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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Entre joyas
 
Edward aun no podía comprender desde cuando aquel bribón que había estado dormido en su interior había despertado, dejando que Christian hiciera con él lo que quisiera, al punto de conseguir que se vistiera con aquella ropa íntima de cuero negro, la cual dejó al descubierto sus pequeños pero redondos glúteos, sosteniendo aquel provocativo bóxer con diversas correas entrelazadas entre sí, abrazando el pálido torso del vampiro, haciéndolo ver extremadamente deseable.
—¿Piensas quedarte allí mirándome toda la noche? —preguntó el lado tímido y odioso de Edward, el cual se sintió verdaderamente avergonzado.
—Podría postergar la ida a ese banquete de beneficencia por la simple satisfacción de verte usar ese atuendo. —Edward volteó de mala gana la mirada que le había dado a Christian por medio del espejo de su recamara, observándose las fachas nuevamente—. Y mientras más odioso seas conmigo, más grande será mi deseo por castigarte. —Acotó el magnate, recostado del marco de la puerta de la recamara del joven vampiro, vistiendo un elegante smocking, observando como Edward tomó rápidamente su camisa de vestir, colocándosela con un ágil movimiento de brazos, abotonándosela lentamente.
—Hacía tan solo unos segundos yo estaba a punto de darte a beber un bromazepan y ahora no se si ofrecerte un babero o un trozo de hielo para que intentes bajar esa hinchazón entre tus piernas. —Por supuesto el chico se refirió a su protuberante erección, consiguiendo que el magnate se carcajeara, acercándose lentamente a él con algo plateado entre sus manos.
—Bueno Edward… puedes darme lo que quieras, siempre y cuando venga acompañado con uno de estos. —Christian se posó a espaldas del joven psicólogo, el cual le permitió al magnate abrazarle, tomándole del mentón para girar si rostro, depositando un pequeño beso en sus labios, el cual tenía la intención de calmar las ansias que sentía por él, pero en vez de eso consiguió excitarse aún más—. Mmm… no sé qué tiene esa boca tuyo, nene… —Aquella forma tan tontamente cariñosa de llamarle, hizo sonreír tímidamente a Edward, sintiendo cierto agrado a pesar de lo cursi que se escuchaba— …Pero más que calmarme me hace desearte. —Suspiró para controlar sus ansias de él, dejándole ver al fin lo que tenía entre las manos, mostrándole tres esferas de acero inoxidable unidas entre sí por un cordón de látex, logrando que el chico le observara con cara de terror.
—Ahora soy yo quien teme preguntar. —Christian sonrió con picardía, dejando que su mueca retorcida, le demostrara cuanto disfrutaba darle de su propia medicina.
—Tú me distes un anillo de compromiso, y yo te quiero dar esto a ti. —El magnate acarició las caderas del muchacho, haciendo rechinar el cuero—. Es un complemento de la ropa interior que llevas puesta. —Se acercó al oído de Edward susurrándole seductoramente sin dejar de admirarlo por medio del espejo—. Estas pequeñas traviesas van aquí. —Apretó una de sus nalgas con la mano que había posado sobre las caderas del vampiro, logrando que el chico diera un respingón hacia delante.
—¿Qué? —Christian rió.
—Quiero que vayas a la recepción usando esto dentro de tu delicioso y ya no tan virginal trasero. —Edward negó con la cabeza.
—No, claro que no. —pretendió apartarse de él, pero Christian se lo prohibió.
—Hoy es sábado, Edward… y el contrato dice…
—Me importa un comino lo que diga el contrato Christian, no vas a poner eso en mi… —Abrió la boca intentando decirlo, pero termino desistiendo ante la vergüenza— …No… definitivamente y rotundamente, No... —El chico no había terminado de hacer verbal sus negativas cuando Christian lo sostuvo entre sus brazos, plantando un beso tan intenso que no le dio tiempo a decir nada más al respecto, dejando que sus bocas discutieran aquel asunto, en el que la del chico por más que intentó negarse, los deliciosos y muy expertos labios de su amante, parecían estar ganando aquella batalla, robándole al tembloroso y excitado inmortal unos cuantos gemidos ahogados, los cuales fueron devorados por la hambrienta boca de su amante.
—¿Qué decías? —preguntó el descarado hombre de negocios, sin dejar de acariciar las desnudas nalgas de Edward, depositando entre cada palabra uno sonoros, húmedos y muy calenturientos besos.
—No voy a… —Christian volvió a atacar la deliciosa y adictiva boca del muchacho, restregando sin pudor alguno su dura entrepierna en contra de la del muchacho, quien estaba tan excitado como su amo— …Por favor Christ… —Pero el magnate no se detendría hasta obtener una respuesta positiva de aquel muchacho, quien sintió que con tan poco podría llegar a correrse, dejando escapar su respuesta entre tantos besos— …Está bien… está bien… me rindo, lo usaré. —El por demás excitado hombre se apartó del tembloroso y agitado joven, el cual  siguió sin poder creer como su cuerpo y el de Christian parecían haber sido creados el uno para el otro, deseándose con tanta intensidad que hasta en los momentos de discusión, parecían atraerse con un magnetismo y una fascinación indescriptible por el otro, lo cual los estaba arrastrado irrefrenablemente hacía lo que tenían justo ahora, una relación como la que jamás llegaron a tener en sus vidas, aquella que los estaban llevando a tomar decisiones insospechadas.
—Inclínate, pequeño. —Exigió el magnate, posándose nuevamente detrás de Edward, quien no pudo levantar la mirada, ante la vergüenza que lo embargaba.
—Eso me va a doler... Lo sé. —Christian negó con la cabeza, sacando de su bolsillo un tubo de lubricante, mostrándoselo al muchacho.
—Prometo que si te duele lo extraeré nuevamente y no insistiré. —El asustado vampiro levantó levemente la mirada, encontrándose con la de Christian reflejada en el enorme espejo, quien le abrazó por la cintura—. Tu amo jamás haría algo que pudiese causarte algún daño… prometo que lo que sentirás con esto será un inmenso placer. —Edward bajó nuevamente la mirada—. ¿Confías en mí, Ed? —El aludido asintió con la cabeza—. Entonces inclínate y deja que coloque lo único que te falta de ese atuendo. —El aun temeroso vampiro, no se movió de su puesto, siendo Christian quien lo incitara a inclinarse, consiguiendo al fin que el reticente muchacho cooperara.
“No puedo creer que me esté prestando para esto” Se dijo así mismo el vampiro, sintiendo como Christian apartó el pequeño trozo de cuero que cubría su entrada anal, después de haber lubricado las esferas, embadurnando su pequeño agujero con el restante del gel entre sus manos.
—Respira profundo y relájate, Ed. —Edward apretó con fuerza el pequeño taburete donde había posado sus manos, manteniendo su inclinada postura—. Voy con la primera. —El chico no pudo evitar sentir un leve desvarío al escuchar aquello, viendo desde la mente del magnate, como el pervertido hombre empujó lentamente la metálica esfera, logrando que el estrecho orificio comenzará a expandirse, permitiéndole al pequeño intruso entrar, perdiéndose entre el cavernoso agujero anal.
—¡Agh!... ¡Por todas las deidades del Olimpo!... Esto no debería sentirse de este modo. —Aquella extraña exclamación por parte de Edward hizo sonreír a Christian, el cual observó desvergonzadamente como el orificio anal de su amante se contraía, incitándolo a introducir la segunda esfera.
—¿Por todas las deidades del Olimpo?... ¿En que estas empleando tu tiempo libre, Edward?... ¿Estás leyendo mitología griega o qué? —preguntó Christian, empujando la segunda esfera, la cual, al igual que la primera, no consiguió resistencia alguna que le prohibiera entrar.
—¡Aagm!... ¡Dios, ten piedad del pecador! —Aquello hizo sonreír aún más a Christian, esperando su respuesta—. Estamos estudiando la psicología de la antigua Grecia, los métodos pocos ortodoxos que usaban para curar la demencia. —El magnate asintió con una ceja en alzas, admirando lo estudioso y aplicado que era su sumiso, introduciendo al fin la última esfera, lo que por supuesto ocasionó un nuevo estremecimiento en el cuerpo de Edward, y una nueva exclamación—. ¡Santa madre!... Jamás creí que… —Quiso decir que nunca pensó que sería tan deliciosamente placentero, pero aquello sería darle la razón a Christian, quien colocó nuevamente su ropa interior en su lugar, depositando un tierno beso sobre cada una de sus nalgas.
—Vamos, Edward… dilo… no te cohíbas. —Christian se apartó del excitado muchacho, quien ya se había incorporado de su insinuante postura, percibiendo como las esferas se movían en su interior.
—No podré caminar con esto dentro de mí. —Arrugó la cara, consiguiendo que Christian sonriera por demás divertido, encaminándose hasta la puerta de la recamara, acomodando el lazo de su corbatín.
—¡Oh, claro que lo harás! —Giró su rostro, aferrándose con ambas manos al marco de la puerta, mirando al muchacho—. Te espero abajo. —Pretendió abandonar la habitación, recordando lo que había llegado al pent-house, siendo Taylor quien lo recibiera—. ¡Oh, por cierto! —Sacó la pequeña caja negra, arrojándosela al inquieto muchacho,  quien no dejó de reacomodarse la ropa interior de cuero, la cual le incomodaba en el trasero, atrapando el paquete sin problemas—. Eso te lo envía Alice… tranquilo… no va en ninguna de tus partes íntimas —Edward abrió la diminuta caja, observando un par de gemelos de oro, los cuales traían tallados el escudo Cullen—. Me gusta mucho lo refinada que es tu familia, tal parece que los Cullen vienen de un muy antiguo linaje, el usar un escudo familia me parece muy aristocrático. —Edward asintió, sonriendo complacido ante sus palabras.
—Así es, Carlisle es de un linaje muy antiguo. —Y no mentía, ya que su padre adoptivo tenía muchos más años de los que tenía Edward, haciéndolo mucho más viejo que el muchacho.
—Los Grey somos lo que llaman ricos nuevos… no tenemos un linaje ancestral… por eso tu familia es más refinada que la mía. —Edward percibió cierto tono de admiración en sus palabras.
—Excepto Emmett. —Christian sonrió.
—Emmett es lo que yo llamaría un camaleón… es un ser que se adapta al tiempo y el lugar, sabe cómo comportarse cuando se requiere y eso no le resta originalidad y espontaneidad propia. —Edward asintió—. Y Cuando nada le funciona, solo deja que su esposa brille por los dos y voíla, la magia de la elegancia los cubre a los dos.
—Creo que es para lo único que sirve ese matrimonio. —El joven vampiro bajó la mirada.
—¿A qué te refieres? —preguntó Christian intrigado.
—Olvídalo… termino de vestirme y nos vamos. —Tomó su pantalón negro, comenzando a ponérselo.
—Sabes que no puedes decir algo como eso y pretender que lo olvide… hablamos en el auto. —Miró su costoso rolex—. Se hace tarde, Edward… te espero abajo. —Y antes de marcharse le guiñó un ojo, sonriéndole dulcemente.
“Yo y mi bocota” Se miró a sí mismo, introduciendo los faldones de su camisa blanca en el interior de su pantalón, abotonándose la prenda, y aunque sintió que había sido un poco imprudente al decir aquello, pensó en que a lo mejor, Christian podría llegar a hacer aquel oído que escuchará sus penas y el hombro en donde llorarlas.
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Garrett no pudo dejar de sentirse intranquilo, por más que su amigo Carlisle le hubiese dicho que él solventaría cualquier inconveniente con los recién llegados en Seattle, no pudo evitar preocuparse, tanto por los pros como por los contras de tener a la ley suprema en su jurisdicción, tal y como había temido que ocurriera, manteniéndose al margen por el bien de todos, ya que entre Garrett y ellos existía una enemistad desde hacía muchos años atrás, siendo precisamente Alistair el mayor causante de todo aquel pleito.
—¿Jefe? —Le llamó uno de sus hombres, consiguiendo que el pensativo vampiro volteara a verle, sentado frente a su escritorio—. Los muchachos regresaron… dicen que no hay rastro alguno de esa mujer… tampoco de la señora Williams—. Garrett asintió.
—¿Trajeron las pruebas dactiloscópicas de los cadáveres?... ¿ADN, algo que nos de una pista más clara de quien pudo ser en realidad? —Por más que el policía tuviera la certeza de que había sido la vampiresa, él debía trabajar con pruebas y demostrarle a los humanos que así era.
—Nada señor… pero las pruebas arrojaron que los cuerpos no tenían nada de sangre, tal como usted lo sospechaba. —El vampiro asintió con desgano y la mirada perdida—. ¿Cree que se pueda tratar de una secta satánica o algo así? —Garrett sonrió ante las palabras de su pupilo, negando con la cabeza.
—Hay cosas que no se pueden entender, Stuart y a veces es mejor vivir en la ignorancia. —El chico asintió retirándose rápidamente del despacho de su superior, dejándolo nuevamente a solas. “Espero que tu aristocracia ayude, Carlisle… si de algo estoy seguro es de tu elocuente lengua, y espero que eso sirva para sacar a los casacas rojas de mí jurisdicción” Pensó Garrett, levantándose de su asiento, observando la ciudad desde la pequeña ventana de su oficina, sonriendo al recordar la conversación que había tenido con Christian Grey y Edward Cullen en el elegante pent-house, sacando tanto al pomposo multimillonario, como al tímido vampiro de sus casillas, al intentar jugar con su limitada y casi inexistente paciencia.
—¿Entonces cree que Jack está haciendo todo esto por simple envidia? —preguntó Christian, mirando al policía, quien muy descaradamente se sirvió un vaso de brandy de la licorera que adornaba el salón principal.
—La envidia, los celos y el rencor son los detonantes más comunes en estos casos, señor Grey. —Garrett bebió diligentemente de su trago, preguntándole al magnate si quería uno.
—No gracias. —Esperó a que el policía prosiguiera.
—Verá señor Grey, después de enterarnos que Jack era el secuaz de Victoria investigamos todo el pasado de ese tipejo ¿y sabe lo que averiguamos? —Christian negó con la cabeza, cruzándose de brazos, mientras que Sam y Taylor, esperaron la respuesta, ya que Edward había sido el primero en verla en la mente del policía—. Qué los Grey fueron una de sus familias sustitutas, hasta que la señora Grace Trevelyan supo de usted y su caso de abuso infantil, enamorándose perdidamente de aquel chiquillo maltratado que fue en el pasado. —Aquello incómodo un poco a Christian, ya que lo que menos deseaba era hablar de su pasado con el odioso policía.
—¿Entonces ese bastardo ha sabido todo este tiempo que su posibilidad de haber sido un Greys se perdió porque yo aparecí? —Garrett asintió, bebiendo todo el contenido de su vaso, sirviéndose otro.
—Así mismo señor, Grey… por eso creo que el empeño de tener a su ex tenía que ver precisamente por ese odio que le profesa, solo sentía la necesidad de apoderarse de lo que a ustedes le pertenecía y el creyó suyo. —Terminó de servir el segundo trago mirando a Sam, al ver que pretendía tomar la palabra.
—Habla de la señorita Steele como si hubiese sido tan solo una pertenecía, un objeto de adquisición, y no una persona. —Christian se sentó junto a Edward, el cual había estado callado, escuchando al policía.
—Bueno, bueno… es una forma de decirlo, amigo mío. —Gesticuló los brazos—. Supongo que para una rata como Jack, la señorita Steele no era más que un objeto a ganar o más bien a hurtar. —Se encogió de hombros—. El punto es saber que están confabulando Jack y Victoria en sus contras. —Señaló tanto a Christian como a Edward, los cuales intentaban tener una conversación en privado, pero el agudo oído vampírico de Garrett escuchó claramente cuando el magnate le pidió disculpas al hijo de su mejor amigo por haberse preocupado tanto por la vida de Anastasia—. Y si ya le quitó a su anterior noviecita, lo más seguro es que ahora pretenda hacerle daño a su nueva pareja. —Los cuatro caballeros voltearon a ver al descarado policía, quien sonrió con picardía, bebiendo nuevamente todo el contenido de su bebida alcohólica.
—Si ya no tiene más nada que notificarle al señor Grey y al joven Cullen, le voy a agradecer que se retire oficial. —Exigió Taylor como buen perro guardián, cuidando no solo la integridad física del magnate sino también su reputación.
—¡Oh, vaya!... Sí que deben pagarte muy bien para alcahuetearle todo a tu jefecito. —Christian se incorporó rápidamente de su puesto, encarando al odioso hombre antes de que Taylor decidiera usar la fuerza bruta, lo que por supuesto sería contraproducente para el pobre hombre y sobre todo para los seres sobrenaturales que se encontraban en aquel lugar, quedando todos expuestos delante de los humanos.
—Muchas gracias por todo lo que está haciendo en este caso, oficial, pero…
—Teniente… soy teniente, señor Grey. —Pretendió acercarse a Christian, pero Taylor posó una de sus manos sobre el pecho del policía, quien detuvo su andar, mirando la osada mano sobre él y al dueño de esta—. Más te vale que apartes tus garras de mí , perrito faldero o juro que… —Garrett no había terminado de decir aquello cuando Sam clavó sus dedos en el brazo del policía,  empujándole tan fuerte que consiguió apartarlo tanto de Taylor como de Christian, rugiéndole al vampiro.
—Será mejor que te retires. —Ambos enemigos naturales se maldijeron y retaron con la mirada, siendo Edward quien terminara aquel posible altercado entre él lobo alfa y el policía vampiro.
—¿Garrett?... te acompaño hasta el ascensor. —Christian volteó a verle bastante asombrado, pero el chico no se amilanó ante aquella dura y retadora mirada, exigiéndole nuevamente al policía que le acompaña, consiguiendo que Sam le soltara, recibiendo del vampiro sus odiosas palabras.
—Así me gusta, tranquilito y echado a los pies del amo, perro… —Sam volvió a rugirle, consiguiendo las odiosas carcajadas de Garrett, mientras que Christian y Taylor lo maldijeron internamente, sin dejar de observarle de mala gana—. Buenas noches señores… hasta una próxima ocasión. —Al pasar por la licorera tomó una de las botellas de brandy sin destapar, llevándosela consigo con toda la desfachatez que lo caracterizaba.
—Te agradecería que trataras de ser menos petulante, odioso e irritante, Garrett. —Exigió Edward en un tono de voz tan bajo que ni siquiera Sam pudo escuchar lo que el joven vampiro había dicho, encaminándose hasta el ascensor, pulsando el botón que lo haría subir, volteando a ver al policía—. Entiendo que no te caiga Christian o que… —Garrett le interrumpió.
—¡Oh no!... si el ricachón me cae de diez. —Edward se cruzó de brazo poniendo los ojos en blanco—. Es solo que sus gustos sexuales me parecen un poco pervertidos… ¿No te parece? —El joven vampiro pulsó un par de veces más el botón del ascensor, mostrándole a Garrett lo ansioso que estaba por deshacerse de él—. No sé, eso del sado no es lo mío. —Edward miró hacía donde se encontraba Christian, el cual conversaba con ambos guardaespaldas, sin dejar de mirar a su amante.
—Eso no es asunto tuyo, Garrett. —El ascensor llegó al fin, y Edward ya estaba perdiendo la paciencia con el amigo de su padre, empujándole al interior del ascensor.
—¡Oh no!... ¡Claro que no!... ¿pero qué diría Carlisle si se llegase a enterar que su hijo se está dejando sodomizar por un pervertido como Christian? —A lo que Edward respondió, pulsando el botón de la planta baja, saliendo rápidamente del ascensor.
—Tú le dices eso a Carlisle y yo le digo a mi madre que todas las veces en las que has bromeado con mi padre no son más que un escudo falso y que en realidad has estado enamorado en secreto de él. —Edward se apartó al fin de las puertas para que estas se cerrarán, observando como el odioso y retador policía sacó su teléfono celular, mostrándole al muchacho que estaba llamando a su amigo, sonriendo con total malicia, perdiéndose de vista al comenzar a descender por el artefacto mecánico, notificándole a Edward desde sus pensamientos.
“Tú haz lo que tengas que hacer, Eddy… yo haré lo que crea conveniente” —Por supuesto al estar lo suficientemente lejos de Edward y de su poder mental, cortó la llamada, notificándole a su amigo por medio de un mensaje instantáneo que le había llamado por error, desistiendo de decirle la verdad.
—Sé que eso a ti te daría igual, Carlisle… eres un hombre de mundo, pero la adorable Esme pegaría el grito al cielo. —Sonrió al imaginarse lo que diría la esposa de su amor imposible al respecto, escuchando sonar su teléfono celular, tomándole rápidamente de la mesa, percatándose de que era un número desconocido—. Diga. —Respondió despreocupadamente el policía, escuchando la respuesta del otro lado de la línea.
—¿Alguna vez en tus trecientos años de vida has recibido algún tipo de educación, Garrett?... así no se responde una llamada telefónica —La voz de Alistair asombró al sonriente policía, quien tomó asiento rápidamente frente a su escritorio.
—Pues yo no pertenecí nunca a la nobleza como lo hiciste tú mi estimadísimo Al. —respondió de lo más sarcástico, subiendo los pies sobre su escritorio—. Yo solo fui un soldado, un guerrero y jamás me codeé con la alta alcurnia, hasta que te conocí a ti y a Carlisle. —Se hizo el silencio, pero Garrett pudo escuchar claramente las respiraciones de quienes parecían estar en aquel momento con su amigo europeo.
—Y hablando de Carlisle… ¿sabes en dónde está? —Garrett miró su reloj de pulso, notificándole a continuación.
—En estos instantes debe estar arribando a la elegante fiesta de beneficencia de los Greys, aquí en Seattle… ¿Por qué?... ¿Ocurre algo? —A lo que Alistair acotó, después de exigirle a alguien más que se calmara y esperara a que él culminará su llamada.
—Es que estoy en Forks, llegué hace tan solo unos minutos y el grupo de canes que dejó resguardando sus dominios me dio una no tan amena bienvenida. —Garrett se levantó rápidamente de su puesto, tomando su chaqueta de cuero color café, saliendo de su oficina.
—¿Los lobos te hicieron algo? —preguntó un poco preocupado, escuchando como uno de ellos le notificó que ellos no trabajaban para los Cullen y que si no tenía permiso de estar allí sería mejor que se marchara.
—Tranquilo, niño… no necesito una invitación formal de parte de Carlisle para estar aquí… porque no se visten y esperamos a que mi amigo se contacte con ustedes. —Garrett alzó una de sus cejas.
—¿están desnudos? —Sacó sus llaves del bolsillo de la chaqueta después de colocársela, introduciéndose rápidamente en la patrulla, encendiendo el auto.
—Cálmate, Garrett… no dejes volar tu perversa imaginación gay y mal intérpretes las cosas, los lobos reales al transformarse nuevamente en humanos quedan desnudos, amigo mío, no se transforman con ropa incluida como en las malas películas. —El policía asintió, colocando el teléfono en altavoz, posándolo en el soporte del auto.
—¿Por qué no mandas a la mierda a esos perros y vienes a Seattle? —A lo que Alistair respondió con su típico tono de voz relajada y pausada.
—Porque sé quién está justo ahora en Seattle, Garrett… Desde donde estoy puedo sentir su cercanía y no quiero estar allí, si ese bastardo se encuentra en aquel lugar. —El vampiro le afirmó que lo entendía perfectamente, ya que él sentía la misma incomodidad que el nómada al saber quienes estaban en Seattle—. Tú encárgate de contactar a Carlisle, dile que lo esperaré aquí en su casa pero necesito que hable con los guardianes de este lugar para que me dejen acceder a su casa.
—No te preocupes, Al… voy camino a Forks…  contactaré a Carlisle para que aclare todo este inconveniente con su líder. —Al decir aquello, Garrett escuchó como una mujer parecía estar buscando a un muchacho, llamando Paul.
—Quédate en donde estas, Emily… no te acerques. —Gritó el chico.
—Te llama Billy por teléfono, dice que Charlie está intentando llamar por teléfono al doctor Cullen… que mientras tanto mantengas al extranjero alejado de ellos. —Garrett parecía estarse impacientando tanto como Alistair.
—Apúrate, Garrett… contacta a Carlisle por mí, sabes que yo me hubiese desecho de todos ellos tan rápido que no se habrían dado cuenta de quién o de que los atacó, pero no quiero traerle problemas al líder del Clan Olympic, así que por favor resuelve esto lo más pronto posible antes de que pierda la paciencia.
—Así lo haré amigo mío. —Culminó la llamada, comenzando a realizar otra, siendo a su mejor amigo Carlisle a quien llamara rápidamente, sin dejar de conducir hasta Forks.
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El vehículo donde Christian y Edward se dirigían hasta la casa de los padres del magnate, iba escoltado por dos autos más. Uno era conducido por Taylor y Sam, mientras que el otro lo traía Sawyer en compañía de Leah, la cual se había ofrecido a ir como escolta, ya que no le permitieron ir como invitada, deseando colearse a la fiesta a como diera lugar.
—¿Entonces el matrimonio entre Emmett y Rosalie no es más que una farsa? —preguntó el magnate bastante asombrado.
—No para Emmett, él ama a Rosalie y no sabe nada de lo que pasa entre los hermanos Hale, aún. —Respondió Edward, mirando al frente—. El matrimonio que si es una farsa rotunda es el de Alice y Jasper. —Christian asintió—. Ella ya no lo ama y le ha pedido el divorcio, pero él no quiere dárselo.
—¿Por qué?... Si a quien ama es a Rosalie no veo cual es el punto de vivir una mentira con Alice. —Edward puso los ojos en blanco.
—Pues yo tampoco lo comprendo, ambos parecen tener miedo. —Christian le pregunto si se refería a los hermanos Hale, asintiendo a su interrogante—. Así es… creo que Rosalie siente un poco de culpa y no quiere destrozar a Emmett pero tampoco parece querer arriesgarse con Jasper y terminar perdiéndolos a los dos. —Christian alzó una de sus cejas—. Y lo de Jasper es más bien por sobreprotección. —El magnate volteó a verle, sin dejar de estar atento al camino—. Verás, en el fondo se preocupa por Alice y no quiere abandonarla y que ella haga lo mismo que hizo con él.
—¿Y eso que fue? —preguntó Christian bastante intrigado.
—Ella esperó a Jasper en una fuente de soda. Al verlo le dijo que lo había estado esperando por mucho tiempo, que él era el hombre de sus sueños y que ella sería la mujer de los suyos. —Christian sonrió sin poder creer en lo desinhibida que había sido la menuda chica, comparándola con su atolondrada hermana Mía—. Teme que Alice vuelva a equivocarse en sus predicciones y se involucre con alguien que no la merezca.
—Como él. —Edward asintió—. Pues me parece muy egoísta de su parte. —El vampiro le dio la razón—. Debe dejar que ella tome sus propias decisiones, que se enamore y se desilusione y se vuelva a enamorar pero, él no puede decidir por ella.
—Eso mismo digo yo. —Acotó el joven e intranquilo vampiro, el cual intentó no prestarle atención al trío de esferas en su cavidad anal, pero se le dificultaba—. No puede protegerla de las desilusiones amorosas… mírame a mí, tanto huirle a las perversiones carnales y terminó con el amo y señor de la lujuria, las aberraciones sexuales y el pecado hecho hombre en la tierra. —Aquello consiguió una carantona de carcajadas de parte del magnate, quien más que tomarlo como un insulto, sintió que el muchacho lo adulaba.
—¡Oh gracias!... eso sí que fue muy creativo de tu parte. —Ambos rieron, consiguiendo que Edward se tensara, apretando con fuerza su entrepierna.
—¡Oh por todos los cielos!... No puedo reír… eso hace que estas cosas vibren en mi interior. —Christian alzó una de sus cejas en un gesto petulante, introduciendo al fin el vehículo en el interior del terreno perteneciente al emporio Greys, en donde Carrick, el padre de Christian parecía haber tirado la casa por la ventana.
—Justo para eso sirven, Edward… para excitarte hasta el punto en el que ya no lo soportes más y… —Christian detuvo el auto, esperando a que los de adelante consiguieran un lugar en donde aparcar, susurrándole a Edward en el oído— … Me ruegues que te coja. —El chico abrió desmesuradamente los ojos, intentando no mirarle.
—Pues te vas a quedar con las ganas, porque de mí boca jamás escucharas una vulgaridad como esa. —Christian sonrió por demás divertido, depositando un gélido beso en el lóbulo de su oreja, consiguiendo que el excitado muchacho se estremeciera, valiéndose de los vidrios cromados del Audi.
—Eso lo veremos, Ed. —Puso el auto en marcha, volviendo a detenerse para que el siguiente carro aparcara o le entregara a uno de los valet las llaves del vehículo y así acceder más rápido al banquete—. ¡Por cierto!... hay algo más que debes usar. —Edward puso los ojos en blanco, observando como Christian buscó algo en la guantera.
—No voy a usar otra de tus perversiones, Christian… por más que me beses y me hagas desearte no usaré… —El joven y alterado vampiro detuvo sus apresurados reproches al ver como el magnate le entregó un antifaz azul y plateado, mientras él se colocaba uno completamente negro, sonriéndole con picardía.
—Es solo un antifaz, Edward. —Señaló a los invitados que bajaron del auto frente a ellos, mostrándole que todos llevaban uno puesto—. ¿Ves?... No es ninguno de mis fetiches… creo que más bien es uno de los de mi padre… él es el creador de todo esto… ¿sabes? —Aquello sorprendió a Edward—. Él es abogado, pero es quien ama hacer estos eventos… mi madre lo ayuda, ¡es cierto!… pero es él quien organiza casi todo y siempre sale con excentricidades como estas… —Señaló su antifaz, observando como Edward se colocaba el suyo— …O como esas. —Mostró a una especie de mimo aparcado en la puerta dándole la bienvenida a los invitados, mientras un tragafuego, deslumbraba a los que entraban al salón principal.
—Tu papá debe ser todo un personaje. —Christian sonrió, arrugando la cara.
—Que va… es lo extraño en él… Carrick es tímido, reservado, solo lo he escuchado discutir en el juzgado, pero por lo demás hace todo lo que mi madre le dice, pero desde que tengo uso de razón he sabido que es él quien organiza todo, desde el banquete, la reservación de los salones, el tema a escoger, en fin… todo, pareciera que los eventos y las fiestas son su vía de escape… es algo que aún no he entendido de él, pero la verdad es que jamás le he prestado atención.
—Hasta ahora. —Christian asintió.
—No creo que mi padre sea gay, Edward.
—No quise decir eso, Christian. —El magnate movilizó el auto, notificándole al Valet que él lo guardaría, llevando el vehículo hasta su estacionamiento privado, en donde Taylor y Sawyer, aparcaron los otros dos Audi—. A lo mejor solo es un hombre de espectáculo, y la abogacía solo fue algo impuesto por sus padres.
—Puede ser. —Acotó, Christian—. Y ahora que puede desahogarse, lo hace libremente. —El joven a su lado asintió, saliendo rápidamente del auto, al ver como Sam le abrió la puerta.
—Ya te dije que no tienes que hacer eso, Sam. —El chico sonrió, mirando a la distancia lo hermosa que lucía Alice en aquel vestido color Champagne, el cual la hacía ver bastante refinada, permitiéndole ver a Edward las intenciones detrás de sus acciones—. Tampoco debes hacerlo para ganarte mi aprobación con respecto a Alice. —Aquello ruborizó enormemente al líder de la manada, quien intentó hacerse el desentendido, notificándole que no sabía de qué demonios hablaba—. ¿Es en serio?... —preguntó Edward justo cuando Christian le exigió que le siguiera, acercándose tanto a Alice como a Jasper, quienes les esperaban cerca de la entrada—. ¿Pretendes ocultarme tus pensamientos?... no te va a servir de mucho, Sam y creo que tus emociones ya han sido percibida por Jasper. —El apuesto moreno de traje de vestir azul marino y antifaz a juego, arrugó la cara.
—Sigo sin saber de qué me hablas, Edward… la señorita Alice es una mujer respetablemente casada. —Por supuesto aquello lo dijo con una socarrona sonrisa en sus seductores labios—. Ella es una mujer a la que no se le irrespeta con malos pensamientos y mucho menos creyendo que un pelabolas como yo, puede llegar a… —El sonriente vampiro le interrumpió, incitándole a seguirle, ya que Christian les había llamado nuevamente a ambos para que se acercaran, siendo Taylor quien los empujara sutilmente para que avanzaran, después de atarse su antifaz y así pasar desapercibidos entre la muchedumbre.
—…Entiendo perfectamente lo que intentas hacer, Sam y eso habla muy bien de ti. —El chico siguió sin querer decir nada—. Pero si en el proceso de espera le das un poco de amor a mi hermana y la haces inmensamente feliz, tenlo por seguro que tendrán más que mi apoyo—. Sam asintió, palmeándole el hombro.
—Gracias. —Fue lo único que dijo, apartándose de él, después de darle una mirada fugaz a la menuda vampiresa, la cual le sonrió tímidamente, acomodándose el platinado antifaz, mientras que Jasper parecía maldecirlo con la mirada—. Con permiso. —Aquello había sido dirigido exclusivamente para Alice, quien correspondió a la muestra de respeto de Sam, el cual había inclinado cortésmente su cabeza.
—¿Y a este que le pasa?... —preguntó Jasper—. ¿Cree que con su actuación de chico respetuoso y traje elegante va a venir a dárselas de chico rico?… El mono aunque se vista de seda, mono se queda…
—…Ya cállate, estúpido. —Todos voltearon a ver a Leah, quien vestía un traje estilo oficina muy ceñido al cuerpo, acompañada de Sawyer, el cual cubrió su cara ante la vergüenza que lo embargaba, ya que para él, la chica era una completa mal hablada—. No te atrevas a hablar mal de Sam, ya quisieras tú ser tan hombre como él, pedazo de sorete… —Alice aferró con fuerza el brazo de Jasper, al ver como el colérico vampiro la miraba— …se necesitarían diez penes tuyos para hacer un solo tótem como el de mi líder, y no solo eso… —Edward cubrió su cara, mientras Christian parecía disfrutar de las odiosas y soeces palabras de la desinhibida muchacha— …Sería una blasfemia el comparar el fuego que hay dentro de él con la asquerosa frialdad de tu cuerpo… “Loki”.
La extrovertida muchacha siguió su camino después de colocarse su antifaz negro, a pesar de que Taylor le había exigido que se detuviera y se disculpara con los presentes, limpiándose el trasero con las órdenes de su superior, mostrándole el dedo medio.
—Maldita zorra… tú a mí no me hablas de ese modo… —Christian le aferró del brazo, consiguiendo que Jasper volteara a verlo, bastante asombrado ante su seguro proceder.
—Ignorar duele más que conseguir una respuesta, Jasper… y está más a la altura… déjala, ya Taylor la reprenderá. —El iracundo vampiro se sacudió su agarré, mirándole de arriba hacia abajo.
—Ya cálmate, Jasper… no pretendas lastimar a Sam y pienses que sus muchachos no respondan ante el agravio… tú empezaste, así que será mejor que te tragues tu rabia. —Alice se acercó a su hermano Edward para saludarle, habiéndolo hecho previamente con Christian, quien le expresó lo hermosa que se veía esta noche, con toda la caballerosidad que lo caracterizaba—. Entremos. —Exigió la menuda chica, tomando el brazo tanto del magnate como de Edward, dejando que ambos hombres la escoltaran, ya que Jasper se había encaminado a solas hacia la entrada principal, retirándose como alma que lleva al diablo, en busca de la única persona que realmente lo entendía y lo amaba, su adorada Rosalie.
“Esto no pudo haber salido mejor” Pensó Christian al entrar en compañía de Alice, pero los reporteros no iban a escatimar esfuerzos en desacreditar al acaudalado y cotizado soltero, atacándolo con la primera pregunta impropia en plena entrada.
—¿Señor Grey?... Lo hemos visto arribar a la mansión de sus padres en compañía del joven aquí presente. —Señaló groseramente a Edward con el micrófono—. ¿Puede decirnos quien es él? —Christian miró retadoramente al impertinente reportero, siendo el astuto vampiro quien respondiera, consiguiendo no solo la atención del periodista que había formula la pregunta, sino de todos los demás que le segundaban.
—¿Conocen a Joe Black? —Todos los reporteros rieron al darse cuenta de que el chico había citado la famosa cinta cinematográfica de Martin Brest, protagonizada por Bratt Pitt, quien interpretaba el papel de la muerte, mientras que Anthony Hopkins, era el acaudalado multimillonario, consiguiendo que Christian se relajara y sonriera como todos—. No es bueno molestar a la muerte, señor periodista... así que con su permiso. —Los tres recién llegados se introdujeron en la elegante casa, en la que Edward pudo percatarse a pesar de la remodelación y la parafernalia que adornaba la entrada, de que aquella era la casa en la que Alice lo había visto en sus predicciones, entrando de manos junto a Christian.
“¿Te diste cuenta hermanito?” Edward no dijo nada a los impropios pensamientos de su hermana, recordando sus premoniciones. “Sé que no es este el momento, pero estoy segura de que entraran a esta casa tomados de las manos y sin temor alguno al qué dirán en sus corazones” El pensativo vampiro asintió, aunque no tenía la certeza de que aquello pasara en un futuro cercano.
—Eso fue muy ocurrente de tu parte, Ed. —Alice saltaba internamente ante la dicha y el cosquilleo que le causaban aquellos cuchicheos entre su hermano y el magnate, imaginándoselos como Draco y Harry, notificándoles que iría a buscar a sus padres, intentando darles un poco de privacidad, siendo Edward quien asintiera a su acotación, sin dejar de prestarle atención a Christian.—. Y perfectamente ejecutado. Esos odiosos reporteros pretendían cocinarnos vivos y la verdad es que…
—¡CHRISTIAN!... ¡EDWARD!... AL FIN LLEGAN. —Los gritos de Mía acallaron sus aduladoras palabras, poniendo los ojos en blanco.
—Si eres la muerte, mátame…pero no dejes que siga escuchando los alaridos de esta demente. —Christian pretendió escapar, pero la chica le saltó encima, consiguiendo que Edward muriera de las risas, estremeciéndose una vez más ante lo que las esferas metálicas causaban en su próstata, vibrando al chocar entre ellas.
—Hermanito… mira lo que adquirí a escasas horas del banquete. —Mía alzó su pierna, dejando ver unos costosos zapatos de pedrería blanca y dorada, la cual hacia juego con su antifaz y su vestido blanco de corpiño bordado en piedras preciosas—. ¿No son lindos?... combinan con todo mi atuendo, hasta mis bikinis son de pedrería, tienen una hermosa mariposita hecha de diminutos cristales en el frente. —La alborotada chica señaló su pelvis, apretándola como todo un camionero.
—¡Por amor a Cristo!, Mía… eres un orangután con vestido… ¿puedes bajar la voz y comportarte como una dama tan solo un poquito? —La chica soltó una risotada, lo que por supuesto contagió a Edward e irritó aún más a Christian—. Me rindo. —Pretendió huir, pero la estrafalaria y risueña, chica se lo prohibió, jalándole bruscamente del brazo.
—Relájate Christian, nuestros padres están muy ocupados dorándose la píldora entre ellos. —Aquello se refería a adularse mutuamente—. Grace no para de hablarle a la señora Cullen sobre la casa y papá no ha dejado de cambiar de antifaz, se parece a mí en una zapatería, quiere usarlos todos en una noche… —Rió tan fuerte que consiguió que algunos de los que paseaban por el lujosos salón iluminado por enormes arañas de bronce, adornadas con cristalería fina, voltearan a verle, mirándole de mala gana.
—Estas ebria… ¿cierto? —Mía rió nuevamente, posando su dedo índice sobre sus labios, incitando a su hermano a callar.
—Solo un poquito, hermano. —Christian observó a Edward, quien simplemente se encogió de hombros—. Pero no te vayas a ir de soplón a decirles a nuestros padres. —El magnate le aferró bruscamente del brazo, pretendiendo llevársela de aquel lugar, percatándose de como un par de delicadas pero fuertes manos femeninas la apartaron de él, notificándole con voz firme pero al mismo tiempo respetuosa.
—Yo me encargo de ella, señor Grey. —Christian levantó la mirada, encontrándose con una hermosa joven de traje de sacó y corbata, el cual la hacía lucir elegante y soberbia, ya que a pesar del atuendo masculino, el usar cabello corto y engominado y al mismo tiempo llevar poco maquillaje, sus facciones femeninas y mirada angelical la hacían ver extremadamente bella, tal y como lo indicaba su nombre—. La señorita Mía es mi responsabilidad, pero su madre se empeñó en que la dejara sola, enviándome hasta la puerta para recibir a los invitados. —Tanto Mía como Edward se asombraron ante aquello, siendo Christian quien hablara.
—¿Y por qué no está haciendo lo se le ordenó? —A lo que Edward respondió, rodeando los hombros de su hermana con su brazo derecho.
—Porque Bella no está aquí para ser la sirvienta de tu madre, Christian… ella es la escolta de Mía porque se ofreció a hacerlo, ya que nadie parece tener la paciencia suficiente para controlarla y cuidarla y tal parece que Isabella es la única que…
—Así que tú eres la famosa Bella Swan. —El magnate la miró con desprecio.
—Cullen, Señor Grey… soy Isabella Cullen. —Aquello le dio en la madre a Christian, ya que detestaba que ella tuviera el apellido de Edward, imaginando que eso era lo que ella había deseado siempre, equivocándose por completo.
—Da igual. —Fue su odiosa respuesta—. ¿Por qué no le dijo a mi madre quién era? —A lo que Isabella respondió, después de saludar a Edward con un beso en la mejilla, correspondiendo a su abrazo.
—No me incomodó en lo más mínimo darle una mano a la seguridad, siempre he sido una chica muy trabajadora y no le vi importancia, pero luego me enteré que la señorita Mía estaba bebiendo demás y vine a buscarla. —La hermana de Christian rió tontamente, notificándole a continuación.
—¿No es adorable, Christ?... Nadie se preocupa por mí de ese modo… —Dejó de reír, sobreactuado una falsa tristeza.
—No digas estupideces, Mía… claro que todos nos preocupamos por ti, es solo que a veces eres irritante. —La chica lo miró de soslayo—. Mira, será mejor que te lleve hasta tu recámara. —Mía negó con la cabeza, soltándose del agarre de su hermano, tambaleándose.
—Quiero que Bella me lleve. —La delgada vampiresa soltó a su hermano, sosteniendo a Mía por un costado, consiguiendo la odiosa mirada del magnate, quien observó sus fachas tildándola mentalmente de marimacha—. ¿Sabes Christian? —preguntó la embriagada joven, mirando a su escolta—. Bella es gay. —Edward miró el molesto rostro del magnate, el cual no dijo nada al respecto, pero sus pensamientos expresaban todo el odio que le profesaba—. Y yo le vi los pechos. —Soltó una risotada, consiguiendo que todos los invitados que pasaban junto a ellos, les miraran—. Creo que al fin tuve mi primera experiencia lésbica, porque…
—Ya basta, Mía. —Gritó Christian, consiguiendo que tanto la chica como los invitados a su alrededor se sobresaltaran—. Ya deja de decir impertinencias, lo único que sabes decir son tonterías, si mi madre te escucha diciendo eso va a…
—¿A qué?... ¿A lavarme la boca con jabón?... ¿a castigarme? —Preguntó la chica bastante irritada, soltando a Bella—. Te recuerdo, así como se lo he dicho cientos de veces a ellos que no soy una niñita, tampoco una mojigata y que hago con mi vida lo que me plazca, y si lo que me place es tijeretear, pues lo haré. —Christian pretendió aferrarla del brazo para llevársela hasta su alcoba, pero Bella se lo prohibió, interceptado al magnate.
—Creo que la señorita Mía fue bastante clara con usted, señor Grey. —El asombrado hombre no pudo creer las atribuciones que la chica se estaba tomando con su hermana, retándola con la mirada—. Déjela en paz. —Abrazó a la embriagada chica, la cual comenzó a llorar, mirando tristemente a su hermano, mientras Bella observaba el molesto rostro de Edward, aquel que no pudo creer el comportamiento de su amante—. No sé qué bueno puedes llegar a ver en él… yo solo veo arrogancia y despotismo en un hombre pretencioso. —Comenzó a caminar hacía las escaleras con Mía a su lado, la cual a pesar de todo, iba defendiendo a su hermano, comentándole a Bella que Christian tenía su lado bueno, aquel que solo le mostraba a sus seres queridos.
—¿Pero qué le pasa a esa mujer?... 
—¿Qué te pasa a ti, Christian?... te desconozco por completo. —Aquello asombró aún más al consternado hombre de negocios—. Entiendo que Mía suela ser impertinente y que la noche apenas comience y ella ya este embriagada pero no te da derecho a que la trates así. —El magnate se le acercó, hablándole con prepotencia.
—¿Acaso no escuchaste lo que acaba de decir? —Edward asintió—. Le miró los pechos a tu hermana, y dice que tuvo su primera experiencia lésbica con ella… ¿Qué crees que dirían mis padres al respecto? —A lo que Edward respondió comenzando a caminar hacia la exhibición de joyas que se subastarían esa noche.
—Lo mismo que dirían si se llegasen a enterar de lo nuestro… ¿no te parece? —Christian no había pensado en sus reproches hasta ahora.
—No quise decir eso, Edward… lo siento, sé que sonó un poco hipócrita de mi parte, pero... —Edward giró raudo sobre sus pies, encarándole.
—¿Un poco hipócrita?... creo que te pasaste de la raya. —Christian suspiró, intentando controlarse, siguiéndole nuevamente al ver como el molesto joven siguió caminando.
—Está bien… me pasé… no pensé lo que dije, Edward… pero es que esa mujer.
—¡Aaahh!... ¿entonces tu ira es con Bella? —preguntó Edward, volviendo a detener su andar, mirándole retadoramente—. ¿Sabes?... no puedo entender porque la detestas tanto, es como si yo odiara a Mía… ¡por todos los cielos, Christian!... es mi hermana.
—Yo jamás me besé con Mía o tuve una relación amorosa con ella, Edward… no puedes comparar la hermandad que tenemos Mía y yo con la reciente familiaridad de hermanos entre tu ex y tú. —El vampiro sonrió con ironía.
—Eres tan inseguro, Christian… ¡escúchate, por favor!... tienes la ulcera reventada por un pasado que no regresará, mientras que tú me restregaste que aun te preocupa Anastasia, y yo simplemente te lo dejé pasar. —El molesto magnate no dijo nada—. Deja de juzgar a las personas sin antes darles la oportunidad de conocerlas...
—Es lo que siempre le he dicho, cariño… pero tu amo es tan atorrante como bello… ¿Cierto, Christian? —La voz de Elena los hizo voltear a ambos, sonriéndole a la encantadora y sexy mujer de vestido negro ceñido al cuerpo, apartando la hermosa y elaborada mascara de arlequín veneciano, la cual sostuvo por medio del soporte de mano.
—Hola Elena… me alegra verte. —Christian le dio un par de besos a su socia y ex amante, la cual le abrazó con fuerza, saludando de igual forma a Edward, quien le sonrió dulcemente, alagando a la encantadora mujer.
—Gracias Edward, querido… ustedes dos están divinamente guapos… ¿puedo saber cuál es tópico que los mantiene discutiendo entre ustedes? —Edward bajó la mirada, reacomodándose el antifaz, siendo Christian quien respondiera.
—Las ex. —Elena alzó una de sus cejas.
—Pues será mejor que me retire. —Ambos hombres rieron—. No quiero ser la manzana de la discordia de un amo y su esclavo. —Los dos caballeros se vieron a las caras, siendo Christian quien se ruborizara, aunque aquello no significaba que se avergonzaba más que Edward, quien simplemente no podía sonrojarse.
—Tú eres la excepción Elena. —Acotó Edward—. Eres nuestra hada madrina. —Aquello hizo sonreír a la despampanante rubia.
—Que tierno eres mi dulce confitado. —Lo abrazó—. Ya veo porque Christian te adora tanto. —Ambos se vieron a las caras, avergonzándose aún más de lo que ya estaban, intentando enfocar sus ojos nuevamente en Elena—. No se avergüencen, el que ustedes dos se estén llevando tan bien, íntimamente hablando, no les resta menos hombría y mucho menos los hace blancos para burlas. —Sin dejar de abrazar a Edward, tomó la mano de Christian, acercándolo hacia ellos—. Ustedes solo díganme quienes son capaces de señalarlos o etiquetarlos y su hada madrina se transformara en maléfica y los maldecirá a todos—. Los dos hombres sonrieron—. Y dime algo, bello… —Acotó la rubia mirando al vampiro— …¿Se ha portado a la altura o has tenido quejas de él? —Edward supo de sobra a que se refería Elena con aquella pregunta, deseando saber si Christian lograba satisfacerlo, bajando la mirada al responder.
—Se ha portado a la altura. —Edward sabía que Christian le había dicho todo a Elena con respecto a la relación que estaban llevando entre ellos, acotando a continuación—. Aunque sus celos son algo que me cuesta tragar—. Christian frunció el ceño, mientras Elena reía por demás divertida.
—Bueno cariño… aunque para muchos los celos son señal de inseguridad para otros como Christian, es un te quiero solo para mí. —El magnate quería meterse dentro del lujoso suelo de mármol, ruborizándose tanto que Edward pudo percibir el olor de su sangre con mayor intensidad—. ¿Sabes lo que eso significa, Edward? —Ambos hombres volvieron a verse las caras, siendo Christian quien le interrumpiera.
—Bueno… ¿Por qué no vamos a ver la exhibición de joyas?... Mía estuvo toda la semana molestándome con eso y dijo que muchas familias adineradas habían dado su contribución, así que veamos que subastarán esta noche. —El magante comenzó a caminar, y aunque Edward no necesitaba que Elena lo hiciera verbal, se lo dijo al oído, intentando que su ex amante no lo escuchara.
—Se está enamorando de ti, hermoso. —El corazón de Edward saltó tan fuerte dentro de su pecho, que estuvo a punto de gritar, al sentí como sus anhelos por Christian crecían a cada minuto, deseándole y queriéndole tanto que todas las burradas y metidas de pata que tenía con él, se disipaban ante la sola idea de que aquel hombre no solo lo deseara sino que también lo amara.
—No lo creo. —Fue lo único que pudo decir el vampiro, pero aquello más que sonar como una acotación insegura era un poco de gasolina a la fogata de sentimientos que el vampiro quería avivar con más notificaciones como esa.
—Tu solo confía en lo que te dice tu hada madrina, bello… allí donde lo vez, está deseando que todo esto termine para poder estar nuevamente a solas contigo y comerte toditito. —Edward sonrió sin dejar de caminar junto a Elena, siguiendo a Christian, quien saludó aquí y allá a los invitados, deteniéndose justo donde estaba su hermano Elliot en compañía de la señorita Kavanayén.
—¿Puedo saber qué piensas tú de todo esto? —preguntó el vampiro, intentando retardar el arribo al punto de encuentro entre ambos hermanos, quienes comenzaron a conversar amenamente, mientras Kate contemplaba las vidrieras que adornaban el inmenso salón, el cual parecía un museo de joyas antiguas.
—Yo lo único que quiero es que ustedes dos dejen de ser tan temerosos… lo que yo pueda pensar al respecto es irrelevante, querido… cuando el deseo y el amor van de la mano, los espectadores solo somos pequeñas lámparas de kerosene, mientras que ustedes son fuego y viento. —Edward le miró de soslayo—. Aunque ambos sean géminis. —El chico sonrió—. Tu eres el viento que aviva su llama interior y eso mi adorado niño, es más que suficiente para que yo les dé mi bendición. —El vampiro le abrazó lo suficientemente fuerte para demostrarle cuanto le agradaron sus palabras, pero no tanto como para lastimarle, preguntándole después de haber agradecido sus palabras.
—¿Puedo saber cómo sabes que yo soy Géminis igual que Christian? —Elena recordó el día en que ambos hombres se habían marchado, dejando a Alice y a Mía en el salón de belleza en compañía de Emmett, imaginando que había sido ese el momento en el que la rubia se había enterado de ello.
—Me lo dijo tu hermana, Alice. —Edward asintió—. Ahora ve y no te alejes de él… mira que desde que comenzamos a caminar hasta acá, por más despreocupado que quiera parecer no ha dejado de estar atento a ti. —Y así había sido, a cada tanto el acaudalado hombre le daba miradas furtivas, preguntándose qué tanto cuchicheaban su ex y su nueva pareja, ya que, aunque no lo quisiera reconocer, eso era en lo que se había convertido Edward, en su pareja sentimental—. Se siente perdido sin ti. —En cada acotación hecha por la rubia, Edward sintió como su pecho se hinchaba ante la dicha que lo embargaba—. Anda, ve… —Lo incitó comenzando a caminar hacía el otro extremo, mientras que el anhelante joven se acercó lentamente a la reunión. Saludó a Elliot, quien respondió con una de sus rocosas respuestas.
—Hola Edward… ¿Qué hacías hablando con la come hombres? —Christian miró retadoramente a su hermano, exigiéndole que no la llamará de aquel modo—. Pero hermano, esa mujer parece la viuda negra, todos dicen que ha matado a sus antiguos esposos ricachones y el señor Lincoln no fue la excepción.
—Deja de decir estupideces, Elliot, Elena es una mujer encantadora.
—Encantadora de hombres, viejo… los hechiza, los desfalca y luego los mata. —Christian puso los ojos en blanco rindiéndose con su hermano, observando como Edward y Kate reían ante las ocurrencias del atolondrado muchacho, lo que por supuesto ocasionó que las esferas volvieran a chocar entre sí, excitando nuevamente al vampiro, quien suspiró para calmar sus ansias.
—Bueno, Elliot… hablaremos en el banquete o la subasta, ya quiero ver la exhibición antes de que todo comience. —Señaló las vitrinas, enfocando sus ojos en Kate—. No lo dejes solo por favor… Mía ya se embriago y estaba dando un espectáculo, no quiero que el borracho de mi hermano termine lo que Mía comenzó. —La señorita Kavanayén le prometió a Christian que lo vigilaría muy de cerca, mientras Elliot le mostró el dedo medio a su hermano, el cual simplemente le ignoró, exigiéndole a Edward que le siguiera.
—El señor que ingiere alcohol todo los días le exige a sus hermanos que no se embriaguen. —Christian posó su mano sobre la espalda de Edward, incitándole a caminar al centro del salón para comenzar a ver la extensa exhibición.
—Pues yo bebo para ser sociable, Edward… Mía y Elliot lo hacen para convertirse en el hazme reír de las fiestas, así que no compares. —El chico asintió, sin dejar de caminar, deteniéndose justo en donde lo había hecho Christian, quien a pesar de haberse detenido, mantuvo su mano sobre la espalda del muchacho, acariciando no solo la tela del saco, sino también intentaba sentir las correas que se entrelazaban en el torso de su amante, el cual trató de esconder su erección con las manos—. Aquí esta. —Señaló la pequeña inscripción tallada en una placa de metal dorada, en donde se podía leer claramente “Familia Cullen”. —. Quería ver lo que tu familia había donado.
En la lujosa exhibición se pudo apreciar un hermoso camafeo antiguo con el emblema de los Cullen, el cual mostraba un hermoso león que significaba coraje, mientras que la mano era una promesa de fe, sinceridad y justicia, todo sobre un galón o flecha, lo que simbolizaba protección, en la que se podían apreciar tres tréboles de ken, lo que significaba perpetuidad o eternidad.
Junto al camafeo se encontraba una gargantilla con un dije del mismo escudo, un anillo y un brazalete, todo de oro macizo, mientras que el par de aretes que brillaban resplandecientemente eran de plata y diamantes, dejando a Christian realmente asombrado de la hermosa colección, escuchando lo que Edward preguntó a continuación.
—¿Y el anillo que te di?... ¿el que era de mi madre y que ibas a enviar con Taylor? —Christian volteo a verle, mirando despreocupadamente a otro lado, señalando la colección que parecía estar llamando la atención de todos.
—¡Oh mira!... veamos que hay en esta vitrina. —Intentó hacerse el desentendido pero Edward le siguió, exigiéndole en un tono de voz molesto y firme.
—No te hagas el idiota, Christian… ¿Qué hiciste el anillo? —A lo que el magnate respondió, intentando abrirse paso entre la muchedumbre.
—No quise entregarlo para la subasta… tranquilo… está bajo mi resguardo. —Edward se percató por medio de la mente del magnate, que el acaudalado hombre lo había guardado en su caja fuerte—. Prometo devolvértelo…
—No quiero que me lo devuelvas, Christian. —Explicó el molesto vampiro, atenazándole el brazo para que se detuviera, mientras los invitados comenzaron a abandonar la extensa exhibición de joyas, dándoles espacio—. Lo di para la subasta, es bastante costoso y…
—Entonces te lo pagaré. —Edward bufó por la nariz, poniendo los ojos en blanco.
—No es porque necesite el dinero, Christ… yo quería dar mi contribución… quería ver el anillo de mi madre en la exhibición y que alguien… —El alterado magnate le interrumpió, espetándole muy cerca del rostro, sin importarle nada.
—No quiero que nadie tenga ese anillo, Edward… es algo muy valioso, no solo monetariamente hablando, era de tu madre biológica, una madre excepcional ante tus ojos o eso me hiciste ver. —El chico asintió—. Pues no quiero que algo así lo obtenga cualquier pelafustán que termine regalándoselo a una de sus amantes o hetairas, quiero conservarlo. —El corazón del vampiro parecía querer salírsele por la boca ante lo que Christian le decía—.  Y sé que es de mujer pero aun así quiero conservarlo. —El chico asintió—. Si es por el dinero yo…
—Puedes quedártelo, Christian. —El joven y apuesto vampiro bajó la mirada, acercándose a la vitrina—. Si es tan importante para ti.
—Lo es. —Respondió el satisfecho hombre.
—Entonces es tuyo. —Fue lo único que dijo Edward, levantando al fin la mirada, encontrándose con una exhibición que le corroboró cada una de las visiones de Alice para esa noche, tensando por completo el cuerpo del muchacho, el cual no pudo dejar de mirar el enorme medallón de oro puro, en donde una enorme V se alzaba orgullosa y sobre ella un escudo dividido en cuatro, haciendo alusión a las estaciones del año, y dentro de los recuadros dos árboles de roble sin hojas simbolizaban la antigüedad, la firmeza y la fortaleza de aquella planta milenaria de los bosques situados al este de las montañas nevadas, al igual que dos águilas que demostraban que aquel clan estaba conformado por depredadores letales, aves de rapiña que cazan y matan a sus presas; y sobre el escudo un enorme rubí en forma de ojo, lo que por supuesto no solo representaba la jerarquía de su aquelarre sino que también daba alusión a sus malévolas miradas de demonios bebedores de sangre, mostrándose ante los mortales como sus verdugos más implacables.
—¡Wow!... Esto parece ser de mediados del siglo XVI… —Comentó Christian mirando la llamativa joya en medio de las demás, siendo una voz masculina y con acento italiano, quien argumentara a sus suposiciones.
—En efecto así es… Ese medallón perteneció a mi familia por más de tres siglos. —Edward volteó tan rápido que no se dio cuenta que lo había hecho a velocidad sobrehumana, siendo tan solo los recién llegados quienes se percataran de ello.
—Aro… —Dejó escapar en un susurro intendible el temeroso vampiro, mirando la peor de sus pesadillas hechas realidad frente a él y junto a Christian.
—Edward Cullen… la joya más preciada de Carlisle… —Se acercó al petrificado joven, quitándose no solo su máscara victoriana, sino también uno de sus guantes, dejando ver sus espeluznantes ojos color escarlata, y su prepotente rostro de todopoderoso—. ¿Cómo estás? —Edward respondió que bien, tan solo por simple cortesía, aunque estaba a punto de vomitar ponzoña de los nervios—. Veamos qué tan cierto es eso, pequeño lector de almas. —Extendió su mano hacía el inmóvil vampiro, el cual supo de sobra lo que pretendía el líder del clan Vulturi… leer su mente.
—Aammm… ¡Aro!... te presento a Christian Grey… él es… —Edward no había terminado de presentarle al magnate cuando el intimidante vampiro le aferró de la mano, pretendiendo ver en su mente no solo lo que estaba pensando en aquel momento. Aro podía hacer un rápido pero completo recorrido por la mente del hijo de su mejor amigo si así lo quisiera, ya que el don del italiano, aunque solo funcionaba al tacto, era más intenso que el de Edward, pudiendo ver todo lo que él quisiera ver, aunque el joven inmortal no lo estuviese pensando en aquel momento.
—¿Pero qué demonios? —Edward pudo percatarse por medio de su poder mental que Aro parecía tener problemas para leer su mente, sintiendo como el consternado inmortal apretó con fuerza su mano, sin poder creer que no pudiera ver absolutamente nada, a lo que Edward agradeció internamente, ya que lo que menos deseaba era que el italiano se enterara de todo lo que estaba pasando entre él y Christian, sin saber aún por qué no podía ver nada, hasta que la voz de Jane detrás de su amo, llamo su atención.
—Es ella, mi señor… —Aro volteó a ver de quien se trataba, encontrándose con Bella a los pies de las escaleras, intentando mantener su escudo sobre Edward, lo que por su puesto Jasper había descubierto, al darse cuenta de cómo su nueva hermana parecía emanar de vez en cuando una especie de protección cada vez que él discutía con los lobos, como si quisiera protegerlos a todos, emitiendo aquella especie de campo magnético que le resguardaba sin darse cuenta, siendo precisamente el preparado soldado quien la entrenara para que supiera como usarlo y proyectarlo—. Dolor. —Jane intentó neutralizarla con su don, pero aquello no causó daño alguno en la integridad física de la muchacha.
—Aammm… disculpen. —Christian llamó la atención de todos los presentes, consiguiendo que tanto Edward como Aro voltearan a verle, mientras Jane siguió intentando causarle daño a Bella, sin éxito alguno—. Lamento interrumpir su extraño comportamiento, y su inusual forma de presentarse, señor… —Volteó a ver la placa que indicaba el apellido de quienes habían donado las antiguas joyas— …Vulturi, pero el banquete y la subasta comenzarán en unos minutos, así que si nos disculpan. —El magnate tomó a Edward del brazo, llevándoselo consigo sin mediar más palabras, pensando que aquel hombre era bastante extraño, observando por medio del rabillo del ojo como Aro aferró a Jane de los hombros, susurrándole algo al oído, lo que Edward ya había leído en su mente, mirando a todos lados, en busca de su familia, para notificarles lo que estaba a punto de pasar.
—Los planes siguen en pie, Jane. —La pequeña pero letal vampiresa asintió, dándole una última mirada a Bella, la cual les siguió desde una distancia considerable, intentando proteger a su hermano de ella—. Después de la subasta todas las joyas de la familia volverán a nuestras manos. —Jane asintió argumentando a continuación.
—Y quienes las hayan adquirido se convertirán en nuestros suculentos aperitivos de esta noche. —Edward siguió caminando por inercia hacía la mesa que le habían asignado a los Cullen, intentando mantener su rostro inmutable y calmó, pero los pensamientos de Christian lo alteraron el doble de lo que ya estaba, ya que si de algo estaba enterado el joven psicólogo era acerca de lo competitivo que solía ser el magnate, prometiéndose internamente.
“Obtendré ese medallón antiguo, cueste lo que cueste” —Y mientras Alice era atacada por una más de sus premoniciones, Edward se planteó el modo de cambiar el curso de los acontecimientos de esa noche, ya que si algo no iba a permitir, era que nadie, ni siquiera el gran Aro Vulturi, le arrebata a su adorado Christian.
 

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