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Sálvate a ti mismo por Ilusion-Gris

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Con pasos lentos se acercó hasta Neji.

—Yo... creo que...

«Lo lamento», pensó.

Sasuke alzó en el aire el tubo de metal que sostenía con firmeza en ambas manos. Las gotas de sangre, de las criaturas que asesinó segundos antes, escurrieron y mancharon el cuero de su chaqueta. Una visión muy tétrica para el que estaba tirado en el suelo e intentaba detenerlo.

Reparando en sus ojos carentes de brillo, ni por un instante distinguió en ellos un atisbo de duda, sabía no se detendría hasta acabar con su vida.

—Escucha... —Intentó razonar, pero había perdido la capacidad de hablar sin tener que tomar un profundo respiro, consecuencia de la lucha en la que se enfrascó con los zombies—, no tienes que...

Sus palabras fueron interrumpidas por el brusco movimiento que realizó, de no haber rodado a un costado, el otro le habría destrozado un par de costillas con el golpe que asestó en su dirección. Consciente de que el chico que lo rescató, contra su voluntad, no deseaba dialogar, y aprovechando la nube de polvo que se levantó a su alrededor, entonces hizo amago de las pocas fuerzas que le restaban y logró retroceder lo suficiente para ganar algo de tiempo.

No tenía la condición para detenerlo, no podía correr, y hablar tampoco se había vuelto una opción. Sin más, deseó que demostrar que no se convertiría en un muerto viviente —al que estaba a punto de lanzar otro golpe con aquel largo tubo—, fuera suficiente motivo para que parara.

Neji se frotó los brazos para limpiar la sangre en ellos, y cuando lo tuvo a unos pasos de distancia, le enseñó con desesperación que no había más que mordidas corrientes. Su piel seguía teñida de un color humano, y las heridas eran las comunes que saldrían después de que alguien te arrancara con los dientes pedazos de carne.

Permanecieron en silencio unos segundos, intercambiando miradas y recelosos ante el contrario.

—¿Por qué sigues siendo humano? —preguntó inseguro de lo que veía.

«Es lo que he estado tratando de explicarte», quiso decir, pero había llegado a su límite y perdió la consciencia antes de siquiera abrir la boca.

[...]

Tenía que admitir que le sorprendió despertar, con lo persistente que comprobó se ponía el azabache con el tema de los zombies, no le habría sorprendido descubrir que abrió los ojos, pero en el reino de los muertos.

Intentó enderezarse, pero fue ahí cuando descubrió que no podía mover sus brazos y piernas.

—No hagas nada raro o te decapitaré en un instante —escuchó la voz que ahora le resultaba familiar.

—Ya te habrás dado cuenta que no soy un zombie —respondió con dificultad. Su garganta estaba seca y aunque estaba acostumbrado, seguía siendo doloroso hablar.

Reaccionando a sus gestos de sufrimiento, Sasuke le acercó una botella a los labios, en los cuales una vez abiertos, dejó caer un chorro.

El agua era todo un tema, no había el suficiente para beber, mucho menos para el aseo personal.

—¿Por qué no eres un zombie? —Formuló la pregunta correcta. Las demás salían sobrando.

—Soy un conejillo de indias —explicó sin entrar en detalles, igual, sospechaba que al otro no le interesaba por el momento saber más—. ¿Puedes liberarme?

Sin contestar lo ayudó a ponerse de pie, una vez que comprobó que se mantenía recto sin perder el equilibrio, rompió las cuerdas que apresaban sus piernas, pero no las de sus brazos.

—No puedo confiar en ti. Hasta que esté completamente seguro te soltaré —habló y con un gesto le indicó que caminara por delante de él hasta la camioneta.

Mientras estuvo inconsciente, Sasuke hizo lo posible por curar sus heridas y cubrirlas con vendas, sin embargo, no tenía las herramientas para tratarlo correctamente. Esperaba llegar pronto a la próxima ciudad para abastecerse de medicamentos, comida —que ya se le estaban agotando— y también para conseguirle a Neji ropa apropiada. Andar con una bata maltrecha solo empeoraba su situación.

En silencio ambos subieron y se pusieron en marcha.

Lo había estado pensando, quizá lo mejor para el castaño sería que le enseñara cómo sobrevivir, y una vez que se asegurara de que estaría bien por su cuenta, le conseguiría algún automóvil en el cual transportarse y se despediría de él para siempre.

Ya le daba igual si su condición se debía a experimentos o si nació con la capacidad de adaptarse al virus, solo quería que lo dejara en paz.

[...]

—Escapé de un laboratorio... Los que sobrevivieron encontraron la forma de hacer inmune a algunas personas —dijo cuándo se estacionaron a un kilómetro de la ciudad para esperar el amanecer.

Sasuke asintió mientras comía unas galletas saladas.

—Mi prima, fue por ella que encontraron aquella especie de cura, pero el proceso fue muy duro y terminaron matándola... Cuando intentaron probar en los demás el antídoto que extrajeron de su cuerpo, la mayoría terminó enloqueciendo. —Sabía que el otro lo estaba escuchando, a pesar de que no comentara nada, por eso se animó a terminar su relato—: Se podría decir que mi caso fue de los pocos que tuvo éxito, aunque mi prima murió, asumí que valió la pena... Pero comenzaron a someterme a más experimentos y...

Guardó silencio y miró a la nada. No quería la compasión del otro, sin embargo, no negaba que deseaba su comprensión.

[...]

—¿En serio me dejarás así? —Alzó una ceja acentuando su molestia—. Soy inmune, pero no inmortal —escupió con sarcasmo.

No le gustaba la idea de atravesar la ciudad con las manos atadas mientras los zombies babeaban por su cerebro.

Sasuke lo ignoró, y de su mochila extrajo un cuchillo; andar sin un arma de fuego tampoco le hacía gracia, pero confiaba en su habilidad para mantenerlos a salvo hasta resguardarse en algún edificio.

—No hagas ruido —le aconsejó y se colocó detrás del chico para empujarlo—, si ves algún muerto solo detente y yo me encargo —murmuró.

Neji comenzó a caminar, pero otro empujón le hizo captar que empezara a correr.

Le había dicho antes que su destino sería un hotel lujoso a unas cuadras de distancia. Sasuke tenía entendido que los dueños de aquel lugar habían tomado la precaución de construir una pequeña bodega de víveres, lo sabía porque una vez lo escuchó de Itachi, solo pocos sabían de su existencia.

Pronto comenzaron a ser perseguidos, pero para sorpresa del azabache, Neji se movía con agilidad y precisión. Entraron al hotel y aseguraron la puerta, dentro se abalanzaron tres zombies, Sasuke los derrumbó, estaba seguro que en los pisos de arriba había mucho más de ellos, y sin perder el tiempo guió al castaño detrás de la recepción, había una sencilla puerta de madera que traspasaron, por suerte los muertos no invadieron el lugar y dirigiéndose a una segunda puerta que los condujo a un largo pasillo, se apresuraron antes de ser acorralados por el rastro de olor que dejaron flotando en el aire. Corrieron hasta que se toparon con un muro de metal.

Los torpes pasos de los zombies se escuchaban ya en la habitación que dejaron atrás.

«Vamos a morir», pensó Neji con temor.

Sasuke palpando en la pared encontró un botón muy bien camuflado, lo apretó y enseguida salió un pequeño panel de acceso, cerró los ojos para recordar el código, una secuencia de números que su antiguo círculo social utilizaba para emergencias.

—¿Qué estás haciendo? —Demandó el otro, no entendía por qué de pronto se había quedado tan quieto cuando los muertos ya estaban a unos metros de distancia.

El Uchiha se había obligado a olvidar todo lo relacionado con ellos, a nunca depender de las cosas que dejaron atrás, pero sabía que Neji necesitaba más para poder sobrevivir.

—¡Idiota, salgamos de aquí! ¡Desátame ahora! —gritó y se puso delante de él para que hiciera lo que pedía.

Haciendo caso omiso apretó más los párpados. Un gruñido se escuchó demasiado cerca y en ese instante lo recordó.

Se giró y pateó a un muerto viviente en el rostro —que ya estaba a un metro de alcanzarlo— para tirarlo contra otro que lo seguía por detrás, devolvió su atención al panel e ingresó el código. Se encendió un led verde y el muro se abrió para revelar un ascensor.

Antes de entrar, Sasuke lanzó su cuchillo en la frente del zombie más cercano.

Neji respiraba con irregularidad, fácilmente, se habían agolpado cincuenta zombies en el pasillo, gracias al fuerte material que rodeaba el ascensor, no logró escuchar los gruñidos y golpes de los muertos, pero seguía sin creer que hayan salido ilesos. El silencio le resultó antinatural y observando de reojo se encontró al otro igual de agitado.

Su instinto le obligaba a no bajar la guardia, cuando las puertas se abrieron, la luz se encendió en automático, pero le pidió a Neji que permaneciera allí para salir a inspeccionar.

Los estantes con comida, agua, medicamentos, ropa, armas y otros objetos, estaban intactos.

—¿Cómo es que sabes de este lugar? —En su voz había reproche más que asombro.

—No tiene importancia, tomaremos lo necesario y mañana nos marchamos —respondió y se acercó primero por una botella de agua. La última vez que tomó más de un litro de agua al día, fue cuando aún el virus no había sido activado.

[...]

Estaban tirados encima de unas cobijas que encontraron. La mochila de Sasuke totalmente cargada descansaba encima de su cabeza, había una segunda junto a esta, era la nueva que habían conseguido para Neji. Las heridas del chico habían sido tratadas, en un par de horas cerrarían los cortes y toda infección había sido descartada. Ya no tenía las manos atadas, incluso, logró asearse un poco con un trapo húmedo.

Parecía que el receloso viajero no había tenido otra alternativa más que confiar.

—¿Qué haremos mañana al marcharnos de aquí? —cuestionó. Tenían lo necesario para sobrevivir por meses en ese lugar, mucho más cómodo y seguro que todos los refugios que existían allá afuera.

—Buscaremos otro sitio donde permanecer...

—Podemos quedarnos aquí —sugirió Neji.

Como respuesta obtuvo silencio, y cuando se resignó a que su pequeña conversación había llegado a su fin, la voz del otro le tomó por sorpresa:

—No, no podemos permanecer aquí —susurró como si se hablara a sí mismo.

Había cámaras en el lugar, su familia lo encontraría si se quedaba allí. No estaba seguro de por qué lo buscaban; quizá para llevarlo con ellos, tal vez para asesinarlo, no le importaba, pero no quería volver a verlos. Ni a ellos, ni a nadie.

A su lado escuchó la respiración tranquila de Neji, se había quedado dormido y le resultó extraño el sonido que producía. La última persona que durmió a su lado, ahora debía estar muerta.

En ocasiones, le asaltaba la idea de rendirse. No había esperanza, no había nada más que perder la consciencia o la verdadera muerte. Lo que antes era el futuro, un trabajo, una familia, un hogar, ahora no existía. Aunque viviera veinte años más, seguiría sin tener más futuro brillante que la muerte.

Sasuke se enderezó y recargó su espalda contra la pared, no podía dormir, era raro cuando lograba hacerlo. Al cerrar los ojos por más de cinco minutos sus demonios internos lo atacaban, no le permitían descansar, no existía tregua entre ellos.

El mundo como un día lo conoció, estaba tan lejano de su realidad. Quería creer, en verdad deseaba pensar positivo, sin embargo, lo más sensato era perder toda esperanza.

¿Cómo es que todavía existían personas como Naruto? Que amaban, que lo daban todo como si con ello fuera a cambiar algo. Seguro ese chico estaba muerto, todo por defender a su amigo, y su amigo por salvarlo. No lo entendía, y era mejor no hacerlo, no si el final era tan lamentable. Ambos murieron, no tenía caso atormentarse. La realidad le daba la razón, aunque desearía no tenerla.

Permaneció con la espalda contra la pared, odiando la presencia de Neji, que le hacía recordar su lado humano, su lado débil y ansioso por aferrarse a una luz que nunca aparecía.

Ojalá todo terminara de una vez, ojalá y pudiera cerrar los ojos y no volver a abrirlos, y ojalá tuviera el valor para desearlo.

[...]

Ya no se veía tan pálido, ni tan delgado, tal vez se debía a las prendas que llevaba encima. Una playera de resaque, arriba una de manga larga y un chaleco, por último una chaqueta de lana, todas fabricadas para soportar los rayos de luz y la temperatura que los esperaba allá afuera. Se empapó la piel de una crema que inhibía el olor y a la vez lo protegía del sol. Con un pedazo de tela se amarró sus largos cabellos en una coleta baja, estaba listo para salir de allí.

Sasuke lo había visto luchar contra los zombies cuando intentó salvar a los niños, en ese momento no estaba en la condición adecuada para defenderse de su ataque, pero ahora no dudaba de que pudiera hacerlo sin mayores problemas.

—Necesito conseguir combustible, cuando salgamos, tú ve a la camioneta y espera media hora por mí —ordenó mientras se colocaba unos lentes especiales que le ayudarían a disparar con suma precisión.

—¿Qué hago si no regresas?

Sasuke observó con atención el rostro ajeno antes de formular una respuesta:

—Solo conduce hasta otra ciudad o encuentra un sitio en el cual ocultarte. —No estaba en sus planes morir ese día, pero la probabilidad siempre jugaba en su contra.

«Tú no deseas que te encuentren los que sobrevivieron, ni los que están muertos, yo tampoco, no nos queda más que seguir huyendo», pensó sin atreverse a decirlo en voz alta.

Subieron el ascensor en silencio, justo como llegaron; aquellas cuatro paredes que dejaron atrás aparentaban ser lo suficientemente resistentes para resguardarlos, pero jamás podría protegerlos de sus demonios, aquellos que les recordaban que era mejor sentir el viento y el sol en la piel, que el aire sofocado de una habitación bajo tierra.

Cuando las puertas se abrieron los zombies con lentitud se giraron y los observaron, antes de que reaccionaran, ambos levantaron sus armas y apuntaron a sus cabezas. El pasillo en seguida quedó inundado de cadáveres, y ellos con sus pies como cortando la corriente, pasaron sobre ellos. Para sobrevivir no debían tener remordimientos, aquellos estaban muertos desde antes que pusieran una bala en sus cabezas, de no pensar así, terminarían como ellos.

Al salir del hotel, Neji sin mirar atrás caminó hasta la camioneta tal como el otro deseó.

Sasuke no fue capaz de apartar la mirada de su espalda, la escena le resultaba familiar y no le gustaba la sensación que nacía en su pecho.

No esperaba nada de nadie, nadie esperaba nada de él. No dependía de los demás, y deseaba que nadie dependiera de él. No quería palabras, ni recuerdos, ni esperanza, pero no dejaba de ser humano por más que se había empeñado en ser más una máquina, sin sentimientos ni emociones. Sin nada que le impidiera sobrevivir y sobrevivir, sin ningún fin más que sobrevivir. Sin embargo, tan solo por un instante anheló profundamente que Neji girara y le dijera que no podía dejarlo partir solo, pero eso nunca sucedió.

Ese chico era más parecido a él de lo que imaginó.

Retrocedió un paso, y una vez más, hizo a un lado sus sentimientos y siguió su camino.

[...]

Cuando se encontraba con zombies intentaba esquivarlos para no alertarlos con los disparos.

Vio a la distancia la cochera de un departamento, distinguió unos galones apilados en una esquina. Se apresuró y al llegar inspeccionó los recipientes, la mayoría estaban vacíos, algunos contenían un cuarto o menos de combustible, vaciando el líquido en un solo galón logró llenarlo por completo, estaba vaciando los demás en un segundo cuando escuchó un sonido que le heló la sangre. 

Lo reconocía, lo había escuchado antes de escapar de casa, pero tenía años que nadie había vuelto a producirlo.

Era una risa, una auténtica risa de satisfacción.

Dejó lo que hacía y tomó con fuerza el arma en su mano derecha, esperando identificar al causante de aquel ruido.

—¿Quién...? —Tragó saliva, incapaz de alzar la voz, temía ser escuchado por una criatura indeseable.

Una sonora carcajada se escuchó a su espalda.

—¿Quién es? —pronunció más nervioso de lo que alguna vez estuvo.

Nadie reía, nadie. ¿Cómo era posible?

Giró lentamente y se encontró de frente a un anciano.

—¿Se encuentra...? —Las palabras murieron en su garganta cuando el hombre mayor sonrió y arrastró los pies hasta él.

Su instinto le aconsejaba alejarse, pero sus piernas temblaban. La persona frente a él no estaba infectada, al menos no lucía como un muerto viviente, pero tampoco parecía que sus intenciones fueran buenas.

Sin darse cuenta, ya tenía al anciano a unos centímetros y a su tétrica sonrisa muy cerca de su rostro. La mano de Sasuke tembló y la pistola resbaló de sus dedos, el hombre aprovechó y apresó la muñeca del chico con fuerza. Sintió en su espalda el filo de un cuchillo, fue ahí donde se percató de que lo había rodeado con un brazo. Bien podía empujarlo o chocar sus cabezas para noquearlo, pero el anciano estaba bien, no estaba muerto, ni infectado, no podía lastimarlo, no quería hacerlo.

—Serás la mejor cena en años —dijo y volvió a reír.

Observó cómo sus facciones se distorsionaban por la carcajada y no fue capaz de hacer más que cerrar los ojos.

No tenía la vida comprada, nunca quiso tenerla si ello significaba sobrevivir a costa de los demás; cada que el sol salía se preguntaba cuántos amaneceres más vería, cuántos pasos le quedaban, cuántos suspiros, y ahora, todo estaba a punto de llegar a su fin.

No más miedo, no más culpa, pero tampoco, no más sueños.

—Sasuke, mi nombre es Sasuke Uchiha —pronunció liberando su último deseo de no morir en el olvido.

Sintió el metal clavarse con fuerza en su espalda baja, apretó los dientes y se negó a llorar, pero las lágrimas que lograron escapar, fueron aquellas que reprimió los últimos años.

—Sasuke, Sasuke Uchiha —repitió odiando la idea de olvidar su nombre en cualquier instante.

De pronto sus rodillas no soportaron su peso y cedieron, pero antes de caer, escuchó que alguien más lo hacía.


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