Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

[Reviews - 93]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Justo en lo que entro para actualizar me encuentro con el único comentario donde se exige que actualice porque ya pasó un mes.

Primero que nada les recuerdo que yo no resivo NADA por esto.

Segundo ni siquiera quienes compran mis libros en amazon me exigen que termine el último libro de mi saga y eso que pagan por ello, así que exijo respeto porque, ni soy un chico de 15 años y tampoco su sirviente... tengo una vida y en vez de ponerse a pensar que me pudo haber pasado algo, se ponen a exigir.

Si encuentro nuevamente algo como eso no subiré un capítulo más.

Espero disfruten el capítulo... Buenas Noches.

Capítulo 36
Visita familiar
Edward no pudo dejar de pensar en lo ocurrido la noche anterior, después de tomar otra larga y reparadora siesta, luego de haber pasado más de un siglo sin poder dormir, sintiéndose nuevamente humano, cenando en compañía del apuesto multimillonario, quien no pudo creer aún el apetito voraz que había despertado en Edward, pero su recién recuperada humanidad abducida, le devolvió el sentido del gusto, disfrutando del grato sabor de la comida, sin dejar de desear la sangre.
—¿Cómo va recuperándose ese delicioso trasero? —Interrogó Christian a Edward, posando su mano derecha sobre la pierna del vampiro, después de haber realizado el cambio de velocidad del auto, conduciendo rumbo a Forks, ya que por más que Edward se negó a ir en compañía de Christian, el magnate le notificó que no le dejaría ir solo hasta su casa si su madre ya sabía la verdad, pretendiendo encarar la realidad que se les avecinaba a ambos… la de salir del closet públicamente.
—Deja de preguntarme esas cosas… pervertido. —Christian soltó una risotada, apretando sugestivamente la pierna del apuesto psicólogo, el cual comenzó a revisar su teléfono celular, haciéndose el desentendido, pero el recuerdo de lo vivido anoche regresó no solo a su mente sino también a la de Christian, haciéndole revivir en carne propia la extraordinaria noche de sexo y pasión desenfrenada que hubo entre ambos, perdiéndose en sus pensamientos.
 
 
Todo había comenzado como siempre entre ellos, miradas sugestivas, besos y caricias que encendieron ambos cuerpos, despojándose de sus ropas sobre el sofá de la sala, al encontrarse solos en el pent-house, ya que la señora Jones había regresado a su departamento.
—Quiero hacerte mío aquí y ahora, Edward. —Fue lo único que dijo el magnate, y acto seguido ya estaba dentro de aquel deseoso agujero anal del muchacho, el cual no pudo parar de desear más de aquellas cadenciosas embestidas que su amante le entregaba, follándoselo tanto en el sofá como en el suelo y hasta sobre el piano, quedando completamente exhaustos sobre la pequeña alfombra que daba a la ventana panorámica del salón, junto a la chimenea eléctrica.
—Pareces no cansarte, Edward. —Aquello hizo sonreír al vampiro, ya que si eso esperaba el magnate, se le caería el miembro de tanto follar esperando a que el chico se agotara.
—Tú tampoco, y es algo que me preocupa. —Por unos segundos imaginó la posibilidad de que Christian llegase a ser un vampiro, imaginando su hambre sexual multiplicada a la décima potencia—. Porque debes descansar. —Acotó aunque no era precisamente eso lo que le preocupaba, descartando por completo la idea de convertirlo en inmortal.
—Tú eres el enfermizo, Edward… no yo… así que preocuparte por ti. —Ambos se encontraban observando las llamas de la chimenea, siendo Christian quien se hallara de espaldas a Edward, abrazados de cucharita—. Por mi seguiríamos hasta el amanecer. —Edward se incorporó de su relajada postura sobre la alfombra, volteando a verle.
—Debo viajar a Forks, Christ… aprovecharé que la Universidad está cerrada hasta nuevo aviso por la fuga de gas en la cocina del comedor para ayudar a mi familia a solventar lo de Jasper, Rosalie y Emmett. —El magnate se sentó al igual que Edward, tomándole de la mano.
—Déjame ir contigo, Edward. —El chico negó con la cabeza, temiendo que Christian se diera cuenta de la verdad y huyese despavoridos.
—Será mejor que vaya solo. —Aquello por supuesto comenzó una acalorada discusión entre ambos hombres, siendo Christian el que sentenciara a continuación.
—Perfecto… me quedo, pero esta noche me complacerás en todo lo que te pida. —Aquello era algo que no se escuchaba del todo bien en los labios del pervertido magnate, el cual se levantó del suelo, dejando caer la toalla que cubría su entrepierna, quedándose completamente desnudo frente a Edward.
—¿Qué implica exactamente… todo? —Christian sonrió con total malicia, acercándose a uno de los gaveteros del salón, sacando de este una correa de perro, la cual traía enganchada una cadena canina de paseo, colocándosela en el cuello a Edward, el cual miró completamente avergonzado a otro lado, intentando ganarse la posibilidad de ir solo a Forks, aunque aquello le pareció bastante humillante.
—Iremos hasta el cuarto rojo y allí te mostraré lo que tengo planeado para ti. —Edward pretendió levantarse del suelo, aun cuando ya había visto en la mente de su amante lo que tramaba—. No, no, no… tú irás a gatas hasta el cuarto rojo, mi hermoso sumiso. —Besó los delgados y separados labios del vampiro, el cual bajó la cara, al ver como Christian se levantó nuevamente, jalando de la cadena para que el chico comenzara a caminar en cuatro patas.
—¿Es en serio? —preguntó Edward sin poder creer que Christian deseara tratarlo como a un cachorrito, observando como el magnate asintió.
—Vamos, nene… camina. —Le incitó Christian jalando nuevamente de la cadena, consiguiendo que el chico se posara sobre sus cuatro extremidades, gateando completamente abochornado—. Así me gusta, complaciente como buen esclavo. —Edward le rugió, consiguiendo una carantona de carcajadas por parte del magnate, quien siguió jalando de las cadenas, incitándole a subir las escaleras.
—No quiero hacer esto. —Se negó el chico, tomando asiento en uno de los escalones, rehusándose.
—¡Ok!... entonces iremos juntos a Forks. —Sentenció Christian, soltando la cadena, subiendo de dos en dos las escaleras, consiguiendo que el molesto vampiro subiese a todo galope, introduciéndose entre las piernas del magnate, lo que por supuesto desequilibró el cuerpo del agraciado multimillonario, el cual cayó de culo sobre la espalda del muchacho, aquel que siguió subiendo las escalinatas con el asombrado hombre encima, frenando de golpe al llegar a la planta alta, logrando que Christian saliera disparado, rodando por el suelo hasta la entrada del cuarto rojo—. ¿Pero qué mierda?... —Volteó a ver al joven psicólogo, el cual sonrió con total malicia, disfrutando el haber podido usar sus poderes vampíricos a su favor, dejando en ridículo al estupefacto hombre—. ¿Cómo demonios has hecho eso? —preguntó intentando incorporarse del suelo, pero Edward saltó sobre él, posando ambas manos sobre los hombros del sonriente y aún sorprendido caballero, acostándole nuevamente en el piso—. Ya es suficiente, Edward. —Reprendió el magnate a su sumiso, pero el chico siguió sin querer obedecer. —Échate. —Optó por seguir tratándole como sumiso para ver si acataba la orden dada, pero el vampiro comenzó a lamer sin control alguno el rostro de su amante, robándole no solo unas cuantas carcajadas, sino unos insistentes y desbocados latidos de su corazón, los cuales demostraron cuán enamorado estaba de aquel loco e incontrolable muchacho.
—Esta bien… me rindo… —Alzó los brazos a modo de rendición, logrando que Edward se detuviera y le soltara, corriendo lo más rápido que pudo al verse libre de aquel enorme san Bernardo, ya que así lo imaginó el magnate, al ver lo tierno que se veía ante sus ojos—. Échate Edward. —Exigió el amo después de haber tomado una de sus fustas, amenazándole con ella, consiguiendo que Christian volviera a soltar unas cuantas carcajadas al verle saltar de un lado a otro a la espera de que lanzara la varita—. Ponte serio maldición. —Por más que intentó decir aquello con total seriedad, no pudo controlar las risas, desplomándose en el suelo completamente desnudo—. No puedo reír más… me duele el estómago. —Edward se arrojó sobre sus piernas, abrazándose a ellas, permitiéndole al magnate acariciar su cabello.
—Gané. —Acotó Edward.
—¡Oh no!... perdiste… se suponía que me complacerías y no lo hiciste. —El chico se incorporó de su relajada postura, mirándole ceñudo.
—Fui tu perro. —Christian apretó sus labios para no reír.
—No era ese tipo de perro al que yo quería… deseo uno complaciente, respetuoso de su amo y…
—…Que se deje sodomizar… ¿no?... —Christian asintió—. Zoofórico. —El magnate negó con la cabeza.
—No, no me va la zoofilia… solo quiero que me complazcas follándote en cuatro patas, atado a la pata de la cama con el culo completamente expuesto para mis deseos más perversos… ¿Qué dices? —Edward no respondió, simplemente tragó grueso y bajó la mirada, dejando que su empalmado miembro respondiera afirmativamente por él, tomando el otro extremo de la cadena que aún guindaba de su cuello, entregándosela a su amo.
—Hazlo. —Fue lo único que dijo el muchacho, permitiéndole a su amante, a su novio y sobretodo a su amo y señor, hacer con su cuerpo lo que él quisiera, atando la cadena a la pata de la cama, dejando el rostro del chico postrado sobre el suelo, atándole las manos a su espalda, separando sus piernas para dejar su trasero completamente a su merced.
—El solo verte en esa posición es suficiente para excitarme al punto de la desesperación. —Comenzó a masturbarse frente al muchacho, el cual lo observó desde su precaria posición, relamiéndose los labios—. ¿Lo quieres? —Edward asintió—. Y lo tendrás. —Comenzó a castigar el expuesto trasero de su amante con la fusta, logrando en cada golpe un sonido excitante a los oídos del magnate, ya que nada era más placentero para un amo el escuchar el impacto del cuero en contra de la piel, masturbándose cada vez más rápido.
—Cógeme, Christian. —El aludido golpeó más fuerte el pálido trasero de su amante, exigiéndole respeto—. Lo siento, cójame amo… por favor… ya no puedo soportarlo más. —El magnate golpeó una y otra vez los redondos y rosados testículos de Edward, el cual no pudo parar de gemir en cada impacto de la lengüeta de la fusta en contra de sus bolas, deseando más de aquel delicioso castigo, ya que lo que para un humano sería realmente doloroso, para el vampiro era la gloria absoluta, deseando tan solo una cosa… ser tomado por su señor y descargar la tensión y acumulación de semen en sus testículos con un placentero orgasmo acompañado de una cálida descarga de líquido seminal de parte de su señor, irrigando todo su abusado agujero—. Cójame amo, se lo suplico. —Christian no pudo soportar tanto ruego, arrojando la fusta a un lado, tomando posición detrás de su amante, doblando sus piernas mientras posicionaba la punta de su empalmado sexo en la entrada posterior del vampiro, penetrándole lentamente—. Aaagh… Mmmm… si, si… más, más adentro… —Ni siquiera el mismo Edward pudo creer que aquella voz lujuriosa y aquellos incesantes ruegos proviniesen de su garganta, siendo Christian quien hiciera verbal lo que el vampiro pensó en aquel momento.
—No puedo creer que el temeroso, apenado y cohibido muchacho que conocí hace tan solo unos meses atrás, ahora me esté rogando que lo coja tan descaradamente. —Comenzó a mover sus caderas hacía delante y hacía atrás, follando sin control alguno al muchacho, el cual dejó escapar incesantes jadeos y sonoros gemidos de un cuerpo que estaba disfrutando enormemente que lo hicieran suyo a placer.
Mientras los jadeos se transformaban en gritos descontrolados ante las fuertes y desbocadas embestidas de parte del magnate, Edward percibió el arribo inminente de un orgasmo que deseaba que fuese compartido, intentando controlarlo hasta el momento exacto en el que Christian sintiera arribar el suyo, agitándose con cada nueva penetración en aquel delicioso y profundo agujero anal, extrayendo e introduciendo una y otra vez su colorado sexo, disfrutando el ver como se perdía de vista y volvía aparecer, dejando completamente dilatado el rosado orificio anal, aquel que cuando pretendía volver a su tamaño original, era nuevamente atacado por el intruso que lo mantuvo abierto y deseando más de aquel protuberante sexo masculino.
—Ya no puedo soportarlo más, nene… me vengo… siento que… —El magnate no pudo terminar de hablar, cambiando sus palabras por gemidos que denotaron lo placentero de aquel orgasmo compartido, ya que Edward había logrado liberar el suyo casi al segundo, chispeando todo el suelo con su esencia, mientras que el cálido semen de Christian bañó deliciosamente el abusado agujero de su amante, el cual lo recibió gustoso.
Ambos temblaban, sus cuerpos embargados por el placer que los consumía en cada uno de los encuentros, unos más calenturientos y otros cortos pero con la misma satisfacción de llegar a un orgasmo que los mantuvo a los dos en una nube absoluta de dicha y felicidad, la cual poco a poco se transformó en algo más que sexo, uniéndolos en un mismo sentimiento llamado amor.
—Suéltame, por favor. —Exigió el chico, sacudiendo levemente sus manos, fingiendo incomodidad en sus muñecas para que el magnate lo liberara, consiguiendo su cometido, incorporándose después de que el aún tembloso hombre desatara la correa del cuello de su amante, el cual se arrojó a sus brazos.
—¡Oh!... ¡Vaya!... no esperaba este arrebato. —Aunque el pecho de Edward y el suyo se tocaban, Christian intentó permanecer calmo y relajado a pesar de la incomodidad que lo embargaba, cada vez que alguien se atrevía a tocar las cicatrices de su marcada infancia.
—Te amo, Christian. —Aquello estremeció al magnate, soltando a continuación.
—Y yo a ti, nene. —Edward apartó su cuerpo del de Christian, mirándole ceñudo.
—Siempre me dices yo igual o yo a ti, pero jamás me lo dices. —Christian tragó grueso, suspirando mientras acariciaba los enmarañados cabellos de su amante, el cual ya sabía con lo que le saldría el magnate.
—Mmm… eso no quiere decir que no lo sienta. —El molesto vampiro se incorporó del suelo, dándole la espalda—. ¡Oh vamos!... No tomes esa postura evasiva después de la estupenda velada que hemos pasado. —Christian se incorporó del suelo, posando sus manos sobre los hombros del molesto joven—. Sabes que si lo siento.
—¿Qué cosa, Christian? —Preguntó Edward mirándole a la cara, después de girarse bruscamente.
—Pues eso… —Edward puso los ojos en blanco.
—Ni siquiera puedes decirlo. —Salió del cuarto rojo, rumbo a su recámara.
—¡Por todos los cielos, Ed!... —Christian caminó tras él, después de cerrar el cuarto rojo con llave, introduciéndose en el del vampiro—. No creo que por eso merezca que me ignores y pretendas no dormir conmigo. —Concluyó al ver como el muchacho ya se había introducido debajo de las sábanas, acostado en la cama.
—Yo no he dicho que no quiera dormir contigo… eso lo decides tú. —Aquello hizo sonreír a Christian, el cual apagó la luz de la recámara, introduciéndose en la cama junto a su amante, después de haber cerrado la puerta.
—Yo sé que es lo que tú quieres. —Edward se removió sobre las sábanas, mientras Christian se acoplaba al cuerpo del muchacho, abrazándole a sus espaldas—. Quieres que te mime y te consienta… ¿cierto? —Por supuesto el muchacho no respondió, intentando ignorarle, pero los besos sobre sus hombros y el que Christian peinase sus cobrizos cabellos con los dedos era algo que derrumbaba a Edward, estremeciéndolo por completo—. Mi dulce sumiso, eso es lo que es mi hermoso muchacho… un delicioso helado con sirope de chocolate, crema batida, chispas multicolores y una almibarada cereza marrasquino. —Aquello hizo reír a Edward, quien tuvo que esconder su avergonzado rostro sobre la almohada, riendo ahogadamente—. A veces no sabemos cómo decir una palabra que se nos ha negado desde la infancia. —Christian intentó recordar si alguna vez su madre le había dicho que lo amaba, recostándose sobre la espalda de su amante—. Pero no por eso se deja de sentir lo que se siente por el ser amado. —Le abrazó con todas sus fuerzas, recibiendo de parte de Edward el aferro de ambas manos, incitándole a rodear su cuerpo por completo, besándole ambas manos—. Quien menos amor da, es porque más necesitado del amor está. —Y con aquella frase que englobaba toda la carencia afectiva que Christian mostraba constantemente, ambos se fueron quedando dormidos entre muestras de afecto que llenó a quien las recibía, de una dicha inigualable.
 
 
Aquel hermoso recuerdo de lo vivido, incitó a Edward a tomar la mano de Christian, el cual se sorprendió ante la muestra de afecto, correspondiendo el apretón de manos, después de haberse reacomodado las gafas de sol, aunque no las necesitara.
—Cuando te canses me dices para conducir. —Ambos se vieron a las caras, sonriéndose dulcemente, siendo Christian quien hablara.
—No te preocupes por eso, príncipe… Forks no está tan lejos, he conducido hasta New York yo solo y no he necesitado relevo, pero gracias por ofrecerte. —Besó el dorso de la mano del muchacho, manteniendo sus dedos entrelazados.
—¿Puedo poner un poco de música? —Christian asintió, dejando que el joven psicólogo conectara su teléfono al reproductor del auto, colocando música clásica, lo cual mantuvo a ambos en silencio y extasiados durante un rato, sin dejar de estar tomados de la mano, salvo cuando el vehículo necesitaba un nuevo cambio de velocidad.
Después de un largo recorrido por la carretera flanqueada por un poblado bosque de enormes árboles, llegaron a Port Angel's, donde el magnate decidió hacer una parada en la estación de servicio Texaco de la pequeña ciudad, necesitando más que gasolina, de un baño.
—Hagamos una leve parada. —Edward asintió, soltando la mano del magnate, saliendo del auto justo al ser detenido y mucho antes de que Christian lo hubiese apagado. —Ahora vuelvo. —Caminó hacía el baño público, mientras Edward se introdujo en el supermarket, agradeciendo de antemano el día nublado, observando todo el lugar.
“Mmm… Dios… que chico más guapo” Los pensamientos tanto de las empleadas, así como de quienes compraban en aquel lugar comenzaron a incomodarle, paseándose por el amplio lugar, intentando hacerse el desentendido, hasta que los pensamientos de alguien que jamás pensó encontrar allí, le hicieron voltear a verlo.
“¡El hijo pródigo vuelve a casa!” Edward volteó a ver a Jacob, el cual entregaba una caja al dueño del comercio, mirando al vampiro de soslayo—. ¿Volviste por lo de Emmett o simplemente vas de paso? —Preguntó justo cuando Christian entró al supermarket, quitándose las gafas oscuras, buscando al muchacho—. ¡Oh… entiendo!... vienes a que Papito Drac. y mamita colmillos te den el visto bueno. —Sin duda que la irreverencia del beta de la manada era algo que jamás cambiaría, ni siquiera después de haberse imprimado de Leila.
—Te agradecería que midieras tus sarcástica palabras delante de Christian… Jacob. —Aquello por supuesto hizo reír al joven lobo, notificándole al encargado del local.
—Eso es todo, Franz… mañana Stuart te enviara el resto de la mercancía. —El encargado asintió, firmándole a Jacob la hoja de despacho, agradeciéndole la entrega—. Dime algo, Edward. —El aludido volteó a ver lo que Christian estaba haciendo, contemplando como tomaba varias cosas al azar, llevándolas hasta la caja para pagarlas—. ¿Desde cuándo te empezaron a gustar los hombres?... ¿Desde antes o después de Bella?... —Aquello hizo fruncir el ceño de Edward.
—Ese no es tu problema, Jacob. —Justo en aquel momento Leila entró al local comercial, encontrándose a su antiguo amante en la caja.
—¿Christian?... —Ambos se sorprendieron al verse, ya que Leila jamás pensó en ver a su ex en aquel lugar, y Christian al ver lo radiante y hermosa que se encontraba ella, con flores adornando su cabello, cuencas rodeando tanto su cuello como sus muñecas y vistiendo un pálido vestido blanco con adornos azul celeste, los cuales hacían juego con las flores y las joyas indígenas que adornaban a la hermosa mujer, jamás pensó en verla tan respuesta de su demencia.
—¡Leila!... —La miró de arriba hacia abajo, sin poder creer que aquella resplandeciente mujer de amplia sonrisa y vestimenta hippie, fuese su antigua sumisa y ex amante—. Aammm… ¡vaya!... te ves muy… —Pintoresca era la palabra en la que pensaba el magnate, siendo Edward quien acotara a continuación.
—Feliz y hermosa… —Se acercó tanto a la chica como al magnate, quien asintió a las palabras de su amante, tomando las dos manos de la sonriente muchacha, la cual le permitió al caballero hacerla girar, contemplando su peculiar atuendo, comparándola con una ninfa—… Hola Leila… me alegro mucho verte. —La risueña mujer saludó al joven psicólogo con un beso en la mejilla, después de soltar las manos de Christian.
—Hola Eddy… un gusto verte. —Miró a Christian y luego a Edward, señalando a uno y luego al otro respectivamente—. Ustedes dos si tenían algo… ¿Cierto? —El apenado vampiro bajó la cara, pisando algo en el suelo que no existía, intentando hacerse el desentendido.
—No lo digas muy duro, guapa… tal parece que estos dos aún están enclosados. —Exigió Jacob, extendiendo su mano hasta donde se encontraba Christian—. ¿Qué hay, Grey? —El serio caballero estrechó la mano del odioso Quileute, respondiéndole a continuación.
—Nada… aún. —Christian le apretó la mano de un modo retador, consiguiendo que el odioso y altanero lobo, aferrara tan fuerte la mano del magnate que sus huesos tronaron, robándole un quejido ahogado.
—Suéltalo, Jacob… —Exigió Edward, apretando lo suficientemente fuerte el brazo del joven lobo como para que entendiera que debía soltarlo.
—¿Jake?... ¿Amor?... ¡Basta!... —Aquello fue suficiente para que el beta de la manada le soltara, sonriendo con socarronería.
—Solo jugaba con él… amor. —Se sacudió la mano de Edward, palmeando el hombro del magnate—. Christian y yo tenemos algo en común. —Edward supo perfectamente a que se refería Jacob, pretendiendo decir que ambos eran igual de competitivos, pero el chocante multimillonario no pudo evitar usar aquella acotación a su favor, alegando a continuación.
—¿El gusto por las mismas mujeres?... —Aquello no solo incómodo a Jacob, sino también a Leila, la cual bajó la mirada—. No te ofendas Leila, pero antes de andar contigo, tenía entendido que Jacob salía con Anastasia.
—¿Christian?... ¡Por favor!... basta. —Exigió Edward.
—A quien le gusta jugar rudo, debe aprender a recibir estocadas de vuelta. —Acotó Christian sobándose la mano, para luego palmear el hombro del serio Quileute, tal y como él lo había hecho—. Será mejor que nos vayamos, Edward. —El magnate se acercó a Leila, dándole un fuerte abrazo. —Espero vernos de nuevo, Leila. —A lo que la joven acotó, soltando al magnate, abrazándose fuertemente a Jacob.
—Pues sí piensas quedarte en la casa de los padres de Edward, sin duda volveremos a vernos. —Ambos caballeros pretendieron salir al mismo tiempo de la tienda, deteniéndose en la puerta para voltear al unísono, después de verse las caras de asombro ante aquello—. Es que Alice y Bella nos obsequiaron la cabaña que hubiese sido de Edward e Isabella, si ambos se hubiesen casado. —Al ver la cara de estupefacto tanto de Christian como de Edward, Jacob soltó una risotada, citando las palabras del magnate.
—A quien le gusta jugar rudo, debe aprender a recibir estocadas de vuelta… ¿No Christian?... pues allí te va de regreso esa bola rápida. —Hizo el gesto de lanzar una pelota de béisbol imaginaria, sin dejar de reír, siendo Leila quien preguntara si había dicho algo malo—. Claro que no mi hada del bosque… dijiste solo la verdad. —Miró a Edward, pensando sin dejar de sonreír— “No solo sé que Christian está muriéndose de los celos, tú debes estar pensando… ¿Y ahora en donde follo con el ricachón sin que mis padres y mis hermanos con súper oídos escuchen que me están rompiendo el culo?” —Edward supo de sobra que si Christian no hubiese estado allí, aquello habría terminado muy mal, saliendo a toda prisa del establecimiento comercial, introduciéndose en el asiento del conductor del auto.
—¿Ed?... yo conduzco. —Pero el vampiro le arrebató ágilmente las llaves, exigiéndole que subiera antes de que tuviese un derrame cerebral de la rabia que lo embargaba—. Ok… pero trata de calmarte. —Rodeó el Audi Spider, introduciéndose rápidamente en el auto, justo cuando Edward se percató en donde Jacob había estacionado su motocicleta, echando el vehículo en reversa, llevándose la moto por delante—. ¿Edward?... —Intentó llamar nuevamente la atención del molesto muchacho, el cual arrancó el auto a toda velocidad, escuchado en la distancia las maldiciones y las puteadas de Jacob, disfrutando del leve momento de venganza—. Reduce la velocidad, Ed… por favor. —Pero el chico no tenía la menor intención de acatar la orden dada, pisando más a fondo el acelerador—. Baja la velocidad y ponte el cinturón de seguridad.
—Póntela tú. —Acotó Edward sonriendo por demás divertido, no solo al ver la cara de preocupación de Christian, sino el saber que quien corría mayor peligro, era quien se encontraba preocupado por su vida.
—Si estás molesto por lo que dijo Leila, déjame decirte que ya superé lo que hubo entre tú y Bella. —El vampiro comenzó a aminorar la velocidad, aunque no lo suficiente como para estar acorde a las leyes de tránsito de Forks.
—No es solo eso, Christian… en esa cabaña era donde pesaba hospedarnos, intentando tener un poco de privacidad. —Christian ya se había colocado el cinturón de seguridad, exigiéndole que se lo pusiera también, argumentando a continuación.
—No importa, Ed… podemos quedarnos en cualquier hotel. —El chico negó con la cabeza.
—Mamá no dejará que nos quedemos en un hotel, Christ… mis padres te ofrecerán hospedaje en casa y si los rechazas van a sentirse ofendidos. —Christian suspiró resignado, recostándose de su asiento al ver como el chico condujo con mayor precaución.
—Bueno, Ed… solo serán unos días… ya veremos cómo podremos estar juntos. —El chico no dijo nada más al respecto, conduciendo en silencio hasta su casa, tomando el camino de tierra que daba al lugar, lo que sorprendió enormemente a Christian, imaginando una rupestre casa en el bosque—. ¿No te equivocaste de camino? —Edward rió, negando con la cabeza.
—Tranquilízate, Christian… mi casa no es lo que tú crees. —Pero mientras más se adentraba el vampiro al bosque, más preocupado se encontraba el magnate, el cual observó a todos lados, señalando por la ventanilla derecha del auto.
—¿Esos son lobos? —Edward volteó a verles, encontrándose a Paul y a Jared vigilando los alrededores, observándoles desde la distancia.
—No te asustes… son inofensivos si no se les molesta. —Ambos lobos corrieron entre los árboles, aullándole a los demás integrantes de la manada, notificándoles que se trataba del hijo del Doctor Cullen.
—¿Inofensivos?... ¿Has visto el tamaño de esos animales?... —Edward asintió.
—No te preocupes por ellos… preocúpate por lo que vendrá a continuación con mi madre. —La enorme casa de paredes de cristal y madera pulida se dejó apreciar a lo lejos, asombrando gratamente al magnate, mientras Edward se encontraba cada vez más asustado—. Esta es la verdadera boca del lobo. —Estacionó el Audi frente a la casa, saliendo del elegante auto casi al mismo tiempo que Christian.
—¡Wow!... Esta casa es realmente hermosa… tiene una arquitectura única… en verdad me gusta. —Christian no podía dejar de apreciar la estructura de la casa, percatándose de como poco a poco se dejó apreciar movimiento en su interior, siendo Carlisle el primero en salir a recibirles, seguido de Alice y Bella.
—Hijos… al fin llegan. —Aquel recibimiento no solo fue grato para Edward, el corazón de Christian se sintió como en casa, ante su amable recibimiento.
—Bienvenidos. —Soltaron ambas hermana al mismo tiempo, sonriéndose gratamente ante la sincronía.
—¡Padre!... —Edward abrazó fuertemente al patriarca de la familia, siendo Alice quien bajara las escalerilla que daban a la casa, para saludar efusivamente a Christian.
—¡Hola guapo! —El magnate sonrió ante sus palabras, correspondiendo su abrazo.
—Guapa tú que siempre estás de punta en blanco, siempre bien vestida, maquillada y extremadamente arrebatadora. —Alice modeló su costoso atuendo Gucci frente al sonriente caballero, acotando a continuación.
—Primero muerta que mal arreglada. —Bella bajó de igual modo las escaleras y después de darle un efusivo y fuerte abrazo a su hermano y ex pareja, se acercó a Christian acotando a continuación.
—No como yo, que parezco que arroje todo mi closet al aire y lo que cayó sobre mí fue lo primero que me puse.
—Tú lo has dicho, hermanita. —Argumento Alice a sus palabras—. Estoy cansada de decirle que una dama no puede andar vestida así. —Señaló el atuendo de Isabella, lo cual consistía en unos Jean rotos a la altura de las rodillas, unas botas de escalar negras y una sudadera de cuello bobo, la cual dejó caer sobre uno de sus hombros, dejando el otro al descubierto.
—Bueno, Alice… Isabella tiene estilo propio. —Ella reverenció las certeras palabras del acaudalado hombre de negocios, recibiendo de parte del apuesto caballero, el mismo gesto.
—Gracias. —Estrechó la mano de Christian dándole la bienvenida a Forks, justo cuando la patrulla del jefe Swan se dejó escuchar desde la distancia por los agudos oídos de los vampiros, siendo Christian el único de no estar al corriente del inminente arribo del padre de Bella.
—¿Y mi madre?... ¿Y los demás?... ¿En dónde está todo el mundo? —A lo que Carlisle respondió.
—Emmett debe de estar jugando videojuego con el joven Clearwater, el cual se sigue recuperando de su accidente. —Edward asintió, siendo Christian quien preguntara que le había ocurrido al chico, aunque no sabía de quien hablaban, ya que jamás se topó con el chiquillo cuando los lobos estuvieron en Seattle, recibiendo la leve explicación de lo ocurrido por parte de Alice, mientras Carlisle prosiguió su explicación de en donde se encontraban los demás—. No hemos sabido nada de Jasper desde ayer y tu madre anda haciendo cosas de chica con Rosalie y Garrett. —El líder del Clan Olympic apretó los labios para no reír ante sus propias palabras, observando el consternado rostro de Edward y el pasmado semblante de Christian.
—¿El policía está aquí? —Preguntó el magnate justo cuando las risas de Rosalie y las de Esme se apreciaron desde uno de los costados de la casa, reapareciendo lentamente de entre los árboles, cada uno con una corona de flores como la que hacía tan solo una hora le habían visto a Leila, imaginando de donde había sacado la chica tal parafernalia.
—Ese tocado de flores silvestres te queda de infarto, Esme querida. —Soltó Garrett con el tono de voz de un diseñador profesional francés, tongoneando sus caderas—. Y lo tuyo es el rojo, perra… esas gerberas te quedaron de lujo —Señaló a Rosalie, haciendo reír a la vampiresa—. Fuego, pasión, sensualidad… eso es lo tuyo. —Rugió como una fiera, haciendo reír no solo a las dos féminas que le acompañaban, sino también a Alice y a Bella.
—Esto no puede ser. —Acotó Christian entre dientes mirando a Edward.
—Tranquilo… Garrett es inofensivo si no se le provoca. —El más joven de los Cullen, pero el primer integrante de la familia se acercó a su madre, acortando distancia en unas cuantas zancadas—. Hola mamá.
—¡Edward mi amor!... Al fin llegas. —Estrechó entre sus brazos a su adorado hijo, intentando no dejar caer el arsenal de flores que traía consigo para adornar la casa, observando al magnate por sobre el hombro del chico—. ¿Qué hace tu paciente aquí, cariño? —Edward suspiró para controlar sus miedos, notificándole a su madre.
—Christian quería conocer donde vivimos… él y yo nos hemos vuelto muy buenos amigos. —Edward pudo percatarse de como Garrett comenzó a hacer impertinentes mímicas sobre su supuesta amistad con el acaudalado hombre de negocios, haciéndole recordar al gracioso personaje de Jack Sparrow, el cual solía hablar gesticulando exageradamente la cara y los brazos.
—Entiendo. —Esme intentó sonreírle a su hijo, pero aquel presentimiento maternal que le indicaba que algo no encajaba en aquella supuesta amistad, era algo que no la dejaba vivir en paz.
Mientras Rosalie saludaba a Christian, recibiendo las respectivas adulaciones del apuesto caballero, la patrulla del jefe Swan se vislumbró por el sendero de tierra que daba a la casa, alegrando no solo a Bella, sino también a Garrett, al ver aparecer al fin al motivo de su estadía en Forks.
—¡Christian!... Que gusto verte. —Saludó el teniente, acercándose al serio e impertérrito hombre.
—¡Vaya!... de haber sabido que el circo estaba en la ciudad habría comprado boletos. —Aquello hizo reír tanto a las chicas como al mismo Garrett, siendo Esme la única en permanecer sería, sintiendo aquello como una provocación y un atrevimiento de su parte.
—¡Pero querido si la función es gratis!... —Se paseó cual diva frente a Christian, mientras Charlie descendió lentamente de su auto, suspirando para controlar no solo la pena ajena que lo embargaba cada vez que el policía citadino mostraba descaradamente su homosexualidad, sin un ápice de vergüenza, pero sobre todo al ver que Edward estaba presente, quien por supuesto podía leer su mente—. Ten. —Arrancó una de las gardenias de su colorido tocado floral, colocándosela a Christian en el bolsillo frontal de su chaqueta—. El boleto directo a localándia. —El molesto magnate supo de sobra a que se refería el policía, llamándole indirectamente gay—. Marica, tú… marica yo… marica él, marica todos… —Garrett comenzó a ejecutar el famoso paso de Carlton Banks, de la famosa serie el príncipe de rap, robándole unas cuantas carcajadas a todos, menos a los aludidos, Edward, Charlie y Christian, quienes le miraron seriamente.
—Ya basta Garrett… ¿Qué va a decir el padre de Bella? —Preguntó Esme acercándose primero al recién llegado que a Christian, para saludarle—. Buenas tardes Charlie, venga acérquese… Garrett parece peligroso pero no lo es. —Edward se acercó a Christian al ver como el molesto hombre había pagado toda su rabia con la pobre flor, no solo ante las impertinencias de Garrett, sino al ser ignorado por la madre de su nueva pareja.
—Tengo mis dudas, señora Esme. —Acotó Charlie, consiguiendo sin querer una nueva oleada de risas—. Vine porque se me informó de un Audi Spider con matrícula de Seattle, el cual venía a exceso de velocidad hasta acá y quise venir a ver de quien se trataba. —Miró el auto en cuestión.
—Fue mi culpa, jefe Swan, disculpe usted. —Alegó Edward, tomando toda la responsabilidad, pero Christian no se quedaría de brazos cruzados ante aquello.
—Si hay que pagar alguna multa, no dude en decírmelo, oficial…
—Jefe… —Interrumpió Garrett, haciendo resaltar su cargo—. Es jefe de este distrito y el padre de Bella… o sea ex suegro de Eddy. —Le arrojó un beso volador a Edward, el cual simplemente negó una y otra vez con la cabeza.
—Tan impertinente como siempre. —Acotó Christian de mala gana.
—Y se pondrá peor si se molesta por todo lo que diga, señor… —Charlie señaló al único extraño para él en aquella reunión, esperando a que se presentara.
—Christian Grey, Jefe. —Ambos estrenaron sus manos, haciendo las presentaciones correspondientes.
—Un gusto señor Grey. —Charlie miró a su hija y luego a Edward, el cual ya había leído en la mente de Charlie, lo que él sabía sobre su nueva pareja gay, intentando hacerse el desentendido—. No le dé tela para cortar al teniente, que mientras usted más se moleste él hilará una nueva insolencia creándose todo un atelier.
—Como me conoce, sheriff… no sabía que usted fuese tan perceptivo. —Garrett se acercó al policía pueblerino, tomando está vez una margarita de su tocado, colocándosela a Charlie en la placa que guindaba en su uniforme, sonriéndole seductoramente—. Me hace muy feliz volver a verle. —Susurró el vampiro, incomodando al Sheriff, el cual se apartó disimuladamente de él, buscando a Bella con la mirada, pero al parecer la chica había entrado a la casa, agradeciendo su repentina ausencia.
—¿Garrett?... dije basta… no molestes a nuestros invitados. —Exigió nuevamente Esme, mientras que el sonriente y por demás divertido vampiro recibió de parte de su mejor amigo una palmada en el hombro, pidiéndole que mantuviera su hiperactiva y ocurrente personalidad, calmada por unos segundos, siendo Christian quien tomara la iniciativa de saludar a la madre de Edward.
—¿Señora Esme?... un gusto volver a verla. —Tanto Alice como Edward pudieron ver lo que su madre en realidad quería responder ante aquello, tragándose las ganas de decirle a aquel hombre que ella no podía decir lo mismo.
—¡Oh!... Christian… lo siento… con tanto alboroto no te saludé. —Le ofreció a Christian sus tres dedos, tal y como lo había hecho en la subasta, soltándose rápidamente del agarre del magnate—. Entremos por favor. —Esme fue la primera en abrir la puerta, seguida por Rosalie, Alice y Carlisle, alentando a todos los demás a introducirse en la acogedora casa, siendo Christian quien alegara a continuación.
—En realidad tiene ustedes una extraordinaria casa. —Esme agradeció los halagos, sin darle mucha importancia, al ver como Bella bajó las escaleras con ambos niños en brazos, preguntándole que los había hecho llorar.
—Los gritos de Emmett los despertaron. —Justo en aquel momento una nueva oleada de vociferantes blasfemias se dejaron escuchar desde el segundo piso, avergonzado a los dueños de casa y haciendo reír tanto a Garrett como a Christian.
— …¿Pero qué te estoy diciendo carajito come mierda?... Que no te metas por allí porque te van a llenar el culo de balas… Sube al edificio conmigo, coño de tu madre. —Esme cubrió su avergonzado rostro, disculpándose con todos los presentes, siendo Carlisle quien lo retara, mientras Bella acercó a los niños hasta donde se encontraba el orgulloso abuelo.
—¿Emmett?... Baja el tono de voz y sobre todo mantén las vulgaridades al mínimo, hijo… tenemos visitas. —. Tanto Rosalie como Esme dejaron sus tocados de flores sobre la mesa, alegando que irían a hacer la cena, ya que si Christian iba a quedarse en casa, harían una pantomima de la típica familia americana delante del magnate, aunque teniendo a Seth y a Leila entre ellos, no era para nada raro el que se hiciera comida en aquella casa.
—¿Nos acompaña a cenar, sheriff?... Sobrará comida, eso se lo aseguro. —Carlisle volvió a retar a su amigo, exigiéndole que midiera sus indirectas delante del magnate—. Tranquilo Carlisle, Christian está tan absorto con tu hijo que no se percata de nada. —El líder de aquel Clan, posó el dedo índice sobre sus labios, chitando a su amigo, el cual hizo el gesto de cerrar una cremallera imaginaria sobre su boca, dejando a un lado sus loqueteras.
—Sé que su silencio durará poco, teniente… así que mientras tanto disfrutaré de un momento de paz y tranquilidad con mis nietos. —Tomó asiento justo al sonriente vampiro, el cual no pudo creer que su adorado sheriff, decidiera sentarse a su lado, hablándole sobre los hijos de Bella.
Mientras tanto, Alice comenzó a sacar la vajilla de porcelana italiana, al igual que los cubiertos de plata, siendo apoyada por su hermano Edward, el cual no dejó de darle miradas furtivas a Christian, quien conversaba amenamente con Carlisle sobre finanzas, escuchando el saludo poco ortodoxo de Emmett, al asomarse desde la planta alta para ver quienes les visitaban.
—¡Vaya!... el traidor de mi hermano ha aparecido. —Justo en aquel momento, Jacob arribó al lugar en compañía de Leila, la cual bajó rápidamente del vehículo de dos ruedas, introduciéndose en la concurrida casa, saludando a todos los presentes, encaminándose hasta la cocina, para ayudar a Esme y a Rosalie.
—No digas eso, Emmett… ven, baja para que hablemos. —Respondió Edward, sin dejar de poner la mesa junto a Alice.
Emmett no se hizo de rogar, bajando las escaleras de dos en dos, con Seth sobre su espalda como si el muchacho fuese un Koala y el vampiro un enorme árbol de eucalipto.
—¿Qué alegarás a tu favor, hijo de la verga? —Soltó a Seth sobre el sofá junto a Jacob, haciéndole una llave de lucha a Edward, dándole de coscorrones, lo que por supuesto era el modo juguetón de Emmett de decirle a su hermano que estaba molesto con él pero que lo seguía queriendo, ya que si hubiese estado en realidad enfadado con el chico, se hubiese arrojado sobre él desde el segundo piso, moliéndolo a palos como deseaba hacerlo con Jasper.
Por supuesto los juegos pesados de Emmett asustaron a Christian, sin dejar de ver como el corpulento vampiro llenó de bofetones y coscorronazos al pobre chico sin piedad alguna.
—La estrategia que manejas para las finanzas en el mercado bursátil es sin duda alguna una de las mejores, Christian… tendré presente tus consejos a la hora de comprar acciones… justo está tarde pensaba en… —El magnate interrumpió los elogios de Carlisle, notificándole al padre de ambos fanfarrones.
—Disculpa que cambie de tema, Carlisle… pero ¿no crees que Emmett podría lastimar considerablemente a Edward con esos juegos pesados? —Carlisle volteó para ver lo que los muchachos estaban haciendo, mirando nuevamente a Christian con la típica calma que lo caracterizaba.
—No te preocupes por ellos, Christian… ambos están acostumbrados a jugarse de ese modo. —El magnate no pudo creer la calma de aquel hombre, ya que Emmett estrangulaba a Edward sin pretensión alguna de aflojar la llave de lucha, tomando una de las cucharas de plata sobre la mesa, dándole con esta en la cabeza.
—Tranquilo, Christian… Edward es un maldito cabeza dura. —Por supuesto Jacob había dicho aquello con doble sentido, no solo al ser inmortal y bastante resistente al maltrato, sino a lo terco y orgulloso que podría llegar a hacer el vampiro; contándole a Seth sobre cómo le había ido en su primera semana de trabajo como repartidor, ya que por más cómodo que se sintiera en aquel lugar y lo fácil que se le estaba haciendo la vida gracias a Bella, no pretendía ser un mantenido.
—¡Emmett McCarty, Cullen!... deja de golpear a Edward con los cubiertos de plata… —Christian agradeció enormemente la intervención de Esme, quien argumentó a continuación— …Vas a dañarme los cubiertos antiguos. —Todos rieron menos Christian, aunque por unos segundos el magnate sintió que aquello lo había dicho en broma, ya que no era normal que una madre se preocupase más por la costosa losa que por la seguridad y el bienestar de su hijo menor.
—¿McCarty?... ¿Hay uno de ustedes que tenga un nombre común? —Seth golpeó el hombro de Jacob, exigiéndole que no dijera nada malo sobre el segundo nombre de su mejor amigo.
—¡Ay sí!... Habló Jacob Rin tintín Black-Shit. —El primero en desternillarse de las risas ante aquello, había sido Seth, seguido por Alice, Bella y por supuesto Christian, el cual aunque no entendió lo de Rin tintín, llamándole indirectamente perro, comprendió perfectamente lo de mierda negra, uniendo el apellido del muchacho con la despectiva palabra anglosajona.
—Yo no tengo segundo nombre. —Acotó Jacob, justo cuando Emmett decidió soltar al fin a su hermano, el cual quedó completamente despeinado, mirando a Christian bastante abochornado, aunque pudo ver en la mente del magnate que estaba disfrutando enormemente el conocer a su futura familia política en su habitad cotidiana—. Y mi segundo apellido no es ese, idiota. —Empujó al risueño chiquillo a su lado, exigiéndole que dejara de reírse de él.
—Claro que no… solo los de la alta alcurnia tenemos segundo nombre… los perros mierderos como tú a duras penas tienen una chapita de lata en el cuello con el nombre tallado con una navaja. —Seth le exigió a Emmett que parara, ya que los balazos los había recibido en el estómago y sentía como si en cada carcajada se le abrieran los puntos internos, aunque de seguro estaba más que curado.
—¿Emmett?... —Llamó Rosalie la atención de su esposo, ya que aún no existía un documento legal que los separara; apuntando hacía Christian con un sutil señalamiento de sus seductores labios, para que entendiera que no podía hacer tantas alusiones a que Jacob era un perro delante del magnate, aquel que tomó todo aquello como una forma jocosa de llamar a Jacob animal, cuando en realidad podía transformarse en uno.
—Pero mira nada más a quien tenemos aquí. —Emmett alzó los brazos, esperando a que el magnate se pusiera de pie para abrazarle.
—Aamm… no sé si levantarme o huir. —Tanto Edward como Emmett, e incluso Garrett rieron ante sus palabras, siendo Carlisle quien lo incitara a incorporarse del sofá.
—Ven aquí hombre que el único que muerde es Jacob y ya lo vacunamos en contra de la mal de rabia. —Todos en la estancia rieron, menos el aludido, quien no dijo nada al respecto gracias a la única persona que lograba mantenerlo a raya a parte del alfa de la manada, su imprima Leila, quien lo miró retadoramente para que no siguiera discutiendo con Emmett delante de su ex pareja, ya que la chica había pasado de ser una simple mortal a ser parte del maravilloso mundo de los inmortales y los metamórfos, resguardando sus secretos hasta de Christian.
—Me alegra ver que no has perdido tu inigualable, jocosa y agradable forma de ser. —Emmett abrazó al magnate, intentando no hacerle daño, mientras Edward siguió luchando con la rebeldía de su cabello, el cual no quería cooperar y aplacarse un poco.
—Si algo me ha enseñado está familia a pesar de todo, men… es que te quieren y eso me basta para que yo intente seguir con mi vida junto a ellos. —Soltó a Christian, posando su enorme brazo izquierdo sobre los hombros de Carlisle, quien le sonrió paternalmente a su hijo, palmeándole la espalda—. Aunque la verdad es que no me han dejado acercarme lo suficiente a esa maldita sabandija de Jasper y así poder romperle su mandarina en gajos. —Aquello consiguió una nueva oleada de risas, siendo los patriarcas de la familia quienes no rieran ante sus fuertes palabras, y menos Rosalie, ya que ella no deseaba verlos pelar.
—De seguro Christian te apoya. —Acotó Garrett después de haber tomado a Anthony entre sus brazos, mientras que Saralie dormía plácidamente sobre los brazos de su abuelo Charlie—. Siento que eres un hombre fuerte, de esos que apoyan los castigos… ¿o me equivoco? —Preguntó mirando a Christian y luego a Edward, el cual casi deja caer los platos ante aquello, siendo su hermana Bella y su madre Esme quienes se percataran del nerviosismo del muchacho.
—¿Y porque crees que yo apoyaría eso, policía? —Preguntó retadoramente el magnate, mirando de mala gana al vampiro.
—Teniente, Christian… soy teniente… que no sé te olvide eso… —Charlie alzó una de sus cejas, suspirando ante lo fanfarrón que aquello había sonado para él, intentando mantenerse al margen de la acalorada conversación— …Y pues, no sé… tienes ese porte de hombre dominante… de los que les gusta nalguear a las personas que se coge, no sé porque. —El estallido de un plato roto ante la fuerte presión los sobresalto a todos, encontrando pequeños fragmentos de porcelana fina sobre el suelo y el resto en las manos de Edward, quien miró retadoramente a Garrett, siendo Christian el primero en reaccionar, acercándose rápidamente al tembloroso muchacho.
—¡Por todos los cielos!... ¿Te encuentras bien? —Christian examinó rigurosamente las manos de Edward, sin encontrar laceración alguna en su pálida piel, asombrándose ante aquello.
—Si, Christian… estoy bien. —Soltó los fragmentos que habían quedado del plato sobre la mesa, frotándose nerviosamente la frente, al percatarse de como su madre los observaba interactuar, temiendo una mala reacción de su parte, ya que aunque ambos habían ido dispuestos a decirle la verdad a Esme, no querían que fuera de un modo en el que ella lo tomara a mal y menos con semejantes acotaciones como las de Garrett, quien sintió que se había extralimitado—. Mmm… necesito un momento a solas… iré un rato a mi cuarto… ahora vuelvo—. Seth le notificó tímidamente que se estaba quedando en su recámara—.Tranquilo, Seth… Todo bien. —Pero la realidad era que todo le estaba saliendo mal ya que no solo carecían de un nidito de amor propio en Forks, sino que tampoco podrían quedarse en el cuarto que él tenía en casa.
—¿Garrett?... Acompáñame un momento afuera, por favor. —Exigió Carlisle después de disculparse con todos los presentes, saliendo de la casa por la puerta principal, alejándose un poco de la lujosa vivienda a la espera de que su amigo se le acercara.
—Creo que me he ganado una reprimenda. —Le notificó Garrett a Charlie en un tono serio, aunque estaba sonriendo—. —No se me vaya a escapar sheriff… ahora vuelvo. —Le entregó el niño a su abuelo, quien no pudo dejar de sentir cierta incomodidad ante los coqueteos e insinuaciones del teniente, aunque algo en su interior germinaba lentamente por el irreverente vampiro, sin querer darse cuenta de ello.
—Bueno… yo voy a darme una ducha rápida y vengo a cenar. —Acotó Jacob dándole un beso a sus dos hijos, palmeándole amistosamente el hombro al caballero que había amado en secreto a su padre, sin saberlo—. ¿Vienes conmigo? —Le preguntó a Leila, la cual alegó que se quedaría a ayudar a Esme, recibiendo de parte de su futuro esposo, un apasionado beso en los labios.
Mientras Carlisle discutía con su amigo sobre lo impropio de toda aquella situación, Rosalie intentó ser la extraordinaria anfitriona que solía ser en cada una de las reuniones familiares, ofreciéndole a Christian una copa de vino, exigiéndole que se sentara y conversaran un rato antes de la cena, tratando de mantener al magnate entretenido para que no se percatara de las extrañas cosas que sucedían, pero el hombre no pudo dejar de pensar en cómo Edward había podido romper con las manos un plato tan grueso y salir ileso de tal proeza.
—Esto de intentar vernos normales delante de Christian va a estar difícil. —Acotó Bella, entregándole a Alice las servilletas ya dobladas que irían en aquel extremo de la mesa, mientras ella colocaba sobre su lado las que adornarían elegantemente cada plato.
—Pues haremos lo posible hasta que Edward decida si decir la verdad o seguir fingiendo. —Aquello no solo se refería a ocultar su inmortalidad delante de Christian, sino su homosexualidad delante de su familia, aunque la mayoría ya lo sabía.
Y mientras Seth jugueteaba con ambos niños, al ver a Saralie ya despierta y de buen humor, Carlisle siguió retando a su amigo, exigiéndole un poco de recato y compostura, siendo Rosalie quien no dejara de hablar, ya que Christian en lo único que podía pensar era en ir a ver a su adorado sumiso, el cual se encontraba hecho un mohín en el interior de la fría bañera de su recámara, tal y como solía hacerlo en el pent-house del magnate, al sentirse perdido y desconcertado, buscando en el interior de la vacía tina de porcelana, un poco de calma antes de seguir con la tormenta que se les avecinaba.
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).