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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Despedidas
Por más resplandeciente que el sol brillara en la fría ciudad de Forks, no lograba dar la calidez que necesitaban los adoloridos corazones que pretendían darle el último adiós a Billy Black, en el exclusivo cementerio de la reservación, tal y como lo había pedido el difunto líder de los Quileutes, el cual fue enterrado junto a su ya fallecida esposa e imprima, Sarah.
Jacob parecía estar en modo seguro, no dijo ni realizó absolutamente nada. A su llegada a Forks, lo único que hizo fue ver si sus hijos estaban bien, para luego cargar el cuerpo ya sin vida de su padre antes de que los médicos forenses intentaran llevárselo, manteniéndolo un largo rato entre sus brazos, dejando que sus lágrimas cayeran copiosas por su acongojado rostro, mientras Bella fue a ver a Charlie después de abrazar y darles calor de madre a sus pequeñines, encontrando al jefe de la policía inconsciente, despertando cuando el amanecer al fin había llegado, recordándoles que a pesar del dolor y la desesperanza, la vida seguía y había que vivirla con todos los pesares y sufrimientos que se tenían a cuestas.
Mientras preparaban el cuerpo de Billy para el último adiós, los hermanos Clearwater habían llegado en compañía de Sam y de Embry, siendo el líder de la manada quien le pidiera prestada la camioneta a Emmett y así poder rendirle tributo al anciano en el sepelio que estaba por comenzar, mientras que Seth y Leah se habían trasladado al hospital de Forks al saber que su madre había recibido una contusión, escuchando de los labios de su propia madre lo que había sucedido la noche anterior, después de haberse realizando todo tipo de exámenes y placas que descartaran cualquier coágulo o hematoma que pudiese traerle complicaciones a largo plazo.
Le dieron de alta a la mujer, y los tres se encaminaron lo más rápido que pudieron hasta el cementerio, en donde Jacob, Sam, Paul y Jared traían en alza la urna con el cuerpo del único hombre que había logrado conquistar el hermético, temeroso y enclosado corazón del jefe de policía, el cual siguió sin poder creer que dentro de aquel féretro se encontraba el ser humano que amo en secreto como a nadie había amado, intentando sostener un rostro inmutable delante de su hija, la cual mantuvo a ambos niños entres sus brazos, meciéndolos para mantenerlos dormidos.
“Aguanta por favor, no te desplomes delante de todos” Se dijo así mismo Charlie, sintiendo que las piernas le flaqueaban y su careta de hombre correcto se caía a pedazos, sintiendo que aquel momento parecía eterno y que el tiempo se relentizaba con cada paso que daban hasta el lugar donde sería enterrado, suspirando para controlar todo su pesar, intentando sostener el paraguas con el que cubría a Bella y a los niños, ya que habían personas en el sepelio que no sabían de la existencia de criaturas sobrenaturales, siendo los Cullen y los vampiros recién llegados a Forks, quienes usarán sombrillas para cubrir su reluciente piel de los rayos del sol.
Posaron el féretro sobre los cuatro soportes laterales, y las lágrimas comenzaron a fluir incontrolable, ante el arribo de la familia Clearwater, siendo Sue quien llorara sin control alguno ante el amor que la viuda de Harry le había profesado a Billy en los últimos años, mientras que Charlie tuvo que tragarse todo su dolor, sin poder llorar sobre la urna de su amado amigo, cerrando con todas sus fuerzas, tanto ambos puños como sus ojos, rogándole fortaleza a Dios para no desmoronarse como lo estaba haciendo aquella mujer sobre la última morada de aquel Quileute.
Garrett, Alistair, Carlisle y Esme se encontraban juntos a la diestra del féretro junto a varios Quileutes y desconocidos de la zona, mientras que Charlie, Bella y los niños, al igual que los dos jóvenes Clearwater estaban a la izquierda, en compañía de las hermanas de Jacob, Rachel y Rebecca, quienes habían sido llamadas por Sue, por petición del mismo Jacob, el cual siguió sin querer decir nada, cubriendo sus hinchados ojos detrás de unas gafas de sol, tal y como lo hacía Charlie, dejando que las lágrimas rodarán por sus mejillas, sin emitir gemido alguno que delatara todo el dolor que apresaba su corazón, dejando a Sam, a su esposa, a Jacob, Paul, Embry y Jared ocupar el puesto frente al ataúd, para honrar al líder de la tribu y antiguo jefe de manada.
—Míralo, Al… —Susurró Garrett tan bajó y tan rápido que ni siquiera Esme pudo escucharle—. Sé lo que está pensando. —Alistair le preguntó si ahora podía leer la mente como el hijo de Carlisle—. No necesito leerle la mente, ese ceño fruncido, sus manos en un puño y sus lágrimas son indicativos de que desearía ser él quien estuviese llorando sobre ese féretro. —Carlisle chitó para que dejarán de hablar, justo cuando un chamán hizo acto de presencia, caminando hacía ellos para auspiciar el ritual de elevación del alma de Billy hacía el descanso eterno, rogando porque los espíritus le guiaran.
—No podemos hacer nada por él, Garrett, guarda silencio y deja tus impertinencias para luego. —El anciano comenzó a decir palabras en Quileute, traduciéndolas en inglés para que todos los presentes le entendieran, siendo Sam y Paul quienes apartaran a Sue del féretro, logrando que Emily se le acercará y le abrazara para consolarla.
Después de un largo rato en silencio, cada uno comenzó a despedirse a su modo, Sam con palabras de respeto en su idioma nativo, mientras que Sue no pudo decir nada coherente, llorando al igual que Emily, mientras que Jacob simplemente posó su mano sobre el ataúd, dejando que las lágrimas hablaran por si solas, y los Cullen y compañía permanecieron en silencio y con la mirada en el féretro, hasta que todo el silencio fue roto por quien Garrett creyó que no conseguiría las fuerzas necesarias para despedirse de su amado.
—Adiós viejo amigo… cada persona que llegó a amarte sé que mantendrá vivo tu recuerdo en sus corazones. Ya no tendrás que sufrir más… —Enmudeció al darse cuenta de que había hablado de más, intentando solventar la falla— …Todas tus dolencias y sufrimiento interior ya no te agobiaran y serás libre de todo. —Mientras que para muchos aquello hacía referencia a las dolencias físicas a causa de su parálisis y el tener que estar confinado a una silla de ruedas, solo Charlie y Garrett supieron que aquello significaba estar libre de toda culpa ante el amor que nunca pudo ser y el que jamás seria, dejando al sheriff con un profundo vacío y sobre todo con aquella carga a cuestas.
—Qué Dios te acoja en su reino, Billy Black… descansa en paz, viejo amigo. —Fueron las últimas palabras de despedida, dichas por un anglicano como lo era Carlisle, aunque para los Quileutes sus palabras no significaron nada, permitiéndole al hombre hacer aquella despedida a su modo y a sus creencias.
Comenzaron a bajar el féretro entre los cuatro hombres que lo habían llevado sobre sus hombros, mientras el llanto de todos los presentes comenzó a inundar el lugar una vez más, incomodando tanto a Alistair, que fue el primero en apartarse del funesto ritual, al recordar tantos funerales que tuvo que presenciar en el pasado, siendo el de Anne, el último de ellos, enterrando trozos desmembrados de un cuerpo que él había amado hasta la saciedad, maldiciendo internamente al culpable de su muerte… Demetri Vulturi.
Poco a poco fueron arrojando palas de tierra sobre el ataúd, hasta cubrirlo en su totalidad, siendo Charlie el primero en dejar su ofrenda de flores, mientras Sue y sus hijos lloraban abrazados la muerte de quien pudo haber sido un estupendo padre, siendo Carlisle quien se acercará a Jacob, a pesar de que aquello podría ser contraproducente para todos, logrando que Bella fuese la primera en estar alerta, entregándole el niño a Rachel y la beba a Rebecca, acercándose a su ex, mirado a su nuevo tutor.
—Sé que no existen palabras que puedan mitigar tu dolor, Jacob, pero… —A lo que el serio y lloroso muchacho alegó, quitándose las gafas.
—No Doc. No las hay. —Bella le aferró del brazo, deseando que entendiera la indirecta de que debía calmarse y medirse con el amable vampiro—. Solo existe una cosa que logrará traerme la paz y la tranquilidad que tanto deseo para mis hijos y mi gente… —Sam ya se había acercado al tenso muchacho por si debía controlarle— …Ver a esa maldita perra desmembrada pieza por pieza y quemada hasta que no quede nada de ella… ni siquiera su recuerdo.
—Y todos te apoyamos en eso, Jacob. —Acotó Sam, posándose frente al beta de la manada—. Pero debes controlarte Jake… estamos rodeados de personas que desconocen todo el mal que nos rodea y no creo que sea prudente que…
—A la mierda todo esto, Sam… —Los Clearwater ya se habían dado cuenta de lo que estaba pasando, siendo Leah la primera en pedirle a Paul y a Emily que le ayudaran a sacar a toda aquella gente de allí, mientras que su líder intentaba calmarlo— …Es mejor que todos se enteren de una maldita vez lo que está pasando aquí y en Seattle. —Charlie se acercó al iracundo chico, preguntándole con voz enérgica y retadora.
—¿Y de qué nos sirve que lo sepan, Jacob?... ¿Acaso eso los ayudará a defenderse del peligro?... ¿Acaso eso ayudó a tu padre?... Él sabía a lo que se estaba enfrentando y no pudo hacer nada al respecto, ninguno pudo hacer nada por él, aunque todos lo sabíamos, así que bájale dos a tu irá porque eso no revivirá a Billy, y mucho menos a todos los que murieron esa noche. —Jacob comenzó a perder la calma que había estado tratando de mantener, gritando y despotricando a los cuatro vientos toda la rabia, el dolor y la frustración que sentía, desplomándose sobre el suelo, siendo Bella quien se arrodillara junto a él, abrazándole con todas sus fuerzas.
—Él no debió morir, no debió morir. —Gimoteó el desconsolado joven como si fuese un pequeño niño, golpeando una y otra vez el suelo—. No vio crecer a sus nietos, no me dejó ni siquiera despedirme de él… no es justo, Bella… no es justo…
—No Jacob… no lo es. —La triste vampiresa abrazó con todas sus fuerzas al padre de sus hijos, quien a pesar de todo lo malo, era un hijo excepcional y un padre ejemplar—. Todos amábamos mucho a Billy y lo vamos a extrañar, pero no puedes desmoronarte justo ahora, Jake… esa maldita tarde o temprano va a pagar todo el daño que nos está ocasionando y no va alcanzar ni a trocitos para que cada uno de nosotros le cobre lo que nos está haciendo. —Jacob correspondió a su abrazo, olvidando por completo sus disputas y desacuerdos con su ex y sobre todo que ahora pertenecía a la raza enemiga dejando que lo consolara.
—Será mejor irnos, Carlisle… —Le exigió Esme a su esposo, tomándole del brazo—. Lamento de corazón su pérdida. —Se disculpó con todos los presentes, llevándose consigo a su esposo, el cual le dio una mirada furtiva a sus dos amigos, siendo Garrett quien les exigiera que los esperaran en el auto, acercándose cautelosamente a la reunión, ganándose la inquisidora mirada de cada uno de los presentes, mientras que Alistair lo esperaba desde una distancia prudente, negando una y otra vez ante su impertinencia.
—Disculpen mi intromisión. —Enfocó sus ojos en Charlie—. En verdad lamento mucho su pérdida, el señor Billy parecía un hombre a todo dar. —Alistair cubrió su rostro con cierta vergüenza ante lo igualado que Garrett era, mientras Carlisle le abrió la puerta del auto a su esposa, observando toda la escena—. Pero necesito que el jefe Swan me regale unos minutos de su valioso tiempo. —El aludido asintió, pidiéndole disculpas a todos los presentes, apartándose de la reunión, justo cuando Jacob comenzó a tomar compostura, incorporándose del suelo con la ayuda de Bella, acercándose a sus hermanas para abrazarles en compañía de sus dos hijos.
—Usted dirá, teniente. —Alegó Charlie, esperando a que el policía citadino hablara.
—Debo volver a Seattle, jefe. —Charlie asintió, dándole una mirada furtiva a quienes seguían en el cementerio, posando ambas manos sobre sus revolverás—. Debo incluir este incidente en los archivos de mi jurisdicción pero no crea que se deshará de mí tan fácilmente. —Sonrió con picardía, mirando a Alistair a espaldas de Charlie, percatándose de como su amigo negaba una y otra vez con la cabeza.
—Por alguna extraña razón me imaginé que así sería. —Charlie se quitó las gafas oscuras, mirando a Garrett con el rostro serio aunque sus ojos aun denotaban el cansancio y la inflamación de sus párpados ante el llanto—. Supongo que querrá que la policía de Seattle trabaje en conjunto con la de Forks… ¿Cierto? —El vampiro asintió.
—Así es jefe Swan y no solo eso. —Garrett volvió a mirar a su amigo, el cual volvió a negar tanto con la cabeza como con los brazos, tratando de que su amigo no metiera la pata con el policía, aquel que volteó a ver lo que el teniente veía, consiguiendo que Alistair comenzará a espantar unas moscas inexistentes, haciendo sonreír a Carlisle, el cual no sabía que demonios se estaban tramando aquel par de atolondrado—. Quiero que sepa que en mí tiene a un amigo. —Sacó su tarjeta de presentación—. Aquí tiene el número de teléfono de mi oficina, el de mi celular y la dirección de la comandancia. —Charlie miró por ambas caras la lujosa tarjeta, percibiendo un leve aroma a colonia masculina, acercándola a sus fosas nasales.
—Mmm… los policías citadinos deben ganar muy bien como para poder pagar tarjetas de presentación tan finas como estás y colonias tan caras. —Garrett sonrió a la acotación del policía, percatándose de que Alistair también reía, burlándose de las nefastas intenciones de su amigo de caerle bien al hermético, cerrado y odioso hombre.
—Sí, bueno… la verdad es que no somos bien pagados pero tener más de trescientos años, te da bastante tiempo para ahorrar. —Charlie asintió con desgano, guardándose la tarjeta en el bolsillo interior de su chaqueta—. En verdad lamento mucho su pérdida, jefe Swan… Y entiendo perfectamente su dolor y lo duro que es no poder expresarlo como quisiera. —Alistair cubrió nuevamente su rostro, mirando a otro lado, mientras Esme parecía deseosa de irse, preguntándole a su esposo cuando se irían.
—En unos momentos, Esme. —Carlisle siguió observando la interacción entre su amigo y el jefe de policía, intentando escuchar lo que decían.
—¿No entiendo de que me está usted hablando, teniente? —Charlie frunció el ceño, mirándole retadoramente, mientras Alistair siguió ejecutando todo tipo de señas a su amigo para que desistiera de hablar más de la cuenta, pero Garrett estaba decidido a hacerlo.
—Lo que quiero decir es que comprendo que un hombre como usted deba ocultar sus sentimientos delante de todos por él que dirán, pero conmigo no tiene porque ocultar lo que sentía por él difunto, jefe… porque yo… —Garrett no había terminado de decir aquello cuando Charlie se le acercó, aferrándole del cuello de la chaqueta.
—Escúchame bien, infeliz… no se que mierda pasa por tu cabeza pero no dejaré que confundas las cosas porque entre Billy y yo… —A lo que Garrett respondió, aferrándole de las muñecas, quitándoselo de encima.
—¡Oh no, si yo no confundo nada, sheriff!... yo escuché perfectamente como usted le decía a Billy entre gimoteos cuando lo amaba. —Si algo odiaba Garrett era que le quisieran ver la cara de idiota y sobre todo a los homosexuales enclosados como el jefe de policía—. Pero tranquilo, siga encerrado en su doble vida y ahóguese solo en el mar de la desesperanza, encerrado en un closet que al parecer le queda muy pequeño. —A pesar de que Charlie sabía que aquello no lo dañaría, sacó uno de los revólveres que guindaba sobre sus caderas, apuntándole con este al vampiro.
—Más le vale que no se atreva a decir ni una sola palabra de lo que, según usted, escuchó maldito entrometido… no es ni su problema, ni mucho menos de su incumbencia lo que yo haya tenido en el pasado con el difunto, espero que por su bien mantenga su gran bocota cerrada y… —Garrett era tan o más atravesado que Charlie, arrebatándole bruscamente el arma con la que le apuntaba, espetándole al molesto y tembloroso hombre, aquel que aun no podía concebir que alguien lo hubiese podido escuchar.
—¡Oh, no se preocupe sheriff!... no tengo pensado ir a publicarlo en el periódico local, y mucho menos se lo pienso ir a decir a su hija, eso es asunto suyo y es su deber quitarle la venda de los ojos, pero sí le voy a decir una cosa. —Aferró el revólver con ambas manos, doblándolo como si se tratase de una simple pistolita de juguete, atestándosela en el pecho al iracundo y al mismo tiempo aterrado hombre, el cual temía enormemente que su secreto se supiera—. Si hay algo que detesto en la vida es a hipócritas como usted, a gente temerosa de que sepan sobre sus gustos sexuales. —Le miró de arriba hacía abajo—. No sabe cuanta admiración le tuve anoche cuando se enfrentó sin temor alguno a esos neófitos, pero el verlo temblar de pavor ante la simple idea de verse descubierto es algo que le resta mucha hombría, señor “me-hago-el-hetero” —Lo empujó, consiguiendo que el pasmado policía cayera de culo sobre el suelo, con la pistola en forma de pretzel en su pecho—. Si llega a  saber o a necesitar algo de mi, llámeme… no tengo inconvenientes en recibir un poco de ayuda o dársela, sheriff, pero ser amigo de un cobarde, eso nunca… así que adiós.
Carlisle ya se había acercado a Garrett, exigiéndole una explicación sobre aquel comportamiento, siendo Alistair quien se acercara a socorrer al petrificado hombre sobre el suelo, disculpándose ante el impropio comportamiento de su amigo, ayudándole a levantarse.
—¿Qué fue todo eso, Garrett? —El molesto vampiro no dijo nada, caminando hasta el vehículo de Carlisle, ya que el suyo lo había dejado aparcado en territorio Quileute, ignorando la pregunta de su amigo, introduciéndose en la parte trasera del auto, mirando un punto muerto—. ¿Te encuentras bien, Charlie? —preguntó el rubio vampiro, mirando al incómodo y molesto hombre sacudirse el uniforme, mientras contemplaba el colérico rostro de Garrett en el interior del Mercedes.
—Sí, sí… estoy bien… solo fue un mal entendido entre el teniente y yo. —Suspiró para controlar sus nervios—. Con permiso. —Se apartó de ambos vampiros, encaminándose a la reunión de los lobos, siendo Bella la que se acercara a Charlie, preguntándole que le había pasado—. Nada, hija… tropecé y me caí, nada más. —El tembloroso policía rogó porque nadie más hubiese escuchado todo lo que aquel petulante, odioso y entrometido hombre le había dicho, temiendo que lo descubrieran después de tantos años ocultando aquello.
Carlisle y Alistair caminaron hasta el auto, siendo el europeo el que le preguntara a su amigo el policía si estaba bien, mientras que el acomedido médico prefirió no decir nada, dejando que el molesto vampiro hablara cuando él así lo dispusiera.
—¿Y bien? —preguntó Jacob mirando a Bella—. ¿Qué decides? —La pensativa neófita miró a sus hijos en brazos de sus dos tías, quienes parecían estar encantadas con el par de pequeñines, los cuales ya habían despertado, riendo y balbuceando—. Es más que obvio que los niños no se pueden quedar aquí, y el llevárnoslos con nosotros sería como entregárselos a esa maldita desgraciada en bandeja de plata, así que creo que es mejor que Rachel y Rebecca se los lleven. —La madre de los niños sintió cierto pesar ante la simple idea de que se los llevarán lejos, pero Jacob tenía razón, tanto en Forks como en Seattle los gemelos corrían peligro, asintiendo a la acotación de su ex pareja.
—Bien… —Se acercó a los niños, depositando un maternal beso sobre sus frentes—. Qué las tías se los lleven… —Ambas chicas asintieron, prometiéndole tanto a Bella como a Jacob cuidar a los querubines como si fuesen suyos, alegando que dos mellizas entenderían perfectamente a dos bebés gemelos, apapachando a ambos niños—. Pero deben enviar fotos diarias, si tienen alguna pregunta no duden en hacerlas, les daré mi número de teléfono y quiero que me mantengan informada de ellos. —Las dos chicas le prometieron que así lo harían, notificándoles que su tía las ayudarían con los pequeños.
—Bien… ya está decidido. —Alegó Jacob mirándolos a todos, enfocando sus ojos en el padre de Bella—. Hiciste todo lo que estuvo en tus manos, Charlie… pero será mejor que escondamos a los niños… esa maldita nos está retando y va a seguir lastimándonos en donde mas nos duele, así que sin duda esto es lo mejor. —El jefe de policía asintió.
—Lamento no haber podido hacer más, Jacob. —Charlie bajó la cabeza con cierto pesar, sintiendo como el corpulento muchacho le abrazaba, palmeándole la espalda.
—Lo sé jefe, eso lo sé muy bien. —Bella comenzó a llamar a Jasper por teléfono, no solo para que sacara un permiso para que ambos niños pudiesen viajar con sus tías, sino para que Alice consiguiera los boletos en primera clase, de vuelta a New York, que era en donde las hermanas de Jacob vivían.
Los vampiros ya se habían ido, pero Charlie no pudo dejar de pensar en todo lo que el policía le había dicho, comiéndose las uñas ante los nervios, sin saber si lo dicho por aquel atorrante inmortal era cierto o a la primera oportunidad abriría la boca, imaginando que su amigo el europeo también lo sabía.
“¿Cómo pude ser tan imprudente, eso le pasa a la gente que se deja llevar por sus sentimiento” Se retó así mismo, sin dejar de pensar en lo que podría llegar a pasar si lo de Billy y él se supiera, mirando a Jacob jugar con los niños, volteando la cara. “Jacob nos odiaría, él repudiaría a su padre y no puedo dejar que eso pase” Negó una y otra vez con la cabeza, sobresaltándose al sentir la fría mano de su hija sobre su hombro.
—¿Te encuentras bien, papá? —Charlie asintió, intentando sonreírle.
—Sí, Bella… estoy bien… ¿y tú? —La chica le comento que triste ante todo lo que estaba pasando, deseando que todo aquel karma, terminara de una vez—. Todos lo esperamos. —Siguieron conversando, mientras Sam intentó hablar con su esposa sin que la chica se muriera del miedo ante su presencia.
—¿Estás bien? —preguntó el líder de la manada y posible jefe de la tribu, ya que después de Billy, Sam podría llegar a ser considerado como el nuevo chamán al ser el líder de los lobos, o al hijo del jefe anterior, quien en este caso era Jacob.
—Estoy bien, Sam. —Fue la tímida respuesta de Emily, bajando la cara, al ver como su esposo pretendió acomodar uno de los mechones sueltos de su larga cabellera, detrás de su oreja.
—Supe lo que sucedió con Quil… lo siento mucho, sé que lo querías mucho y también sé que debimos regresar para darle santa sepultura, así como lo hicimos con Billy, pero… —Paul le interrumpió.
—Pero era más importante cuidarle las espaldas a los Cullen que a los tuyos..  ¿no? —Emily abrió desmesuradamente los ojos ante aquello, temiendo un enfrentamiento entre su esposo y su enamorado furtivo, observando como Sam volteó a verle, inclinando la cabeza hacía un lado, en un gesto petulante.
—¿Perdón? —preguntó Sam, encarándole.
—Lo que oíste. —Espetó el impertinente aunque decidido delta—. Prefieres hacerte el guardaespaldas de la chupasangre adivina que estar aquí con los tuyos y proteger a tu esposa… esa maldita pelirroja estuvo aquí y van dos veces que casi la mata, pero tú lo único que haces es jugar a hacerte el Kevin Costner con la vampirita cuando tendrías que estar aquí… —Sam no le permitió ni una insubordinación más de su parte, aferrándole por el cuello.
—Primero y principal quiero que entiendas una cosa, Paul. —Lo zarandeó un poco, llamando la atención de todos los presentes, siendo Jacob el primero en acercárseles, aunque poco podría hacer por su amigo ya que retar al alfa de la manada era algo que se podía tomar como una especie de sublevación a las leyes lobeznas y por consiguiente a la manada misma—. Yo no tengo porqué darte explicaciones a ti sobre mis actos o las decisiones que tomo, segundo no eres quien para recriminarme nada, ya que si mi propia esposa no lo ha hecho, tú no tienes porque exigirme a mí nada y mucho menos en ese tono. —Paul comenzó a temblar, pretendiendo transformarse, pero tanto Seth como Leah flanquearon a su alfa, mirando retadoramente al iracundo muchacho, mientras sus temperaturas corporales aumentaban ante una posible mutación, siendo Charlie quien sacara el revólver que aun le quedaba, intentando calmar las aguas aunque ya no había nadie en el cementerio.
—Será mejor que se calmen o voy a empezar a repartir tiros… sus malditas disputas las pueden hacer en la reservación, pero aquí no… no en donde acabamos de darle santa sepultura al jefe de la tribu.
—Será mejor que no te metas en esto, Charlie. —Exigió Jacob apartándolo de la disputa—. Esto es cosa de lobos y ya va siendo hora de que este conflicto entre Paul y Sam termine. —Tanto el alfa como el delta siguieron temblando, mirándose retadoramente a los ojos, siendo Emily quien se interpusiera entre los dos, comenzando a llorar.
—No por favor, no lo hagan… Charlie tiene razón, no es el lugar ni el momento para esto. —Tanto Sue como Leah le exigieron a la temerosa chica que se apartara y dejara que ambos lobos se enfrentaran—. Te lo suplico, Sam… te lo ruego… no lo hagas. —Se arrojó a los pies de su esposo, implorándole que no lo hiciera, ya que ella sabía quien ganaría aquella disputa, deseando no perder a la persona que ella tanto amaba.
—Emily por favor, levántate. —Le exigió Sue, pero la llorosa mujer siguió arrodillada frente a Sam y cubriendo a Paul, siendo el esposo de la chica quien le pidiera a la viuda Clearwater que no interfiriera.
—Ya has decidido, Emily. —Todos miraron expectantes la dramática escena, observando como Sam se acercó a su mujer, tomándola por ambos brazos para levantarla del suelo—. No abogaste por mí, no te interpusiste entre Paul y yo, sino que interferiste en lo que pudo haber sido su destierro de la manada o peor aun su muerte. —La chica no pudo dejar de llorar, temblando frente a Sam—. Fuiste capaz de defenderlo de la persona a la que más le has temido y debo decir que tienes más agallas que este idiota por él que tanto suspiras. —Miró retadoramente a Paul, el cual no le quitó los ojos de encima a pesar de sentir cierta vergüenza ante lo que su alfa decía—. Tranquila Emily. —Le abrazó y por primera vez en mucho tiempo ella correspondió a su abrazo, ya que por más cariñoso que Sam intentaba ser con la chica, ella siempre terminaba huyéndole ante lo que había visto en el pasado del líder de la manada, quien había sido capaz de lastimarla en su noche de bodas, no solo física sino emocionalmente.
—Bueno, bueno… ¿se van a romper las caras, se perdonarán, se darán las manos o se besarán? —Sam volteó a ver a Jacob, quien había hecho reír tanto a los hermanos Clearwater como a Bella, consiguiendo la retadora mirada de su alfa—. Y no hablo de ti y de Emily, Sam… hablo de Paul y tú, porque estás disputas entre ustedes dos ya me tienen con diarreas… así que o se rompen la madre de una buena vez, o se besan como par de maricones y asunto arreglado. —Esta vez todos rieron menos Charlie, quien se puso cada vez más nervioso ante las hirientes palabras del hijo de su difunto amante, sintiendo una opresión en el pecho ante lo que podría llegar a decir aquel muchacho ante todo lo ocurrido entre él y su padre si Garrett hablaba más de la cuenta.
—Más respeto Jake… le estás hablando a tu alfa. —El chico le sonrió, palmeándole el hombro, señalando a Paul, quien ya se había calmado, esperando a que Sam soltara a su esposa y terminara de hablar—. ¿Emily? —La chica levantó la cara, apartándose un poco del apuesto lobo—. Ahora que Billy ya no está y que soy el nuevo jefe de la tribu hasta que el consejo dictamine lo contrario ya no tenemos que seguir fingiendo. —La joven bajó la cabeza, al ver como su esposo se quitó el anillo de bodas, entregándoselo con un beso, después de depositar en la palma de su mano el aro de matrimonio que los representaba como esposos—. Eres libre… —Ella no pudo creer que así era, mirando a Paul, el cual estaba tan escéptico como ella—. Cuídala bien… ahora es tú responsabilidad.  —El delta de la manada asintió extendiendo la mano hacia su alfa.
—Sin duda lo haré. —Ambos estrecharon sus manos, siendo está vez Leah quien hablara.
—Bien… ya que los machos no medirán su hombría con una estúpida riña callejera, que alguien me diga cual es el siguiente paso, ¿nos quedamos o regresamos a Seattle? —A lo que Jacob respondió, encaminándose hasta donde se encontraban sus dos hermanas con sus hijos.
—Nos vamos. —Aquello sorprendió a todos, ya que a quien menos creyeron deseoso de regresar, fue el primero en responder con una acotación como esa—. Mis bebés se irán y mi padre ya no está… —Tornó el rostro triste—. Por los momentos no quiero estar en un lugar que me recuerde constantemente mi pérdida—. Bella se acercó a Jacob, abrazándole por detrás y ambos sintieron que ya todo había sanado entre ellos, perdonándose mutuamente los errores cometidos en una relación sin futuro.
—Entonces volvamos, Jake… y atrapemos de una vez por todas a esa mujerzuela. —Jacob asintió, despidiéndose tanto de sus hermanas como de sus hijos, siendo Bella quien acotara al darse cuenta del nuevo mensaje de texto por parte de Alice, el cual decía que todo estaba listo y a la espera de ser recogido en el aeropuerto de Washington, por las hermanas Black—. Todo está listo, un hombre llamado Jason Jenks las esperara en el aeropuerto con los documentos de los niños, el permiso y los boletos. —Isabella besó tanto a sus ex cuñadas como a sus dos tesoritos, bendiciéndoles y deseándoles un feliz viaje.
—Cuídenlos. —Exigió Jacob, mirando a sus dos hermanas—. Se llevan una parte de nuestras almas. —Ambas chicas afirmaron que así lo harían, despidiéndose tanto de su hermano como de Bella, agradeciéndoles todo—. Nos vamos. —Acotó Jake acercándose a Sue para despedirse, así como también de su amigo Paul y de Emily, abrazándoles con fuerzas, para culminar su despedida con su ex suegro—. Nos vemos Charlie, cuídate mucho y cuida de Sue por favor… —El sheriff afirmó que así lo haría, estrechando la mano del hijo de Billy, sin dejar de sentir cierto temor de que aquel vampiro hablara más de lo debido.
—Cuídense… —Les exigió Sam a la nueva pareja conformada por Paul y Emily, quienes asistieron abrazándose mutuamente—. Vendré luego a dar la cara ante el consejo. —Paul asintió, ejecutando un ademán con la cabeza, lo cual era un asentimiento respetuoso a su líder—. Sigues quedando a cargo en mi ausencia. —El delta asintió, sin dejar de abrazar a Emily, la cual le miraba dulcemente—. ¿Chicos?... nos vamos. —Sam comenzó ha caminar hacia la camioneta en donde habían trasladado el cuerpo de Billy y en la que todos habían arribado a Forks, siendo Leah la primera en despedirse de su madre, mientras que Seth lo hacia de Paul y de Emily, culminando sus despedidas con su madre, quien a pesar de haber deseado que se quedaran, no podía estar sobre las decisiones de su alfa, por muy madre que fuera.
—Espero vernos pronto y bajo mejores circunstancias, papá. —Notificó Bella, abrazando a su padre con las fuerzas necesarias para que sintiera todo el anhelo y su necesidad de estar cerca de él, pero no lo suficiente como hacerle daño.
—Así será, Bella… te amo hija. —Y después de despedirse de su padre, subió a la parte trasera de su moto, la cual conduciría Jacob, notificándole a la madre de sus hijos.
—Vamos a enviar a esa maldita chupasangres directamente al infierno antes de que pueda hacerle daño a alguien más. —Bella no tuvo que leer la mente de Jacob, ella supo de antemano que se refería tanto a su padre como a sus dos hijos, teniendo que fuesen los siguientes en su lista.
—Ya no habrán más muertes por parte de nosotros, es hora de devolver el golpe y con creces. —Jacob asintió, arrancando la motocicleta, seguidos por Sam, Seth, Embry y Leah… quienes pensaban igual que los ex esposos, jurándose que ya no se medirían y que si debían quedar en evidencia delante de los ciudadanos de Seattle lo harían, con tal de que Victoria no cobrara más víctimas.
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Horas antes del amanecer
El solo percatarse de que sus padres al fin se habían marchado, fue suficiente para que Edward corriera escaleras abajo sin tan siquiera esperar el ascensor para bajar del quinto piso, introduciéndose él mismo en el sótano del lujoso hotel en busca del Volvo, conduciendo a velocidad realmente imprudente, aminorando progresivamente la velocidad, intentando calmarse.
—Vamos Edward, pareces una adolescente tonta deseosa de ir a ver a su enamorado. —Se sintió un poco estúpido, y hasta con cierto irrespeto ante lo que le había pasado al pobre de Billy Black, sintiéndose realmente culpable—. Jacob está sufriendo y tú aquí como una quinceañera corriendo a los brazos de su impropio amante. —Suspiró como si necesitara que una bocanada de aire fresco controlara las ansias que sentía por volver a ver a Christian, quien lo había hecho suyo de una forma en la que Edward jamás pensó en pertenecerle, deseando más de lo que el magnate había despertado en él, una lujuria y un hambre sexual inexistente en él, hasta ahora.
Entró al estacionamiento privado del pent-house, siendo Sawyer quien le diera el permiso a entrar, sintiéndose más aliviado al estar en aquel lugar, ya que sin los lobos, Christian y sus guardaespaldas habían quedado completamente desprotegidos.
Subió al ascensor intentando verse relajado pero el constante tintinar de las llaves entre sus manos, era indicativo de unas ansias que devoraban sus entrañas y un deseo que parecía estarle jugando una muy mala pasada.
—¿Christian? —Llamó a penas el aparato mecánico se detuvo, introduciéndose en el cálido y lujoso pent-house, aquel que estaba a semi oscuras, dándole un aire tranquilo y al mismo tiempo acogedor, quitándose rápidamente el saco del smocking con el que había ido a la subasta, ya que no quiso ni siquiera perder el tiempo en cambiarse, desanudándose el corbatín—. ¿Christian? —Volvió a gritar, escuchando ruidos tanto en la cocina como en la segunda planta, mirando hacía arriba en busca del magnate, justo cuando la persona que escudriñaba en la cocina se asomó, sonriéndole al muchacho.
—Buenas noches, joven Edward. —Saludó Gail al vampiro, quien se sorprendió no solo de verla a tan altas horas de la noche en el pent-house, sino que también se encontrara aun despierta, y más aún que él no se hubiese percatado de que se trataba de la hacendosa mujer ante las enormes ansias que le embargaron por volver a ver a Christian, el cual se asomó desde lo alto de las escaleras, dejando que una enorme sonrisa le demostrara a Edward lo mucho que le complacía tenerlo de vuelta en su casa.
—¡Edward!..  al fin regresas. —Comenzó a bajar progresivamente cada escalón, completamente descalzo y vistiendo tan solo unos cómodos pantalones de algodón engomados en la cintura, y sin camisa.
—Hola, señora Jones… un gusto volver a verle. —Si Edward poseyera sangre en su cuerpo está hubiese emigrado hasta su agraciado rostro ruborizándole por completo, ya que no solo había dejado en evidencia delante de Gail lo mucho que añoraba volver a ver a Christian, sino que aquel look casero y cómodo que mostraba el magnate le pareció tan sexy y agradable a la vista, que no pudo evitar sentir cosquillas en su entrepierna.
—Imagino que te sorprende ver a Gail a estas horas en el pent-house. —Edward asintió, mirando a la sonriente mujer para luego posar sus ojos en el apuesto rostro de Christian, sin poder evitar que su mirada contemplara los bien marcados abdominales del magnate, quien parecía estarse ejercitando o algo por el estilo, ya que el joven vampiro se percató de como todos sus músculos parecían acentuarse más de la cuenta—. Pues Taylor me pidió traerla ya que Gail está desprotegida y justo hoy recibió una nota.  —Edward ya había leído el contenido de aquel anónimo en la mente de la señora Jones, la cual le extendió la hoja con dicho contenido para que lo leyera.
“Esta vez les cobramos a los lobos, para la próxima será alguien querido por parte de los Grey” Leyó mentalmente el vampiro, lo que ya Gail le había mostrado desde sus pensamientos—. No puede ser… ¿Quién le dio esto? —Preguntó Edward bastante asombrado.
—Lo encontré junto al resto de mi correo personal, el cual arrojan por debajo de la puerta. —Edward miró a Christian.
—Como verás esto indica dos cosas… —Edward le devolvió la nota a la mujer, esperando la acotación del magnate— …que esa maniática ya sabe donde vive Gail, y es alguien que tiene que ver conmigo, así que piensa hacerle daño y eso no lo pienso permitir. —La señora Jones agradeció sus palabras.
—Por supuesto… no esperaba menos de ti, Christian. —El magnate rodeó los hombros de Edward, mirando a Gail, la cual sonrió bajando la cabeza mientras pensaba.
“Sabía que estos dos se traían algo entre manos” Edward pudo ver en la mente de Gail el momento exacto en el que Taylor le había dicho lo que estaba pasando entre ambos caballeros, escuchando la acotación de Christian.
—Taylor le dijo a Gail por órdenes mías lo que está sucediendo entre tú y yo, Ed. —Una enorme oleada de vergüenza recorrió todo el cuerpo del vampiro, el cual ni siquiera pudo levantar la cara para verle.
—No se preocupe joven Edward… yo ya me lo estaba imaginado, el señor Grey jamás se ha hermanado de ese modo con nadie… ni siquiera con el joven Elliot. —Edward miró a Christian, el cual parecía estar ruborizado por los dos, sonriendo de medio lado—. Jamás me presentó con sus amantes, era como si supiera de antemano que serían descartadas a su debido momento, pero con usted fue completamente distinto y su salud mental ha mejorado considerablemente. —Al sentir como Christian lo abrazó con mayor ahínco, Edward quiso corresponder su muestra de afecto del mismo modo, rodeando la espalda baja del magnate con su brazo izquierdo.
—Bueno… será mejor irnos a dormir. —Tanto Edward como Gail, asintieron a la acotación de Christian, el cual apartó su brazo de los hombros de Edward, tomándole de la mano—. Buenas noches, Gail… que descanses. —La laboriosa mujer le deseó lo mismo tanto a su jefe, como al vampiro, el cual no podía creer que Christian estuviese comportándose tan desinhibídamente delante de su ama de llaves—. ¿Todo bien? —preguntó el tranquilo hombre de negocios, llevándose consigo al aun incómodo y desorientado muchacho, quien parecía estar viviendo un irreal sueño en donde ambos eran aceptados por la sociedad.
—¿Por qué se lo dijiste a la señora Jones? —Christian sonrió, subiendo las escaleras en compañía de quien lo había mantenido toda la noche en vela, esperándole.
—Porqué si la vamos a tener aquí las veinticuatro horas del día no voy a estar conteniéndome, Edward… ya bastante tengo que hacerlo delante de todos como para que también deba hacerlo en mi propia casa. —Terminaron de subir las escaleras, siendo Edward quien se detuviera.
—Entiendo, y me parece grandioso, pero ¿estás seguro que Gail no dirá nada?
—Por supuesto que no, confío más en ella que en Mía. —Edward sonrió—. El día que mi hermana lo sepa lo sabrá todo Estados Unidos. —Aquello hizo reír al muchacho.
—Tienes razón… bueno, me parece genial que podamos ser un poco más libres. —Christian asintió—. Ahora si me disculpas, quiero tomar una ducha. —Edward pretendió entrar a su recamara, pero Christian le aferró nuevamente de la mano, exigiéndole que se duchara en el cuarto de baño de su recámara—. Pero Christian, yo… —El magnate no le permitió negarse, encaminándole hasta su alcoba, introduciéndolo a empujones a la ducha—. Bien, bien… me ducharé aquí, pero deja de empujarme. —Entró a la cabina de vidrio y después de cerrar la puerta corrediza de cristal, al igual que la cortina que le cubría, se comenzó a desvestir, arrojándole prenda por prenda a Christian, el cual se entretuvo atrapándolas todas.
—Mientas te duchas cuéntame ¿qué fue lo que pasó?, porque no me dijiste mucho cuando me devolviste la llamada, simplemente que te esperara y que algo malo había pasado. —Edward comenzó a contarle lo ocurrido en Forks, omitiendo por supuesto las partes escabrosas que pudiesen delatar sus razas delante del magnate—. ¡Oh vaya!... No me esperaba escuchar algo como eso. —Christian dejó todas las prendas del muchacho en el cesto de la ropa sucia, sentándose en el excusado, después de bajar la tapa—. ¿Jacob es el ex esposo de Bella? —Edward le confirmó que así era, duchándose lo más rápido que pudo—. ¿Y los niños estaban allí cuando todo pasó?
—Parece que sí, no lo sé con exactitud, no nos dieron mayores detalles sobre lo ocurrido. —Terminó de ducharse tomado una de las toallas que reposaban junto a la puerta, secándose con esmero—. Lo que más tememos es que los lobos quieran retirarse de todo esto… ya que no podremos hacerlo sin ellos. —Christian pensó en todo aquello, observando a Edward salir de la ducha con la toalla cubriendo la mitad de su cuerpo.
—Bueno, esperemos que no y si quieren desistir le duplicaremos el sueldo. —Edward lo miró con el ceño fruncido por medio del espejo sobre el lavabo, en donde había comenzando a peinarse.
—No es cuestión de dinero, Christian, es sentido común… su familia no revivirá por mucho dinero que les demos.
—Tienes razón, lo siento. —Se disculpó el caballero sobre el excusado, el cual le observó con detenimiento—. Eso sonó muy insensible de mi parte.
—Demasiado insensible. —Terminó de peinarse, tomando uno de los cepillos dentales sin usar, destapándole para asear sus dientes, untando un poco de dentífrico sobre las cerdas, observando como Christian se incorporó de su asiento, acercándose al muchacho.
—¿Y qué era lo que tenías que decirme sobre lo que pasó en la fiesta? —Edward no supo si callárselo o decirle sobre los Vulturi, sintiendo como el seductor magnate acarició su desnuda espalda, esperando a que el muchacho escupiera el buche de pasta dental que tenía en la boca.
—No es nada importante. —Pero Edward pudo ver en la mente de Christian la conversación que había tenido por teléfono con Elena, la cual le contó los pormenores de su desliz con el apuesto y enigmático italiano de ojos escarlatas, esperando la respuesta que el magnate se estaba formulando en su cabeza.
—Tiene que ver con los Vulturi… ¿cierto? —Edward terminó de lavar sus dientes, guardando el cepillo dentro de la repisa junto al lujoso espejo, mirando a Christian.
—Sí, así es. —El magnate suspiró, frotándose el tabique nasal.
—Suéltalo, Edward. —El chico se encaminó hasta la recámara de Christian, siendo precisamente el magnate quien apagara la luz del baño, después de abandonarle tal y como el pensativo vampiro lo había hecho.
—Los Vulturi son amigos de mi familia, pero… —Pensó en la mentira de Carlisle, acotando a continuación— …Aro fue uno de los que le compró aquella sustancia que  Victoria creó, él quería tener su propio imperio en Italia y… —Christian le interrumpió, agradeciéndoselo internamente, ya que no sabía que más inventar.
—Momento, momento… ¿Me estás diciendo que Elena se acostó con otro enfermo de poder como Victoria? —Edward negó con la cabeza.
—No, no como Victoria… no debes preocuparte por nada. —Intentó desviar la conversación—. ¿Y cómo esta eso de que Elena se acostó con Aro? —Preguntó, intentando sonar lo más relajado y desconocedor posible, sobre aquel asunto a pesar de saber los pormenores, escuchado como Christian comenzó a contarle lo que Elena le había dicho sobre la velada que tuvo con el italiano, quien parecía haberla cautivado en serio—. Suenas un poco celoso. —Christian sonrió, negando con la cabeza.
—No… es solo que después de mí, jamás la vi tan interesada en otro hombre hasta ahora y eso para cualquier hombre, pues… es un golpe a su masculinidad.
—Querrás decir a su ego. —Christian se encogió de hombros, apagando la luz de la recámara, cerrando la ventana corrediza que daba al balcón, sentándose a orillas de la cama.
—El punto es que no quiero que se vea involucrada en todo esto que está pasando con la maniática de Victoria.
—Yo tampoco quiero que lo esté, Chris, pero no creo que corra peligro. —Christian asintió, introduciéndose entre las sábanas, después de despojarse de su engomado pantalón de algodón, dejándole sobre el suelo.
—Eso espero. —Palmeó el lado de la cama que le correspondía a Edward—. Ahora a descansar, mi mente y mi cuerpo están muy agotados y ya no quiero pensar más en los problemas. —Edward dejó caer la toalla sobre el suelo, introduciéndose rápidamente entre las sábanas, dejando que Christian le acobijara no solo con el suave cobertor, sino también con sus brazos y piernas, atenazando al muchacho—. Te extrañé demasiado, Edward. —El cálido aliento del magnate erizó cada vello de la nuca del muchacho, el cual se estremeció entre sus brazos, correspondiendo aquel apretón.
—Y yo a ti, Christian… lamento haberte hecho esperar hasta tarde. —Buscó sus labios y por primera vez Christian supo lo que era ser deseado, necesitado y añorado por aquel muchacho que él tanto deseaba.
—No tienes porque disculparte… intentabas resolver los pormenores de todo ese lúgubre y funesto desenlace. —Ambos se contemplaron fijamente a los ojos, a pesar de la oscuridad que les envolvía, frotando sus narices entre sí.
—¿Qué vamos a hacer, Christian? —Preguntó Edward, cerrando sus ojos—. Ya sobrepasamos los límites y más de uno lo sabe, yo ya no puedo ocultar lo que siento y tal parece que tú tampoco… ya que si no fuese así, no le habrías dicho nada a la señora Jones. —Christian se le encimó tanto al muchacho que quedó sobre su cuerpo, incorporando su torso para verle.
—Dime lo que sientes, Edward. —El vampiro le aferró de las caderas, apartando un poco las sábanas, sintiendo como ambos miembros de tocaban.
—Ya no quiero estar lejos de ti, Christian.
—No es eso lo que quiero escuchar, sabes a lo que me refiero. —A lo que Edward respondió en un tono serio.
—Yo también quiero escucharlo de tus labios, Christ. —El aludido le miró fijamente a los ojos, esperando a que el muchacho dijera que lo amaba, pero era tan tozudo como el magnate, el cual alegó después de acercar su rostro al del su amante, susurrándole seductoramente.
—Dejemos que nuestros cuerpos hablen por nosotros, ¿te parece? —Edward supo de sobra que el amor y el sexo no eran lo mismo, aunque para él tenía mucho que ver, ya que jamás tendría sexo con alguien al que él no amara, demostrándole no solo a Christian sino a si mismo que en verdad existía un sentimiento fuerte entre ambos, asintiendo a las palabras del apuesto hombre, el cual comenzó a moverse sobre el cuerpo de Edward, sentándose a horcadas sobre el vampiro.
—No tengo inconveniente en eso, Christian… pero sabes que temo hacerte daño. —El apuesto y seductor hombre de negocios posó su dedo índice sobre sus labios, haciéndole callar.
—Pues como buen esclavo vas a imaginar unas cadenas, y te mantendrán al margen de lo que voy a hacerte. —Edward no pudo evitar sentir tantas cosquillas en su entrepierna, que su pene comenzó a endurecerse debajo del trasero de Christian—. Mmm… Edwarcito ya quiere batalla amigo mío. —Le notificó a su propio sexo, haciendo reír al vampiro—. Vamos a complacerle. —Se estiró, abriendo una de las gavetas del lado izquierdo de la cama, sacando un condón y un tubo de lubricante, colocándose un poco hacía atrás, permitiéndole al duro y erecto pene de Edward, mostrarse en todo su esplendor—. Recuerda... —Se señaló la cabeza— …tus cadenas mentales, Ed. no puedes moverte, no puedes tocarme y mucho menos negarte a nada.
—No pretendo negarme, Christ. —El magnate asintió complacido, inclinándose para engullir en su totalidad el glande de Edward, quien se estremeció y gimió de gusto, soltando un ahogado chillido de placer y lujuria animal—. ¡Oh God!... Mmm… sí, sí… chúpalo Christian. —El magnate alzó una de sus cejas, alegando después de sacar aquel delicioso trozo de carne masculino, que pretendió disfrutar.
—¿Dónde esta el reprimido chico que juró jamás decir algo tan sucio como eso? —A lo que Edward alegó, levantando la cara para verle.
—Creo que se quedó encerrado en tu recámara de adolescente en la casa de tus padres. —Aquello hizo sonreír a Christian.
—Pues espero que se quedé por allá porque lo que soy yo estoy disfrutando de está nueva versión de ti. —Engulló una vez más el endurecido pene de su amante, introduciéndole está vez hasta lo más profundo de su boca, tocando la campanilla de su garganta con el glande del grueso y delicioso miembro masculino del vampiro.
—Jesús mi señor y redentor, no me arrepiento de todos los pecados que he cometido y seguiré cometiendo hasta ahora, ya que la boca de mi amo me lleva directo hasta el valle de las sombras, en donde no temeré al mal, pues él es el mismo señor del averno. —Christian no pudo contener sus carcajadas, soltando el húmedo y deseoso miembro de Edward, el cual cubrió su rostro con ambas manos, siguiendo su blasfema oración—. Debe serlo ya que posee una lengua ávida y una boca que incita al pecado mismo. —El magnate no pudo parar de reír preguntándole a continuación.
—¿Qué demonios fue todo eso? —Edward descubrió su avergonzado rostro.
—Intento salvar mi alma, Christian… pero tú no colaboras conmigo. —El magnate no podía creer lo ocurrente, divertido y al mismo tiempo tierno que podría llegar a ser Edward, acercándose a gatas hasta su rostro, notificándole después de depositar un fugaz beso en sus delgados labios.
—Pues veamos quien gana la posesión de tú alma, Ed. —Y. Dicho aquello volvió a engullir toda la longitudinal hombría del vampiro, chupándola de un modo demencial, subiendo y bajando la cabeza lo más rápido que su humanidad le permitió, logrando que Edward rugiera, maldijera y puteara, olvidándose por completo de sus rezos, entregándose al placer carnal que su amo le entregaba.
—Más, Christ… quiero más de ti, ¡Por favor!
—¡Oh y habrá más!... eso te lo aseguro. —Exclamó después de soltar el pene de Edward con un sonoro chupetón, relamiéndose desvergonzadamente los labios.
—Dame tu mejor golpe, Christian. —Exigió el vampiro recordando sus disputas verbales con el magnate, en donde solía retarle con aquel alegato.
Por supuesto Christian no dijo nada, pero Edward sabía que el magnate solía manejar los retos muy en serio, aferrando el condón que había tomado de la gaveta, destapando rápidamente el envoltorio, mostrándoselo al muchacho, quien lo observó desde su relajada postura sobre la cama a merced del seductor hombre.
—Sí, sorpréndeme. —Y así lo hizo, ya que Christian no pretendía ponerse así mismo el condón, sino que al contrario de todo lo que Edward deseaba y creía, el magnate logró una vez más engañarle, tumbando cada una de sus defensas, al sentir como comenzó a cubrir progresivamente su pene con el lubricado preservativo—. Pero…
—Ppsht… —Chitó Christian las posibles negativas de su amante, terminando de desenrollar el condón hasta la raíz del pene de Edward, tomando el tubo de lubricante para descargar una generosa cantidad de gel sobre sus dedos índice y medio, llevándolos hasta su escultural y torneado trasero, apartando con ambas manos su par de jugosas y perfectas nalgas, depositando todo el ungüento en su cavidad anal, introduciendo primero un dedo, para luego empujar lentamente dos de ellos, consiguiendo que no solo el pene de Christian chorreara líquido seminal, sino que el de Edward se tensó tanto ante lo que podía ver por medio de los lujuriosos pensamientos de su amante, que sintió que las bolas le explotarían como talibán en Afganistán.
—Christian. —Llamó Edward a su amante, el cual mantuvo sus ojos cerrados, hurgándose el trasero con sus propios dedos, sacándolos después de exigirle al chico que se mantuviera inmóvil y en total silencio, levantando su pelvis para posicionar debajo de su entrada posterior la punta del pene del pasmado vampiro, aquel que por más impúdico que aquello le pareciera, no pudo dejar de mirar como su miembro era engullido con glotonería por el lubricado, palpitante y ya trabajado trasero, el cual Elena había adiestrado en su adolescencia—. ¡Por todos los cielos, Christian!... estas matándome. —Edward recostó su cabeza nuevamente sobre la almohada, permitiéndole a su amo y señor llevar las riendas, ya que si él lo hacía podría lastimarle considerablemente.
—No hagas ni digas nada, déjame demostrarte las cosas que deseo que tú hagas para mí. —Comenzó a descender lentamente, suspirando para controlar los espasmos y la presión que aquello le causaba, sintiéndose un poco avergonzado al respecto, dándose un poco de valor—. Nadie aprende con teorías, y quiero enseñarte como un desinhibido hombre como yo puede adiestrarte de la mejor manera posible, sirviéndote de ejemplo. —En el pasado Elena le había exigido que se penetrara así mismo con un consolador, aquel que la desvergonzada mujer colocaba sobre una silla, esperando a ver como el chico se sentaba sobre él, quejándose ante el dolor, y avergonzándose tanto que terminaba afiebrado en cama de sus padres por varios días, preocupando tanto a Grace como a Carrick.
Pero ahora era un adulto, uno que sabía perfectamente lo que hacía y lo que quería en aquel preciso momento en el que no solo anhelaba instruir a su sumiso, sino que también deseaba retribuir todo el placer que le había dado esa noche en la recámara que le había pertenecido en su adolescencia, entregándose tal y como el chico lo había hecho, por completo.
Al sentir como sus nalgas se posaron sobre la pelvis de Edward, supo que había logrado su objetivo, penetrarse por completo con el largo y grueso pene de su amante, el cual sintió la calidez de aquella cavidad anal que ahora lo resguardaba, deseando no salir jamás de aquel delicioso y apretado agujero.
—Sin duda es más placentero con un pene de verdad que con uno de plástico. —Soltó el excitado hombre sobre Edward, el cual intentaba controlar sus ansias de follarle con furia animal, suspirando para contenerse—. Duele… pero es gratificante.
—No quiero que esto sea doloroso, Christian… ¿Por qué no mejor dejar que yo… —El tembloroso hombre sobre Edward posó ambas manos en su boca, haciéndole callar.
—He dicho que te calles, Edward… no tienes permitido hablar. —Tomó la punta de las sábanas, introduciéndola en la boca del vampiro como mordaza— Solo gime para mí, nene. —Comenzó a subir y a bajar lentamente, sacando e introduciéndose así mismo el protuberante miembro de su amante, estremeciéndose no solo ante el ardor punzante que sentía alrededor de su dilatado agujero, sino ante las oleadas de placer que compensaban el dolor, cuando la fricción empezó a despertar cada centímetro de piel erógena que cosquilleaba en sus entrañas ante la llenura que el calenturiento hombre percibía en su interior, moviéndose cada vez más rápido sobre Edward.
“No puedes ser tan sexy, Christian… aún cuando estás avergonzado y pretendes ser desinhibido, logras conquistarme de un modo en el que nadie lo ha hecho… mírate, tan hombre, tan posesivo, tan amo y aún así estas entregándote de un modo en el que ni Elena pudo obtener de ti, ya que por más que te obligara, ella nunca logró lo que yo estoy obteniendo de ti… Tú total entrega y el deseo de hacerlo por voluntad propia” Pensó el joven psicólogo, quien por supuesto no pudo dejar de analizarlo con ojos médicos, por muy deseoso y calenturiento que estuviera, preguntándose así mismo el por qué Christian se estaba entregando a él de ese modo “Me amas… yo sé que me amas aunque no quieras hacerlo verbal” Volvió a levantar la cara, justo cuando Christian aferró su propio sexo, masturbándose sin dejar de saltar sobre el erizado vello púbico de su amante.
“¿Qué demonios estás haciendo, Christian?” Se preguntó el magnate por unos instantes, deteniendo sus cadenciosos movimientos sobre Edward, manteniendo la fricción de su mano sobre el venoso sexo empalmado. “Debes verte ridículo, saltando sobre el chico como mujerzuela… sé que debe estar pensando lo peor de ti” Comenzó a sentirse cada vez más intranquilo, lo que por supuesto activó todas las alertas del joven psicólogo, al ver como por más desinhibido que quisiera parecer, habían ciertas cosas que Christian no sabía sobrellevar solo, como el hecho de desear entregarse en cuerpo y alma a quien amaba, retractándose al ver la cara incrédula de Edward, la cual percibió de un modo erróneo.
—Sé que me tienes terminantemente prohibido hablar, Christian. —Soltó Edward incorporándose de su relajada postura, quitándose la mordaza—. Pero quiero que sepas que eres el mejor amante del mundo, jamás sentí tanto deseo por alguien como lo siento por ti. En cada gesto, cada palabra dicha y cada entrega logras atraparme y hacerme adicto a ti. —Christian le miró con unos ojos cargados de vergüenza, pero al mismo tiempo de deseo desmedido, aferrándole el rostro con ambas manos, aun sentado sobre el regazo de Edward con la polla del excitado vampiro en su interior.
—Júramelo, Edward. —Le exigió el tembloroso magnate—. Júrame que lo que me estás diciendo es cierto.
 —Lo juro, Christ. —Le aferró de la nuca en busca de los labios ajenos, plasmando en aquel beso las ansias que sentía de amarle y de demostrarle que lo que le estaba diciendo era real, lengüeteando la húmeda y cálida boca de su amante—. Te ruego que no pares, no sabes cuánto me ha gustado tu entrega, el que te hayas dado a mi de este modo tan impúdico para ambos es la señal fehaciente de que hay algo más que solo deseo.
—Lo hay. —Apoyó su frente sobre la de Edward—. Pero no puedo… —El chico debajo de él le hizo callar, chitándole igual que Christian lo había hecho con el, posando su dedo índice sobre los carnosos labios del magnate.
—No tienes que hacerlo verbal, Christian… si se te es más fácil expresarlo con hechos, entonces hazlo, pero no te límites y mucho menos te avergüences a estás alturas del partido y pretendas echarte para atrás.
—No lo haré. —Y dicho aquello comenzó a brincar sobre la tensa y palpitante polla del vampiro, sosteniéndose de su cuello, mientras que Edward le aferró de las caderas, ayudándole en cada subida, dejando que la gravedad hiciera lo suyo de bajada, excitándose ante el fuerte sonido que emitían las carnosas nalgas del magnate sobre la piel del vampiro al descender con violencia—. Tócame, Ed… ayúdame a llegar al orgasmo. —Christian no había terminado de decir aquello cuando el entusiasta muchacho ya había atenazado su húmedo sexo, el cual parecía estar chorreando pre-cum, embadurnando los dedos de Edward, ayudándole a que la fricción fuese más placentera.
Los dos jadearon sin pudor alguno, mirándose a los ojos a lo que los cadenciosos movimientos de Christian le permitieron, sintiendo la proximidad del tan esperado orgasmo por ambas partes, siendo el sudoroso hombre de negocios el primero en culminar, bañando de semen todo el torso del vampiro, lo cual, en conjunto con los espasmos musculares de la cavidad anal sobre el pene de Edward, consiguieron que las oleadas de placer que embarcaron al chico, estallaran en una deliciosa descarga en el interior del condón, dejando a ambos amantes gimiendo y temblando, en un fuerte abrazo.
—¡Oh wow!... esto tuvo una magnitud de 6,5 en la escala de Richter. —Comentó Christian, manteniendo su postura sobre Edward, el cual lo abrazaba con sutileza, acariciándole la espalda.
—Esto sin duda no se puede llamar, sexo vainilla. —Ambos se apartaron un poco del cuerpo del otro sin pretensión alguna de soltarse, siendo Christian quien preguntara como catalogaría lo que acababan de experimentar justo ahora—. Esto es un banana Split. —Ambos rieron tontamente, abrazándose nuevamente.
—Sin duda así fue, tuvo de todo, crema batida, sirope y mucha banana. —Volvieron a reír ante sus tonterías, sintiéndose dichosos de haberse entregado de aquel modo—. ¿Sabes?... quisiera acostarme. —Edward se apartó nuevamente de Christian para verle a la cara, preguntándole que se lo impedía—. No vayas a reírte, por favor… pero no puedo moverme.
—¿Cómo?... —preguntó Edward un poco asustado, intentando ver en su mente que le ocurría, percatándose del entumecimiento tanto de sus piernas como de su trasero, sintiéndose realmente avergonzado.
—No se que ocurre, pero no siento mis piernas y eso es extraño porque soy una persona que se ejercita a diario, justo antes de que llegarás mataba mi ansiedad y mi aburrimiento haciendo ejercicios, pero creo que el factor “verga en el trasero” es contraproducente hasta para los que ejercitan a diario. —Edward no pudo evitar reír, disculpándose por las carcajadas.
—No te muevas, Christian. —El joven vampiro lo sostuvo por la cintura, mientras el magnate se asía del cuello del muchacho, el cual inclinó lentamente su cuerpo hacía uno de los costados de la cama, recostando al entumecido hombre sobre el suave y cálido colchón, intentando sacar progresivamente su flácido pero macizo sexo de su cavidad anal, consiguiendo que Christian se tensara.
—Lento please… se supone que tú pene debería haberse encogido pero temo profundamente que nos quedemos pegados como les ocurre a los perros. —Edward frunció el entrecejo ante la comparación.
—Mi pene volvió a su tamaño habitual, Trevelyan… debes tener inflamada esa zona. —Christian cubrió su rostro sintiéndose por primera vez en mucho tiempo, avergonzado masivamente—. Respira profundo y relaja los músculos o te haré daño aunque no lo quiera. —Asintió y espero a que el muchacho saliera de su interior, hasta que un fuerte respingón, al igual que una rimbombante grosería, le notificó a Edward que ya estaba fuera.
—Me lleva la puta que me parió.
—¿Christian? —Retó el molesto vampiro—. ¿Qué diría Grace si te escuchara decir algo como eso? —A lo que el serio magnate respondió, tomando la caja de toallas húmedas de caballeros para asearse.
—Nada… Grace no me parió, así que no debería molestarse. —Aunque Christian tenía razón, las palabras fueron impropia y bastante despectiva.
—Sí  es cierto… pero no por eso debes decir algo así de la mujer que te dio la vida. —Christian puso los ojos en blanco, limpiándose así mismo, para luego asear al muchacho, quien ya se había desecho del preservativo.
—No te vuelvas pesado, Edward… ya con el dolor de culo que tengo es más que suficiente para sentirme incómodo. —El chico intentó no reír, ya que lo que menos deseaba era cabrearlo o humillarlo, sabiendo de antemano lo vergonzoso de la situación.
—¿Puedo hacer algo por ti? —Christian negó con la cabeza,  abrazándole.
—No, Ed… yo mismo me busqué esto ya que una cosa es dejar que Elena introdujera consoladores y otra muy distintas saltar sobre un pene de más de veintitrés metros de largo y casi cinco centímetros de diámetro.
—Oye, no exageres. —Christian sonrió acariciándole el rostro.
—Solo quiero saber una cosa. —Ambos se vieron a las caras, recostados de medio lado sobre la cama—. Dime que lo que hice valió la pena. —A lo que Edward respondió, después de cubrirlos a ambos con el cobertor.
—Valió toda la pena del mundo, Christian… ¿Y sabes por qué?... —El hombre a su lado negó con la cabeza— …Porque ahora sé lo que realmente sientes por mí. —Edward depósito un tierno beso en sus labios, aunque Christian no dijo, ni hizo absolutamente nada, bajando la mirada.
—No lo digas, por favor… temo que al decirlo, algo se arruine entre nosotros y suframos las consecuencias. —Se hizo un mohín sobre la cama, escondiendo su rostro en el pecho del muchacho, quien le abrazó con premura.
—No lo diré, Christ… pero citaré las palabras de mi primo Eleazar. —El magnate esperó lo que su adorado y elocuente chico diría, ya que la habida lingüística de Edward jamás defraudaba—. Perdiendo también se gana. —Para el líder del clan Denali, aquello había sido el aliciente para Irina y sus hermanas, quienes habían perdido a su madre ganando una gran lección de vida; pero tanto para Edward como para Christian, significaba una sola cosa, que ambos se habían enamorado, perdiendo la guerra de egos en un empate de sentimientos a flor de piel que los mantuvo a ambos confusos pero al mismo tiempo entregados al otro, consiguiendo de parte del magnate un fuerte abrazo y un beso sobre su pecho.
—Pues me cae bien el primo, Eleazar. —Aquello hizo sonreír a Edward, acobijándole cada vez más entre sus brazos—. Perdiendo también se gana. —Citó Christian las palabras del muchacho—. Ni yo mismo pude haberlo dicho mejor—. Y mientras Edward pensó en la errónea frase de “quien se enamora pierde” dándole un giro a su favor, Christian fue sumergiéndose en un profundo sueño, sin pesadillas, sin pasado tormentoso y sin el recuerdo de unos padres irresponsables que destrozaran tanto su infancia como sus anhelos más profundos, ya que de ahora en adelante, habría un nuevo protagonista en sus sueños… su adorado sumiso… Edward Cullen.
 
Notas finales:

Gracias por sus comentarios... leo cada ino de ellos.

Saludos.


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