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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 18

Entre planes

Por más que lo intentó, Edward no pudo dejar de rememorar lo sucedido con Christian dentro del ascensor, pensando en cómo podría ocultar sus sentimientos delante de su hermano Jasper y sobre todo frente a los Quileutes, quienes eran tan machistas y homofóbicos, aunque Emmett ya le había comentado sobre la homosexualidad de uno de ellos, conversándolo con él en una de sus tantas visitas.

“¿Qué voy a hacer después de lo que ha ocurrido?” Pensó en huir, en irse lejos de Seattle pero Edward más que nadie supo de sobra que eso no serviría de nada. Él había intentado hacer lo mismo con Bella, no solo para olvidarla, sino para conseguir que Victoria desistiera de su incesante sed de venganza en su contra, sin conseguir ninguno de los dos objetivos principales, ya que el vampiro jamás dejó de pensar en su ex, y la pelirroja siguió con su desprecio hacia los Cullen.

—¿Se encuentra usted bien, joven Edward? —La inesperada pregunta de Taylor le hizo regresar de sus vagas elucubraciones, volteando a ver al guardaespaldas.

—No, no estoy bien… —Fue su sincera respuesta, frotando enérgicamente su frente.

—¿Quiere que lo llevé a un hospital? —Edward negó con la cabeza.

—No, gracias… solo quiero llegar al hotel y descansar. —Fingió que su malestar provenía del deterioro y el cansancio del fin de semana, recibiendo de parte de Elena, quien había intercambiado en su momento el número de teléfono con el nuevo sumiso de Christian, un nuevo mensaje instantáneo.

[Viene para acá, mi bello… gracias por notificármelo… Christian es muy importante para mí y sé que también lo es para ti, sino, no estarías pidiéndome esto… ¿cierto?]

Edward sonrió al darse cuenta de lo que Elena quería, sacarle información sobre lo que estaba pasando entre ellos y sobre todo saber qué tenía a Christian tan mal como para que el joven psicólogo le pidiera a la rubia, contactarle.

[Así es Elena… espero que tú puedas ayudarle… estoy llegando a mi destino, hablamos luego… besos.]

Fue la simple respuesta del vampiro, intentando zafar del exhaustivo interrogatorio de la despampanante rubia, quien de seguro le mostraría a su ex amante y amigo los mensajes, a ver si conseguía de Christian un poco más de información, de la que el adusto muchacho le había dado.

—Llegamos, joven. —Edward levantó la cara, percatándose de como en efecto habían llegado al hotel, agradeciendo de antemano la ayuda del chofer y guardaespaldas personal de Christian, observando como el caballero tomó el bolso que el muchacho había arrojado a la parte trasera del auto, saliendo raudo del vehículo, consiguiendo que el vampiro abandonara velozmente su asiento, interceptándole.

—Gracias, Taylor… yo puedo llevarlo. —El vampiro supo de sobra cuales eran sus intenciones, subir con él y averiguar si en efecto Bella se encontraba alojada en aquel hotel o simplemente había decidido quedarse en Forks.

—Usted dijo que se sentía mal, joven… yo simplemente quiero ayudarle. —Pero Edward no tenía la menor intención de dejarle subir, notificándole de mala gana, después de arrebatarle el bolso.

—Dile a tú jefe que, sí… —Taylor palideció al no poder, o mejor dicho, al no saber cómo Edward estaba enterado sobre lo que el señor Grey le había ordenado que investigara— …Bella vino con los demás integrantes de mi familia. —El intranquilo guardaespaldas asintió, bajando la mirada—. No le diré a Christian que no fuiste capaz de realizar sus órdenes al descubrir, su no tan secreta conversación, si tú no le dices nada sobre mi reciente malestar. —Taylor volvió a asentir.

—Bien, joven… como usted diga. —Sé apartó de él, introduciéndose rápidamente en el auto, mientras pensaba. “Solo recibo órdenes del señor Grey… puedo complacer a sus sumisas o en este caso a su sumiso, pero jamás le mentiré a mi jefe… jamás” Edward contempló el serio e incómodo rostro del guardaespaldas, quien le dio una desdeñosa mirada al muchacho, arrancando de mala gana el Audi, retirándose de aquel lugar.

“Bueno, Christian… tienes a un perro guardián muy leal, eso me agrada” Sonrió comenzando a subir los estribillos que daban a la entrada principal del hotel, reorganizando las cosas que traía, posando el bolso sobre uno de sus hombros, escuchando la voz de Emmett en la distancia, junto al parloteo de un jovencito que parecía estar ordenando toda la heladería del hotel.

—…También quiero una bola de helado de vainilla con trozos de galleta y otra de chocolate y almendras… —Edward se percató del enorme barco de helado que le estaban sirviendo al chico en compañía de su hermano, imaginando que aquel jovencito era Seth, recordándole del día del alumbramiento de Bella— …También quiero una esfera de dulce de leche y otra de fresas con crema.

—¿Dónde coño le cabe tanto helado a ese cuerpito, men?... —Seth soltó una risotada, esperando a que le entregaran su monumental tazón de helado, con galletas y brownie, cubierto por crema batida y sirope de chocolate.

—Los lobos quemamos muchas calorías, viejo. —Comentó el muchacho, mientras tomaba el enorme tazón—. Además, todo eso no se queda dentro eternamente, ya sabes que todo lo que sube tiene que bajar y todo lo que entra en algún momento saldrá. —Emmett soltó una de sus risotadas, palmeando el hombro del muchacho.

—Debes cagar como caballo, niño… pobre culito. —Miró sin ningún tipo de disimulo el trasero del muchacho, quien más que sentirse incómodo, le gustó que su “grandote” como todos veía a Emmett, lo admirara—. Aunque de seguro ya lo debes tener entrenado. —El joven Quileute comenzó a degustar su grotesco postre, sonriendo con total picardía, siendo Edward quien se percatara en la distancia, de aquel coqueteo de parte del muchacho para con su hermano.

—Más o menos. —Alegó sin dejar de engullir grandes porciones de helado—. No es que haya tenido muchas experiencias sexuales pero tampoco soy virgen. —Edward no supo si reír, asombrarse o sentirse apenado al saber que un jovencito de tan corta edad, había tenido más relaciones íntimas que él, quien tenía más de cien años de vida.

—No eres tan puto como tú hermana, ¿eh? —Seth miró con el ceño fruncido a su amigo, mientras Edward comenzó a acercarse a ambos con una amplia sonrisa, alegando a los impropios comentarios de su hermano.

—Emmett y sus inesperadas e inadecuadas acotaciones —Aquello consiguió que tanto el corpulento vampiro como el menudo rapaz enfocaran sus ojos en Edward, siendo precisamente Emmett quien se acercara a su hermano en tan sólo dos zancadas, abrazándole con premura.

—Hermano… al fin llegas, hombre. —Emmett alzó al delgado pero al mismo tiempo alto vampiro, consiguiendo separar sus pies del suelo—. ¿No te cansas de estudiar al loquito ricachón? —Edward soltó una risita nerviosa y seseante, pidiéndole que le soltara.

—Es difícil llevarlo, pero no imposible. —Fue su rápida respuesta, intentando librar de un posible interrogatorio por parte de su hermano—. Hola… tú debes ser Seth, el amigo de Emmett. —Quiso saber el apuesto vampiro, extendiendo su mano hacía el ahogado muchacho, quien intentó hablar pero el buche de helado y brownie pareció habérsele atragantado en la garganta, recibiendo de parte del corpulento y tosco vampiro, un inesperado manotazo en la espalda, lo que consiguió que el chico tragara todo lo que tenía en la boca, tosiendo precipitadamente.

—Lo siento… —Se disculpó sin dejar de toser—. Es que está muy rico—. Limpió rápidamente su boca y luego su mano derecha,  estrechando rápidamente la de Edward—. Creo que ya nos habíamos visto en el hospital—. El sonriente vampiro, asintió.

—Así es, pero no habíamos tenido el gusto de presentarnos formalmente. —Seth asintió.

—Sí, tienes razón. —El chico se apartó un poco de ambos vampiros para retomar la ingesta de helado, y dejar que ambos hermanos conversaran, pensando en que los Cullen eran muy chapados a la antigua y todo con ellos era muy protocolar y aristocrático, siendo Emmett el único desmadrado.

—Vamos arriba, viejo…. El enano y yo decidimos bajar un rato para descansar de las incesantes quejas de mi Rose, de Jasper y de Paul. —Comenzaron a caminar rumbo al ascensor, seguidos muy de cerca por el pequeño Quileute, quien no dejó de disfrutar de su tazón de helados.

—La verdad es que no sé qué tiene Alice en la cabeza, ¿traer a los lobos hasta acá y hacer una sola reservación para todos en el mismo pent-house?... Es como tener una fogata y arrojarle gasolina, creyendo que con eso se apagará. —Emmett rió jocosamente.

—Pues ya sabes cómo es Alice, ella cree que algún día los perros y nosotros seremos muy buenos amigos. —Seth golpeó uno de los brazos de Emmett, exigiéndole que no les llamarán de aquel modo—. Lo siento, men. —Se disculpó, pulsando el botón que llamaba el ascensor—. Y dime algo, hermano… ¿Cómo va la universidad? —Edward comenzó a contarle cómo iban sus proyectos y todo lo relacionado con su vida académica, entrando al fin en el artefacto mecánico que los trasladaría al pent-house, sintiéndose un poco incómodo al rememorar aquel beso entre Christian y él, rogando porque Jasper estuviese lo suficientemente saturado de emociones en aquel lugar, a causa de la presencia de los lobos.

Los tres salieron al fin del ascensor, siendo Seth el primero en abandonar el estrecho compartimiento, mostrándole a su hermana lo que Emmett había comprado para él, recibiendo de parte de Rosalie, una inquisidora y petulante mirada, mientras ambos Quileute comenzaron a disfrutar del delicioso helado, siendo Embry quien se uniera al empalagoso festín.

—Alice… ya llego por quien llorabas. —gritó Emmett, llamando la atención de su menuda hermana, la cual conversaba con Sam, Bella y Jacob, mientras que Jasper y Rosalie intentaban no prestarles atención a los malolientes canes, viendo vídeos en el celular del vampiro, siendo Paul el único apartado de todos, contemplando la ciudad desde el balcón, pensando en Emily.

—¡Edward!... ven, acércate… —El recién llegado, abandonó todas sus cosas sobre uno de los lujosos sofás, acercándose rápidamente al grupo de cuatro, siendo acompañado por Emmett—. Les comentaba a Sam y a Jacob lo que podríamos hacer para que Victoria deje entrevisto sus planes en contra de nosotros. —Bella fue la primera en acercarse a Edward, abrazándole con cierta necesidad de demostrarle cuanto lo había extrañado, recibiendo de parte del vampiro, el mismo gesto de cariño, depositando en su frente un dulce beso de hermanos.

—Hola, Edward. —Saludó la neófita.

—Hola, Bella… me alegra que hayas venido. —Jacob, quien había estado tranquilo y bastante colaborador puso los ojos en blanco ante las muestra de cariño entre ambos ex novios, imaginando que aún había cierta chispa sentimental entre ellos, pero la realidad era que entre Bella y Edward, sólo existía un enorme aprecio, no solo al haberle dado la oportunidad de una segunda vida junto a sus hijos, sino al demostrarle que existía más en el mundo que ser tan sólo la mujer de un troglodita como Jacob, quien lo único maravilloso que le había dado, fue la posibilidad de curar su herido corazón y de tener unos gemelos por los que daría hasta lo que no tuviera por hacerlos felices.

—Bueno, bueno… pueden conversar luego y darse todos los amapuches que quieran. —Acotó Alice, tomando a Edward por el brazo para que se acercara—. Ahora ven aquí y escucha lo que hemos estado planeando—. Tanto Jacob como Edward se contemplaron fijamente a los ojos, uno imaginando que el otro se preguntaba internamente que demonios hacía allí, mientras que el otro no solo quería saber eso, sino como había hecho Alice para convencerlo de que accediera a ayudarles.

—No creo que te deba explicar mucho. —Notificó Jacob al ver la cara de incredulidad del vampiro—. Imagino que puedes leerlo en mi mente. —Edward asintió.

—La verdad es que me asombra mucho verte aquí y aunque puedo leer tu mente, lo único que puedo ver en ella es el desprecio que aún me tienes. —Jacob sonrió con malicia y total satisfacción ante aquello.

—Me alegra que te quede claro que no lo hago por ti.

—¡Oh, no tienes que decirlo, Jacob!… eso es más que obvio. —Alegó Edward—. Imagino que lo haces porque sabes que tus hijos pueden correr peligro. —Jacob asintió.

—Y debo agradecerte una vez más el que hayas regresado a Forks no solo para destruir mi matrimonio, sino también para poner a mi familia en riesgo.

—Ya basta, Jacob… —gritaron al mismo tiempo Sam y Bella, retando al molesto Quileute con la mirada.

—Déjalo, Sam… tanto sus hirientes palabras como sus incesantes reproches para con mi persona me tienen sin cuidado. —Se acercó al líder de la manada, extendiendo su brazo para saludarle con un apretón de manos, recibiendo de parte del musculoso hombre, un saludo afable y sincero de su parte—. Debo decir que el que tu manada haya decidido ayudarnos, fuesen por los motivos que fuesen, sigue sorprendiendo. —Sam sonrió.

—Todo esto ha sido idea de Alice. —El apuesto líder señaló a la menuda vampiresa, quien dio varios saltitos de júbilo, abrazando a su hermano.

—Solo quiero que sepas que no tienes que hacerlo todo tu solo, Edward. —Alice miró a cada uno de los presentes—. Y como tú bien lo has dicho, no importa el motivo que nos movió a hacerlo, lo verdaderamente importante es que ya estamos aquí y no nos iremos hasta deshacernos de ese estorbo llamado Victoria. —El sonriente vampiro asintió, correspondiendo a las muestras de afecto de su hermana, depositando al igual que lo hizo con Bella, un dulce y sincero beso en su frente.

—Pues no tengo como agradecerles todo lo que están haciendo. —Miró a su alrededor a cada uno de los presentes, recibiendo de parte de algunos sus más sinceras sonrisas, mientras que de otros, simplemente recibió su asentimiento y una mirada cargada de dudas y total recelo, pero lo realmente importante para Edward era que estaban tratando de congeniar por un bien común , el cual le traería paz a ambas razas—. Pero de algo estoy seguro. —Todos le miraron a la expectativa de lo que diría a continuación, argumentado a sus palabras—. Victoria no tiene ni la más remota idea de que ustedes están aquí y de nuestro lado. —Tanto Sam como Seth, asistieron a las palabras del vampiro—. Y eso es algo de ventaja para nosotros. —La mayoría aplaudieron las palabras de Edward, mientras que otros simplemente asistieron dándole la razón.

—Te lo dije, hermano. —Acotó Emmett. —Los Vengadores han llegado al rescate y vamos a deshacernos de esa maldita de una vez y para siempre. —Seth, quien ya había culminado con ayuda de su hermana y de Embry el enorme helado, se incorporó del suelo en donde había estado degustando el delicioso postre, acercándose al grupo, siendo el primero en poner su mano al frente, acotando con una amplia y vivaz sonrisa.

—Peter Parker, presente y dispuesto a dar la batalla. —Sam, Alice y Emmett rieron, siendo precisamente el corpulento vampiro quien le siguiera la joda, posando su enorme mano sobre la de Seth, consiguiendo que el chiquillo se estremeciera ante el contacto.

—Bruce Banner, dispuesto a dejar salir al hombre verde, men. —Alice dio saltitos de dicha, aplaudiendo ante lo que estaba ocurriendo, siendo la tercera en posar su mano sobre la de Seth, notificando completamente encantada.

—Campanita dispuesta a todo por ti, hermanito. —Todos miraron un poco extrañados a Alice, quien argumentó a continuación—. Ya sé que Campanita es de Peter Pan y no tiene nada que ver con los Vengadores, pero no me sienta el papel de la viuda negra. —Miró a la melliza de su esposo—. Se lo cedí a Rosalie, a ella le va mejor. —La aludida abrió desmesuradamente los ojos, observando a su esposo.

—La viuda negra y Bruce se entienden, amor. —Acotó inocentemente Emmett sin la más mínima sospechas de que Alice lo decía por lo que había entre ella y su esposo, librando a su mujer del incómodo predicamento, sin quererlo.

—Así es, guapo. —Acotó Rosalie con una malévola y pícara sonrisa—. La viuda negra presente. —Alegó sin intención alguna de levantarse y poner su mano sobre la de Alice, temiendo que el próximo fuera uno de los malolientes canes.

—Loki, presente…. bla, bla, bla… etc., etc. —Espetó Jasper, sin dejar de ver el vídeo que se reproducía en su teléfono de última generación, imitando a su adorada melliza, notificándole a Edward, al percibir sus sentimientos de contradicción y duda—. Sí, ya sé que es de los malos, pero los perros me bautizaron como Loki… así que dejemos que los pulgosos se sigan divirtiendo. —Aquellas odiosas palabras de parte de Jasper, no solo hicieron enfurecer a Jacob, Paul abandonó el balcón, espetándole al petulante vampiro.

—Prefiero ser un pulgoso que un asesino. —Jasper se incorporó rápidamente de su relajada postura sobre el sofá, encarando al molesto metamorfo.

—Matamos para sobrevivir, el que tú no lo entiendas no es mi problema, perro. —Ambos se mostraron los dientes, rugiéndose a punto de comenzar un posible enfrentamiento entre ellos, siendo Emmett quien apartara a Jasper del iracundo Quileute, después de romper la unión entre él, Seth y Alice, mientras que Sam y Jacob aferraron a Paul, quien estuvo a punto de transformarse, siendo precisamente eso lo que temiera el recién llegado, al compartir piso con los lobos.

—¡Esto no va a funcionar! —Exclamó Edward negando una y otra vez con la cabeza.

—Funcionará, hermanito. —Alegó Alice, acercándose a su hermano—. Mis visiones no son muy exactas al estar tan cerca de los lobos, pero… —Edward volteó a ver a su hermana, quien señaló tanto a Sam como a Jacob, argumentando a sus palabras—. El alfa y el beta están de nuestro lado, eso es bueno. —El apuesto vampiro de cabellos cobrizos asintió, observando como Paul comenzó a calmarse, mientras que Emmett arrojó a Jasper sobre el sofá junto a Rosalie, exigiéndole a su atorrante hermano que se calmara o barrería el suelo con él, consiguiendo que se controlara—. Y el grandote quiere que esto funcione y hará que así sea por las buenas o por las malas. —Edward asintió nuevamente con cierto desgano.

—Pues espero que tengas razón, Alice…. Porque lo que estamos intentando es que los Vulturis no vengan a Seattle, y si quedamos expuestos delante de los humanos por culpa de los Quileutes, todos seremos exterminados. —El simple hecho de imaginar a Aro, a Cayó y a Marcus en la ciudad, era suficiente para que Edward perdiera la calma, temiendo lo peor para todos y sobre todo para la familia Grey, quienes eran su prioridad en todo este embrollo.

—Tú tranquilo, hermanito… —Exigió la sonriente chica, percatándose de como al fin, ambos enemigos naturales se habían logrado controlar—. Resolveremos esto antes de que Aro pueda llegar a enterarse. —Jacob empezó a conversar con su mejor amigo en el balcón, intentando controlarle, dejando escapar varios pensamientos sobre él porque estaban ayudando a los vampiros, vislumbrando desde la mente del beta de la manada, el rostro de Anastasia Steele.

—¿De dónde conoce Jacob a la ex de Christian? —preguntó Edward, bastante asombrado.

—Se toparon en Port Angel's… exactamente en la librería Port book and news, ese es el motivo por el que él está aquí. —Alegó la vampiresa, sonriéndole al muchacho. —. Todos tenemos nuestro motivo personal, Edward… el tuyo es Christian y el de Jacob es Anastasia. —El incómodo y apenado inmortal se apartó un poco de ella, haciéndose el desentendido.

—Bueno… con tal de que nos apoye, por mí que lo haga por lo que le dé la gana. —Le dio una mirada furtiva a Jasper, quien parecía estarle observando por el rabillo del ojo, mientras Rosalie le comentaba cosas al oído, consiguiendo que su serio hermano simplemente asintiera a su incesante parloteo, sin dejar de estudiar cada uno de los gestos de Edward—. ¿Por qué no les pides algo de comer a los lobos?... a lo mejor así se calman un poco. —Alice asintió—. Hablaremos sobre el plan que ustedes tienen y yo les contaré lo que estuvo pasando con la vampiresa. —La menuda chica le afirmó que así lo harían—. Espero que todo salga bien y que no hayan muertos. —A lo que Alice acotó, tomando el teléfono de la suite, para ordenar la comida.

—Tranquilo hermanito, las únicas bajas que habrán serán en contra de Victoria. —Alice miró a su esposo y luego a Edward—. Y no le hagas caso a Jasper… solo quiere incomodarte, no te dejes… él no es nadie para juzgarte. —El vampiro no dijo nada, tomando su teléfono celular, escuchando la acotación de su hermana—. Tú y Christian son libres, en cambio él y Rose…

—Basta Alice, no quiero hablar del tema de Christian. —Se percató de un nuevo mensaje instantáneo de parte del magnate, abriéndolo rápidamente, mientras le notificaba a su hermana, después de darle un beso en la mejilla—. Y tú no te preocupes, tarde o temprano ambos la van a pagar y tú y Emmett podrán ser felices con quien quieran. —Edward miró a Sam y luego a Alice, consiguiendo que la chica sonriera tímidamente.

—Solo somos amigos, Eddy. —Acotó ella.

—Yo no he dicho nada. —Le guiñó un ojo—. Pero solo quiero que sepas que todo aquel que te haga feliz pasa a ser mi mejor amigo… ¿entiendes? —Alice asintió, abrazando a su hermano llenándolo de besos.

—Por eso te amo tanto, hermanito. —Ambos se demostraron mutuo afecto, siendo Alice quien se apartara un poco de Edward, dándole espacio para que leyera sus mensajes privados, comenzando a pedir el menú del día por teléfono, mientras el vampiro leyó apremiante.

[Nunca dejas de sorprenderme, Edward… no sé cómo lo hiciste pero me alegra que hayas sido sincero y le hayas dicho a Taylor que Bella estaba en el hotel… ¡por cierto!... Jamás le pidas a Jason que me mienta, él no lo hará… solo espero que ya estés mejor de tu malestar… y gracias por contactar  a Elena.]

El vampiro comenzó a teclear rápidamente sobre la pantalla táctil de su Android, escuchando las exigencias del lobo alfa a acercarse al centro del pent-house, pidiéndoles a todos que se juntaran, comenzando a explicar cómo se iban a dividir para hacer las rondas y en grupos de cuantos irían, mientras Edward enviaba su respuesta.

[Ahora el sorprendido (gratamente he de admitir) soy yo… jamás he conocido a alguien tan fiel en mi vida a parte de Carlisle, me alegra mucho que cuentes con él, ya estoy mejor, gracias… solo era cansancio y un poco de estrés… me alegro que hayan conversado.]

Edward envío el mensaje, rogando porque Christian no quisiera hablar sobre lo ocurrido en el ascensor de su pent-house, acercándose igual que todos a la reunión, escuchando lo que Sam tenía que decir, mientras un nuevo mensaje llegaba de parte de Christian ignorándole por su propio bien.

 

Jack no podía dejar de caminar de un lado a otro dentro de su oficina, pensando en la petición que Victoria le había hecho, siguiendo con el plan de destruir no solo a los Grey, sino también a los Cullen, en aquel interminable juego suyo de venganza.

—Debemos buscar el modo de llamar la atención de Edward y eso solo lo vamos a lograr si exponemos lo que realmente es, delante de Grey. —Le notificó la seductora vampiresa, quien había tenido la osadía de visitarle en la editorial, consiguiendo que Anastasia muriera de celos, al ver llegar a la despampanante pelirroja—. Yo haré mi parte este lunes, Jack… y solo espero que ya tú tengas planeando algo bueno.  —El intranquilo hombre, asintió.

—No te preocupes, Victoria… yo haré mi parte… Pero quiero que me digas algo. —La malévola inmortal le observó fijamente a los ojos, a la espera de su argumento—. ¿Cuándo me convertirá en Vampiro? —Victoria sonrió.

—Estás muy ansioso, Jack… querido. —Aquella última palabra, la había dicho con cierta picardía—. Tranquilo, primero necesito que ejecutemos el plan mientras tú seas un simple mortal. —El intranquilo editor le preguntó el por qué—. ¡Pues verás!… si te transformo ahora, en lo único que pensarás es en matar y saciar tu sed de sangre. —Aquello perturbó un poco al hombre—. Necesito que por ahora pases desapercibido, y para cuando llevemos a cabo nuestro macabro plan, todo debería estar tal cual lo hemos planeado y así podré convertirte en un nuevo inmortal, uno realmente indetenible.

Victoria ya le había explicado que en los primeros días como vampiro, sería el ser más fuerte y poderoso del mundo, consiguiendo no solo la aprobación de aquel hombre para transformarle, sino que Jack había comenzado a soñar despierto, con delirios de grandeza y poder supremo, creyendo que podría llegar a formar un imperio, pero lo que él no sabía era que ya existía el amo y señor de los vampiros, sin tan siquiera imaginarse que Aro, Cayó y Marcus Vulturi, existían.

—Voy a tener todo lo que quiero, todo lo que me has robado y más, Christian. —Pensó el intranquilo hombre, quien siguió paseándose de un lado a otro en su despacho—. Vas a pagarme todo lo que me has hecho, Grey… desde robarme a la posible familia que pude haber tenido, hasta quitarte a la mujer que pudo haberte hecho feliz… —Miró a Anastasia, quien conversaba amenamente con la secretaria de su esposo— …Y terminando con la vida de quien ahora parece ser tu enfoque sentimental. —Sonrió al recordar que ahora Christian había perdido la perspectiva sobre sus gustos sexuales, enfocándose en los hombres—. Si supieras que ese chico es un inmortal de más de cien años, de seguro te cagarías en los pantalones como el perfecto maricón que eres.

Soltó una maliciosa risotada, justo cuando su prometida entró a la oficina, mirándole como quien observa a alguien que ha perdido el juicio por completo.

—¿Puedo saber de qué te ríes? —preguntó Anastasia, mirándole bastante extrañada.

—Estoy feliz, Ana… ¿acaso es un delito estar lleno de dicha? —La mujer negó con la cabeza.

—No, por supuesto que no es un delito… es solo que llegas a la oficina con un humor de perros y después de la visita de la hermosa pelirroja, tú malhumor parece haberse esfumado mágicamente. —Jack la observó de mala gana.

—No empieces con tus tontos e inseguros celos, Ana… si esa mujer me ha cambiado el humor es simplemente porque el trabajo que ella y yo ejecutaremos juntos, dará muy buenos frutos. —Anastasia solo imaginó que su futuro esposo hablaba de trabajo, deseando autoconvencerse de ello.

—Me parece perfecto… ¡por cierto!... —Intentó Ana cambiar de tema—. Después de la muerte de Rhian he tenido el doble de trabajo… Jerry me ha pedido que finiquite varias cosas, entre ellas el conseguir al nuevo, office boy… ¿Crees que puedas echarme una mano con eso?... hoy tengo prueba con la modista, ya que hay que hacerle ciertos cambios al vestido y no creo que…

—¡Por todos los cielos, Ana¡… yo no tengo tiempo para buscar un nuevo mensajero… dile a Ros que te ayude con eso... Yo tengo algo más importante que hacer. —El odioso hombre tomó su saco de gabardina negro, encaminándose hasta la puerta para marcharse, escuchando como su novia le preguntaba, que era más importante que su vestido de novia, a lo que el decidido sujeto, alegó—. Voy a forjarme un futuro prometedor.

 

A eso de las tres y media de la madrugada, la manada de Sam seguía durmiendo plácidamente, después de haber disfrutado de la mejor cena de su vida.

Alice había pedido de todo, pollo asado con patatas, toneladas de ensalada y varios litros de soda, junto a muchas raciones de pan tostado, culminando con un sustancioso postre de pastel de queso y nueces, lo que fascinó enormemente a Seth, al ser amante de los dulces.

—Al fin todo está más tranquilo… ¿cierto? —preguntó Bella, asomándose por la amplia puerta de vidrio, la cual dividía el imponente balcón del hotel Paramount, con el lujoso y silencioso pent-house, consiguiendo que Edward volteara a verle, sonriendo afablemente.

—Ni que lo digas… pensé que este día jamás acabaría. —Comentó Edward, mirando nuevamente al frente, contemplando la hermosa ciudad que dormía a sus pies—. Ven aquí. —Le exigió Edward a Bella, extendiendo el brazo hacía ella—. Cuéntame… ¿cómo te estás adaptando a tu nueva vida? —La sonriente neófita se acercó a él, abrazándole por un costado.

—Estupendamente bien. —El vampiro asintió más que complacido.

—Me alegro mucho. —Volteó a ver al interior del pent-house, escaneándole con la mirada—. ¿A dónde fueron nuestros hermanos? —preguntó Edward al darse cuenta de que no podía leer los pensamientos de las únicas criaturas que podrían estar despiertas en aquel lugar, ya que los lobos estaban todos dormidos en una discordante armonía de ronquidos, mientras que los vampiros esperaban el amanecer para comenzar con el plan de patrullar la zona y así poder averiguar que se tramaba Victoria.

—Fueron a pasear. —Edward no dijo absolutamente nada, pero le extrañó bastante que los cuatros vampiros que conformaban el impropio cuarteto amoroso, estuviesen dando un paseo por Seattle—. Alice le pidió a Emmett que la llevara a hacer un recorrido por los alrededores de la casa Grey, mientras Rosalie y Jasper, prueban que tan eficaz es el sistema de seguridad de la Torre empresarial de Christian. —Aquello sorprendió a Edward.

—Espero que no se extralimiten con sus “pruebas”. —El vampiro hizo las comillas en el aire—. Y dime algo… ¿Cómo están los niños? —Bella comenzó a contarle con una amplia sonrisa, como estaban sus hijos, los cuales se habían quedado con los abuelos de ambos progenitores, ya que Billy había decidido quedarse en casa de Charlie, mientras el policía se hacía cargo de los pequeñines, hasta que fuese el turno de Sue o de los Cullen para cuidar de los gemelos—. Me alegro mucho, sé que mis padres deben estar disfrutando de lo lindo. —Bella asintió—. Lo que me extraña es que Jacob haya permitido que se queden con Carlisle y Esme. —A lo que Bella alegó, poniendo los ojos en blanco.

—Era eso o que yo le dejara los ojos como los de un panda, a puros puñetazos. —Aquello hizo sonreír a Edward.

—Entiendo… —Se quedaron por unos segundos sin decir nada, admirando el hermoso paisaje nocturno, siendo Bella quien rompiera el silencio entre ambos, preguntándole a continuación.

—Y cuéntame… ¿Cómo van tú y Christian? —Edward se apartó un poco de su nueva hermana, mirándola como si no pudiese creer que la neófita le hubiese preguntado aquello.

—Pues el proyecto que llevamos Christian y yo… —Bella le interrumpió.

—Sabes de lo que hablo, Edward. —El vampiro se apartó por completo de ella, acercándose al barandal del balcón, mirando al vacío. —Ni pienses en saltar y huir… sabes que te perseguiré. —El chico sonrió.

—No pensaba huir… simplemente estoy comparando lo que siento con lo que debería sentir un humano al ver hacía abajo. —Volvió a mirar al vacío, consiguiendo que Bella también lo hiciera—. Vértigo. —La neófita volteó el rostro para verle—. Así me siento justamente ahora, Bella… con una sensación de vértigo que recorre todo mi cuerpo. —Edward no dejó de mirar hacia abajo.

—¿Han pasado muchas cosas en estos últimos días para que te sientas de ese modo? —Edward alzó una de sus cejas, silbando en un gesto que denotó lo exagerado e impropio de toda aquella situación.

—No tienes ni la menor idea. —El vampiro se apartó del barandal, acercándose a una de la media pared laterales del balcón, recostándose de ella.

—Cuéntame. —Exigió Bella, vaticinando su posible negativa a hacerlo, observando como en efecto, el vampiro negó una y otra vez con la cabeza. —Vamos Edward… somos hermanos ahora, y yo más que nadie puedo llegar a entenderte. —Se acercó al pensativo inmortal, quien no pudo evitar rememorar aquel beso entre él y Christian, sintiéndose realmente confundido consigo mismo, ya que no tuvo ni la más remota iniciativa de detenerle, dejando que pasara.

—No creo poder hablar con nadie sobre esto. —Bajó la mirada observándose las manos, frotándolas entre sí.

—Si puedes… conmigo más que nadie puedes hablar. —Se acercó a Edward—. Alice puede ser la reina del shippeo, pero nadie puede llegar a entendernos como solo los que confirmamos la comunidad LGBT lo hacemos. —El inseguro vampiro se apartó nuevamente de ella, gesticulando los brazos.

—Es que precisamente ese es el problema, Bella… yo jamás sentí agrado hacía mi propio sexo. —La neófita sonrió gratamente.

—Entonces sí está pasando algo más entre ustedes que una “hipotética” relación como me lo dijiste en Forks… —Edward le dio la espalda, sin intención alguna de verle a la cara, con la mirada perdida en el horizonte.

—El jueguito académico que ambos creímos poder llevar sin problemas se nos salió de control. —Confesó al fin, dejando escapar el aire de sus pulmones—. Y no sé qué hacer, Bella… porque aunque lo más sensato sea alejarme lo más que pueda de él, aquí estoy… planificando una segunda forma de deshacernos de Victoria a como dé lugar por el bien de alguien que me importa tanto como para no huir como lo hice contigo, creyendo que era lo mejor. —Bella palmeó su espalda.

—¿Al fin te diste cuenta que huir no siempre es la mejor solución? —El vampiro asintió—. Me alegra que quieras afrontar esto. —Edward se apartó nuevamente de ella.

—No sé si quiera afrontar esto, es más… no sé si lo estoy afrontando o es simplemente sentido común. —Volteó a verle—. Siento que debo protegerlo, simplemente porque es mi culpa el haberlo involucrado en esta pelea entre Victoria y yo… no veo justo que Christian deba pagar las consecuencias de mis malas decisiones. —La neófita negó con la cabeza, posándose frente a él.

—No digas eso, Edward… tú mataste a James porque quería asesinarme, le dieron la oportunidad de marcharse en paz, pero él decidió ejecutar su macabro juego de cacería en mi contra. —El vampiro le abrazó.

—Y de eso no me arrepentiré nunca, Bella. —Acarició su corto cabello, mientras ella simplemente se recortó de su pecho—. De lo que me arrepiento es de haberme involucrado en tu vida y cambiarla para siempre. —Bella volvió a apartarse de su hermano.

—La cambiaste para bien, Edward… mi vida era una completa basura, sin ningún sentido… ahora gracias a ti y debo decir que también a Jacob, tengo más de un propósito en la vida, así que no vuelvas a decir tonterías como esas… ¿está claro? —El vampiro asintió, sonriéndole sinceramente.

—Vale… lo intentaré. —Bella le dio un beso en la mejilla, abrazándole con todas sus fuerzas, consiguiendo que Edward se quejara de dolor, riéndose ante lo extraño de aquella situación, no solo al ser ella más fuerte que él, sino al contarse cosas como las que se habían confesado, contemplando en silencio como el cielo comenzó a pintarse de diversos matices de azul, gris y rosa… mostrándole a ambos vampiros que estaba a punto de amanecer, siendo sorprendidos por el repique incesante del teléfono de Edward, quien extrajo el costoso aparato de su bolsillo, respondiendo la llamada de Alice—. ¿Dónde andan?... Me tienen preocupado, Bella me ha dicho que…

—Cállate y préstame atención, hermano… —Le exigió Emmett en un tono de voz que denotó lo serio de la situación, preocupando bastante a Edward, ya que el robusto vampiro jamás se tomaba las cosas en serio—. La enana parece estar en trance… puso cara de psicópata a punto de recibir su sentencia de cadena perpetua. —En otro momento aquello hubiese hecho reír tanto a Edward como a Bella, pero el aterrado vampiro solo deseaba que su hermana Alice hablara, escuchándole al fin desde lo lejos.

—Veo el parque del este y a Christian realizando su carrera matutina… —Se hizo una pausa, prosiguiendo ante los ruegos de Edward— …Victoria… el parque… veo sangre… mucha sangre… —Alice no había terminado de decir aquello cuando el aterrado vampiro saltó desde lo alto del balcón hasta la calle lateral del lujoso hotel, a pesar del ruego de Bella, sin tan siquiera pensar en las consecuencias de sus actos delante de los posible mortales que pudiesen estar transitando a tempranas horas de la mañana, corriendo a velocidad sobrehumana, llevándose por delante todo lo que se cruzaba en su camino.

—¿Edward?... ¿Men… estás allí? —Pudo escuchar el agitado vampiro la voz de Emmett desde su teléfono celular, corriendo hacia el parque indicado por Alice, sin intención alguna de detenerse, llegando al fin, al boscoso lugar de sana expansión, preguntándole a su hermana.

—¿Dónde Alice?... ¿dime dónde?... —preguntó sin recibir respuesta alguna—. ¡Maldición!… alguno de los dos que diga algo… —Exigió el exaltado vampiro, comenzando a perder la calma.

—Trelawney se quedó en modo pausa, viejo… no habla, solo mira al frente con cara de zombie. —Notificó Emmett, comparando a su hermana con la profesora de adivinaciones del colegio Hogwarts de magia y hechicería, de la mundialmente reconocida saga de Harry Potter.

—Colócale el teléfono en la oreja. —Emmett le notificó en voz alta, que ya lo había hecho—. ¿Alice?... háblame pequeña… dime que vez… un punto que me muestre dónde ocurrirá… —Esperó por unos segundos, caminando lo más rápido que pudo sin levantar sospechas entre los pocos transeúntes que habían en los alrededores.

—Veo muchos árboles… —Aquello no ayudaba en lo absoluto a Edward, ya que el parque estaba rodeado de ellos—. Un banco de madera… veo un bebedero de aves… —El temeroso vampiro miró a su alrededor, preguntándole a una joven que ejercitaba en uno de los bancos de madera, dónde habían bebederos de aves.

—Hay tres… uno allí. —Señaló el que se vislumbraba entre los árboles— …Otro en aquella dirección… —Apuntó con el dedo índice hacía el norte— …Y otro pasando el pequeño puente del riachuelo… —Le mostró al vampiro el pequeño puente que se dejó apreciar en la distancia.

—Gracias… —Corrió lo más normal que pudo, pero al verse al fin a solas su velocidad fue en aumento, acercándose al bebedero de aves del norte, justo cuando Alice le notificó desde el otro lado de la línea.

—El del puente, Edward… el puente… es el lugar más solitario. —El vampiro regresó por donde había arribado, maldiciendo su suerte al decidirse por el incorrecto.

Subió el pequeño puente de madera, el cual unía el parque justo en la mitad, percatándose de como en efecto Christian trotaba como todas las mañanas, antes de que el sol saliera por completo, bajando lentamente del puente, observando a todos lados.

—Solo veo a Christian, Alice… a lo mejor se percató de mi presencia o percibió mi olor y se marchó. —Comenzó a seguir al magnate desde una distancia bastante considerable, observando como desde lo alto de uno de los frondosos árboles una melena rojiza se agitó con el viento, el cual trajo consigo el aroma de la vampiresa, corroborándole a Edward que la peligrosa depredadora se encontraba en aquel lugar con toda la intención del mundo de lastimar a Christian, o peor aún, de asesinarle.

Corrió a velocidad sobrehumana, sin importarle absolutamente nada, cegado por el terror que lo embargó, al darse cuenta de cómo Victoria saltó de árbol en árbol, arrojándose al suelo, comenzando a correr hacía donde Christian trotaba completamente absorto de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, gracias a los audífonos que traía puestos, escuchando música clásica.

“No, no vas a tocarlo, maldita desgraciada” Se impulsó con la ayuda del bebedero de aves, el cual terminó completamente destrozado, saltando sobre Victoria, justo cuando la pelirroja había logrado atenazar la capucha del suéter gris que Christian traía puesto, consiguiendo que los tres rodarán precipitadamente sobre la húmeda grama, siendo Christian quien se golpeara bruscamente en contra del camino asfaltado, mientras Edward y Victoria ya se habían puesto en pie, mostrándose amenazadoramente los dientes, rugiéndose el uno al otro—. Detente de una buena vez, Victoria… o juro que tu muerte será peor que la de James. —Aquello por su puesto lo había dicho lo más bajo que pudo, para que solo la pelirroja le escuchara.

—Nunca voy a detenerme, Edward… vas a pagarme caro lo que le hiciste a mi pareja. —Enfocó sus ojos a espaldas de Edward, mostrándole por medio de sus pensamientos, como Christian les observaba desde el suelo—. Vamos a ver qué piensas inventarle ahora a tu… “amiguito” —Sonrió maliciosamente—. Veamos que decidirás, Cullen… ¿Me seguirás o te quedarás a explicarle todo a tu nuevo juguetico mortal.

—¿Edward? —Llamó el atontado hombre, el cual intentó acomodarse las fachas, consiguiendo que el vampiro volteara a verle, justo cuando Christian se inclinó para recoger su Ipod y sus audífonos, preguntándole apremiante—. ¿Quién es ella?... —Levantó la cara señalando al frente, mirando hacía todos lados—. ¿A dónde se fue? —preguntó bastante asombrado, consiguiendo que Edward volteara rápidamente el rostro, percatándose de como en efecto, Victoria se había esfumado.

—¡Maldición! —Exclamó por lo bajo, escuchando desde su celular, las puteadas de Emmett, lo que le dio a entender a Edward, que su hermano había escuchado todo, percatándose de que la pelirroja se había vuelto a escapar—. Les llamo luego, chicos. —Notificó Edward después de colocar nuevamente el celular junto a su oreja, culminando la llamada, encarando a Christian, quien ya había acortado distancia entre ellos, mirándole exhaustivamente.

—¿Te encuentras bien? —Edward no supo el porqué de aquel inmenso deseo de abrazarlo, llorar y reír todo al mismo tiempo, ante su auténtica preocupación por él, regalándole a Christian lo único que se permitió entregar de aquellos tres deseos, una inmensa sonrisa.

—Han intentado atacarte, Christian… has sido tú el que se ha golpeado y aun así ¿te preocupa lo que me pudo haber pasado a mí? —El pasmando hombre le contempló sin poder asimilar aún sus palabras, hasta que el tenue sol de la mañana iluminó el hermoso cielo vespertino, siendo Christian quien tomara a Edward por el brazo, llevándolo hasta uno de los bancos de maderas, en donde los rayos del sol no pudieron acceder a ellos, sin tan siquiera percatarse de como la piel del vampiro brilló un poco, volteando a ver al chico, justo cuando ambos estuvieron resguardados del sol, debajo de un frondoso árbol de naranjos.

—Bueno, Edward… primero que nada, no soy yo quien sufre de mil anomalías. —Christian tomó asiento, incitando al chico a sentarse a su lado—. Y en segundo lugar, no sabía que era yo quien estaba en peligro. —El aún fascinado vampiro, tomó asiento,  sin poder creer que el magnate pensara primero en su bienestar que en el de él mismo.

—Así es, Christian. —Bajó la cara, sin saber cómo decirle lo que estaba ocurriendo, pues el preocupado vampiro no supo que era precisamente eso lo que Victoria deseaba. Exponer su verdadero ser delante del magnate—. Esa mujer que vistes quiso hacerte daño. —Contempló su celular, justo cuando un mensaje de texto de parte de Alice, le notificó que iba por buen camino y que era mejor revelarle a Christian un cincuenta por ciento de la verdad sobre lo que estaba pasando por su bien y así pedirle que postergara su entrenamiento matutino hasta nuevo aviso.

—¿Puedo saber el por qué? —preguntó bastante contrariado, aunque no se lo demostró al muchacho—. Y sobre todo quiero saber ¿qué tienes que ver tú en todo esto? —El pensativo inmortal se percató de un nuevo mensaje de parte de Alice, la cual le exigió a continuación.

[Dile la verdad omitiendo lo obvio, claro… Cuéntale lo necesario e invéntate lo que haga falta, pero debes hacerle entender que corre peligro y que debe dejar de exponerse de ese modo]

Edward suspiró, cerrando rápidamente la aplicación de mensajes, al darse cuenta de cómo Christian pretendió husmear su celular, intentando averiguar con quien se estaba escribiendo, imaginando que se trataba de Bella.

—Aammm… no eres el único que tiene sombras que enturbian su vida, Christian. —Guardó el celular dentro del bolsillo de su pantalón, mirando al frente—. Esa mujer es un oscuro pasado del cual pensé haberme librado al abandonar a Bella, pero me he equivocado. —El magnate no dijo absolutamente nada, escuchando atentamente el relato del muchacho—. Ella está obsesionada conmigo y se ha jurado a sí misma destruir todo lo que me importe o me haga feliz. —Edward no se percató que sus palabras, ya que más que ser una explicación ante lo que había ocurrido, había sonado como una declaración sobre sus recién adquiridos sentimientos hacía el magnate—. Ahora eres tú su enfoque principal, Christian y necesito que me prometas algo. —El hombre asintió, esperando a que hiciera verbal sus exigencias, aunque él ya se las imaginaba—. Qué no saldrás a ejercitarte hasta que atrapemos a esa demente. —Christian le contempló en silencio por unos segundos y luego argumentó.

—¿Tan grave es la situación? —Edward asintió—. Entonces no deberíamos estar aquí sentados—. Miró a todos lados, quitándose el suéter de capucha, entregándoselo al muchacho, quien se quedó perplejo ante su desinhibido comportamiento—. Quítate la camiseta que traes puesta y entrégamela. —Sacó su celular del bolsillo, llamando a Taylor—. ¿Jason?... Necesito que traigas el auto al parque del este, en donde me ejército todos los días. —Edward comenzó a quitarse la camiseta, poniéndose el cálido suéter que Christian había estado usando, sintiéndose gratamente abrigado, pensando en que no solo el magnate corría peligro, su fiel guardaespaldas también lo estaba, ya que la vampiresa podría llegar a matarlos a todos— …perfecto, Taylor… te espero en la zona norte del parque. —El serio hombre guardó su celular, colocándose la camiseta que Edward había estado vistiendo, sintiéndola gratamente fresca sobre su sudorosa y calurosa piel.

—¿Christian?... Debemos hablar… —El magnate puso los ojos en blanco, tomándole del brazo, incitándole a levantarse.

—Escoges unos momentos no muy apropiados para hablar, Edward… por eso a veces me dan ganas de azotarte cuando no me lo permites en las circunstancias y el lugar idóneo para ello. —Edward negó con la cabeza.

—No quiero hablar sobre lo que tú quieres hablar, Christian. —El magnate alzó una de sus cejas en un gesto irónico, notificándole que ya le extrañaba tanta predisposición a una conversación entre ellos, comenzando a caminar hacia la zona pautada entre Christian y su guardaespaldas para que los recogiera a ambos—. Taylor y sus hombres no serán suficientes para detener a Victoria. —Christian siguió caminando, incitando a Edward a seguirle, aferrándole aún del brazo, intentando cubrirle lo más que pudo del sol, haciendo sentir culpable al vampiro ante sus sinceras preocupaciones, cuando en realidad estaba ayudando al joven inmortal a seguir con su farsa.

—Los hombres de Taylor están muy capacitados para detener a quien sea, Edward. —El chico negó con la cabeza, resistiéndose a seguir caminando.

—No lo entiendes, Christian… —El aludido puso los ojos en blanco, suspirando pesadamente—. Victoria ha asesinado personas, sus secuaces secuestraron a Bella y por poco la asesinan, esa mujer es una psicópata, ¡por todos los cielos! debes entenderlo. —Christian detuvo su andar, observándole fijamente a los ojos, percatándose no solo del terror que Edward demostraba al habla de aquella mujer, sino también la enorme preocupación que le embargaba. —Necesito que aceptes introducir varios de mis hombres entre los de Taylor —Aquella petición extrañó y preocupó por partes iguales al magnate, quien sintió que Edward no le estaba contando toda la verdad sobre aquel asunto con la pelirroja, exigiéndole a continuación.

—Necesito que me cuentes todo, Edward… te exijo que no omitas los detalles escabrosos o de lo contrario Taylor y sus hombres, estarán trabajando a ciegas. —El chico asintió retomando su caminar.

—Victoria tiene mucho poder, se valdrá de ello para saber todo sobre ti y te destruirá, pero antes lastimará a cada uno de tus seres queridos y luego te matará a ti. —Christian detuvo nuevamente su rápido andar mirándole a los ojos—. Ella no jugará limpio, por eso necesito a mis hombres dentro de esta cacería. —El magnate pasó una y otra vez sus crispados dedos entre sus desalineados cabellos, intentando asimilar lo que Edward le estaba diciendo—. Si quieres pelear conmigo, debes hacerlo a mi modo, pero sino, entonces me iré nuevamente de Seattle y lejos de todo aquel que me importe y que ella quiera lastimar porque lo que menos deseo, Christian… es que Victoria te haga daño a ti y a toda tu familia por mi culpa. —El magnate negó con la cabeza.

—Tú no irás a ningún lado, Edward… ya no vas a huir nunca más, ¿y sabes por qué? —El vampiro movió su cabeza de un lado a otro, esperando la acotación del magnate—. Porque juntos nos vamos a deshacer de esa psicópata para siempre. —El joven inmortal no supo que decir y mucho menos que hacer, él deseaba tantas cosas que no fue sino hasta que Christian le abrazó, que se percató de aquel sentimiento de satisfacción que le había embargado, al recibir de parte del magnate, uno de los tantos deseos que lo apresaban, el de sentirle cerca, apoyándole—. Has estado sufriendo por esa maldita durante mucho tiempo, Ed… te has negado al amor y ya no tendrás que hacerlo. —Edward correspondió a su abrazo, sintiéndose pleno.

—Gracias, Christian. —Fue lo único que pudo decir, intentando apartarse del magnate al percibir los pensamientos de Taylor en la distancia, mirándoles por medio del espejo retrovisor de la puerta—. Creo que Taylor ya llegó. —Christian levantó la cara, corroborado que en efecto, su guardaespaldas les estaba esperando.

—¿Ya desayunaste? —Edward no supo si mentirle o no, caminando con la cabeza agachas sin deseo alguno de responder, mientras el magnate escaneo toda la calle, preguntándole a continuación—. ¿Puedo saber cómo llegaste hasta acá? —El chico no supo que decir, ya que Christian conocía su auto, el cual no estaba por ningún lado.

—Le pagué a un motorizado que pasaba por el hotel para que me trajera hasta acá. —Christian sonrió, pensando en que había sido toda una locura ir por él para advertirle, preguntándole justo cuando Taylor salió del auto, abriéndoles a ambos una de las puertas traseras.

—¡Por cierto!... ¿Cómo supiste que yo corría peligro? —Edward fue el primero en subir al auto, recibiendo de parte de Alice un mensaje instantáneo en el que le daba la idea de una posible nota de amenaza por parte de Victoria.

—Aaamm… recibí una nota antes del amanecer, la cual decía que está sería la última mañana en la que respirarías aire fresco en dicho parque. —Edward no supo si se había extralimitado o simplemente era lo mejor, para que el magnate se percatara de lo peligroso de toda aquella situación.

—¡Vaya!... parece que en verdad no está jugando… ¿eh? —Edward negó con la cabeza, justo cuando Christian le quitó la capucha que lo resguarda del sol.

—No Christian, Victoria no bromea… —Taylor subió al auto, echándolo a andar, mientras el vampiro proseguía—. Por eso necesito que incluyas a mis hombres con los de Taylor, no creo que ellos solos puedan con lo que se está tramando esa demente. —El serio guardaespaldas miró a ambos hombres por medio del espejo, notificándole al chico en un tono de molestia.

—Mis hombres son los más capacitados para mantenerlo a usted y al señor Grey bajo resguardo. —Edward suspiró pesadamente, cruzándose de brazos, mirando a la ventana contraria, ignorando al hombre—. No creo necesitar la ayuda de nadie para…

—Tú no entiendes, Taylor… no estás tratando con una de las ex sumisas de Christian esa mujer te va a masticar vivo y va a escupir los pedazos como si fueras una simple pieza de pollo. —Taylor, fulminó al Iracundo joven con la mirada, mientras Christian parecía estar disfrutando de la disputa entre su sumiso y el guardaespaldas, mirando a uno y luego al otro, sin decir absolutamente nada.

—Usted parece querer mandar en mi trabajo, joven Edward y no se lo pienso permitir. —El chico ya sabía de qué se trataba todo aquello; Taylor parecía sentir cierta molestia en contra de Edward, ante lo que el joven estudiante de psicología había pretendido hacer; manipularlo para que le mintiera a su jefe.

—Sé porque estas molesto. —El chofer y mano derecha del magnate introdujo el auto en el estacionamiento del edificio departamental en donde Christian vivía, escuchando al muchacho—. Y me disculpo por ello, Taylor… —El aludido no dijo nada, dándole una mirada furtiva a su jefe por medio del espejo retrovisor.

—Ya no importa, Joven. —Se estacionó en la zona exclusiva que le pertenecía a Christian, en donde estaban los demás autos, siendo Edward el primero en abandonar el lujoso vehículo, rodeándole para encarar al serio e impertérrito hombre.

—Sí, sí importa, Taylor… es cierto no debí inmiscuirme en tu trabajo y te pido disculpas de todo corazón. —Christian bajó del auto después de que su guardaespaldas le abriera la puerta, sonriendo bastante divertido ante lo que estaba pasando entre Taylor y Edward.

—Joven Edward… yo entiendo que su amistad con el señor Grey le haga creer que puede mandarme como se le antoje, pero…

—No quiero mandarte a mi antojo, Taylor… ya dije que lo lamento y prometo no volver a exigirte algo como lo que te pedí en el hotel Paramount… pero necesito que tanto tú como Christian entiendan que esa mujer es una enferma, una anormal, maniática y psicópata que no va a detenerse ante nada ni ante nadie y por más que tus hombres sean los más capacitados, los míos son letales a la hora de ejecutar muy bien su trabajo. —Taylor lo fulminó nuevamente con la mirada, preguntándole a continuación.

—¿Asesinos a sueldo?... —Miró a Christian y luego a Edward preguntando nuevamente—. ¿Quiere meter entre mis hombres a unos asesinos a sueldo? —Negó con la cabeza—. Lo siento pero no… —Comenzó a caminar hacía el ascensor, pulsando violentamente el botón de llamado—. Me rehusó a trabajar con matones, joven.

—No son matones, Taylor… —El chico miró a Christian en busca de su apoyo, pero el magnate siguió sin decir nada, tomando una posición neutral en aquella disputa entre él chico y su guardaespaldas—. Ayúdame ¿quieres? —El ascensor se abrió, siendo Christian el primero en acceder a él, notificándole a Edward.

—No creo que necesites ayuda, estas a punto de convencerlo. —Sonrió por demás de entretenido, exigiéndoles a ambos que subieran al ascensor, siendo Edward el primero en subir, clavando su odiosa mirada sobre el magnate.

—Estoy hablando en serio, Christian. —Taylor fue el último en subir, pulsando el número del piso correspondiente al pent-house del magnate, quien respondió frunciendo el ceño, espetándole al muchacho.

—Si era tan serio como lo expones ahora, ¿Por qué diantres no nos lo notificaste antes? —Taylor no dijo nada, pero su disimulada sonrisa y el leve asentimiento de su parte, le demostró al vampiro que estaba de acuerdo con su jefe—. No pretendas que Taylor cambie toda su forma de trabajar porque de la noche a la mañana te diste cuenta que la psicópata de tu ex nos quiere matar a todos, Edward… eso lo debiste de haber hecho con anterioridad y hubiésemos tomado cartas en el asunto. —Tanto Taylor como el incómodo vampiro asintieron, observando como el bipolar hombre, abandonó el estrecho compartimiento al llegar a su destino.

—Bien… acepto los reproches de ambos. —Acotó Edward saliendo tras el molesto hombre. —Pero me dijiste en el parque que me ayudarías a deshacernos de ella… pero si mis hombres no entran en la jugada no aceptaré tu ayuda, Christian. —Taylor les siguió, saludando a la señora Jones, quien bajaba las escaleras con un montón de ropa sucia en un canasto.

—Buenos días, señor Christian… ¿joven Edward?... un placer verle por aquí. —Ambos saludaron a la amable mujer, quien se percató de la tensión en el ambiente, mirando a Taylor—. ¿Ocurre algo? —preguntó bastante consternada.

—Hay problemas. —Fue la única respuesta que dio el serio guardaespaldas, dejándole a su jefe el libre albedrío de decidir si callarse o notificarle a la hacendosa mujer sobre lo que estaba pasando.

—Hay una loca detrás de Edward que quiere hacerle daño. —Acotó Christian, desparramándose sobre el sofá.

—¿Cómo la joven Leila? —Christian asintió, mirando lo que estaba recostado junto a la pared del ascensor, siendo Edward quien hablara.

—No es como Leila… es mucho peor. —Christian se incorporó de su relajada postura, caminando hacía los tres paquetes, mientras el chico argumentaba—. Victoria no es una jovencita que perdió el horizonte, ella… —Un fuerte olor a sangre le hizo detener su ofuscado parloteo, volteando a ver a Christian, quien preguntó mirando a la señora Jones.

—¿Cuándo llegó esto?

—Esta mañana, señor… mientras usted se ejercitaba. —Christian contempló los tres paquetes planos y rectangulares, a sabiendas de que se trataba de los tres cuadros de Edward, aquellos que el magnate había adquirido antes de abandonar el museo, firmando un cheque a nombre de la asociación de sordomudos, realizando su aporte mientras recibía algo a cambio—. El hombre que los entregó me dijo que usted los había comprado. —Christian asintió.

—Sí, fue mi aporte a la causa de tu amigo, Edward… pensé que podríamos enviarle uno a tu madre y los demás… —El crispado vampiro aspiró nuevamente el aire, percibiendo aquel delicioso aroma a sangre fresca, acercándose a los tres cuadros, rompiendo rápidamente uno de los envoltorios, siendo la señora Jones quien gritara aterrorizada, ante lo que todos estaban viendo.

Frente a ellos se dejó apreciar la foto de Edward en la que se reflejaba todo su desprecio hacía quien en su momento le había tomado la instantánea sin su consentimiento, bañada completamente de sangre humana.

—¡No puede ser! —Exclamó Christian completamente petrificado.

—Te lo dije, Christian… esto no es un juego… Ella me ha encontrado y no se detendrá hasta que me vaya o hasta que terminemos con todo su plan de venganza en mi contra. —Taylor se acercó al cuadro, olfateándole para corroborar que no era pintura sino sangre.

—No es pintura, señor… —Miró a Christian, esperando alguna acotación de su parte.

—Quiere asustarnos. —La señora Jones, le confirmó que lo estaba logrando, comenzando a masticar nerviosamente sus uñas—. Esa banda de la que Alice y tú conversaban, los “lobos” son los hombres que trabajan para ti… ¿cierto? —Edward asintió.

—Así es… te mentí porque creí que podríamos deshacernos de ella sin que te dieras cuenta, pero ella quiere jugar sucio, quiere asustarte y ponerme a mí en un aprieto contigo. —Christian se apartó del ensangrentado cuadro, mirando a Edward—. Yo entiendo que teman lo peor, pero créanme… es lo mejor para todos. —El magnate asintió mirando a Taylor.

—¿De cuántos hombres estamos hablando exactamente? —preguntó el guardaespaldas, mientras Christian le exigió a la señora Jones que fuese a hacer sus quehaceres y los dejara a solas.

—Son seis, pero solo tres trabajarían contigo. —Taylor miró a Christian y luego a Edward, asintiendo a su petición—. Los demás trabajarían encubiertos.

—Explícate. —Exigió Christian, comenzando a alterarse.

—Creemos que Victoria tiene un nuevo secuaz, ella jamás actúa sola, le gusta que otros hagan el trabajo sucio por ella. —Ambos hombres asintieron. —Estamos investigando quien puede ser ese alguien y necesito a los otros tres lobos para eso. —Christian asintió, acercándose a los cuadros, abriendo uno más para examinarlos, corroborando que el otro también estaba lleno de sangre y completamente arañado.

—Deshazte de esto, Taylor. —El guardaespaldas asintió, abriendo el último cuadro, percatándose de que se encontraba en perfecto estado—. Revisa exhaustivamente ese, huellas, algún posible micrófono, lo que sea. —El diligente hombre asintió nuevamente, retirándose del pent-house, llevándose consigo todos los cuadros, dejándoles al fin a solas—. Esto es una locura. —Soltó Christian con un dejo de cansancio y preocupación.

—Deja que me lleve mis problemas lejos de ti, Christian. —El magnate volteó el rostro para verle con un semblante de asombro y cierta incredulidad ante sus palabras.

—¿Me estás tomando el pelo? —Edward negó con la cabeza.

—Es lo mejor para todos, Christian… no quiero que… —El vampiro enmudeció ante el rápido movimiento del tenaz hombre frente a él, quien aferró su pálido rostro con ambas manos, mirándole fijamente a los ojos, los cuales estaban comenzando a oscurecerse a causa de la sed de sangre que lo embargaba.

—No voy a dejar que te vayas para que lidies tú solo con esa desquiciada. —Edward tragó grueso, no solo para calmar su sed, sino ante la impropia cercanía del magnate, lo que lo hizo sentir bastante perturbado—. Vamos a hacer esto juntos… ¿te ha quedado claro? —Edward asintió.

—Bien… —Aferró las manos de Christian, intentando apartarlas de su rostro—. ¡Por cierto!... No, no he desayunado. —Notificó, intentando darle por el lado amable al magnate, quien le aferró del brazo como siempre solía hacerlo, llevándoselo hasta el comienzo de las escaleras, subiendo junto a él hacía el segundo piso, informándole a continuación.

—Te ducharás, y me acompañarás a almorzar afuera y conversaremos de una vez por todas de lo que no has querido que hablemos. —Llevó al chico hasta su recamara.

—Prefiero enfrentarme a Victoria que hablar sobre eso. —Acotó de mal humor, entrando a regañadientes hasta su alcoba, quitándose de mala gana el suéter de Christian, arrojándolo sobre la cama.

—Pues te aguantas Anthony… porque ya no quiero postergar más esto.

—No me llames, Anthony… Trevelyan. —Entró al cuarto de baño azotando la puerta, mientras Christian acotó a sus berrinches.

—Lo haré cada vez que me hagas enfadas.

—No es viernes en la noche, Christian… déjame en paz. —gritó Edward desnudándose en el interior del baño, consiguiendo que el magnate sonriera, pensando mientras entraba a su alcoba.

“Después de ese beso, no necesito un contrato que me indique cuando me perteneces, Edward”. El joven y consternado vampiro no pudo responder nada ante aquello, no solo porque sería extraño refutar un alegato no verbal, sino porque simplemente aquel impropio pensamiento de parte de Christian lo había enmudecido por completo. “Me perteneces y punto… por eso no dejaré que esa demente te aparte de mi lado”. El corazón de Christian latió desbocado, mientras que el de Edward golpeó fuertemente el interior de su pecho, haciéndole sentir tanto miedo de lo que ambos comenzaban a experimentar, que simplemente dejó que el agua tibia de la ducha se llevara por el desagüe cada uno de sus miedos, permitiéndose por unos segundos, sentir la dicha de saberse querido y deseado por quien ahora era parte importante en su vida.


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