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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Notas del capitulo:

Espero que hayan tenido una bonita Navidad.

Aquí les dejo mi regalo... Feliz año nuevo por adelantado.

Capítulo 37
Malas decisiones
Era lo suficientemente tarde como para que el sol ya no reinara en el horizonte, permitiéndole a la luna salir y bañar el triste y por demás serio semblante de Jasper, el cual contempló inerte como poco a poco el satélite natural de la tierra se abrió paso entre las copas de los árboles, iluminando el oscuro bosque.
“Mis cartas están echadas, ahora veamos quien se arrepiente y quien no” Pensó Jasper recordando lo que había ido a hacer a Seattle después de la conversación entre él y Carlisle, yendo en busca de Jenks, la mano derecha del vampiro, aquel que solía ayudarle a conseguir la documentación que él necesitase en tiempo récord, siempre y cuando hubiese dinero de por medio.
El mayor Whitlock le exigió a Jenks redactar los papeles del divorcio tanto de él con Alice como los de Rosalie y Emmett, esperando ansiosamente a que la documentación llegara más tardar mañana, y así poder confrontar a los cuatro implicados en todo aquel asunto, deseando saber que haría su amada Rosalie, ya que las palabras que Carlisle le había dicho se le habían clavado en su frío corazón como un fierro ardiente que quemaba sus entrañas.
“—A veces es necesario tener un poco de dignidad… Emmett corre a socorrer al joven Clearwater, Rosalie defiende a Emmett y tú siempre corres a defender a Rosalie, pero… ¿Quién sale en tu defensa?” —Jasper bajó la cara, queriendo llorar ante lo que las palabras de su padre adoptivo habían socavado en su interior, sintiéndose miserable. “Nadie corre tras de mí… eso es obvio” —Sacó su teléfono celular percatándose de que no habían mensajes de ninguno de sus familiares, salvo de Emmett quien le mando todas las caritas molestas que habían en la aplicación, junto a la manito que mostraba el dedo medio a modo de grosería y un arsenal de vulgaridades que prefirió no leer, guardándose nuevamente el aparato.
—Soy tan solo un estorbo para esta familia. —Pensó en que era mejor irse sin decir nada y esperar a ver si Rosalie le buscaba, dejándole algún tipo de pistas que le indicase en donde podría encontrarle. —Te escuchas tan patético y arrastrado. —Se dijo así mismo, negando con la cabeza—. Te mueres por Rosalie y sabes que no quieres dejarla, pero… —Las leves pisadas sobre el boscoso terreno hicieron voltear al vampiro, olfateando el aire cual fiera asechada, percibiendo el indiscutible aroma de lobo—. ¿Quién está allí? —Preguntó Intentando percibir los sentimientos del can que lo asechaba, tratando de dar con la personalidad del intruso.
Nadie respondió, un silencio profundo embargó aquel lugar, haciendo sentir verdaderamente incómodo al vampiro, quien ya se había puesto de pie, observando todo a su alrededor, sabiendo de antemano que la persona que lo acosaba, se encontraba aún al acecho.
—No estoy de humor para lidiar con alguno de los zarrapastrosos perros de la reservación, así que más les vale que regresen por donde vinieron o juro que… —Una silueta femenina se dejó apreciar gracias a los destellos de luz de luna que se colaban entre los árboles, dejando ver a cada paso que daba, unos pechos danzar ante el vaivén de unas caderas que se tongoneaban sugestivamente hacía el vampiro, el cual permaneció alerta y a la expectativa de los que sus ojos veían entre los destellos de luz y la oscuridad.
—El soldadito de plomo está triste y solo… Me pregunto que habrá pasado entre Barbie y Ken para que el muñequito este aquí solito, lamentándose. —La voz de Leah le dejó claro a Jasper de quien se trataba.
—He dicho que no estoy de ánimos para lidiar con perros… —Justo en aquel momento Leah salió por completo de la oscuridad, permitiéndole a la luna bañar por completo de luz su escultural cuerpo desnudo, dejándolo boquiabierto.
—¿Y podrías lidiar con una perra?… —Sonrió complacida al ver como nuevamente un hombre caía preso ante sus encantos femeninos y su inigualable descaro—. Estuviste lidiando con una perra a escondidas de su maridito… creo que podrías lidiar con otra. —Se detuvo frente al pasmado inmortal, el cual no pudo creer que la chica fuese el descaro en persona hecho mujer.
—No te atrevas a llamar perra a Rosalie, ramera… no puedes compararte con ella. —Leah soltó una carcajada, lo que consiguió que sus perfectos y redondos pechos se agitaran, incitando al vampiro a mirarlos.
—Cuando tienen dinero las llaman hetairas o meretrices, mientras que a las pobretonas como yo nos llaman rameras, pero te diré algo… soldadito. —Se acercó al tenso vampiro, susurrándole a escasos centímetros de su rostro—. Aunque la puta se vista de seda, puta se queda. —Relamió sus carnosos labios color cerezo, haciendo tragar grueso al vampiro—. Por lo menos yo soy agente libre, pero Rosalie era casada… —Negó una y otra vez con la cabeza—. Malo, malo… —Se apartó de Jasper, comenzando a caminar de un lado a otro frente a él, mostrándole todos los ángulos de su desnudez, en donde sus redondas nalgas le daban una curvilínea forma a su seductor cuerpo al igual que sus provocativos senos, excitando al vampiro.
—Pensé que Rosalie y tú congeniaban. —Ella asintió.
—Y así es… —Detuvo su andar, posando ambas manos sobre su estrecha cintura—. Pero eso no quiere decir que no exista rivalidad entre nosotras. —Echó su cabello hacia un lado en un gesto sumamente seductor, inclinando su cabeza—. Las mujeres siempre competimos entre nosotras… nos hacemos llamar amigas pero cuando existe un gallo alborotando el gallinero, las gallinas terminamos sacándonos los ojos a picotazos.
—No me hagas reír. —Jasper bufó por la nariz, apartándose de la descarada mujer—. ¿Qué pasó con tus insultos para con mi persona?... —Intentó imitar la voz de la chica, aunque el experto en imitaciones era Emmett y no él—. Se necesitan diez penes míos para hacer un tótem como el de Sam… —Aquella pobre imitación de parte de Jasper hizo sonreír a Leah, acercándose nuevamente a él.
—Bueno… a falta de un buen tótem es bueno un consoladorcito. —La sangrona loba hizo el gesto con los dedos del tamaño del pene del vampiro.
—Ja… sigue creyendo que mi hombría es pequeña, sigue rogando, mujerzuela, porque de mí no obtendrás nada. —Jasper comenzó a caminar, manteniéndose en alerta, ya que él sabía perfectamente que los lobos no eran de fiar y mucho menos una mujer lastimada en su orgullo.
—Yo no necesito rogar. —Leah se transformó en loba después de haber saltado sobre Jasper, cayéndole encima al vampiro, el cual rodeó las costillas de la loba con sus piernas, intentando zafarse.
—Sabía que ibas a jugar sucio. —Acotó el vampiro, manteniendo a la loba aferrada por el cuello, aprisionándole las costillas cada vez más fuerte con sus piernas, manteniéndola a raya, pero Leah fue mucho más astuta que él, saliendo de fase lentamente hasta quedar a gatas sobre el inmóvil vampiro, el cual le soltó rápidamente, apartando sus piernas de ella.
—Nunca juego limpio, soldado. —Jasper comenzó a echar su cuerpo hacía atrás, mientras que la loba se acercó a gatas hacía él, dejando que sus tetas danzaran cual manzanas sujetas del árbol prohibido del pecado, incitando al vampiro.
—Deja de jugar con mi paciencia, maldita loba. —Pretendió levantarse pero Leah se lo prohibió con un ágil movimiento de piernas, haciéndole caer nuevamente al suelo, entrelazando las piernas alrededor de la cintura del asombrado inmortal, posando su cálida vagina sobre el bajo vientre del vampiro.
—¿Y quién dijo que estoy jugando?... Soldadito. —Lo aferró por el cuello, acercando su rostro al oído izquierdo del mayor Whitlock, susurrándole seductoramente, mientras apretaba sus duros pezones sobre la delgada tela de la camisa del vampiro, quien los percibió perfectamente sobre su frío pecho—. Rosalie te tiene a pan y agua… mientras que a mi Sam ya no me mira como antes, ya no me posee, no me desea y mucho menos Jacob quien está imprimado de campanita. —Soltó irónicamente, después de apartarse un poco del vampiro, sentándose sobre sus piernas—. ¿Acaso no te gusta lo que ves? —Leah miró su bajo vientre, incitando con aquel gesto lascivo a Jasper, el cual no pudo evitar bajar la mirada hacia la rosada, carnosa y húmeda vagina humana, aquella que aunque oliese a loba en celos, era algo que ni el vampiro pudo dejar de contemplar.
—No… no he dicho eso. —Se relamió los labios, de solo imaginar el sabor de aquella apetitosa vulva—. Pero no entiendo ¿por qué yo?… Es decir… soy un vampiro, ustedes nos odian… y debo admitir que yo los odio a ustedes. —Leah no pudo evitar observar descaradamente el bulto que se había comenzado a hinchar en la entrepierna del vampiro, respondiendo a continuación.
—Porque no soy mujer de saciarse con una simple masturbación. —Leah Introdujo los dedos en su vagina, lo que por supuesto tensó aún más el erecto pene del vampiro, haciéndolo desvariar, percibiendo los sentimientos de excitación de la joven Clearwater, quien al parecer se había estado masturbando sin conseguir una completa satisfacción de su desbocado libido, restregando sus húmedos y calientes dedos sobre los fríos labios del vampiro, consiguiendo con aquel simple gesto que un chorro de pre-cum, se escapara de su pene, soltando un jadeo—. Ya no tengo a nadie con quien hacerlo, Sam Jacob y Paul están locamente enamorados, Jared está por comprometerse con la hermana de Jacob y Embry es casi mi hermano.
—Deben haber más Quileutes por allí, yo que sé… No pudiste haber pasado más de un mes insultándome y agrediéndome verbalmente para luego pretender que tú y yo… —Miró el desnudo y calenturientos cuerpo de Leah, intentando no sucumbir ante sus reprimidos deseos.
—¿Cojamos? —Aquello fue la cereza sobre el delicioso pastel de lujuria que comenzó a hornearse no solo en el calenturiento cuerpo de Leah, sino en el frío pero deseoso cuerpo del vampiro.
—Si algo amo de Rosalie y admiré de Alice, fueron sus rescatadas formas de ser pero debo admitir algo. —Leah se sentó sobre el duro y palpitante miembro del apuesto inmortal, vaticinando su victoria por sobre la reticencia del vampiro—. Que de vez en cuando un hombre necesita dejar salir su lado más perverso y lujurioso. —Leah le rodeó el cuello con sus delgados pero definidos brazos, posando sus labios sobre los del vampiro, estremeciéndose al sentir la diferencia de temperatura entre ella y Jasper, sintiéndose cada vez más excitada ante lo desconocido, permitiéndole al mayor Whitlock introducir su hábil lengua en el interior de su boca, chupándola descaradamente—. Mmm… si así eres besando…
— …Soy mucho mejor mamándolo, eso es seguro. —Tomó ambas manos del vampiro posándolas sobre sus nalgas, incitándole a apretarlas—. Dime entonces, soldadito… ¿Quieres a la mujer o a la fiera?
—Quiero ambas. —Y dicho aquello una lluvia de ropa desgarrada fue desperdigada sobre el boscoso lecho, donde el descaro, el desamor y la venganza dieron paso a nuevos problemas para los implicados en aquel remolino de sentimiento inconexos, en donde a veces la imprudencia le gana a la razón.
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La mesa se encontraba servida, y sobre ella un variopinto de delicias gastronómicas se dejó apreciar ante los ojos hambrientos de quienes podían saciar su apetito con ellas, mientras que los que no disfrutaban la comida humana, tenían que aguantarse el asco que su olor les proporcionaba, haciéndose los mortales.
Carlisle y Garrett hablaron por largo rato hasta quedar de acuerdo en que el vampiro no incitaría a su hijo a salir del closet, salvo que Edward así lo decidiera, tratando de medir sus impertinencias delante de todos.
Rosalie había comenzado a enviarle mensajes a Jasper, pero al ver que no los respondía decidió llamarle, encontrándose con la contestadora, lo que por supuesto preocupó enormemente a la vampiresa.
—Buenas noches. —La voz varonil de Sam se dejó escuchar en el umbral de la casa, logrando que todos los presentes voltearan a verle—. Lo siento… no sabía que tendrían una reunión, vine a ver a Alice. —La dulce chica comenzó a dar saltitos hasta la puerta principal como una colegiala, haciendo reír no solo al líder de la manada, sino a todos los presente.
—No te quise decir nada para que no fueras a negarte. —Lo aferró de la mano, incitándole a entrar—. Edward vino de visitas con Christian y decidimos hacer una cena. —Sam alzó una de sus cejas, asintiendo a las palabras de la chica, buscando con los ojos a Christian, saludando tanto al magnate como a Edward, el cual le sonrió gratamente.
—Si me hubieses dicho que habría una cena hubiese venido mejor vestido. —Alice le notificó que estaba perfecto tal y como se encontraba, ya que un ser con una gran personalidad como la suya, no necesitaba más adornos que ser el mismo—. Pues muchas gracias, señorita. —Besó los delgados labios de la vampiresa, reacomodando el pequeño gancho de su lacio y corto cabello, sonriéndole completamente embobado.
—¿Saben?... yo sí creo que Alice era la imprima de Sam… míralo Jake… jamás lo vi tan enamorado. —Acotó Seth, el cual había subido a cambiarse de ropa para la ocasión, siendo Edward quien le obsequiara ropa que ya no usaba, mientras que Leila le ayudó con el largo ruedo, con unas cuantas puntadas.
—Imagino que así es. —Respondió Jacob mirando a su alfa ensimismado con la vampiresa, sin dejar de juguetear con Saralie, mientras Bella mantenía a Anthony entre sus brazos, cantándole una canción de cuna ya que había comenzado a llorar, paseándole de un lado a otro—. Pero aún no ha ido a dar la cara ante el consejo.
—Pues ya lo hará y espero que no le quiten el liderazgo. —Aunque Jacob estaba de acuerdo con lo que Seth había dicho, no escatimó en la posibilidad de que el fuese el nuevo alfa, sintiéndose preocupado al respecto, ya que si él se negaba, Paul sería considerado el nuevo líder y eso traería muchos problemas.
—Por favor, tomen asiento. —Exigió Esme después de colocar una enorme olla de estofado, la cual expedía un delicioso aroma para los mortales, siendo Edward y Garrett los únicos vampiros en disfrutar del aroma a comida que saturó la casa.
—Usted aquí, sheriff. —Saltó el policía citadino, ofreciéndole asiento a su lado.
—Espero que se comporte, teniente. —Acotó Charlie.
—No sé preocupe, jefe Swan que el regaño que me dio Carlisle fue más que suficiente. —El sheriff asintió complacido, tomando asiento al fin, mientras cada uno de los invitados comenzó a tomar sus respectivos puestos, dejando uno de los estribos de la mesa para Carlisle y el otro para Emmett, entregándole un privilegiado puesto como segundo al mando en el Clan, aunque eso solo lo sabían los pertenecientes al aquelarre Cullen.
—Siéntate conmigo, cariño. —Le pidió Esme a Edward, justo cuando el vampiro se había dispuesto a tomar asiento a la diestra de Christian, mirando a su madre.
—Aamm… mamá… —No supo como negarse a la dulce petición de Esme hasta que Bella salvó la noche tomando asiento junto a su madre adoptiva, disculpándose tanto con ella como con Edward, alegando que ese puesto quedaba más cerca de la cuna de juego de los niños, en donde Jacob ya había colocado a Saralie y Bella a Anthony.
Un “Gracias” no verbal pero gesticulado exageradamente con los labios, le dio a entender a Bella lo agradecido que Edward se sentía ante su intromisión, sentándose junto a Christian, el cual le agradeció a Isabella con un guiño cómplice, mostrando una leve mueca de satisfacción en sus seductores labios.
—Todo huele extraordinario, señora Esme. —Elogió Christian la comida, aunque en realidad Rosalie había ido a velocidad sobrehumana a comprar todo en un restaurante, mientras Esme hacía ruido en la cocina, siendo el jugo y el postre lo único realizados por Leila y hecho en casa.
—Muchas gracias, Christian y ¿cuénteme una cosa?... —Edward se tensó al ver en la mente de su madre lo que pretendía preguntarle—. ¿Cómo una empresa como la suya se maneja sola?... Es decir… Usted está aquí como si nada mientras sus empleados…
— …Hacen su trabajo. —Concluyó, esperando a que pasaran el tazón de guisantes horneados con coliflor, debidamente aderezados— …Para eso cada uno de mis empleados es muy bien remunerado, señora Esme y lo suficientemente capacitado como para llevar adelante mi empresa. —Tomó su porción de vegetales entregándole el tazón a Edward.
—¿Y sus empleados saben sobre sus problemas mentales? —Los ojos de cada uno de los presente estuvieron a punto de salir de sus cuencas, ante la inesperada pregunta.
—¿Amor? —Sonrió Carlisle un poco avergonzado—. ¿Qué pregunta es esa? —Charlie y Bella se vieron las caras al quedar uno en frente del otro, alzando con ironía una de sus cejas.
—Una como cualquier otra, Carlisle… ¡imagino que sus empleados conocen a Edward! —Christian asintió.
—Así es señora Esme, pero no saben que el chico es mi terapeuta.
—¿Ah no? —El magnate negó con la cabeza—. Pero según tengo entendido cuando Carlisle fue a verle por primera vez a su empresa Edward estaba con usted.
—No mamá, yo llegué después. —Interrumpió Edward las palabras de su madre—. Fui hasta allá porque sabía que Christian corría peligro.
—Es justamente eso lo que no me cuadra, cariño… ¿Por qué te preocupas tanto por Christian? —Esme tomó asiento después de haber servido el asado, dejándole a los invitados decidir con que guarnición iban a acompañar el cordero.
—Porque fue mi culpa el que Christian estuviese en peligro. —Esme entrelazó sus dedos, posando su mentón sobre ellos.
—Pero tengo entendido que el enfoque de Victoria era sobre tus conquistas… ¿Por qué afanarse tanto con él? —Jacob tosió, ahogado con el buque que se había medito en la boca sin esperar a que los demás se sirvieran para dar las gracias.
—Perdón… —Se disculpó sin dejar de toser, siendo Leila quien le sirviera un vaso de jugo, mientras Sam le dio palmadas en la espalda, dándole miradas furtivas a Alice, la cual no sabía que esperar de todo aquello al estar a ciegas con tantos lobos juntos.
—Esme querida… este no es el momento… —Carlisle se dispuso a bendecir tanto la mesa como los alimentos, pero aquello no pudo conseguir que Esme le quitara los ojos de encima tanto a Christian como a Edward, examinando cada una de sus reacciones.
El doctor Cullen culminó la bendición de la mesa, deseándoles buen provecho a todos, siendo el primero en desanudar la servilleta de tela que adornaba el pequeño plato donde se serviría el postre, posándolo elegantemente sobre sus piernas lo que incito a los demás a hacer lo mismo, siendo Seth y Jacob los que se dispusieran a comer sin prevenir posibles accidentes, teniendo Leila que colocarle la servilleta a su imprima sobre sus piernas, mientras Emmett ataba la de Seth a su cuello como un babero, exigiéndole que masticara antes de tragar o se ahogaría por lambuceo.
Garrett ya se había percatado de como Esme observaba a ambos amantes, imaginando que les saldría con alguna otra pregunta impropia, soltando rápidamente una interrogante dirigida a Charlie.
—Dígame algo sheriff. —El aludido tragó grueso el trozo de carne que tenía en la boca, esperando algo peor que lo que había preguntado Esme—.  ¿Cómo es su día de jefe de policía acá en Forks? —El trozo de cordero que se había atorado en su garganta bajó lentamente por su tráquea al escuchar la simple pregunta.
—No ocurre nada fantástico, si es lo que quiere saber, teniente… lo cotidiano, multas, uno que otro ladronzuelo… —Se encogió de hombros, restándole importancia a su trabajo— …Lo habitual. —Garrett asintió a cada acotación del policía por muy simple que está fuera, dándole verdadera importancia como buen anfitrión que era—. Lo más espeluznante que ha pasado en Forks fue lo de la reservación. —Recordó la fatídica noche del ataque de los neófitos en donde Billy había muerto, ensombreciendo no solo su rostro sino el de cada uno de los lobos, siendo Jacob el más afectado.
—No hablemos de eso, por favor. —Exigió el beta de la manada, recostándose de su asiento.
—Lo siento mucho, Jacob. —Se disculpó el padre de Bella, siendo Emmett quien acotara a continuación.
—Bueno, bueno… fuera las caras largas y los culos compungidos. —Aquello no solo hizo que una carantona de carcajadas irrumpieran en la cena abruptamente, Christian tuvo que voltear el rostro a un lado para no escupir sobre la mesa el tercer trago de vino que Rosalie le había entregado, intentando contener las carcajadas.
—Brindo por eso. —Acotó Garrett, alzando su copa de Coñac, el cual Carlisle le tenía reservada para cuando su amigo decidiera visitarles al ser la bebida favorita del vampiro después de la sangre—. Mi culo jamás está compungido. —Emmett soltó tal risotada que las paredes de cristal retumbaron, chocando la mano con la del atolondrado policía, quien también celebró aquello con el pequeño Seth, aquel que no pudo parar de reír, mientras Christian y Edward se daban miradas furtivas, intentando contener las risas.
—Ya sabía yo que no se contendría por mucho tiempo. —Refunfuñó Charlie entre dientes, limpiándose los bigotes con la servilleta.
—Ojo… que no me estoy metiendo con nadie más, salvo mi propio culo. —Bella asintió al igual que Emmett, apoyando al vampiro.
—No creo que hablar de posaderas sea algo propio de una cena familiar, Garrett. —Comentó Esme con un tono de voz serio y malhumorado.
—¿Y de qué quieres hablar, Esme querida? —Preguntó el ex soldado, recostándose sobre el espaldar de su silla, siendo Edward el único en percatarse de las intenciones de su madre, al pretender retomar el interrogatorio con Christian, preguntándole a continuación.
—¿Y cómo van los niños, Bella?... ¿Cómo va evolucionando Anthony con su ceguera? —Christian volteó a ver a Edward, justo cuando Bella comenzó a responder la inesperada pregunta.
—Muy bien… Carlisle ha buscado a varios médicos y esperamos los resultados de los análisis que le hicieron a ver si existe alguna posibilidad de que pueda volver a ver. —Edward asintió a la explicación de su hermana, escuchando desde la mente del serio hombre, lo que le había perturbado.
“¡Así que después de todo si le puso Anthony!” Dejó de ver a su pareja para darle una rápida mirada a Isabella, concluyendo su escaneo con Jacob, picando un trozo de cordero para llevárselo a la boca—. “No sé cómo el prepotente ese permitió que su hijo se llamase como su ex, eso jamás lo hubiese permitido yo” —Jacob se encontraba absorto ante la inquisidora mirada del magnate, el cual no podía creer lo enamorada que se veía Leila de aquel indio y viceversa.
—¿Te ocurre algo, Christian? —La inesperada pregunta de Esme no solo sobresaltó al magnate, sino también a Bella,  quien aún explicaba lo que los galenos habían dicho sobre la ceguera del niño, interrumpiéndola.
—Aamm… no, nada… ¿Por qué lo pregunta? —Intentó sonreírle a la mujer aunque se le dificultaba.
—Es que no paras de ver tanto a Jacob como a Leila… es como si le incomodara ver a su ex recuperada y completamente feliz junto al joven Black. —Los aludidos miraron a Esme para luego enfocar sus ojos sobre Christian, el cual no pudo creer como la mujer lo había dejado en evidencia.
—Aammm… no señora Esme… al contrario… estoy sumamente feliz porque Leila este completamente recuperada de su trastorno. —La joven Williams le sonrió dulcemente, agradeciendo sus palabras.
—Mamá… ¿Puedes dejar de ser tan impertinente? —Le pidió Edward a su madre, mirándola de mala gana.
—Pero querido, yo solo digo lo que veo y el señor Grey no ha parado de mirar a… —Justo en aquel momento el celular de Christian comenzó a sonar, disculpándose con todos los presentes, levantándose de su asiento antes de sacar el aparato del bolsillo de su pantalón de mezclilla, apartándose de la mesa.
—Christian Grey, al habla. —En otro momento hubiese visto primero de quien se trataba pero con tal de zafar de la precaria posición en la que lo estaba colocando la madre de Edward, prefirió alejarse de la mesa y contestar la llamada.
—Jamás viajas sin decirme a dónde vas. —La voz de Elena no solo fue un bálsamo tranquilizante para sus nervios, sino un trago de agua clara ante el árido desierto que parecía ser su suegra.
—¡Oh, Elena!... Que gusto escuchar tu voz. —Suspiró aliviado, volteando a ver hacia la mesa, en donde parecía haber comenzado una acalorada discusión entre madre e hijo, siendo Carlisle quien tratara de calmar los ánimos—. Las cosas en Forks no están saliendo como yo me lo imaginé… lamento no haberte notificado antes… —Intentó explicarle brevemente lo que estaba sucediendo, pero Elena le interrumpió con una pregunta que lo dejo extrañado.
—¿Estas en Forks con la familia de Edward?
—Por supuesto… estamos teniendo una cena bastante incómoda he de admitir…
—Pásame a Edward. —Christian arrugó el entrecejo, preguntándole para que necesitaba hablar con él—. Tú  solo pásame a Edward.  —El magnate volteó a ver una vez más hacia la mesa, en donde tan solo Rosalie parecía sumergida en sus propios pensamientos, mientras que el resto de las personas intentaban pasar un rato agradable a pesar de la disputa entre el chico y su madre.
—¿Edward? —Llamó Christian por lo bajo, temiendo que Esme le exigiera que no los interrumpiera, pero el ofuscado chico dio por zanjada la disputa con un “Y que no se hable más del asunto” arrojando la servilleta de mala gana, disculpándose con todos los presentes—. Lamento interrumpir pero Elena quiere hablar contigo. —Soltó por lo bajo, aunque el chico ya sabía que la mujer había pedido hablar con él, escuchándolo desde la mente del magnate.
—Hola Elena. —Saludó el aun alterado joven, intentando calmar su rabia.
—¿Por qué aún no le has dicho a Christian la verdad? —El vampiro se quedó inerte en su puesto, mirando al apuesto hombre de negocios, el cual comenzó a comerse las uñas de los nervios, dándole miradas furtivas a la mesa, percatándose de como Esme lo observaba con mala cara.
—¿Perdón? —Justo en aquel momento se escuchó del otro lado de la línea sonidos que indicaron como alguien más tomaba el celular, dejándose escuchar a continuación.
—No siempre necesito mi don para enterarme de las cosas, Edward. —Aquella imponente voz con acento italiano se dejó escuchar por medio del aparato de comunicación, lo que por supuesto consiguió que el temeroso joven se apartara de Christian, exigiéndole que volviera a la mesa.
—¿Estás loco?... tu madre me quiere freír vivo… no volveré a la mesa sin ti. —Aquello no detuvo a Edward en su empeño por apartarse de él, siendo Alice quien comenzara a tener repentinas visiones para nada claras, al estar los lobos presentes.
—Aro… —Soltó el chico con un hilo de voz, escuchando la peculiar risita del vampiro, antes de afirmarle que así era.
—Fuimos hasta el pent-house del amigo de Elena para que ella se despidiera de él. —El chico siguió alejándose cada vez más de Christian, siendo Alice quien se pusiera de pie, disculpándose con Sam, notificándole que iría a ver como se encontraba el magnate—. Pero la dulce y apetecible ama de llaves nos informó que ustedes habían viajado. —Edward le confirmó que en efecto así era, temiendo que se hubiese comido a la señora Jones ante lo de “apetecible”—. Solo te diré una cosa… Edward. —El aludido le dio la espalda a Christian, al verlo en compañía de su hermana—. Aunque hayan conocido a Niklaus, las reglas siguen siendo las mismas… No puede existir una relación entre humanos y vampiros. —A lo que el joven inmortal respondió retadoramente.
—Entonces estas rompiendo tus propias reglas, Aro… —El italiano volvió a reír, mientras Edward enfocó sus ojos nuevamente hacía la mesa, percatándose de que Christian había regresado a su asiento, siendo Carlisle y Garrett los únicos en estar atentos a lo que Edward hablaba con el líder del Clan Vulturi, al escuchar claramente la conversación que ambos tenían por teléfono.
—¿Y por qué crees que Elena iba a despedirse del señor Grey? —Edward no pudo creer que Aro pretendiera transformar a la seductora mujer, negando una y otra vez con La cabeza.
—No, tú no puedes transformar a Elena… no debes… 
—Yo lo decidí, Edward. —Respondió la rubia, mostrándole al joven vampiro que la llamada se encontraba en altavoz—. Aro es más de lo que me imaginé que era… y quiero estar con él eternamente. —Edward se frotó enérgicamente la frente, sin poder creer aquello—. Dejaré que seas tú quien se lo diga a Christian, ya no más mentiras… debes decidir si estarás con él por siempre o te apartarás de su vida definitivamente. —Y antes de que el chico pudiese decir algo más, Elena se despidió de él, notificándole que llamaría a Christian desde Volterra, antes de ser transformada.
—Elena, espera… —Pero la adorable mujer ya había culminado la llamada, dejando al chico entre la espada y la pared, sin saber que hacer o que decir al respecto, después de aquella perturbadora conversación.
“¿Edward?” —Le llamó su padre mentalmente, consiguiendo que el pensativo vampiro volteara a verle— “No hay nada que puedas hacer, Elena ya decidió y no está en tus manos decidir por los demás” —El resignado chico caminó hacia la mesa, entregándole el teléfono a su dueño, notificándole el recado que Elena le había dejado a su amigo, tomando nuevamente asiento a su lado.
¿Qué ocurriría si Elena era transformada en la nueva señora Vulturi?... sería algo positivo para ellos o en cambio sería mucho más peligroso para Christian permanecer al margen de la realidad, pensando en la amenaza del líder italiano, el cual le dejó más que claro que seguía gobernando con o sin el consentimiento de Niklaus, quien parecía simplemente ser el niño mimado de los vampiros, derrochando millones por doquier, haciendo de las suyas a diestra y siniestra mientras sus lacayos limpiaban sus desastres, haciendo sus rabietas cuando él mismo tenía que impartir las leyes.
—¿Todo bien? —Preguntó Christian entre dientes al ver la cara de preocupación del muchacho.
—Todo bien, Christian. —Le sonrió dulcemente tratando de restante importancia a aquel asunto, pero era más que obvio que todo aquello lo había perturbado, siendo la exclamación de Bella la que lo sacara de sus desvaríos y posibles conclusiones.
—¿Y a éste qué demonios le pasó? —Todos voltearon a ver a Bella, para luego mirar hacia la puerta principal, justo cuando Jasper subió las escalerillas que daban a la casa, con el cabello enmarañado, los pantalones enlodados y la camisa completamente deshecha, mostrando una amplia sonrisa.
—Esto no puede estar pasando. —Acotó Esme con el rostro completamente avergonzado.
—Buenas noches. —Aquello parecía la típica escena en donde la oveja negra de la familia llevaba ebrio o drogado con cara de haber hecho toda una proeza—. No se levanten por mí, tranquilos… sigan comiendo. —Nadie más que Rosalie se había puesto en pie, mirando sus fachas completamente asustada de lo que le pudiese haber pasado, acercándose a él a paso rápido, interceptándolo en el comienzo de las escalinatas que daban al segundo piso, preguntándole que le había ocurrido—. Nada… fui a Seattle a finiquitar una documentación que tenía pendiente con Jenks y de regreso me asaltaron. —Aquello sorprendió a Christian, mirando a Charlie y luego a Garrett, los cuales eran los policías en aquella reunión, pero ninguno de los dos dijo ni hizo nada, comiendo como si nada estuviese pasando, ya que ambos sabían que aquello hubiese sido imposible, salvo que el atacante hubiese sido mucho más poderoso que el vampiro.
Rosalie lo miró de arriba hacia abajo, detallando cada mordida, cada arañazo y sobre todo las marcas de labial que se dejaron apreciar no solo en su cuello, sino también en sus labios, olfateando al vampiro, el cual se apartó de ella, pretendiendo subir las escaleras, deteniendo su rápida huida al sentir como la rubia clavó sus uñas sobre la piel de su brazo derecho, incitándole a mirarle.
—Hueles a loba. —Jasper arrugó la cara, intentando soltarse, mientras los invitados miraban la penosa escena.
—No sé de qué me hablas, Rose. —A lo que Jacob soltó entre dientes, lo suficientemente audible como para que los vampiros y los lobos le escucharan, más no los humanos.
—Desde aquí puedo percibir el olor de Leah. —Sam codeó al beta de la manada para que no hablara más de la cuenta, disculpándose con Alice como si él tuviese la culpa de las decisiones de la irreverente y libertina muchacha.
—No es tu culpa, Sam… no debes cargar con culpas ajenas, además… Jasper no es un niño inocente. —En eso Alice tenía toda la razón, ya que la culpa de todo aquello recaía en ambos degenerados por igual, siendo Seth el más avergonzado de todos, ya que era de su hermana de quien hablaban—. Tampoco es tu culpa, Seth… —Argumentó la menuda vampira, sonriéndole al chiquillo, mientras Emmett le espelucaba el cabello—. Nadie se imaginó esto. —Un fuerte bofetón hizo voltear a todos los presentes, observando como Rosalie le había cruzado la cara al vampiro, el cual dejó ver claramente como las uñas de la vampiresa habían marcado considerablemente su pálido rostro, dibujándole cuatro rasguños.
—¿Cómo fuiste capaz de ir a revolcarte con esa perra? —Jasper intentó acomodarse las fachas, aunque aquello era completamente imposible.
—Bueno, Rose… me cansé de seguir esperando por tus migajas. —Emmett alzó una de sus cejas con ironía, picando un trozo de su cordero, dándoselo de comer al chico a su lado, disfrutando del momento que tanto había estado esperando—. Me cansé de escuchar cómo te entregabas a Emmett mientras que yo solo recibía miserables besos que no llegaban a nada, me cansé de que…
—¡Basta Jasper! —gritó Esme desde la mesa, incorporándose de su asiento—. Nos estás avergonzando delante de todos. —El desalineado vampiro miró a cada uno de los presentes, encontrando la verdadera razón por la que su madre adoptiva se sentía avergonzada, ya que todos los demás sabían perfectamente como era el malnacido vampiro y lo que era capaz de hacer por venganza y sobre todo lo predispuesta que estaría Leah de acostarse con él y crear todo un caos ante aquello.
—Si la vergüenza es porque quieres aparentar recato delante de Christian, no te preocupes por él, madre. —Edward vio en la mente de su hermano lo que pretendía decir, incorporándose rápidamente de su asiento.
—No te atrevas a decir nada sobre…
— …¿Sobre lo de Christian y tú?... No te preocupes hermanito… Creo que todos excepto Esme ya lo sabíamos. —Miró  nuevamente a su madre—. Así que no te afanes por verte respetable delante del ricachón, mamita… ya que él le descose el culo a tu hijo favorito todas las noches. —El magnate supo de sobra la reacción que Edward tendría ante aquello, prendiendo aferrarle del brazo, pero no supo en que momento el chico había movido su silla hacía donde se encontraba Seth, dejándolo de frente al chico para poder correr a velocidad sobrehumana, aferrando con ambas manos el cuello de Jasper.
—Lo que no ha podido hacer Emmett voy a hacerlo yo, maldito desgraciado. —Golpeó una y otra vez el rostro de Jasper, quien realizó una ágil maniobra con las piernas, desestabilizando al iracundo vampiro, logrando que ambos rodaran los cuarto escalones que Jasper había logrado subir al pretender huir de Rosalie, cayendo al suelo.
Por supuesto aquello activó la alerta de todos, incorporándose rápidamente de sus respectivos, asientos, siendo Seth y Leila quienes intentaran mantener a Christian de espaldas, al ver como ambos hermanos se estaban dando con todo.
—¡Basta ustedes dos! —Ordenó Carlisle con voz autoritaria, siendo Garrett y Emmett quienes intentaran contener a Edward, mientras que Sam, Rosalie y Jacob trataron de mantener a Jasper apartado de su hermano.
—No le des el gusto, Ed. —Exigió Emmett aunque había disfrutado la fiesta de puñetazos que el vampiro le había propinado al hijo de la verga de Jasper—. Ya sabes que sí él no puede ser feliz, nadie lo será… es su lema… déjalo que se hunda en su miseria como la basura que es. —Christian ya se había zafado tanto de Leila como del joven Clearwater, acercándose a la contienda, siendo esta vez Garrett quien lo aconsejara.
—Emmett tiene razón, Edward… no le des gusto… por favor cálmate y piensa en Christian. —Pero la rabia cegó al apuesto inmortal, al ver como el prepotente vampiro sonreía con ironía, intentando soltarse tanto de Sam como Jacob, quienes eran tan fuertes como el mayor Whitlock.
—¿Ahora que le vas a decir a tu mamita que tanto te ama y te pone en un pedestal, maldito maricón? —Aquella ofensiva palabra no solo alteró a todos los pertenecientes a la comunidad LGBT, sino también a Emmett, el cual soltó a Edward para propinarle un puñetazo tan fuerte a Jasper, que el odioso vampiro salió disparado por una de las paredes de cristal, cayendo a unos cuantos metros de la casa, lo que por supuesto asustó enormemente a Christian, temiendo por la vida de aquel hombre.
—Prefiero mil veces tener un hermano gay que una maldita rata como tú en mi familia, Jasper. —Bella por supuesto resguardaba la vida de sus pequeños, quienes habían comenzado a llorar con todo el estruendo, siendo su madre quienes los mantuviera alejados de la disputa y del peligro—. Prefiero mil veces ser hermano de Edward que de ti, asqueroso saco de mierda. —Bella, Alice y Seth asistieron a las palabras del grandote—. ¿Qué más da si él y Christian se aman?... te apuesto que en su relación hay más respeto del que alguna vez le diste tú a la tuya con Alice. —Señaló a la menuda vampira, la cual le sonrió dulcemente—. Y ahora que al fin tienes a Rosalie para ti, vienes y te revuelcas con Leah en la inmundicia que tú mismo has creado a tu alrededor… no eres más que un imbécil que no sabe lo que quiere. —Emmett miró a su hermano del alma, mientras Christian no podía creer que Jasper estuviese vivo y de pie, aunque no lograba verlo con claridad al estar tan oscuro afuera, imaginándolo con heridas por todo su cuerpo—. Tuviste a dos damas a tu lado y fuiste a follar con Leah con la única intención de incomodarnos a todos… pero ¿sabes que, Jasper?... el único que sufrirá las consecuencias de tus nefastas decisiones serás tú, viejo… y te acordarán de mi justo ahora cuando la justicia divina te señale desde los cielos y te pase factura por lo que ahora estás haciendo.
No solo Carlisle estaba orgulloso de las palabras de su hijo, cada uno de los presentes se sintió gratamente satisfecho con las elocuentes palabras de aquel que horas atrás había alegado ser un bruto bueno para nada, siendo Charlie el primero en aplaudir sus palabras, seguido por Seth, Bella y Garrett, siendo este último quien volteara raudo para ver al sheriff, sonriendo gratamente al darse cuenta de cómo se había quedado al margen de la disputa sin exponer su vida, haciéndose sentir cuando los presentes menos se lo esperaban.
—Estoy de acuerdo con todo lo que Emmett ha dicho. —Se acercó al grupo de personas aglomeradas muy cerca de las escaleras, en uno de los laterales de la casa—. De que le sirve presumir acerca de su heterosexualidad si la ensucia con sus nefastos actos. —Garrett no pudo creer aquello, sintiendo que de algún modo sus miedos habían sido opacados con los nobles actos de Emmett, defendiendo a Edward del fanfarrón de su hermano—. Sigo sin creer que la hija de Harry se comporte de ese modo. —Negó varias veces con la cabeza, abriéndose paso entre las personas que se encontraban junto a las escaleras, observando hacía las afueras del lugar al escuchar como Jasper le notificó a todos como la golfa se había arrojado a sus brazos, pidiéndole a gritos que la follara—. Déjeme decirle una cosa, mayor Whitlock… si creer que el haber fornicado a una mujer que se le ofreció en bandeja de plata lo hace muy hombre, le notificó que hay que ser mucho más hombre para rechazarla y comportarse como el caballero que debió ser. —La Diosa interior de Garrett quería gritar que amaba a ese hombre con porte de cowboy y el corazón más hermoso, caballeroso, noble y elocuente que hubiese conocido antes, deseando raptarlo como King Kong lo había hecho con la doncella en el film cinematográfico, y llevárselo al rascacielos más alto de Seattle y hacerlo suyo—. Leah es una joven que al igual que usted no tiene ni la más remota idea de lo que quiere en la vida, es tan solo una joven rebelde que perdió a su padre, a la única figura masculina que tenía y está intentando cubrir esa carencia afectiva con encuentros furtivos que lo único que consiguen es dejarla más vacía y solitaria de lo que ya está. —El policía pueblerino le señaló retadoramente, exigiéndole a continuación—. Espero no volver a enterarme de que usted y Leah se han vuelto a ver, de lo contrario me veré en la obligación de… —Jasper le interrumpió.
— … No me hagas reír, policía… Tú no eres nadie para decirme a mí lo que puedo o no hacer y tampoco eres el padre de Leah, así que más te vale que…
— …Que no te atrevas a tocar a mi padre, Jasper o juro que lo que le hice a Quil va a quedar pequeño en comparación con lo que te haré a ti. —Amenazó Bella, después de haberle entregado los bebés a su padre, el cual los mantuvo alejados de la reunión, apartándose del grupo de personas.
—¿Tú y quien más? —Preguntó el retador vampiro, intento acomodarse las fachas, siendo Edward quien tomara a Christian del brazo incitándole a subir las escaleras, por si las cosas se ponían peor de lo que ya estaban.
—Y yo, claro. —Argumentó Garrett, posándose junto a Charlie, al igual que Bella lo había hecho—. Podemos ser muy amigos, mayor pero no voy a dejar que le toque un pelo al sheriff…
—Aquí nadie va a permitirte que le hagas daño a Charlie, Jasper. —Interrumpió Emmett las palabras de Garrett—. Así que será mejor que te retires porque tengo unas ganas enormes de culminar lo que Edward empezó y créeme que nadie va a poder detenerme. —Se golpeó con fuerza la palma de la mano izquierda con el puño de la derecha, amedrentándole—. Me estas oliendo a piñata y quiero darte una fiesta de palos y sacarte la mierda, mal nacido. —Rosalie, quien no había dicho ni hecho nada desde que Emmett había sacado a su mellizo de la casa de un puñetazo, miró desdeñosamente a su amante, caminando a paso rápido hasta la cocina, saliendo de la casa rumbo a su cabaña, en donde se había estado quedando sola, sin tan siquiera permitirle a Jasper entrar y quedarse con ella.
—¿Saben qué?... Váyanse todos a la mierda. —Jasper se perdió de vista entre los árboles que rodeaban la lujosa casa, siendo Esme la primera en subir las escaleras, seguida por Carlisle quien supo perfectamente a donde se dirigía.
—¿Esme, querida?... ¿A dónde vas? —Garrett sabía que se pondría fea la cosa, preguntándole a Charlie si quería que le acompañara hasta su casa, a lo que por supuesto el tímido y recatado policía se negó, siendo Bella quien le hiciera saber a su padre lo que era mejor para él.
—Yo creo que es buena idea que Garrett te escolte papá… Con lo demente que está Jasper es mejor no tentar a la suerte. —Por supuesto aquello alentó al vampiro a hacer una de sus exageradas muecas, la cual demostró lo feliz que le hacía el ver como la propia hija empujó al padre a sus brazos, parpadeando rápidamente de un modo coqueto, alzando sugestivamente una de sus cejas.
—Bien… acepto. —Se resignó el policía, mirando de mala gana a su hija, la cual le abrazó depositando unos cuantos besos sobre su acalorado rostro, volteando a ver a Garrett para notificarle a continuación—. Pero le advierto que tengo la shotgun en la patrulla y no escatimaré en usarla.
—¿Ya oyó mayor Whitlock?... ¿El sheriff está armado y es peligroso?... —gritó el atolondrado vampiro, notificándole a un agresor que ya se había marchado, lo que le ocurriría si osase acercarse a él, cuando la amenaza había sido en contra de su persona y sus desvergonzados intentos de conquista, alertando al policía que sí pretendía pasarse de listo, lo iba a llenar de plomo—. Tranquilo sheriff… yo lo cuido. —Bella no pudo evitar reír ante aquello, ya que aunque ella sabía que la advertencia iba dirigida al policía citadino, la joven vampira imaginó que era por lo impertinente que era y no por lo que en realidad temía el sheriff con sus coqueteos e insinuaciones.
Mientras Charlie y Garrett se encaminaron hasta la patrulla, Emmett se acercó hasta donde se encontraba Seth, el cual saltó sobre el corpulento vampiro, golpeándole juguetonamente e intentando hacerle una llave de lucha, pero el chiquillo parecía una garrapata sobre el lomo de un oso, haciendo reír tanto a Leila como a Bella, siendo Jacob quien  se percatara de algo que al parecer nadie se había dado cuenta hasta ahora, preguntando a continuación.
—¿Y Sam?... —Todos voltearon a ver a su alrededor, percatándose que tanto el alfa de la manada, así como la pequeña vampira habían desaparecido, siendo Bella quien acotara a continuación, quitándole a la pequeña Saralie de los brazos.
—Creo que esos dos esperaban la oportunidad de escaparse y estar a solas. —Justo en aquel momento el celular de Jacob comenzó a repicar, siendo Leila quien lo tomara de donde lo había dejado cargando, pasándoselo a su futuro esposo.
—¿Diga? —Respondió el beta de la manada después de agradecerle a su imprima, esperando a que hablaran.
—¿Jacob?... —La voz de Paul se dejó escuchar del otro lado de la línea—. El Consejo de ancianos está a punto de comenzar la junta para determinar el futuro de Sam como líder de la manada… como el beta y miembro de la tribu debes asistir… trae a Seth y a Leila contigo. —Jacob le confirmó al delta que iría, culminado la llamada, notificándole a los presentes lo que estaba ocurriendo en la reservación.
Mientras tanto en la segunda planta de la hermosa casa, un conflicto familiar se había creado entre Edward y su madre, siendo Carlisle y Christian quienes intentaran mediatizar entre ellos.
—Dime la verdad, Edward… —Exigió Esme en el interior de la alcoba de su hijo, el cual había estado hablando minutos antes con el magnate, intentando explicarle o más bien tratando de crear más mentiras alrededor de las tantas que ya había en su vida— …¿Por qué te preocupa tanto Christian?... entiendo que sean amigos y que al ser tu primer paciente hayas creado un vínculo de hermandad con el caballero, pero lo que no comprendo es ¿por qué te quedas en su casa?… ¿por qué lo has traído contigo y sobre todo por qué se preocupa tanto por ti? —Christian intentó mantener a Edward calmado, mientras que Carlisle trató de hacer lo mismo con su esposa, manteniéndola aferrada por ambos hombros.
—Ya basta mamá… ¿Qué demonios quieres escuchar de mí?... ¿eh?... ¿Qué amo a Christian?... pues lee mis labios y escúchalo muy claramente… sí, amo a Christian y estamos juntos desde hace un par de meses. —Esme pegó el grito al cielo, apartándose de su esposo, halándose los cabellos ante la frustración.
—Noooo… tú no puede hacerme esto a mí, Edward por favor… tú no. —Carlisle les pidió a ambos que se controlaran y hablaran como personas civilizadas—. ¿Cómo me pides que sea civilizada, si este pervertido a llevado a mi Eddy por el camino de la perdición? —Preguntó Esme encolerizada.
—¡Oiga!... yo no he pervertido a su hijo… Edward es adulto y sabe perfectamente lo que hace...
—¿Adulto?... —Gritó ella furiosa—. Mi pequeño solo tiene diecisiete años. —Tanto Edward como Christian abrieron desmesuradamente los ojos, mirándose al rostro al mismo tiempo.
—¿Diecisiete?... —Preguntó Christian completamente pálido, observando el asombrado y al mismo tiempo temeroso rostro del muchacho, el cual negó rápidamente con la cabeza.
—No, no… eso no es cierto… —Miró a su madre—. Sabes que no tengo diecisiete años Esme… —Enfocó sus oscuros ojos sobre Carlisle—. ¿Papá?... dile a Christian que eso es mentira. —Si bien era cierto que el chico había congelado su edad a los diecisiete años, la realidad era que el muchacho contaba con más de un siglo de vida, colocando al líder del Clan Olympic en una difícil posición.
—Cariño… ya lo habíamos discutido. —Volvió a acercarse a ella para abrazarle—. Edward tiene más de veinte años. —Le dio un beso en la mejilla, enfocando su mirada sobre el aun asombrado hombre—. Verás… es que para Esme, Edward tiene diecisiete ya que ese es el tiempo que lleva nuestro hijo en la familia. —El vampiro negó levemente con la cabeza, demostrándole con aquel gesto que la había embarrado.
—¿Qué?... pero Edward me dijo que recordaba a sus padres biológicos… me contó de una anécdota con su padre, escuchándole tocar el piano. —Aquello había sido el día de la fuga en velero, contemplando la hermosa casa abandonada, la cual le recordó a la de su infancia en Chicago, Illinois, de donde era oriundo el vampiro.
—Aaamm… —Justo en aquel momento el celular de Christian sonó, llamando considerablemente la atención del magnate al ver de quien se trataba.
—Disculpen. —Interrumpió Christian la posible respuesta de Carlisle, aunque la realidad era que no poseía una—. Más te vale que tengas algo importante para decir, Mía, ya que no estoy para soportar ninguna de tus impertinencias. —Susurró por lo bajo, creyendo que los presentes no lo escucharían.
—Papá y mamá están discutiendo muy feo, Christian… hablé con Elliot, pero al parecer él no quiere involucrarse en eso. —El magnate le preguntó a su hermana si sabía el porqué de la discusión entre sus padres, mientras Edward y Esme siguieron discutiendo por lo mismo, exigiéndole a su madre que se retractara delante de Christian—. Creo que Carrick le está siendo infiel a Grace.
—¿Qué?... ¿Estas segura? —preguntó Christian sin poder creer lo que estaba pasando.
—Pues les escuché hablar sobre una tal Katrina que parece querer arruinar su matrimonio. —Edward escuchó claramente aquello, imaginando que la madre de Christian ya sabía sobre la existencia de la doble personalidad de su esposo.
—Cálmate, Mía… voy para allá. —Le exigió al escucharle llorar, culminando la llamada de su hermana, para poder contactar a Taylor y exigirle que le enviara a Charlie Tango para regresar a Seattle lo más pronto posible—. Me van a disculpar, pero debo regresar a Seattle. —El magnate pensó que aquello sería lo mejor que podía hacer al ver el iracundo rostro de Esme, fulminarle con la mirada.
—Imagino que es su forma de huir de los problemas. —Christian negó con la cabeza.
—No señora, Esme… mis padres tienen conflictos maritales y eso asusta mucho a mi hermana, ya que es ella la única que convive con ellos. —Taylor había contestado la llamada, notificándole que llamaría al helipuerto para que le llevaran a Charlie Tango y así poder llegar más rápido a casa.
—Solo te diré una sola cosa, Christian. —Edward pretendió callar a su madre, pero la mujer no tenía la menor intención de hacerlo—. Mi hijo jamás hubiese accedido a esto si usted no se hubiese cruzado en su camino. —Christian suspiró intentando controlar su rabia y no soltar alguna grosería que lo hiciera ver más mal de lo que Esme ya lo veía.
—He dicho que basta, Esme… basta… —gritó Edward encolerizado.
—Pero si tan solo digo la verdad, cariño… tú ni siquiera has tenido experiencias sexuales previas como para saber si lo que este pervertido te ha enseñado es lo correcto o no… si hubieses tenido sexo con chicas, a lo mejor tú… —Christian le interrumpió.
—¡Ya va, ya va!... ¿Cómo es eso de que jamás has tenido experiencias sexuales con alguien más a parte de mí? —Edward cubrió su rostro, dejado escapar un grito que denotó tanto frustración como vergüenza, apartando rápidamente sus manos para mirar retadoramente a su madre—. Tú me dijiste que no eras virgen.
—Eso es mentira. —Edward esperó a que la molesta mujer lo desmintiera, pero en vez de eso alegó, echándole más leña al fuego.
—¿En eso también le mentiste, cariño? —Quiso sonar dulce y maternal, lo que por supuesto cabreó aún más a Edward—. Mi hijo era virgen antes de conocerte, Christian. —El aludido miró a su sumiso, esperando una explicación al respecto, cruzándose de brazos.
—No, no yo no era virgen… yo ya había tenido sexo anteriormente, Christ… Esme solo… —La molesta mujer le interrumpió.
—¿Ah sí?... ¿Y con quién?... porque tengo entendido que has rechazado a Tania, a Irina y con Bella no concretaste nunca la relación. —Christian no podía creer lo que sus oídos escuchaban, sintiéndose realmente un pervertido, ya que si bien Anastasia, según ella, había sido virgen antes de conocer al magnate, la chica le había demostrado en la primera felación que era toda una experta en el arte del sexo oral, pero con Edward era distinto ya que el chico siempre había demostrado ser tan tímido que todo lo que su madre alegaba, parecía encajar perfectamente bien en todo aquel incomodo asunto, siendo precisamente Christian quien le notificara a su amante.
—Tú y yo, tenemos que hablar. —Su teléfono celular sonó, notificándole sobre la llegada de un nuevo mensaje instantáneo de parte de Taylor, quien le confirmó que el helicóptero llegaría en cualquier momento—. Pero ahora debo irme. —Encendió el localizador GPS que tenía en su teléfono celular para que el piloto pudiese localizarle, bajando las escaleras después de disculparse una vez más con los padres del chico, siendo Esme la única que no respondiera, dejando que su esposo fuese protocolar por los dos.
—Lamento todo esto, Christian. —Se disculpó Carlisle, permitiéndole a su hijo bajar las escaleras en compañía del magnate.
—Y yo Jamás pensé que ocurriría todo lo que pasó está noche, Christ. —Alegó Edward en voz baja, observando a Bella despidiéndose tanto de Leila como Jacob, quien en compañía de Seth, pretendían ir a la reservación en la motocicleta que Bella le había obsequiado a su ex, la cual mostraba unas cuantas abolladuras en el guardafangos, producto de la venganza de Edward en la gasolinera.
—No me importa si Esme no acepta lo nuestro o me detesta… eso es lo de menos, pero sí sé que me has estado mintiendo, Edward… juro que vas a tener serios problemas. —Bella preguntó si ocurría algo malo, al ver como Christian pretendió salir de la casa por el enorme agujero que había provocado el puñetazo que Emmett le había propinado a su homofóbico hermano horas atrás, destrozando una de las paredes laterales de la casa.
—Aamm… nada… es solo que Esme habló más de la cuenta. —Bella se acercó a ambos caballeros preguntándoles que harían, siendo Christian quien respondiera a su entrometida pregunta o eso sintió el magnate.
—Yo regresaré a Seattle… Mía está muy alterada. —Comenzó a contarle brevemente sobre la llamada que su atolondrada hermana le había hecho, escuchando la acotación de Bella.
—¿Puedo ir contigo? —Aquello asombró tanto a Christian como a Edward, mientras que las personas que intentaban acomodarse en el pequeño vehículo de dos ruedas, sonrieron ante su petición, ya que tanto Jacob como Leila, así como también el joven Clearwater, sabían acerca de los sentimientos de Isabella por la hermana del magnate—. Mía y yo nos volvimos muy buenas amigas y me gustaría mucho estar con ella en estos momentos… además, igual tenía pensado ir, así que me gustaría acompañarte. —Christian no supo que responder al respecto, mirando a la chica y luego a Edward, enfocando rápidamente la mirada en la cuna de juegos de ambos niños, en donde el par de gemelos se habían quedado dormidos.
—¿Y los niños? —preguntó el magnate un poco incómodo ante su petición.
—Ellos estarán bien, su padre los cuidará. —Señaló a Jacob, el cual asintió con la cabeza desde afuera—. Y mientras él regresa de la reservación Esme, Carlisle y Edward los cuidarán. —Christian se sintió acorralado y sin saber que alegar al respecto—. Mira… sí no quieres llevarme está bien… pero con o sin tu ayuda iré a ver a Mía. —Bella pretendió marcharse, pero Christian se lo prohibió, al ver el gesto de enfado de su sumiso.
—Espera Isabella… Claro que puedes acompañarme. —La chica miró a Edward, el cual le sonrió dulcemente, agradeciéndole al magnate que le permitiera volver a Seattle con él.
Y mientras Christian y Bella, se dispusieron a buscar un espacio abierto en donde Charlie Tango hiciera su descenso, los implicados en la reunión del Consejo se marcharon, dejando a Edward cuidando a los dos infantes, sin tener la certeza de lo que sucedería en Seattle, ya que sin el don de Alice, los Cullen se encontraban a ciegas y con un destino incierto.
 

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