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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 14
Bondage
Durante el regreso al pent-house, tanto Christian como Edward se mantuvieron en un silencio absoluto, en donde el magnate pensó cuál de los tipos de bondage sería el más apropiado para una primera sesión de imposición e inmovilización, mientras que Edward permaneció todo el trayecto alerta ante cada una de las pelirrojas que paseaban por las calles de Seattle, temiendo que Victoria realmente tomara cartas en el asunto ante su amenaza, pretendiendo hacerle daño a su amo y amigo, aquel que no dejó de elucubrar sobre lo que podría suceder en este nuevo encuentro de sumisión entre él y su esclavo, sintiéndose realmente ansioso.
Llegaron al fin al prestigioso edificio en donde solo la alta alcurnia de Seattle podía vivir al ser una de las residencias más costosas del lugar, en la que tan solo unos pocos podían pagar tanto lujo, seguridad y confort, haciendo pensar a Edward en una sola cosa… Que ni toda la armada de los Estados Unidos podría hacer nada en contra de una vampira sedienta de sangre y de venganza, temiendo lo peor.
“Necesito llamar a Alice” pensó al salir del lujoso auto en el que Christian había arribado al museo, ya que Edward había dejado su volvo en su departamento, llegando al evento en el Mercedes de Carlisle, el cual Emmett había pedido prestado con anterioridad para visitar a su hermano.
—¿Edward? —Llamó Christian la atención de su sumiso, al ver como el chico se apartó del auto, comenzando a realizar una llamada telefónica.
—Dame un segundo Christian. —Se alejó un poco más, esperando a que su hermana le contestara la llamada, introduciendo su mano libre en uno de sus bolsillos, escuchando la voz de Alice del otro lado de la línea, notificarle a continuación.
—Lo siento Edward, volvimos a perderla. —El aludido cerró los ojos con pesar, suspirando lentamente como si necesitara que una bocanada de aire fresco, calmara sus recién despertados temores, percibiendo como Christian le arrebató el celular, culminando sin tan siquiera ver con quien hablaba, la llamada en curso.
—Pero… —Edward volteó a ver con el ceño fruncido a Christian, quien se guardó su teléfono celular dentro del saco, señalando la puerta del ascensor principal— …No tenías derecho a…
—…Lo tengo. —Le interrumpió, tomándolo del brazo—. Me perteneces y… —Edward sacudió su brazo para que el imponente magnate le soltara.
—Cuando yo esté hablando con mi familia, te exijo que respetes mis conversaciones con cada uno de ellos. —Exigió clavando sus iracundos ojos sobre Christian.
—Pero acabas de dejarlos ir, Edward… ¿Puedo saber cuál es la urgencia de llamarles tan pronto? —A lo que el joven vampiro respondió, intentando controlar su repentino mal humor, tratando de sonar calmo.
—Ellos viajarán de regreso a Forks esta misma noche, solo quería saber si habían llegado bien y a salvo a casa. —Se apartó un poco de él, mientras Taylor les contemplaba desde el interior del auto, sin hace o decir nada, esperando a que Christian le exigiera retirarse.
—Pues para una próxima vez, espero que me lo notifiques, así puedo poner a disposición a mis hombres y a Charlie Tango para que tu familia llegue rápido y a salvo hasta su casa.
—No es necesario, Christian. —Edward comenzó a caminar hacia el ascensor, mientras que el impaciente multimillonario se apretó el tabique nasal, intentando contener alguna puteada de su parte, volteando a ver a Taylor, quien bajó la mirada haciéndose el desentendido.
—¿Taylor?... ya no te necesitaré esta noche… te llamaré mañana. —El caballero asintió, saliendo del auto, notificándole a su jefe que esperaría sus órdenes a tempranas horas de la mañana, a lo que Christian le informó, encaminándose detrás de Edward, quien lo esperó en el marco del ascensor, manteniendo las puertas para que no se cerraran—. No es necesario que madrugues, no sé aun si saldremos o no… yo te aviso, buenas noches. —Se introdujo en el ascensor, justo cuando Edward lo hizo, siendo el serio estudiante de psicología quien pulsara el botón que los trasladaría hasta el piso del pent-house.
—Sé lo que vas a decir, Christian. —El molesto magnate le observó por medio del reflejo que les regresaban las metálicas puertas de acero, alzando una de sus cejas en un gesto incrédulo, esperando su acotación—. Que soy un insubordinado y que me vas a castigar por llevarte siempre la contraria, pero quiero que entiendas que mi familia es muy importante para mí.
—Y lo entiendo perfectamente, Edward. —Intentó controlar su creciente mal humor, ante la acotación del muchacho—. Nadie más que yo entiende tu punto y tu amor por ellos, pero cuando sea la hora en la que eres mío, espero de ti un poco de consideración de tu parte… quiero que me demuestres que estás dispuesto a entregarte en mis manos. —Ambos se contemplaron—. Tú crees que yo soy solo un maldito manipulador que lo quiere controlar todo pero no es así. —El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, dejando que tanto el sumiso como el amo entraran a los dominios del intransigente hombre.
—¿Ah no?... —preguntó Edward, quitándose el costoso saco que traía puesto, mientras Christian se desanudaba la corbata—. Entonces explícamelo, porque no entiendo la actitud de hace unos minutos. —Arrojó el saco Armani sobre el sofá, comenzando a desatarse la corbata, justo cuando Christian se quitó la suya, arrojándola sobre el saco del vampiro.
—La necesidad de un amo de monopolizar la vida de su sumiso es demostrarle al esclavo que puede confiar tanto en su amo que este consensua entregarle su vida con los ojos cerrados a su señor, pues él sabrá lo que es mejor o no para el subyugado. —Edward lo miró a los ojos sin poder creer lo que estaba escuchando de los labios de aquel hombre, soltando una risa irónica, negando con la cabeza.
—¿En serio te crees toda esta puesta en escena, Christian? —El ceñudo hombre le miró seriamente, sin la más mínima intención de demostrarle que aquella sonrisita suya lo había sacado de contexto, deseando bórrasela de un puñetazo—. ¿Pretendes que yo crea que en verdad hay amor en esto? —A lo que Christian respondió apartándose de Edward, comenzando a quitarse el saco gris que vestía.
—Nadie ha hablado de amor, Edward. —Aquello sorprendió al vampiro—. Yo hablo de entrega, de pasión, de compenetración entre dos personas que han estado de acuerdo en llevar a cabo un contrato que ambos intentamos respetar…
—Pues te estás contradiciendo, Christian. —El aludido volteó a verle—. Ya que cuando fuimos a ver a Elena hablaste de amor, de demostrarle al esclavo que había amor en todo esto… y no es que me sienta mal por decirme que te vale mierda el amor, simplemente me molesta que quieras venderme una cosa y que ahora salgas con que no es exactamente lo que me quieres enseñar. —Christian no pudo evitar sonreír al escucharle decir aquello, acercándose progresivamente a Edward, comentándole a escasos centímetros de su rostro.
—Pues no soy el único que se contradice aquí, Edward. —El vampiro se apartó un poco de él ante la incómoda cercanía del magnate—. Tu boca dice que no le importa pero tus gestos me dicen lo contrario. —El joven psicólogo negó con la cabeza—. Eres un chico romántico… ¿no?... de esos que regalan flores y chocolates… ¿cierto? —Edward lo miró de mala gana.
—¿Y eso qué?... no me interesa que a ti eso te parezca cursi. —El magnate se encogió de hombros—. Pero no pretendo esperar flores de tu parte, Christian… eso es más que obvio. —El serio pero al mismo tiempo divertido hombre de negocios le miró, intentando leer en su rostro o sus gestos lo que en verdad el chico sentía o deseaba—. Sé de sobra que solo recibiré latigazos, azotes y maltratos de tu parte y ni tú ni nadie me va a ser desistir de mis suposiciones sobre tu extraña forma de… —Chasqueó los dedos, en busca de las palabras adecuadas que definieran la peculiar forma de sentir del señor Grey— …Querer.
—Pues veamos si esta noche logro cambiar esa forma de pensar tuya. —Edward se sobresaltó al sentir como Christian le aferró de la mano, encaminándolo hacia las escaleras, sin la más mínima intensión de soltarle, subiendo con parsimonia cada escalón, mientras que el aun asombrado vampiro no pudo dejar de ver sus manos entrelazadas, pensando por qué diantres no se apartaba de él, dejando que lo llevara de aquel modo tan impropio hasta el cuarto rojo, sintiéndose avergonzado al respeto.
Terminaron de subir las escaleras, caminando hasta el cuarto de sumisión, siendo Christian quien soltara la mano del aun avergonzado vampiro, cerrando la puerta después de que Edward entrara y contemplara no solo la nueva cama vestida con lujosas sabanas de seda roja, sino también uno de los nuevos juguetes del magnate, aquel que parecía ser una especie de paraban de metal, el cual mostraba diversos ganchos y correas, dándole una leve muestra al vampiro para que servía toda aquella nueva parafernalia.
—Espero que esta cama aguante tu fuerza, Edward. —Señaló el lujoso mueble, acercándose al muchacho para tomar la corbata que guindaba de su cuello, completamente desatada—. Hoy voy a demostrarte que el bondage puede llegar a ser mejor que las flores, y que el privarte de tu libertad es el mejor afrodisiaco que puedes llegar a probar, mucho más adictivo que un simple trozo de chocolate.
Edward tragó grueso ante sus seductoras palabras, sintiendo que en cierto modo Christian parecía transformarse en otra persona dentro de aquella habitación, percibiendo un cierto temor ante lo desconocido, ya que aunque podía ver los pensamientos del magnate, eran tan confusos que se le dificultaba el darse cuenta de lo que el magnate pretendía hacer con él, tensando todo su cuerpo al sentir como el desinhibido hombre se posó a sus espaldas, usando su propia corbata para vendarle los ojos, susurrándole al oído mientras ataba fuertemente la elegante prenda masculina.
—La palabra bondage proviene del francés y significa esclavitud o cautiverio... —Terminó de vendarle los ojos, y aunque Edward podía seguir viendo desde la mente de Christian todo lo que estaba pasando a su alrededor, sintió en cierto modo un poco de agrado ante la privación de su propia visión, sintiéndose escudado detrás de la pequeña mordaza— …Muchos aseguran que el bondage y el sadomasoquismo no van de la mano, que el bondage es solo un arte y que no existe dolor en él. —Tomó a Edward del brazo, encaminándolo hacia la hermosa cama doselada, incitándole a sentarse—. Yo creo que todos los sentidos se agudizan con esta práctica, ya que el bondage no es solo atar con cuerdas, implica todo… privar al sumiso de la visión, del habla y de la posibilidad de tomar el mando, traspasándoselo a su amo para que sea él quien despierte cada uno de sus cinco sentidos, aun cuando esté privado de ellos.
Edward se sintió extrañamente mareado, era como si la voz de Christian y la forma en la que intentaba explicarle todo aquel extraño y al mismo tiempo seductor mundo de sodomización intentara embriagarlo de deseo o simplemente manipularle de algún modo.
—Quítate la camisa, los zapatos y los calcetines… —Edward no pudo evitar estremecerse al sentir el cálido aliento de Christian sobre su oído derecho—. Colócate sobre la cama en posición sumisa, como te enseñe… ¿recuerdas? —El exaltado vampiro asintió, al ver en la mente de Christian lo que le exigía, comenzando a despojarse de la camisa y los zapatos, mientras el sonriente magnate se apartó de él, comenzando a desvestirse detrás de un paraban, poniéndose unos jeans desgastados, regresando nuevamente a su posición inicial, contemplando por demás complacido, la posición de sumisión de Edward en medio de la lujosa cama doselada, de rodillas y con ambas manos sobre sus piernas con la cabeza agacha—. ¡Excelente! —exclamó.
“Odio esto” Pensó Edward. “Hacerme el sumiso con este mortal cuando puedo destriparlo con un simple movimiento” Se imaginó a sí mismo tomando a Christian por el cuello y apretando tan fuerte su cabeza, que esta terminaría explotando como una simple sandía, irrigando todo el suelo con sus sesos, odiándose así mismo por dejar que el magnate lo ridiculizara de ese modo, pero de lo que Edward no se percataba era que en un pequeño recoveco en su cerebro llamado núcleo estriado, en donde su estructura cortical y límbica jamás habían tenido actividad neuronal alguna, salvo cuando ingería sangre, se encontraba esa noche tan acelerada que no fue sino hasta que el magnate se subió a la cama, que el vampiro pudo percatarse de lo agitado que se encontraba su cuerpo, estremeciéndose con tan solo el roce de las gruesas cuerdas sobre su cuello, erizándose por completo sin saber a ciencia cierta cuándo demonios las había tomado, sintiéndose verdaderamente desorientado.
—En Japón, el bondage se le conoce como Shibari, y es una práctica que implica atar a una persona siguiendo principios técnicos y estéticos. —Christian realizó un nudo bastante profesional en la cuerda, afianzándolas alrededor del cuello de Edward, lo suficiente como para que la sintiera, sin intención alguna de ahorcarle, aunque por más fuerte que la apretara, eso sería imposible—. Y es precisamente lo que te pienso mostrar. —Posicionó el brazo derecho de Edward en su espalda, colocándolo en forma de L a la altura de su columna, tomando de igual modo el izquierdo, juntando sus muñecas, comenzando a realizar varios nudos ballestrinque, con la cuerda doble para sujetarlo mejor.
—¿Qué te hace sentir todo esto, Christian? —Quiso saber el joven estudiante de psicología al darse cuenta del empeño que le ponía el magnate a toda aquella atadura bastante elaborada y estéticamente artística.
—¿Quién quiere saber?... ¿el loquero o el esclavo?... —Aquello le dio en la madre al muchacho, ya que sabía de sobra que si respondía que era el psicólogo, lo cabrearía bastante, respondiendo de la forma más sabia que pudo y sin deseos de mentirle al magnate.
—Ambos… —Christian sonrió pensando que el muchacho era astuto, respondiéndole después de entrelazar las cuerdas por sus tensos brazos, realizando en cada trenzado un perfecto nudo riso.
—Pues al esclavo le confesaré que el bondage es algo que me excita demasiado. —Aquello consiguió que Edward se incomodara—. Tener el control absoluto del esclavo es para el amo uno de los afrodisiacos más excitantes del mundo. —A lo que el apenado vampiro alegó, intentando mantener una conversación calma, demostrándole al magnate que todo aquello ni le inmutaba, aunque no era cierto.
—¿Y qué le responderías al psicólogo? —Christian terminó de hacer el último nudo, el cual fue la culminación del bondage, bajando de la lujosa cama en busca de una mordaza de cuero, la cual colocó rápidamente en su boca, apretando con fuerza la correa en su nuca, susurrándole al oído.
—Al loquero ya le advertí que se quedaba fuera de este cuarto, Edward. —El chico frunció el ceño, pero no pudo evitar sonreír levemente, aunque la mordaza se lo dificultaba—. ¿Quedó claro? —El joven vampiro asintió—. Bien… —Christian volvió a apartarse del tímido inmortal, el cual no pudo dejar de sentirse bastante ridículo en aquella posición, completamente amordazado—. ¿Recuerdas que en el contrato decía algo sobre acordar tu palabra clave? —preguntó el magnate, rebuscando en una de las pequeñas gavetas de los diversos muebles que adornaban la habitación, volteando el rostro para ver como Edward asentía a su pregunta.
“¿Cómo demonios se supone que voy a decir la palabra clave si estoy amordazado?” Pensó el vampiro, contemplando por medio de la mente de Christian cómo el encantado hombre sacó lo que parecía ser un control de auto y una pequeña esfera, acercándose nuevamente a la cama, después de tomar dos tipos diferentes de látigos.
—Ten. —Christian puso lo que Edward divisó como un control remoto para la alarma de un auto en su mano derecha, notificándole a continuación—. Ya que estas amordazado usaremos eso… ¡púlsalo! —Le incitó, colocando la pequeña esfera sobre el pecho del vampiro, quien sintió como aquella cosa comenzó a vibrar, al pulsar el único botón del control que sostenía en su mano—. Eso servirá como alerta para mí sí me sobrepaso… ¿está claro? —Edward asintió, escuchando claramente desde la mente de Christian cómo el muy desgraciado maquinó una posible burla en contra del chico, si usaba aquel comodín a su favor para zafarse de lo que el magnate pretendía hacerle—. “Ni siquiera Anastasia usó alguna vez su palabra clave, solo una de mis sumisas lo usó y fue después de la décima sodomización cuando las cosas se pusieron realmente fuertes”
Edward pudo ver completamente asombrado de cómo Christian había azotado tanto a aquella sumisa, que la chica terminó orinándose encima ante tanto dolor, gritando desesperada su palabra clave, la cual parecía ser siempre la misma para todas sus amantes “Rojo”
“Veamos de que estas hecho, niño” Tomó uno de los dos látigos que había colocado sobre la cama, paseándose de un lado a otro desde uno de los costados, observando a su sumiso con la cabeza agacha, amordazado y completamente a su merced, suspirando para controlar sus ansias de comenzar. “Quiero ver si solo eres arrogante o si estas hecho de acero fundido” Alzó el brazo lo más que puso, arrojando el primer golpe sobre la desnuda espalda del muchacho, quien una vez más tuvo que fingir un poco de dolor delante de Christian, curvando su cuerpo ante el impacto, aunque no emitió gemido alguno.
Mientras el ansioso y extasiado magnate se saciaba azotando una y otra vez la espalda de su subyugado, Edward intentó analizar la mente de Christian, percibir todo lo que aquello le causaba, aunque nadie mejor que Jasper para saber que podía estar sintiendo aquel perturbado hombre, quien no conseguía satisfacer sus deseos carnales de otro modo que no fuese a golpes y maltratos.
“Quiero entenderte, Christian… en verdad quiero hacerlo pero no sé qué pensar de todo esto” Intentó recordar la conversación que ambos caballeros habían tenido con Elena, quien pretendió demostrarle al chico que si podía haber amor en todo aquel juego de sumisión, aunque el magnate le hubiese dicho justo aquella noche, que no era precisamente eso lo que él buscaba con eso, viendo desde la mente del agitado hombre como recordaba las tantas veces que su madre lo había dejado solo y muerto de hambre, siendo aquel padrastro cruel y despiadado quien le arrojara los desperdicios de lo que él había comido, como si aquel indefenso niño fuese tan solo un perro callejero. “Allí está el Christian que yo quiero conocer, el indefenso, el humano, el que siente y padece” Edward tuvo que fingir un gemido ahogado, dejando caer su cuerpo hacia un costado de la cama, para que Christian se percatara de que se estaba pasando de la raya.
“Cálmate, Christian” Se dijo así mismo el alterado hombre, al ver cómo había perdido nuevamente el control, dejando que sus rencores, su odio y toda la rabia que llevaba a cuestas en contra de aquellos inhumanos padres, lo hundieran aún más en las sombras que envolvían su mente. “Edward no es aquel maldito proxeneta que usaba a tu drogadicta madre… debes detenerte” Arrojó el látigo sobre la cama, desplomándose en el suelo. “Es Edward… tu amigo, tu psicólogo, la persona que ahora se preocupa por ti” Levantó la mirada para contemplar como el chico permaneció en posición fetal sobre la cama, recordando el cuadro que había visto de él en la galería, en donde el muchacho sonreía felizmente. “No puedes robarle esa sonrisa, él no tiene la culpa de toda tu mierda y de toda esa basura que hubo en tu vida”
Golpeó una y otra vez el suelo con el puño cerrado, maldiciéndose y odiándose por ser la fruta podrida de la familia Grey, sin poder conseguir en su vida un equilibrio entre lo que era correcto y lo que él deseaba, ya que aunque Christian se había jurado así mismo que jamás forjaría una familia, siempre deseó saber lo que se sentiría amar realmente a alguien.
Edward comenzó a gemir y a quejarse, agitándose en la cama, intentando llamar la atención de su amo, pues aunque el vampiro pudiese desatarse él mismo con tan solo estirar los brazos, sería muy difícil de explicarle al magnate como había conseguido romper una cuerda tan gruesa y con tantos nudos profesionales. Christian se incorporó del suelo, percatándose de cómo el chico había dejado caer el control de sus manos, imaginando que se encontraba en problemas.
—¡Edward! —Colocó al muchacho de frente, bajando la mordaza para que hablara, preguntándose al mismo tiempo lo mismo.
—¿Te encuentras bien? —Ambos sonrieron aunque con cierto desgano, siendo Christian quien pudiese ver aquella resplandeciente sonrisa, mientras Edward la reprodujo desde los pensamientos del magnate, sintiéndose un poco avergonzado y al mismo tiempo dichoso de aquel momento.
—Estoy bien… —Respondió Edward—. Es solo que no sé qué pasó y después de un silencio incomodo escuche golpes… ¿pasó algo? —Christian no quería que el chico viera lo mal que se encontraba, dejando que su corbata siguiera cubriendo sus broncíneos ojos.
—Nada… todo está bien… —Acomodó a Edward sobre el colchón, posicionándole en medio de la cama—. ¿Quieres seguir? —El vampiro se lo pensó por unos segundos, pretendiendo negarse, pero su necesidad de seguir descubriendo todo lo que aquel enigmático hombre ocultaba en su interior era tan fuerte como las ansias de seguir explorando aquel seductor y al mismo tiempo perturbador mundo de sumisión que Christian Grey le mostraba, asintiendo a su pregunta.
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Victoria ya había conseguido el arma perfecta para lastimar a Edward Cullen y por consiguiente a todo el clan Olympic. También se había percatado a cerca del enorme desprecio que tanto el multimillonario como aquel peculiar hombre, el jefe de la editorial S.I.P., Jack Hyde le tenía a Christian, todo por culpa de la desabrida mujer con la que ambos parecían haber fornicado o eso se imaginó la peligrosa pelirroja, después de haber pasado toda la noche analizando cada movimiento de los implicados en su nuevo juego de venganza.
—Así que eres el jefe de tu futura esposa. —Comentó para sí misma, mientras buscaba información que le sirviera para elaborar su venganza, hurgando entre las pertenecías de Jack, en el interior de su oficina a eso de las tres y media de la madrugada—. Mmm… Tal parece que al señor Hyde le gusta la adrenalina. —Observó con detenimiento unos cuantos archivos en su computador personal, en donde se podían apreciar las diversas fotos de una hermosa pelirroja, quien al parecer, el malviviente de Jack acosaba sexualmente desde hacía ya bastante tiempo.
Para Victoria no había sido nada difícil entrar en los archivos privados de aquel hombre, ya que para ella los humanos y más los del género masculino eran tan predecibles que solo bastaba admirar todo el mobiliario para imaginarse que la clave de acceso tendría que ver con algo de su entorno.
—Jamás se deben usar fechas de aniversario y mucho menos los nombres de tus seres amados, Jack… ¿No te enseñaron eso tus padres? —Sonrió al recordar que había leído en su hoja de vida que aquel malviviente era huérfano—. ¡Omg… claro que no!... No tuviste padres… ¡pobrecito¡ —Sonrió con total malicia y arrogancia, negando con la cabeza. —Mmm… ¡Qué pena!... —Siguió investigando a fondo, comenzando a buscar la hoja de vida de la mujer que él había estado acosando en el trabajo frente a su prometida, sin que la muy idiota se percatara de ello.
—Aquí esta… —Sonrió por demás satisfecha, al dar con la carpeta que buscaba, leyendo el nombre de la hermosa pelirroja—. Rhian Flynn. —Comenzó a leer todo a cerca de la mano derecha del presidente de Seattle Independent Press, el señor Jerry Roach, quien por supuesto no sabía absolutamente nada sobre lo que estaba pasando entre Jack y su ayudante—. Así que te gustan las pelirrojas, Jack… —Guardó nuevamente la carpeta en el archivero, cerrando la gaveta—. Pues veamos que tanto te puedo atraer yo. —Sonrió con total perversión, escabulléndose por la ventana de servicio que daba a la azotea, después de apagar el computador, siendo lo más sigilosa posible— Y yo veré que tanto puedes hacer tu por mí.
Saltó ágilmente hacia el edificio continuo, el cual se encontraba completamente abandonado, bajando tranquilamente por las escaleras de servicio hasta llegar a la calle principal, comenzando a correr a velocidad sobrehumana, rumbo hacia la dirección de la pelirroja en cuestión, deteniéndose justo en el umbral del enorme edificio departamental, recordando el piso y el número de apartamento que decía su hoja de vida, escalando la pared lateral de ladrillos, introduciéndose por una de las ventanas del cuarto piso como lo hubiese hecho una menuda gata callejera, sin hacer el menor ruido.
Desprendió la manilla de la puerta, introduciéndose en el oscuro lugar, aspirando el efluvio de la mujer que estaría descansando en aquel pequeño pero cómodo departamento, escabulléndose silenciosamente hasta el dormitorio de la hermosa empleada editorial contemplándola fijamente, mientras que la inconsciente y despreocupada mujer, no se percató en lo más mínimo del peligro que estaba corriendo, durmiendo plácidamente.
—Linda, sin duda... —Susurró para sí misma, acercándose lentamente a ella—. Pero tonta… muy tonta… —Pensó que aquella mujer era débil e insegura y que a lo mejor más que sentirse víctima amaba ser usada por aquel desgraciado, imaginando que era algún tipo de fetiche, y si algo detestaba Victoria era a las mujeres que se valoraban tan poco, como lo hacía aquella pobre estúpida—. Mujeres como tú no debería existir. —Acarició su cabello, consiguiendo que la somnolienta mujer se despertara, pretendiendo gritar al ver a aquella intrusa en su casa, siendo Victoria quien se adelantara a sus precipitados alaridos, cubriéndole la boca.
—Tuviste tu oportunidad de hablar, de decir lo que el asqueroso de Jack te hacía… —La aferró del cuello, susurrándole al oído, disfrutando de todo el terror que sintió aquella mujer, intentando zafarse de su fuerte y asfixiante agarre— …Ahora solo quiero una sola cosa de ti. —Se apartó de ella sin dejar de mantenerla aferrada por el cuello, cubriéndole la boca—. Que me digas antes de morir… ¿Quién es realmente Jack Hyde y porque odia tanto a Christian Grey?
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Edward aun no podía entender lo que había ocurrido en el cuarto rojo y como precisamente él, la criatura más reprimida del mundo había sucumbido a tan bajos deseos como para permitirle a Christian, lo que el magnate había ejecutado con su cuerpo.
“Ahora si te vas a ir al infierno, Edward” Pensó, recostado aun de la lujosa bañera de mármol blanco, la cual comenzó a derramar agua por los bordes, mojando las baldosas y las elegantes alfombras, mientras el vampiro siguió absorto, recordando lo que había pasado, sin poder creer aun, a lo que ambos hombres habían llegado por su arrogancia.
Después del conflicto interno que mantuvo a Christian melancólico por unos cuantos minutos y con pocas ganas de proseguir, la respuesta positiva que Edward le había dado había conseguido levantarle el ánimo, al punto de despertar en él, un deseo morboso de avergonzar tanto al muchacho, como para que cediera y se rindiera, esperando que en cualquier momento dijese su palabra clave, la cual el vampiro había exigido que fuese “sangre”.
Por supuesto que Christian no le dio ninguna importancia a aquella peculiar petición suya, de hecho imaginó que solo quería molestarlo, cambiando la palabra clave por una que expresara algo más terrorífico que el simple color rojo, usando la palabra “sangre” para notificarle a su amo que se estaba pasando de la raya a punto de hacerle sangrar, cuando en realidad tenía otro contexto completamente diferente para Edward.
—¡Bien!... —Exclamó Christian, observando a su sumiso sobre la cama, con los ojos vendados y el cuerpo completamente atado por las cuerdas que aun mantenían el delgado pero definido torso de Edward, completamente a su merced o eso pensó el magnate—. Ya que posees tu palabra clave y no necesitamos del control vibratorio… puedo seguir demostrándote lo que el sado puede causar en cualquier persona que se deje adiestrar en este particular, extenso y misterioso arte de la dominación.
Edward apretó los labios al imaginarse a Christian como un publicista, intentando vender la sodomización como lo mejor del mundo, aguantándose las ganas de reír, recibiendo de parte del magnate el primer fustazo en pleno abdomen, sobresaltando al vampiro.
—¿Puedo saber que hice para merecer eso? —Un segundo golpe fue a dar directamente en su entrepierna, consiguiendo que Edward se sentara precipitadamente sobre la cama, intentando contenerse y no destrozar las cuerdas, deseando romperle toda la cara—. ¿Qué demonios te pasa, Christian?... ¡para! —Exigió el asombrado vampiro, el cual no pudo dejar de percibir la sensación que había plasmado aquel golpe sobre su ya no tan relajado miembro viril.
—Sé que tu sonrisita es de burla. —Se acercó a Edward, aferrándole de los cabellos para que levantara la cara, echando su cabeza lo más que pudo hacia atrás, pretendiendo lastimarle—. No estoy aquí para divertirte, niñito… —El vampiro permaneció inmutable, aunque su entrecejo arrugado le demostró a Christian lo molesto que se encontraba—. Soy tu amo… si firmaste y estás haciendo esto es porque posees los suficientes cojones como para soportar cada uno de mis castigos, de mis maltratos y mi enseñanza como mi sumiso particular… y si no crees estar a la altura solo dilo, Edward y te dejaré ir. —Soltó bruscamente sus cobrizos cabellos, consiguiendo que el irritado inmortal bajara la cara.
—Se de sobra en lo que estoy metido, Christian. —Espetó Edward intentando contener alguna posible puteada—. Pero no tienes que tratarme de ese modo tan solo porque me causa gracia la forma en la que tú crees fervientemente que me harás amar todo esto, cuando no será así. —Aquello consiguió que el magnate le mirara desde una de las esquinas de la cama, aferrando con fuerza uno de los pilares—. Nunca…
—Nunca digas, nunca… Edward, o te podrías llegar a arrepentir. —El joven vampiro no necesitó verle, él supo de sobra que su arrogante cara le contemplaba con total prepotencia, apartándose lentamente de la cama, contemplando al muchacho concienzudamente—. Recuéstate… ¡Por favor! —Edward pensó en hacerle caso pero al sentir como su sexo parecía estar tenso, desistió de ello, negándose a hacerlo—. La primera vez que te pida algo siempre será con un por favor… —Se acercó a su mueble de objetos de tortura, tomando el látigo de puntas metálicas, las cuales soltaban descargas eléctricas, acercándose a Edward—. La segunda no será así… he dicho que te recuestes—. Arrojó el primer azote a la espalda del muchacho, quien curvó su torso hacia adelante, quejándose ante la descarga eléctrica.
—Aagr… No… —Christian pretendió atestarle un segundo golpe, pero desistió de ello, acercándose al tembloroso vampiro, quien inhaló y exhaló el aire, intentando controlar su mal genio, rogándole a su poca calma que le ayudara a no cabrearse con el magnate, el cual le susurró al oído.
—¿Acaso crees que no me di cuenta de cómo se tensó tu sexo, Edward? —Aquello hizo tragar grueso al muchacho, intentando no ahogarse con su propia ponzoña—. Estas tan excitado como yo… la diferencia entre tú y yo es que a mí no me avergüenza admitirlo. —Apretó descaradamente su propia entrepierna, corroborando la dureza de su miembro, susurrándole nuevamente al tenso y por demás avergonzado chico—. Pero tú dilo y me detendré… —Le retó rogando porque se diera por vencido, pero Edward era tan arrogante y orgulloso como Christian, respondiéndole después de girar su rostro, encarando al magnate a escasos centímetros de su agraciado rostro.
—Dame tu mejor golpe, Christian. —Se recostó sobre la cama, sin intención alguna de darle el gusto de renunciar a aquella batalla de egos entre ellos, dejando escapar todo el aire acumulado en sus pulmones, esperando la respuesta del serio y perturbado hombre, quien no pudo entender como existían alguien tan tímido pero al mismo tiempo tan prepotente como lo era Edward, sin intención alguna de dar su brazos a torcer.
“¿Crees poder ganarme, no es así?” Preguntó Christian mentalmente, creyendo que aquella retorica interrogante jamás llegaría a oídos de Edward, pero se equivocaba. “Pues veamos qué tan arrogante eres, muchachito” Tomó dos esposas o esclavas de acero, las cuales fueron colocadas en cada uno de los tobillos del inerte vampiro, quien buscó alguna información valiosa en la mente de Christian que le permitiera ver que se estaba tramando.
Cada esclava poseía una especie de ganchillo o garfio, el cual fue enganchado en cada borde de esquina de la cama, manteniendo las piernas de Edward separadas, tomando así mismo una gruesa cadena, la cual unió a las cuerdas que rodeaban el cuello del muchacho, afianzándolas en el espaldar de la cama, manteniendo al muchacho completamente inmóvil.
“No eres capaz de hacerlo” Pensó Edward al ver lo que el magnate pretendía. “Eso rompería el acuerdo firmado” Contempló como Christian se acercó a uno de los gaveteros, extrayendo de él lo que parecía ser un micrófono o eso creyó el vampiro.
—¿Recuerdas lo que decía el párrafo cinco apéndice dos en donde se hablaba de los “hipotéticos” encuentros entre amo y esclavo sobre todo lo concerniente al sexo? —Edward asintió, sintiéndose cada vez más angustiado al respecto—. No habrá sexo, aunque bien se puede hablar de él, analizar los posibles encuentros y siempre que ambas partes estén de acuerdo, a lo mejor… exista una especie de interpretación o consenso entre los dos, para demostrar que no solo el acto carnal de dos cuerpos desnudos, es capaz de conseguir el éxtasis del sumiso y que el cerebro es el órgano sexual que hay que estimular primero que el pene.
Edward no pudo entender aun por qué la voz de Christian lo mareaba, lo envolvía y lo hacía sentir en una especie de hechizo del que no lograba escapar por más que lo intentase, estremeciéndose cada vez más, al sentir como el desinhibido hombre, por más seguro que se sintiera de su sexualidad, no le importaba decirle aquellas cosas tan perversas a otro hombre con la simple finalidad de demostrarle que él era superior en todo lo relacionado con el sexo y Edward sabía perfectamente que no se equivocaba.
—Así que probemos esa teoría, Edward… —Acotó el magnate, acercándose al muchacho para susurrarle al oído—. Veamos quien de los dos es más arrogante y arroja la toalla primero. —Se apartó del muchacho, y aferrando la fusta con una mano y el “supuesto” micrófono en la otra, comenzó su desvergonzado juego mental en contra del muchacho, lamiendo la lengüeta de la fusta, impregnándola de saliva—. Imagina mi lengua, aquí… —Pasó la húmeda pieza de cuero por el tenso cuello del vampiro, el cual volteó el rostro a otro lado, sintiéndose inquieto.
“Sí… en realidad es muy capaz de hacerlo, el muy maldito” Pensó por unos segundos en rendirse… en decir su palabra clave y marcharse a su recamara, pero lo que vino a continuación le hizo desistir de ello.
—Vamos, Edward… di tu palabra clave y ve a llorar a tu cuarto… dame la satisfacción de ganar esta contienda. —Edward volteó nuevamente el rostro, posando su cara al frente.
—Jamás. —Aquello consiguió una socarrona sonrisa de parte del odioso y atorrante magnate, quien pasó la lengüeta nuevamente humedecida con su saliva por los erectos y duros pezones del muchacho, aquel que tensó tanto sus músculos que cada uno de ellos fue enmarcado con total firmeza en su delgado pero bien torneado cuerpo, mostrándose en todo su esplendor frente a Christian.
—Mmm… me gusta lo que veo… —Edward no supo cómo interpretar aquello, percatándose por medio de la mente del degenerado hombre de cómo solo pretendía incomodarle—. Imagino que eso diría Elena si fuese ella tu ama. —Golpeó varias veces los erectos pezones del vampiro, quien mordió con todas sus fuerzas su labio inferior, pretendiendo callar cualquier gemido que le demostrara a Christian, lo que aquello lo estaba haciendo sentir.
—Pero no es ella quien está aquí ahora. —Le retó el vampiro—. Así que deja de actuar, Christian… sigo esperando tu mejor golpe. —Aquello consiguió que la boca del arrogante magnate se abriera ante el asombro de ver que aún tenía deseos de retarle, posando la punta de la fusta sobre su mejilla izquierda, notificándole con prepotencia.
—¿Qué te hace creer que miento? —A lo que Edward respondió, intentando mantenerse tranquilo, aunque lo que deseaba era voltear y arrancarle la fusta de un mordisco y destrozarla con sus dientes.
—Tú no eres gay.
—Tú tampoco, y aun así estas aquí, prestándote para este juego. —Edward sacudió su cara, intentando quitarse la fusta de su mejilla—. Así que si estas usando el moralismo para que yo desista, espero que tengas una mejor carta bajo la manga, porque no pienso darte el gusto. —Bajó lentamente la lengüeta de la fusta por su cuello hasta llegar a su pecho y de allí recorrió lentamente todo el torso hasta detenerse justo en su ombligo, dibujando pequeños círculos alrededor de su marca de nacimiento humana, ya que la de su renacimiento como vampiro se vislumbraba casi intangible en su cuello.
Por más que Edward intentó mantenerse inmutable, aquella gélida caricia desde su mejilla hasta su ombligo lo estremeció tanto que no pudo dejar escapar un leve jadeo, el cual ahogó tan rápido en su garganta, que el simple oído humano de Christian no pudo escuchar, aunque la tensión en cada uno de sus músculos le demostraba cuán alterado estaba el joven psicólogo, intentando contenerse.
—Elena me enseñó perfectamente cómo se sodomiza a un hombre. —Golpeó unas cuantas veces su ombligo, para continuar su trayectoria hasta el bajo vientre, en donde por más que hubiese una ropa interior y un pantalón de gabardina cubriendo su hombría, aquella parecía estar a punto de romper la cremallera, pretendiendo salir de su asfixiante escondite—. Y no necesito ser gay para saber lo que un hombre quiere, Edward… recuerda que soy uno. —Pasó la lengüeta de cuero de la fusta desde la punta del erecto pene del muchacho, hasta sus testículos, consiguiendo que el perturbado vampiro le rugiera, intentando incorporase, pero las cadenas en su cuello no se lo permitieron por más fuerte que fuera.
—¡Maldito!... ¡maldito seas, Christian! —Aquello más que molestar al magnate le hizo soltar una de sus atorrantes carcajadas.
—Claro que soy un maldito, Edward… —Christian dejó la lengüeta de la fusta sobre sus testículos, apretándolas con fuerza con toda la intensión del mundo de lastimarle—. Te dije que mis sombras suelen ensuciar todo lo que tocan, pero tú creíste fervientemente en que podrías ayudarme con tu psicología barata, pero no es así. —El rígido vampiro permaneció con la cabeza levantada, a pesar de no poder incorporase completamente, sintiendo de golpe un fuerte impacto en contra de sus bolas, rugiendo nuevamente—. Maldíceme todo lo que quieras, muchacho… pero no dejaré que me ganes. —Golpeó una vez más sus testículos y lo que para Christian hubiese sido todo un calvario de dolor, para el vampiro era una completa tortura de sensaciones eróticas que no lograba controlar por más que lo intentase.
—¡Basta!… —Exigió Edward, estremeciéndose sobre la cama.
—Eso no me detendrá… así que suéltalo, Edward —El aludido negó con la cabeza—. Di tu palabra clave y libérate de esta tortura. —Pero el vampiro era tan tozudo como el magnate, negando una vez más con la cabeza, a lo que sus ataduras le permitieron. —Entonces sufre. —Apartó la fusta de sus erizados testículos y sin contemplación alguna, clavó en su entrepierna lo que el vampiro había vislumbrado como un micrófono, pulsado el botón que lo hacía vibrar, demostrándole al muchacho que aquello era un consolador.
—Noooooo…. —gritó y rugió nuevamente, consiguiendo que la cadena que tuvo su cuello apresado se soltara—. Esto no está siendo nada hipotético, Christian… me estás tocando—. El ya alterado hombre de negocios negó con la cabeza, manteniendo al muchacho aferrado por las cuerdas de su cuello, sin pretensión alguna de apartar el consolador de su rígida y excitada entrepierna.
—No te estoy tocando, Ed… Te acaricié con la fusta, te azote con el látigo y ahora te entrego el placer de un consolador que aunque manipulado por mi mano, es algo que no pertenece a mi cuerpo, así que no te estoy tocando. —Aferró con mayor fuerza las cuerdas, intentando recostarle nuevamente sobre la cama—. Tampoco te estoy tocando el cuello, simplemente intento mantenerte a raya… así que recuéstate, Edward y demuéstrame que tu poder mental es más fuerte que lo que puede llegar a sentí tu cuerpo.
El vampiro dejó caer su cuerpo sobre la cama, apretando tanto sus brazos que las cuerdas que lo mantuvieron atado se tensaron al punto de hacerlas rechinar, mientras Christian comenzó a mover el consolador en forma de micrófono sobre su duro y ya húmedo sexo, sin que el vampiro pudiese creer que su cuerpo después de permanecer más de cien años dormido, despertara con aquel sucio e impropio juego de sodomización, odiándose internamente.
“No… esto no puede estar pasado” Negó una y otra vez sobre la cama, maldiciéndose y odiándose al igual que odiaba a Christian, intentando controlar aquellos extraños sonidos que su garganta dejó escapar y los que el vampiro no sabía a ciencia cierta porque los emitía. “Para, para por favor” Le rogó a Christian mentalmente pero más que decírselo al magnate se lo exigía a sí mismo y a su arrogante y prepotente forma de ser. “Para esto, detenlo antes de que te arrepientas” Pero ya no había nada que hacer, y tanto Edward como Christian habían perdido aquella contienda, dejando que las ocultas ansias por quedarse plasmados internamente en el otro les ganasen, transformando aquel deseo en un juego de egos que los llevó hacía un peligroso precipicio en donde no había retorno, y quien saltase al vacío se llevaría al otro consigo, al estar unidos por las circunstancias que los mantenían atados entre sí.
—Dilo Edward… —Le rogó nuevamente el alterado magnate, quien siguió manejando aquel artefacto por todo el entorno del por demás erecto miembro del vampiro, demostrándole a Edward que aunque él intensase verlo como un apéndice, tal y como le había dicho Carlisle, él sentía y padecía el celibato en el que el reprimido inmortal le mantuvo por más de un siglo, despertando su morbo con aquel juego de sumisión, dejándose trepidar por aquel artefacto—. Dilo y te dejaré ir… —Pero Edward, a pesar de sentir que los gemidos que intentaba reprimir lo ahogaban, negó nuevamente con la cabeza, susurrándole por lo bajo.
—Muérete, Christian… —En aquel momento no pudo evitar dejar escapar un gemido, mordiéndose nuevamente el labio interior intentando acallarlos, logrando con aquella odiosa respuesta que el magnate pulsara otro botón, consiguiendo que el consolador vibrara más rápido y con mayor intensidad—. Oh… NOOO… Nooo… ¡Please! Basta… amo… —Intentó darle por el lado bueno al multimillonario, pero cuando Christian tomaba su posición de amo y señor, nadie lo sacaba de su postura, pasando sutilmente las puntas del látigo electrificado por su torso, sin dejar de hacer movimientos circulares en el glande del vampiro, quien simplemente se dejó vencer por las mil y una sensaciones que embargaron su cuerpo al punto de desear con todas sus fuerzas, saber lo que venía después de tan placenteras emociones.
—Sigues contradiciéndote, Edward… Tu boca exige piedad pero tu cuerpo y tus gemidos me dicen que no pare. —Al decir aquello, apretó con mayor vigor el consolador sobre la punta del glande del vampiro y lo que Edward creyó que ya no sería más placentero aun, se transformó en una explosiva descarga eléctrica que estalló desde su interior, hasta sus testículos, los cuales dejaron escapar un océano de placenteras sensaciones que no pudo ocultar por más que lo intentó, gimiendo y rugiendo tan desesperadamente y sin poder decir su palabra clave, que consiguió que el magnate se aterrara, apartándose del convulso muchacho, quien no pudo parar de jadear y estremecerse sobre la cama, reventando no solo las esclavas que mantuvieron sus tobillos maniatados, sino también algunas de las cuerdas, mientras Edward sintió que en cualquier momento perdería el conocimiento ante tanto placer acumulado en todo su ser, recordando lo que una vez les escuchó decir a sus dos hermanos.
“—Yo recuerdo muy poco de mis folladas humanas. —Le comentó Emmett a Jasper, consiguiendo una media sonrisa de parte del serio y odioso vampiro—. Pero nada se compara con acabar siendo un vampiro, men. —Jasper asintió, mirando a Edward de soslayo, quien por más que intentase hacerse el desentendido con aquella platica, podía escucharles perfectamente bien desde su posición frente al piano—. Es diez mil veces mejor, es como si todos tus sentidos se triplicaran, es como acabar a la décima potencia… te dan ganar de romper todo y de meterte de cabeza dentro del cuerpo de tu amante, no joda.”
Aquello en su momento había incomodado demasiado a Edward al punto de conseguir que se marchara, dejando la composición que intentaba crear en el piano a medias, pero ahora comprendía perfectamente las palabras de su atolondrado y soez hermano, ya que lo que su cuerpo había experimentado no se comparaba para nada con ninguna otra sensación. Incluso Edward se había percatado que su sed de sangre se había esfumado en aquellos minutos en donde su cuerpo se dejó vencer, explotando en irrefrenables ráfagas orgásmicas que lo atacaron por todos los flancos de su ya relajado miembro, aquel que se encontraba bañado en semen, el cual hacía que su ropa interior se adhiriera incómodamente a su sexo.
Por su parte Christian permaneció inmutable a orillas de la cama, dejando caer por inercia tanto su látigo como el consolador, aquel que se apagó al golpear precipitadamente en contra del suelo, mientras que el inerte magnate siguió observando el inmóvil cuerpo de Edward sobre las arrugadas sabanas en posición fetal, sin saber qué demonios había ocurrido, ya que una cosa era eyacular y otra muy distinta convulsionar como el joven psicólogo lo había hecho, sin saber a ciencia cierta que había pasado.
—¿Edward?... —Llamó el asustado hombre en voz baja y apesadumbrada, posando su rodilla derecha sobre la cama, pretendiendo acercarse al inmutable chico, aferrándole por uno de sus hombros para girar su cuerpo.
—No vuelvas a tocarme, infeliz. —Rugió el vampiro tan fuerte que Christian no pudo evitar sobresaltarse, saltando rápidamente en posición opuesta, apartándose de él, percatándose de cómo el alterado muchacho comenzó a quitarse las destrozadas cuerdas de encima, dándole la espalda—. Eres un desgraciado… dijiste que esto jamás pasaría. —Se levantó de la cama, arrojando sobre el colchón la última cuerda que se quitó de encima, encarando al pasmado hombre—. Puedo llegar a demandarte por esto.
—¿Por qué?... —preguntó Christian, percatándose al fin de la humedad sobre el pantalón del muchacho, soltándole precipitadamente otra interrogante—. No puede ser… ¿Acabaste? —El magnate no sabía si sonreír triunfal o temer una posible reprimenda de parte del alterado y colérico muchacho, permaneciendo sentado a orillas de la cama, completamente serio.
—¿Estás jugando conmigo, maldito infeliz, hijo de perra? —Rugió Edward con tanta fuerza que Christian se sintió un poco inquieto ante la repentina reacción del exasperado joven, sin saber que hacer o cómo reaccionar ante una posible contienda entre ellos.
—Cálmate, Edward… vamos a hablarlo. —Pero el chico le quería hacer entender lo furioso que se encontraba al quedar como un desviado y sobre todo como un chico fácil.
—Yo no quiero hablar contigo, maldito bastardo… —Si de algo se había dado cuenta el magnate era que si Edward estaba soltando palabrotas a diestra y siniestra sin importarle nada era porque se lo estaba llevando el diablo y no era prudente cabrearlo más de la cuenta—. Vete a la mierda, tú… tu contrato y toda tu basura de vida, maldito enfermo. —Se acercó al mueble principal, aquel en donde reposaban todos los látigos, arrojando toda la parafernalia de castigo de Christian al suelo, saliendo precipitadamente del cuarto rojo rumbo al suyo con toda la intención de marcharse.
—¿Edward?... ¡por favor!... te exijo que te calmes. —Le ordenó el aun temeroso magnate, saliendo tras el iracundo joven, deteniéndose antes de que la puerta del cuarto del vampiro diera de lleno en contra de su cara—. Necesitamos conversar sobre lo que ha pasado… tienes razón, nos hemos extralimitado en este juego y necesitamos discutirlo. —A lo que Edward respondió desde el interior de su habitación, después de sacar su teléfono celular, el cual había comenzado a vibrar y resonar en el interior del bolsillo de su pantalón.
—Esto no hay que discutirlo… se acabó, Christian. —El aludido negó con la cabeza, sintiendo un inmenso vacío en su interior ante sus palabras, recostándose sobre la puerta, intentando contener sus nefastos sentimientos de soledad, pensando que había vuelto a cometer el mismo error que había cometido con Anastasia en su momento, sintiéndose miserable.
—Lo volviste a arruinar, Christian. —Se desplomó sobre el suelo, aferrando con fuerza su cabeza, mientras Edward al fin contestó la llamada, pagando toda su rabia y frustración en contra de quien había osado llamarle justo en aquel momento, sabiendo de antemano que se trataba de Alice.
—Deja de molestarme, Alice… no quiero escuchar ni una más de tus infantiles suposiciones, no quiero saber absolutamente nada de tus visiones y mucho menos deseo… —Pero la menuda vampira gritó antes de que Edward culminara sus malhumoradas exigencias, y terminara con la llamada.
—Sí no te importa, ¿por qué te sigo viendo a ti en aquel umbral junto a Christian?... ¿Por qué intentas protegerlo de Victoria?... pregúntate a ti mismo el porqué de tu rabia, Edward… si con alguien debes pagar tu ira es contigo mismo. —El enajenado vampiro, a pesar de haber retrucado cada una de sus preguntas mientras la chica proseguía con su alegato, no pudo decir nada coherente, sintiendo que en cada nueva interrogante por parte de su hermana, dejo ver el trasfondo de lo que quería ocultar, que su rabia y toda su frustración era precisamente por lo que tanto Alice como él sabían, que el vampiro había conocido por manos de Christian lo que era un orgasmo, y que lo peor de todo había sido que no pasó como el joven inmortal se lo imaginó alguna vez; que sería especial y con la persona que el realmente amara.
—Váyanse todos a la mierda. —Edward estrelló su costoso celular en contra de la pared haciéndolo añicos, introduciéndose a velocidad sobrehumana en el cuarto de baño, encerrándose en aquel lugar, recostándose en el interior de la lujosa tina de mármol, dejando que el agua fría cayera sobre su cuerpo, intentando borrar cada una de las sensaciones que aquel odioso hombre le había hecho sentir, pero aquello no se iría ni con agua, ni jabón, tampoco alejándose de él y mucho menos odiándole, Edward sabía que por más que lo intentase aquella sensación de haber estado íntimamente con Christian a pesar de no haber fornicado con él, jamás se le olvidaría, pues aquel primer orgasmo era algo que no se borraría de su piel tan fácil como el vampiro pretendía creer.
Entre los gritos de Edward y el estruendoso golpe del celular en contra de la pared, rompiéndose en millones de piezas, Christian había entrado precipitadamente al interior de su habitación, aunque ya el joven y alterado vampiro se había introducido en el cuarto de baño, dejando que la tina se llenara hasta desbordarse por los costados, mientras el preocupado magnate se recostó del marco de la puerta, rogándole hasta el cansancio que saliera para que hablaran, pero entre el cansancio del día, su depresión al saber que Edward quería abandonarle y su frustración por sentirse cada vez más miserable, terminó por conseguir el quiebre físico y mental de Christian, quien se quedó dormido en el umbral del baño, mientras el vampiro siguió lacerándose internamente, odiándose ante todo lo que había ocurrido.
“Esto te ha pasado por ser tan arrogante” Si algo detestaba Edward en aquellos momentos de turbación, era aquel impedimento de no poder llorar, intentando desahogarse con un pequeño chillido que salió desde el interior de su garganta, el cual pretendía ser una especie de llanto, aquel que parecía el quejido de un animal herido a punto de morir, sintiéndose un poco mejor ante aquel extraño desahogo de su parte. “Debiste parar, debiste decir tu maldita palabra clave y detener todo esto” Siguió renegando y odiándose a sí mismo por no haber parado todo aquello, sin poder percatarse por sí solo que no lo deseaba, que su cuerpo le había jugado una mala pasada y que había sucumbido ante la hechizante personalidad de Christian Grey, por más que intentase negárselo a sí mismo.
Se despojó de sus empapados pantalones y su ropa interior, después de cerrar el monomando de la regadera, al percatarse al fin del reguero de agua que había por todo el lugar, tomando la esponja de baño para refregar con fuerza su sucia entrepierna, la cual volvió a endurecerse ante la frotada, recibiendo de parte de Edward unos cuantos golpes, recriminándole como si su pobre miembro pudiese entenderle.
—¿Ahora te vas a endurecer cada vez que te toque? —Por unos segundos recordó como él mismo se había burlado del magnate por hablar con su pene, sintiéndose ridículo al hacerlo—. Ya te estás volviendo loco, Edward. —Se incorporó de la bañera, quitándole el tapón del desagüe para que toda el agua se fuese por el drenaje y se llevase sus penas por el caño.
Tomó una de las toallas, comenzando a secarse, sintiendo como cada vez que pasaba la sutil tela de aquella lencería de hogar por su entrepierna, su piel se erizaba al punto de no poder soportarlo, maldiciéndose una y otra vez, intentando controlarse.
—No, no… no puedes hacerme esto, amigo mío… —Le dijo a su semi relajado pero sensible pene, el cual parecía querer más de lo que Christian le había entregado—. Prometo que si te portas bien, no seré tan reprimido, pero no te pongas difícil conmigo a estas alturas de la vida… ¿quieres?... —Siguió hablándole a su semi endurecido pene, mirándose en el espejo, sintiendo que por primera vez en su vida, no sentía vergüenza de verse a sí mismo desnudo frente a uno a pesar de lo ocurrido—. Voy a recompensarte por todo lo que te he negado pero ya no sigas comportándote de ese modo delante de Christian… —Al decir aquel nombre, su virilidad se tensó un poco más—. No, no… maldito pene no puedes hacerme esto. —Se golpeó una y otra vez las pelotas, arrodillándose sobre el suelo ante el dolor, intentado bajar su impropia erección, quejándose ante los golpes.
—¿Edward? —Llamó nuevamente Christian, despertándose algo agitado, al escuchar sus gemidos—. Voy a romper la puerta si no sales—. Comenzó a contar hasta tres, consiguiendo que el vampiro se levantara raudo del suelo, colocándose a velocidad sobrehumana, unos pantalones de algodón, que había dentro de unos de los estantes del baño, justo cuando el magnate abrió la puerta de una patada.
—No entres. —Posó la toalla sobre sus hombros, aferrándola con ambas manos.
—Ok… no entraré, solo quiero saber si estás bien... —Edward negó con la cabeza.
—No, no estoy bien… quiero que te vayas… —Christian negó con la cabeza.
—No dejaré que te vayas en ese estado tan alterado… quédate a dormir y descansa, mañana piensas con la mente fría y decides lo que vas a hacer, pero por ahora, no permitiré que te vayas tan tarde. —Edward asintió.
—Está bien… pero ahora sal de mi recamara. —El magante asintió, apartándose de la puerta, acercándose a la salida, sin dejar de verle—. ¡Que te vayas, Christian! —Exigió nuevamente el alterado vampiro, señalándole retadoramente.
—Bien, bien… ya me voy. —Salió de la oscura habitación, observando cómo el joven psicólogo le cerró la puerta en la cara después de abandonar el baño, colocándole el seguro—. Buenas noches, Edward. —Se recostó una vez más por la parte exterior de la puerta, mientras que el vampiro lo hizo por la cara interna, dejando que sus cuerpos se deslizaran al mismo tiempo hasta caer en el suelo, aferrando con fuerza sus perturbadas cabezas con ambas manos, siendo el magnate quien rogara desde lo más profundo de su ser. “¡No te vayas, Edward… por favor!” Y mientras que el avergonzado y aun perturbado vampiro volvió a chillar como animal herido, Christian comenzó a llorar, sin poder entender porque se sentía tan perdido sin él.
 
Notas finales:

Mi computador se dañó y estoy escribiendo los capítulos desde un celular... ahora me tardó más y espero que tengan consideración ya que si lo único que obtengo de ustedes es un "siguele por favor" en vez de expresarme lo que el capítulo les hizo sentir es algo que en verdad no me ayuda.

Ya que por lo menos en amazon compran mis libros y eso me ayuda a solventar mis problemas, pero a ustedes les entrego gratuitamente cada vez que puedo un nuevo capítulo y solo recibo un "siguele" como si yo fuera una máquina, es algo que decepciona y dan ganas de simplemente abandonar el proyecto.


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