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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 35
Lo inesperado
La mañana había llegado tan pronto que Christian sintió como si la noche jamás hubiese estado, despertando con una sensación de cansancio y un enorme vacío tanto en su corazón como en su cama, producto de la rabia que lo había apresado al haber visto a Edward en brazos de otro o más bien de haber sido testigo de un inesperado beso por parte del bastardo que había querido robarle el amor de Anastasia, repitiendo la escena de un beso robado por parte del joven latino, quien parecía tener cierta fijación por las parejas del magnate, pretendiendo ahora al joven psicólogo.
Christian ya no quería pensar más en aquel tema, no deseaba rememorar una y otra vez aquel momento, ya que al hacerlo, creaba en su mente posibles formas de destruir al impertinente fotógrafo, intentando no recurrir a métodos poco ortodoxos para hacerle saber al chico que no debía meterse con personas de su propiedad, aunque eso sonara tan impropio como malsano de su parte, ya que Edward no era un objeto, sino un ser humano o eso pensó el acaudalado hombre.
Tomó una ducha rápida y antes de bajar a la segunda planta decidió dar un vistazo al interior del cuarto del muchacho, asomándose cautelosamente para no despertarle, encontrándole hecho un mohín sobre la cama con la ropa de ayer, negando otra vez con la cabeza, introduciéndose en la oscura alcoba.
—Estoy cansado de decirte que no es bueno dormir con la ropa con la que has pasado el resto del día. —Se acercó a la ventana, apartando las cortinas para que la luz del día entrara, acercándose a la cama para tomar asiento junto al muchacho—. ¿Edward?... despierta. —Christian lo movió un poco intentando despertarle, pero el chico no respondía—. ¿Edward?... No juegues conmigo… despierta de una buena vez.
Mientras Christian siguió intentando despertar al muchacho, Gail y Taylor conversaban amenamente en la cocina, donde ambos disfrutaban de una buena taza de café con leche, la cual acompañaban con tostadas francesas, untadas con jalea de frutas.
—Extraño a los chicos. —Acotó Taylor después de un largo silencio, observando a la señora Jones deshuesar el pollo que prepararía para el almuerzo, mientras disfrutaba de su taza de café.
—Pensé que estabas feliz de haberte deshecho de ellos, vivías refunfuñando todo el tiempo sobre los chicos nuevos… ¿y ahora les extrañas? —Taylor ser encogió de hombros ante aquello.
—No sé… siento que son buenos chicos… un poco indisciplinados, sí… sobre todo Leah, pero… a pesar de todo hacían bien su trabajo. —Comió y bebió de su desayuno, pensando en lo que su pupilo Sawyer, le había dicho.
“Leah y yo intimados, pensé que se quedaría en Seattle después de eso, pero simplemente se marchó a pesar de haber insistido tanto para que le prestara atención” Sin duda aquello daba que pensar, pero sus elucubraciones fueron interrumpidas ante los gritos de su jefe, llamando a Edward con total desesperación.
—¡EDWARD!... ¡EDWARD!... RESPÓNDEME MALDICIÓN. —Tanto Taylor como Gail corrieron hacía las escaleras que daban al segundo piso, subiendo de dos en dos los escalones hasta llegar al cuarto del muchacho, el cual parecía no dar señales de vida—. ¡Edward por favor!... No me hagas esto… te lo suplico, despierta. —Christian había perdido la poca cordura que le quedaba, sacudiendo y golpeando el pecho del vampiro para que reaccionara, pero el joven no se movía.
—¡Dios mío, señor Christian!... ¿Qué sucede? —preguntó Gail completamente alterada.
—No lo sé… ¿Crees que sí lo supiera estaría gritando como un demente? —Cacheteó al vampiro pero este no reaccionó—. Por todos los cielos Ed. despierta. —Christian no pudo soportar tanta incertidumbre, tanto pánico que optó por tomar su teléfono celular para llamar al novecientos once, pero justo en aquel momento una llamada del doctor Cullen entró, deteniendo sus intenciones—. ¡Oh, Doctor Cullen!... Qué bueno que ha llamado, no sé qué le ha pasado a Edward, anoche se quedó dormido después de haber ingerido una cierta cantidad de alcohol y estoy intentando despertarle, pero no reacciona. —Al decir aquello Christian no pudo evitar romper en llanto, cubriéndose la boca para acallar sus quejidos.
—Cálmate Christian… primero que nada te llamaba porque precisamente mi hijo no me respondía el teléfono, estoy abajo en el primer piso y tus guardaespaldas no me permiten acceder a tu pent-house, podrías… —Mientras Carlisle le pedía amablemente al magnate que le permitiera subir, Taylor le tomó los signos vitales a Edward, percatándose de que no tenía pulso, ni palpitaciones, mirando a Gail y luego a su jefe, negando con la cabeza.
—Enviaré a Taylor a buscarte. —Culminó la llamada, acercándose a su mano derecha, el cual acotó con un hilo de voz casi imperceptible.
—Está muerto. —Gail cubrió su boca con ambas manos, negando una y otra vez con la cabeza.
—¿De qué hablas?... No puede estar… Edward no… no puede… —Christian no pudo ni hablar, simplemente observó el cuerpo de Edward completamente inmóvil, sin querer hacer verbal lo que su guardaespaldas había dicho, arrojándose sobre el muchacho, llorando amargamente—. Noooo…. Nooo… No puedes hacerme esto Edward… te lo suplico, te lo ruego… no me dejes, Ed… yo te amo, please… —La ama de llaves rompió en llanto, mientras Taylor les anunciaba a ambos que iría por el doctor Cullen, saliendo rápidamente del cuarto.
Mientras Christian perdió toda cordura, golpeando y aferrándose al cuerpo del vampiro, Gail simplemente lloró ahogadamente, saliendo de la habitación del muchacho, sin poder creer aun lo que estaba ocurriendo, intentando controlarse al ver como el padre del muchacho y el teniente Hampshire, subían las escaleras escoltados por el alterado guardaespaldas.
—No sabemos qué ha pasado, Doctor… el joven Edward estuvo bebiendo la noche anterior con unos amigos, se acostó sin tan siquiera probar bocado y está mañana lo encontramos inconsciente, yo le tomé los signos vitales pero parece estar sin vida. —Otra persona en el lugar de Carlisle ya estaría alterado y corriendo hasta el cuarto designado para su hijo, pero gracias a la explicación de Garrett el galeno ya sabía que Edward estaba padeciendo de algo llamado “humanidad inducida” y que el único culpable de lo que estaba ocurriendo era Klaus Mikaelson.
—No adelantemos conjeturas, Señor Taylor… déjeme revisar a mi hijo y veremos que le ha pasado. —Notificó con la típica calma y serenidad que lo caracterizaba, deteniéndose en la puerta de la recámara, al ver el estado en el que Christian se encontraba, gritando, llorando y abrazando al chico, sin importarle absolutamente nada, llamándole una y otra vez con total desesperación.
—Te dije que se lo estaba cogiendo. —Acoto Garrett entre dientes, susurrándole aquello a su amigo, el cual golpeó el brazo del policía, exigiéndole que midiera sus palabras—. ¡Oh vamos!... míralo, está que se corta las venas, nadie se pone en ese estado por un amigo… allí está la flecha de Cupido involucrada en todo este drama. —Carlisle ignoró el malsano comentario de su amigo, saludando amablemente a la ama de llaves que aún lloraba en la entrada de la recámara, acercándose a la cama.
—¿Christian?... necesito que te calmes. —Abandonó su maletín sobre la cama, aferrando al alterado hombre por ambos brazos—. ¡Vamos!... Sé que Taylor ha dado su diagnóstico, pero déjame a mí hacer el mío. —Christian se rehusó a apartarse del cuerpo de Edward, el cual siguió sin dar señales de vida.
—Carlisle por favor… dime que no está muerto… dime que Jason se equivocó y que Edward está vivo. —Rogó el alterado magnate, soltando al inconsciente muchacho, aferrando al doctor Cullen de la solapa de su saco color arena.
—Es lo que más deseo hacer, Christian… pero necesito que pongas de tu parte y me dejes revisarle. —Garrett se acercó al tembloroso y desequilibrado hombre, apartándolo de Carlisle.
—Vamos Christ. Coopera un poquito y controla esos nervios. —Lo acercó hasta donde se encontraba Taylor, exigiéndole al guardaespaldas—Encárguese de él, por favor, necesitamos trabajar. —Carlisle se había sentado junto a su hijo, examinándole y tomando sus signos vitales, aunque eso no serviría de nada, dándole tiempo a Garrett para que se deshiciera de todos ellos—. ¿Necesitas el desfibrilador? —El galeno asintió a la pregunta de su amigo—. Ahora vuelvo. —Garrett salió tranquilamente del cuarto, corriendo a velocidad sobrehumana hasta el ascensor, en busca de lo que Alice le había exigido que llevarán, ya que la joven pitonisa había visto todo lo que iba a pasar, notificándoles que necesitarían un equipo de reavivación cardiovascular, ya que, aunque los vampiros no poseyeran sangre y creyeran que no tenían ritmos cardíacos, su transformación cambiaba esos fluidos por otros, los cuales mantenían sus órganos funcionando a pesar de no necesitarles del mismo modo en el que los hacían los humanos.
—¿Carlisle?... dime que está vivo… por favor. —preguntó Christian al ver como el doctor Cullen terminó de auscultarlo con el estetoscopio, revisando sus pupilas, las cuales se encontraban bastante dilatadas.
—Claro que está vivo, Christian… sí no fuera así, no estaría tan calmado, es solo que duró demasiado tiempo en ese estado catatónico… si no hubiésemos llegado a tiempo, hubiese sido fatal para mi hijo. —Carlisle no sabía con exactitud cómo funcionaba aquella inducción mental en los vampiros, pero tal parecía que la mente creaba un estado de narcolepsia aguda, dándoles un sueño tan profundo que parecían muertos.
—Aquí está el desfibrilador. —Notificó Garrett, colocándole sobre la cama.
—Gracias Garrett. —Carlisle miró a todos los presentes, los cuales se encontraban en la puerta, esperando lo peor—. Necesito que salgan. —Pero ninguno de los presentes se movió, siendo el policía quien actuara.
—Bueno, bueno… ya escucharon… afuera todos. —Garrett comenzó a arrearlos como ganado, siendo a Christian, al último  en sacar casi a empujones, notificándole en voz baja—. No desesperes, Chist. Carlisle traerá de vuelta a tu amorcito. —Le guiñó un ojo y antes de que el lloroso y molesto hombre dijera algo, el vampiro ya había cerrado la puerta, colocándole el cerrojo—. Vamos… No tenemos mucho tiempo, quítale la camisa. —Mientras el policía ensamblaba las piezas del desfibrilador para luego cargarlo a su máxima capacidad, Carlisle despojó a su hijo de la camisa, percatándose de su cambio de temperatura, al incorporar el torso del muchacho.
—Esta cálido. —Recostó nuevamente a su hijo, apartándole el cabello del rostro—. Pero se ve más pálido de lo habitual. —Garrett sacó dos barras de acero que traían en el maletín médico, ya que Alice les había notificado que las planchas del desfibrilador, no serían suficientes para que el corazón del vampiro recibiera la carga necesaria para reanimarlo.
—Eso lo puede estar ocasionando la cantidad de alcohol que ingirió anoche, junto a la falta de ingesta de sangre. —Garrett le entregó ambas barras de hierro a su amigo, acotando a continuación, con voz fingida y chillona—. Colóquele los pernos a su creación doctor Frankenstein, yo encenderé la máquina que lo traerá de vuelta a la vida. —Por más fatídica o sería que fuesen las circunstancias, Garrett siempre tenía aquella particular forma de ser, agradable, ocurrente y muy jocosa aunque por dentro estuviese sufriendo por el amor no correspondido de un policía pueblerino y enclosado como el jefe Swan, haciendo reír a Carlisle.
—Ponte serio, Igor. —Aquello más que controlar al policía, lo incitó a seguir con sus bromas, caminando encorvado y arrastrando un pie, como lo hacía el personaje de ficción de la famosa historia de Mary Shelley, Frankenstein.
Carlisle clavó con fuerza ambas barras de acero, una en el pecho a la altura del corazón, y la otra en el costado izquierdo, tocando levemente el lado bajo del órgano en cuestión, uniendo los cables del desfibrilador en ambos trozos de hierro, siendo Carlisle quien le asintiera a Garrett, ante la pregunta de que sí estaba listo o no.
—Listo. —Acotó el galeno, incorporándose de la cama, apartándose del inconsciente cuerpo de su hijo, esperando a que Garrett encendiera la máquina de reavivación, la cual soltó una fuerte descarga eléctrica, logrando que Edward despertara, dejando escapar un desgarrador grito de dolor.
—¿Edward?... —gritó Christian, golpeando insistentemente la puerta—. ¿Edward?... háblame pequeño… ¿Estas bien? —Siguió gritando y azotando la puerta, llorando nuevamente, siendo Taylor quien intentara controlarle.
—Apágala, Garrett. —Exigió Carlisle, acercándose rápidamente a su hijo, al verle sentado sobre la cama, completamente desorientado.
—Sí, amo. —Respondió el policía, haciendo reír nuevamente al médico, el cual abrazó a su hijo, intentando controlar sus temblores y desvaríos—. ¿Escuchaste cómo le llamó?... Le dijo pequeño… ¿No te parece tierno? —Carlisle simplemente siguió sonriendo, ignorando sus intentos de celestino o más bien de entrometido, manteniendo a Edward abrazado.
—Ya está, Eddy… todo está bien, hijo… aquí estoy. —Y mientras Garrett apagaba y desarmaba el desfibrilador para guardarlo, Carlisle sacó las dos barras de acero del cuerpo de su hijo, logrando que el joven gritara nuevamente de dolor, estremeciéndose en los brazos de su padre.
—Edward por todos los cielos, respóndeme. —Por más que Gail y Taylor intentaran controlar al magnate, este parecía no escuchar razón, gritando y golpeando la puerta con insistencia.
—¿Quieres que lo deje pasar o dejamos que tumbe la puerta a ver cuánta presión soporta? —Carlisle no dijo nada, apretando los labios para no reírle las payasadas, escuchando a su hijo hablar por lo bajo.
—¿Qué pasó? —Garrett ya había guardado todo, mientras Carlisle intentaba colocarle la camisa del pijama a su hijo, aquella que reposaba en el respaldo de la cama, para que Christian no viera las heridas que le habían dejado las barras de acero, las cuales se cerrarían progresivamente, recostándole sobre el confortable colchón.
—Al parecer Klaus te ha hecho algo. — Carlisle comenzó a explicarle, acomodándole la almohada para que se recostara—. Alice tuvo una visión sobre lo que te pasaría justo ahora y decidí venir a verte. —Tomó las sábanas, colocándolas sobre sus piernas, exigiéndole que se quitara el pantalón ya que apestaba a vómito y a licor.
—Sí que le diste duro al chupe anoche, Edward. —El aludido miró bastante avergonzado, no solo al policía, sino también a su padre, desasiéndose de sus pantalones, por debajo de las sábanas, arrojándolos al suelo—. Tal parece que eso activó lo que Klaus colocó en tu subconsciente, una especie de humanidad inducida por medio de su poder mental, hipnotizándote para que tu cuerpo sienta o ejecute cosas que antes no podías, como dormir, embriagarte o…
— …llorar. —Argumentó el atontado chico, recostándose nuevamente sobre la cama—. Anoche pude llorar. —Miró a su padre y luego a Garrett—. ¿Me estás diciendo que lo que me está pasando es solo producto de mi imaginación?... ¿Qué la hipnosis es real? —recordó la clase de psicología en donde el profesor había logrado inducir a varios alumnos a ejecutar diversas órdenes por medio de la hipnosis, sin poder creer aún que aquello fuese posible.
—Klaus es el señor tanto de los vampiros como de los lobos, él es dador y supresor de lo que somos, él decide a quien devolverle su humanidad y a quien no, quien permanece imprimado y quien no, esto no es magia, ni hipnosis, Edward… él solo te dio el privilegio de seguir siendo un vampiro y al mismo tiempo disfrutar de las cosas mundanas, como dormir, comer y todo lo demás que se te había arrebatado al morir y renacer como inmortal. —Garrett siguió explicándole a Edward lo que su señor Niklaus le había hecho, mientras Carlisle abría una bolsa de transfusión de sangre, dándosela a beber a su hijo, el cual probó con cierto escepticismo el espeso líquido sanguinolento, viendo con asombro que aún se le hacía grato, aunque no extremadamente necesario o adictivo como cuando solía beberla, queriendo más y más de ella.
Al culminar la ingesta de sangre, Edward le entregó la bolsa ya vacía a su padre, el cual guardó todo en su maletín, incorporándose de la cama para acercarse a la puerta de la recámara, exigiéndole a su amigo que dejará de hablar de aquel tema, abriendo lentamente la puerta, observando el pálido, lloroso y preocupado semblante de Christian, aquel que se había estado paseando de un lado a otro como león enjaulado en el pasillo, acercándose rápidamente a la puerta, contemplando el jipato pero al fin consiente rostro de Edward, introduciéndose como una exaltación en la alcoba, arrojándose sobre su amado muchacho.
—¡Edward!... Gracias a Dios, estas vivo. —El avergonzado chico solo pudo esconder su apenado rostro entre el cuello y el hombro de su amante, correspondiendo a aquel efusivo y fuerte abrazo.
—Christ. —Fue lo único que pudo decir el muchacho, ya que ambos habían comenzado a llorar, manteniéndose aferrados el uno del otro, sin deseo alguno de soltarse, mientras Taylor suspiró aliviado y Gail le agradecía a la Santísima providencia que el joven Edward estuviese vivo y a salvo.
—No vuelvas a darme un susto como este nunca más… ¿Me has oído? —Edward lo apretó un poco más, prometiéndole que no lo haría, intentando no leer la mente de los presentes, pero al parecer, eso no había cambiado en lo más mínimo, sintiéndose realmente avergonzado ante los pensamientos de Garrett, los cuales por supuesto no escatimó en hacerlos verbales.
—¡Aaaww!... ¡Qué ternura!... ¿No te parecen tiernos, Carlisle? —El aludido volvió a golpearle en el brazo, exigiéndole que se callara y recogiera el desfibrilador, mientras él tomaba su maletín, notificándoles a todos.
—Debo retirarme. —Por supuesto, Christian había escuchado las impertinentes palabras del teniente, apartándose del chico, exigiéndole que se recostara y descansara, incorporándose de la cama para encarar a ambos hombre, mirando de malas a Garrett, para luego enfocar sus ojos en Carlisle, preguntándole en voz baja, mostrando su vergüenza delante del galeno.
—¿Puedo hablar con usted un momento? —Carlisle asintió, señalando la puerta para que fuese Christian el primero en salir, acercándose a su avergonzado hijo, preguntándole en un veloz susurro, completamente imperceptible al oído humano.
—¿Debo sentirme feliz por la verdad que me dirá o decepcionado ante una nueva mentira por parte de ambos? —Si algo había añorado Carlisle, era que su hijo saliera del closet en el que había estado viviendo eternamente, sin querer darse cuenta de que sus exigentes gustos en cuanto a parejas, en realidad era una negativa a aceptar sus desviaciones sexuales.
—Feliz… Supongo… —Bajó la cabeza, percibiendo aquel fuerte hormigueo en su rostro, levantando nuevamente la cara al sentir la mano de su padre aferrarle el mentón para que la alzara.
—Pues eso me alegra… porque ya era hora de que lo aceptaras… —Edward cubrió su rostro con las sábanas, mientras Carlisle abandonaba la recamara saliendo tras el magnate, seguido por Gail y Taylor, siendo el guardaespaldas quien se despidiera del médico, bajando lentamente las escaleras, mientras que la ama de llaves le ofreció al padre de Edward una taza de café—. No gracias… acabo de desayunar. —La mujer se despidió del galeno después de notificarle a su jefe que se dispondría a terminar el almuerzo, retirándose rápidamente del pasillo, dejándolos a solas, siendo Garrett quien tomara asiento junto al hijo de su mejor amigo, preguntándole después de haberle quitado las sábanas de la cara.
—Cuéntame algo, Ed… ¿Qué se siente saber que van a pedir tu mano en matrimonio? —El joven vampiro lo fulminó con la mirada.
—Christian no va a pedir mi mano, zoquete… él simplemente intentará explicarle lo que existe entre nosotros. —Volvió a avergonzarse.
—Pues no sé si Carlisle es tan moderno como para aceptar que un cretino como Christian esté nalgueando y sodomizando y su bebito. —El molesto vampiro le dio un manotazo, viéndole de mala gana.
—Deja de decir esas cosas, Garrett.
—Pero si es verdad… —Se acercó un poco más al muchacho, hablando en voz baja—. Christian cree que tiene comprado el silencio de la gente, pero existen sumisas que lo han denunciado. —Aquello sorprendió a Edward, percatándose por medio de la mente del policía, que no mentía en lo absoluto—. Pero como ya te debes imaginar, el dinero y los apellidos influyentes suelen comprar a las leyes. —El policía le pidió descaradamente al muchacho que se echara a un lado para recostarse a su lado—. Verás… uno de los Grey, pagó para que el testimonio de esa mujer jamás viera la luz pública. —Edward alzó una ceja al ver en la mente de Garrett de quien se trataba.
—¿Carrick? —El teniente asintió.
—Allí donde lo ves, con su cara de mosquito muerto, el padre adoptivo de Christian es un hombre de armas tomar, sabe muy bien lo que hace su hijo con las mujeres. —Edward recordó la noche de la subasta, y a la Diosa interna de Carrick… Katrina, imaginando que por eso lo aceptaba y callaba.
—Más bien creo que es una víbora con ponzoña. —Aquello sorprendió y avivó el interés y la vena chismosa de Garrett, quien preguntó por qué lo decía—. Creo que es mejor no decirte nada, Garrett… al parecer eres peligroso con los secretos y un tanto chismoso.
—¡Oh vamos!... desembucha hombre, no puedes decir algo como eso y creer que lo voy a dejar pasar… así que comienza a cantar o juro que voy a hacerle sentir tantos celos a Christian que le saldrá una úlcera del tamaño del gran cañón. —Y mientras Garrett trataba de que Edward le soltara toda la sopa de lo que sabía sobre Carrick, Christian intentó buscar las palabras adecuadas para sincerarse con Carlisle y notificarle de un modo elegante y no tan bochornoso, lo que estaba pasando entre él y su hijo.
—No sé cómo decir esto sin que suene impropio para usted, doctor Carlisle… yo…
—Solo Carlisle, Christian… sí estás pretendiendo a mi hijo y tú mismo exigiste que cortáramos todo el protocolo y las formalidades entre nosotros, no es necesario que adornes lo que es más que evidente… ¿No te parece? —Christian no pudo ni cerrar la boca ante lo que pretendió decirle al galeno, intentando sonar correcto, pero lo que estaba a la vista no necesitaba anteojos y aunque el magnate quisiera decirlo de la forma más ceremoniosa y correcta posible, todas las almibaradas palabras que pudiese emplear, significaba una sola cosa… que se estaba follando al chico.
—Entiendo lo que intentas hacer y… sí, lo admito… Edward y yo… tenemos un romance.
—¿Es solo eso, Christian?... ¿Un romance? —El magnate negó con la cabeza.
—No, por supuesto que no… Solo trato de ser lo menos formal posible, como bien me lo has exigido. —Carlisle cambio de mano su maletín, acercándose a Christian, argumentando a continuación.
—Eso no quiere decir que dejaré que mi hijo menor sea solo el desahogo o el juguete sexual de alguien. —Christian asintió, dándole la razón.
—Por supuesto… de hecho, Edward y yo lo hablamos… y él le llamó noviazgo y yo estoy de acuerdo en ello.
—¿Lo amas? —Aquella pregunta le cayó como un balde de agua helada.
—¿Perdón? —Tanto Garrett como Edward detuvieron su parloteo con respecto a la doble personalidad de Carrick, deseando escuchar la respuesta de Christian—. Aamm… Sí, supongo que así es.
—Suponer no es estar seguro, Christian…. ¿Amas o no a mi hijo? —Edward sintió que su padre estaba jalando mucho de la cuerda, llamándolo por su nombre para calmar los ánimos, pero si algo amaban Carlisle y Esme, era justamente ejecutar sus roles de padres amorosos y correctos, exigiéndole a continuación desde el pasillo—. Deja que los adultos hablen, Edward… tú descansa. —Garrett rió ante aquello, y más al ver como el joven y apenado vampiro cubrió nuevamente su molesto y al mismo tiempo avergonzado rostro—. ¿Y bien? —Preguntó Carlisle, justo cuando la señora Jones subió las escaleras con un tazón de sopa sobre una bandeja de madera, notificándole al apuesto médico.
—Yo sé que el señor Grey ama al joven Edward, doctor Cullen. —Al magnate se le subieron los colores al rostro, mientras que Garrett alzó una de sus cejas, acotando que lo que estaba ocurriendo era mucho mejor que las telenovelas, haciendo enfurecer al joven vampiro, el cual le golpeó un brazo, exigiéndole que no dijera nada y le permitiera escuchar lo que la señora Jones diría a continuación—. Es solo que a mi jefe parece darle cierto temor la palabra amor, la cual suele venir acompañada con su amiga entrega y su hermana compromiso. —No dijo nada más al respecto, dándole una mirada furtiva a ambos caballeros, para luego perderse de vista al entrar en el cuarto del joven psicólogo, ofreciéndole la taza de sopa, al abochornado muchacho.
—Pues espero que tengas presente una cosa, Christian. —El aún ruborizado multimillonario esperó a que el padre de Edward culminara su argumento a favor de su hijo—. Esme y yo somos chapados a la antigua e imagino que te habrás dado cuenta de ello por la forma en la se desenvuelve mi muchacho—. Christian asintió—. Pues más te vale que no lastimes a nuestro hijo y entérate que Esme no se las va a poner fácil, ya que ella se rehúsa a aceptar que Edward podría llegar a tener gustos diversos… algo de lo que yo ya me había percatado mucho antes de que el mismo Edward se diera cuenta.
—Entiendo. —Fue lo único que pudo decir el magnate, observando a Gail salir nuevamente de la habitación del muchacho con la ropa sucia que Edward había arrojado al suelo, acotando nuevamente a la conversación que existía entre su apuesto patrón y el galeno.
—Creo que no se percató de lo que dijo cuándo le dio la crisis al creer que Edward había muerto, pero… Le gritó que lo amaba. —Christian no pudo creer aquello, pero Edward pudo ver en la mente de la ama de llaves el momento exacto en el que el magnate le había dicho aquello, completamente ahogado en llantos.
—¿Lo dije?... —preguntó un poco escéptico al respecto, aunque sabía que el sentimiento anidaba en su corazón.
—Así es, señor… con su permiso. —Bajó las escaleras dejándolos nuevamente a solas.
—Pues me doy por satisfecho. —Carlisle caminó hasta la puerta de la recámara de su hijo, notificándole a su amigo—. ¿Garrett?... Nos vamos. —El vampiro saltó de la cama, despidiéndose de Edward con un fuerte abrazo, al ver como el magnate se asomó al interior de la alcoba, haciéndolo enfadar.
—Cuídate Ed. Y ya me terminarás de contar lo de tú ya sabes quién… —El joven vampiro asintió—. Y yo te contaré lo de Charlie… aunque ya debes de estar un poco enterado. —Sé señaló las sienes, haciendo alusión a que pudo haberlo visto en su mente—. Descansa. —Salió de la recámara, dejando que su amigo se despidiera de su hijo, acercándose lentamente a Christian—. ¿Se siente bien, cierto?... —El magnate preguntó a qué se refería, cruzándose de brazos—. Abandonar el closet.
—Jamás estuve en uno, Garrett. —El policía alzó una de sus cejas en un gesto irónico—. Es solo que soy un hombre de hábitos y me cuesta abrirme a nuevos gustos culinarios, digamos que Edward fue el plato afrodisíaco que me demostró que hay más sabores en el amplio menú que la vida. —Las palabras del multimillonario sorprendieron a Garrett.
—¡Vaya!... me dejas pasmado, Christian… pero sí, en efecto no solo existe el sushi y las almejas, también el chorizo, los huevo y la leche. —Carlisle no pudo evitar escuchar aquello, cubriéndose el rostro ante lo vulgar que solía ser su amigo, disculpándose con su hijo, saliendo nuevamente hacía el pasillo, mientras Edward cubrió su rostro, intentando no reírse de la situación.
—Es suficiente, Garrett… gracias por esa impropia explicación culinaria sobre la diversidad sexual. —Empujó a su amigo para que caminara hacía las escaleras, notificándole al magnate—. Espero que mi hijo no sea solo una nueva experiencia gastronómica de la que luego quieras prescindir. —A lo que Christian respondió.
—Se puede ver el menú, Carlisle… pero el plato principal siempre será tu hijo. —El vampiro miró a su amigo, quien alzó un pulgar a favor de Christian.
—Me parece acertada tu respuesta. —Se acercó nuevamente a la puerta del cuarto, notificándole a su hijo—. ¡Por cierto!… Emmett apareció. —Aquello asombró gratamente, tanto a Christian como a Edward, los cuales cruzaron miradas desde la distancia—. Sería bueno que fueses a la casa cuando te sientas mejor… necesitamos resolver ese pequeño inconveniente entre él y los demás implicados en este bochornoso apto de infidelidad. —Edward asintió—. Jamás se toma una decisión en esta familia sin que todos estén presentes. —Carlisle dijo aquello, mirando a Christian, para luego observar una vez más a su hijo—. Hasta pronto Edward… te esperamos en casa. —Estrechó la mano del magnate, despidiéndose una vez más de ambos amantes, retirándose en compañía de su amigo, el cual como de costumbre, acotó algo impropio y fuera de lugar a la situación.
—Eres un maldito, Carlisle… ¿vas a hacer que Edward vaya con Christian a Forks y así poder arrojarle a Esme encima al ricachón para que lo haga puré por haberse follado a su bebito? —Por supuesto Carlisle no dijo nada, bajando las escaleras con total calma, mientras Christian entró en la habitación, tomando asiento junto al muchacho, el cual permaneció recostado sobre la cama, con el rostro a medio cubrir por las sábanas, dejando tan solo sus ambarinos ojos al descubierto, mirando tímidamente a su amado novio.
—Debes de estarlo disfrutando… ¿Cierto? —El vampiro asintió.
—Un poco. —Christian reacomodó las sábanas que cubrían el cuerpo del muchacho, intentando reacomodarle el cabello, pero este parecía tener vida propia, amando permanecer enmarañado y con un estilo propio—. En verdad lamento todo lo que ha pasado, fue mi culpa que José creyera que yo podría llegar a corresponder sus insinuaciones, y también el haber bebido de ese modo, lamento que… —Christian no le permitió decir una palabra más, depositando un tierno y significativo beso en sus labios, acallando todas sus disculpas, apartando lentamente su boca de la del muchacho, uniendo sus frentes para seguir tan cerca de él, como le fuera posible.
—Ya no importa. —Le acarició ambas mejillas, sin apartar su frente de la de Edward—. Solo me importa saber que estas vivo, nada más. —Lo abrazó con todas sus fuerzas y justo allí ambos se dijeron cuanto se amaban, no verbalmente, sino en cada una de las lágrimas que ambos hombres dejaron rodar por sus mejillas, manteniéndose aferrados el uno al otro sin decir absolutamente nada, permitiéndole a aquel abrazo, manifestarse como un “te amo”, el cual, al parecer, seguía siendo difícil de verbalizar.
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En Forks los problemas no se estaban solucionando tan rápido, ya que después de la despedida de Carlisle en plena madrugada, la mañana había llegado y con ella el incómodo reencuentro entre Rosalie y Emmett, el cual simplemente la miró con todo el desprecio que había estado acumulando durante su ausencia, encerrándose en la recámara donde Seth se recuperaba rápidamente de los disparos que había recibido, despertándose a cada tanto, volviendo a quedarse dormido.
—¿Emmett?... no puedes ocultarte eternamente de mí, necesitamos hablar. —Exigió Rosalie del otro lado de la puerta, ya que, aunque ella pudiese romperla y entrar a la fuerza, prefirió no hacerlo y dejar que fuese él quien decidiera.
—Dile al maldito flaco de mierda ese, que lo mismo le digo yo… no va a poder ocultarse eternamente de mí… le voy a romper las nueces con todo y cascanueces al muy desgraciado. —Los gritos de ambos esposos despertaron a Seth, el cual intentó no reír ante las ocurrencias de su amigo, ya que los puntos le dolían como el mismísimo demonio reencarnado, apretándose tanto el abdomen como la boca ante las ganas de reír.
—Jasper no tiene la culpa, Emmett… toda la culpa es mía. —Por supuesto el vampiro no se había dado cuenta de que el chico había despertado, dándole la espalda, manteniendo sus manos sobre el marco de madera, deseando darle un puñetazo a la puerta y por consiguiente lastimar a su esposa pero el grandote jamás había sido un patán y mucho menos un maltratador de mujeres, intentando contenerse histriónicamente.
—La culpa es de los dos… ambos fueron unos hijos de su puta madre, venir a hacerse los inseparables y amorosos gemelos “Brandon y Brendan” de “Beverly Hill 90210” para luego convertirse en “Thomas y Lucille Sharpe” de la película de terror “La cumbre Escarlata” —Seth no supo a qué se refería con aquellas referencias cinematográficas, ya que era muy joven para haber visto la famosa serie de 1990 y demasiado infantil como para llamarle la atención un films de ese género, pero Rosalie supo perfectamente a que se refería, riendo ante las comparaciones de su esposo.
—Siempre he amado tu sentido del humor. —Acotó ella, recostándose sobre la puerta—. Es algo de lo que Jasper carece, pero no sé puede tener todo en la vida… ¿Cierto? —Seth suspiró, dándole la razón a la rubia, ya que él no podía tener el amor de su grandote, rehusándose a hablar acerca de lo que había pasado antes del incidente con los cazadores, los cuales habían huido despavoridos al darse cuenta de que le habían disparado a un chico y no al enorme lobo que habían visto correr entre los árboles.
—Tu descaro no tiene límites, Rosalie… ¿En serio pretendías tenernos a ambos eternamente? —Emmett no la vio, pero Rosalie simplemente se encogió de hombros, observando a su hermana Alice subir las escaleras en compañía de Sue, Leah y Sam, notificándoles a la familia de Seth, que la recuperación del muchacho era asombrosamente rápida, ya que alguien común y corriente estaría aún en terapia intensiva.
—La familia de tu amiguito está aquí, Emmett. —Se apartó de la puerta para dejar pasar a los recién llegados, siendo Alice quien tocara la superficie de madera, exigiéndole a su hermano que la abriera.
—¿Emmett? —Llamó el chico sobre la cama, llamando la atención de su amigo—. No te vayas cuando mi madre entre, por favor… lo hiciste en la madrugada y no quiero que lo hagas ahora. —Le exigió en voz baja, acomodándose las sábanas.
—Tu mamá no nos soporta, Seth… y a mí no me agrada que me vean de refilón y con cara de culo en mi propia casa, lo siento. —Abrió la puerta, dejando que la familia Clearwater entrara, disculpándose con todos los presentes, siendo Sam quien lo detuviera, notificándole a la madre del chico.
—Fue él quien salvó a tu hijo, Sue. —Tanto Emmett como la mujer se vieron a las caras, siendo ella quien acotara a continuación, después de apartar sus ojos del vampiro.
—Tengo entendido que por estar siguiéndole fue que recibió un balazo, así que si está esperando que le agradezca, déjeme decirle que…
—Nooo… si yo no espero nada de usted. —Interrumpió Emmett, haciendo callar a la odiosa mujer—. Si mi propia familia me mintió y mi esposa me montó los cuernos con nuestro hermano… ¿Qué puedo esperar yo de usted? sino insultos y desprecio de su parte… —Miró a Seth—. Allí tienes la respuesta del porque siempre que llega está señora yo me largo, me basta y me sobra con todo lo que estoy sufriendo para encima tener que soportar los maltratos de tu madre. —Emmett salió de la recámara como alma que lleva al diablo, siendo Sam quien le reprochara a Sue aquel comportamiento tan grosero, mientras que los hermanos Clearwater le reclamaban lo mismo a su madre, la cual solía escudarse en lo mismo; culpar a los vampiros por la muerte de su amado Billy Black, sin saber que aquel hombre no tenía ni la más mínima intención de tener una relación formal con ella.
—Me retiro. —Acotó Rosalie alzando la voz ante la disputa familiar que tenían, siendo Alice la única en permanecer callada y al margen de todo aquello—. Yo no soy tan respetuosa como mi esposo, así que mejor me voy antes de que se me salga la clase y le diga sus cuantas verdades a la cacatúa de tu madre, Leah. —Si algo había nacido entre la joven Clearwater y Rosalie era un repentino compañerismo, ya que ambas eran reptiles del mismo charco, usando a los hombres como objetos y no como seres humanos, aunque Rosalie si amaba a ambos hermanos, queriéndole de un modo distinto a Emmett a como amaba a Jasper.
—No voy a permitir que… —Sue intentó exigir respeto, pero la decidida rubia ya había salido de la recámara de Edward, la cual habían usado para la recuperación del joven Clearwater, ignorando por completo a la mujer.
—Ya cállate, mamá… Solo sabes abrir la boca para decir puras idioteces.
—¿Leah? —Retó Sam a la muchacha, la cual no tenía piensos de quedarse callada.
—Leah nada, Sam… lo único que sabe es hablar mal de todo el mundo, quejarse y lamentarse por la muerte de Billy, algo que me sorprende ya que ni si quiera con la muerte de nuestro padre te pusiste de ese modo y también lo mató un vampiro, uno que los Cullen nos ayudaron a destruir… —Por supuesto que Leah se refería a Victoria— … en vez de dar las gracias lo único que has hecho es quejarte y hablar mal de nuestro líder regando por toda la tribu que Sam dejó a Emily por Alice. —Aquello no solo sorprendió al joven Uley, sino también a la vampiresa, al no poder ver el futuro de los Quileutes, enterándose de aquello en el peor momento.
—En primer lugar, yo no dejé a Emily por Alice… ese matrimonio nunca existió, no fue más que un teatro para mantener a los del consejo felices, pero eso no tenía futuro. —Sue no dijo nada, haciéndose la desentendida, intentando revisar las heridas de su hijo, el cual se rehusó a que su madre lo examinara, mirándola de mala gana—. Lo de Alice vino después y ya sé que el consejo quiere una audiencia conmigo, y la tendrás, pero cuando yo así lo decida… mientras tanto te exijo que como líder de manada me respetes tanto a mí como Alice. —La mujer siguió sin decir nada, siendo la vampiresa la que hablara con voz dulce y calmada, aunque todo aquello le había causado cierta incomodidad y temor por el futuro de Sam en la tribu.
—Bueno… los dejó solos… debo estar atenta por si Jasper aparece… y a Emmett le da por usarlo de trapeador. —Aquello hizo reír a todos menos a Sue, la cual siguió intentando hacerse la madre abnegada, aunque no lo era, ya que si lo fuera, hubiese aceptado los gustos sexuales de su hijo y le hubiese enseñado recato y buenas costumbres a su libertina hija.
—Gracias por todo, pequeña. —Sam acarició el pálido y frío rostro de Alice, la cual le demostró con su dulce mirada y una pequeña inclinación de cabeza, cuanto había disfrutado aquella muestra de afecto.
La menuda vampiresa bajó las escaleras con ojos de ensueño, percatándose de cómo sus visiones habían sido nubladas por la presencia de los Quileutes, encontrando a Jasper detrás de Rosalie, la cual escudaba a su amado mellizo de las nefastas intenciones de Emmett, quien sostuvo entre sus manos la mesa central de la sala, aquella que era de bronce y madera, intentando rompérsela en la cabeza a su hermano, mientras Bella alimentaba a ambos niños, los cuales se encontraban sentados en el sofá de tres plazas junto a su madre.
—Baja la mesa, Emmett… mamá se pondrá furiosa si haces añicos su antigua mesa de bronce. —Pero el corpulento vampiro no tenía la menor intención de bajar el mueble y mucho menos de hacerle caso a Rosalie, pasándose la mesa de una mano a la otra como si fuese un simple balón de fútbol americano.
—Vamos maldita rata de alcantarilla… sé un hombre y deja de esconderte en las faldas de tu amante… anda… demuéstrame que no solo tienen huevos para cogerte a mi esposa, sino también para caerte a trompadas conmigo. —Aquello hizo enfurecer no solo a Rosalie, sino también a Jasper, quien pretendió encararle, pero la molesta rubia se lo prohibió.
—No van a pelear entre ustedes y menos dentro de la casa… Si no quieren que Esme los guinde a ambos por los testículos. —Notificó Alice de muy mal humor—. Justo hoy nuestra madre fue a comprar el piano que Bella rompió, ya que se acercan las festividades navideñas y Edward podría regresar a casa en vacaciones, y si vuelve y sé da cuenta que destrozaron la casa, habrá problemas. —Si bien en su momento, la jefa de casa había armado su berrinche ante el destrozado piano, supo contenerse al saber que una neófita sería difícil de controlar, pero sí sé llegase a enterar de que sus consientes hijos mayores habían demolido la casa por un pleito de faldas, les haría pagar a cada uno de los implicados en aquella escaramuza, y de ser posible a los que de alguna forma u otra, no hicieran nada para detenerlos.
—Alice tiene razón, Emm… baja la mesa favorita de Esme. —Acotó Bella de lo más calmada, introduciendo una nueva buchada de comida en la boca de Anthony, el cual la abría cada vez que su madre tocaba sus labios con la punta del cubierto, enseñándole a entender y aprender a pesar de sus limitaciones visuales—. Mejor romperle la cabeza con el perchero de acero que está cerca de la puerta, es horrible y no creo que a Esme le importe mucho. —Emmett soltó la mesa, pretendiendo tomar el objeto que su nueva hermana le había dado a escoger como arma, ganándose tanto los reproches de Rosalie como los de Alice, encogiéndose de hombros—. Bueno, yo solo hacía una sugerencia. —Siguió alimentando a sus hijos, dándole esta vez un bocado a Saralie, la cual golpeó un juguete en contra de otro, lo que por supuesto llamó la atención de su hermano, aunque no pudiese verle.
—Yo no te tengo miedo, Emmett… si en Seattle me sacudiste como tapete viejo, fue porque me tomaste por sorpresa, pero recuerda que fui entrenado para comandar ejércitos de neófitos, así que por mí podemos enfrentarnos ahora mismo, afuera y sin armas. —Emmett arrojó el perchero a un lado, abriendo la puerta para salir a las afueras de la lujosa casa, percatándose del arribo de Carlisle, quien llegó acompañado por Garrett, siendo el teniente de la policía de Seattle el primero en bajar del auto.
—¡Vaya, vaya!... llegamos justo a tiempo… traigan las cotufas y las sodas frías que se viene la pelea de la A.M.B. —Garrett se refirió a la Asociación Mundial de Boxeo, ganándose la reprochadora mirada de Carlisle, el cual azotó la puerta del Mercedes de mala gana.
—Aquí nadie va a enfrentarse a nadie, está familia no fue creada para lastimarse entre ella sino para defenderse los unos a los otros de posibles enemigos. —Miró a Emmett—. Esto lo vamos a discutir como personas civilizadas.
—Civilizadas mis nalgas y aun así siempre ha existido un peo entre ellas. —Todos intentaron aguantar las risas ante aquello, pero Garrett soltó tal risotada, que tanto Bella como Alice, terminaron acompañando al policía en sus carcajadas, ganándose la dura mirada de Carlisle, al igual que la rabia del grandote—. ¿Saben qué?... ¡Váyanse todos a la mierda!... me cansé de ser su maldito payaso, de que se rían con cada cosa que digo o hago. —Aquellos reproches detuvieron de ipso facto las carcajadas de todos los que habían comenzado a reír, siendo Rosalie, Jasper y Carlisle los únicos en no hacerlo—. Si me he aguantado el estar en esta casa llena de traidores es por el mocoso que está arriba, el cual recibió unos balazos por ser el único que estuvo a mi lado mientras mi mundo se caía a pedazos. —Alice bajó su entristecido rostro ante las palabras de su hermano, mientras Bella salió al exterior de la casa con ambos bebés en brazos, después de haber terminado de alimentarles, siendo Jasper quien hablara.
—No solo tú has sufrido, Emmett… yo he tenido que soportar tanto tiempo el recibir las migajas de Rosalie, de Alice y de todos en esta familia, mientras que tú eras el bebé grande de Esme, el hijo puro y sincero de Carlisle y el hermano Cool y divertido de Alice y de Edward, sin contar con que recibías la mayor atención de Rosalie, mientras que yo solo recibo las sobras, la lastima y el desprecio de quienes dicen ser mis hermanos. —Ambos vampiros comenzaron a reprocharse el uno al otro lo que carecían y el otro obtenía, mientras que los presentes pudieron sentir en carne propia cada uno de los sentimientos de Jasper, quien al parecer, se había sentido constantemente excluido de la familia, necesitándole única y exclusivamente para los trámites legales, o eso sentía el vampiro.
—¿Te estás escuchando, Jasper?... ¿Me estás diciendo que todo este tiempo me has tenido envidia cuando soy yo quien siempre te ha admirado?... —El ex confederado alzó una de sus cejas ante las palabras de su hermano, sintiendo cierto asombro ante sus palabras—. Soy el único de esta familia sin un don. —Miró a Rosalie—. Porque aunque Rose diga que ella tampoco tiene uno, el suyo es el ser la mujer más hermosa del mundo. —Aquello no solo removió los sentimientos de Emmett, sino también los de Rosalie, haciendo sentir a Jasper un poco miserable—. Pero yo… yo no tengo ningún don.
—Te equivocas. —Acotó Carlisle, acercándose a su hijo—. Tienes el don de hacer feliz a esta familia. —A lo que Alice argumentó.
—Y el don de hacer que cada momento, aunque sea el más triste o incómodo, termine siendo el más divertido.
—Eres el más fuerte de todos… —Acotó Bella, sin dejar de mecer a los niños entre sus brazos, intentando dormirles— …El más grandote, el fortachón y el ser más auténtico del mundo.
—El hombre más dulce y el más amoroso. —Alegó Rosalie, intentando acercarse a Emmett, el cual se apartó de ella, dándole la espalda.
—¿De qué me sirvió todo eso, si terminaste prefiriéndolo a él? —Señaló a Jasper.
—Porque siempre quiero más… lo siento pero no me conformaba tan solo con tenerte a ti, Emmett… yo quiero…
— …Que ambos te amemos… ¿cierto?... ¿Pero sabes qué? —preguntó Emmett volteándose para encararle—. Yo ya no te amo. —Ella sonrió con socarronería.
—Si así fuera no estarías aun tan molesto. —Rosalie pretendió tocar el rostro de su esposo, pero el vampiro le atenazó por la muñeca, apretándola tan fuerte que la rubia comenzó a quejarse de dolor, intentando soltarse.
—Eres hermosa Rosalie… sin duda que lo eres, pero de que te sirve si por dentro estas podrida. —La empujó, logrando que la asustada mujer cayera al suelo—. No pienso mantener una falsa relación con una mujer como tú, prefiero quedarme solo y morirme de odio hacia ti que dejar que me uses a tu antojo. —Jasper se abalanzó sobre el corpulento vampiro, a pesar de que Carlisle pretendió detenerle, escabulléndose por uno de sus costados, pero Emmett ya se había dado cuenta de aquel repentino ataque, apartándose del camino de su atacante, el cual rodó aparatosamente por el boscoso suelo, cayendo sobre Rosalie, tal y como había ocurrido el día en que el atolondrado vampiro se había enterado de la verdad, lastimándoles a ambos—. Voy a romperte en mil pedazos, maldito hijo de perra. —Emmett pretendió atacarle, pero tanto Garrett como Carlisle lo aferraron por ambos brazos, intentando contenerle, justo cuando Jacob y Leila arribaron al lugar, después de haber ido a dar un paseo por la reservación, presentándole a su tribu.
—Basta, Emmett… —Exigió Alice, completamente alterada—. Aunque lo mates, eso no va a remediar nada, al contrario, empeorará las cosas. —Jacob bajó de la motocicleta que Bella le había obsequiado, ya que la de él, había pasado a ser de Paul y Emily, dejándoselas como regalo de bodas adelantado, ya que el delta de la manada había pedido la mano de la chica ante el consejo, quienes exigieron una previa anulación del matrimonio con el alfa, para otorgarle su permiso y total bendición.
—¿Estos dos siguen sin querer hacer las paces? —preguntó Jacob, acercándose a Bella, quitándole uno de los bebés, mientras Leila tomó al otro, saludando a la madre de ambos infantes con un beso en ambas mejillas.
—Así parece. —Acotó Isabella, cruzándose de brazos, al tener al fin las manos desocupadas, disfrutando de todo el altercado entre hermanos—. Deberían aprender de nosotros. —Sonrió con picardía—. Nosotros tres felices a la espera de que una cuarta personita cierre este cuarteto. —Si bien la nueva familia conformada por Jacob, Leila y Bella no tenían intimidad entre ellos, los tres habían decidido coexistir como si siempre se hubiesen conocido, devengándose los deberes y responsabilidades de criar a un par de gemelos en total armonía, llevándose de lujo, a la espera de una cuarta persona, quien sería la pareja de Bella, siendo Mía la candidata por excelencia para la vampiresa.
—¿Emmett? —La dulce voz de Seth detrás de Isabella llamó la atención de todos, logrando que el iracundo vampiro se controlara—. No lo hagas… no los lastimes, luego te arrepentirás de haberlo hecho… suelo tener interminables peleas tanto con Leah como con mis hermanos de manada, pero si la vida me ha enseñado algo es que por más disputas y discusiones que hayan entre nosotros, nos une la sangre y la tribu. —Emmett empujó tanto a Garrett como a Carlisle para que le soltaran, suspirando para poder hablar sin quebrarse.
—Pues a mí nada me une a estos dos infelices. —Seth negó con la cabeza.
—Te equivocas… los une la misma ponzoña, ya que todos ustedes fueron creados por el buen Doc.
—Ni Alice, ni yo fuimos creados por Carlisle. —Acotó Jasper de mala gana.
—Pero ambos decidieron pertenecer a dicha familia de vampiros, deberían quererse más porque nada fue impuesto por el destino, ustedes escogieron su familia y deberían amarse a pesar de las circunstancias que ahora los separan. —El chico pretendió salir a las afueras de la hermosa casa, trastabillando en el primer escalón, logrando que el corpulento vampiro se movilizara a velocidad sobrehumana hacia donde el muchacho se encontraba, atrapándole en el aire antes de que la cara le impactara en contra del suelo.
—Te tengo enano del coño… ¿Por qué saliste de la cama?... ¿Crees que porque eres un perro biónico ya puedes salir a corretear autos y orinarle los cauchos? —Ninguno de los presentes dijo nada, pero el ver como el joven Quileute y el apuesto y corpulento vampiro se miraban, era más que suficiente para darles una clara idea de lo que estaba comenzando a nacer entre ambos amigos, sin que Emmett se diera cuenta de ello.
—Creo que hay otro de tus hijos que está a punto de saltar al lago de los cisnes y pasar de gorila a ganso. —Carlisle codeó a Garrett por un costado para que dejara a un lado sus impertinencias.
—Tus gritos se escuchaban hasta arriba y nadie me decía que estaba pasando, así que quise venir a ver y detenerte. —Se hizo un mohín sobre los brazo de su sexy amigo, escondiendo su acalorado rostro en el frío pecho del vampiro, cerrando los ojos.
—Sé perfectamente bien lo que tratas de hacer, Seth… y ya te dije que…
— … No digas nada, Emmett… solo llévame a mi cuarto… Mi mamá y mi hermana ya se iban. —Interrumpió el chico, acallando los reproches del vampiro sobre su empeño de hacerle entender que jamás correspondería a su amor.
Emmett levantó la cara, encontrándose con la odiosa mirada de Sue, al igual que la socarrona sonrisa de Leah, la cual llamó cuñado al corpulento vampiro, ganándose la reprimenda de su madre, pero aquello más que callar a la irrespetuosa lobita, la hizo reír con mayor descaro, bajando las escaleras para marcharse, subiendo sobre la moto que Bella y Alice habían terminado del lote que la neófita había adquirido en el deshuesadora, obsequiándosela a Sam.
—Nos vamos. —Sue ni siquiera se despidió de la familia Cullen, simplemente subió a la moto detrás de su hija, mirando a otro lado.
—Llevaré a Sue y a Leah a casa y regreso en la noche… ¿Vale? —Alice asintió a las palabras de Sam, dejando que el apuesto Quileute depositara un tierno beso en sus pequeños y delicados labios, sonriendo ante sus desinhibida muestras de afecto, mientras Emmett entró a la casa, subiendo lentamente las escaleras, reprochándole aquel mal comportamiento al muchacho, al cual no le importó en lo más mínimo que su grandote lo regañara, siempre y cuando lo mantuviera entre sus brazos, el tiempo que fuese necesario.
—Nos vemos luego —Se despidió Alice, apartándose lentamente de su nueva pareja, dándole una furtiva mirada a Jasper, el cual los observó con total desprecio, ante la envidia de no poder demostrar su amor por Rosalie, así como su futura ex esposa lo hacía con el lobo alfa.
Bella, Jacob y Leila entraron a la casa, seguidos por Alice, mientras Rosalie comenzó a caminar hacía el bosque, pretendiendo meditar en la cabaña que había compartido con Emmett sobre todo lo ocurrido, siendo Carlisle, Garrett y Jasper quienes se quedarán en el claro frente a la casa, después de que Sam, abandonara el territorio de los Cullen, llevándose consigo a las Clearwater.
—Creo que te tomaré la palabra y tendré mis vacaciones en Forks, tu familia es muy divertida. —Acotó Garrett, sonriéndole a su mejor amigo, percatándose de como padre e hijo se observaban, acotando a continuación—. Aaamm… voy a ver si las chicas necesitan una mano con los babys. —El policía se introdujo en el interior de la casa, saludando tanto a Bella como a Alice, dejando a ambos vampiros a solas, siendo Carlisle quien hablara.
—¿Te diste cuenta de algo, Jasper? —Preguntó el líder del clan Olympic, acercándose a su odioso hijo—Escuchaste a Emmett hablar de admiración cuando tu simplemente sentías envidia. —El delgado y malhumorado vampiro se apartó de él, dándole la espalda.
—Sigue siendo uno de tus favoritos… ¿Cierto?... hay que ser bueno en esta vida para entrar en tu lista de favoritos… ¿no? —Se cruzó de brazos.
—Si tuviese un favorito ese sería Edward por ser el primer hijo creado por mí, pero no, Jasper… no necesitas ser bueno para ganarte mi afecto, eso ya te lo ganaste desde el día en que te dejé entrar a ti y a Alice a mi familia y que fuesen parte de ella. —Jasper no dijo nada, manteniendo su postura de espaldas y sus brazos cruzados de un modo desafiante—. Pero es difícil enseñarte que nadie está en tu contra más que tú mismo y tu empeño por mantenernos a raya en tu vida, pero ¿sabes qué?... te entiendo. —El aun molesto vampiro volteó a verle, con el ceño fruncido y la mirada penetrante a la espera de alguno de sus odiosos alegatos religiosos que él tanto odiaba escuchar, esperando el momento para retrucar sus palabras—. Es difícil para alguien que puede percibir los sentimientos ajenos el darse cuenta de los propios.
—Te equivocas… —Carlisle se acercó al ex confederado, posando una de sus manos sobre su hombro.
—El sentimiento de abandono que crees sentir no es tuyo, Jasper… es de Alice. —Ambos miraron al interior de la casa, en donde todos reían, siendo la menuda vampiresa la única en estar aislada del resto, reacomodando las flores que adornaban la casa—. Tú envidia es en realidad la admiración de Emmett hacia todos, y tú desconcierto es el de Bella, ligado al de Leila, quienes aún no saben cómo encajar en esta nueva familia. —El médico se acercó a Jasper, abrazándole con todas sus fuerzas, lo que ocasionó que todas las defensas del vampiro cayeran al suelo, sintiendo un enorme nudo en la garganta—. ¿Y ese sentimiento que estas percibiendo justo ahora es todo el amor que te tengo, Jas. —Si el vampiro hubiese podido llorar lo habría hecho como un chiquillo, deseando apartar a aquel hombre de un empujón, conteniéndose histriónicamente.
Carlisle se apartó lentamente de él, manteniendo ambas manos sobre sus hombros, apretándolos con fuerza, mientras Jasper permaneció con la cabeza agacha y la mirada en el suelo.
—Date un tiempo a solas, Jasper… —El aludido levantó la mirada pretendiendo preguntarle si lo estaba corriendo de la casa—. No te estoy apartando de nosotros, simplemente debes de meditar a solas sobre todo lo que ha pasado en esta familia y como podrías solventarlo, si realmente es lo que quieres.
 —No abandonaré a Rosalie.
—Nadie te está pidiendo que la abandones, pero te voy a decir algo, Jas. —Se acercó a su hijo, susurrándole al oído, justo cuando un camión entraba en la propiedad de los Cullen, con una entrega especial para la familia—. A veces es necesario tener un poco de dignidad. —El vampiro no supo a qué se refería, hasta que Carlisle acotó a continuar—. Emmett corre a socorrer al joven Clearwater, Rosalie defiende a Emmett y tú siempre corres a defender a Rosalie, pero… ¿Quién sale en tu defensa? —Aquello removió todo el interior de Jasper, dejándolo completamente inerte, mientras su padre adoptivo se acercó al camión de encomiendas, ayudando a su esposa a salir de la cabina del copiloto, mientras los encargados de la empresa de despacho, comenzaron a abrir la puerta trasera del camión para bajar el nuevo piano de Edward.
—Te extrañe. —Susurró Carlisle al oído de su esposa, manteniéndola entre sus brazos.
—Y yo a ti, mi amado esposo. —Y mientras Carlisle y Esme se olvidaron del mundo que los rodeaba, entregándose un apasionado beso, la familia salió nuevamente a su encuentro, siendo Jasper quien se perdiera entre los enormes árboles que rodeaban la casa, pensando en todo lo que su padre adoptivo le había dicho, intentando descartar todos los sentimientos adquiridos, buscando internamente los propios.
 

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