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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Revelaciones
 
Charlie no podía dejar de pensar tanto en la muerte de Billy como en lo ocurrido en el cementerio con el teniente Garrett, el cual le había dejado claro que sabía perfectamente que ocultaba sus gustos sexuales delante de todos sus seres queridos.
“Ya no puedo soportar tanta incertidumbre” Pensó sin dejar de pasearse nerviosamente por la oficina de la comisaría. “Necesito saber si ese infeliz abrió o no la boca” Elucubró sobre la posibilidad de que no lo hubiese hecho, ya que de haber sido así, Bella ya le habría llamado, recordando las palabras que le había dicho el vampiro en el cementerio.
“¡Oh, no se preocupe sheriff!... no tengo pensado ir ha publicarlo en el periódico local, y mucho menos se lo pienso ir a decir a su hija, eso es asunto suyo y es su deber quitarle la venda de los ojos, pero sí le voy a decir una cosa… Si hay algo que detesto en la vida es a hipócritas como usted, a gente temerosa de que sepan sobre sus gustos sexuales.” Golpeó el escritorio con el puño, sintiéndose frustrado.
—Es fácil para ti decirlo, es simple para un vampiro ser libre, nadie sé metería contigo, nadie te señalaría o te juzgaría… pero para mí es imposible. —Apretó con fuerza las manos en un puño, intentando contener no solo su frustración, sino la rabia que sintió ante las palabras del desinhibido vampiro—. Tengo toda mi vida fingiendo… ¿cómo decirle a todos que siempre estuve enamorado de ti, Billy?... ¿cómo mirar a Bella ha los ojos y notificarle que pensaba en su ex suegro cuando respondí “si acepto” en mi boda con René?... —Negó una y otra vez con la cabeza—. Es prácticamente imposible. —Sintió deseos de llorar, rodeando su escritorio para tomar asiento, desplomándose sobre la silla.
Cerró sus ojos y recostó su cabeza hacía atrás, deseando no pensar en nada de lo que lo estaba atormentando y mucho menos en lo que podría pasar si todos se llegasen a enterar, ya que aquella situación lo había tenido toda la semana alterado y sumergido en sus pensamientos, sobresaltándose al escuchar el timbre de su teléfono celular, repicar y vibrar en el bolsillo de su pantalón, sacándole raudo para contestar, después de ver en la pantalla de quien se trataba.
—Hola Bella… me alegra mucho que llamaras. —Por unos segundos sus temores volvieron a atacarle, pensando que la chica le podría estar llamando para recriminarle algo.
—Hola papá… ¿Cómo estás? —Ambos comenzaron con los saludos rutinarios en una conversación habitual entre padre e hija, siendo Bella quien cambiara el tema de improvisto—. ¡Por cierto! Llamaba para decirte algo importante. —A Charlie se le encogió el estómago, sintiendo que vomitaría todo lo que había desayunado esa mañana, preguntándole con cierto temor a su hija, de que se trataba—. Jacob se ha imprimado. —Aquella noticia lo tomó por sorpresa, pero también logró calmar sus temores, sonriendo gratamente.
—¿En serio? —Bella le notificó que así era y que todos excepto Leah, estaban felices por el beta de la manada—. Aamm… me… me alegro mucho por él, hija… Aamm… ¿puedo saber porque Leah no está de acuerdo? —Aunque Charlie sintió asombro y deseos de saber el porqué de la negatividad de la hija de Sue al respecto, sus pensamientos siempre lo llevaban al mismo punto que lo había estado atormentando todo este tiempo, el teniente Garrett.
—Pues no se si sea bueno que te lo diga, Charlie… es complicado. —Si algo sabía el policía era que la palabra “complicado” venía acompañada de relaciones prohibidas o romances secretos.
—¿Leah y Jacob tuvieron algo? —El largo suspiro de Bella del otro lado de la línea, al igual que su mutismo respondieron la pregunta del policía—. ¿Y eso fue antes o después de lo que ustedes tuvieron? —Bella rió.
—Eso no importa papá… lo verdaderamente importante es que Jake había comenzado una relación con Anastasia y ahora no sabe que hacer. —Charlie preguntó quien era la fulana, recibiendo la rápida después de su hija—. Es la ex de Christian Grey.
—¿Christian Grey?... ¿Y quien demonios es ese? —Bella rió nuevamente explicándole a su padre sobre la familia Grey, la cual estaba implicada en todo lo relacionado con Victoria y la venganza que tenía en contra de Edward por haber matado a su pareja James—. Entiendo quienes son, pero lo que no comprendo es porque ahora el señor Grey es el enfoque principal de Victoria, ya que tengo entendido que la pelirroja busca asesinar a quienes se convierten en el nuevo enfoque sentimental de Edward. —Charlie se percató una vez más del repentino mutismo de su hija, preguntándole como quien no quiere hacerlo pero debe—. Dime que no es lo que estoy pensando, Bella.
—Pues sí… es exactamente lo que estas pensando, Charlie. —Aquello sorprendió bastante al policía, ya que lo que menos se imaginó fue que el ex de Bella e hijo adoptivo del doctor Carlisle, tuviese los mismo gustos sexuales que él y su hija.
—Aamm… pues, no sé qué decir.
—No lo hagas, Edward aún está intentando adaptarse a sus nuevos gustos sexuales, jamás pensamos que tanto él como yo terminaríamos así, siendo hermanos y con gustos diversos. —Charlie no sabía que hacer o que sentir al respecto, ya que de algún modo él creyó que el destino le estaba intentando decir algo.
“No soy el único con temores… no parezco ser la única persona con sentimientos encontrados” Si bien al conocer a René y casarse con ella, Charlie pensó que lo que había ocurrido entre él y Billy había sido tan solo experiencias sexuales pasajeras de adolescente inseguros al darse cuenta que el sexo con mujeres también le era satisfactorio, pero otros parecían tener cambios de gustos después de haber pasado toda su vida como heterosexual, disfrutando ahora de una relación homosexual como en el caso de Bella y Edward.
—¿Papá, estas allí? —preguntó Bella al no tener una respuesta de su progenitor.
—Aamm… si, acá estoy Bella, disculpa… ¿Qué decías? —preguntó el policía un poco intrigado.
—Pregunté sí sabías que mamá y Bob volvieron a salir de gira. —Su padre negó saber algo al respecto, ya que tanto la madre de la vampiresa como Charlie no solían conversar mucho por teléfono después de su divorcio, y menos después de su segundo matrimonio—. Me alegra que esté en constante movimiento, ya que temo que esa maldita de Victoria también la tome con ella y su esposo.
—Pues me alegro mucho, Bella. —Lo menos que Charlie quería era hablar sobre la madre de su hija y la estupenda vida que le daba Bob, ya que lo que había roto toda la relación entre René y él fueron precisamente los grandes sueños de su ex esposa, en comparación con los pequeños anhelos del policía, al igual que su monótona vida—. Sin duda alguna, Bob era el indicado para ella. —Intentó sonar sincero aunque se le dificultaba.
—Yo sé que hay alguien para ti en este mundo, Charlie… solo debes estar atento a las señales que el universo te da. —El policía puso los ojos en blanco, mirando hacía el perchero de su oficina, contemplando como desde uno de los bolsillos, se asomaba un pequeño papel, escuchándole hablar nuevamente a su hija, sin dejar de observa la punta de la rectangular pieza de papel—. Bueno, Charlie… te dejo.
—¡Ok, Bella!... me alegró mucho que llamaras.
—No dejo de estar preocupada por ti, papá. —Charlie se incorporó de su asiento, acercándose al perchero, extrayendo de su chaqueta la tarjeta de presentación que el teniente Garrett le había entregado, olvidándose por completo de eso—. ¿Porqué no pasas unos días aquí conmigo en Seattle, te agradaría mucho Mía, ella es la hermana de Christian y es a la persona que estoy cuidando… —Bella siguió hablando sobre la joven con la que parecía haber hecho una estupenda amistad, sin que Charlie se percatara de las intenciones de su hija para con la atolondrada muchacha.
—Tal vez lo haga. —Acotó—. Hablaremos luego, hija… te amo. —Y después de que Bella culminara la llamada, marcó rápidamente el número de celular de Garrett, desistiendo de llamarle por su teléfono personal, haciéndolo por el de la oficina, esperando a que respondieran mientras se sentaba.
—Teniente Hampshire al habla. —Por alguna extraña razón, Charlie percibió un vuelco en su estómago, sintiendo temor ante aquella imponente voz masculina que denotaba tanto autoridad como seguridad en sí mismo, algo de lo que no se había dado cuenta el día en que lo conoció, teniendo una errónea percepción del vampiro, al cual había percibido bastante atorrante y hasta se podía decir que un poco burlón.
“Vamos, habla” Se incitó así mismo a responder la contestación de Garrett, pero el temor de llegar a enterarse de que el policía se había ido de bocazas, o peor aún, que llegase a colgarle el teléfono dejándole no solo con la incertidumbre, sino también con la rabia acuestas del desprecio, fue algo que lo hizo desistir de responder, siendo él quien culminara la llamada antes de que comenzara.
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Garrett observó tanto a Christian como a Edward, mientras ambos le notificaban lo ocurrido con Leila, explicándole que no habían llevado a la joven de vuelta al sanatorio porque de ahora en adelante Jacob se encargaría de ella y los Cullen se haría responsables de cualquier incidente con la joven Williams.
—Eso no lo pueden decidir ustedes, Edward. —Espetó Garrett, mirándoles molesto—. Debieron traerme a la chica hasta acá, debía ser interrogada y sobre todo llevada de vuelta al psiquiátrico para una evaluación sobre su estado de salud.
—Eso fue lo que yo le dije a Edward, teniente… pero él está empeñado en que la magia Quileute de los nativos de Forks es algo que la ha curado, pero yo no me cómo ese cuento sobre historias paganas de algo llamado imprimación. —Edward puso los ojos en blanco al escuchar como Christian despotricaba ha los cuatro vientos todo lo que pensaba sobre aquel asunto entre Leila y Jacob, mientras Garrett contemplaba al joven vampiro, preguntándole mentalmente si lo que había pasado con la joven Williams era precisamente eso o había algo más, a lo que Edward negó con la cabeza, percatándose de como el policía parecía tener conocimiento acerca de la imprimación o había averiguado entre los lobos al respecto—. Me mostró unos libros sobre tribus americanas y los Quileutes ,según sus mitos, son descendientes de los lobos. —Edward bajó la mirada, al ver la socarrona sonrisa de Garrett aflorar por la comisura de sus labios, intentando disimular aunque se le dificultaba.
“Si Christian no cree en mitos y leyendas, lo más seguro es que se muera de un infarto al enterarse de la verdad y sobre todo de que se está follando a un vampiro” Edward levantó rápidamente la cara, fulminando al odioso policía con la mirada, ante sus impropios pensamientos. “¡Oh, vamos!... no me mires así… no pueden ocultar lo que existe entre ustedes dos para toda la vida, eso no es sano” Garrett intentó no pensar en Charlie, descartando rápidamente el recuerdo de lo ocurrido en Forks con el apuesto pero temeroso sheriff, interrumpiendo el parloteo del magnate, aunque Edward ya se había dado cuenta de su leve remembranza—. Bueno, bueno… señor Grey… el hecho de que usted no crea en brujas y magia, no quiere decir que no existan.
—Pues no puedo creer en algo que jamás he visto, teniente.
—Como santo Tomás. —Alegó el policía—. El apóstol que tuvo que meter los dedos en las heridas de Jesús para corroborar que este había resucitado—. Christian puso los ojos en blanco.
—¿De mitos y leyendas pasamos a religión? —Garrett sonrió.
—¿Usted cree en Dios, señor Grey? —Christian se lo pensó por unos segundos, sin deseo alguno de responder—. Supongo que su mutismo es un “tal vez no”… el punto es, que no porque jamás lo hayamos visto, quiere decir que no exista. —Edward imaginó que aquellas creencias venían impuestas por Carlisle, aunque la realidad era otra.
—Entonces usted cree que Leila Williams se ha curado gracias a una magia ancestral que enamoró a ambos desconocidos, uniéndolos con un lazo invisible de amor eterno y un montón de idioteces escritas en un libro que está lleno de tonterías… —Garrett le interrumpió.
—Muchos dicen lo mismo de la biblia y resulta que Dios termina haciéndoles algún milagro. —Christian puso los ojos en blanco.
—No lo puedo creer… primero me da la razón a mí alegando que los Cullen debieron traer a Leila con las autoridades ¿y ahora les da la razón a ellos?... ¿Qué es esto… bipolaridad o demencia? —El policía se incorporó de su asiento, al escuchar que alguien tocaba la puerta, respondiéndole al magnate, mientras se acercaba a la salida para abrirla.
—Es fe, señor Grey… a lo mejor así fue… ¿Acaso no cree usted en el poder del amor? —Miró fijamente a Christian, esperando su respuesta, mientras mantuvo el pomo de la puerta aferrado para abrirla.
—No es que no crea en el poder del amor, teniente… es solo que… —Garrett volvió a interrumpirle.
—Entonces ya no hay más nada que discutir, Christian. —Se dispuso a tutearle, abriendo la puerta de su oficina, observando como su amigo Alistair entró abruptamente al lugar, notificándole al policía.
—Ya contacté a Siobhan y a Liam. —Alistair habló tan bajo que solo Garrett y Edward pudieron escucharle, refiriéndose a los integrantes del Clan irlandés—. Me dijeron que los Mikaelson no están en su país. —El policía asintió, dándole una rápida mirada de soslayo a Christian, quien parecía tratar de escuchar lo que el vampiro susurraba entre dientes—. Así que llamé a Charles y a Makenna para ver si entre ellos dos y Lucas, logran dar con el paradero de… —Volteó a ver a ambos hombres, los cuales le observaron fijamente, siendo Edward quien viera en su mente el nombre del vampiro que ambos estaban intentando contactar— …Tú ya sabes quién. —Fue lo único que dijo Alistair, refiriéndose a los tres nómadas europeos que solían ayudarle, apartándose de su amigo—. Buenas… —Saludó al fin a los presentes, mirando a ambos caballeros.
—Gracias, Al… —Garrett señaló a Edward—. ¿Conoces al hijo de Carlisle? —Alistair negó con la cabeza al ver al joven vampiro, el cual se incorporó de su asiento, mientras el nómada acortaba distancia entre ellos, estrechando su mano.
—No tenía el gusto… un placer. —Acotó Alistair.
—El placer es mío, Alistair. —Edward soltó su mano después de haberla estrechado con fuerza, señalando al magnate. —Él es el señor Christian Grey. —Ambos se saludaron amablemente, mientras Garrett tomó asiento en su puesto, escuchando repicar el teléfono fijo de su oficina.
—Teniente Hampshire al habla. —Del otro lado de la línea una respiración entrecortada le indicó que había alguien esperando a que hablaran, pero al intentar decir algo más, cortaron la comunicación, dejando al pensativo vampiro preocupado—. ¡Qué raro! —Argumentó el policía, colocando el auricular en su puesto, levantándolo de nuevo para llamar a la joven encargada de la central telefónica—. Hola, linda… acaba de entrar una llamada directa ha mi oficina… puedes decirles a los de secuestros que rastreen mi última llamada entrante, por favor. —La chica le confirmó que lo haría de inmediato—. Gracias. —Culminó la llamada—. Podría ser importante. —Sonrió, observando a todos los presentes, percatándose de como Christian miraba con insistencia a Alistair, el cual simplemente escribía rápidamente sobre su teléfono inteligente.
—¿Entonces qué piensa hacer con lo de la señorita Williams, teniente Hampshire? —preguntó Christian sin dejar de mirar a Alistair, preguntándose internamente si el desgreñado europeo era pareja del policía o simplemente su amigo de farras.
—Iré al pent-house en donde se hospedan los Cullen y la interrogaré… pero no creo que la señorita William deba regresar al sanatorio, —Miró a Edward—. ¿Crees que puedas hacer una evaluación psicológica de su estado mental después de lo ocurrido? —El apuesto vampiro miró a Christian.
—Pues… aun no tengo licencia, pero…
—Por eso no te preocupes, Edward… de darle credibilidad a tu evaluación me encargo yo, pero necesito una ficha técnica sobre el caso y así cerrar este expediente sobre la señorita Leila y su secuestro. —El vampiro asintió—. Perfecto… entonces. —Garrett tomó la carpeta del expediente, guardándola en el interior de una de sus gavetas, observando como Alistair se incorporó de su puesto, apartándose de todo para comenzar una llamada telefónica entre susurros.
—Su amigo es algo extraño. —Alegó Christian, mirando al nómada, lo que por supuesto hizo sonreír a Garrett.
—Al. Es el mejor rastreador que puedas llegar a conocer, me está ayudando con lo de Victoria. —Miró ha Edward—. Y también a localizar a alguien muy importante.
—¿A quién? —preguntó el magnate, bastante intrigado.
—Será mejor que nos vayamos, Christian. —Notificó Edward a sabiendas de que el policía no quería responder a la pregunta, incorporándose de su asiento—. Gracias por todo, Garrett. —El hijo de su mejor amigo extendió su mano hacia él, pero el policía ya había rodeado el escritorio, informándole tanto a Edward como a Christian que los acompañaría a las afueras de la comandancia para darle privacidad a su amigo con la llamada.
—No se entiende absolutamente nada de lo que está hablando… No sé cómo la otra persona le puede estar escuchando. —Edward y Garrett volvieron a cruzar miradas cómplices ya que ambos sabían que Alistair hablaba por teléfono con otro vampiro, el cual poseía una audición perfecta.
—Veo que te gusta el chisme, Christian. —Edward puso los ojos en blanco al saber lo que ocasionaría aquel malsano comentario en el magnate.
—Para empezar no es chisme, Garrett. —Le tuteó, ya que si el teniente no se media con Christian, el magnate tampoco lo haría con él—. Simplemente me preocupa saber en que andan metidos ustedes dos.
—No andamos metidos en nada malo, Christian… tranquilízate. —Siguieron caminando hasta salir de la comandancia, acotando a continuación—. Queremos terminar de una vez por todas con este problema llamado Victoria, así que contactaremos a la única persona que puede culminar este problema sin que hayan más muertos—. Miró a Edward sonriendo con picardía—. ¡Por cierto!… tengo algo para ti. —Christian alzó una de sus cejas, mirando el asombrado rostro de su amante, el cual se sintió bastante incomodo al respecto.
—¿Para mí? —Garrett asintió a la infantil pregunta de Edward, tomándole del brazo.
—Si me disculpas, Christ. necesito hablar a solas con Eddy. —El interior del cuerpo del magnate parecía un volcán a punto de ebullición, no solo ante lo igualado que era el odioso policía, sino también por lo petulante que sonaron sus palabras, intentando cabrear a Christian con su insoportable forma de ser.
—No puedo creerlo. —Fue lo único que dijo Christian, permaneciendo de pie junto a su auto, en donde Taylor esperaba en el interior, mirando el iracundo rostro de su jefe contemplar a ambos vampiros.
—Jasper y Alice vinieron  a verme ayer, antes de que sucediera lo de Leila y el perro beta. —Edward asintió—. Me informaron lo que Carlisle quiere hacer… traer a varios vampiros hasta acá pero no creo que sea necesario. —El vampiro volvió a asentir, volteando a ver a Christian, mientras el policía entró en su auto, extrayendo del interior de la guantera un paquete envuelto en una bolsa de papel marrón, entregándosela al vampiro—. Así que llamé hoy a tu padre y me dijo que confiaba en mí para hacer lo mejor que se pudiera hacer en estos caso, aunque creo que ya contacto a los Denali y tengo entendido, por lo que me dijo el mayor Whitlock, que vienen hacia acá. —El chico asintió agradeciéndole de antemano la ayuda prestada—. No agradezca… es lo mejor que se puede hacer, si Aro no metió sus manos en todo esto desde el comienzo, no lo hará ahora, así que traeremos a la artillería pesada. —Edward volvió a ver en la mente del policía a la persona que tanto Alistair como él intentaban contactar, preguntándole a continuación.
—¿Quién es él? —Garrett sonrió, notificándole al intranquilo vampiro, después de contemplar el malhumorado rostro del magnate en la distancia.
—Confórmate con saber que si todos los inmortales creen que Aro es el jefe mayor. A quien estamos intentando contactar es nuestro Dios. —Edward abrió desmesuradamente los ojos.
—Mikaelson… —Repitió varias veces intentando recordar en donde lo había escuchado antes—. Ese apellido me suena de algún lado pero no sé de dónde. —Intentó rememorar aquello, recordando la última subasta en el banquete de los Grey, chasqueando sus dedos al recordar de donde lo había escuchado—. En la subasta de los Grey la última joya era de la familia Mikaelson. —Garrett dejó que su semblante de asombro le demostrara a Edward cuanto le había llamado la atención su notificación—. Podrías preguntarle a los padres de Christian como o de donde llegó esa joya. —A lo que el policía preguntó apremiante.
—¿Cuál joya era?
—Un anillo. —Garrett sacó su celular, mostrándole al vampiro una foto ampliada de una mano masculina portando el anillo que Edward había visto en la subasta—. Ese mismo es… ese anillo fue la última subasta de esa noche, el anfitrión notificó que había llegado a última hora. —Garrett sonrió complacido, guardándose su celular.
—Maldito Klaus… estás jugando conmigo. —Siguió sonriendo con picardía, al darse cuenta de que a quien él buscaba, ya estaba enterado de lo que estaba pasando en Seattle, haciéndose de rogar por el policía y sobre todo burlándose del don de rastreador de Alistair—. Gracias por el dato, Edward. —Posó su brazo sobre los hombros del muchacho, encaminándolo hacía donde se encontraba Christian con su amarga y desdeñosa cara—. Enviaré a uno de mis hombres a la casa Grey. —Edward miró el paquete que traía en sus manos, sin saber aun el porque o para que Garrett se lo había entregado.
—Disculpa… ¿y esto? —Alzó el paquete a la altura de su ojos.
—¡Oh!... eso es un regalo para ustedes dos. —Señaló tanto a Christian en la distancia como a Edward a su lado, soltándole los hombros—. Cuando Alice y Jasper vinieron, la dulce esposa del mayor me estuvo haciendo preguntas para un “supuesto” fanfic que está escribiendo y quería saber si yo tenía una técnica para el sexo oral con los humanos para no lastimarles. —Al decir aquello Edward, detuvo su andar, sintiendo que la vergüenza comenzó a embargar todo su ser, mirando de refilón a su amante—. Y aunque en efecto corroboré que la dulce shippeadora escribe fanfic, por alguna extraña razón sentí que era más para ayudarlos a ustedes dos que para el fanfic en sí… ¿Y sabes por qué? —El avergonzado vampiro bajó la cara, sin deseo alguno de escuchar la respuesta que estaba viendo en la pervertida mente de Garrett—. Porque en sus fanfics no hay vampiros. —Susurró al oído del pudoroso chico.
—No creo necesitar esto… yo… —Edward pretendió devolverle el paquete, pero Garrett aferró las dos manos del tembloroso vampiro, notificándole con una socarrona sonrisa en sus labios.
—¡Oh vamos, Edward!... aceptarlo como una ofrenda de paz. —Volteó a ver a Christian, percatándose de como la vena de la frente parecía estarle palpitando más rápido de lo normal, acotando a continuación—. Míralo… está que revienta de los celos. —Edward sacudió las manos del policía sobre las suyas, apartándose un poco de él—. En fin… lo que hay dentro son prótesis dentales de látex… son casi imperceptible, se adhieren a tu dentadura y así evitas que tanto el filo de tus dientes, así como también la ponzoña, lastime el delicado pene de tu amante y ambos puedan disfrutar de una buena mamada sin que…
—Gracias, Garrett… —Interrumpió rápidamente el vampiro, apartándose del policía sin deseo alguno de seguir escuchando sus desvergonzada palabras, sintiendo que una nueva oleada de vergüenza hormigueaba en sus mejillas, en donde un rubor quería aparecer sin éxito alguno.
—Qué lo disfruten. —Gritó el descarado inmortal, observando como Edward tomó a Christian del brazo, rogándole porque se fueran lo más pronto posible, mientras que el magnate le reprochó no solo la cercanía de Garrett, sino las miraditas que le daba el policía a su sumiso, el cual intentó calmar al celopata hombre con comentarios que le hicieran ver a Christian, que no había nada entre el amigo de su padre y él, haciendo reír al desgraciado vampiro, quien entró nuevamente en la comandancia, introduciéndose en su oficina.
—¿Ya dejaste de molestar al hijo de Carlisle y su juguete humano? —Si de algo no estaba de acuerdo Alistair era en que los vampiros tuviesen relaciones amorosas con mortales, lo que por supuesto a Garrett le encantaba, ya que a ninguno de sus anteriores novios o amantes los había transformado en vampiros, terminando con ellos antes de que se dieran cuentan de que él era un inmortal, siendo a Freddy Mercury al único al que le dijera la verdad, respetando su decisión de seguir siendo humano hasta su muerte.
—Es divertido incomodarles. —Acotó tomando asiento frente a su escritorio, notificándole a su amigo lo que Edward le había dicho sobre el anillo solar de los Mikaelson en la subasta, llamando la atención de Alistair.
—Entonces nuestro señor se encuentra al tanto de lo que está ocurriendo en Seattle. —Garrett asintió, percatándose de como su amigo parecía rendirle pleitesía a la ancestral familia desde el día en que se enteró de su existencia, agradeciéndole a la providencia de que los Vulturi no fueran los verdaderos amos y señores de los inmortales, siendo tan solo la pantomima que los verdaderos líderes de su raza habían creado para poder pasar desapercibidos.
—Así parece. —Respondió el policía, maniobrando el bolígrafo entre sus dedos—. Esta jugando contigo, Al… —El aludido sonrió, ya que si algo amaba Alistair, era que su “señor” como él le llamaba respetuosamente a Klaus, se hiciera el difícil con el mejor rastreador de todos—. Ten… —Garrett le arrojó una de las tantas placas que reposaban en el interior de una de sus gavetas, exigiéndole a continuación—. Ve a la casa Grey e interroga a los padres de Christian sobre la joya. —Alistair asintió, incorporándose de su puesto—. ¿Desde dónde la enviaron?... ¿Quién la entrego?... ¿Si traía una nota?... ¿Quién la compró?... lo que sea… debemos encontrarlo a como de lugar. —Si algo sabía Garrett era que a Klaus le gustaba jugar con quienes necesitaban de él, haciéndose el difícil de hallar.
—Lo encontraré… Garrett, siempre lo hago.
—Lo sé amigo mío. —El teléfono fijo repito, tomándole rápidamente, notificándole a la joven de la central telefónica que esperara unos minutos—. Ve por él, Al… ya es hora de que “tu señor” conozca al tercer integrante de su corte. —Alistair asintió, a sabiendas de que Garrett se refería a Carlisle—. Largo y tráeme buenas noticias amigo mío. —El nómada salió rápidamente del despacho del policía, el cual preguntó a continuación—. ¿Tienen el número de la llamada entrante?
—Así es teniente… la llamada proviene de Forks… exactamente de la comandancia de policía de la pequeña ciudad de Washington. —Garrett se sorprendió ante la notificación de la joven policía, la cual espero alguna orden de su superior, pero el vampiro siguió tan atónito que no se dio cuenta de lo paralizado que había quedado hasta que la joven volvió a hablar—. ¿Quiere el número o desea que le comunique?
—Comunícame con la comandancia, por favor. —La joven culminó la llamada para realizar la que el policía le había exigido que hiciera, mientras el pensativo inmortal no supo que pensar al respecto, tomando raudo el teléfono con tan solo un repicar—. ¿Sí?
—Le comunico con el jefe Swan de Forks, señor. —La oficial de policía transfirió la llamada, cortando comunicación entre ella y el teniente.
—¡Hola!... —Saludó Garrett al no escuchar nada—. ¿Hola?... ¿Hay alguien del otro lado de la línea? —Se volvió a hacer un silencio incómodo, hasta que Charlie se dispuso a hablar, un poco temeroso.
—Buenas tardes, teniente. —A Garrett se le iba a salir el corazón por la boca de la emoción, sonriendo ampliamente.
—Sheriff… es un gusto escuchar su voz. —No solo Garrett sintió que aquello había sonado algo impropio, Charlie no supo que responder a eso, ruborizándose hasta los cimientos—. Pensé que no volvería a saber de usted… lamento tanto lo que pasó y sobre todo como me comporté con usted, fui un grosero, pero si hay algo que detesto es a las personas que ocultan sus…
—Eso ya no importa, teniente… lo que pasó ha quedado en el pasado. —Interrumpió Charlie sin deseo alguno de darle largas a aquel asunto—. La joven oficial que llamó me dijo que habían rastreado la llamada por ordene suyas… —Garrett le notificó que así había sido— …No pensé que usted fuese tan quisquilloso, teniente.
—Pues estamos sospechando de todo, sheriff… y el que alguien llamará al numero directo de mi oficina me dio mucho en que pensar. —Mientras Garrett se mecía de un lado a otro en su silla, Charlie tamborileaba sus dedos sobre su escritorio, un poco intranquilo.
—Lo entiendo perfectamente, teniente… mi hija me ha tenido informado de los últimos acontecimientos sobre la pelirroja. —Garrett le notificó que estaban a punto de detenerla y que solo era cuestión de dar con el arma que acabaría con Victoria—. Pues mientras usted da con el paradero del Santo Grial, yo le llamaba para preguntarle si necesitaba de mi ayuda. —Garrett sonrió, mientras que Charlie cubrió su avergonzado rostro, sintiéndose realmente estúpido, aunque ninguno de los dos pudiese ver tanto los gestos como las reacciones del otro—. Aamm… sé que habrá sonado un poco estúpida mi pregunta, teniente… un vampiro necesitando la ayuda de un simple mortal, es solo que…
—Si algo no es usted, sheriff… es un simple mortal. —Charlie volvió a sentir un vuelco en el estómago como cuando había realizado la llamada, terminándola sin tan siquiera comenzarla—  Esa noche actuó como el Billy the Kid del futuro… yo jamás me hubiese enfrentado a inmortales siendo humano. —Garrett supo que estaba entrando en terreno hostil, ya que no sabía con que intenciones le había llamado en realidad el jefe Swan.
—No diga idioteces, Teniente… yo solo quería defender a mis seres queridos, no pensé si mi vida corría peligro o no, lo único que deseaba era salvar a mí familia, a mis amigos.
—Y lo entiendo, sheriff… uno hace lo que sea por sus seres amados. —Charlie pensó en Billy, sintiéndose miserable.
—No fue suficiente… murieron demasiadas personas. —Garrett supo de sobra que “demasiadas” se reducía a una sola, al jefe de la tribu, Billy Black… al quien el policía tanto había amado.
—Y sigo lamentando su perdida, sheriff… pero si de algo le sirve, sepa que aún hay personas en el mundo que se preocupan por usted. —Charlie no dijo nada, intentando no pensar más en lo ocurrido esa noche, aguantándose las ganas de llorar, ya que había llorado bastante—. Su hija, sus nietos, sus amigos de la tribu que aún quedan vivos y… —Se lo pensó por unos segundos, atreviéndose a decir lo que pensaba, sin importarle una nueva puteada de parte de Charlie o peor aún, que culminara la llamada— …Y yo. —El jefe de la policía de Forks, no solo había dejado de tamborilear sus dedos sobre el escritorio, sino que mantuvo su mirada perdida, esperando a que el teniente Hampshire volviera a hablar—. Sé que suena impropio de mi parte…
—Muy impropio. —Acotó Charlie interrumpiéndole—. Pero ahora me doy cuenta el porqué no le ha dicho nada a nadie sobre lo que escuchó. —Ahora era Garrett quien callaba, sin deseo alguno de decir nada que pudiese molestar al policía de pueblo, esperando a que fuese él quien hablara—. ¿Qué quiere de mí, teniente?... ¿un acostón?... ¿sacar provecho de lo que sabe, insinuándoseme o quiere algo más? —Garrett no podía creer que el sheriff tuviese tan mal concepto de él, sintiendo que la rabia volvió a apresarle como aquella mañana en el cementerio.
—No puedo creer que siga a la defensiva, sheriff… no soy yo el enemigo aquí, es usted y su miedo a ser descubierto. —Charlie pretendió defenderse, pero Garrett se lo prohibió—. Es tan ciego que no se da cuenta de que su escudo no solo lo lástima a usted, también hiere a los demás, lástima a quienes quiere y a quienes desean quererle… haga su maldito escudo de arrogancia y temor a un lado, jefe Swan y por una vez en su vida dese cuenta que nadie quiere perjudicarlo. —El aturdido policía no supo que alegar y mucho menos que refutar a su favor ya que todo lo que le estaba diciendo Garrett era cierto—. Cuando deje a un lado su miedo y toda la rabia que le tiene al mundo que lo rodea tan solo porque ellos pueden ser felices y usted no, llámeme o visíteme, será muy bien recibido, pero hasta entonces… —Se hizo una pausa y luego alegó con todo el dolor de su alma— ….Adiós, sheriff.
Charlie se quedo inerte con el auricular del teléfono en el oído a pesar de que Garrett ya había culminado la llamada, sin saber que hacer o que sentir, percatándose de como las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, mientras que en Seattle, Garrett tomó su chaqueta del perchero, saliendo raudo de su oficina y así mismo de la comandancia, sintiendo que la había vuelto a embarrar con el jefe Swan, pero lo que el irreverente vampiro no sabía, era que su decidida y al mismo tiempo explosiva forma de ser, estaba logrando su cometido, despertar al temeroso policía pueblerino, quien al fin había abandonado el auricular sobre el teléfono, llorando por primera vez en su vida por él y sus sentimientos encontrados, y no por alguien más, envidiando la libertad con la que Garrett afrontaba su sexualidad.
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Por más que Elena intentó sumergirse en su trabajo, los recuerdos de lo vivido con el seductor italiano no la dejaron concentrarse en sus deberes, asintiendo a todas las preguntas que la representante de Revlon le hacía a la pensativa rubia, pidiéndole hasta lo que no necesitaban.
—¿Le coloco en el pedido más sombras terracota, señora Lincoln? —La ensimismada rubia volvió a asentir, observando hacia la entrada del salón de belleza, como si esperara a que el misterioso hombre de larga cabellera azabache y ojos color carmesí entrara por la puerta de vidrio y la hiciera suya nuevamente.
“Mírate Elena… pareces una tonta niña de colegio enamorada de un completo desconocido” Recordó como la había abordado en la subasta de los Grey, decidido a hacerle saber lo que ella le hacía sentir, llevándola hasta su departamento y notificándole que la joya que ella había adquirido le había pertenecido en vida a su difunta esposa, Sulpicia.
En su momento, Elena se sintió ofendida, creyó que Aro la buscaba por algún parecido con su difunta esposa, pero al ver varias fotos de ella, se dio cuenta que no se parecían en lo absoluto, sucumbiendo ante su acento italiano cuando el extranjero la llamo seductoramente “La dea della frusta” lo que significaba, la diosa del látigo, al ver el cuarto rojo de Elena, notificándole a la despampanante rubia que él tenía en su castillo un cuarto de tortura igual, aunque por supuesto aquello no era del todo cierto, ya que más que ser una habitación sexual, era una mazmorra de castigo medieval.
“Pensé que volverías, Aro… pero tal parece que no fui del todo perfecta, para ti” Elucubró sobre aquello bastante decepcionada, mientras jugueteaba con el dije Vulturi de la gargantilla que él le había dejado conservar, siendo la única de los mortales en sobrevivir al macabro juego de Aro, asesinando a los demás compradores, desasiéndose de los cuerpos sin levantar sospechas.
—Me llegaron las bases translucidas que me pidió la última vez que estuve aquí, señora Lincoln..  ¿quiere que le ponga dos docenas de ellas? —Justo en aquel momento la campanilla de la puerta, anunció la llegada de un nuevo cliente, lo cual consiguió que Elena enfocara sus tristes ojos en las entrada, observando a la delgada joven de largos cabellos negros y atuendo gótico que había entrado a su estética, intentando mantener tanto su rostro como sus manos, resguardadas del sol.
Miró a todos lados como si buscara a alguien en específico, sacando sus manos del interior de los bolsillos de su vestido vinotinto oscuro, volteando a ver hacia las afueras del establecimiento de belleza, en donde un joven de sobretodo negro con capucha, señaló a Elena, bajando raudo la cara.
—Deme unos minutos. —Se disculpó la dueña de la peluquería con la vendedora, la cual asintió esperando a que Elena regresara—. Buenas tardes… ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó al acercarse a la enigmática jovencita, la cual levantó lentamente el rostro, dejándole ver sus ojos color rubí, sobresaltando a la asombrada mujer—. “Sus ojos son como los de él” Le sonrió a la chica, haciéndole ver que tanto su inigualable mirada, así como la palidez de su piel, no le asustaban, ya que no era la primera vez que veía esas características en alguien más, como en los Cullen o los Vulturi.
—¿Usted es Elena Lincoln? —La aludida asintió con un poco de temor en su cara—. Entonces conoce a Christian Grey y a Edward Cullen. —Elena volvió a asentir, dándole una mirada furtiva al joven que la esperaba afuera, el cual parecía estar un poco impaciente—. Por favor… dele esto a Edward o a cualquiera de los Cullen. —La hermosa joven le entregó una nota, agradeciéndole de antemano la ayuda prestada, pretendiendo marcharse sin decir nada más al respecto, lo que por supuesto Elena no permitiría, aferrándola con fuerzas del brazo.
—Espera. —La tela del vestido era delgada, permitiéndole a Elena percibir el frío de su piel, soltándola rápidamente—. “También es fría como Aro y Edward… ¿Qué son?... ¿Qué los hace tan hermosos y atrayentes?” La chica comenzó a caminar nuevamente hacia la puerta, deteniéndose al escuchar nuevamente a Elena—. ¿Quién te envía? —La joven de cabellera azabache la miró un poco extrañada ante su pregunta—. ¿Aro Vulturi te ha enviado?
—No… —Respondió la temerosa chica mirando a todos lados—. Si le preguntan quien soy… dígale que Bree y Riley han dejado esa nota para ellos… Adiós. —Salió de la estética, abrazando con fuerzas al muchacho, el cual la besó apasionadamente en los labios, dejando que el sol tocara tanto sus manos como sus mejillas, mostrándole a la pasmada rubia como su piel brillaba.
“No son humanos” Pensó apartándose de la puerta, dejando que ambos amantes se marcharan, disculpándose no solo con sus empleadas, sino con la representante de la línea de maquillajes, encerrándose en su despacho con las manos temblorosas y la nota a punto de caer al suelo.
Abrió el sobre tan rápido que no se puso a pensar en lo que dirían los Cullen sobre su impropio proceder, al leer una carta que iba dirigida a ellos con total desvergüenza.
“Esta es la dirección en donde están los neófitos… Riley y yo ya no queremos ser parte de esta venganza en su contra… espero que Leila este bien y a salvo”
Había una dirección escrita más abajo, reconociendo el lugar al que ambos amantes se refería en aquella nota, y en donde se encontraba.
—Esta es la antigua refinería… —Pensó en la posibilidad de ir a ver que había en aquel lugar, deseando tener respuestas sobre todo lo que estaba sucediendo en Seattle, ya que desde que Edward había aparecido tanto en la ciudad como en la vida de Christian, cosas realmente extrañas habían comenzado a suceder, y las personas más peculiares habían hecho acto de presencia, mostrándole a Elena un mundo nuevo y oculto, más allá del que ella conocía y daba por sentado.
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Después de una acalorada discusión de regreso al pent-house de Christian, Edward decidió encerrarse en su recámara, dejando al magnate tan molesto, que terminó quedándose dormido, mientras el joven psicólogo siguió su tesis universitaria, guardando en una de las gavetas el obsequio que Garrett le había dado, y el cual, había comenzado la disputa.
Gail despertó a su jefe a eso de las ocho y media de la noche, preguntándole si cenarían, ordenándole a su ama de llaves servir la mesa para dos, introduciéndose en el cuarto de baño para tomar una reconfortante ducha  caliente que lograra desperezarle y quitarle la rabia que aún sentía a cuestas.
“Debes aprender a controlar esos celos enfermizos, Christian… no es bueno que seas tan explosivo” Pensó Edward abandonando la laptop sobre el colchón, introduciéndose igual que su amante en la ducha, para luego arreglarse a sabiendas de que por más molesto que estuviese, el magnate lo haría cenar por las buenas o por las malas.
Se vistió a velocidad sobrehumana y antes de salir al exterior de su recámara, recordó el obsequió del policía, sentándose rápidamente a orillas de la cama, extrayendo la pequeña caja del gavetero, sacando uno de los pequeños paqueticos individuales, abriéndole con sumo cuidado, para ver el par de piezas de látex que simulaban la dentadura humana, sintiendo que una nueva oleada de vergüenza anidó en sus mejillas, suspirando para controlar sus nervios y tener el valor suficiente para demostrarle a Christian que sus celos no tenían cabida y que lo único que Garrett había intentando hacer, eran hacer las paces con ambos caballeros.
Salió de su recámara, introduciéndose sigilosamente en la de Christian, mientras el magnate intentaba secar todo su escultural cuerpo, colocándose la toalla a la altura de la cintura, abandonando el cuarto de baño.
Al salir lo primero que vio fue a Edward sentando a orillas de su cama, esperando a que el magnate saliera, mirándose el uno al otro, siendo Edward quien hablara.
—¿Quieres saber que era lo que traía el paquete sin que tengas que cabrearte? —Christian volteó los ojos de mala gana, dándole la espalda a su sumiso, comenzando a peinarse.
—¿Esa fue la primera pregunta que te hice y evadiste, Edward? —El serio vampiro puso mala cara.
—¿Es más importante para ti saber el porqué Garrett nos hizo este obsequio a disfrutar del regalo en sí? —Christian arrojó el cepillo sobre la peinadora, girando su cuerpo para verle.
—¿Acaso el hecho de saber qué es o para qué sirve el obsequio, cambiará las cosas? —Edward asintió con el ceño fruncido, ya que detestaba que Christian explotara de aquel modo por cualquier cosa—. Ok… dime o mejor dicho… ilústrame Ed… muéstrame que fue lo que nos regaló el “agradable” policía metiche.
Edward se levantó de la cama, abriendo una de las gavetas de la peinadora, extrayendo de esta una de las corbatas de Christian, posándose a espaldas del magnate para vendarle los ojos.
—Momento, momento… ¿Qué piensas hacer?... Te recuerdo que siempre soy yo quien amordaza o ata. —Pretendió apartarse del muchacho, pero Edward le aferró de ambos brazos, susurrándole al oído.
—Siempre he confiado en ti, Christian… confía tú en mí tan solo por un momento… ¿quieres? —La reticencia de Christian a ser vendado se esfumó ante la amable y seductora petición del vampiro, logrando estremecer al magnate ante los sutiles besos que el chico había depositado en su cuello.
—Esta bien… pero solo eso, no permitiré que me ates. —Edward le prometió que no era su intención imponérsele, sino más bien sorprenderlo, logrando que las ansias del magnate aumentaran considerablemente, permitiendo que lo privara del sentido de la vista.
—Sé que te va a gustar, Christ… ¿recuerdas lo que te dije en el banquete para llamar tu atención y que así dejaras de ofertar? —Christian asintió—. Pues al fin voy a poder complacerte en eso. —El magnate no pudo evitar estremecerse al saber que al fin, Edward le complacería en lo que tanto le había estado rogando.
El vampiro ató la corbata sobre los ojos de Christian, posándose frente al espejo de la peinadora, para colocarse las dos prótesis de látex, comenzando con la de arriba y luego la de abajo, mientras el magnate preguntaba que estaba haciendo, alzando sus manos para tantear y ver en donde estaba.
—Dame un segundo. —Concluyó al ponerse ambas prótesis, y después de humedecer un poco el látex adherido a sus dientes, tomó asiento sobre el taburete que se encontraba frente a la peinadora, deshaciéndose de la toalla de baño que traía Christian atada a su cintura, suspirando lentamente para alentarse a sí mismo a hacerlo.
—Me estoy impacientando, Edward… ¿A qué juegas?... acaso… —El vampiro no le dejo terminar sus reproches, tomando el flácido pene de su amante, introduciéndolo tímidamente en su boca, chupándole muy suavemente—. ¡Oh mi Dios!... —La entrecortada respiración de Christian, al igual que su exclamación le demostraron al vampiro que lo que estaba haciendo, no solo lo había tomado por sorpresa, sino que también parecía estarlo disfrutando—. Mmm… esto es algo que sin duda no me esperaba. —Inclinó su cabeza a un lado, mientras Edward lengüeteó tímidamente el glande de su amante, el cual mantuvo en el interior de su boca, percibiendo como lentamente comenzó a endurecerse.
“Ni en mis pensamientos más locos me hubiese imaginado hacer algo como esto” Pensó el vampiro, introduciendo un poco más el erecto pene de Christian en su boca, aquel que parecía seguir creciendo a medida que intensificaba sus mamadas, enloqueciendo de gusto y excitación al deseoso hombre.
—¡Ufsh!... Esa boca si que sabe lo que hace. —Edward se sintió un poco apenado y al mismo tiempo asombrado de la percepción de Christian, ya que en realidad se sentía un poco perdido y extraviado en el calenturiento arte de la felación, imaginando que solo imitaba las cosas que el magnate le había hecho a él, retribuyéndole del mismo modo.
—No sé lo que estoy haciendo, Christian..  solo intento recrear lo que tú haces con el mío. —Notificó tímidamente el muchacho después de sacar el empalmado pene de su boca, escudándose tras la mordaza que el magnate mantuvo sobre sus ojos, deseando quitársela.
—Quiero verte.
—No Christ… ¡Por favor! —El vampiro se incorporó de su puesto, prohibiéndole a su amante deshacerse de la corbata—. Esto es muy vergonzoso para mí, deja que me aclimate a la situación y entonces podré hacerlo mientras me miras. —Christian rodeó la cintura del muchacho con ambos brazos, atrayéndole hasta su cuerpo, susurrándole muy cerca del rostro.
—¿Por qué ahora?... ¿Por qué no antes, cuando te lo pedí? —Edward rodeó los hombros de Christian con sus delgados pero masculinos brazos, susurrándole dulcemente al oído.
—Porque temí hacerte daño, Christian. —Besó la oreja de su amante, su mejilla, y la comisura de sus labios, terminando el recorrido en la cálida y húmeda boca del magnate, permitiéndole por primera vez, introducir su lengua en el interior de la suya, besándose largo y tendido por unos minutos, siendo Edward quien detuviera aquel apasionado y hambriento beso—. ¡Para por favor!… temo perder el control contigo. —Christian volvió a besarle, exigiéndole entre beso y beso.
—Piérdelo, Ed… quiero que te aloques… así como ahora lo estás haciendo, permitiéndole a mi lengua hurgar en tu deliciosa boca. —Besó una vez más los húmedos y fríos labios de su amante—. Aunque debo decir que siento un extraño sabor a silicón. —Edward sonrió.
—Es látex… era lo que quería enseñarte pero no me dejaste con tus estúpidos e infantiles, reproches. —Christian se arrebató la corbata que cubría sus ojos, mirando fijamente los de Edward.
—El policía estaba coqueteando contigo, Edward... ¿Cómo no querías que me molestara? —El aludido negó con la cabeza, pretendiendo apartarse un poco del molesto hombre, el cual le prohibió que lo hiciera, apretándose un poco más a su cuerpo.
—No es así, Christian… Garrett sabe que sufres de celos enfermizos, él solo está jugando con tu corta paciencia y tú le das motivos para hacerlo… él no quiere nada conmigo. —Señaló sus dientes, mostrándole el látex que cubría sus dientes—. Me obsequió esto para que pudiera… Aamm… ya sabes…
—¿Mamármelo? —Edward puso los ojos en blanco, asintiéndole al desvergonzado hombre, pidiéndole que no fuera tan directo—. ¡Oh vamos!... Lo metes en tu boca pero no puedes decir la palabra mamar… ¿Es en serio? —El chico lo empujó.
—¿Acaso no se puede tener una conversación razonable contigo? —Christian le aferró del brazo.
—Lo siento… rey. —Aunque Edward ya lo había hecho un par de veces, era la primera vez que Christian le llamaba de aquel modo, haciéndole sentir especial, y aun más cuando tuvo la decencia de disculparse con él—. Puedes ser todo lo pudoroso que quieras, Ed… pero no voy a permitir que te vayas sin que terminemos lo que ya empezamos. —El desinhibido hombre de negocios comenzó a desvestir al vampiro, el cual solía tratar de esquivarle la mirada cada vez que lo hacía, lo que por supuesto excitaba al magnate—. Mi chico tímido pero calentón… —Edward levantó la mirada—. Me fascina cuando pones esa cara de niño avergonzado, pero cuando te excitas mandas al demonio tu vergüenza y dejas que el pillo que sé que está detrás de esa carita de mosquito muerto, aflore y salga a jugar conmigo. —Edward no dijo nada, ya que el magnate tenía razón, permitiéndole que lo desvistiera por completo, dejándole tan solo en calcetas—. Recuéstate. —Señaló la cama.
—Pero pensé que… —Christian atacó nuevamente sus labios, mordisqueando, lengüeteando y devorando la boca del muchacho como jamás lo había podido hacer, hasta ahora— …Christ… —Susurró Edward entre jadeos, estremeciéndose completamente desnudo entre sus brazos.
—Acuéstate y no me hagas repetirlo, sabes que lo detesto. —Nalgueó al muchacho, el cual se sentó rápidamente a orillas de la cama, recostando su cuerpo sobre el colchón—. Esto lo vamos a disfrutar como se debe. —Subió a gatas sobre la cama, colocando su cuerpo a la inversa del de Edward para posicionar su pelvis frente al rostro del pasmado joven, mientras que el magnate colocaba su cara frente al sexo de su amante, intentando ejecutar un impúdico pero muy calenturiento 69.
—Christian… ¿Qué haces? —Pero el aludido no respondió, simplemente se dispuso a disfrutar del sexo de Edward, el cual se irguió imponente frente al rostro de quien pretendía comenzar la más desvergonzada felación, lamiendo desde la raíz del grueso pene hasta la punta del mismo, chupeteando sonoramente el glande del vampiro, repitiendo la acción las veces que fueran necesarias para que su amante se diera cuenta que no se iba a detener hasta conseguir que el apenado jovencito se marchara, dejando que el pequeño zorrito que vivía dentro de Edward aflorara y decidiera disfrutar de su miembro mientras él devoraba el suyo sin vergüenza, ni arrepentimiento alguno.
“Vamos bebé, chúpalo… lo quieres y es todo tuyo ahora… vamos, hazlo… hazlo” Incitó mentalmente al vampiro, sin la más mínima idea de que el chico podía escuchar sus ruegos, posando ambas manos sobre los muslos del magnate, acariciando la pronunciada musculatura de sus piernas, para darse aliento a chupar nuevamente aquel delicioso trozo de carne que guindaba insinuante en compañía de aquel par de erizados testículos, incitando aun más al vampiro, el cual los lamió una y otra vez, mientras Christian siguió chupeteando el duro sexo del muchacho, aquel que intentó controlar las intensas oleadas de placer en todo su cuerpo, para no perder el control.
Christian no pudo soportarlo más, tomó su adolorido pene, el cual no daba más ante el deseo que lo mantenía tan duro y tenso que dolía, anhelando las atenciones del sumiso para calmar la presión en sus venas, y lograr una satisfactoria eyaculación en el interior de la boca de su amante. Posó la punta de su glande en los labios de Edward, exigiéndole después de soltar el sexo del muchacho.
—Vamos, nene… no te hagas de rogar y chúpalo. —Pero algo había cambiado en el pene de Christian, que Edward no detectó en la primera mamada, y eso había sido la considerable cantidad de sangre que rodeaba al protuberante sexo, haciéndolo extremadamente deseable, abriendo su boca para permitirle la entrada a aquel bizcocho relleno del sabor favorito del vampiro, AB negativo.
“Esto no es bueno” Pensó el vampiro, sintiéndose extremadamente angustiado, al percibir las palpitaciones de cada una de las venas que surcaban el empalmado miembro de Christian en su boca, incitando al vampiro a morder aquella fuente inagotable de sangre. “Puedes controlarte, Edward… puedes hacerlo” Comenzó a succionar el pene del magnate, sintiendo como la bestia sedienta de sangre rugió en su interior, incitando al alterado inmortal a morder y beber del palpitante sexo. “No, no… tranquilo” Pero la fiera parecía tener el control esa noche, rugiendo nuevamente ante la intensa sed que le dominaba, logrando que la poca cordura de Edward empujara el desnudo cuerpo de Christian a un lado, escapando de aquella cruel tentación que era el venoso miembro de su amado, arrinconándose en una de las esquinas de la recámara.
—¿Pero que mierda ha pasado? —preguntó Christian con el trasero patas para arriba, intentando levantarse de su precaria posición, ya que el empujón lo había enviado directamente al suelo—. ¿Edward?... —Volteó a ver a todos lados, encontrándose con el rostro del tenso y atemorizado vampiro, el cual se había hecho un mohín en un rincón—. Eddy… mi rey… ¿Qué ocurre? —Se acercó lentamente al muchacho, el cual estaba iluminado por la tenue luz de la pequeña lámpara de mesa, mirando con ojos tristes y temerosos al magnate.
—No me siento bien, Christian… será mejor que dejemos este juego por ahora. —Christian negó con la cabeza.
—Vamos Edward… no me hagas esto, rey… —Se inclinó para quedar a su altura, percatándose de como el tembloroso joven le miraba con unos ojos ennegrecidos, producto de su intensa sed de sangre humana—. ¿Qué ocurre Edward?... ¡Háblame rey! —Pero en lo único que podía pensar el muchacho era en el olor de su sangre y las insistentes palpitaciones del corazón de Christian, las cuales lo incitaban cada vez más, apartándose rápidamente de su amante, tomando la ropa que había dejado caer al suelo, corriendo hasta su recámara—. ¡Edward! —Gritó el magnate, pretendiendo salir tras él, pero al abrir la puerta, se dio cuenta que Gail subía las escaleras, cerrando nuevamente la puerta, en busca de sus pantalones.
Edward ya se había desechó de las prótesis dentales, colocándose a velocidad sobrehumana la ropa, encerrándose con seguro en su alcoba, extrayendo del interior de su closet una de las bolsas de transfusión de sangre que mantuvo resguardada en un pequeño contenedor o cava térmica, desprendiendo la vía endovenosa que tenían todas las bolsas médicas, bebiendo diligentemente de ella, dejando caer su cuerpo al suelo ante el éxtasis que aquello le causaba.
—¿Qué ocurre, señor Grey? —preguntó Gail al escuchar como Christian llamaba a Edward, después de abandonar su propia habitación, vistiendo tan solo sus pantalones.
—No lo sé… se ha encerrado… estábamos bien y de repente dijo que se sentía mal… llame a mi aseguradora médica particular y dígale que necesitamos con urgencia a un galeno.
—No, no llames a ningún médico… sabes que no dejaré que otro doctor que no sea mi padre me examine. —Gritó Edward después de haber bebido la mitad de la bolsa, retomando nuevamente la ingesta de sangre, luego de hacerle entender a Christian que no se dejaría examinar por un extraño.
—Pues entonces llamaré a tu padre, Edward. —El aludido puso los ojos en blanco.
—Estoy bien, Christian… no quiero que llames a nadie, dame solo unos minutos y estaré contigo. —Pero el magnate parecía no querer entrar en razón, golpeando insistentemente la puerta.
—Abre la maldita puerta, Edward o la echaré abajo. —El alterado y sediento vampiro abrió una segunda bolsa de transfusión, abandonando la que se encontraba vacía en el interior del contenedor, escondiéndolo nuevamente en el interior del closet, sin dejar de chupar por la estrecha manguera de transfusión la mitad del contenido, observando por medio de la mente del magnate las patadas que el alterado hombre le daba a la puerta para abrirlas.
“No se va a detener hasta corroborar con sus propios ojos que me encuentro bien” Miró la bolsa y luego la manguera endovenosa, tomando rápidamente la punta en donde debería de haber un catéter, bloqueando el fluido de sangre con un pequeño tapón de plástico, colocándose el extremo de la manguera en el dobles del brazos, sosteniéndola con un trozo de cinta adhesiva de papel, recostándose del borde de la cama, aun sentado en el suelo, dejando la bolsa sobre la cama, justo cuando Christian logró abrir la puerta, entrando como una exhalación al interior de la recámara—. Contigo no se puede tener privacidad… ¿cierto? —preguntó Edward, haciéndose el desvalido.
—¿Qué es esto?... —Miró la bolsa de sangre sobre la cama y la vía endovenosa adherida al brazo de Edward—. ¿Y aún así no quieres que llame a un médico? —Preguntó exaltado—. Gail, ve a hacer lo que te pedí..  llama a emergencias. —El chico le aferró del brazo exigiéndole que no lo hiciera—. Pero por todos los cielos, Edward, ¿Cómo pretendes que no llame a un médico si te veo tirado en el suelo haciéndote tú mismo una transfusión de sangre?… ¿Qué demonios quieres que piense? —Edward se sintió realmente mal, al tener que inventar una nueva mentira y seguir fingiendo delante del magnate que su extraña forma de comportarse era por causas médicas y no por su condición vampírica.
—Fue solo un bajón de plaquetas… nada más. —Bajó la cara—. Ya me a pasado antes y me he hecho yo solo las transfusiones. —Christian lo miró con deseos de reprocharle que no le hubiese dicho nada antes, excluyéndolo de sus problemas médicos cuando el sabía perfectamente lo preocupado que era—. Sé lo que piensa, pero en serio… todo está bajo control. —Christian miró a Gail, quien esperó una nueva orden de parte de su jefe, el cual le exigió después de tomar a Edward por el brazo, ayudándole a levantarse.
—Tráeme mi celular, por favor. —La señora Jones asintió, dejando a ambos hombres a solas, mientras Christian recostó a Edward sobre la cama, manteniendo la bolsa de sangre en alzas—. Estas son cosas que uno no se guarda, Edward… ¿Qué hubiese pasado si te hubieses desmayado y yo ni enterado del por qué de ello, y terminas muerto por mí negligencia? —El chico negó con la cabeza pretendiendo refutar sus palabras, pero Christian no le permitió decir nada más, guindando la bolsa de transfusión en el barandal de la cama, aferrándole el rostro con ambas manos—. Me preocupo por ti, rey… no me pidas que simplemente lo deje pasar… debería darte unas cuantas nalgadas por hacerme esto. —Ambos se vieron fijamente a los ojos, hasta que el vampiro se percató del arribo de la ama de llaves, bajando la cara.
—¿Señor, Grey? —Christian soltó el triste y apenado rostro del vampiro, volteando a ver a Gail—. Su celular, señor. —Se acercó al magnate, entregándole el Android—. Sé que no es el momento pero quería saber si iban a cenar. —Edward negó con la cabeza, pero Christian ya había asentido a la pregunta de la señora Jones, exigiéndole que trajera una bandeja con dos platos de comida—. ¿Y qué hago con el resto de la comida, señor?
—Invita a todos los guardaespaldas a comer contigo, Gail. —La mujer asintió, retirándose de la recámara del joven psicólogo, mientras que el acaudalado hombre de negocios comenzó la llamada telefónica, a pesar de la reticencia del vampiro—. ¡Aló!... ¿Doctor Cullen? —Edward puso los ojos en blanco, lo que por supuesto cabreó al magnate, señalándole retadoramente para que no dijera nada—. ¿Cómo está?... Le habla Christian Grey… lamento molestarle… —El intranquilo hombre se incorporó de la cama, saliendo hacía el balcón para mantener una “supuesta” conversación privada con el padre del muchacho, quien podía escuchar perfectamente la charla, percatándose de como su Android se encendió, notificando la llegada de un mensaje instantáneo, mientras el vampiro despegaba la manguera adherida a su brazo, al saber que Christian hablaría largo y tendido con su padre, quitándole el tapón y bebiendo de la deliciosa sangre.
Se estiró para tomar el celular que reposaba sobre la pequeña mesa de noche, desbloqueándole para ver quien le escribía, encontrándose con un mensaje de Elena, el cual tenía adjunto la imagen de lo que parecía ser una nota, leyéndola completamente pasmado.
“Esta es la dirección en donde están los neófitos… Riley y yo ya no queremos ser parte de esta venganza en su contra… espero que Leila este bien y a salvo”
Debajo de la imagen, la pregunta del millón de dólares no se hizo esperar por parte de la rubia, exigiéndole al muchacho una explicación de su parte, ya que lo de neófitos, al igual que el saber que Leila Williams estaba involucrada, junto a la palabra “venganza” era algo que de seguro a ella no le encajaba.
“Me lleva el diablo” Pensó Edward sin dejar de beber la sangre que aun había en la bolsa de transfusión, respondiéndole a la rubia sin dejar de estar atento a la conversión que Christian y su padre mantuvieron por teléfono, en donde Carlisle se inventaba una nueva anomalía para su hijo, sacándolo del atolladero en el que el vampiro se había metido.
[¿Quién te entregó eso?]
Preguntó, soltando rápidamente el celular sobre la cama, al escuchar como Christian culminó la llamada, taponeando nuevamente la manguera endovenosa, adhiriéndola una vez más a su brazo izquierdo.
—Tu padre ya me explicó lo que padeces y me siento un poco más tranquilo al respecto. —Justo en aquel momento la señora Jones entró con una enorme bandeja llena de comida, dejándola sobre la cama—. Le pregunté si podías comer después de que culminaras la transfusión y me dijo que sí. —Edward frunció el ceño.
“Gracias por eso, Carlisle” Imaginó a su padre sonriendo ante la jugarreta pesada, a sabiendas de que Edward odiaba ingerir comida humana.
—Gracias, Gail. —La hacendosa mujer abandonó la habitación, deseándoles a ambos buen provecho—. Igual para ti y los muchachos. —Christian tomó asiento junto a Edward, rodeando los hombros del vampiro, el cual sintió como su celular vibró sobre la cama, notificándole que había llegado una nueva respuesta por parte de Elena, sin saber como hacer para leerla delante de su amante—. En verdad me preocupaste mucho, rey. —El chico no solo se sintió mal por poner de ese modo a Christian, sino también al sentir agrado de saber lo mucho que le preocupaba su vida, demostrándole que en verdad lo quería.
—Lamento todo esto, Christian… es algo que viene y va.
—Y es por eso que debiste decírmelo, Ed. —El chico asintió, observando como Christian se incorporó de la cama, después de darle un fugaz beso en la mejilla—. Me lavaré las manos… ahora vuelvo—. El magnate ni había terminado de entrar al cuarto de baño, cuando Edward ya había desbloqueado el teléfono, leyendo la respuesta de Elena.
[Espero una explicación congruente de tu parte, Edward y no una pregunta que delate aún más todo lo extraño que está ocurriendo en Seattle desde tu llegada o iré yo misma en buscar de respuestas]
A Edward se le revolvió el estómago ante la simple idea de haber sido descubierto por Elena, enviándole a su hermana Alice, no solo la imagen sino cada uno de los mensajes que la rubia le había enviado, recibiendo de la menuda vampira una carita sorprendida, junto a una exclamación que denotó la sorpresa ante las palabras de la sensual mujer.
[Encárgate de esto por favor, yo estoy atrapado en el pent-house gracias a mi descontrol por la sangre humana y sobre todo por tu gran bocota y el empeño de meterte en mis asuntos privados con Christian, diciéndole a Garrett cosas que no debías]
La única respuesta de su hermana fue una carita apenada, junto a una manito con el pulgar en alzas, notificándole su vergüenza y su afirmación de que se encargaría de todo lo concerniente a Elena y sus certeras elucubraciones.
—Con tu permiso comeré primero mientras se te termina la bolsa de transfusión. —Acotó Christian picoteando la comida de su plato, hablando de todo un poco, mientras Edward pensaba como convencer a Elena de que nada extraño estaba sucediendo en Seattle y sobre todo como averiguar donde se encontraba la jauría de neófitos y así poder acabar de una vez por todas con todo este dolor de cabeza llamado, Victoria.
 

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