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La mujer más linda del mundo. por Yukino

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Notas del capitulo:

Capítulo 15 en Wattpad

LA MUJER MÁS LINDA DEL MUNDO

Fanfic por Yukino

Viktor x Yuuri

Capítulo 15

 

«¿Está bien eso?... Dar mi arma cuando está aún cargada…» (*)

 

 

Viktor se ahogaba en cada esquina de su antigua habitación, como si los muros de esta cayeran sobre él y los escombros le golpearan y le mataran lentamente. Ver ahí todas sus medallas, sus trofeos y sus trajes no eran el recuerdo feliz de esa vida de ensueño que una vez tuvo, todo aquello no eran más que dagas que le ajaban la piel y le fragmentaban el corazón, se lo sacaban del pecho y le mostraban en su cara lo gris y pasado que ahora era. ¿Dónde estaba ese Viktor Nikiforov encantador que siempre tenía una sonrisa en el rostro? ¿Dónde estaba ese Viktor admirado, aclamado, que se movía como si la pista y sus piernas fueran una misma cosa? ¿Dónde había quedado aquel pentacampeón que levantaba ovaciones y suspiros a hombres y mujeres en cualquier parte del mundo? ¿Dónde estaba el Rey?... Estaba reducido a un salón de Ballet de lunes a viernes, trabajando para pagar sus cuentas y recibiendo un salario como el resto de mundo, sin ilusiones ni esperanzas. Solo vivía por vivir.

La habitación le daba vueltas y Viktor empezó a hiperventilar, se venía de nuevo otro ataque de ansiedad y pánico que creyó haber tenido controlados por años. Cada medalla era un ruido diferente de aplausos y gritos con su nombre, cada traje eran flashes de cámara sobre su humanidad, imparables en las entrevistas y en los finales de sus rutinas, cada brillante luz lo cegaban y lo acercaban al abismo.

Empezó a arrastrarse por la fina alfombra de su cuarto intentando subir a la cama, la crisis parecía empeorar, se quedaba sin aire, el sudor frío le deslizaba por frente y espalda y entonces escuchó de nuevo los gritos, las sirenas de ambulancias y policía, todo lo horrible de esa noche años atrás… y ahí gateando a la cama viró muy despacio a ver al techo y lo vio a él, colgando de una sábana por su cuello, meciéndose como una hoja muerta al viento. Viktor no pudo controlar el temblor de sus manos ni de su cabeza así que desesperado y enloquecido se tapó los oídos intentando con aquello hacer que los recuerdos dejaran de volver y se quedaran atorados afuera de la puerta.

—¡BASTA, BASTA, BASTA! —Gritó desesperado, asustado y abrumado mientras golpeaba su cabeza contra el piso. En ese momento tan horrible la muerte hubiera sido una gentil aliada y así lo pensó, mientras se golpeaba él mismo como si de esa forma los horrorosos recuerdos murieran en cada golpe. Lloraba y gritaba, ya la frente le empezaba a sangrar, todo al parecer terminaría y fue entonces que su Ipad, que estaba sobre la cama sonó al parecer entraba una video llamada. Se incorporó un poco y vio que se trataba de Yuuri Katsuki. Sonrió de a pocos mientras el aparto seguía sonando mostrando la foto de él en la pantalla. Temblando tomó el Ipad en sus manos y luego lo abrazó, como si aquello le devolviera la cordura, la alegría. Una persona en el mundo esperaba por él, una persona en el mundo en ese momento en el que él creía que la muerta era amiga, esperaba por hablarle, una persona le necesitaba. El aparato seguía sonando y él sobre la cama lo seguía abrazando. Volvió su vista al techo y ya nada colgaba de él, más que una antigua y costosa lámpara.

—¡Viktor! Hola, lo siento ¿te desperté?, se supone que no te duermes tan temprano… ¿Dónde estás? —Viktor no respondía nada, sólo lo veía a él mientras hablaba y hablaba, llevó los dedos a la pantalla y con la mirada nostálgica empezó a recorrer el rostro de Yuuri —¿Viktor estás ahí?, voy a colgar y a marcar de nuevo…

—¡No!, acá estoy, solo que me estoy poniendo los audífonos para hablar más tranquilamente —Yuuri sonrió y Viktor que aún no activaba la cámara, vio que una gota de sangre cayó directo en la pantalla. Se asustó y corrió al baño se limpió sin soltar el aparato, como si dejarlo un segundo significara que nunca más hablaría con Yuuri. Afortunadamente parecía que la sangre se detendría y ya podía mostrarse a su amante de cabellos de noche. Regresó a la cama y ya Yuuri le había contado casi todo desde que llegó a Japón con Otabek.

—¿Por qué aún no puedo verte? ¿No funciona tu cámara?

—A veces esta cosa falla, a ver si ahora me ves —Yuuri sonrió ampliamente al ver a Viktor en la pantalla y esa sonrisa arregló toda la nostalgia que Viktor pudiera estar sintiendo. Yuuri le contó que era de madrugada en su ciudad pero que prefería esa hora para hablarle, el resto del día estaría de tour con Beka. Yuuri hablaba y hablaba pero notó que la mirada de Viktor no era la de siempre.

¿Qué te sucede? Tu mirada es algo… diferente. ¿Estás bien Viktor?

—No me pasa nada, solo pienso en ti mientras hablas.

—¿Y pensar en mí, produce semejante tristeza? —Yuuri empezó a angustiarse y Viktor lo notó. De inmediato cambió un poco la postura de su cuerpo y se dirigió a un pequeño escritorio. Por ningún motivo permitiría que Yuuri descubriera la crisis que acababa de tener.

—Quizás tenga algo de molestia por tu amigo Beka… pero bueno nada que hacer. Yo estoy como te dije, en la casa de mis padres, visitando al General que está muy enfermo, la verdad no sé qué tanto. ¿Sabes? En esta habitación están todas mis medallas de cuando patinaba, estaba pensando en ese tiempo…

—¡Uh qué genial! Me gustaría ver todos esos premios algún día, la verdad mi cuarto es pequeño, lleno de libros… no hay mucho que mostrar—. Dijo Yuuri mientras con su computador daba la vuelta al cuarto para que Viktor lo apreciara un poco mejor. —Es muy sobrio y…

—Esta noche voy a masturbarme pensando en ti —interrumpió Viktor de manera abrupta la plática con Yuuri. El profesor de historia abrió mucho la boca y era evidente su sonrojo. Luego llevó su mano a su frente y rió un poco.

Eres todo un romántico profesor Nikiforov, bueno al menos es tu «sutil» manera de decirme que me extrañas, y ahora creo que me estás provocando—. Yuuri volvió a reír muy apenado con lo que Viktor le dijo.

—También me gusta…

Sí ya sé, te gusta estar dentro de mí —interrumpió Yuuri esta vez —eso ya lo has dejado claro.

—Me gustan tus ojos—. Yuuri estaba más que sorprendido y sabía que algo no estaba bien con Viktor pero aun así no le interrumpió. —Me gusta que me vean siempre como si de verdad yo fuera alguien importante, como si siempre esperaran algo de mí, algo bueno. Tu color castaño me recuerda el otoño, es algo nostálgica esa época pero me gusta su color; me gusta ver cómo se dilatan cuando estás por llegar al climax, y gritas mi nombre cerrándolos lentamente abriendo tu boca en un último gemido…

Yuuri lo miraba totalmente sorprendido, ese no era el Viktor de siempre, ese era un Viktor triste y nostálgico que parecía se estaba despidiendo, en su mirada en su voz, todo el dolor se estaba reflejando, todo el dolor de estar en ese sitio y de tener que cargar con las toneladas de malos recuerdos, de sentir que estaba al borde y que solo necesitaba de un pequeño ventarrón para caer y morir. Lo sabía porque él mismo lo había vivido, lo había llevado en sus días y noches como una maldición. Viktor ahora estaba sufriendo y Yuuri se sintió un maldito inútil al no estar a su lado. Lo necesitaba y en ese momento no podía hacer nada. Viktor nunca había pedido ayuda en su vida y ahora entre líneas le gritaba con desespero que lo necesitaba, y Yuuri le respondía con sus ojos que si era con su cuerpo que él se liberaba de las angustias, sería su amante hasta la muerte.

Gracias por esas lindas palabras… Dime lo que tengas que decirme ahora, ahora Viktor…

El hombre de cabellos como la luna sintió que era el momento de contarle a su amante todo aquello que lo alejó del mundo de los sueños y la alegría y lo redujo a su departamento de fantasmas, sin vida, sin nada. Era el momento, tenía que liberarse de ese veneno que le estaba carcomiendo el cuerpo y el corazón, quizás si alguien podía salvarlo, era ese profesor de Historia que también era bailarín, ese que le perturbó la existencia desde su llegada a la Universidad y le desdibujó el perfecto camino que ya se había trazado, de una vida con una mujer que fuera su esposa, su amante, que le diera sus hijos y con la cual estar frente a una chimenea cuando fueran ancianos. Ese sencillo hombre de ojos sesgados, le quitó la aparente tranquilidad y le trajo una intranquilidad, llena de lluvia de hadas y nubes de algodón de azúcar.

—Te amo Yuuri Katsuki… —Dijo Viktor casi como en un susurro, mirando fijo la pantalla. Yuuri abrió los ojos y la boca a más no poder e iba a decir algo cuando Viktor cortó la comunicación él mismo al borde del colapso por lo que acababa de decir. ¡Eso no era lo que debió salir de su boca! Y era claro que no era lo que Yuuri esperaba tampoco. Yuuri esperaba que le contara de su retiro del patinaje y la historia tras eso que le hería como una puñalada, pero a cambio, recibió una confesión que se salió sola del corazón, caminó por la garganta de Viktor y se escapó traviesa de su boca en complicidad con su voz. Yuuri marcó infinidad de veces luego de eso pero ya por esa noche, todo estaba dicho.

Viktor sin poder creer si quiera lo que acababa de pasar corrió al baño y se lavó un poco la cara, se dio cuenta que la herida de su frente no estaba mejor Yuuri no notó nada porque su cabello la cubría; la limpió de nuevo poniéndose una venda esta vez. Se miró fijamente y no se creía lo que acababa de hacer. Esa palabra tenía que estar clausurada de su diccionario mental, y aún así, la pronunció frente a su amante. Sonrió. Por solo instantes el estar en ese lugar ya no era el siniestro cuento de horror, por instantes era el comienzo de una nueva historia de amor.

 

Yuuri entendió que era inútil seguir insistiendo, Viktor ya no le respondería en ese momento. No lo haría porque aquello iba en contra de todo lo que había labrado con piedra en su alma, de tener una vida normal con una chica, una familia y todo el cliché que lo mantenía firme. Confesarse de esa manera planteaba una posibilidad y un futuro diferente, en el que Yuuri podría estar incluido más allá del amante. Y eso lo llenó de una alegría que no había experimentado nunca.

Esa alegría la notaba Beka en el desayuno que la amable madre de Yuuri les estaba sirviendo. Estaba llegando a ser incluso fastidiosa, solo faltaban los corazones a su alrededor y la luz del cielo que le iluminaba.

—No entiendo esa mirada de tonto enamorado, pero eso solo serán problemas para mí, porque seguramente voy a ser yo quien recoja tus pedazos de todas partes—. Le dijo su amigo matemático con desgano, mientras sostenía su mentón con la palma de su mano derecha. — Por ahora concentrémonos en mis vacaciones y llévame a Tokio de compras.

Yuuri le sonrió y pareció por fin volver de donde estaba. Con respecto a las vacaciones el profesor de Historia le mostró un detallado itinerario con las múltiples visitas que harían, no serían solo compras y diversión. Beka miró las hojas y sonrió forzadamente, pero no contradeciría a su amigo, no en ese momento que parecía todo era bonito.

 

 

Viktor estaba recostado en la cama, abrazando el Ipad como si este le fuera a tele-transportar a Yuuri. Pensaba en la mejor manera de hacerse responsable de sus palabras, aquello no tenía marcha atrás y pensó en las mil posibilidades de eso, ¿Yuuri lo amaría también? ¿Podrían tener una relación más allá de la cama? ¿Acaso no la tenían ya?... Estaba tan metido en sus pensamientos, que solo regresó hasta que escuchó que tocaron muy fuerte en la puerta de su habitación. Era el mayordomo que quería avisarle que su madre acababa de volver.

Viktor de dio las gracias al anciano mayordomo y le pidió que por favor dejara de decirle ‘joven Viktor’ que ya muy grande para aquello.

—Joven Viktor, para mí siempre será de esa forma, así como para el General, usted siempre será su bebé…

Viktor se detuvo y lo miró algo sorprendido. El criado le sonrió y le indicó con la mano que siguiera a la habitación de los ‘esposos’. Cuando el hombre de cabellos cenizos lo hizo, una mujer menuda y de cabellos negros como la oscuridad le saltó encima y le abrazó por el cuello. Viktor la abrazó igualmente, no la veía hacía meses cuando se encontraron para cenar. Esa madrastra suya era la madre que la vida le arrebató muy rápido.

En la cama, conectado a un tanque de oxígeno estaba su padre que lo miraba fijamente. Viktor esquivó aquella mirada al igual que lo hizo cuando llegó y salió corriendo del estudio dejándolo a penas con el saludo. El General al parecer sabía lo incómodo que era para su hijo mirarlo, así que el buen hombre que lo amaba más que su vida bajó la cabeza, para no molestarlo.

—Hijo, qué bueno que  hayas querido venir unos días a pasarla con nosotros, sabes que la salud de tu padre no mejora… Y te ha extrañado mucho…

—Aún puedo hablar por mí mismo Manini, no lo digas como si estuviera vegetando o algo así —el General habló muy molesto. Manini volteó a verlo con odio absoluto, mirada que por supuesto Viktor no pudo ver, y el General tampoco, pues no levantaba su vista.

—Como sea, gracias por venir acá hijo —dijo la horrible dama disfrazada de buena, intentando desviar el tema.

Viktor sabía que el ambiente se estaba poniendo algo pesado así que se despidió educadamente para irse por fin a dormir. Manini se disculpó mucho por haber llegado tan tarde, y dio excusas muy traídas de los cabellos a cerca de su retraso, pero que Viktor creyó totalmente pues la adoraba. Y llegó la pregunta, esa que lo molestaba y que le rompía el corazón al General.

—Hijo, ¿Cuándo será que nos presentas alguna chica? Me preocupa que estés tan solo… —El General movió su cabeza en negativa ante la ponzoñosa pregunta. Viktor no entendió la actitud de su padre pero tenía que decir algo, algo que no agraviara a Manini y que la dejara tranquila para que dejara de preguntar sobre su vida.

—No estoy solo Manini… ahora salgo con alguien, apenas nos estamos conociendo…

—¿Y cómo se llama? —Preguntó la mujer intrigada. Y de los muchos nombres que Viktor pudo inventarse, solo uno le llegó como una ráfaga a los labios, uno de una mujer que tampoco existía.

—Se llama… Sora, pero por ahora solo somos amigos…

Cielo — interrumpió el General, Manini por un segundo creyó que hablaba de ella y se sorprendió pero el General se apresuró a seguir —Sora significa cielo, en japonés. Viktor miró a su padre y se encontraron ambos pares de ojos azules como las olas que golpean en la playa. En ese momento el General no le pareció el hombre maldito que se había metido en su vida para arruinársela, para juzgarlo y menospreciarlo. En esa mirada veía una súplica, un desesperado llamado de auxilio. Viktor se excusó de nuevo y salió de esa habitación para irse a dormir. No deseaba seguir hablando del asunto, quería irse a la cama a seguramente masturbarse pensando en Yuuri.

Antes de entrar a su cuarto, vio en medio del pasillo la pintura de su madre de tamaño natural, y que no alcanzaban todas esas pinceladas a mostrar la belleza de la mujer que le dio a luz. Viktor la miraba y sonreía, tocando el lienzo como si quisiera que ella saliera de ahí y le arrullara como lo recordaba en sus noches de llanto y fiebre. Bajó la mirada y la dirigió luego hacia el cuarto de su padre preguntándose, por qué no fue él, en lugar de su preciosa madre. Y antes que el universo cayera sobre él de nuevo, corrió a su habitación a refugiarse en lo que pudiera de Yuuri Katsuki, su salvavidas.

 

 

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Con Amor: Yukino.

(*) Fragmento de la canción Nine Crimes de Damien Rice.

 

 

 

 

 


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