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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 5

Reencuentros

Emmett condujo por la autopista que los trasladaba de Seattle a Forks en compañía de su hermano Edward, quien siguió pensando si lo que estaba haciendo era lo correcto o debía dar marcha atrás y hacerse el desentendido con todo aquel asunto de Bella y su posible aborto, al haber recibido un pelotazo de parte de unos de los jóvenes Quileutes, recordando la última vez que ambos se vieron, exigiéndole a Jacob antes de marcharse de la ciudad.

—Cuídala mucho y hazla feliz. —Jacob Le miró de arriba hacia abajo, alegando que no tenía que decirle lo que debía o no hacer con “su esposa” y que por supuesto que él sabría hacerla feliz—. Si me llego a enterar de que le has hecho daño… juro que… —Pero la manada se interpuso entre el segundo al mando después de Sam y el vampiro, prohibiéndole su cercanía.

—Ya no tienes nada que hacer aquí, Edward… tú te fuiste y la dejastes, ahora es mi esposa y te exijo que te vayas. —El apuesto y serio vampiro le observó desdeñosamente, percatándose por medio de sus pensamientos de cuanto el lobo lo detestaba, y sin decir nada más al respeto, se marchó de la reservación, dándole una última mirada a Bella por sobre el hombro del impertérrito Quileute, retirándose al fin del lugar.

“No la cuidaste, Jacob… y voy a pasarte factura” Pensó, mirando fijamente al frente, mientras Emmett siguió hablando y conduciendo, siendo el único de la familia en ofrecerse para ir a buscarle después de que Alice le informara los últimos acontecimientos con el embarazo de Bella, consiguiendo del preocupado vampiro, aquella loca reacción de ir a verle.

—La verdad es que aun no entiendo porque el chiquillo que salvé de aquella trampa, no tuvo la decencia de presentarse al verme en el restaurante y mucho menos tuvo el tupé de dar las gracias. —Edward simplemente asintió a las palabras de Emmett, quien ya se había percatado del rostro perplejo y alelado de su hermano, aquel que siguió pensando acerca de todo lo ocurrido en el pasado con Bella—. Mmm… ¿Me estas escuchando? —preguntó Emmett, percatándose de cómo su pensativo hermano asentía nuevamente—. Ahora Jasper usa vestidos y Carlisle se los confecciona, mientras Alice y Rosalie son sus maquilladoras. —Aquello en otro momento lo hubiese hecho reír, pero al estar completamente sumergido en sus pensamientos, simplemente asintió, demostrándole a Emmett, que su hermano no le estaba prestando la más mínima atención, frenando de golpe el Jeep—. Maldita sea Edward… ¡espabila!

Edward se aferró con fuerza tanto de la puerta como de los barrotes del Jeep sobre su cabeza, mirando un poco molesto a su hermano, ante el repentino frenazo, aquel que consiguió sacarlo de sus vagas elucubraciones.

—¿Estas nervioso por ver nuevamente a la sopla vela? —Edward lo fulminó con la mirada, ante el tonto apodo que Emmett le había puesto a Isabella, después de enterarse que la chica no había perdido el tiempo después de la ruptura sentimental con su hermano, acostándose con Jacob, bautizándola como la “sopla vela”, haciendo alusión a que le gustaba soplarle o más bien, chuparle la vela o lo que era igual para Emmett que decir la verga, al lobo zarrapastroso de Jacob, como le solía llamar su hermano.

—No… solo estoy pensativo. —Emmett puso nuevamente el vehículo en marcha, mientras Edward proseguía—. Temo un enfrentamiento entre los Quileutes y nosotros. —Volteó el rostro a un lado, observando el rápido pasar de los árboles.

—Pues en el hospital está toda nuestra familia y no creo que el saco de pulgas se ponga creativo delante de Charlie. —Aquello tenía cincuenta por ciento de positividad y cincuenta por ciento de negatividad en contra de Edward, ya que de seguro el padre de la chica, no le iba a caer en gracia que ambos se vieran nuevamente.

—Eso espero. —Fue lo único que dijo Edward, sintiendo como su teléfono celular vibró dentro del bolsillo de su jean, sacándole rápidamente, abriendo la aplicación donde le había llegado un mensaje instantáneo, leyendo con premura.

[Pronto será fin de semana y aunque aun no nos ponemos definitivamente de acuerdo, pensé que mi futuro sumiso y yo podríamos tener una cena juntos y terminar de poner los puntos sobre las íes con respecto al contrato]

Edward no supo si reír o poner los ojos en blanco ante aquello, dejándole a su subconsciente, el libre albedrió de decidir, percatándose de que sonreía, al verlo desde la perspectiva de su atolondrado hermano, Emmett.

—¡Uuhi!... el que se ríe solo de sus fechorías se acuerda. —El divertido y apuesto vampiro volteó a verle—. ¿Con quién te mensajeas? —Edward no respondió, comenzando a teclear sobre la pantalla táctil, la respuesta que le daría a Christian, ignorando las miradas furtivas que Emmett le daba al teléfono, intentando leer lo que escribía.

[Se me presentó un inconveniente, estoy viajando a Forks… te escribo luego]

Edward pensó que si lo estaba comenzando a conocer como creyó hacerlo, de seguro lo preocuparía con aquella corta respuesta, sintiendo un poco de agrado y al mismo tiempo de cierta ansiedad, de saber lo que estaría pasando por la mente de Christian al leer aquel mensaje, recibiendo rápidamente una llamada, sin poder creer lo precipitado que podía llegar a hacer aquel hombre, sin saber si contestar o no la llamada.

—Vamos… atiende… —le incitó el sonriente vampiro, quien aminoró la velocidad del jeep, al entrar en la zona urbana de Forks, dejando la autopista atrás.

El teléfono dejó de sonar, lo que Edward agradeció enormemente, pero el celular comenzó a repicar una vez más, encendiendo rápidamente el reproductor de música, dejando que la tarjeta de memoria incrustada en el aparato reprodujera por si sola los archivos que guardaba dentro, respondiendo apremiante.

—Hola… —Volteó el rostro a otro lado, intentando hablar lo más bajo posible, pulsando el botón que bajaba el volumen auricular del android.

—¿Paso algo malo con tu familia? —Allí estaba el agradable hombre que solía aparecer de vez en cuando y el que a Edward le complacía escuchar.

—No, no… lamento si te preocupé, no es nada malo… una amiga de la familia tiene complicaciones con su embarazo y toda la familia esta apoyándola. —Le dio una mirada furtiva a Emmett, quien siguió conduciendo, sonriendo con socarronería—. Ella estudió con todos nosotros en la prepa y simplemente quise venir a… —Pero Christian no le permitió seguir con sus explicaciones, preguntando de golpe.

—Isabella… ¿Cierto?.... ¿se trata de ella?… —Edward se quedó en shock al darse cuenta de lo perspicaz que podía llegar a ser Christian, pensando en la posibilidad de mentirle, aunque no tenía porque hacerlo, decidiéndose por la verdad.

—Aaamm… si, es Bella…. —Emmett se introdujo en el aparcadero del hospital donde su padre trabajaba, y en donde habían llevado a Bella de urgencias— …Todo fue de improvisto… Alice me llamó y me contó lo ocurrido, parece que esta grave y puede perder al bebé. —Christian siguió sin decir ni una sola palabra, mientras Edward bajó rápidamente del jeep, apartándose de Emmett, quien siguió intentando escuchar la conversación de su tímido hermano—. ¿Estás molesto? —preguntó al fin.

—¿Debería?... —Edward no supo que responder, ya que aunque sus palabras decían una cosa, el tono de voz con la que las había dicho le mostraban otra muy distinta, callando ante aquella pregunta—. ¿Qué harías tú si yo te dijera que justo ahora tengo a Ana Steele enfrente de mí? —El callado vampiro supo de sobra a qué demonios estaba jugando Christian, intentando devolverle el golpe bajo de saber que justo ahora se estaba viendo con su ex a pesar del convenio que estaban a punto de finiquitar.

—En efecto estás molesto, Christian.

—No Edward… no estoy molesto… tú y yo somos almas libres e independientes… de hecho, somos hombres y no tenemos nada el uno con el otro más que un simple e hipotético juego psicológico. —En el fondo, Christian tenía razón y aun así Edward pudo percibir el tono de voz con el que le hablaba, como si estuviera decepcionado de la poca fuerza de voluntad que el chico poseía ante la decisión de no volver a verla.

—Se que crees que soy débil por querer venir a verla, pero… —Christian, no le dejó culminar las excusas que el magnate no le estaba exigiendo, cortando secamente la comunicación.

—Te escribo luego… —Christian culminó la llamada, dejando a Edward pasmado ante aquel comportamiento, sin saber a ciencia cierta si el hombre estaba actuando o en realidad se encontraba molesto al saber que el chico había ido a Forks a ver a su ex.

—¿Edward? —Llamó Emmett a su hermano, consiguiendo que el aun, aturdido vampiro volteara a verle, observando como señaló al interior del hospital para que le siguiera, consiguiendo de Edward una respuesta positiva, encaminándose al fin al interior del lugar—. ¿Todo bien? —preguntó el corpulento vampiro, palmeando el hombro de su hermano.

—Todo bien, Emmett… —Ambos se sonrieron, siendo Edward quien intentara permanecer calmo, guardando nuevamente el celular en el interior de su bolsillo, introduciéndose en el consultorio de su padre, quien se encontraba en compañía de los demás integrantes de la familia.

—¡Edward Cariño!... —Esme fue la primera en correr a sus brazos, recibiendo de su madre un fuerte apretón—. Te hemos extrañado.

—Habla por ti, Esme. —Alegó Rosalie a las palabras de su madre adoptiva, la cual le miró retadoramente—. La verdad es que no sé qué demonios hacemos todos aquí… Tú y Bella ya no son novios, ni nada… y aun así debemos venir a apoyarte en un posible enfrentamiento con los perros gracias a tu empeño de verla nuevamente—. Esme no le quitó los ojos de encima a la odiosa rubia, exigiéndole que se callara.

—Déjala, Madre… —Pidió Edward, sin dejar de abrazar a Esme—. Ella tiene razón… ninguno de ustedes debería estar aquí, este es mi problema, así que el que quiera irse puede hacerlo. —Tanto Rosalie como Jasper pretendieron abandonar el consultorio de Carlisle, siendo precisamente el doctor Cullen quien hablara.

—Nadie se va a ir de este hospital. —Los hermanos Hale detuvieron su apresurada huida, deteniéndose en el marco de la puerta—. Esta familia siempre se ha apoyado en todo… —Carlisle miró retadoramente a Rosalie—. Tú tuvistes nuestro apoyo y ayuda cuando quisistes deshacerte del bastardo de tu ex sin cuestionar tus actos. —Rosalie bajó la mirada, mientras que el cabecilla de la familia Cullen miró a Jasper, aquel que al parecer, apoyaba a su melliza, sintiendo que no era asunto de ellos lo que le estaba pasando a Bella—. También te aceptamos y te apoyamos a ti, a pesar de todo tu oscuro pasado, sin juzgarte, así que espero que todos apoyen a Edward, lo único que les pido es que estén alertas por si los lobos pretenden atacarle.

—No va a pasar nada, Carlisle. —Notificó Alice mirando retadoramente a Jasper, aquel que se apartó lentamente a su adorada hermana Rosalie, mientras la menuda vampira se arrojó sobre Edward, jugueteándose de manos—. Edward será muy astuto y Charlie no lo permitirá. —Si bien el jefe Swan ya se estaba oliendo lo de los lobos, no iba a permitir que todo Forks se enterara de ellos, y Billy no dejaría que su mejor amigo se diera cuenta de la existencia de vampiros en aquel lugar.

—Bien… aclarado todo, vayamos a ver a la sopla vela. —Acotó Emmett, consiguiendo las risas de todos menos las de su esposa y de su impertérrito hermano Jasper.

Carlisle fue el primero en salir con una carpeta en sus manos, después de darle un fuerte abrazo a su hijo prodigo, el cual caminó a su lado, seguido por los demás integrantes de la familia, escuchando la pregunta que ya había logrado ver en la mente de su padre, antes de formularla.

—¿Cómo va el proyecto Grey? —Edward sonrió ante el modo en el que su padre llamó la tesis de su hijo, respondiéndole apremiante.

—Bien… hace rato me llamó, no le pude informar que viajaría a Forks y se preocupó un poco. —Carlisle asintió, escuchando atentamente toda la explicación de su hijo, sintiendo que a pesar de su reticencia, Edward parecía agradarle aquel proyecto o eso sintió su padre.

—Me alegra enormemente que tu tesis este dando frutos y que te sientas a gusto con todo lo que está ocurriendo. —Edward pensó en la posibilidad de contarle a su padre más de lo que él se imaginaba que estaba pasando, pero prefirió no hacerlo y mucho menos en aquel lugar delante de toda su familia, observando cómo Carlisle le entregó la carpeta, notificándole a su hijo—. ¡Por aquí!... —Exigió el galeno virando por el pasillo de la derecha, guiando tanto a Edward como a toda su familia hasta donde se encontraba Bella, notificándole mentalmente a su hijo que aquellos eran los documentos que él le había pedido por teléfono para su tesis, deteniéndose antes de llegar al final del pasillo, al ver como Jacob se levantó raudo de su asiento, consiguiendo que los demás integrantes de la manada también lo hicieran.

—¿Qué diantres haces tú aquí, Edward? —preguntó Jacob, fulminando al vampiro con la mirada.

—Vine a ver el mal trabajo que estás haciendo con respecto a la felicidad de Bella. —Carlisle ya se había interpuesto entre el ceñudo lobo y su hijo, intentando mantenerlos separados—. Bella siempre pensó que yo le cuidaba demasiado, pero… —El apuesto vampiro sonrió con ironía— …Mira lo que le ha pasado a tu lado… eres tan incompetente como su protector que ni aun estando embarazada de ti, has podido protegerle.

Jacob le rugió, encimándosele al doctor Cullen, quien poso una mano sobre el pecho del iracundo Quileute y la otra en el hombro de Edward, manteniéndoles apartados, justo cuando Charlie salió de la alcoba de Isabella, mirado toda la escena.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó el incrédulo policía, observándoles a todos.

—Este maldito viene aquí con su cara muy lavada queriendo ver a Bella y no se lo pienso permitir. —Jasper y Rosalie miraron toda la escena cruzados de brazos, mientras Emmett era quien parecía querer saltarle encima a Jacob y arrancarle todos los dientes de un puñetazo, siendo Charlie quien hablara.

—Pues eso no lo decides tú, Jacob. —El aludido miró incrédulo a su suegro—. Si Bella quiere verlo, lo verá… —Señaló a Edward. —Y si su respuesta es no, tú te irás. —El joven vampiro asintió a la acotación de Charlie.

—Pero Charlie… yo soy su esposo y no quiero que…

—Eso precisamente es lo que eres Jacob, su esposo, no su dueño… ella puede decidir por sí sola y tú no vas a prohibirle nada… ¿Esta claro? —El tembloroso lobo no le quitó los ojos de encima a Edward, quien observó como Charlie abrió nuevamente la puerta, notificándole a su hija quien había venido a verle, escuchando la exigencia de Bella a dejarle pasar, consiguiendo que Edward se encaminara rápidamente a la habitación, sin pretensión alguna de esperar alguna reacción de parte de Jacob, a quien se lo estaba llevando el diablo ante la rabia.

—No tenias derecho a permitir que ese infeliz…

—Bella a decidido, Jacob y estoy cansado de decirte que ella no es un objeto… No permitiré que la sigas tratando como una de tus pertenencias… ¿está claro? —El molesto lobo no respondió, simplemente se abrió paso entre los vampiros que obstruían el pasillo, alejándose rápidamente de aquel lugar, maldiciendo entre dientes, siendo escoltado por varios de los muchachos de la manada, pasándole por un costado a su padre Billy, quien había regresado de su visita a la cafetería del hospital, en compañía de Seth, el cual se quedo inerte detrás de la silla de ruedas, al ver al corpulento vampiro que le había salvado la vida en aquel lugar, mirándole fijamente.

—Gracias… Charlie. —Agradeció Carlisle la intervención de su amigo el policía, el cual le asintió al galeno, exigiéndole que le diera el estado de su hija—. Pues seguimos intentando retrasar un poco el parto, y le hemos inyectado en el tratamiento endovenoso, una ampolla que le ayudará al bebé a madurar sus pulmones más rápido. —Ambos hombres siguieron hablando, mientras Billy se acercó a ellos para introducirse en la conversación, dejando a Seth solo en aquel lugar, mirando a todos lados, completamente nervioso.

—Cuando una persona recibe la ayuda de otra se suele dar las gracias, ¿sabes?... —Seth se sobresaltó al ver al corpulento hombre tan cerca de él, emanando aquel frío mortuorio de su cuerpo, mientras Emmett percibió completamente lo contrario de aquel chico, al sentir el calor corporal de su morena piel.

—Aammm… si… lo siento… gracias… —Bajo la mirada, al darse cuenta de cómo la esposa del vampiro le miraba, hablando entre susurros con su hermano Jasper, quien observó desdeñosamente al joven Quileute—. No sabía si me recordarías, ya sabes… transformado uno se ve distinto. —Emmett asintió, argumentando a sus palabras.

—Y apestan todos por igual. —Aquello más que enfurecer al chico le hizo sonreír, respondiendo a sus palabras.

—Igual que ustedes. —Emmett dejó escapar una de sus odiosas risitas, cruzándose de brazos.

—Tú sabías que era yo en aquel restaurante… ¿Por qué no te presentaste? —Seth comenzó a ponerse cada vez más nervioso, al darse cuenta de cómo los hermanos del imponente vampiro le miraban, siendo Alice la única que le sonriera.

—Aaamm… Estabas con tu esposa, yo no quería molestar. —Bajó la mirada.

—Vamos hombre, solo debías saludar y agradecer… no era la gran cosa, pero en fin. —Descruzó los brazos, dejando que el pequeño chico contemplara en todo su esplendor, el grande, musculoso y perfecto cuerpo que Emmett tenia, consiguiendo que a Seth se le subieran los calores, ruborizándose ante el solo pensamiento de imaginárselo sin ropa, odiándose a sí mismo por tener aquellos impropios pensamientos con un vampiro, disculpándose apremiante.

—Ahora vuelvo… voy al baño. —Emmett asintió, notificándole que lo esperaría, ya que no se irían hasta que Edward terminara de hablar con Bella, observando como el tímido chico se marchó a paso acelerado, siendo Alice la que se acercara a su atolondrado hermano, notificándole con una amplia sonrisa.

—No lo esperes… no volverá. —Emmett le preguntó por qué no lo haría, a lo que la menuda vampira simplemente se encogió de hombros, alegando que no tenía ni la más remota idea, aunque ella muy bien sabía del porqué no regresaría, ya que una de sus visiones le había mostrado lo que al parecer, el corpulento vampiro no quería darse cuenta… que el chico sentía una cierta atracción por quien le había salvado la vida.

 

Edward entró con la carpeta que su padre le había entregado en la mano, mirando a una desvalida y muy hinchada Bella, recostada en la camilla de aquel hospital con los ojos cerrados. El vampiro se percató de cómo sus emociones al verla estaban un poco revueltas, no sabía si sentía compasión, cariño, apego o simple amistad por la muchacha, lo cierto era que aquella mescolanza de sentimientos le causó una cierta paz, ya que Edward temía estar aun, perdidamente enamorado de ella.

Se sentó lentamente a orillas de la camilla, consiguiendo que la chica abriera poco a poco sus ojos, mirando al apuesto joven que la contemplaba con dulzura, aquel que le regaló una afable sonrisa, notificándole después de abrir la carpeta, como si leyera su informe médico.

—Buenos días señorita Isabella… tengo aquí su reporte médico y debo decir que parece muy alentador. —Ella no pudo dejar de sonreír, devolviéndole una dulce mirada—. Dice aquí que va a tener una nena muy hermosa y un caballero que hará todo por cuidar a su pequeña hermana. —Bella sintió como si el tiempo no hubiese pasado y la única persona que alguna vez la llego a hacer sentir especial y protegida, estaba frente a ella, intentando hacerle sonreír.

—¿Como sabes que es una niña y un niño?... Si yo le pedí a Carlisle que no dijera nada aun, que eran gemelos —A lo que Edward respondió, posando su mano izquierda en el voluptuoso vientre de la muchacha.

—Sus mentes y el latir de dos corazones me lo confirman. —Bella se sorprendió—. Lamentablemente ellos carecen del escudo que su madre posee y puedo leer sus pensamientos. —Ella posó ambas manos sobre las de él, consiguiendo que Edward se estremeciera ante el contacto.

—¿Qué dicen sus mentes? —preguntó sin dejar de sonreír.

—Te aman… y están luchando para poder tener la dicha de conocerte. —Bella comenzó a llorar, tratando de incorporarse de su incómoda postura, siendo Edward quien se acercara a ella, abrazándole con fuerza—. Fue el niño quien recibió el golpe por su hermana, por eso sé que será el mejor hermano del mundo. —Aquello consiguió que Bella sollozara sin control alguno entre sus brazos—. Ya esta Bella… cálmate, por favor…—Edward le acarició la espalda, intentando no respirar, ya que su sangre seguía siendo demasiada perturbadora para él.

—Me alegra tanto verte. —El calmo vampiro no dijo nada, esperando a que ella quisiera seguir hablando—. En verdad lamento todo lo que pasó luego de nuestra ruptura. —Edward recostó nuevamente a Bella sobre la camilla, acomodándole el cobertor.

—No te preocupes, Bella… ya todo paso. —Edward bajó la mirada—. Y debo confesarte que me he dado cuenta gratamente de que ya no causas en mi lo que causaban antes.

—¿Ya no te apetece mi sangre? —Edward sonrió.

—Bueno… eso sí sería todo un milagro. —Ambos rieron—. Me refiero a que… —La contempló por unos segundos, bajando progresivamente la mirada, sintiendo como Bella le aferraba de ambas manos.

—Dilo Edward… puedes decir que ya no me amas. —El vampiro levantó la mirada, asintiendo a sus palabras—. Y eso me parece perfecto. —Edward odiaba no poder leer la mente de aquella chica, ya que no sabía si mentía o no—. Porque yo tampoco te amo como una vez te amé. —Frotó sus manos en contra de las del vampiro, como si intentara enfriar las suyas, las cuales se encontraban calientes—. Siento tanto cariño hacia ti y hacia lo que me regalastes que no sé ni cómo agradecerte tanto.

—No entiendo. —Alegó él, completamente extrañado.

—Tu abristes mi mente a un mundo que yo no conocía. —Ambos se contemplaron nuevamente al rostro—. Y me demostraste que hay más en la vida que lo que damos por sentado. —Edward siguió tratando de entender sus palabras—. Lamentablemente mis actos de ira y desaliento hacia nuestra ruptura me han atado a un hombre que terminó demostrándome que es uno de los tantos sapos que dicen ser príncipes, cuando en realidad solo son esos, unos simples sapos.

—Jacob te trata mal… ¿no es así? —Ella no respondió—. Debes hablar con Charlie, Bella… Jacob no puede…

—Mi padre lo sabe, Edward… —Interrumpió Bella—. Y él está alerta, pero no ha hecho nada porque yo se lo tengo prohibido.

—¿Por qué? —preguntó el vampiro bastante extrañado.

—Porque uno termina aceptando de pareja a quien creemos merecer. —Edward no supo que decir a sus certeras palabras, ya que por eso mismo él había desistido ser su novio, pues el vampiro sintió que Bella se merecía algo mejor que un monstruo bebedor de sangre—. Jacob es el padre de mis hijos y para bien o para mal, no puedo cambiar eso.

—Pero es solo eso… el padre de tus hijos… no tu dueño y no puedes permitirle que te trate así.

—Jaco no fue el que me golpeó, Edward.

—Pero tampoco lo evitó…—refutó—. Él debió cuidarte más y no lo hizo. —Bella pensó que sin duda alguna Edward tenía razón y Jacob a pesar de haber estado presente, no hizo lo suficiente como para frenar aquel certero pelotazo y mucho menos les prohibió a los chicos jugar tan cerca de ella.

—Bueno… ya paso… solo resta esperar y rogar porque ese golpe no le haya causado algún mal a mi bebé. —A lo que Edward respondió, frotando su mano sobre el redondo vientre.

—Anthony me dice que está bien. —Bella intentó no reír ante la escogencia de Edward para el nombre del niño, ya que aquel era el segundo nombre del vampiro­—. Saralie le dio un beso y él esta sanando como buen lobo.

—¿Cómo sabes que le pondré Saralie a la niña? —A lo que Edward respondió incorporándose de su asiento junto a Bella.

—Lo vi en la mente de Jacob, es la unión del nombre de su madre Sara y la terminación del de Charlie… Jake cree que es solo una niña, pero también hay un chiquillo allí dentro que aun no tiene nombre.

—¿Y quieres que le ponga Anthony? —Edward negó con la cabeza.

—Solo era una broma, Bella… tú puedes ponerle el nombre que quieras. —Comenzó a caminar hacia la puerta—. Debo irme, solo quería ver que estuvieras bien. —La chica intentó acomodarse mejor sobre la camilla, sintiendo como algo cálido y viscoso comenzó a salir de sus entrañas, abriendo desmesuradamente la boca y los ojos ante el asombro, mientras Edward le contempló algo asustado, percibiendo el fuerte olor a sangre que emanaba de ella.

—¡Oh, no!... Creo que ya vienen. —Sus sabanas comenzaron a mancharse de escarlata, lo que hizo que Edward se tensara, saliendo rápidamente de la habitación, notificándole a todos.

—Los bebés ya vienen. —Al decir aquello, se percató del arribo de Jacob, quien regresó de su recorrido por el hospital, intentando controlar su rabia, mirando perplejo al vampiro.

—¿Los bebés? —Edward asintió, explicándole que habían dos niños dentro de Bella, consiguiendo que el asombrado lobo sonriera ante la noticia, introduciéndose en la habitación de Bella, mientras el apuesto vampiro se percató de cómo Alice y Rosalie se llevaron casi arrastras a Jasper ante el intenso olor a sangre, siendo Carlisle y Esme los únicos en permanecer junto a su hijo, ya que al parecer, Emmett y Charlie se había marchado, dejando a Billy con los chicos de la manada.

—Ven cariño… —Le exigió su madre a Edward, encaminándolo a una de las sillas de espera, alejados de los lobos, quienes los miraban con el ceño fruncido—. Dejemos que tu padre ayude a Bella. —El joven vampiro asintió, sonriéndole dulcemente—. Mientras tanto cuéntame cómo te va en la universidad… ¿has conseguido a alguien que te atraiga? —A lo que Edward respondió, sin dejar de sonreírle tímidamente a su madre.

—Todos mis compañeros me atraen… su sangre es muy perturbadora. —Esme rió ante los intentos de su hijo por hacer un chiste sobre su deseo de beber sangre humana, aunque en realidad Edward estaba haciendo de las suyas en Seattle a escondidas de sus padres.

—Por lo menos tu sentido del humor a cambiado y eso es positivo. —El vampiro asintió a sus palabras, justo cuando su teléfono celular sonó, sacándolo de su bolsillo para leer el mensaje instantáneo de Christian, el cual decía.

[Si vuelves antes del sábado, házmelo saber… ¡por favor!]

Edward simplemente guardó su celular, pretendiendo no darle importancia a aquel mensaje, pero por más que el vampiro intentara no pensar en el magnate, más lo hacía, como si Christian ya pudiese imponerse sobre su voluntad, sin tan siquiera haber empezado el hipotético juego de dominación, robándole la calma y el sosiego que encontraba el joven vampiro cerca de su familia.

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Christian y Mía, paseaban por las calles de Seattle, degustando un cono de helado, dejando a un lado la oficina y sobre todo, la molestia que aun sentía el magnate ante los últimos acontecimientos con su hermana, la cual lo había dejado en ridículo delante de Edward.

—Dime que esto compensa el mal rato que te hice pasar ayer delante de tu apuesto terapeuta. —Christian puso los ojos en blanco, dándole otra probada a su helado de vainilla, tratando de lidiar con el andar de su hermana, al estar prendida de su brazo, usando a su hermano de anclaje para caminar fluidamente con sus costosos zapatos de tacón.

—Un cono de helado no va a resarcir el mal rato que me hicistes pasar, Mía.

—¿Y un beso? —La atolondrada joven puso la boca trompuda, esperando a que el serio magnate aceptara su infantil oferta de paz, consiguiendo que Christian sonriera sin poder ocultar que su estrafalaria y loca hermana podía conquistarle con tan poco.

—Bien… —Acercó su mejilla a los labios color frambuesa de Mía, la cual deposito un sonoro y muy largo beso sobre su rostro, consiguiendo que Christian se estremeciera ante el frio contacto de sus boca, a causa de la ingesta de helado—. Espero que si mi terapeuta y tú llegan a coincidir nuevamente “Dios no lo permita”… —Mía rió—. Aprendas a comportarte como una señorita decente y de clase. —La chica soltó el brazo de su hermano, posando la palma de su mano frente a él, prometiendo seriamente.

—Juro solemnemente que mis intenciones, aunque jamás sean buenas… son lo mas espontaneas y sinceras posibles. —Christian no pudo creer que su hermana, con semejante edad, aun citara las palabras de Harry Potter cuando intentaba conseguir que el mapa del merodeador mostrara su contenido, sabiendo aquello gracias a que Mía le había obligado a ver toda la saga del famoso mago, sin poder huir de ello.

—No puedo creer que aun te guste Harry Potter. —La chica le saco la lengua a su hermano, zarandeándole como si fuera un muñeco de aire, esos que promocionan alguna marca o una tienda, consiguiendo que una de las bolas de helado cayera al suelo—. Por todos los cielos… ¡Mía!... contrólate. —Christian gritó el nombre su hermana, intentando demostrarle lo mucho que le había molestado aquello.

—¡Upsh!... Lo siento, hermanito… —La chica colocó una de sus bolas de helado sobre el cono de Christian, mezclando el chocolate de ella con la vainilla de Christian.

—No me gusta el chocolate.

—Pues te lo comes… ¡Jum!... debes aprender a degustar otros sabores, no siempre el mismo insípido sabor a vainilla.

—Me gusta lo simple. —Espetó su hermano, consiguiendo que Mía pusiera los ojos en blanco.

—Se nota… por algo te atrajo Anastasia. —Aquello consiguió que Christian la fulminara con la mirada, mientras la chica volvió a aferrarse del brazo de su hermano—. Deberías probar cosas nuevas, distintas… no se… —Miró a todos lados, señalando a una mujer de color, bastante voluptuosa. —Una afroamericana, algo exótico. —Christian frunció el ceño.

—No tengo nada en contra de la gente de color, pero no… definitivamente esa mujer no es mi tipo. —Intentó darle una probada al helado de chocolate, el cual comenzó a derretirse, sintiéndole un poco empalagoso.

—¿Y esa?... —Señaló a una mujer obesa de cabellos rojizos, la cual llevaba un vestido bastante ajustado para su grotesco cuerpo—. Tiendes a buscarte mujeres esquelitas, a lo mejor con un poquito de carne. —Christian no pudo evitar soltar una risotada.

—Pero Mía... esa mujer no tiene un poquito de carne, es una carnicería ambulante. —Mía le atestó un golpe, llamándole insensible, alegando que él no sabía si aquella mujer era gorda por algún problema de glándulas—. Lo siento pero es cierto… hay hombres que les gustan gorditas pero a mí no me atraen, con tanta… —pretendió decir grasa, pero al ver la cara de pocos amigos de Mía, se contuvo, alegando a continuación— …belleza acumulada en un solo cuerpo… —Su hermana sonrió complacida al ver como Christian intentó ser amable y menos cruel, mirando al frente.

—¿Y esta? —Señaló a una hermosa joven de cabellos castaños, la cual traía un vestido azul ceñido al cuerpo, mostrando un pronunciado escote que dejaba ver la redondez de unos pechos del tamaño perfecto para su anatomía, consiguiendo que ambos la siguieran con la mirada, después de pasarles por un costado, admirando su trasero duro y firme, aquel que terminó por conquistar a más de un transeúnte, que la observaba—. Si no te gusta esa chica, es porque estás ciego… —Christian volteó a ver a su hermana, la cual siguió admirándole el trasero a la hermosa mujer, lamiendo sugestivamente lo que le quedaba de helado.

—¿Mía?... —Llamó el apuesto multimillonario a su hermana, la cual volteó a verle con una amplia sonrisa—. A veces me asustan tus actitudes—. La chica rió, retomando su andar.

—¿Por qué?... Las mujeres somos hermosas… tanto que hasta a mi me atraen a veces. —El asombrado hombre de negocio se detuvo para ver de frente a su hermana, la cual no dejó de sonreír con socarronería, preguntándole a Christian—. ¿Qué? —El serio hombre siguió mirándole sin poder creer lo que su hermana le decía. —¡Oh vamos, Christian!... deja tu cara de asombro… las mujeres son hermosas y sí… suelen atraerme, aunque jamás he tenido nada con ninguna, debo admitir que siempre he deseado tener una experiencia lésbica con alguna chica.

—Si mi madre te escucha decir algo como eso lo más seguro es que…

—…Termine en un monasterio, ya lo sé… por eso no le dirás nada… ¿verdad que no? —Christian no respondió, tratando de terminar su empalagoso helado de chocolate, intentando degustarlo, dificultándosele un poco, mientras alegaba al fin.

—Es tu vida, hermana… tú decides… —Mía asintió.

—Así como tú decides con quien estar y con quien no… —Christian, asintió—. A quien azotar y a quien sodomizar… ¿No?... —Christian detuvo su andar, mirando fijamente a su hermana, la cual se hizo la desentendida, señalando una tienda de bolsos y zapatos en la esquina, saltando como niña al ver una juguetería—. ¡Oh, mira!... esta tienda es nueva… vamos a verla. —Pero Christian se negó rotundamente a entrar, prometiéndole que la esperaría afuera, intentando hacerse el loco, tal y como ella lo había hecho, ya que lo que menos deseaba aquel hombre era hablar sobre sus gustos sexuales con su hermana, quien parecía saber más de la cuenta.

La atolondrada chica le entregó su cono de helado a medio terminar, limpiándose las manos del saco de su hermano, consiguiendo que Christian la fulminara nuevamente con la mirada ante aquel comportamiento impropio, pero a Mía parecía importarle un cacahuate las reprimendas tanto de su hermano como de su madre, ya que eran los únicos de la familia que solían retarla ante aquel comportamiento infantil y poco elegante.

Mía entró en la tienda, dejando al multimillonario en la calle con ambos helados, teniendo que arrojárselos a un perro callejero que pasaba por aquel lugar, quien terminó degustando ambos helados con total deleite, mientras Christian sacó un pañuelo de su bolsillo, limpiándose las manos lo mejor que pudo, extrayendo de su pantalón el teléfono celular para pedirle a Taylor que lo viniera a buscar, enviándole un mensaje instantáneo a su mano derecha, percatándose de la conversación textual que él y Edward habían tenido ayer antes de lo ocurrido con su hermana en la oficina, pensando en dejarle un mensaje, al recordar que el fin de semana estaba cerca.

[Pronto será fin de semana y aunque aun no nos ponemos definitivamente de acuerdo, pensé que mi futuro sumiso y yo podríamos tener una cena juntos y terminar de poner los puntos sobre las íes con respecto al contrato]

Por unos segundos Christian pensó que aquel mensaje era un poco sugestivo, pero ya lo había enviado, y al parecer, Edward ya lo había leído, percatándose de cómo el chico pretendió responder rápidamente, mientras la respuesta de Taylor no se hizo esperar, preguntándole en donde se encontraba, recibiendo la dirección exacta por parte del multimillonario, aquel que abrió raudo la seca respuesta del joven Cullen.

[Se me presentó un inconveniente, estoy viajando a Forks… te escribo luego]

Aquello preocupó considerablemente a Christian, quien no se lo pensó dos veces para llamar al muchacho, esperando su respuesta.

Repicó por largo rato, pensando en que a lo mejor el joven no estaba en posición de contestarle, pero al no recibir más explicaciones de su parte y sentir cierta preocupación por lo que pudo haber pasado con su familia, el multimillonario volvió a marcar, esperando a que el chico contestara.

—Hola… —Fue la insípida respuesta del muchacho para con el multimillonario, quien se percató del sonido de un motor de auto, imaginando que aun iba por la carretera que daba a Forks desde Seattle.

—¿Paso algo malo con tu familia? —preguntó Christian rápidamente, restándole importancia a la forma fría y seca, en la que había contestado la llamada.

—No, no… lamento si te preocupé, no es nada malo… una amiga de la familia tiene complicaciones con su embarazo y toda la familia esta apoyándola. —El magnate se sorprendió un poco al saber que la precipitada decisión de Edward de volver a Forks, era por una amiga y no por alguien de su familia—. Ella estudió con todos nosotros en la prepa y simplemente quise venir a… —Aquello no había que pensarlo mucho, dos más dos daban cuatro y la ecuación que Christian hizo en su cabeza, daba un solo resultado, escupiéndolo sin intensión alguna de permitirle hablar.

—Isabella… ¿Cierto?.... ¿se trata de ella?… —El silencio de Edward le confirmó que así era, esperando a que por lo menos, no tuviese el tupé de seguir mintiéndole y le dijera la verdad sobre su deseo irrefrenable y débil de ir a ver a su ex novia.

—Aaamm… si, es Bella…. —Alzó una ceja, dando gracias a Dios de que por lo menos no siguió mintiendo y alegara la verdad, paseándose de un lado al otro sobre la acera, a la espera de que Taylor llegara, escuchando su argumento— …Todo fue de improvisto… Alice me llamó y me contó lo ocurrido, parece que esta grave y puede perder al bebé. —Christian se percató de que el motor del auto ya no se escuchaba, imaginando que había llegado a su destino, sin saber que decir ante todo lo que el chico le contaba—. ¿Estás molesto? —preguntó Edward con un tono de voz bajo y apesadumbrado.

—¿Debería?... —Fue la odiosa respuesta de Christian, ya que aunque no tenia porque sentir rabia ante su deseo de verla, lo sentía y no podía ocultarlo, esperando que el chico dijera algo, pero Edward parecía no querer decir nada, siendo Christian quien hablara—. ¿Qué harías tú si yo te dijera que justo ahora tengo a Ana Steele enfrente de mí? —El molesto multimillonario levantó la mirada, encontrándose de frente con Anastasia, la cual cruzaba la calle acompañada de su prometido, el encargado de la editorial donde la chica trabaja, Jack Hyde.

—En efecto estás molesto, Christian—. Respondió Edward, justo cuando Mía salió de la tienda de calzados, mostrándole a su hermano lo que había comprado, encontrándose con los novios agarrados de manos, aquellos que se detuvieron para saludar a la estrafalaria chica y al multimillonario, quien alegó a las acusaciones de Edward ante su molestia, apartándose un poco de los recién llegados.

—No Edward… no estoy molesto… tú y yo somos almas libres e independientes… de hecho, somos hombres y no tenemos nada el uno con el otro más que un simple e hipotético juego psicológico. —Christian supo que había sido duro con el muchacho, pero lo que en realidad intentaba era mover alguna fibra dentro de él que le demostrara que lo que había hecho estaba mal y que debió notificárselo con anterioridad.

—Se que crees que soy débil por querer venir a verla, pero… —Christian volteó nuevamente el rostro, encontrándose a Ana detrás de él, sonriéndole como si no hubiese pasado nada entre ellos y fuesen los mejores amigos, mientras que su prometido conversaba con Mía, sin dejar de mirar a su novia con el magnate.

—Te escribo luego… —Christian culminó la llamada, imaginando a Edward pasmado ante su comportamiento, guardándose el teléfono celular dentro del bolsillo de su pantalón, intentando devolverle la misma sonrisa a Ana, sin conseguirlo—. ¡Vaya!... que sorpresa tan inesperada. —El aun asombrado multimillonario intentó permanecer calmo, pero entre la llamada que le había hecho a Edward y el tener frente a él a su ex, lo estaba molestando tanto que sintió como la vena de la frente le brincaba.

—Hola Christian… tanto tiempo… —Se acercó a él con intensión de abrazarle, pero el molesto e incomodo hombre dio un paso hacia atrás, extendiéndole la mano.

—Hola Ana…  ¿Cómo estás? —La aludida se percató de su seco y odioso saludo, apartándose un poco de él, tomando su mano.

—Bien… gracias… —Señaló a Jack—. ¿Conoces a mi prometido? —Christian asintió, deseando no tener que estrechar su mano, pero el sonriente hombre se acercó a ellos, después de darle una lasciva mirada a Mía, siendo el multimillonario el único en darse cuenta de ello.

—¿Qué hay, Grey? —El impropio saludo de aquel imbécil, en conjunto con la asquerosa mirada que le había dado a su hermana, fueron suficientes como para que el impertérrito hombre le reventara la cara, pero aun así logró contenerse histriónicamente, percatándose de la llegada de Taylor, quien estacionó el Mercedes CLK Cabrio, en el que Christian solía ir a buscar a Anastasia a su departamento cuando eran novios.

—Nada, no hay nada… todo bien… —Tomó del brazo a Mía, acercándola al auto—. Nos vamos… —La sonriente hermana del multimillonario se despidió de Ana con un hipócrita beso doble, volteándole la cara a su prometido, introduciéndose rápidamente en el auto, siendo Ana quien hablara.

—Fue un gusto volver a verte, Christian. —A lo que el irascible hombre de negocios respondió sin deseo alguno de esconder su creciente desprecio hacia ella.

—No puedo decir lo mismo, Ana… —Le dio una desdeñosa mirada al repúgnate hombre, introduciéndose al fin con total elegancia y prepotencia en su auto, exigiéndole a Taylor que los llevara de vuelta a la oficina.

—No puedo creer que Ana te haya dejado por semejante espécimen. —Christian no respondió, simplemente se limitó a ver por la ventana de su auto, deseando que el día terminara, y pudiese sumergirse en la soledad de su casa, rogando no tener que ver a Ana nunca más en su vida.

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Eran ya las once de la noche y la soledad de su acogedor pent-house, parecía no mitigar en Christian el estupor que sintió al volver a ver una vez más a Ana en brazos de aquel asqueroso hombre, el cual por supuesto no le llegaba ni a los tobillos, deseando que alguien pudiese explicarle porque demonios aquella mujer había preferido aquel esperpento en vez de quedarse con él, intentando ahogar sus penas con un vaso de Brandy, aquel que Christian llenó nuevamente después de beber todo su contenido.

Suspiró dejando la botella sobre la mesa que se encontraba frente a él, degustando un nuevo trago de aquel fuerte y costoso licor importando, sobresaltándose un poco al sentir como su teléfono celular vibró sobre la superficie lisa de la mesa, consiguiendo un estruendoso ruido metálico, tomando rápidamente el aparato, contestándole sin tan siquiera ver la pantalla del android.

—Buenas noches, Christian Grey por este lado de la línea… ¿Quién por allá?... —pretendió sonar odios y bastante molesto por la intromisión a su momento de flagelación personal, escuchando la respuesta del otro lado de la línea.

—Mmm… Pensé que podríamos finiquitar los puntos sobre las íes como querías, pero creo que es muy mal momento. —Christian se incorporó rápidamente del sofá, llevándose el vaso consiguió, bebiendo de él antes de contestar.

—¿Ya estas de regreso? —Edward le notificó que estaba en la planta baja, esperando a que el magnate le enviara el ascensor, consiguiendo que Christian corriera hasta las puerta del aparato, girando la llave que lo destrababa, permitiéndole bajar para recoger al joven estudiante, mientras el sonriente hombre se encaminó hacia su despacho en busca del contrato ya terminado con las clausulas que ambos habían aceptado en convenio mutuo.

El ascensor comenzó a subir, justo cuando Christian regresó, dejando el contrato sobre la mesa, bebiendo un poco más de Brandy, tomando nuevamente asiento en el sofá de dos plaza, observando cómo las puertas metálicas se abrieron, dejando ver el agraciado y serio rostro de Edward, quien entró al pent-house con una carpeta en la mano y su respetivo bolso sobre su hombro.

—Mmm… lo sabía, estás ebrio. —Christian sonrió negando con la cabeza.

—Necesito más que una botella de brandy para embriagarme, Edward. —El sonriente multimillonario palmeó el otro lado del sofá donde se encontraba, incitando al chico a sentarse junto a él—. Ven y cuéntame como te fue en Forks—. Edward tomó asiento junto a él, dejando la carpeta sobre la mesa y el bolso en el suelo.

—Pues nada… Bella tuvo a los gemelos. —Christian abrió grande los ojos.

—¿Gemelos? —Edward asintió, sonriendo ante el asombro del magnate—. ¡Vaya!... con tanta sobrepoblación en el mundo y tú ex tiene gemelos. —Negó con la cabeza.

—Si… Bueno… ella está feliz, su esposo también y todos lo somos por ambos. —Christian alzó una ceja de forma irónica, tomando la botella para llenar de nuevo el vaso, mientras el vampiro se percató de los pensamientos del magnate, quien imaginó que si Ana hubiese llegado en aquel preciso momento diciéndole que estaba embarazada de aquel hombre, lo más seguro sería que no hubiese sido tan amable, sino que le hubiese dicho hasta del mal que ambos morirían, mostrándole al joven inmortal que Christian no había usado aquella pregunta para molestarle, sino que en efecto se había topado con Ana y su nuevo novio, percatándose del porqué estaba intentando embriagarse —. ¿Y tú que me cuentas? —El acaudalado hombre de negocios, puso los ojos en blanco, recostándose del espaldar del sofá, degustando su trago.

—Mmm… nada en especial… fui a la empresa, compré algunas acciones, vendí otras… lo usual… —Edward asintió, sonriendo ante su irónica respuesta—. Luego Mía me invitó a almorzar para congraciarse conmigo, paseamos un rato mientras comíamos helado hasta que apareció Ana y destruyó nuestro maravilloso día de hermanos. —El vampiro sintió agrado al saber que no pretendía ocultárselo.

—¿Por qué lo destruyó? —preguntó intentando estudiando su respuesta, ya que Edward sentía que era el momento de comenzar a psicoanalizar aquel hombre y llevar a cabo su tesis universitaria.

—Por el simple hecho de aparecer. —Edward alzó una ceja con ironía—. ¿Qué?... lo siento Edward pero yo no soy tú… yo no podría ir a ver a mi ex y levarle globos y peluches a los gemelos y hacerme el amable cuando lo que quiero es que esos dos malditos sean tan infelices…

—…Como tú… —Christian le observó con deseos de insultarle y llamarle cabrón, por ir a ver a su ex y llegar tan fresco como si nada le importara, mientras que él deseaba gritarle al mundo el desprecio que sentía por Ana y por Jack, lo que por supuesto hizo sonreír a Edward—. Mírate, Christian… estas aquí ahogando tus penas en alcohol cuando deberías haberte ido a un bar nocturno a buscarte una chica para saciar tu lujurioso demonio interior. —El magnate le miró sin poder creer que su tímido terapeuta lo estaba incitando a buscarse una ramera—. ¿Este es el supuesto “amo” que pretendes venderme para que yo firme un estúpido contrato de sumisión? —Al decir aquello, Edward se inclinó para tomar dicho contrato en sus manos—. Un verdadero amo no necesita de un contrato.

—El contrato es para cubrirme las espaldas. —respondió Christian, intentando controlar las ganas de decirle que se fuera al demonio, conteniéndose histriónicamente.

—Eso me parece perfecto, pero en este contrato también están tus peticiones como amo, y los deberes del sumiso, quien se debe apegar a ellas tan solo porque están escritas y no porque tú en verdad posees poder sobre él, o la sumisa.

—Te equivocas. —respondió Christian bebiendo de un solo trago todo el brandy que se encontraba en el interior del vaso—. Sé que tengo el poder.

—Demuéstralo. —Le retó Edward—. Demuestra que eres todo un amo y deja de seguir atormentándote con lo que pudo haber sido y no fue. —Buscó la última hoja del contrato después de leerlo rápidamente, extrayendo de su bolso una pluma fuente, firmándole al fin—. Firma… —Dejó el documento y la pluma sobre la mesa—. Yo regresé a pesar de que Bella está en coma y no sabemos aun si sobrevivirá a la trombosis que le dio, pero igual regresé y sabes ¿por qué, Christian? —El multimillonario negó con la cabeza—. Porque fui a ver a mi ex no porque yo necesitara verla, sino porque ella me necesitaba a mí, pero regresé porque tengo un convenio contigo y mi futuro académico está atado a ese convenio, ese futuro está atado a ti y lo que me puedas ofrecer para mi tesis. —Christian miró el fondo de su vaso, sin poder creer que aquel jovencito era más maduro que él, pero la realidad era que Edward podría ser el abuelo de aquel hombre, siendo más astuto e inteligente que el magnate por los años vividos.

—Creo que mi orgullo es demasiado grande. —Alegó Christian suspirando pesadamente—. Lo siento… no sabía que la chica estaba tan grave, dijistes que estaba feliz y…

—Ella estaba feliz al saber que tendría gemelos, igual que su esposo pero las cosas se complicaron. —El joven vampiro bajó la mirada, recordando el momento en el que varios médicos llegaron a apoyar a su padre, acercándose a la puerta junto a su madre, mientras Jacob gritaba completamente histérico que salvaran la vida de sus hijos, siendo Edward quien tomara la decisión más precipitada de su vida, mordiendo a Bella después de que Carlisle extrajera a ambos niños de su vientre, intentando darle una segunda oportunidad a la chica de supervivencia, a pesar de que aquello enfureciera al joven Quileute.

—Lo siento… —Christian logró traer de regreso los perturbadores pensamientos de Edward, sin saber aun si había hecho lo correcto o le había traído más problemas a toda su familia, ya que el único aquelarre cerca era el de los Cullen y si ellos no se hacían cargo de la futura neófita, lo más seguro era que los Vulturis lo hicieran.

—No lo sientas… solo espero que todo salga bien. —Christian asintió—. Yo solo quiero que esos bebés cuenten con su madre. —Miró el contrato, señalándolo con una amplia sonrisa, tratando de no darle importancia al asunto de Bella, olvidando cada uno de los reproches de sus hermanos Rosalie y Jasper al respecto—. Ahora señor Grey… le toca firmar. —El aludido sonrió, dejando el vaso ya vacio sobre la mesa, firmando al fin el contrato, devolviéndole la pluma fuente a Edward, quien no perdió tiempo en entregarle la carpeta con su falso informe médico—. Allí esta lo que me pedistes, aproveché para pedirle a mi padre que lo hiciera.

—Bien… —Christian comenzó a leer, asombrado de algunas patologías, mientras que a otras las evadía leyendo lo más importante—. Bueno… parece que todo está correcto, así que señor Cullen… —Tomó nuevamente la botella, sirviéndose otro poco de brandy, alzando el vaso para brindar, notificándole al vampiro— …A partir de ahora eres mi sumiso personal. —Edward sonrió.

—Espero que no abuses de mi “supuesta” sumisión… —Hizo las comillas en el aire, consiguiendo que Christian riera, bebiendo del costoso licor—. ¡Por cierto!... debemos pautar un día para la terapia.

—Pensé que eso estaba incluido en tu estudio sobre mi peculiar forma de amar. —Edward sonrió, percibiendo como el rostro le cosquilleaba, sabiendo de antemano que aquel sentimiento era su vergüenza tratando de aflorar, aunque por supuesto no podía ruborizarse, a pesar de que él había ingerido cierta cantidad de sangre del cuerpo de Bella, al no poder aguantar el deseo de saciar su sed con ella, como había ocurrido cuando Janes pretendió transformarle, succionándole la ponzoña de aquel malviviente.

—Claro… pero también necesito un par de horas de terapia convencional… y pensé que podrías regalarme las últimas horas del domingo para eso. —Christian asintió—. Perfecto… entonces todo está listo y aclarado. —Ambos se contemplaron por unos segundos, siendo Edward el que rompiera, como de costumbre, la conexión visual entre ellos, al ser Christian quien poseyera la mirada más penetrante —. Quería saber si podía quedarme desde hoy. —El asombrado hombre de negocios alzó una ceja, asintiendo bastante sorprendido—. Mi hermano fue quien me llevó y me trajo y le pedí que me dejara aquí, y la verdad es que no tengo ganas de volver a mi departamento.

—Por mi encantado… ya tienes una alcoba que te pertenece. —Edward sintió un poco de turbación ante aquello, sonriendo con desgano—. ¿Ya comiste? —El vampiro asintió, tratando de no reír ante el recuerdo de haber bebiendo de Bella y luego de un par de pumas en el camino, tratando de controlar su sed de sangre—. Bien… entonces puedes irte a dormir si quieres. —El chico asintió, levantándose de su asiento, percibiendo nuevamente los perturbadores pensamientos de Christian, en donde se siguió preguntando porque Ana prefería aquel remedo de hombre a estar con un apuesto multimillonario como él, a lo que Edward alegó, sin la más mínima intención de ocultarle a aquel hombre lo que leía en sus pensando.

—A veces decidimos quedarnos con la persona que creemos merecer. —Citó las palabras de Bella, las cuales aunque fueron dichas de otro modo, conllevaron a la misma enseñanza. Tomó su bolso y comenzó a caminar hacia las escaleras, subiéndolas con parsimonia, percatándose de cómo Christian le miraba, bastante extrañado—. A lo mejor Anastasia cree que ese hombre es el que ella se merece, así como Bella cree merecer a Jacob, al sentirse menos que yo por su condición económica. —El asombrado hombre no podía creer que Edward supiera lo que estaba pensando y sobre todo que le diera aquella respuesta.

—Pero como…. —Edward señaló sus sienes, sin dejar de subir las escaleras, consiguiendo que el magnate le siguiera con la mirada.

—Puedo leer tu mente, Christian. —El vampiro solía hacer aquello, hacer bromas con su don y que la gente lo tomara como un simple juego infantil, consiguiendo que el aun incrédulo hombre sonriera—. Legeremancia. —Christian rodó los ojos de mala gana.

—¡Oh no!... otro amante de Harry Potter. —Edward soltó una risotada, al darse cuenta desde la mente de aquel hombre como su hermana Mía le había hecho ver todas las películas, notificándole antes de que el magnate hiciera verbal sus pensamientos.

—Mi hermana Alice me hizo ver todas las películas. —Alegó Edward tratando de que Christian no se sintiera solo en el mundo con una hermana torturadora e infantil.

—Igual a mí… —Edward ya lo sabía pero no quiso abusar de la broma de la legeremancia, haciéndose el desentendido—. Debimos haber hecho algo malo en esta vida para que Dios nos castigue con hermanas tan locas e inmaduras—. El apuesto estudiante de psicología asintió con una amplia sonrisa, perdiéndose de vista al llegar a la segunda planta—. Buenas noches, Edward.

—Buenas noches, Christian. —Ninguno de los dos dijo nada, pero aquel momento había sido un bálsamo ante el mal día que ambos habían pasado, sintiendo como a pesar de todo, ellos parecían sentir paz y refugio en el otro, consiguiendo que todo aquel trago amargo que habían pasado con sus ex, había sido sanado tan solo con acompañarse unos minutos y sobre todo, a sabiendas de que estarían juntos hasta el lunes, sintiéndose gratamente acompañados.


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