se entere de que tú y…
—¿Edward? —Alice llamó la atención de su alterado hermano favorito, notificándole mentalmente que tanto Rosalie como Emmett se acercaban a ellos, escuchando la voz del divertido vampiro, comentarle a su esposa.
—Los hubieses visto, Rose… por poco follan en el museo… el hermano de Christian y la borracha se devoraban a besos delante de todos. —Jasper puso los ojos en blanco al escuchar aquello, mientras que Rosalie simplemente sonrió, acotando a aquel comentario.
—Bueno, querido… cuando uno está enamorado y con hambre carnal, cualquier lugar es bueno para demostrarle a ese alguien cuánto deseo te embarga por él. —Miró a Jasper, el cual se estremeció ante los impropios sentimientos de su hermana, quien aunque aún no se había entregado a él, emanaba constantemente un deseo morboso por saber que se sentiría tener sexo con su adorado mellizo mientras ambos se llamaban hermanos, despertando en Jasper sentimientos que lo catapultaban al mismísimo cielo, aunque ambos supieran que en el infierno los esperaban, sintiendo cada vez más un inmensurable y enfermizo amor por su hermana Rosalie.
—¿Rose?... —La aludida se sorprendió al escuchar como su hermano Edward le llamaba por aquel diminutivo, imaginando que le pediría algo de lo que ella se negaría rotundamente, esperando la acotación del vampiro—. Necesito tu ayuda. —Señaló hasta donde se encontraba Christian y compañía, notificándole en voz baja—. Él es Christian Grey, el hombre más rico de Seattle, incluso se podría decir que de nuestro país. —Rosalie sonrió de medio lado, esperando a que su hermano concluyera su petición—. Ella es su ex y él su nuevo novio y ambos quieren ridiculizarle tan solo porque…
—No… —Espetó Jasper, siendo el primero en percatarse de las intenciones de Edward, consiguiendo que tanto Rosalie como los demás integrantes de la familia Cullen, le miraran—. No vas a usar a mi melliza como adorno del cretino ese tan solo porque a ti te agrada el ricachón. —Todos voltearon a ver a Edward.
—No lo hago porque “me agrade” Christian… lo hago porque es mi paciente y si tengo que usarte a ti vestido de mujer para que esté tranquilo y se sienta a gusto consigo mismo lo haré. —Ambos vampiros se contemplaron con desdén, siendo Emmett quien soltara una carcajada, alegando que el flaco se vería muy feo con vestidos y tacones.
—¿Entonces quieres que vaya y le sirva a tu… —Rosalie se lo pensó por unos segundos, concluyendo su pregunta, mientras ambos hermanos se siguieron maldiciendo con la mirada— …”paciente”, de terapia de autosuperación y amor por sí mismo delante de su ex? —Edward asintió, volteando a ver a Rosalie, siendo Jasper quien hablara.
—He dicho que no…
—¿Y tú por qué demonios te opones? —preguntó Emmett, atenazándole el hombro a su menudo hermano—. Te recuerdo que aquí el que debería de negarse soy yo, Jas… así que deja tu papel de guardabosques que no te queda. —Aunque Jasper quiso decirle cuánto detestaba que él no celara a la mujer más extraordinaria del mundo, se lo calló para sí mismo, apartándose de todos los presentes, dándoles la espalda—. Si mi Rose quiere hacerlo, adelante… solo tú decides, hermosa. —Rosalie sonrió más que complacida, mirando a Edward.
—Lo haré. —Todos sonrieron menos Jasper, a quien se lo estaba llevando el diablo—. Pero quiero algo a cambio, Edward. —El apuesto vampiro asintió, esperando a que su hermana le notificara sus exigencias, las cuales fueron dichas mentalmente, para que solo Edward se enterara—. “Sé que tarde o temprano alguno de ustedes le dirá la verdad a Emmett o a lo mejor él mismo se dé cuenta” Edward asintió, esperando a que prosiguiera—. “Cuando eso ocurra quiero que tu defiendas a Jasper a capa y espada, se de lo que es capaz Emmett y aunque mi mellizo tenga entrenamiento militar, no podrá en contra de la bestia salvaje que es mi esposo” Edward no podía entender como aun después de saber que todo acabaría mal, ella seguía con aquella relación que tarde o temprano, terminaría en problemas—. “Amo a Emmett, pero Jasper”… Volteó a ver a su hermano¬—. “Es Jasper… míralo, tan celoso, tan deseoso de ir a matar a tu paciente, tan solo porque no lo quiere cerca de mí, mientras que eso a Emmett le da igual”
—El confía en ti. —Soltó Edward por lo bajo, aunque ambos sabían que todos le habían escuchado, siendo Emmett quien arrugara la cara a sabiendas de que los dos se estaban secreteando, siendo Alice la única que supiera lo que estaba pasando.
—Lo sé Edward. —Rosalie comenzó a caminar de un lado a otro, alegando desde sus pensamientos—. “Pero yo quiero lo que Jasper me da, quiero un hombre que bese el suelo por donde piso, quiero un hombre que mate por mí” —Rosalie le mostró a Edward lo que Jasper había hecho por ella en New York—. “Quiero un hombre, no un niño grande y aunque Emmett es muy buen amante, no deja de ser un niño para mí, así que prométeme que harás lo que sea para que Emmett no lo mate” —Ambos se miraron a las caras, siendo Rosalie la que rectificara su petición¬—. “No quiero que ninguno de los dos se haga daño, sé que apoyarás a Alice y eso es bueno, pero también quiero que apoyes tanto a Emmett como a Jasper… prométemelo, Edward” —El pensativo vampiro no supo qué hacer, mirando a todos los presentes, percatándose de cómo Alice le asintió con una dulce sonrisa.
—Lo prometo, Rosalie… ahora ve. —Se apartó de ella, observando a Christian, percatándose de cómo el hombre parecía estar cada vez más incómodo con aquella conversación entre su ex y su prometido, incitando a la rubia a ir y hacer su puesta en escena, mientras todos observaron como la despampanante vampiresa se acomodaba el prominente escote, dándole un beso en los labios a su esposo, para luego palmear el hombro de Jasper, intentando calmar su creciente mal humor, encaminándose hasta donde se encontraba el magnate, a paso lento y elegante.
—¿Entonces es solo un estudiante?... —preguntó Anastasia, consiguiendo que Christian se incomodara aún más, ya que había estado intentando cambiar el tema sobre lo que Edward era en su vida, siendo el malviviente de su novio, el que volviera a preguntar a cerca de la vida del muchacho.
—Aamm… sí, bueno… está por graduarse… es un joven muy talentoso y…
—¡Vaya que lo es!... —Exclamó Jack, volviendo a incomodar al magnate—. Debió acostarse con el artista de la obra para recibir tan prestigioso puesto en su galería. —Aquello irritó tanto a Christian que la vena de la frente comenzó a saltarle, deseando atestarle un puñetazo en la cara ante las impropias suposiciones del nauseabundo hombre, el cual fue el primero en percatarse de la cercanía de Rosalie, abriendo desmesuradamente la boca, al ver semejante fémina acercarse a ellos con total elegancia. “¡Oh, por dios!... Esta sí que es una hembra, mira esas tetas y esas caderas, como me gustaría ponerla en cuatro y hacerla aullar” Los asquerosos pensamientos del repugnante hombre, no solo molestaron a Edward, Jasper ya había percibido sus lujuriosos sentimientos hacia su hermana, rugiendo por lo bajo.
“Lo mataré… ese infeliz es hombre muerto” Pensó el colérico vampiro, sintiendo como su hermano Edward posó una de sus manos sobre él, notificándole en voz baja, mientras Alice y Emmett conversaban mirando la escena desde la distancia.
—No vas a hacer nada, Jasper… —El aludido sacudió la mano de Edward—. No tienes derecho a quitarle la vida a ese hombre por muy cretino que sea—. A lo que el iracundo vampiro respondió, encarando a su hermano.
—Como si tú nunca hubieses matado, Edward. —Se acercó aún más al serio e inmutable inmortal, espetándole a continuación—. Yo sé que tú sí mataste a esas personas… Victoria solo sigue el rastro que tú mismo has dejado por todo Seattle, hermanito. —Ambos se retaron con la mirada—. Pero tranquilo, no pienso decirle nada a Carlisle o a Esme. —Le palmeó el hombro, apartándose de él, notificándole tanto a su esposa como a Emmett—. Los espero afuera, ya no soporto estar aquí.
Los tres vampiros dejaron que el malhumorado de su hermano se retirara del museo, en donde la velada siguió su curso, sin que ninguno de los invitados se percatara de lo que estaba ocurriendo, mientras que Rosalie ya se había dado cuenta de la libidinosa mirada de Jack, el cual no le quitó los ojos de encima, contemplando con total asombro de cómo la hermosa rubia se dirigió directamente hacia Christian.
—No me lo puedo creer… ¡Eres tú!... —Exclamó Rosalie, enfocando sus ojos en el apuesto multimillonario, quien apartó rápidamente su odiosa mirada del rostro de Jack, contemplando a la despampanante rubia de largas piernas y pechos voluptuoso, aquella que le habló con total familiaridad, contemplándola de arriba hacia abajo sin poder creer que semejante fémina se estuviese dirigiendo a él—. Christian Grey… mírate… tan apuesto, encantador y seductoramente atrayente como siempre. —Jack no pudo creer que aquella mujer fuese una de las tantas amantes de Christian, maldiciéndolo internamente al tener tanta suerte.
—Aaamm… Hola, hermosa… ¿Cómo estás? —Christian era muy ágil y rápido de mente, percatándose de cómo tanto Anastasia como Jack, miraron a la deslumbrante rubia con total asombro, pretendiendo usar su repentino arribo a su favor, acercándose a la maravillosa mujer frente a él, con toda la intención del mundo de besarla y saludarle con un fuerte abrazo, percibiendo rápidamente aquel frío en la suave piel de la rubia, volteando hacia su izquierda, contemplando el sonriente rostro de Edward mirándole desde la distancia, asintiendo a sus suposiciones, pues el vampiro ya había visto en la mente del magnate, como se preguntaba si aquella hermosa mujer era Rosalie, imaginándola completamente distinta a lo que él le había dicho sobre la esposa de su hermano el mecánico—. Rosalie… ¿Cierto? —Ella asintió.
—Por supuesto, encanto. —La desinhibida vampiresa posó una de sus manos sobre el hombro de Christian, percatándose de cómo Anastasia la fulminó con la mirada ante sus coqueteos y sobre todo al ver como ambos hombres babeaban por la exuberante rubia—. Es solo que de tanto llamarnos cariño, baby, encanto, ricura… uno termina olvidándose hasta de su propio nombre—. Tanto Rosalie como Christian rieron con picardía, siendo el magnate quien asintiera a sus palabras—. Y cuéntame Christ… ¿Qué has estado haciendo después de abandonar este hermoso cuerpo con el que tantas noches disfrutaste hasta el amanecer? —No solo Anastasia había dejado caer su mentón por inercia ante tanto descaro, Jack estaba que se lo llevaba el diablo, ante la envidia que lo embargaba.
—¡Oh… bueno!... Después de eso solo intento conseguir quien me ayude a olvidarte, aunque sin duda eso es algo imposible. —Anastasia clavó sus iracundos ojos en su ex, odiándole ante aquello—. Pueden haber muchas Claudias, millones de Rachel o centenares de Ariadnas, e incluso innumerables Anas… pero solo existe una Rosalie. —Aquello consiguió que Anastasia aferrara a su prometido por el brazo, notificándole sin dejar de sentir aquel desprecio hacia el magnate.
—Nos vamos, Jack. —El asombrado hombre se zafó de su agarre, justo cuando Rosalie volteó a verlos, acotando en un tono de voz tan hipócrita que hasta Emmett, quien era tan despistado se había dado cuenta de ello.
—¡Oh por todos los cielos!... estabas acompañado… lo siento mucho es que cuando Christian está en un lugar, las demás personas a su alrededor suelen ser eclipsadas. —Ella le sonrió con picardía, consiguiendo del encantador magnate un beso en el dorso de su mano.
—No tanto como eclipsas tú, Rosalie… realmente eres una mujer muy hermosa.
—Muchas gracias, Christian. —respondió ella, volviendo a posar su mano, sobre el hombro del sonriente hombre.
—Mucho gusto, encanto… —Jack se presentó a sí mismo al ver que Christian no pretendía presentarlos—. Soy Jack Hyde, soy editor en jefe de la prestigiosa editorial S.I.P. y…
—¡Oh, sí!... mucho gusto. —Acotó Rosalie, interrumpiendo el parloteo de aquel odioso hombre, el cual no dejó de mirar sus pechos, dejándolo con la mano extendida, mirando a Anastasia—. ¿Y tú eres? —preguntó la rubia, mirándola de arriba hacia abajo, siendo Christian quien la presentara.
—Ella es Anastasia Steele, su prometida. —Ninguna de las dos tuvo la más mínima intención de darse la mano, siendo Rosalie quien alegara después de contemplar el vestido que la delgada joven traía puesto.
—Lindo vestido.
—Gracias… —respondió Anastasia de mala gana, incitando a su prometido a caminar, pero el hombre se negó a hacerlo.
—En verdad es un vestido que yo no podría ponerme ya que no se puede usar brazier o corpiño con él, pero tú al tener los pechos tan planos, no tienes problemas con eso… ¿cierto? —No solo Christian abrió desmesuradamente los ojos, Jack intentó con todas sus fuerza de disimular una risa burlona, volteando el rostro hacia otro lado—. Este par de niñas son muy grandes y la gravedad hace lo suyo… ya sabes. —Rosalie apretó sus pechos con total descaro—. Temería mucho que comiencen a danzar de un lado a otro y terminen fuera del vestido. —Soltó una picara y muy coqueta sonrisa.
—Pues no creo que ninguno de los caballeros presentes en el museo se molesten si eso llegase a ocurrir. —Comentó Christian.
—Concuerdo contigo, Grey…. Yo en lo particular… —Un par de carterazos en plena cara hicieron callar a Jack, consiguiendo las carcajadas de Christian y el asombro de Rosalie ante la actitud poco educada de su novia.
—Vete al infierno, Jack. —Anastasia comenzó a caminar hacia la salida del lugar, mientras toda la familia Cullen rió al ver como Rosalie había conseguido devolver la sucia jugada que la iracunda mujer pretendió hacer ridiculizando a Christian, siendo ella quien quedara mal vista delante de todos, junto a su odioso novio, el cual se disculpó con los presentes, siguiendo a su prometida, rogándole que le esperara.
—Muchas gracias, Rosalie… en verdad te agradezco mucho el que… —Rosalie le interrumpió.
—No me lo agradezcas, Christian. —Le sonrió seductoramente, mientras el magnate se percató de cómo los Cullen se acercaban—. Agradéceselo a Edward… —Señaló a su hermano, el cual se posó junto al apuesto hombre— …Gracias a esto, ahora él me debe un favor. —Rosalie se acercó a su serio hermano, acomodándole la corbata—. ¿No es así, hermanito? —El aludido asintió.
—Bueno Christian, como te habrás dado cuenta todo fue una simple actuación… —Comentó Emmett—. Esta hermosa, deslumbrante y perfecta mujer es mi esposa y solo yo juego con esta Barbie tamaño natural con cuerpo de princesa—.  Rosalie realizó un gesto un poco desdeñoso, ya que mientras que para Emmett ella era una princesa, para Jasper, la vampiresa era su reina.
—La verdad es que eres un hombre muy afortunado, Emmett… con todo respeto, tu esposa no es como me la imaginé. —Rosalie volvió a sonreír con total arrogancia y seducción, dejando que Emmett besara su cuello—. Me dijeron que ambos comparten el amor por la mecánica y pensé que serías una mujer ruda, de chaqueta de cuero y medio machorra. —Todos rieron, siendo precisamente Emmett quien argumentara a continuación.
—No, men… esa es Bella, que pasó de ser chupa verga a lame concha. —Tanto Rosalie como Edward cubrieron completamente avergonzados sus rostros, siendo Alice, Christian y el mismo Emmett quienes rieran ante sus grotescas pero jocosas palabras—. Mi Rosalie es muy femenina y perfecta. —Volvió a besar a su esposa, buscando esta vez sus labios.
—Sin duda que lo es… y te agradezco que me la hayas prestado por unos segundos para ridiculizar a ese par de dos. —El corpulento vampiro le notificó que no había nada que agradecer y que el adoraba exhibir a su esposa, ya que la belleza era para eso, para mostrarla al mundo—. Concuerdo contigo, Emmett. —Miró a Alice—. Y debo agradecerle a la pitonisa por vaticinar que mi hermano Elliot se iría con la señorita Kavanagh. —La menuda vampira hizo una reverencia, sonriéndole como niña buena—. Sin duda es sorprendente tu habilidad. —Al decir aquello, Alice se tensó ante la visión de Victoria, siendo Edward el primero en percatarse de su cara de shock, tomando a Christian por el brazo, incitándole a mirar hacia otro lado, notificándole al oído.
—Creo que ya es hora de que nos vayamos, Christian. —Señaló su reloj de pulso, mientras Alice le mostró a su hermano la visión de su esposo en una fuerte contienda con Victoria a las afueras del museo, pensando en que a lo mejor la pelirroja podría estar en aquel lugar, siendo Edward quien comenzara a espiar la mente de cada uno de los invitados, escuchando la pregunta del magnate.
—¿Ansioso? —Edward volteó a ver a sus hermanos, justo cuando Alice miró hacia la salida principal del lugar, percatándose de cómo unos cabellos rojos se escabulleron entre los recién llegados, escuchando los arrogantes pensamientos de la vampiresa, dirigiéndose directamente a su mayor enemigo.
“Los Grey… ¿eh?... interesante...” Salió del majestuoso museo de la ciudad, siendo Alice quien le exigiera a Emmett correr tras ella, mientras Rosalie se disculpó con Christian, notificándole que iría al sanitario cuando en realidad se escabulliría por la salida de emergencias para interceptar a la vampiresa e informarle a su mellizo lo que estaba pasando.
—¿Edward? —El joven vampiro, permaneció absorto ante aquel pensamiento, temiendo por la integridad física de la familia Grey, odiándose una vez más al darse cuenta de cómo sus actos siempre les traían problemas a las personas que él más apreciaba, ya que en eso se había convertido Christian en su vida, uno de los tantas seres que Edward amaba, a pesar de que aún no se percataba de ello.
—¿Sí?... —preguntó aun a sabiendas de lo que el magnate diría.
—¿Pregunte que si estás ansioso? —El chico asintió, justo cuando Alice se retiró sin decir nada, saliendo igual que lo había hecho Emmett por la puerta principal.
—Por supuesto… ya quiero saber qué es eso del bondage y por qué te agrada tanto. —Christian asintió—. Vámonos… dile a Taylor que aliste el auto. —Señaló al guardaespaldas.
—Dile tú… ahora vuelvo… —Christian comenzó a caminar hacia el centro de la exhibición.
—¡Pero, Christian!… —Exclamó Edward insistiéndole en macharse.
—Serán solo unos segundos, Edward… ve y dile a Taylor que nos vamos en unos minutos. —Por más que el vampiro intentó ver lo que haría no lo percibió, ya que Christian solo pensaba en ir al baño y llegar lo más pronto posible al pent-house y así poder estar a solas con el muchacho, haciéndolo sentir un poco inquieto ante su creciente ansiedad.
—¿Y el señor Grey? —preguntó Taylor a espaldas de Edward, quien volteó a verle notificándole exactamente lo mismo que el magnate le había exigido que le dijera, recibiendo de parte del guardaespaldas una afirmación positiva, retirándose para movilizar a sus hombres hacia la salida, mientras que el vampiro elucubró sobre todo lo ocurrido, negando con la cabeza.
“Ellos no pueden protegerte de lo que somos, Christian”  Si algo sabía perfectamente Edward era que ni una docena de guardaespaldas podría con Victoria y su sed de venganza en contra del vampiro que había matado a su clan. “Es mi deber protegerte y lo haré a cualquier precio” Justo en aquel momento Christian regresó, guardándose su pluma fuente dentro del bolsillo de su costoso saco, sonriéndole con socarronería.
—Ahora sí podemos irnos, Edward. —Aferró el brazo de su sumiso, guiándolo hacia la salida, mientras que el vampiro siguió elucubrando sobre las intenciones de Victoria, pensando en que a lo mejor, Alice tenía razón y la pelirroja terminaría asesinando a la hermana de Christian, sintiéndose cada vez peor ante la sola idea de ser el culpable de la destrucción de toda la familia Grey, jurándose a sí mismo que haría hasta lo imposible porque eso no ocurriera.
 
Notas finales:

En Wattpad coloco imágenes para quienes les guste... aquí no tengo tanta libertad.

Saludos a todos


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