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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 30
Imprevistos
Tanto Christian como Edward, no pudieron dejar de rememorar la intensa velada de anoche, en donde el magnate se había despojado no solo de sus miedos y sus complejos, sino que Edward parecía estar cada vez más enamorado y menos tímido de lo habitual, deseando sumergirse en la lujuria que el magnate le había enseñado y de la que el vampiro ya no podía escapar.
Aunque no se habían dicho mucho al despertar en la mañana, sus miradas hablaron por ellos, se sonreían y se mimaban el uno al otro, terminando con un fuerte abrazo tranquilizador, aquel que decía te amo y te necesito siempre a mí lado.
Ambos se ducharon, cada uno en el baño de su recámara por petición de Edward, el cual se hizo nuevamente el mojigato, pero la realidad era que el vampiro sentía mucha sed de sangre y cada vez que abrazaba a Christian temía que su autocontrol se perdiera por completo, deseando hincarle el diente por culpa de la sangre humana que había estado ingiriendo últimamente en Seattle, despertando al animal dentro de él.
Christian ya había bajado a almorzar, esperando pacientemente por Edward, el cual bajó unos cuantos minutos después de que el magnate lo hubiese hecho, tomando asiento a su lado.
—Lamento la tardanza. —Se disculpó el chico, tomando un par de tostadas de la bandeja, untándole con mantequilla, mientras Christian le observaba detenidamente, atenazando de improviso el mentón de Edward, alzándole la cara.
—Anoche tus ojos eran negros… hoy son ámbar… ¿Acaso usas lentes de contacto? —Edward le observó un poco asombrado ante la pregunta.
—Aamm… sí. —Volvió a mentir—. Carlisle y Esme tienen ojos color miel, así que nosotros decidimos usar lentes de contacto del mismo color para parecernos a ellos. —Christian sonrió.
—Me parece genial, aunque siempre creí que eran naturales… me gusta cómo te quedan. —Una vez más Edward tuvo que mentir para mantener a Christian a salvo de la dura y cruel realidad que podría llegar a lastimarle, no solo por lo difícil que sería asimilar la verdad, sino porque los Vulturi castigaban a quienes pretendieran dejarlos en evidencia delante de los humanos.
Christian soltó el mentón del muchacho, después de haber depositado un rápido beso en sus labios, antes de que Gail hiciera acto de presencia en el comedor, trayéndoles a ambos una jarra con jugo de naranja.
—Muchas gracias, Gail. —Agradeció Christian retomando la ingesta de comida, esperando a que la mujer se marchara—. Sé que ya no es necesaria la terapia, pero… —El magnate limpió sus labios con una de las servilletas, sacando de abajo de la mesa, el elegante juego de ajedrez tallado en madera— … A lo mejor te gustaría jugar por simple deseo de hacerlo. —Edward detuvo sus rápidos movimientos sobre las tostadas, sonriéndole al magnate.
—Es muy necesaria la terapia, Christian, tú la necesitas, yo la necesito, y si… claro que me gustaría jugar. —El magnate pensó que podría zafar de la terapia, pero ese desgraciado psicólogo que vivía en el interior de su adorado esclavo jamás descansaba, resignándose a ello, extrayendo todas las piezas de ajedrez, reacomodándolas sobre el tablero.
—Pensé que ya ni querías que fuera tu conejillo de india. —Acotó el magnate, retomando su desayuno, después de terminar de ordenar las piezas, mirando a Edward.
—De hecho lo pensé, pero siento que ya es demasiado tarde para retomar un nuevo proyecto… tengo mucho de este redactado y comenzar desde cero me complicaría más las cosas de lo que ya las tengo. —Christian asintió.
—Entiendo. —Por más que Edward trato de postergar la ingesta de comida, ya había untado bastante aquella tostada, dándole un gran mordisco, intentando no devolver la deliciosa bolsa de sangre que había ingerido hacía tan solo unos minutos—. ¿Me dejarás leerla? —El joven vampiro negó con la cabeza—. ¿Por qué? —Quiso saber el sonriente magnate, siendo el primero en mover un peón, para demostrarle a Edward que el partido ya había comenzado.
—No quiero que interfieras en mi proyecto y comiences a criticar mis apreciaciones sobre ti. —El chico movió su pieza, sirviéndose un poco de jugo de naranja, humedeciendo sus labios con la crítica bebida.
—Pues es justamente eso lo que quiero, Edward… conocer la apreciación y evaluación psicológica que tienes sobre mí. —Movió su pieza, observando como Edward negó nuevamente con la cabeza, realizando su movimiento sobre el tablero.
—He dicho que no. —Christian lo fulminó con la mirada, sacando su alfil a la contienda.
—Estoy en mi derecho, Ed. No puedes exponerme delante de un grupo de universitario que de seguro… —Edward le interrumpió.
—¿Por quién me tomas, Christian?... soy un profesional, no usaré ni tu nombre, ni tu apellido… en el proyecto eres el señor G y el sumiso el señor C, punto… no necesito ponerte en evidencia, me molesta que creas que soy capaz de exponerte cuando me desvivo por cuidarte. —Edward sacó su caballo a la contienda, amenazando al alfil de su contrincante.
—Bien. —Acotó Christian bajando un poco la guardia, moviendo su alfil hacía una zona menos peligrosa—. Tienes razón, no debería dudar de ti, haz sido muy transparente conmigo y sé que no me pondrás en evidencia, lamento mi comportamiento. —El vampiro no dijo nada, sintiéndose realmente mal ante sus palabras, sacando a la contienda una de sus torres, gesticulando las manos para dar la impresión de que comía, cuando no era cierto.
—No te preocupes. —Fue lo único que dijo Edward, observando el juego de Christian, el cual sacó uno de sus caballos a la batalla, pensando en rodear a la reina en su propia casa, antes de que el chico la sacara a la batalla, ya que Edward sabía darle protagonismo a su reina.
Jugaron por largo rato en silencio, comiendo y bebiendo despreocupadamente, olvidándose por completo tanto del mundo que los rodeaba como del enorme problema que aún tenían a cuesta llamado Victoria, siendo el teléfono de Christian el que los trajera de vuelta a la realidad, contestando la llamada telefónica de Taylor, dejando el juego pausado.
—¿Qué ocurre Jason? —preguntó Christian, mientras Edward permaneció atento a la conversación telefónica, escuchando la voz de Taylor desde la mente del magnate.
—Señor… una de las escoltas del joven Edward quiere verles. —Christian miró extrañado el rostro de Edward, quien se preguntó lo mismo que el magnate se preguntaba, sobre cuál de ellos era y el porqué de aquel deseo de verles—Dice que su nombre es Jacob Black, y viene con la nueva escolta de la señorita Mía.
—¿Bella? —preguntó Christian bastante asombrado.
—Sí señor. —Ambos se miraron sin saber que pensar o que decir al respecto, hasta que la voz de Taylor impulsó al magnate a tomar una decisión—. ¿Señor?
—Déjalos que suban. —Jason le notificó que así lo haría, culminando la llamada— ¿Qué crees que quieran hablar esos dos con nosotros? —Edward se encogió de hombros, tan consternado como el acaudalado hombre de negocios.
—Ni idea. —Ambos contemplaron las piezas de juego siendo Christian quien retomara la contienda.
—Jamás nos dejan culminar un partido. —Edward sonrió, y después de estudiar agudamente su estocada final, movió su letal reina, notificándole a Christian con una socarrona sonrisa.
—Jaque mate. —Se incorporó de su asiento, depositando un fugaz beso en sus separados labios, los cuales demostraron el asombro en el rostro del magnate, al ver como magistralmente Edward había ganado la contienda, acorralado a su rey por todos los flancos.
—Me lleva el diablo… ¿No sé cómo lo haces, Edward?... pero no me pienso quedar con esta… ya lo verás. —El apuesto vampiro sonrió, encaminándose hasta la sala, esperando el arribo de su ex novia y nueva hermana, junto al beta de la manada.
El timbre del ascensor que notificaba la presencia de una nueva visita, resonó sutilmente en el pent-house, en donde ambos hombres observaron como las puertas del artefacto mecánico se abrieron, dejando ver tanto a Bella como a Jacob, siendo el agraciado vampiro quien se les acercara, saludando a Bella con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, lo que por supuesto incomodó a Christian, el cual se tuvo que morder la lengua para no quedar en evidencia delante de todos.
—Hola guapa.
—Hola, hermanito. —Le abrazó, sin dejar de mirar la cara de celopata insufrible que intentaba disimular el magnate sin éxito alguno.
—Un día se llamaron, amantes y al día siguiente hermanos… esto parece telenovela mexicana, en la que los protagonistas terminan siendo parientes, pero al final de todo el drama se terminan casando. —Por unos segundos, Christian estuvo a punto de reír ante las irónicas palabras del ex de Isabella, pero al concluir con aquel fatídico final, su cara de celopata pasó de insufrible a extrema.
—No digas tonterías, Jacob. —Le exigió Bella a su ex esposo—. No vinimos hasta acá a incomodar al señor Grey o a Edward, sino a contarles los pormenores de lo que ocurrió en Forks. —Jacob asintió, tomando asiento antes de que el magnate se lo ofreciera, siendo Edward quien le pidiera a su hermana que se sentara.
—Supe que su padre murió en la contienda que hubo entre los suyos y los malvivientes que trabajan para Victoria. —Jacob asintió con desgano, intentando hacerse el superado, pero sus ojos rojos e hinchados mostraron la realidad de sus sentimientos—. Lamento mucho su perdida, joven Black, yo…
—Conmigo no debes hacerte el aristocrático, Christian… siento que sé más de ti, de lo que tú sabes sobre mí. —No solo el apuesto vampiro se sintió incómodo y un poco desubicado al respecto, el magnate quedó pasmado con aquella acotación, mirando tanto a Bella como a Edward.
—Aamm… no comprendo. —Acotó Christian.
—Ana me ha hablado mucho de ti. —Bella cubrió su rostro con vergüenza.
—¿Ana?... —Jacob asintió—. ¿Anastasia Steel? —El relajado lobo volvió a asentir.
—A no ser que hayas tenido de novia a otra Ana, pues si, esa Ana. —El extraviado magnate observó detenidamente a Edward, esperando una explicación.
—Jacob y Anastasia se conocieron en Port Angeles… y cuando los lobos vinieron hasta acá y Jacob vio que ella corría peligro, se ofreció a cuidarla. —Intentó explicar el vampiro.
—Sin contar con que ahora trabajo en la editorial. —Christian miró a Jacob y luego a Edward, al ver como el joven e igualado Quileute, señalaba al chico—. Idea de Edward, claro… él quería que yo estuviese allí para…
—…¿Jacob?... —Le interrumpió Bella, mirándole retadoramente—. Dijiste que querías venir hasta acá para que le notificáramos a Edward lo que había pasado en Forks y sobre todo para que él supiera que sigue contando con el apoyo de todos ustedes. —El joven Quileute se irguió de su relajada postura sobre el sofá, sin pretensión alguna de levantarse del confortable mueble.
—Sí,  si… ya lo sé. —Miró a Christian—. Solo quería que supieras que ella ahora está conmigo. —Bella no podía creer lo idiota que a veces solían ser los hombres, disputándose a la hembra de la camada como lo hacen los animales salvajes o en este caso un machista, inseguro y estúpido lobo.
—Bien por ti, Jacob… No me sorprende en lo absoluto la facilidad con la que Anastasia suele remplazar a sus, conquistas. —Edward puso los ojos en blanco, al ver como Christian pretendía adentrarse al estúpido juego de egos machistas que había comenzado Jacob—. Espero que tú tengas lo que yo no pude darle. —El atorrante chico sonrió con cierta ironía.
—Seguro que sí. —Se recostó nuevamente del respaldo del sofá, apretándose la entrepierna, dándole a entender al magnate que su hombría era mucho mejor que la suya.
—Bueno, Jacob… cuéntanos. —Alegó Edward, al ver en la mente de Christian lo que pretendía responder, imaginando que aquella grosera respuesta de su parte comenzaría una disputa entre ambos hombres.
Jacob comenzó a contarles a ambos lo que había sucedido en Forks, no con la seguridad de quienes habían estado presentes en aquel lugar, pero lo que Paul le había contado a su mejor amigo, fue suficiente para que este se hiciera una imagen mental de lo ocurrido en la reservación, humedeciéndose de vez en cuando sus pequeños ojos.
—Charlie se arriesgó demasiado. —Comentó Edward.
—Ya sabes cómo es papá, Edward… se cree Billy the Kid, estará bien por los momentos. —Christian le preguntó a qué se refería con eso—. Pues no creo que Victoria vuelva a atacar a los Quileutes, tal parece que lleva un patrón en todo esto.
—¿Los qué?... —preguntó Christian un poco extraviado, siendo Bella quien le explicara que los Quileutes era la tribu a la que Jacob y todo los lobos pertenecían—. No sabía que eran pertenecientes a los nativos americanos de Washington. —Jacob asintió.
—Pensé que tu… “amigo” Edward te lo había dicho. —Christian volteó a ver a su sumiso.
—Lo vi irrelevante. —Acotó Edward, incorporándose de su asiento—. El punto es saber cuál será el nuevo movimiento de la pelirroja. —Bella asintió, siendo Jacob quien tomara nuevamente la palabra.
—Pues justamente a eso iba. —Jacob se incorporó del sofá igual que lo había hecho Edward, mientras Christian no le quitaba los ojos de encima—. Bella y yo veníamos estudiando las acciones de esa desquiciada y creemos que su próxima jugada tiene que ver con algo que lastime a los Grey o a Christian. —Señaló al magnate, tuteándole como si lo conociera de toda la vida.
—Así suponemos. —Alegó Christian—. Mi ama de llaves, la señora Jones, recibió una nota de amenaza. —El serio caballero le notificó tanto a Bella como a Jacob lo que decía la nota, siendo la vampiresa quien hablara.
—Es algo muy estúpido, hasta se podría decir que infantil. —Jacob asintió—. Dejar una nota no es lo de Victoria, ella manda un mensaje más directo, como lo que hizo con Quil, ella ejecuta y en su ejecución deja un ultimátum. —Todos pensaron en lo que Bella decía, siendo Christian quien tomara la palabra.
—Pero hablaba sobre lo ocurrido en su ciudad, la nota decía claramente que lo sucedido en Forks era un ultimátum hacía ustedes, y que ahora me lastimarla a mí.
—Sí, así es. —Argumentó Jacob—. Pero, no es su modus operandi, ella no deja “notitas”, sino carteles, vallas gigantes manchadas de sangre como lo que hizo con los cuerpos desmembrados del muelle. —Edward abrió desmesuradamente los ojos, mirando a todos los presentes, enfocando sus ojos en el consternado rostro de Christian, quien no perdió tiempo en preguntar, después de incorporarse de su puesto.
—¿Cuerpos desmembrados? —Jacob se dio cuenta que había hablado más de la cuenta, contemplando el molesto rostro de su ex, fulminándole con la mirada—. ¿Qué cuerpos desmembrados? —Preguntó completamente pálido.
—¿Acaso no ves las noticias, Christian?
—¡Jacob, no! —Exigió Edward, intentando evitar lo inevitable.
—Lo siento, Edward… pero creo que está en todo su derecho de saber que los cuerpos destrozados que se encontraron en los muelles son obra de Victoria y las letras talladas en cada pedazo crean tu nombre y tu apellido. —Bella cerró sus ojos con pesar, mientras Edward ya se había acercado al pasmado magnate, el cual se sentó con parsimonia sobre el sofá con la mirada perdida.
—¿Sabes?... pensé que la muerte de Billy te había hecho cambiar,  Jacob… pero cada día te vuelves más cretino. —El joven lobo se encogió de hombros.
—Pues me parece justo que lo sepa… él debe saber a qué se enfrenta. —Se acercó a ambos hombres, posando su mano derecha sobre el hombro izquierdo del magnate—. No sé quién puso esa nota en el buzón de tu ama de llaves pero así no trabaja Victoria… créeme. —Christian volteó a verle un poco aturdido, ya que aún intentaba asimilar aquella noticia—. Ella hubiese usado a tu empleada como carta, la habría picado en pedacitos y se la enviaría con una nota tallada en cada trozo, esto fue obra de alguien más.
—¿Pero de quién?... ¿Y con qué intención? —preguntó Bella.
—Alguien nos está alertando sobre lo que hará la pelirroja. —Todos pensaron en aquella posibilidad—. O a lo mejor eso haría, mataría a la sirvienta o a alguno de sus guardaespaldas y se lo enviaría como uno de sus ultimátum, pero alguien más se le adelantó.
—¿Quién? —preguntó Christian intrigado igual que todos.
—Eso es lo que debemos averiguar. —Notificó Jacob, acercándose a Edward—. Podría ser un aliado.
—O aliada. —Argumentó Bella, quien observó como todos asistieron—. Puede ser alguien que trabajaba para ella y ahora quiere librarse, se dio cuenta de lo peligrosos que son los Quileutes y la ha traicionado.
—¿Pero quién de ellos podría ser? —preguntó Christian soltando la interrogante al azar, siendo Edward quien respondiera.
—Eso es lo que vamos a averiguar. —Sacó su teléfono celular, preguntándole a Alice si había logrado tener alguna nueva visión que les ayudara, pero la vampiresa parecía tener constantes bloqueos mentales a pesar de haber estado bastante tiempo alejada de los lobos, pudiendo ver tan solo futuras visiones sobre los Vulturi, quienes habían matado a unos cuantos locales antes de regresar a Volterra, cubriendo magistralmente sus fechorías, ya que en ningún periódico o noticiero local se había alertado sobre posibles asesinatos o desapariciones en Seattle, salvo los perpetrados por Victoria.
Mientras Edward le siguió escribiendo a su hermana, Bella se acercó a Christian, explicándole que sí no se le había dicho nada sobre los asesinatos era para no alterarle como se encontraba justo en aquel momento, pidiéndole que no juzgara a su hermano por querer mantenerlo emocionalmente a salvo.
—¿Edward? —Llamó Jacob la atención del concentrado vampiro, aquel que había comenzado a responder un mensaje de Jasper, en el cual le notificaba a su hermano que Garrett se hallaba de vuelta en la ciudad, acompañado por Alistair, quien ya se encontraba en la ardua labor de reclutar vampiros por petición de su padre, Carlisle.
—¿Sí?... —preguntó el preocupado vampiro, sin dejar de escribir sobre el teclado táctil.
—Sé que todos tenemos un motivo de peso para matar a esa maldita mujerzuela. —Edward asintió viendo en la mente del muchacho, lo que estaba a punto de pedirle—. Pero quiero ser yo quien destroce pedazo a pedazo a esa perra inmunda.
—¡Jacob!… Sé perfectamente por lo que estás pasando, pero… —El apuesto Quileute negó con la cabeza, aferrando con fuerza el hombro del vampiro.
—No… tú no tienes ni la más remota idea de lo que estoy sintiendo justo ahora. —Un par de gruesas lágrimas rodaron por las acaloradas y rojas mejillas de Jacob, el cual dejó ver todo su dolor, su frustración y su despreció hacía Victoria, apretando cada vez más fuerte el hombro del vampiro, comenzando a temblar—. Mató a mí primo, asesinó a muchos de los míos y me arrebató a mí padre. —Edward bajó la mirada mostrando cierto pesar en ella—. Quiso hacerles daño a mis hijos y ya no pienso contenerme más. —Su temperatura parecía estar aumentando cada vez más ante la rabia y el dolor que lo embargaba, alertando al joven inmortal sobre una posible transformación de su parte—. Quiero que tanto ella como todos los involucrados sufran lo que yo estoy sufriendo y más… quiero hacer de sus vidas el peor de los infiernos.
—Y así será,  Jacob… —Respondió Edward, apartándose un poco del alterado Quileute para que le soltara, mientras Bella siguió hablando con Christian, tratando de que el magnate no se percatara del vapor que emanaba del cuerpo de su ex esposo, siendo esta vez el vampiro quien aferrara a Jacob por ambos hombros acercándolo hasta el comedor—. Te daré la posibilidad de que vengues a los tuyos, de que cuides de Anastasia y puedas tener un futuro feliz junto a ella y tus hijos, pero necesito que te controles. —Señaló el bufet a medio terminar sobre la mesa—. Debes tener hambre, tu estómago me está rugiendo igual que lo haces tú cada vez que te molestas conmigo, así que porque no lo hacemos feliz y así te controlas un poco antes de que termines asustando más a Christian de lo que ya lo haz hecho. —Incitó a Jacob a sentarse—Disfruta del desayuno gratis, ahora vuelvo. —Palmeó su espalda y salió rápidamente del comedor, temiendo que Christian y Bella estuviesen hablando de algo impropio o peor aún, se estuviesen arrojándose indirectas, pero Edward quedó bastante sorprendido al escuchar las risas de Bella y ver el semblante jovial de Christian al hablar.
—Te compadezco en serio… así es Mía… un completo dolor de muelas.
—Pero es muy adorable también. —Acotó Bella.
—Sí,  lo es. —Ambos se observaron a los ojos, siendo Bella quien bajara la mirada, escuchando la pregunta del magnate—. ¿Te gusta mi hermana? —La vampiresa levantó la mirada, percatándose de la presencia de Edward junto a ellos, enfocando sus ambarinos ojos en su hermano, consiguiendo que Christian volteara—. ¡Oh, allí estás!... ¿Jacob está bien? —preguntó mirando hacía el comedor.
—Nada que un poco de comida no pueda curar. —Se acercó a la conversación—. Te dije que Bella no es la persona que tú crees que es. —Se sentó frente a ellos—. Es una chica muy especial y divertida. —Christian asintió.
—Tenía mis dudas contigo, Bella… no sé, sentí que eras solo una oportunista pero me doy cuenta de que eres agradable. —Tanto Edward como la vampiresa les sonrieron, siendo la chica quien hablara.
—También tenía mis dudas contigo, Christian. —El aludido alzó una de sus cejas—. Sé dicen muchas cosas sobre ti… que te gusta golpear a las mujeres y que…
—¿Bella? —Interrumpió Edward, negando con la cabeza para que no hablara más de la cuenta.
—Déjala, Edward. —Miró inquisidoramente a Bella—. ¿Qué más haz escuchado de mí? —El vampiro dejó escapar el aire de sus pulmones, bufando por la nariz ante lo retador e impulsivo que solía ser el magnate cuando se le retaba.
—Qué te gusta seducir a universitarios. —Susurró Bella por lo bajo, por si Jacob estaba escuchando, pero la realidad era que estaba acabando con todo lo comestible que había sobre la mesa, dejando intacto el juego de ajedrez al ser lo único no comestible.
—¡Bella, por favor… basta! —Exigió Edward, pero Christian posó su mano derecha frente a él para que se callara.
—¿Y dónde escuchaste eso? —preguntó Christian ansioso.
—Nadie me lo dijo, yo ya me había dado cuenta de lo que existe entre ustedes dos, pero tranquilo… no pienso decírselo a nadie. —Edward sintió aquel fuerte hormigueo en sus mejillas a causa de la vergüenza que lo apresaba.
Por supuesto Christian no supo que decir, el magnate simplemente observó a Edward, el cual bajó la cara completamente avergonzado, mientras que la sonriente chica se incorporó de su puesto junto al pensativo e incómodo caballero, ofreciéndole su mano.
—Espero que tú puedas conseguir lo que yo no pude, Christian... —El magnate se incorporó igual que Bella, estrechando su mano— … Hacer feliz a Edward. —El aludido siguió con la mirada agacha, sin deseo alguno de verlos a ambos a la cara—. Y con respecto a tu pregunta sobre la señorita Mía, pues es muy linda sin duda… pero ella es solo mi objetivo a proteger, nada más. —Se apartó de ambos amantes, acercándose al marco que dividía el salón del comedor—. ¿Jacob?... ¿Nos vamos? —El atragantado Quileute asintió, tomando un vaso con jugo de naranja, pasando el buche de comida con la crítica bebida.
—Sí, vámonos… debo ir a ver a Ana… —Bella puso los ojos en blanco al ver como Jacob intentó nuevamente darle celos al magnate con aquella acotación, pero Christian solo podía pensar en Edward y en lo que le había hecho saber la ex de su sumiso, sintiendo en cierto modo un poco de alivio al saber que alguien más a parte de sus empleados sabían acerca de su relación.
—Como sea… Adiós Edward. —Bella se acercó a su hermano, depositando un dulce beso en una de sus mejillas—. ¿Christian?... un placer el haber podido hacer las paces contigo.
—Lo mismo digo, Isabella. —Aunque a Bella no le gustaba ser llamada de aquel modo, dejó que el magnate lo hiciera tan solo para sentir que entre ambos existía cierto respeto—. Los acompañamos hasta el sótano del estacionamiento. —Insistió Christian, tomando a Edward del brazo para que se incorporará, mientras Jacob sonreía al leer un mensaje de texto en su celular.
—Lo dicho… ya sabe que estoy aquí y está loca por verme. —Bella suspiró, disculpándose con Christian ante las estupideces del padre de sus hijos, rogando porque estos no la heredaran, haciéndolos reír.
—Déjalo… Los hombres tenemos esa necesidad de alardear sobre nuestras conquistas. —Pulsó el botón que llamaba al ascensor, mirando a Edward.
—Yo no tengo esa necesidad de alardear sobre mis conquistas. —Argumentó el vampiro.
—Eso es porque no puedes. —Susurró, aunque Jacob había comenzado una llamada telefónica con Anastasia, notificándole a la muchacha en donde se encontraba, sin prestarles la más mínima atención—. Sé que si pudieras estarías vociferando a los cuatro puntos cardinales que sales con el soltero más cotizado de Seattle.
—Modestia aparte… ¿no? —preguntó Bella con cierta ironía.
—¡Oye… yo solo cito los encabezados de las revistas de sociales. —Señaló el ascensor, incitando a Bella a ser la primera en subir por simple caballerosidad de su parte, pidiéndole a Edward que entrara.
—¡Oh cierto!... soy muy afortunado de estar involucrado con el atorrante magnate Christian Grey, al que apodan el verdugo de las finanzas. —Bella no pudo dejar de reír ante las palabras de su hermano Edward, disfrutando del enfrentamiento verbal de ambos hombres.
—Bueno… —Alegó Bella, mirando el ceño fruncido de Christian—. Es mejor que ser la ex de un idiota troglodita al que solo le importa dar a conocer que tan largo es su pene y no que tan grande es su caballerosidad y su inteligencia. —Tanto Christian como Edward rieron, asintiendo a las palabras de la vampiresa—. ¿Jacob?... ¿quieres apurarte?... Quiero llegar al pent-house Y tomar una ducha antes de ir a cuidar a Mía.
—Sí, ya voy. —Se despidió de Ana, prometiéndole que estaría en pocos minutos junto a ella, subiendo al ascensor después de culminar la llamada—. Anastasia no podía creer que estaba en tu pent-house. —Soltó aquello mirando a Christian, el cual ya había pulsado el botón que los haría descender hasta el sótano—. Le dije que era algo de trabajo, tranquilos… ella no sabe nada de lo que está pasando con el idiota de su ex y Victoria.
—Me alegro que la protejas Jacob… Ese bastardo de Jack, podría llegar a buscarle y hacerle mucho daño. —Las puertas se abrieron y todos comenzaron a salir del estrecho compartimento, siendo Bella la primera en salir ya que el olor de Christian parecía ser bastante atrayente para ambos vampiros, aunque Edward se encontraba más calmó y apacible que ella al respecto.
—Esperemos que eso no suceda… ya bastante debió sufrir la pobre al haberla abandonado en vísperas de su boda. —Alegó Bella caminando hacía la motocicleta, mientras Jacob venía acompañando a ambos amantes, los cuales asentían ante sus comentarios sobre lo que podría estarse tramando la pelirroja, escuchando un fuerte y repentino disparo, lo que por supuesto no solo alertó a todos los que habían descendido por el ascensor, sino a los agentes de seguridad del magnate, Taylor y Sawyer, los cuales desenfundaron sus armas, apuntando hacía la salida del estacionamiento.
—No disparen. —Exigió Christian al ver de quien se trataba—. Baja el arma, Leila. —Le ordenó el magnate acercándose lentamente hacía ella.
—No, Christian… no te le acerques. —Le rogó el temeroso vampiro, quien se sobresaltó al escuchar su nombre de la boca de Leila.
—¿Quién de ustedes es Edward Cullen? —preguntó la desquiciada mujer, apuntándole a Sawyer, quien miró a su jefe inmediato, Taylor, el cual le exigió que no se moviera.
—Soy yo. —Respondió el vampiro encarándola.
—Edward no. —Christian no había terminado de decir aquello cuando la perturbada mujer disparó nuevamente su arma en contra del vampiro, acertándole en el brazo, aunque nadie más aparte de Bella se había dado cuenta de ello—. ¿Leila?... detente. —Le ordenó enérgicamente el magnate interponiéndose entre la demencial mujer y su amado sumiso—. Te ordenó que bajes el arma. —Pero la aturdida mujer comenzó a llorar, negando una y otra vez con la cabeza, mientras Jacob caminó entre los autos estacionados, intentando acceder a la muchacha sin ser detectado. 
—¿Mí amo me abandonó por ese chiquillo? —No solo Sawyer volteó a ver a Christian, Jacob detuvo sus sigilosos movimientos hacía la perturbada mujer, mirando tanto al magnate como a Edward—. ¿Me abandonó por un hombre? —Taylor supo de sobra que debía de actuar lo más pronto posible antes de que la turbada mujer hablara más de la cuenta.
—Señorita Williams, no se quien le ha dicho semejante barbaridad, pero el señor Grey no está saliendo con el joven Edward, él está…
—…Saliendo conmigo. —Concluyó Bella ganándose de parte de la alterada y desquiciada mujer un disparo, el cual solo rozó una de sus mejillas.
—¡Ya basta, Leila!... ¡Detente de una buena vez, es una orden!. —La temblorosa y alterada mujer le apuntó al magnate, el cual mantuvo su mano al frente, tratando de imponer su poder de amo sobre ella, como lo había hecho en el pasado.
—Christian, no te acerques. —Le exigió Edward, sintiéndose realmente impotente ya que no solo debía actuar como un chico normal delante de los presentes, sino que la turbada mente de Leila era un océano profundo de incertidumbres y pensamientos turbios que cambiaban a cada momento haciéndola impredecible.
—Qué nadie se mueva. —Exigió Christian, sin dejar de caminar hacia ella—. Mírame, Leila. —Le pidió amablemente el magnate, tratando de que se calmara—. No te abandoné por nadie más, lo nuestro llegó a su fin hace ya mucho tiempo atrás. —La psicótica mujer apretó con fuerza el revólver, pretendiendo dispararle a su ex amante, siendo Jacob el único que siguiera caminando lenta y silenciosamente hacía ella, rodeándola por uno de los costados, escondiéndose entre los lujosos autos—. Nadie es culpable, ni tú, ni yo y mucho menos todos los que están con nosotros… Debes bajar el arma ahora para que hablemos. —Leila limpió sus llorosos ojos con su mano izquierda manteniendo en alza el arma con la derecha.
—Una mujer y su marido me dijeron que usted me había abandonado por un hombre llamado Edward Cullen. —Señaló al vampiro, el cual estaba atento a cada movimiento de la impredecible mujer—. No puedo creer que mi amo me haya cambiado por otro hombre. —No solo Edward estaba perturbado por lo que la antigua sumisa de Christian estaba diciendo, el magnate temió que Victoria expusiera aquello en público para destrozar su imagen.
—Ya te he dicho que eso no es cierto, esa mujer de la que hablas, Victoria…  solo quiere hacernos daño. —La intranquila mujer miró a todos los presentes, los cuales elucubraron sobre lo dicho por Leila, siendo los molestos pensamientos de Jacob los que más incomodaran a Edward.
“Esto si estaría de película de terror, que el vampirito favorito de todos le este chupando el falo al ricachón” Sonrió, saliendo de entre los autos, acercándose a Leila por detrás. “Bella lesbiana y Edward gay, el final inesperado de todo este macabro films” Negó una y otra vez con la cabeza.
—Mírame Leila, tú no quieres hacer esto, no quieres lastimar a estas personas, baja el arma de una buena vez. —Mientras Jacob siguió caminando a espalda de Leila, Christian fue acercándose cada vez más a su antigua sumisa, permitiéndoles a ambos guardaespaldas la oportunidad de apuntarle sin ser detectados por si debían actuar rápidamente, ya que su mayor prioridad era resguardar la vida del magnate—. De rodillas. —Todos contuvieron el aliento, esperando a que el multimillonario pudiese solventar aquel inconveniente sin necesidad de tener que dispararle a la perturbada chica—. He dicho, de rodillas, Leila. —La desorientada mujer miró a cada uno de los presentes, comenzando a bajar el arma, arrodillándose frente a Christian.
—¡Pero qué enfermo y retorcido es todo esto! —Espetó Jacob tan asombrado con la sumisa actitud de la muchacha frente a él, que no pensó en las consecuencias de sus actos, alterando una vez más a la desquiciada mujer, la cual levantó nuevamente el arma, al verse rodeada por todos los flancos.
—Leila, no. —Christian pretendió arrebatarle el arma, pero Edward ya había acortado distancia entre él y el magnate apartándolo de la zona de peligro, al darse cuenta por medio de la mente de Sawyer, que el agente de seguridad iba a dispararle a la chica, siendo Bella quien lo empujara, consiguiendo que el disparó diera en contra de uno de los autos, destrozando una de las ventanas.
Por una fracción de segundos la chica pensó en dispararle al intruso a sus espaldas, pero al darse cuenta de que Sawyer había intentado lastimarle, apuntó su arma hacía el petrificado agente en el suelo, ya que este había dejado caer su pistola ante el fuerte empujón, quedando desarmado y a merced de la impredecible enferma mental, siendo Jacob quien truncara sus nefastas intenciones, arrebatándole el arma.
—No, no… suéltenme, ayúdenme por favor… auxilio. —Leila comenzó a gritar y a sacudirse en brazos de Jacob, quien arrojó el arma a un lado, siendo Taylor quien la tomara.
—Por todos los cielos, ya cálmate mujer. —Exigió Jacob tratando de controlar a la ofuscada chica, la cual volteó a ver a Christian.
—Amo, ayúdeme… no deje que me encierren de nuevo, por favor. —Christian trató de acercarse a la perturbada mujer, la cual siguió batallando en el suelo en contra de Jacob, pero Edward se lo impidió.
—Lo siento, Leila, pero necesitas ayuda profesional. —Christian miró a Taylor, haciéndole un ademán para que ayudara a Jacob a contenerla y así llevarla de vuelta al psiquiátrico, mientras Bella le ofreció su mano a Sawyer para que se incorporara del suelo.
—Gracias. —El apuesto agente de seguridad miró sucesivamente a la hermosa vampiresa, la cual se acercó a recoger su arma, entregándosela con cierta brusquedad, mirándole de mala gana, mientras Taylor trató de contener a la chica, pero Jacob ya la había tomado entre sus brazos, alzándola del suelo.
—Cálmate guapa, mírame… ¡hey!… mírame mujer por todos los cielos. —Leila gritó, golpeando insistentemente el rostro de Jacob, el cual soportó los puñetazos de la descontrolada mujer gracias a sus genes lobeznos, temiendo que se hiciera daño—. Leila, escúchame… no te haré daño, mírame por favor. —La llorosa mujer miró los profundos ojos de Jacob y justo allí, en aquella milésima de segundo todo el universo parecía haberse detenido para ellos, no existía la gravedad, tampoco el tiempo, tan solo el retumbar de dos corazones latiendo al mismo ritmo, al mismo son de unos sentimientos que irrumpieron en el interior de los dos como una fuerte explosión de sensaciones nuevas y poderosas que estallaron tanto en Jacob Black como el Leila Williams, transformándolos en un solo ser, una sola alma por el resto de sus vidas y aún más después de la mismísima muerte.
—No puede ser. —Acotó Edward, al ser el único en percatarse por medio de la mente del beta de la manada, lo que estaba sucediendo, notificándoselo a Bella, después de apartarse de Christian—. Jacob se ha imprimado. —La asombrada vampira miró fijamente la escena, manteniendo la mano derecha sobre su boca, intentando cubrir el asombro que mantuvo sus labios separados.
Leila se aferró a Jacob con todas las fuerzas que sus pequeños y delgados brazos le permitieron, llorando sin control alguno, sintiendo como las cadenas mentales que la habían mantenido atada a Christian se desmoronaron, liberándola al fin de aquel terrible sufrimiento que la mantuvo sumergida en una demencial relación y unos sentimientos enfermizos hacía el magnate.
—Todo va a estar bien de ahora en adelante, Leila… No dejaré que nadie te haga daño nunca más. —La alzó entre sus brazos y depositó un tierno y muy sentido beso en la coronilla de su cabeza, encaminándose con la chica hasta la motocicleta de Bella, posándola sobre el asiento del vehículo de dos ruedas, mientras todos los presentes quedaron petrificado ante la extraña y al mismo tiempo, tierna y romántica escena, siendo Christian quien hablara.
—¿Qué demonios está pasado? —Edward, quien se había olvidado por completo de los presentes, se acercó al magnate, aferrándole por los hombros para que le mirara a la cara—. ¿Qué diantres le sucede a ese muchacho?... ¿acaso tiene una extraña fijación por todas mis ex, o qué diablos? —El apuesto y consternado vampiro, negó con la cabeza, exigiéndole a continuación.
—Vamos arriba, Christian. —Ahora era el aludido quien negaba una y otra vez con la cabeza—. Te contaré solo lo que necesites saber para qué entiendas lo que está pasado, pero no más que eso y debes confiar en mí. —El magnate volvió a negar con la cabeza.
—Quiero que me lo digas ahora mismo, Edward. —El chico miró a Bella, suspirando con pesar, elucubrando sobre una nueva mentira de su parte o si por el contrario sería mucho más prudente decirle la verdad, siendo Bella quien le diera la salida a su conflicto mental.
—Cuéntaselo, Edward… dile la verdad sobre los Quileutes, en Forks tengo un libro sobre ellos, y de seguro en Seattle debe haber copias de ese libro, lo buscaré para que lo lean juntos y así Christian pueda ver que no le estás mintiendo. —El vampiro asintió, rodeando los hombros del magnate con uno de sus brazos, encaminándole hasta el ascensor, mientras la vampiresa pudo escuchar la dulce voz de Leila, decirle a Jacob.
—Siento como si te conociera de toda la vida. —Todos los presentes observaron el calmo y apacible rostro de la joven, contemplar a Jacob como si fuese lo más extraordinario del mundo.
—Y así es… Leila. —Jacob tomó las temblorosas y frías manos de la dulce chica, calentándolas con su temperatura corporal—. Tú estabas predestinada para mí. —Ella le miró ladeando un poco la cabeza con cierta desconfianza, pero la mirada sincera de aquel apuesto joven le indicó que decía la verdad y tanto su corazón como sus sentimientos le daban un aliciente a creer todo lo que el chico le dijera, de ahora en adelante.
—Cuidarás de mí. —preguntó con voz infantil, derritiendo el corazón de Jacob, el cual le sonrió dulcemente.
—Por siempre y para siempre, Leila. —Le aferró muy sutilmente del rostro, depositando un pequeño pero significativo beso en sus labios, logrando que la mujer frente a él se ruborizara.
—Jamás sentí algo así por nadie, ni siquiera por… —Miró como el magnate se marchaba en compañía del joven y apuesto psicólogo, sin sentir el más mínimo ápice de celos hacía él, percibiendo la libertad que le había sido arrebatada y al mismo tiempo la necesidad de pertenecerle en cuerpo y alma a aquel joven de tez morena y torso tallado por los mismos dioses— …Christian. —Era la primera vez que llamaba al magnate por su nombre, ya que para ella siempre había sido su amo y señor.
—Y jamás lo sentirás por nadie más, Leila… porque de ahora en adelante solo tendrás ojos para mí y yo para ti. —Al decir aquello pensó en Anastasia y un vacío anidó en su interior, aquel que por supuesto fue rápidamente cubierto por el amor que había nacido por la dulce chica, la cual le sonrió a Bella al ver como la vampiresa se le acercaba.
—Tú eres como ellos. —Acotó Leila, acomodándole a la ex de Jacob un mechón de cabello suelto—. Eres una vampiresa. —Tanto Jacob como Bella se vieron las caras, mirando rápidamente a su alrededor, percatándose de la presencia de ambos agentes de seguridad en la distancia, hablando entre ellos, mientras que Christian y Edward ya habían abandonado el estacionamiento, subiendo nuevamente al pent-house.
—¿Qué sabes tú sobre los vampiros? —preguntó Jacob en voz baja.
—Ellos existen, Jacob. —Aun cuando la joven no había escuchado su nombre, Leila parecía conocerle como si se hubiesen visto de toda la vida y eso para el joven beta no era novedad, ya que él lo había vivido desde la mente de Jared, quien se había imprimado de una de las jóvenes locales de Forks.
—Eso lo sé, guapa. —Susurró Jacob por lo bajo, reacomodándole el cabello a la dulce chica, aquel que se encontraba un poco desalineado—. ¿Pero cómo te haz enterado de eso? —Ella sonrió, mirando hacía la salida del estacionamiento.
—Una vampira me sacó del sanatorio en donde estaba recluida. —Jacob preguntó de quien hablaba—. Victoria. —Tanto el corpulento lobo, así como la sería y pensativa vampiresa se observaron nuevamente a las caras, enfocando una vez más sus ojos sobre Leila—. Ella me prometió que me llevaría con Christian, me dijo cosas muy feas de él, y Jack siempre me gritaba.
—¿Jack?... —preguntó Jacob—. ¿Jack Hyde? —Leila se encogió de hombros.
—No sé su apellido, pero él y Victoria me hablaban muy mal de Christian y de Edward, pero mi amiga me ayudó a escapar.
—¿Tú amiga? —Soltó Bella, acariciando la espalda de la joven, demostrándole que no debía temerle a pesar de ser una vampiresa.
—¡Aja!... Mi amiga Bree. —Jacob le preguntó quién era ella, escuchando la respuesta de su imprima—. Ella es la novia de Riley, él es el sirviente de Victoria. —Jacob miró a Bella.
—Riley… ese fue el nombre que dijo aquel neófito al que Jasper interrogó. —Bella asintió, mirando a Leila.
—Y dime algo, Leila querida. —Argumentó Bella, colocándole el cabello detrás de la oreja a la muchacha—. ¿Por qué tu amiga Bree te ayudó a escapar?... es decir… si era novia de Riley ella debería de estar a su favor. —A lo que la tímida e infantil chica respondió, mirando hacia donde Taylor y Sawyer parecían estar hablando por medio de sus intercomunicadores.
—Creo que ellos terminaron… al parecer Riley hizo algo muy malo y a ella no le gustó. —Ambos asistieron para que prosiguiera—. Bree regresó al departamento donde nos hospedábamos, sola…  y después de atar y encerrar a Jack, abandonamos el edificio. Fuimos a otro en donde nos quedamos después de dejar una carta en uno de los departamentos continuos, y después de almorzar  vinimos hasta acá por petición mía. —Su rostro dulce y aniñado se ensombreció, bajando la mirada—. Yo sentía mucha irá, mucho odio y solo quería lastimar a Edward y a Christian, pero ya no es así, ya no deseo hacerle daño a nadie, lo juro.
—Te creemos, Leila. —Acotó Bella, frotando el brazo de la chica, mirando a Jacob—. Entonces fue Bree la que dejó la nota. —Su ex asintió.
—Ella puede ser nuestra posible aliada. —Pensaron en todo aquello, sin dejar de mirar a la chica y estar atentos a ambos guardaespaldas—. De algún modo alertó a la ama de llaves.
—De seguro en sus planes estaba asesinarle. —Comentó Bella.
—¿Pero por qué la vampirita se retractaría?..  ¿Qué la haría cambiar de opinión? —Se preguntó Jacob así mismo, siendo Leila quien respondiera.
—Bree me dijo que Victoria había asesinado personas inocentes y quiso matar a unos bebés. —Los padres de los infantes implicados, se vieron a las caras mostrando en su semblante un profundo desprecio hacía la maldita vampiresa—. Ella dijo que no quería ser partícipe de algo tan horrendo. —La frágil y sentimental chica comenzó a llorar, abrazándose a Jacob, quien la acobijó entre sus musculosos, cálidos y fuertes brazos masculinos.
—Tranquila, amor… Ya estás a salvo. —Besó nuevamente la coronilla de la cabeza de la llorosa joven—. Y no dejaremos que esa psicópata lastime a alguien más. —Se apartó un poco de ella, aferrándola por las mejillas—. Y tú nos vas a ayudar a que eso sea posible.
—¿Cómo? —Preguntó ella un poco intrigada, siendo Bella quien respondiera.
—Nos dirás todo lo que sepas, todo lo que lograste escuchar mientras estuviste con ellos, en donde queda ese departamento y si hay más personas como yo, allí. —Leila se quedó analizando todo aquello, negando con la cabeza.
—No sé en dónde queda el departamento, pero les puedo decir como es el edificio y el lugar. —Ambos ex esposos asistieron—. Victoria siempre hablaba de neófitos… ¿Qué son? —preguntó la chica bastante intrigada.
—Son vampiros recién creados. —Leila abrió grande la boca, cubriéndola con una de sus manos.
—Pues Victoria solía preguntarle constantemente a Riley cuántos de ellos habían en las ruinas. —Jacob le preguntó de qué ruinas hablaba—. No lo sé, solo le preguntaba cuántos neófitos habían allí, es lo único que sé.
—¿Y llegaste a escuchar la cantidad que habían? —Leila asintió.
—Más de cincuenta, fue lo que dijo Riley la última vez antes de lo ocurrido con los bebés. —Jacob observó a Bella, comentándole a continuación.
—Habían más de veinte vampiros muertos en Forks, eso quiere decir que bajó su número de neófitos.
—Harán más…. Y necesitamos saber en dónde los tienen antes de que eso ocurra y destruirlos. —El beta de la manada asintió.
—Hay que ir al pent-house y decirles a todos lo que sabemos. —Bella asintió, sonriéndole a Leila.
—No puedes decirle a nadie sobre nosotros...  ¿está claro? —Leila asintió.
—Lo prometo. —Se recostó del pecho de Jacob, sonriendo con el rostro más dichoso y feliz que alguna vez tuvo la encantadora chica—. ¿Ustedes dos son hermanos? —Tanto Jacob como Bella se vieron las caras, sonriéndose el uno al otro.
—Aammm...  no, verás… Bella es…
—…Su amiga. —Interrumpió Isabella—  Soy su amiga. —Sonrió.
—¿Y también serás mi amiga?
—Claro, Leila… de ahora en adelante seremos las mejores amigas. —La joven soltó a Jacob, abrazando a Bella, la cual contuvo el aliento ante la ser de sangre, correspondiendo el efusivo abrazo.
—Gracias. —Acotó Jacob.
—No agradezcas. —Bella acarició el brazo de su ex—. Siempre rogué porque esto te ocurriera, así aprenderás lo que realmente es amar, aunque fuese de este modo, ya que poseías una errada percepción sobre el amor, Pues… —Jacob se golpeó la frente, recordando algo que había olvidado.
—Diablos… ¿Ahora qué demonios hago con Anastasia? —Leila soltó a Bella, mirando a su hombre.
—¿Quién es Anastasia? —Ambos ex esposos pensaron que decirle a la joven, pero justo en aquel momento sonó el celular de Jacob, mirando el nombre de Ana en la pantalla.
—Rayos. —Suspiró y apagó el celular, guardándoselo nuevamente en el interior del bolsillo de su pantalón—. Luego solventaré esto. —Acomodó a Leila sobre la motocicleta, pidiéndole que posara una pierna a cada lado del vehículo, subiendo detrás de ella—. Sostente fuerte, Leila. —Miró a Bella. —Sube… —La vampiresa tomó su puesto detrás de Jacob, abrazándole—. Te llevaré a conocer a tu nueva familia. —Susurró el beta de la manada a oídos de su imprima, la cual sintió que estaba viviendo un cuento de hadas junto a aquel apuesto, perfecto y encantador joven, quien arrancó la motocicleta, sonriendo al escuchar a Sawyer decirle a Taylor de mala gana.
—Qué suerte tienen los que no se bañan. —Y aunque en algún otro momento, aquel agravio le hubiese hecho acreedor de una paliza por parte de Jacob, el amor que ahora le profesaba a Leila era mucho más grande que toda su arrogancia y su prepotencia, transformándole al fin, en un hombre nuevo.
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Victoria no paró de golpear insistentemente al joven Biers, el cual se quejaba de dolor ante la paliza que su ama y señora le propinaba, mientras Jack observaba desde un rincón la descomunal tunda, sobándose las muñecas ante las ataduras que Bree le había puesto, encerrándolo en el interior de una de las habitaciones.
—Te dije que esa maldita me traería problemas. —Pateó al apuesto joven arrinconado en el suelo, hecho un mohín—. Pero no, tenías que traerla y hacerla tu chica. —Se apartó del quejumbroso muchacho, tomando entre sus manos un enorme fierro de acero, el cual se había desprendido del barandal de las escaleras, ante el fuerte impacto que ejerció el cuerpo del vampiro, al ser arrojado con gran ímpetu hacia aquel lugar, amenazándole con el grueso y enrome tubo—. Debería matarte ahora mismo, infeliz. —Victoria alzó sus brazos a punto de clavar el oxidado fierro en la cabeza del aterrado inmortal, siendo Jack quien detuviera el descontrolado berrinche de la vampiresa.
—¿Victoria?... Dios sabe cuánto odio a este tipejo, pero… ¿no crees que si lo matas, sería contraproducente para nosotros? —La enajenada mujer volteó a verle, con los ojos encolerizados—. Riley es quien puede dominar a ese montón de neófitos, ellos le temen y le respetan, y aunque tú me llegases a transformar, sería un simple vampiro más, un neófito descontrolado, yo no podría mantenerlos calmados. —La pelirroja, suspiró, intentando controlar la rabia que la apresaba, mirando al temeroso vampiro en el suelo, cubriéndose la cara—. Él sabe que falló y lo compensará… ¿No es así, Riley? —El aludido asintió, mirando a su ama con temor.
—Lo haré mi señora… lo juro. —Victoria bajó los brazos, arrojando el fierro a un lado—. Usted tenía razón, Bree no era la indicada, me equivoqué con ella y lo admito. —La aun alterada mujer se paseó de un lado a otro, pensando su siguiente movimiento, ya que no usarían a Leila para hacerle daño a Christian como lo habían planeado y mucho menos a la ama de llaves a la que pretendían secuestrar y asesinar, ya que no se encontraba en su departamento, truncando dos de sus planes.
—Crearás más neófitos para mí, maldito estúpido. —Riley asintió con la cabeza agachas—.  Los entrenaras y espero que estén listos para luchar, porque ya no pienso darle más largas a este asunto. —Golpeó una de las paredes creando un enorme boquete en la superficie de madera, volteando a ver a Jack, quien se apartó un poco de ella—. Tenemos que irnos de aquí. —Jack asintió—. No estamos seguros en este lugar, esa maldita nos traicionó y de seguro la loca debe estar soltando la sopa.
—¿Y se puede saber a dónde?... —preguntó Jack, sin deseo alguno de acercársele a la vampiresa.
—Pues no haz aportado mucho a esta causa, Jack. —Victoria se acercó al temeroso hombre a velocidad sobrehumana, el cual estuvo a punto de caer por las escaleras al intentar huir de ella—. Así que espero que por tu bien tengas una idea de donde podemos quedarnos sin levantar sospechas o juro que te transformaré en vampiro y te arrojaré el maloliente hoyo en donde están los demás neófitos, a ver si logras salir ileso de esa jauría de bestias salvajes. —La ofuscada mujer, le aferró del cuello—. Tienes hasta el día de hoy para conseguir a donde irnos o juro que me desharé de ti, antes de que amanezca. —la vampiresa pretendió marcharse, pero la voz de Riley detuvo su rápido andar, preguntarle a su ama después de incorporarse del suelo, sacudiéndose la ropa.
—Mi señora… Si usted piensa que Bree nos delató… deberíamos llevar a los neófitos a otro lugar. —Victoria pensó en la posibilidad de que la maldita chica les estuviese diciendo a todos en donde se encontraban los neófitos, asintiendo a sus palabras—. Buscaré otro lugar y con la ayuda de los vampiros más controlados los reubicaré en otro lugar. —La vampiresa asintió.
—Encárgate de todo. —Riley inclinó su cabeza, introduciéndose rápidamente en la recamara que había estado compartiendo con Bree, escuchando como su ama y señora volvía a exigirle a Jack que buscara un lugar en donde esconderse, mientras él se recostaba sobre la cama, dejando que el aire acumulado en sus pulmones saliera lentamente, manteniendo sus ojos cerrados, sintiéndose realmente miserable.
“No puedo creer que me hicieras esto, Bree… en verdad pensé que me amabas” Riley quería llorar. La inmensa desolación que sentía ante la ruptura de aquella corta pero intensa relación amorosa lo había destrozado tanto que la paliza propinada por Victoria no había sido nada en comparación con el enorme dolor que aquello le había causado. “Yo te amo incondicionalmente, Bree” Pensó en lo que había hecho con aquel pequeño niño en Forks, pretendiendo hincarle los dientes. “Solo quería asustarles… yo…” Se sintió realmente mal al recordar sus sueños y anhelos mortales, añorando la posibilidad de tener su propia familia después de graduarse y ejercer su carrera universitaria.
—Merezco esto. —Sollozó amargamente, abrazando con fuerzas la almohada, abriendo los ojos, percatándose de como un pequeño sobre blanco se asomaba desde una de las aspas del ventilador de techo de su recamara, incorporándose rápidamente de la cama, saltando ágilmente para tomar entre sus manos la carta que tenía su nombre.
La abrió rápidamente, colocándole el seguro a la puerta, introduciéndose en el cuarto de baños para poder leer en privado el adiós que su amada le había dejado, haciéndose un mohín en el interior de la bañera.
“Sé que crees que mi traición no tiene perdón, yo también creo que tu crueldad tampoco la tiene, pero el amor que siento por ti es tan real y sincero que te daré una segunda oportunidad, te espero en el edificio en donde están los neófitos, en donde me distes mi primer beso.
Sé que te deje mal delante de tu <<señora>> y espero que logres entender el porqué de mis actos. Si no llegas <solo> antes del amanecer, daré por sentado de que tu amor no era lo que yo me esperaba, si vas con Victoria no solo perderás mi amor, también la posibilidad de reivindicarte con ella.
Por siempre tuya… Bree”
Riley abrazó la carta, sin saber qué hacer. Ya que por un lado estaba su amor por la chica, y por el otro la fidelidad que le tenía a Victoria, quien lo había hecho la persona que era ahora, pero tal parecía que la menuda y dulce vampirita, quería hacer volver al caballeroso y soñador joven que había sido en su vida como mortal, intentando conectarlo con su lado humano.
—¿Riley? —Gritó Victoria sobresaltando al muchacho, el cual rompió la carta, arrojándola al escusado.
—¡Sí, mi señora¡ —Exclamó el chico después de abandonar el cuarto de baños, abriendo la puerta de su cuarto.
—Jack tiene un pequeño departamento a las afueras de Seattle, solventa lo de los neófitos y nos vemos allá. —Le entregó una nota con la dirección del lugar—. Y espero que esta vez hagas las cosas bien o juro que me las pagarás. —El chico asintió—. Cazaré a esa maldita neófita y le arrancaré la cabeza. —El joven vampiro tragó ponzoña con dificultad.
—Como usted diga, mi señora. —Le sonrió, y después de cerrar la puerta, pensó en lo que haría esa noche, tomando al fin, la decisión más importante de su vida.
 
Notas finales:

Nota: He leído cada uno de sus comentarios y respondido a los que me han parecido necesario responder... gracias a todos por seguir la historia.


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