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Sueño primaveral por 1827kratSN

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Miraban cómo parte de su pueblo, sirvientes, amigos, entraban a su castillo para compartir su dicha.

Alonzo abrazaba a su esposa, Stella, por la espalda, acariciándole los largos cabellos azabaches, enredando sus dedos y siendo muy cuidadoso para que se deslizaran con suavidad, riendo bajito cuando ella jugaba con sus patillas. Suspiraban sin decir nada más que un «ya mismo». Esperaban el retorno de su heredero, no sólo ellos, sino todo su reino, el cual ya se reunía en la plaza ubicada frente al castillo. La gente portaba flores, banderines con el símbolo de los Argento, vestían elegantes y sonreían esperando poder ver a su futuro gobernante. A lo lejos se veía ingresar la carroza correspondiente a los Sawada quienes venían a compartir la felicidad de sus futuros consuegros.  

Ellos esperaban al primer príncipe, confiados en que las hadas cumplieron con su labor y justo a la media noche Reborn arribaría sano y salvo. Ellos estaban listos para resguardar a su heredero hasta que el segundo príncipe volviera y se diera al fin el ansiado día en que sus reinos se unieran y la paz retomara su forma original.

 

 

—¡Amigo! —Iemitsu abría sus brazos para exteriorizar la dicha que sentía por el arribo del pequeño Reborn— ¡Ya falta poco!

—Muy poco —reía Alonzo antes de agarrar a Iemitsu y apretarlo en un abrazo rudo— y así te darás cuenta que mi hijo ha crecido fuerte y sabio… digno de ser tu yerno

—Eso espero —le dolían las costillas por el abrazo, pero no se quejó y palmeó la espalda de Alonzo hasta que fue liberado. Tomó la mano de su esposa y junto con ella se dispusieron a platicar con la reina de esas tierras

—Nuestros hijos estarán a salvo —susurraba Stella hacia Nana quien le devolvía una sonrisa sincera

—Estoy segura de eso

—¡Falta poco! —coreaban los reyes a todo pulmón, su pueblo gritaba lleno de emoción mientras se acomodaban para presenciar el arribo esperado, las antorchas iluminaban la estancia. Todo era como debía de ser.

 

 

Allí festejaban ansiosos por lo que suponían les deparaba el destino, sin imaginarse siquiera que, en ese mismo castillo, en una de las torres alejadas de esa plaza, se llevaba a cabo una de las primeras luchas que marcaría el rumbo de dos reinos poderosos.

Magia poderosa. Un solo oponente que poco sabía de ella.

Reborn evitó cuantos hechizos y ataques el tal Bermuda le lanzó. Corrió por esa habitación para evitar la destrucción de su persona, atacó con las fuerzas que sus días de entrenamiento le daban, pero al final el resultado seguía igual: Bermuda reía con prepotencia, el muchacho jadeaba en muestra de cansancio y la rueca brillaba como si estuviese hecha de oro.

 

 

—Fue divertido —sonreía triunfal— pero esto tiene que acabar

—No me digas —Reborn lo miraba con enfado porque no se creía que ni un mísero golpe pudo acertarle a ese tipo

—Es hora del gran final, príncipe

 

 

El báculo de Bermuda se agitó levemente, pero, antes de que lanzara su hechizo, el jovencito intentó un movimiento más, un golpe que Bermuda esquivó, pero no fue así con el segundo. Una patada en su estómago lo mandó a volar hacia la pared, causando un sonido evidente que delató su posición pues con su espalda reventó un vidrio y los pedazos cayeron al balcón inferior. Se escuchó un jadeo lejano y poco después el cómo la puerta de la habitación era golpeada en conjunto con exigencias para que se abrieran.

Bermuda no pudo siquiera reaccionar cuando tuvo al muchachito encima de él intentando acertar varios golpes, alejándolo de su báculo, luchando porque su instinto se lo dictaba. Rodaron en ese suelo, golpearon varios objetos, rompieron cosas sin importancia, pero al final Bermuda fue quien se levantó para detener esa pérdida de tiempo a la vez que la puerta se abría después de romperse en mil pedazos.

Era el momento.

El hechicero oscuro tomó al muchacho del brazo y lo aventó con demasiada fuerza en dirección a la rueca, de tal forma que ésta se destrozó en pedazos. Fue ahí en donde enfrentó a las hadas mediocres que intentaron hacerlo retroceder con esos hechizos patéticos pero que Bermuda disipaba sólo con un leve movimiento de sus dedos.

 

 

—¡Ya es tarde, Bermuda! —Viper estaba indignado consigo mismo y con sus compañeros pues no se dieron cuenta del desastre que no fue armado por Reborn

—No lo es —sonrió de lado mientras retrocedía hasta donde el chiquillo se levantaba algo atontado por el golpe—. ¿Verdad, Reborn?

—Bastardo —sacudió su cabeza para despejar un leve mareo que lo azotó

—Muy mal vocabulario, no está a la altura de un príncipe

—Voy a…

—¡No, Reborn!… Tú debes salir de aquí y dejarnos el resto a nosotros-kora —sus varitas estaban desplegadas, apuntando a quien portaba vendas innumerables

—Cariño —Luce intentó acercarse al adolescente, pero Bermuda se lo impidió con un ataque que le dio directo en el estómago y la mandó a volar hacia una pared cercana. El golpe resonó

—¡A ella no la toques! —Reborn se lanzó encima del hechicero, pero no pudo llegar muy lejos porque cierto dolor lo hizo trastabillar y caer de rodillas a sólo tres pasos del mismo

—¡Reborn! —se alarmó Luce cuando vio una mancha de sangre en el suelo cercano a su protegido. Intentó levantarse a pesar del dolor porque no podía permitir que eso pasara

—Al fin —Bermuda suspiró al ver la herida de Reborn—. Me dieron trabajo, pero ya está hecho

—¡Tu hechizo no funcionará! —Bramó Viper mientras agitaba su varita para atacar, pero su magia una vez más fue disipada en un parpadeo— Lo destruimos… Reborn no morirá

—¿Morirme? —bufó Reborn mientras veía aquella cosa incrustada en uno de sus dedos— ¿Por esta herida tan insignificante? —aun si decía eso, la sangre que brotaba de ésta no lo era. Abundante rojo, más de lo que debería salir de un simple corte con el huso de la rueca

—Así que Verde dijo la verdad —Bermuda frunció su ceño y lanzó un sonoro gruñido—. ¡Pues tendré que hacerlo yo mismo! —de nuevo tomó su báculo y lo apretó con fuerza mientras la esfera empezaba a brillar

—¡No le tocarás ni un pelo-kora! —Colonello y Viper se lanzaron contra Bermuda; siempre teniendo en cuenta que no podrían vencerlo, pero al menos ahuyentarlo sí

—¡Reborn! — Luce gateó hasta estar cerca del azabache quien fruncía su ceño y agitaba su cabeza de un lado a otro—, ¿estás bien? —sus manos le temblaban cuando pudo sostener las mejillas del azabache y las sintió tibias

—No es nada —intentó parecer sereno, pero no lo estaba… algo iba mal

—Déjame ver —tomó la mano del que consideraba su hijo y se horrorizó al ver que el huso traspasó una porción del dedo—. E-espera —intentó curarlo con su magia… pero no sirvió, la sangre no paraba a pesar de que ya le quitó aquel huso

—Tía Luce —Reborn la miró con duda— esto es…

—Sí —sollozó antes de abrazarlo— pero tranquilo… nada malo pasará

—¿Cómo que no? —dijo mientras se dejaba caer porque su cuerpo se sentía pesado— Me estoy… estoy… —su voz se volvía un susurro

—Sólo dormirás —murmuró como un arrullo antes de soportar el peso del jovencito sobre su pecho—. Dormirás un tiempo, eso es todo —la sangre al fin se detuvo y ahora sólo un par de gotitas salían, las mismas que caían hacia el suelo al mismo ritmo en que el suave pestañeo de Reborn se daba

—Tía Luce —susurró antes de que sus ojos empezaran a cerrarse de a poco sin que él pudiera evitarlo

—Te prometo que cuando despiertes… lo primero que veras será… algo verdaderamente especial —sus labios temblaban al hablar mientras acariciaba la mejilla ajena, sus ojos aguantaban las lágrimas— verás a alguien que lo será todo para ti —escuchó la respiración acompasada de Reborn y lo apretó más aun, con miedo de que en cualquier segundo se fuera de entre sus brazos.

 

 

Fallaron. Luce lloraba por esa razón. Porque a pesar de que prometieron cuidar de Reborn, ahora lo tenía dormido entre sus brazos y así estaría hasta que la maldición se rompiera. Sollozaba porque le dolía, a pesar de saber que Reborn despertaría en algún momento, le lastimaba el no haber podido protegerlo como se debía.

Viper y Colonello enfrentaron valientemente a Bermuda, lo hicieron hasta que escucharon los sollozos de Luce y posteriormente la risa estruendosa que ese hechicero oscuro dio. Aun así, siguieron peleando hasta que Bermuda desapareció entre una bruma negra tras jurar que el heredero de los Argento no despertaría nunca y que se encargaría de destruir al último obstáculo en su vida. Dolorosas palabras que calaron en el alma de las tres hadas.

 

 

—Nunca pensé que este niño fuera el que acunó el maleficio —suspiró Viper al ver a Luce acariciar los cabellos azabaches de Reborn, quien ahora dormitaba sobre el regazo de la mujer que consideró su madre durante todos esos años. Para nadie era secreto el inmenso cariño que Reborn sentía por la única mujer del hogar que formaron

—¡No puede ser-kora! —pateó los restos de la rueca—. Sólo faltaban unos minutos para el cambio de día —bufaba Colonello quien se tiraba de los cabellos para desquitar un poco de su frustración

—Lo siento —susurraba Luce mirando a Reborn—. Te fallamos

—¿Cómo se lo vamos a decir al rey-kora?

—Con tacto —Viper frunció su ceño— con muchísimo tacto y si es posible con un banquete. Al rey le gusta la buena comida, cosa que este niño heredó

—No bromees-kora

—Lo digo muy enserio

—No —susurró Luce antes de mirar a sus compañeros—. No se lo diremos —limpió sus lágrimas y negó

—¡Estás loca mujer! ¡Tiene que enterarse-kora!

—El dolor que sentirán —suspiró para soportar un sollozo— puede ocasionarles una desdicha sin precedentes, podrían incluso tomar malas decisiones y arruinar todo lo que hemos conseguido hasta ahora

—¿Cómo que arruinar?

—Tal vez deje de confiar en las hadas —suspiró Luce— y mande a buscar a Tsuna, pero eso sólo será su perdición

—Bueno —Viper analizó todo con cuidado—, Tsunayoshi aún está escondido al parecer pues sino Bermuda estaría regocijándose sobre su triunfo y echándonoslo en nuestra cara

—Debemos mantenerlo así —Luce los miró con súplica—. Tsuna debe estar escondido aun y nosotros tenemos que encontrarlo sin que nadie lo sepa. Tenemos que convencerlo y ayudarlo para que salve a Reborn

—Pero en algún momento tendremos que salir de aquí o él rey vendrá a buscar a su hijo–kora

—Hay que dormirlos —Luce no dudaba en emitir todo lo que su mente planeaba—. Dormirán a la par que Reborn y despertarán sólo cuando él lo haga… No sólo el rey… sino todos en este castillo y reino, incluso en el reino de los Sawada porque sólo así evitaremos que Bermuda vuelva a usar a los ciudadanos para tendernos una trampa

—Estás loca —Viper la miró con pena—, pero una loca que generalmente tiene razón en lo que dice, así que te apoyaré

—Así que… — Colonello se rascó la nuca—. Bien, bien… hagámoslo —se resignó. ¿Qué otras cosas podrían hacer?

 

 

El rubio cargó a Reborn en su espalda para trasladarlo a uno de los cuartos de la torre más alta en el palacio, lo acomodó en una cama con suave relleno para que su sueño fuera placentero y lo cobijó para que el frío no lo incomodara. Viper acarició los cabellos de ese niño y suspiró porque era verdad que se encariñó un poquitito con ese orgulloso, aprovechó también para jugar con ese par de patillas tal y como hacía cuando Reborn apenas era un bebé. Luce fue la que más se demoró en despedirse, pues silenciosamente acariciaba los cabellos del jovencito y le susurraba que todo estaría bien, pero al final sólo le besó la frente antes de iniciar con lo que estaba planeado.

Las tres hadas ondearon sus varitas al aire para que sus alas apareciesen, dos frondosas semejantes a las de las mariposas, pero sin color evidente y con leves toques de brillo que las hacían parecer tela transparente de fina calidad. Se miraron por unos minutos porque escucharon claramente los festejos que se daban en honor al príncipe que volvería.

Dolía.

Usando su magia se volvieron pequeñas hadas de no más de diez centímetros que sobrevolaron el espacio de aquel reino. Empezaron con su tarea de ceder un sueño profundo a todos los seres vivos. Movieron sus varitas con precisión sobre la cabeza de todo el pueblo, reyes, subordinados, soldados, caballos, perros guardianes, aves que por ahí anidaban, todo el que perteneciera al castillo quedaría dormido.

Una noche entera y parte de la mañana les llevo dormir a ambos reinos.

Cansados, deprimidos, mirándose entre sí con evidente pena porque en su recorrido no hallaron a sus colegas hadas ni al joven castaño que sería la salvación de los dos reinos. Su nueva tarea empezaría allí, pero se tomaron un día de descanso para acomodar sus emociones y recuperar entusiasmo. Además, debían hacerse a la idea de que nuevamente dejarían la magia de lado para no ser detectados.

 

 

Él…

 

 

Sollozaba quedito cuando el amanecer volvía a fijarse en el horizonte. Habían huido con éxito, pero sacrificando a uno de sus miembros. Tsuna se mordía el labio para tratar de menguar sus lágrimas, pero no lo logró, seguían brotando sin control. Iba detrás de su tía Lal, Fon lo seguía a pocos pasos. Nadie emitía palabra alguna, sólo continuaban caminando a pesar del cansancio dado por la extenuante travesía.

Tsuna tenía dudas, pero su dolor era mayor.

Pararon en un bosque que ya no supieron diferenciar si es que estaba ubicado en la tierra de los Argento o en la de los Sawada, sólo sabían que estaba lejos y que incluso la maleza estaba alta indicando que era tierra casi inexplorada. Se alojaron en un claro en donde unos árboles frondosos se mostraban y el resto era nido de maleza, arbustos, flores y demás. Ahí se quedarían, así lo decidieron en una plática seca en la que no se miraron directamente.

Silencio.

El sol les golpeaba de frente cuando el tiempo se acumulaba en horas, la brisa movía sus cabellos, su piel tomaba un poco de calor, sus almas parecían haberse resquebrajado un poco. Fon fue el primero en levantarse y empezar a quitar la maleza con sus manos desnudas, Lal se le unió poco después porque tenían que empezar desde cero en ese lugar y por ende debían crearse una casa que resistiera el clima venidero. Sería duro, pero habían aprendido muchas cosas en esos años, sería un reto más que superar. Tsuna se levantó poco después y en silencio ayudó a pesar de que algunas lágrimas se le escapaban todavía.

 

 

—¿Qué fue lo que pasó? —murmuró después de que se tomaran un breve descanso de su tarea para comer lo poco que llevaban en sus bolsas

—Huimos de nuestros enemigos —Fon respondió con sinceridad

—¿Por qué nos atacaron?

—Porque te buscan, Tsuna

—¿Por qué?

—Porque… —Lal suspiró mientras decidía qué palabras usar—. Porque eres un obstáculo para una persona de mucho poder

—¿Por qué? —repetía mientras jugaba con sus dedos

—Tsuna —Fon se acercó al castaño y le acarició las mejillas— cuando sea el momento, lo sabrás… pero por ahora confía en nosotros y no preguntes cosas más específicas

—¿Qué le pasará a Skull?

—Él estará bien —Lal le revolvió los cabellos— porque Bermuda no lo… dañará —por poco usa otra palabra

—¿Bermuda?

—Sólo eso te diré —le acarició la espalda— aparte de que NO confíes en nadie que diga servir a Bermuda o que porte vendas en rostro y cuerpo

—Está bien —nuevamente volvió a limpiar sus mejillas y a respirar profundo

—Ahora pondrás más empeño en los entrenamientos —Fon sonrió débilmente— así la siguiente vez podrás defenderte, defendernos y a quien más lo necesite, Tsuna

—Ahora entiendes nuestras advertencias de no alejarte y no hablar con extraños —Lal suspiró con cansancio—, pero nada podemos hacer ya.

—Lo siento… —la voz de Tsuna tembló— fue mi culpa que…

—No —Fon lo detuvo—. No es tu culpa y jamás la será, así que mejor ayúdanos a construir nuestro nuevo hogar y olvidemos lo que hoy pasó

—Pero Skull —Tsuna insistió con sus puños apretados

—Finge que se fue de viaje… porque conociéndolo no se quedará quieto y cuando menos te lo esperes, él volverá —Fon dictaba eso a pesar de que él y Lal sabían que nada bueno salía de juntar a Skull con Bermuda

—Está bien —pero Tsuna no sabía nada, sería feliz en su ignorancia

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat advierte que el siguiente capítulo será una especie de relleno porque quiere dar a entender el significado de un amor desinteresado o algo así.

Muchos besos y apapachos~

Los ama: Krat. 


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