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Ocho historias para contar por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Bien cierro el ciclo con la pareja que considero mi favorita. Los trifectos.

Gracias por las lecturas y por acompañarme nuevamente en mis creaciones.

 

Las puertas del auto se abrieron dando paso al peliazul y a la joven que le acompañaba, haciendo una reverencia, los empleados de la casa le dieron la bienvenida al nuevo amo y a su hija: Hiyori Yokozawa Kirishima.


Una vez dentro, la joven y su equipaje fueron llevados a sus respectivas habitaciones, mientras él tuvo que soportar la compañía de su otrora amigo junto con su amante. La confianza que les tenía su padre se demostraba con el mensaje dejado, y el reproche tácito que ambos le hacían. A pesar de haber querido llegar antes, el viaje desde París implicó mucho más tiempo que el presupuestado por el clima y las revoluciones de principio de siglo.


Al quedar solo pensó en la última vez que estuvo en esa habitación, las imágenes se agolparon en su mente repasando cada uno de los momentos vividos con el verdadero padre de Hiyori.


Agachándose en el lugar que lo vio por última vez, observó que los rastros de ese fatídico día habían desaparecido por completo después de diez años de jabón y cera, pero el recuerdo seguía presente, y con él, el resultado de todas sus decisiones...


 


El golpe sonó fuerte y se sintió peor en la espalda del castaño. El hombre de gafas, alardeo frente a los que le observaban gritando con cada latigazo la sentencia, uno por cada kilo de la producción desperdiciado, en total 60; lo peor era que llevaba poco más de la mitad. Antes de sentir el siguiente, una fuerte voz se escuchó.


Casi en la inconsciencia del propio dolor, procuro erguirse para ver a quien le había levantado el castigo, pero al darse cuenta de la dogeza que los otros hacían, supo que la situación no iba a mejorar. Las lustradas botas negras llegaron a su lado, oyó como el capataz explicaba la razón del escarmiento.


Hay personas que si no ven no entienden – escuchó al recién llegado ordenar a todos pararse, - principalmente si son nuevos y con antecedentes.


En eso tienes razón – Kirishima alzó la cabeza para ver como un peliazul se alejaba quitándose la chaqueta que llevaba. Con una seña, los hombres que le acompañaban colocaron dos nuevos sacos y los regados fueron sellados para ubicarlos a un extremo del recolector.


Cuando el hombre comenzó a quitarse la blanca camisa, entendió que él terminaría el trabajo empezado por el capataz.


No supo si por miedo o por placer, pero no pudo despegar su mirada de la nívea espalda de su amo, cada musculo se marcaba deliciosamente en los movimientos que le parecieron más que sensuales.


Sintió el deseo de apresurar la caída de la prenda que se deslizaba por los brazos, pero sus ojos se detuvieron descaradamente en el bien formado trasero de su patrón. Se lamió los labios de manera lasciva, recibiendo, a cambio de esa acción, un golpe en su estómago que lo hizo doblarse una vez más. Sin embargo, fue enderezado de manera brusca, para encontrarse con un par de iris azul grisáceo enfrentándolo.


En ese instante perdió cualquier vergüenza, y ante el adusto rostro mostró su hermosa sonrisa, y agachó un poco la cabeza en forma de reverencia, sin despegar la mirada de su superior. El leve sonrojo del hombre le sorprendió gratamente.


Por eso espero que esto te sirva de lección – Iokawa fue a pasarle su látigo, pero muy por el contrario fue rechazado para observar sorprendido como el lord levantaba los sacos con total tranquilidad, demostrando su fuerza al subirlos al carro de transporte. Al soltarlos terminó - las mujeres cargan un saco, los hombres dos. Nadie es explotado, se paga bien, tienen casa y comida y sus hijos estudio, así que hagan bien su trabajo.


Después de eso se coloco rápidamente la camisa y la chaqueta, para marcharse en el caballo seguido de los hombres con quienes había llegado. Nadie dijo nada, pero para Kirishima ese encuentro lo había marcado.


 


Tres meses habían pasado sin poder tener algún contacto con el joven heredero. No obstante, cada vez que pasaba por la casona, procuraba enterarse de sus actividades con la mirada curiosa de la nana del menor que comprendió muy bien el interés que tenía en su protegido, ya que la mujer era consciente que su niño era diferente a los demás. Lástima que lo de ellos nunca podría tener un tinte de felicidad.


Esa noche la mansión resplandecía por la fiesta que allí se celebraba, Kirishima dejó todo en el piso de la cocina y pidió permiso para retirarse, su hija estaba sola y no quería ponerla en riesgo, muchos hombres tenían el día libre por la celebración y era consciente que el alcohol no era un buen consejero.


Fue cuando lo alcanzó a escuchar, vestido de gala ingreso a la cocina, probo cada uno de los platos que se servirían y dio el visto bueno, luego, en un pequeño espacio de complicidad se acerco a la cocinera dándole un beso en sus manos, la mujer agacho la cabeza susurrando un "baka", y por primera vez le escucho reír. Si antes pensaba que era atractivo, en ese instante lo vio hermoso. Con esa imagen regreso a su casa.


Comió con Hiyori escuchando cada una de las cosas que su amado tutor le enseñaba, la niña hablaba de dos personas que le guiaban en la pequeña escuela improvisada de la hacienda, hasta en eso las cosas eran diferentes a su anterior trabajo. Posterior a larga conversación, cargo a su niña que había caído irremediablemente rendida, para dejarla en la cama, recogió los platos lavándolos, recostándose trato de descansar.


Ese día se cumplían ocho años de la muerte de su esposa, con los recuerdos de su matrimonio, fue quedando poco a poco dormido, en su mente las imágenes de los últimos días de la madre de Hiyori hicieron de su sueño una pesadilla. El dolor en su pecho se sentía tan real, veía cada instante como si lo viviera de nuevo, de pronto la imagen de la mujer que fue su primer amor, fue cambiando de forma hasta convertirse en la del heredero de la casa Yokozawa. Y así, al fin pudo descansar tranquilo.


Mientras tanto en uno de los pasillos que conducían al salón principal, Yokozawa trataba de hallar coherencia en las palabras de su amigo y amante ocasional. Takafumi sabía que el problema no era que Takano se comprometiera con la hija de los Ichinose, sino que le presentaba de manera abierta a quien denominó su verdadero y único amor.


El chico Onodera le extendió la mano, mientras le sonreía. Agradeció que la novia de este llegara, para al quedar solo con Masamune, poder preguntar lo inevitable, las palabras pronunciadas por el ojimiel fueron tan crueles que lo hicieron sentirse frente a un desconocido.


Lo nuestro no era más que sexo, eres mi amigo, acaso ¿creíste que cambiaría a Ritsu por un varón tan insignificante como tú? – lo miró de reojo para mostrar una mueca de asco, llevando la copa a su boca, tomo un trago para concluir – se consciente de tus limites Yokozawa. Además, te aconsejaría que si quieres retener a alguien, al menos trates de mejorar tus habilidades en la cama.


Se sintió derrotado ante la humillación, escuchó el llamado a las parejas para iniciar el baile, pero su cuerpo y su mente no estaban en posición de ver la charada. En la medida que el ojimiel abrazaba a Erika, Ritsu besaba la mano de An, ¿y él?  Él salió por la puerta de atrás, pidió su caballo y se marcho al único sitio donde podía desahogarse.


 


El ruido de la cabalgadura lo despertó, su casa tenía una ubicación estratégica entre el gran lago que bordeaba la propiedad y el camino que llevaba a él, escuchar como el animal pasaba a todo galope, lo hizo salir a ver quién era el jinete. Oculto tras los árboles observó la figura que desde hacía días lo desestabilizaba.


El hombre caminaba errático hasta el agua, el deseo de protegerlo le hizo hablar.


¿Qué haces en mi propiedad?


Que yo sepa estas son mis tierras – Zen sonrió por la respuesta, mientras se acercaba lentamente.


Técnicamente son mías mientras yo las trabaje y las habite por el contrato que me hicieron firmar al llegar aquí – Yokozawa entorno los ojos, al tenerlo más cerca reconoció la cara de quien le hablaba.


Se me olvidaba que eras el administrador de los Kayama – el castaño hizo una reverencia, pero el dolor de los últimos azotes de Iokawa no le permitieron completarla correctamente, además que soltó un maldito quejido. Percatándose de la acción, Yokozawa se dirigió a su caballo. Kirishima por dentro se maldijo por haberlo asustado; sin embargo, el hombre regreso ordenando que se quitará la camisa.


Yokozawa fue consciente de lo que hacía cuando tuvo al castaño sentado ante él, dándole la espalda. Notó en la ancha espalda las marcas del trabajo duro que realizaba, él por lo visto no estaba acostumbrado a labores de campo.


Sus manos masajearon los hombros y el cuello, para seguir su recorrido hacia abajo; los recientes azotes le dejaron pasmado. Deslizando sus dedos sobre las heridas recorrió cada una de las cicatrices, pasando a su pecho, donde los morados ocasionados por algunos golpes en sus costillas presagiaban que habían sido hechos hacia poco tiempo.


Kirishima rogó porque no se diera cuenta de las sensaciones que su roce le estaba ocasionando, embelesado con lo que ahora era una caricia prefirió agachar la cabeza, pero su mirada se detuvo en el gesto que el ojiazul hacía, en su mente lo único que giraba eran las ganas de tirársele encima y besarlo, su deseo pronto se vio reflejado en la reacción de su entrepierna, la cual se endureció más ante la pregunta casi inaudible del joven.


¿Crees que soy atractivo? – los ojos azules lo enfrentaron mientras la descarada mano bajo directo a su hombría. Antes de poder responder el peliazul lo tumbo sobre el césped sentándose sobre él. Las firmes manos nuevamente lo recorrieron, pero de una manera más segura.


Yokozawa quería olvidar las palabras de Masamune, quería demostrarse que podía ser un buen amante, que su cuerpo podía despertar una pasión tan fuerte que se hiciera doloroso dejarlo.


Empero, quien tenía bajo él era su siervo y él le debía respeto, y las erecciones podían en raros casos deberse al miedo. Como dueño y señor podía tomar lo que quisiera y a pesar de ser el castaño más alto y con más contextura, si deseaba violarlo no tendría ninguna objeción...y eso fue lo que le detuvo.


Se levanto pidiendo le disculpara por lo acontecido, no podía ni mirarlo después de como había actuado, Kirishima simplemente se convenció que algo había pasado en su interior desde que lo conoció, que después de tanto tiempo nuevamente estaba sintiendo algo similar pero más fuerte de lo que disfruto con Sakura. Si desaprovechaba esta oportunidad sabía que no tendría otra, por eso, antes de que escapara, lo beso. Al diablo su posición social y cualquier  restricción de género, deseaba a su amo y se daría el gusto que tenerlo esa noche para él.


Yokozawa no supo como responder a la boca que ansiosa busco la suya, el hombre olía a jabón y mentol, sus manos se deslizaron sobre el pecho desnudo, haciéndolo temblar, para que negar que su esencia le impedía desear a una mujer como lo hacía con los hombres, por eso odiaba lo que ocurría con Takano y su amante.


Takafumi, mírame – abrió los ojos para encontrarse con dos almendrados que le escudriñaron el alma, algo en él hizo sonreír al castaño que pasando su mano por su mejilla le hizo temblar – No me detendré... mi... amor.


Esa noche supo que lo vivido con su amigo no fue nada, cada beso, cada marca, cada recuerdo, fueron aplastados por los que este hombre le daba. Sin importar el rol que cumpliera, con Takano siempre sus sesiones eran llenadas por el nombre del tercero que como una sombra se interponía. Con Kirishima, el suyo retumbaba entre jadeos y con una ronca voz en sus oídos... años después recordaría esa noche como su verdadera primera vez. Se entregó completo y sin temores a un placer que le parecía negado.


Antes de marcarlo como suyo totalmente, Kirishima busco su boca y entre besos le pidió decir su nombre, quería escucharlo, quería saber que, si solo iba a ser una vez, él fuera consciente de quien lo había hecho gemir y estremecerse así, entre jadeos y suplicante por la liberación, Yokozawa lo complació... "Zen...", sin más termino...


 


Takafumi abrió los ojos removiéndose en la rústica cama que se había convertido en su nuevo lecho, el sol que se colaba por la ventana le mostraba que aun era temprano, pero el sentir el vacío del cuerpo de su compañero le hizo despertar. Buscando su ropa, se dirigió a lavarse, los rastros de las rondas de la noche anterior bajaban por sus muslos haciéndolo sentir incomodo, pero sumamente feliz.


Después de esa primera noche los encuentros se habían dado casi diario, el castaño lo acorralaba en cualquier lugar donde sabía que no podían ser descubiertos, y lo hacía suyo sin medir las consecuencias. Su cuerpo respondía fácilmente, con solo uno de sus besos, Takafumi sentía que su fuerza era robada y quedaba a voluntad del ojialmendrado, de ahí que las visitas a la casa del siervo se fueron dando más seguido al punto de comenzar a quedarse, como ese día, cuando su padre salía de viaje.


Al regresar en el comedor vio a Hiyori sirviendo el desayuno, la pequeña de diez años sabía de la relación que mantenían, pero no dimensionaba lo peligroso de la misma, para ella, la dicha de tenerlo a su lado opacaba cualquier momento de soledad.


Casi como rutina, una vez comieron, se dirigieron a la pequeña escuela que improviso con algunos de los hijos de sus empleados; junto a Eri, la hija de su nana comenzó las clases de lengua y matemáticas. No habría pasado más de media hora cuando la puerta se abrió dando paso a Takano.


Yokozawa pidió a su ayudante que acompañara a Hiyori y que la protegiera hasta que él estuviera de vuelta, la mujer entendió la orden procediendo a cumplirla. Subiendo a la montura ambos se dirigieron a la casona.


Masamune lo siguió mientras se encaminaba al despacho del líder de la familia. No pudo menos que apreciar los cambios que el peliazul mostraba, tal vez se daría el gusto de probarlos una vez terminara con su encargo, igual un amante nunca podría satisfacerlo.


Al abrir la puerta la imagen del mayor le heló la sangre. De repente entendió esa sensación de incomodad y temor que le acompaño desde que vio al ojimiel.


Su progenitor dio la orden a Iokawa que permitiera la entrada de los peones que arrastraban a alguien totalmente ensangrentado. Su cara fue alzada a la fuerza, del bello rostro solo se podía vislumbrar el brillo de los ojos de su amante, quien al distinguirlo sonrió agradecido.


Trato de aproximarse, pero el abrazo de Takano lo detuvo. Desafortunadamente no fue lo suficientemente rápido para deshacerse de la supuesta muestra de protección, aturdido por el disparo, vio a Zen caer de bruces mientras su última frase resonaba en sus oídos "los amo" ...


Takafumi se derrumbó frente al cadáver. La voz del dueño de casa ordenó a los otros que hacer con el cuerpo... la risa queda de Masamune y la caricia de este en su cabeza, le provocaron el desprecio hacia todo lo significaba su posición...


 


Hiyori entro acompañada de su antigua profesora; actualmente, gracias a una muy buena historia de Isaka y la ayuda de Asahina, sus abogados consiguieron demostrar su relación filial con la niña que fue reconocida como su hija y única heredera formal de toda la fortuna Yokozawa.


Su padre en ese instante se estaría retorciendo en la tumba, al conocer de quien era la sangre que corría por las venas de su supuesta nieta, pero bien se lo había dicho antes de exiliarlo:


La sociedad te exige guardar las apariencias y evitar un escándalo; eres libre de tomar tus decisiones, pero siempre y cuando cumplan con las normas establecidas.


Y Yokozawa Takafumi siempre había sido buen hijo, y por eso acató por completo sus órdenes.

Notas finales:

Hasta la próxima.

 


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