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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 22

Temores

El silencio se apoderó de ambos hombres por unos instantes, mientras Taylor dirigía el Audi Spider hasta la universidad en donde Edward cursaba su último año de psicología, para dejarlo tal y como Christian le había prometido a Alice que lo haría, a pesar de la reticencia del vampiro a asistir después de lo ocurrido anoche en el pent-house.

Discutieron largo y tendido durante toda la mañana en el desayuno, pero como en la mayoría de las veces solía suceder, Christian terminaba ganando sus olímpicas disputas verbales, valiéndose no solo de su imposición como amo y señor, sino también manipulándole como el gran actor que era, notificándole al muchacho que si perdía el año por culpa de lo que estaba sucediendo se pondría a disposición de Victoria, entregándole su vida para que acabara de una vez por todas toda esa disputa entre ella y los Cullen.

“No puede ser tan parecido a mí” Pensó Edward mirando las calles de Seattle por la ventada del lujoso auto. “Lacerante y controlador” El vampiro jamás pensó en admitir algo así en su vida, pero sin duda que su forma de ser a veces sobrepasaba toda cordura, haciéndose el mártir en cantidades masivamente toxicas hasta para sí mismo. “Supongo que uno hace esas cosas por el ser amado” Bajó la mirada pensando en la posibilidad de que a lo mejor, Christian estuviese enamorándose de él, sintiendo cierta vergüenza ante el cosquilleo que aquello le causó internamente en su estómago.

—Llegamos señor. —Notificó Taylor estacionándose frente a la acera—. Lo dejamos dentro de las instalaciones o está bien que aparquemos acá, joven Edward.

—Vamos adentro. —Exigió Christian, justo cuando el joven psicólogo acotaba.

—No, tranquilos… aquí está bien… gracias. —Y antes de que el chofer y guardaespaldas del magnate pusiera en marcha el vehículo, Edward ya había bajado del auto, haciendo suspirar pesadamente a Christian, quien intentó controlar su mal genio mañanero.

—Por todos los cielos… no puedo con él. —Salió del Audi, reacomodándose el lujoso traje de oficina que traía puesto, interceptando al serio muchacho, quien puso los ojos en blanco al ver como aquel hombre siempre intentaba decir la última palabra, aunque aquello lo dejara en evidencia delante de todos—. ¿Puedo saber que demonios te tiene de mal humor? —preguntó mirándole fijamente a los ojos, mientras Taylor les observaba desde el auto.

—No me pasa nada, Christian… vuelve al auto. —Edward pretendió rodearlo, pero Christian lo aferró del brazo, susurrándole en voz baja.

—Si es por obligarte a venir aquí… lo siento, pero se lo prometí a tu hermana y si yo tengo que seguir mi vida, tú también seguirás la tuya. —Ambos se contemplaron—. Pero si tu rabia es por lo que yo quería que pasara anoche y no ocurrió, déjame decirte que aquí el que debería estar molesto soy yo. —Edward se zafó de su agarre, cruzándose de brazos.

—¿A sí?... —Christian asintió—. ¿Puedo saber por qué? —A lo que Christian respondió acomodándose la corbata.

—¿Te parece poco drogarme para que no intenté follarte? —Edward miró a todos lados, exigiéndole que no hablara tan alto, pero como buen sabueso, Taylor sabía muy bien leer los labios, negando lentamente con la cabeza, mirando a otro lado—. No estoy hablando en voz alta, Edward… mi cuerpo aún se siente pesado ante el ansiolítico… no quiero volver a beber nada de esas porquerías que a ustedes los loqueros les gusta recetar.

—Era necesario. —Comentó Edward sintiéndose realmente avergonzado al saber que Taylor ya sabía lo que estaba pasando entre ellos.

—No, Ed… no lo era… tú solo debías dejar que yo… —Poco a poco se fue acercando, consiguiendo que el incómodo vampiro se apartara de él, justo cuando José les saludó a ambos, interrumpiendo las palabras del magnate.

—Hola, Edward… Señor Grey… ¿Cómo están? —El chico miró el sonriente rostro de Edward al saludarle, volteando para ver la agria y desdeñosa cara del magnate, contemplarle con desprecio—. Aamm… lo siento… ¿interrumpo? —Christian pretendió decir que así era, pero el joven y apuesto vampiro alegó que no interrumpía absolutamente nada—. Genial… —Miró a Christian—. Supe lo de los cuadros que adquirió, señor Grey y estuve hablando con la encargada del instituto de niños sordo mudos y quedamos en que se le sería devuelto el dinero, ya que…

—No quiero que devuelvan nada… el que esos cuadros hayan llegado ensangrentados a mi casa no es culpa de ustedes. —Edward asintió a las certeras palabras de Christian—. Ellos necesitan ese dinero y yo no tenía pensado pedir reembolso. —José agradeció enormemente su contribución y su buen corazón para con los niños discapacitados—. No tiene nada que agradecer, ahora… si me disculpas. —El molesto magnate pretendió tomar a Edward del brazo pero el chico se apartó rápidamente de él, rodeando los hombros de José, notificándole a Christian mientras se alejaba junto al muchacho.

—Hablamos luego, Christian… que tengas buen día. —Edward supo de sobra que estaba jugando sucio y sobre todo que cabrearía demasiado al magnate, pero su corazón estaba ansioso por saber lo que realmente sentía aquel hombre por él, si era solo lujuria o había algo más de por medio.

Christian se quedó de pie frente a la entrada principal del complejo universitario, sin poder creer aún que el chico lo hubiese dejado parado como un idiota en plena calle, encaminándose a paso lento de vuelta al auto, introduciéndose en el asiento trasero, sacando el teléfono celular, escribiéndole un mensaje a su irreverente sumiso, mientras Taylor le preguntó si irían primero a la casa Grey o a la oficina.

—Vamos a la casa de mis padres… hay que notificarles a todos lo que está ocurriendo. —Taylor asintió, enrumbando el auto hasta la enorme residencia de los Grey, mientras que el molesto hombre siguió escribiendo sobre la pantalla táctil, enviando el mensaje.

[Sigue comportándote de ese modo, pronto será viernes y mi amo interior está rugiendo cual bestia salvaje]

Arrojó de mala gana su celular sobre el asiento, contemplando las calles de la ciudad, intentando contener su rabia, ya que pudo sentir como Taylor le observaba de vez en cuando por medio del espejo retrovisor, intentando no darle tela que cortar al guardaespaldas, pero lo cierto era que su mano derecho ya tenía todo un telar sobre lo que estaba pasando entre su jefe y el joven Cullen, creando su propio atelier de sospechas y conjeturas.

 

Los pasos de Jacob sobre el pulido suelo de madera del pent-house, mantuvieron tanto a Rosalie como a Jasper un poco perturbados, siendo Carlisle quien le exigiera al intranquilo muchacho que se sentara, pero el beta de la manada parecía no querer hacerle caso a nadie, espetándole a su ex esposa, la cual se encontraba junto a su padre adoptivo.

—Esto es culpa tuya, Bella. —La aludida puso los ojos en blanco—. Si tú no lo hubieses dejado ciego, Quil hubiese podido salvarse así mismo y salvar a Emily.

—Y si ese maldito no me hubiese golpeado el abdomen cuando estaba embarazada, Anthony no sería ciego… así que me vale madre lo que le ha pasado a tu primo, Jacob… si para ti él es más importante que tus hijos entonces puedes irte a la mierda. —Pretendió levantarse y encarar al iracundo Quileute, pero Carlisle se lo prohibió, negando con la cabeza.

—Esta disputa no sirve de nada. —Comentó el líder del clan Olympic.

—El doc. tiene razón. —Alegó Sam—. Quil ya está muerto y esto no lo va a revivir. —Leah y Embry bajaron sus tristes y apesadumbradas caras—. Lo que hay que pensar es que demonios vamos a hacer. —A lo que Paul alegó completamente exaltado.

—Es más que obvio, Sam… si esto es por apoyar a los Cullen, entonces deberíamos parar… —Emmett, quien se encontraba junto a Seth en uno de los lujosos sofás grandes, le espetó de mala gana al odioso metamorfo.

—Pues por mi parte puedes irte a esconder a Forks… no has ayudado en nada aquí y lo mejor es que… —El musculoso vampiro no había terminado de espetarle toda la rabia que le tenía al muchacho, cuando el iracundo lobo comenzó a temblar, pretendiendo transformarse frente a todos, siendo Sam quien le ordenara que no lo hiciera, mientras Jacob le palmeó la espalda, exigiéndole que se calmara.

—No estoy huyendo… todos los nuestros están en peligro por culpa de ustedes, yo preferiría regresar a Forks, hay pocos de nosotros allá y tanto Emily como Sue, e incluso Billy están desprotegidos. —Jacob asintió.

—Paul tiene razón, Sam. —Acotó el ex de Bella—. Dejamos a los nuestros desprotegidos por venir a ayudar a los Cullen. —A lo que Alice acotó, saliendo de una de las recamaras con su Tablet en la mano.

—Pues nada les garantiza que la vampiresa no ira tras de ustedes, estén aquí o allá. —Pulsó la pantalla táctil del dispositivo Android, reproduciendo la grabación que ella misma había hecho anoche, en el momento exacto en el que Jasper interrogó al neófito, el cual le notificó a todos los presentes en aquel interrogatorio.

—No sé quién es Victoria… no entiendo que es lo que soy ahora… por favor… no me hagan daño. —Desde la grabación se pudieron escuchar los golpes que Jasper le propinaba al aterrado neófito haciéndole hablar entre gritos y quejas—. Él vino a mí, me mordió… él nos transformó a todos.

—Él ¿Quién?... habla… —Exigió Jasper con total autoridad.

—Riley… él es nuestro jefe, nuestro líder. —Todos estaban en silencio, escuchando la grabación, siendo Emmett el único que se percatara de como el maltrecho lobito comenzara a despertar, removiéndose incómodamente sobre el sofá, aferrándose el yeso que Carlisle le había puesto en el brazo.

—¿Quién es Riley?... ¿Cuántos son?... ¿Por qué los está creando?... habla o te romperé el otro brazo, infeliz. —Tanto Rosalie como Jasper parecían ser los únicos en haber disfrutado del recuerdo de aquel momento, sonriendo con total malicia, ya que solo ellos dos, Alice y Emmett, estuvieron presentes.

—No sé quién es él… no sé porque nos está transformando en esto que somos ahora… pero nos está entrenando, somos muchos… no sé con exactitud cuántos pero somos bastantes. —Todos se vieron a las caras—. Él dijo que había más de nosotros, que nos matarían si no los matábamos primero… que debíamos pelear por ser los únicos de nuestra raza en dominar esta ciudad. —Cada uno de los presentes siguió elucubrando sobre lo que podría pasar en Seattle si Victoria desataba una guerra—. Riley dijo que después de limpiar a Seattle de nuestros enemigos, debíamos hacer lo mismo en Forks. —Todos los Quileutes se vieron las caras—. Nos dijo que existían monstruos enormes que se comían a los nuestros y había que erradicarlos. —Justo en aquella acotación Alice detuvo la grabación, ya que lo que venía a continuación era demasiado fuerte como para que los demás lo escucharan, pues Jasper le había arrebatado la vida a aquel neófito, en donde un desgarrador grito de dolor dio fin a su corta existencia como vampiro.

—Allí tienes Paul. —Alegó Alice—. Ayudes o no, Victoria ya tenía pensado exterminarnos a todos. —El serio y pasmado joven le observó sin decir absolutamente nada—. Puedes correr hoy y esconderte, pero no sabes si mañana podrás seguir tu vida como si nada a  sabiendas de que esa loca está detrás de todos ustedes así como ha estado detrás de nosotros por mucho tiempo. —Paul bajó la cara, mirando un punto ciego.

—Alice tiene razón. —Alegó Jacob, acercándose a su mejor amigo—. Pero creo que sería bueno que Paul regresara. —Sam miró a uno y luego al otro preguntándole el porqué de su apreciación—. Si esa maldita está creando neófitos y los piensa llevar a Forks, eso hará que los genes lobeznos de muchos Quileutes despierten. —Sam asintió, ya que él sabía que mientras más vampiros hubiera en la zona, la magia que el legendario Taha Aki les había heredado, haría que más chicos en la reservación se transformaran.

—Bien… —Aceptó Sam, volteando a ver a Paul—. Regresa a Forks y quedas al mando de todos en aquella zona—. Paul asintió satisfecho—. Debes cuidarlos a todos y mantenerme informado. —El delta asintió, estrechando la mano de su alfa, exigiéndole a Jacob.

—Entrégame las llaves de tu motocicleta. —El asombrado joven negó con la cabeza.

—La necesito… aun trabajo para la editorial y debo…

—Dale las llaves, Jacob… —Interrumpió Bella—. Yo te prestaré la mía. —El orgulloso muchacho pretendió negarse pero Sam ya lo había fulminado con la mirada, ordenándole que se las diera.

—Bien, bien… aquí tienes. —Se las entregó de mala gana, exigiéndole que la cuidara como a su vida, observando como su amigo asintió marchándose definitivamente del pent-house, siendo Jasper, Rosalie y Emmett quienes agradecieran internamente el deshacerse de aquel insoportable lobo—. ¿Y ahora qué? —preguntó Jacob mirándoles a todos.

—Primero debemos buscar el modo de saber si los Vulturi aún no saben nada al respecto. —Todos los hijos de Carlisle asintieron a su comentario—. Imagino que se te está dificultando mucho el ver el futuro. —Alice asintió, al darse cuenta de que la pregunta iba dirigida a ella—. Pues intenta estar por un tiempo alejada de los lobos. —Miró a Jasper—. Tú y Rosalie deben estar siempre atentos a la zona de Grey Enterprise Holding. Inc… —Ambos afirmaron que así lo harían—. Conociendo a Victoria parece que ya no quiere medirse… ella hará todo un espectáculo, ya que si sus neófitos no llegan a tener suerte acabando con cada uno de nosotros… presiento que optará por un plan B. —A lo que Sam preguntó en qué consistiría aquello, siendo Jasper quien respondiera, después de levantarse del sofá.

—Nos dejará en evidencia delante de los humanos… y eso hará que Aro haga cumplir sus leyes de total discreción y recato. —Carlisle asintió incorporándose del sofá—. ¿Por qué no lo vi venir antes? —Se preguntó Jasper a sí mismo—. Es muy astuta esa maldita mujerzuela, fue lo mismo que hizo María en Galveston, en donde habían demasiados clanes, así que los enemistó a todos, consiguiendo que se mataran entre sí, así los pocos que sobrevivieron fueron más fáciles de exterminar.

—Pues tú más que nadie sabes de lo que es capaz una mujer como Victoria, Jasper. —Carlisle se acercó a Seth, quien bebía un poco del té que Emmett mantuvo reposándose en la mesa adjunta, por si el chico despertaba—. En lo que revise al joven Clearwater, iré a ver a Garrett. —Se inclinó, observando el dulce rostro del muchacho, quien no dejo de beber de su taza de té—. Necesito que mi amigo me ayude a contactar a varios de los nuestros… necesitamos estar preparados por si acaso. —Jasper asintió—. ¿Cómo te sientes, pequeño?

—Mucho mejor señor Carlisle… creo que ya estoy sanando. —El galeno asintió, notificándole que se alegraba por ello, tomándole la temperatura corporal con sus manos.

—La fiebre cedió… estas en la temperatura adecuada a tu condición de metamorfo, pronto estarás como si nada hubiese pasado. —Seth asintió con una amplia sonrisa, bebiendo nuevamente de la infusión, mientras Emmett le espelucaba el cabello; y aunque sabía que se había jurado así mismo no alimentar más los sentimientos del muchacho, el musculoso vampiro no podía evitar ser dulce y cariñoso con el chiquillo, imaginando que se lo atribuía a que lo miraba con ojos de hermano mayor o simplemente su deseo de tener un cachorrito le estaba jugando una mala pasada al atolondrado inmortal—. Me retiro.

Carlisle se incorporó de su inclinada postura sobre el suelo, despidiéndose de todos los presentes, ofreciéndole a cada uno de los Quileutes su más sentido pesar por la muerte de Quil, notificándole a Sam que después de lo ocurrido Esme había estado cuidando los alrededores de su casa, mientras él protegía a los hijos de Jacob y Bella, resguardando de igual modo tanto a Charlie como a Billy.

—Muchas gracias, señor Cullen. —Acotó Sam, mirando a Jacob, esperando que hiciera lo mismo.

—Mmm… si… gracias… —El joven Black estrechó su mano en contra de la de Carlisle, sorprendiendo no solo a Bella, sino a cada uno de los presentes.

—No hay de qué… Jacob, tu padre y el de Bella son buenos amigos míos. —Le dio un beso a sus tres hijas, y después de encaminarse hasta el ascensor, le notificó a Alice—. No quiero que le digas nada a Edward. —La menuda vampiresa asintió, prometiéndole a su padre que no le diría a su hermano lo que sabía que Carlisle haría esta noche, después de visitar a Garrett y antes de volver a Forks, sonriendo con socarronería, disfrutando ser la primera en enterarse de algo que aún no ocurría.

 

Victoria saboreó hasta la última gota de sangre de su nueva víctima, la cual yacía sin vida sobre el suelo, siendo Jack el único perturbado ante la espeluznante escena, sin poder creer aun que existieran seres de la noche que se alimentaban de inocentes como si fuese algo de lo más normal, abandonando el cuerpo de aquella persona como si fuese un simple pedazo de envoltorio, ignorándole por completo.

—Todo salió como mi señora lo planeo. —Acotó Riley, haciéndole una reverencia a Victoria—. Estuve vigilando el pent-house donde se encuentran los Cullen y los perros… al parecer ahí una reunión, el líder de su clan está en la ciudad

—Excelente, Riley. —La vampiresa se apartó tanto del sofá como del inerte cuerpo sobre el suelo, aquel al que Jack no podía quitarle los ojos de encima—. Así se mueven las piezas en este juego de ajedrez… primero envías a los peones y luego a las piezas verdaderamente importantes. —El segundo al mando asintió, mirando con desprecio a Jack, quien no podía dejar de comerse las uñas, contemplando el cadáver—. Espero que los perros sepan hacer lo correcto. —A lo que Jack preguntó, apartando al fin sus ojos del muerto.

—Igual mataremos a los lobos… ¿No? —Victoria asintió.

—Por supuesto Jack, querido… me gusta Seattle y Forks… y no quiero estorbos en mi camino ante el deseo de ser la dueña y señora de ambas zona, pero primero debilitamos a los Cullen apartando a los lobos y luego los mataremos a ellos también. —Tanto Riley como Jack, asintieron—. ¿Has creado más neófitos? —El apuesto vampiro asintió.

—Así es mi señora… unos ya despertaron y están saciando su sed de sangre, otros aun no despiertan. —Riley estaba ansioso porque los pocos humanos que sobrevivieron a la masacre del grupo que Victoria había llevado hasta el edificio abandonado despertaran, ya que uno de ellos era la hermosa jovencita que había llamado tanto su atención, deseando hacerla su pareja.

—Perfecto, Riley querido… —Victoria señaló el cadáver—. Deshazte de esto, ¿quieres? —El joven inmortal tomó el cadáver por un pie, arrastrándolo como un saco de estiércol por todo el departamento, el cual le había pertenecido a Riley, quien en su vida como humano había estado estudiando en Seattle, visitando a sus padres en Forks hasta que fue transformado, siendo el arma perfecta para Victoria, ya que el chico conocía por completo ambas ciudades—. ¿Qué has pensado hacer para lastimar a Christian? —preguntó la vampiresa mirando a Jack.

—Estuve averiguando sobre su pasado. —Victoria asintió, tomando asiento a su lado—. Al parecer tuvo bastantes sumisas, pero hay solo una de ellas que parece haber perdido por completo el juicio por ese imbécil.

—¿Y de que nos sirve una loca en todo esto? —A lo que Jack respondió, acomodándose mejor sobre el sofá junto a la vampiresa.

—Tal parece que él se siente culpable… —Victoria siguió esperando que llegara a un punto interesante y coherente, que le sirviera para sus planes— …La tiene en el mejor hospital psiquiátrico, está pendiente de ella ya que no tiene a nadie, fui a verla. —La vampiresa asintió, incitándole a seguir hablando—. Esa mujer en serio esta locamente enamorada de Christian, a tal punto que mató a su esposo con tal de seguir con él y su juego enfermizo de sumisión.

—¿Y? —preguntó Victoria un poco molesta.

—¿No te das cuenta, Vicky?... Una mente perturbada como la de esa chica es perfecta para inculparla en todos los asesinatos que tú y Edward has perpetrado. —La vampiresa odiaba que le llamara con aquel diminutivo, el cual le recordaba a su difunta hermana Anne, pero se lo dejó pasar ante el deseo de saber más sobre aquel asunto—. Ayer se filtró al fin la noticia sobre las últimas experticias del caso de los cuerpos desmembrados. —Jack se levantó en busca del periódico del día anterior, entregándoselo a la vampiresa—. Ya han declarado públicamente que es una mujer. —Aquello sorprendió a Victoria—. Si los Cullen son tan adinerados como los Grey… pagaran para inculparte y sacarán pruebas de donde no las haiga para que así sea. —Señaló el reportaje más abajo—. ¿Ves la foto del policía a cargo del caso? —Ella asintió—. Pues ese hombre estuvo en la cafetería en donde yo estuve espiando tanto a Grey como al doctorcito y parecía ser amigo del vampiro chupa vergas.

—Un vampiro. —Jack asintió a la acotación de su socia en todo aquel complot en contra de Christian y Edward.

—Así es… tienen en la policía a un amigo, y eso no es bueno ni para ti y mucho menos para mí. —Victoria leyó todo el artículo, sin poder creer que los Cullen tuviesen tanta suerte—. Ayúdame a sacar a Leila Williams del psiquiátrico, hagamos creer que salía y entraba a voluntad de aquel lugar… creamos evidencia que la inculpe, y así lastimaremos la perturbada y culposa conciencia de Christian.

—¿Y eso en que nos beneficiará?... es decir, me parece perfecto que la culpemos, mejor ella que yo, pero… —Se acercó a Jack, jugando con el cuello de su camisa de vestir— …¿De qué nos sirve lastimar a Grey, culpando a Leila? —A lo que Jack respondió, acariciando la fría mejilla de la vampiresa.

—Si desestabilizas a la persona que más le preocupa a Edward, tendrás al vampirito entregándose en tus manos. —Victoria sonrió—. Si es cierto que fue capaz de abandonar a su novia para que tú no la lastimaras, si ha estado apartado de su familia para que tú no les hagas daño es más que obvio que hay que hacerlo sentir culpable de destruir la vida de quienes él pretende amar.

—Me gusta. —confirmó Victoria.

—Tú te liberas de todos los cargos, lastimamos al maldito de Grey, inculpamos a alguien que no está en sus cabales como para defenderse, e incluso… —Besó la comisura de los labios de la seductora vampiresa, la cual los relamió con sutileza—. Podríamos lavarle el cerebro a la loca, decirle que ya Christian no la ama porque anda con mariconadas con el vampiro psicólogo. Si esta tan obsesionada con ese tipejo lo más seguro es que ella misma intente algo malo… —Sonrió con malicia—. La dejamos en libertad después de ensuciar aún más su perturbada mente y Voila… ella misma querrá matarles a ambos y para cuando la policía delate lo de las letras en los cuerpos desmembrados, las cuales pretendían inculpar a los Cullen, ya habrá una sospechosa de asesinato.

—¡Vaya, vaya!... No eres tan tarugo después de todo, Jack… —Ambos sonrieron satisfechos—. Esta noche tengo algo para ti. —Apartó a un lado la blusa, dejando al descubierto uno de sus redondos y bien torneados senos, cubriéndolo justo cuando el desvergonzado hombre pretendió manosearlo—. Pero antes debo cambiarme… tengo una junta muy importante y luego te daré tu recompensa—. Ambos secuaces comenzaron a hablar sobre los planes a ejecutar, mientras Riley se encontraba en la segunda planta del pequeño departamento que todos los vecinos creyeron inhabitable, acariciando el rostro de Bree, quien había recibido una fuerte dosis de morfina, para mantenerla callada ante la dolorosa transformación, deseando que toda aquella agonía terminara de una vez y para siempre.

 

Carlisle no podía parar de reír ante las ocurrencias de su amigo Garrett, quien degustaba una dona con café en su oficina del departamento de policía, o mejor dicho, fingía estarla disfrutando delante de sus subalternos, mientras conversaba abiertamente con el rubio y sonriente vampiro.

—Es verdad Carlisle… no te rías. —El aludido negó una y otra vez con la cabeza—. Christian Grey parece ser el típico activo que le gusta dominar a su pasivo y creo que Eddy hace muy bien su papel de sumisión con el prepotente hombre.

—No digas cosas de las que no estas cien por ciento seguro Garrett. —Acotó Carlisle.

—Mi olfato catador de gays y mis plumas multicolores no se equivocan amigo mío, entre el magnate y tu hijo hay un cable a tierra que está haciendo corto circuito. —Carlisle volvió a sonreír.

—Si Esme te llega a escuchar, te arrancará la cabeza. —Garrett soltó una risotada.

—La bella Esme y yo tenemos algo en común. —Carlisle sabía lo que aquel hombre diría, mirando a otro lado—. El amor puro y sincero hacia un hombre sumamente caballeroso como lo eres tú, Carlisle— Si el vampiro hubiese podido ruborizarse, lo hubiese hecho hasta la raíz de su rubio cabello.

—Muchas gracias, Garrett… yo también te aprecio mucho. —Carlisle intentó llevar aquella adulación a un nivel amistoso y enteramente familiar—. Pero no estoy aquí para que me digas lo que ya me he estado sospechando durante muchos años con respecto a mi hijo. —Garrett rió terminándose la dona, pasándola con un gran trago de café sin crema ni azúcar, ya que de igual modo no le sabría a nada—. ¿Has logrado avanzar con lo de los asesinatos? —El vampiro asintió, tomando el periódico de ayer, entregándoselo a su amigo.

—Mi jefe ha decidido dejar al descubierto varias experticias por petición mía. Le expliqué que era para retar a la culpable a salir, pero en realidad es para ver si la pelirroja se da cuenta de que todo la inculpa y se retire definitivamente de Seattle y de Forks, o la aliente a mostrar su verdadero rostro delante de Aro. —Carlisle pensó en todo aquello.

—¿Crees que los Vulturi ya lo saben? —Garrett asintió.

—No los he visto, pero anoche mis hombres alegaron haber visto algo extraño en la zona sur de la ciudad—. Carlisle preguntó que había sido—. Una neblina negra y bastante extraña, luego escucharon gritos y cuando llegaron al lugar no había nadie y la neblina se había esfumado. —El líder del clan Olympic pensó rápidamente en Alec, el hermano de Jane, quien infundía una densa neblina negra que paralizaba a sus oponentes o víctimas.

—Trataré de contactar con Aro lo antes posible. —Garrett negó con la cabeza.

—Quedarás en evidencia, Carlisle… enviemos a alguien más a visitarles. —El galeno preguntó quién sería aquel osado que sería capaz de ir a visitar a los Vulturis por él—. Alistair. —Sonrió con picardía. —Ese es un sabueso muy listo.

—Tan listo como para estar lo suficientemente lejos de Volterra y no tener que lidiar nunca más con Aro, Cayo y Marcus.

—Hasta ahora. —Carlisle observó el sonriente rostro de Garrett. —Ese bueno para nada sigue en su empeño de cazar a Demetri y asesinarle—. A lo que Carlisle preguntó el porqué de ello, ya que él tenía la certeza de que Alistair deseaba más bien huir de él. —Él no quiere que se sepa la verdad y alega que Demetri lo está cazando por órdenes de Aro, pero la realidad es que el guardia principal de los Vulturi quiere volver a tener a Alistair entre su garras y sodomizarlo a voluntad como lo estuvo haciendo cuando los Vulturi pudieron al fin atraparle por traición o eso quiso hacer creer el bastardo de Demetri. —Carlisle no podía creer todo aquello.

—¡Vaya!... no lo sabía. —Garrett asintió.

—Pero Al. juró vengarse y tiene un plan entre sus manos. Tu deja que ese infeliz entre a Volterra y comience a ejecutar su venganza mientras nos averigua lo que necesitamos saber sin que quedes en evidencia delante de la rata italiana… ¿vale? —Carlisle asintió—. Ahora dime algo. —Se acercó a su amigo del alma, aferrándole el hombro—. ¿Cuándo pensabas decirme que tenías un hijo que jugaba para mi bando? —El apuesto galeno soltó una risotada.

—Ya te dije que no tengo la certeza de que a Edward le gusten los hombres… pero siempre he tenido mis sospechas al respecto. —Garrett asintió.

—¿Y porque en vez de arrojarlo a los brazo de Christian Grey no me lo pichaste a mí? —Carlisle sonrió con cierta vergüenza, pues que más podía hacer ante la forma irreverente y descarada de ser de su amigo gay de tantos años, quien se refirió a lanzarle al hijo a sus brazos para que el vampiro pudiese enamorarle primero.

—Yo no envié a Edward a los brazos de Christian, mi hijo es su terapeuta y está intentando ayudarle. —A lo que Garrett preguntó, antes de apartarse de su amigo para tomar la llamada entrante, mientras Carlisle se incorporaba de su asiento.

—¿Así le dicen ahora a los amantes?... ¿terapeutas?... —Carlisle sonrió, negando nuevamente con la cabeza—. Ok, amigo mío… no seguiré indagando más en ese asunto. —Contestó la llamada, notificándole a la persona del otro lado de la línea que esperara unos segundos, argumentando a continuación—. Pero da gracias a Dios de que me gustan maduritos y con pelo en pecho, Carlisle… tu hijo es muy guapo pero es un pimpollo… no es mi tipo. —Rememoró a su última pareja de muchos años atrás, el legendario Freddy Mercury, con quien había tenido una relación amorosa a escondidas hasta el día de su muerte—. Aún no ha llegado alguien a mi vida que me haga desvarías como lo hizo mi amado Fred. —Su amigo sonrió asintiendo a sus palabras, encaminándose hasta la puerta para marcharse—. Pero sigo esperando a que Esme sea tan buena amiga y comparta a su apuesto esposo conmigo.

Si algo hacia reír a Carlisle era las desfachateces de Garrett, quien siempre intentaba hacerle saber a su amigo cuanto le gustaba él a pesar de saber y respetar tanto los gustos sexuales del rubio vampiro, así como la amistad de muchos años entre la pareja del clan Olympic, notificándoselos siempre de un modo jovial y juguetón, aunque los esposos Cullen sabían de sobra que el vampiro lo decía en serio.

—La fe es algo que jamás se pierde, Garrett… pero lamento decirte que el amor que nos tenemos Esme y yo no puede ser compartido, y no existe fuerza sobrenatural y mucho menos sobrehumana que logre cambiar eso. —El policía asintió, contestando al fin la llamada, consiguiendo que Carlisle detuviera su pronta partida, al escuchar como su amigo del alma le preguntó a la otra persona completamente exaltado si estaba seguro de lo que estaba ocurriendo, recibiendo una respuesta afirmativa.

—Vamos para allá. —Y después de culminar la llamada y tomar su chaqueta de cuero, aferró a Carlisle del brazo notificándole con una socarrona sonrisa.

—¿Querías conocer a tu futuro primer yerno gay? —Carlisle sonrió negando una vez más con la cabeza, ante su descaro—. Pues hoy es tu día, amigo mío… andando. —Ambos abandonaron la comandancia seguidos por un par de patrullas más, rumbo a la torre empresarial Grey.

 

Después que Christian le notificará a su familia lo ocurrido con Victoria, al igual que el involucramiento de los Cullen en todo aquel asunto con la peligrosa mujer, el magnate decidió regresar a Grey E.H. inc. Ya que la disputa con su madre lo había dejado más alterado de lo que ya estaba, imponiéndosele a Grace para hacerla callar y exigirle que debía de andar ahora y en adelante, resguardada por sus hombres y los que trabajaban para los Cullen, notificándole que Sam Uley y Paul Lahote, serían sus nuevos guardaespaldas, sin saber que el joven Quileute se había marchado de Seattle.

—Creo que a pesar de todo, salió mejor de lo que esperábamos, ¿No le parece, señor? —Comento Taylor, sacando a Christian de sus vagas elucubraciones.

—¿Disculpa? —Taylor volvió a repetir lo que había dicho, observando como Christian tomó su teléfono celular, asintiendo a sus palabras—. ¡Oh si!... pensé que mi madre terminaría por servirnos pavo desmechado. —Taylor sonrió—. Pagó toda su rabia con el pobre animal… creo que lo mató por segunda vez. —El serio guardaespaldas no pudo evitar soltar una risa ahogada, contemplando por medio del espejo retrovisor como su jefe parecía un poco intranquilo, imaginando que esperaba una respuesta de parte de Edward, pero lo cierto era que el irreverente joven no le había respondido el odioso mensaje, manteniendo a Christian pensativo y preocupado.

“¿Tan ocupado estás Edward?” Pensó sin dejar de sentir aquella opresión en su pecho, percatándose de como Taylor pretendió entrar al estacionamiento, frenando bruscamente al ver como el magnate abrió la puerta, exigiéndole apremiante—. Detente… entraré por la puerta principal.

—Pero señor… —Antes de que Taylor pudiese decir o hacer algo, Christian ya había salido del auto, sintiendo que si se quedaba un segundo más dentro del sofocante vehículo se asfixiaría.

Comenzó a hacer la llamada telefónica después de buscar el número de contacto de Edward, esperando a que el muchacho respondiera, introduciéndose en las instalaciones de su empresa, mientras Taylor lo vigilaba desde lejos, mirando a todos lados, sin percatado que desde la distancia, los hermanos Halen también lo custodiaban.

—Vamos contesta. —Volvió a insistir, consiguiendo al fin, una respuesta positiva.

—Estoy en clases, Christian… tengo muchos proyectos atrasados y me he estado poniendo al corriente de todo… era lo que querías...  ¿no? —preguntó Edward un poco malhumorado.

—Si, claro… solo me preocupó el hecho de que no hayas respondido con una de tus irónicas estocadas a mi mensaje. —Christian subió al ascensor, dándole los buenos días a uno de sus tantos empleados que pretendió subir con él, mientras el magnate escuchaba la respuesta de Edward.

—Estaba ocupado, conversaba con mi amigo José y…

—¡Oh vaya!... tu amigo José, ¿eh?... perfecto… e imagino que almorzaras con tu “adorado” amigo José. —Christian no lo supo pero aquello hizo sonreír a Edward.

—Sí… almorzaré con él. —Aquello consiguió el efecto deseado en Christian, el cual le espetó de mala gana al muchacho, justo cuando el ascensor se detuvo, abriéndose las puertas.

—Pues espero que ambos se atraganten con su estúpido almuerzo “amistoso” —Culminó la llama sin intención alguna de permitirle una respuesta, tropezando con varios de los empleados que pretendían entrar al ascensor, siendo él quien saliera primero, llevándoselos por delante ante la rabia que lo embargaba.

—¿Señor, Christian?... la reunión con los nuevos accionistas empezará en cinco minutos, no se si quiere que la postergue para más tarde o desea que…

—No, diles que estaré con ellos en unos minutos. —Andrea asintió a las palabras de su jefe, quien entró como alma que lleva al diablo a su oficina, azotando la puerta—. Te gusta jugar con mi paciencia, ¿no es así?... —Se sirvió un vaso de whisky, bebiéndolo de un solo trago— …Pues mi paciencia tiene un limite, Edward… y cuando rebazas ese límite no es bueno hacerme enfadar.

Christian no entendía porque estaba tan furioso, si era por culpa de lo que no paso anoche entre ambos, o si era su ego elevado intentando como siempre ganarle al de su irreverente sumiso, pero la realidad era que los celos se lo estaban carcomiendo internamente sin tan siquiera darse cuenta de los fuertes sentimientos que estaban naciendo en su interior por el apuesto vampiro.

Bebió un poco más, y después de usar su spray bucal de menta para quitarse el fuerte olor a alcohol, salió de su oficina, intentando verse lo más relajado posible, encaminándose hasta el salón de reuniones, entrando con una amplia sonrisa.

—Buenas tardes, caballeros… —Miró a cada uno de los presentes, encontrándose con cuatro caballeros y una dama, rectificando sus palabras—Disculpe usted señorita, tenía entendido que solo tendría está junta con los últimos accionistas con los que había firmado contrato para comenzar la remodelación de Ballard, no sabía que se nos uniría una dama en este gran proyecto turístico, el cual mejorará considerablemente la economía de la ciudad y engrandecerá la zona más pobre de Seattle.

Christian le sonrió a la hermosa mujer de tez pálida, aquella que traía puesto un costoso vestido color chocolate de la prestigiosa casa de Prada, el cual contrastaba con la mascada blanca con estampados florales en tonos ocres, lo que hizo juego con sus gafas oscuras de montura dorada.

—Señor Grey… ella es Victoria Anne, será mi socia en todo este nuevo proyecto turístico empresarial que usted ha promovido tan espléndidamente bien. —Presentó uno de los caballeros, señalando a la enigmática mujer, aunque para Christian aquel nombre no solo había activado todas sus alertas, sino había logrado borrar la deslumbrante sonrisa con la que había entrado al salón de juntas, mirando fijamente a la dama.

—¡Vaya!... me dijeron que usted suele tener siempre la última palabra, señor Grey… pero tal parece que cuando una mujer como yo se cruza en su camino, enmudece. —Todos los caballeros comenzaron a reír ante la acotación de la hermosa mujer, la cual se quitó lentamente las gafas oscuras y la mascada, dejando ver no solo sus rojizos cabellos, sino unos ojos que hacían juego con su larga melena ondulada, deslumbrado a todos los presentes menos a Christian, quien sintió un frío glacial recorrer toda su médula espinal, alterando tanto sus nervios como sus cinco sentidos al máximo.

—No señorita… escuchó bien. —Acotó el magnate, tomando asiento en su privilegiado puesto a la cabeza de la mesa, pulsando el botón de la alarma silenciosa, el cual se encontraba debajo de la pulida superficie de madera—. Siempre tengo la última palabra. —Los guardias de seguridad de la torre Grey dieron la alerta a todos los agentes incluyendo a Taylor, quien por supuesto les notificó tanto a Sam como a Leah sobre lo que estaba ocurriendo, consiguiendo que ambos contactaran a los demás integrantes del cuerpo de seguridad de Edward, siendo Jasper y Rosalie los primeros en entrar al edificio, mientras Alice le informaba a su hermano con un mensaje instantáneo lo que estaba ocurriendo en las oficinas del magnate, el cual permaneció lo más calmado que pudo por el bien de todos.

—Mmm… ¿En serio? —Christian asintió, recostándose de su asiento, mirándole fijamente a los ojos—. Debe ser muy excitante ser usted… tan arrogante y prepotente… creyéndose el amo y señor del universo cuando no lo es. —Los cuatro caballeros miraron a Christian con los ojos bien abiertos, sin poder creer que aquella mujer se estuviese refiriendo al acaudalado empresario como un pomposo rico engreído, pero Christian permaneció completamente inmutable, respondiendo a sus groseras y retadoras palabras.

—De hecho así es, Victoria… ¿puedo tutearte? —La vampiresa asintió—. Es muy divertido ser yo… —Se incorporó de su asiento, comenzando a rodear la enorme mesa— …Tengo todo lo que se puede desear en la vida… soy apuesto, adinerado y siempre obtengo lo que quiero. —Pasó por cada uno de los asientos, acercándose peligrosamente a la pelirroja—. ¿Y sabes lo que quiero justo ahora, Victoria? —La aludida no dijo ni hizo nada, esperando a que el magnate respondiera él mismo su retórica pregunta, inclinándose para susurrarle a la inerte mujer sentada frente a la mesa—. Que dejes en paz a Edward.

La vampiresa se levantó con toda la intención del mundo de tomar a Christian por el cuello, pero la intromisión de los hermanos Hale detuvo su inesperada reacción, dejando a la pelirroja completamente asombrada, mientras que los demás accionistas voltearon a ver a los recién llegados, los cuales intentaron comportarse lo más normal posible, siendo Jasper quien infundiera su don en cada uno de los empresarios, tratando de mantenerlos calmados y sin sospecha alguna acerca de lo que estaba pasando.

—Disculpen caballeros… lamento notificarles que la reunión se ha cancelado debido a una falla en el sistema de ventilación… deben abandonar lo más pronto posible las instalaciones… gracias. —Informó Rosalie, muy educadamente, haciéndose pasar por una de las tantas rubias que trabajaba para el apuesto multimillonario, quien ya se había apartado de Victoria, la cual siguió sin comprender como aquel par de entrometidos habían llegado tan pronto, ya que Riley le había notificado que todos los Cullen estaban reunidos en el pent-house ante la visita de su líder, creyendo que era el momento justo para jugar con los alterados nervios del magnate, tal y como lo había hecho anoche al enviar a aquel neófito, deseando enloquecer tanto a Christian como a Edward en este juego del gato y el ratón que a ella tanto le gustaba ejecutar.

Todos se levantaron de su confortables asientos, encaminándose diligentes hasta la salida, mientras que Jasper empezó a acercarse a la vampiresa, la cual comenzó a retroceder, pretendiendo tomar a Christian como rehén y así poder escapar ilesa, pero en el momento justo en el que el último socio abandonó el salón de juntas y Rosalie cerrara la puerta, el magnate arrojó unas cuantas carpetas hacia donde se encontraba Victoria, creando un revuelo de papeles para poder escapar, siendo Jasper quien se abalanzara sobre ella, comenzando una batalla campal, mientras Rosalie tomaba a Christian del brazo, intentando que no viera la paliza que ambos inmortales se estaban dando, destrozando el inmobiliario.

—Sal de aquí, Christian. —Le exigió la rubia, manteniendo al hombre de espaldas.

—Pero tu hermano… —Rosalie no le permitió culminar su negativa y después de abrir rápidamente la puerta, sacó del ya destrozado salón a Christian, cerrando nuevamente la única vía de escape, al ver como los agentes de seguridad pretendieron entrar, prohibiéndoles el paso— …¿Rosalie?… ¡no!… ¿qué haces? —El alterado hombre golpeó una y otra vez la puerta, exigiéndoles a los agentes de seguridad del edificio romper la cerradura, percatándose de como uno de ellos tomó el picaporte, desprendiéndolo de su puesto como si fuese un simple juguete—. No puede ser. —Miró al joven guardia, encontrándose con unos ojos color carmesí y una malévola sonrisa, imaginando que aquel hombre trabajaba para Victoria.

—Puede pasar y enterarse de una buena vez sobre toda la verdad, señor Grey… —Notificó Riley, pretendiendo abrir nuevamente la puerta, justo cuando la ventana panorámica del salón de juntas se rompió en un millón de pedazos y tanto Victoria como Jasper cayeron al vacío sin que Christian se pudiera percatar de ello, ya que tanto el frío e inesperado abrazo de Edward sobre el tembloroso cuerpo del magnate, así como la mano de su sumiso rodeando el cuello de aquel falso guardia, llamaron la atención del petrificado hombre, quien escuchó claramente la imponente voz con la que su psicólogo le exigió al secuas de la pelirroja.

—Aléjate de él, maldito. —Edward hizo girar a Christian tan rápido que el aturdido hombre no supo ni cómo ni cuándo había sucedido aquel cambio de postura, hasta que se dio cuenta de cómo los verdaderos guardias de seguridad observaron toda la escena, completamente asombrados.

—No se queden allí parados… hagan algo. —Pero Edward fue lo suficientemente rápido como para introducir a Riley en el salón de juntas, observando como su hermana Rosalie saltó al vacío tras su mellizo, mientras ambos vampiros comenzaron a luchar tal como Jasper y Victoria lo habían hecho hacía tan solo unos instantes, siendo Sam y Leah quienes detuvieran la intromisión de los agentes, notificándoles que ellos se encargarían de todo aquel asunto, justo cuando Carlisle arribó a las instalaciones de Grey E.H. inc. en compañía de Garrett, exigiéndole al magnate con un tono de voz amable y condescendiente.

—Venga conmigo, señor Grey. —Christian observó el agarre de Carlisle sobre su brazo, alzando raudo la mirada para contemplar el apacible, paternal y agraciado rostro de quien sutilmente comenzó a llevarlo hasta su despacho, mientras los gritos, el barullo y todo aquel revuelo siguieron en las instalaciones del enorme rascacielos, creando todo un caos.

—¿Quién demonios es usted? —preguntó el odioso hombre, sacudiéndose la mano del caballero, después de entrar a la lujosa oficina.

—Mi nombre es Carlisle Cullen. —Extendió su mano hacía Christian.

—¡El padre de Edward! —Exclamó bastante asombrado, estrechando su mano.

—En efecto… es un gusto conocerle al fin, señor Grey.

—Llámeme Christian, por favor. —Exigió el aún asombrado hombre de negocios.

—Entonces tendré que pedirle que deje de tratarme de usted y comience a tutearme. —Acotó Carlisle, abandonando su maletín médico en uno de los sofás frente al escritorio, mientras los gritos, y los disparos siguieron presentes en el edificio—. Como ya dije, he estado deseoso de conocerle en persona, ya que… —Christian le interrumpió.

—Lamento mucho sonar grosero y descortés con usted, doctor Cullen, pero su hijo está en medio de todo ese pandemónium que está  ocurriendo en las afueras de mi oficina justo ahora y no creo que sea momento para formalismo y presentaciones, Edward puede estar gravemente herido y no creo que… —Justo en aquel momento cesó todo el caos, siendo el apuesto y joven vampiro quien entrara al despacho del inquieto magnate, el cual no pudo evitar sentir un gran alivio al verlo sano y salvo, aunque un poco desalineado—. ¿Te encuentras bien? —preguntó Christian, acortando distancia entre su sumiso y él.

—Estoy perfectamente bien, Christian… ¿Y tú? —Ambos hombres se examinaron mutuamente con la mirada, olvidándose por completo de Carlisle.

—No sé ni como estoy… asombrado de que esa mujer tenga las agallas de aparecerse en mi empresa, aturdido por todo el caos, anonadado de que tanto tus hermanos como tú hayan llegado tan rápido, pero sobre todo asustado al ver lo fuertes y aterradores que pueden llegar a hacer los secuaces de esa femme fatal, ya que no se si te diste cuenta pero ese joven disfrazado de guardia de seguridad, destrozó con una sola mano el picaporte de la puerta. —Edward volteó a ver a su padre, sin saber que responder, haciéndose el desentendido, cambiando de tema.

—¿Qué haces tu aquí, Carlisle? —El aludido sonrió, acercándose a ambos.

—A mi también me agrada verte, hijo. —Edward sonrió un poco avergonzado ante su mala educación, disculpándose con su padre adoptivo, acercándose a él para abrazarle—. No te disculpes, Ed… comprendo que estés un poco aturdido por todo lo ocurrido. —Volteó a ver a Christian—. No tenía pensado venir hasta su empresa, sino hasta su pent-house, señor Grey… pero…

—Christian, por favor. —Le volvió a insistir al padre de su sumiso.

—Lo siento...  es la costumbre de ser siempre tan formal. —El magnate pudo darse cuenta de la similitud entre Carlisle y Edward al hablar, usando un léxico bastante limpio, claro y elegante—. Decía que pensaba ir a su pent-house a disculparme en persona con ambos. —Miró tanto al extrañado hombre de negocios como a su hijo, argumentando a continuación—. Fue mi idea el que el Dr. Flynn los presentara, yo sentí que su desinhibida forma de ser ayudaría mucho a mi tímido y cohibido muchacho.

—¡Papá… basta! —Exigió Edward bastante avergonzado, percatándose de como Christian sonrió con picardía.

—Lo menos que quiero es avergonzarte, Edward… solo trato de decirle al señor Grey… —Rectificó—. Perdón… a Christian que es culpa mía el haberlos involucrado y haber traído el caos a su vida a causa de esa maniática que intenta lastimar a mi hijo. —El magnate negó con la cabeza.

—No, Carlisle… con un lastimero y culposo Edward es más que suficiente para mí. —Aquello hizo sonreír al rubio vampiro, mientras que su sumiso le contempló con el ceño fruncido—. Eso es irrelevante ahora y en verdad me hubiese gustado mucho conocerte en otras circunstancias pero no dejaré que ninguno de los dos me cambié el tema, así que exijo que me expliquen porque Victoria y el joven que destrozó la manilla de la puerta tienen los ojos rojos y como es posible que alguien pueda realizar tal proeza. —Christian señaló el sofá de tres plazas que se encontraba a la izquierda, exigiéndole tanto a Carlisle como a Edward que se sentaran.

—Bueno, Christian ya que Edward no se atreve a decirte toda la verdad, yo lo haré.

—¿Carlisle? —Edward intentó llamar la atención de su padre, negando con la cabeza levemente para que no hablará más de la cuenta, pero al leer los pensamientos del galeno, el joven y apuesto vampiro no dijo nada más al respecto, permitiéndole al líder del clan Olympic, crear toda aquella mentira que estaba maquinando en su cabeza.

—Victoria es una sádica Nazi. —Edward apretó los labios para no reír—. Le gusta experimentar con jóvenes fuertes como Eddy y como ese chico que viste hoy. —Christian asintió prestándole verdadera atención al galeno, tragándose toda aquella mentira—. Les inyecta sustancias que los hacen fuertes y letales, Victoria es una mujer demente que solo quiere crear caos en el mundo.

—Yo pensé que esas cosas solo se veían en las películas como “Soldado Universal” o “El Capitán América”… ¿Acaso me está tomando el pelo Dr. Cullen?... ¿Carlisle? —Rectificó al recordar el deseo de aquel hombre de que le tuteara.

—A veces la realidad supera a la ficción, Christian. —El aludido bufó por la nariz, ante las certeras palabras del médico, ya que la mentira se quedaba corta ante la verdad.

—¡Por todos los cielos!... Lo que falta es que me digas que los transforma en mutantes o aún peor… en vampiros. —El magnate soltó una risotada burlona, mientras que tanto Edward como Carlisle se miraron a las caras, sonriéndose levemente el uno al otro, bajando la mirada—. ¡Ok!... digamos que eso es cierto. —Acotó Christian paseándose de un lado al otro frente al sofá, en donde padre e hijo se habían sentado, escuchándole atentamente—. ¿Cómo demonios vamos a poder acabar con los hombres de Victoria si son más fuertes que nosotros?

—Para eso están los lobos, Christian—. Notificó Edward, recostándose en el sofá—. Ellos son letales, ya te lo dije.

—Además. —Acotó Carlisle, llamando la atención de Christian—. Edward también fue uno de sus experimentos. —El aludido abrió desmesuradamente los ojos, mirando a su padre—. Él es lo suficientemente fuerte como para lidiar con ellos. —Christian detuvo su andar, mirando al médico y luego al muchacho, recordando todas las sesiones en las que el chico había terminado rompiendo algo—. Todos y cada uno de los padecimientos de mi hijo son efectos secundarios de lo que Victoria hizo en él… ¿Por qué crees que está obsesionado con Edward?... quiere recuperarlo o matarlo, pero no quiere que ninguno de sus experimentos esté libre de sus órdenes y Ed ha sido el único en revelarse en su contra. —El pasmado vampiro de cabellos cobrizos no podía creer que su padre fuese tan astuto para mentir y crearse semejante historia.

—Pensé que todo era por una antigua relación amorosa. —Alegó Christian sentándose entre Carlisle y Edward—. No puedo creer todo esto.

“Ni yo” Pensó Edward sin saber que decir, dándole una mirada furtiva a su padre, por sobre el hombro del magnate—. Mmm… lo siento, no… no quise ir más allá en toda esta historia entre ella y yo. —Christian asintió, palmeando el hombro de su sumiso en señal de apoyo, justo cuando Garrett entró a la oficina, notificándoles a todos.

—Señores… los malvivientes escaparon, pero ya mis hombres están movilizando cielo y tierra para encontrarlos. —Christian frunció el ceño, pensando en espetarle lo incompetente que era y sobre todo lo grosero que había sido al entrar en su despacho sin tan siquiera tocar la puerta, pero justo en aquel momento Carlisle se incorporó rápidamente de su asiento, preguntándole a su amigo.

—¿Y mis hijos?

—¡Oh!... Ellos están bien, frustrados pero bien. —Carlisle asintió—. Le vamos a dar mucha seguridad, señor Grey, tanto aquí como en su pent-house y sobre todo en la casa de sus padres.

—Pues si no ha hecho mucho en todo este tiempo, no creo que haga algo ahora, oficial. —Edward le exigió a Christian que no fuese tan grosero, pero el magnate ya se había puesto de pie al igual que Carlisle, el cual se acercó a su amigo, exigiéndole que se midiera con el caballero—. No quiero contenerme, Edward… este bueno para nada.

—¿Bueno para nada?... —Edward cubrió su rostro, mientras Carlisle aferraba el brazo de su amigo, susurrándole entre dientes que no fuese a perder el buen juicio con el magnate—. Pues déjeme decirle señor Grey que mientras usted le muestra sus jugueticos caros a sus amantes intentando deslumbrarles para que le den culo, yo me parto el mío investigando las diversas muertes que han estado suscitándose en Seattle.

—¿Garrett?... basta. —Exigió Carlisle.

—Me chupan los guevos estos malditos ricos, Carlisle. —Christian comenzó a temblar ante la rabia que lo embargaba—. Usted no tiene ni la más remota idea a que se está enfrentando, señor “me-limpio-el-culo-con-billetes-de-cien-dólares” —Garrett acortó aún más la distancia entre el magnate y él, mientras padre e hijo intentaban contenerles—. Victoria a matado a mucha gente y ha intentado culpar a los Cullen, lea los diarios en la sección de sucesos de vez en cuando, y no solo las finanzas o sociales, señor Grey… —Ambos se maldijeron con la mirada— …Mientras usted juega a la bolsa de valores, gente como yo trabajan como unos malditos negros para que personas como usted sigan disfrutando de su lujosas y pomposas vida como si nada… así que espero que piense dos veces antes de volver a llamarme “bueno para nada” en mi propia cara o juro que voy a decomisar el juguetico que tiene aparcado en el muelle de Seattle… con su permiso. —El alterado vampiro salió como alma que lleva al diablo seguido por Carlisle, quien se disculpó con ambos hombres, prometiéndoles que se volverían a ver en una próxima oportunidad, tomando raudo su maletín para salir tras de Garrett.

Si bien el policía había sido demasiado grosero con Christian, el serio y aun molesto magnate supo de sobra que se había merecido todo aquello, volteando a ver a Edward, quien le aferraba no solo con la mano, sino que rodeó los hombros del incomodo caballero con su brazo derecho, intentando contenerle.

—Yo… —Bajó la cara— …No quise.

—Lo sé Christian… y sé que él tampoco quiso ser tan grosero, pero ya pasó. —Christian asintió—. Será mejor irnos.

—¿A dónde? —preguntó, dejando que el chico lo guiara de vuelta hasta el sofá blanco de tres puestos.

—A casa, Christian. —El aludido negó con la cabeza.

—Ya no me siento seguro allí. —Edward le soltó para verle de frente—. El policía me ha dado una idea. —Marcó el teléfono de Taylor, mientras le notificaba a su sumiso—. No es tan “bueno para nada” después de todo—. Aquello hizo sonreír al vampiro, justo cuando el guardaespaldas respondió la llamada—. ¿Taylor? Espérame en la salida privada de siempre, lleva contigo a Sam. —Miró a Edward esperando su aprobación ante la escogencia de llevar con ellos a alguien más, observando como el chico asintió con la cabeza—. No le digas a nadie más… ¿está claro? —La mano derecha de Christian le afirmó que así lo haría, cortando la comunicación con su jefe, el cual aferró el brazo del muchacho, encaminándolo hacia la puerta.

—¿A dónde vamos, Christian? —El magnate abandonó su oficina, percatándose de todo el destrozo en las instalaciones empresariales, notificándole a Andrea que ya podía irse a casa al verla tan alterada ante todo lo ocurrido, respondiendo al fin la pregunta de Edward.

—A poner en uso el “juguetico” que tengo en el muelle, antes de que el odioso policía me lo decomise. —Edward sonrió, y una pequeña chispa llamada interés, despertó su curiosidad, ya que aunque los Cullen tenían dinero suficiente como para darse todo esos gustos, lo cierto era que había algo más importante para los vampiros que gastar sus millones en banalidades, comprando solo lo que en realidad necesitaban para pasar desapercibidos ante el mundo mortal que los rodeaba… siendo la sed de sangre lo primordial para ellos.


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